Entrevistas

Sergio Scariolo: «Los jugadores de Estados Unidos me dijeron que España era el equipo que más difícil se lo ha puesto casi siempre»

Es noticia

En el tercer piso de un palacete señorial nos recibe Sergio Scariolo (Brescia, 1961). Está situado en pleno centro de Bolonia, donde vive desde 2021, año en que llegó para dirigir a una Virtus que venía de lograr un scudetto histórico bajo la batuta de Sasha Djordjevic. El salón es enorme, diáfano y con techos muy elevados. En la mesa hay un plato de queso y otro de jamón. Para beber: cerveza Peroni, agua y Radler, lo que toma él. Son las 19.15 de la tarde y tenemos una hora de tiempo, porque el tren de vuelta a Roma sale de la estación central a las nueve de la noche.

Antes de comenzar la entrevista, mientras ojeo los periódicos Corriere dello Sport, Il Resto del Carlino y el libro que me acabo de comprar sobre los 16 campeonatos logrados por la Virtus (eran los tiempos de Dan Peterson y Messina en el banquillo; de Ginobili, Rigaudeau, Danilovic o Brunamonti en pista), me repito recurrentemente dos preguntas que no tengo escritas y que no se me pueden olvidar con las traicioneras prisas. Una es sobre Milos Teodosic y la otra es saber si el jamón es ibérico español o, sin embargo, es el de Emilia Romaña, probablemente la mejor región italiana en cuanto a embutidos se refiere.

El coach, como lo llaman en Italia, llega quince minutos tarde porque viene de hacer deporte. «Es obsesivo», dice su jefe de prensa, Jacopo Cavalli. «Pero de una amabilidad y humildad supina», me añade justo antes de subir a casa, mientras nos conocíamos en el bar de abajo tomando un Crodino -una especie de Bitter Kas a la italiana- con panchitos, patatas fritas y sándwiches de rúcola con tomate y mozzarella. «Se machaca en el gimnasio y le gusta mucho el pádel».

En su biografía dice que «el baloncesto es un juego generoso con quien lo respeta». Explíquese mejor, por favor.

Es un deporte de equipo, aunque muy exigente desde el punto de vista individual, mental y físico. Quiero decir que el deporte se ha desarrollado tanto que requiere un alto nivel de preparación. También de concentración, pero sobre todo una serie de criterios y valores a respetar de forma rígida para que el juego sea bonito. Si toda esta alquimia se produce, al final el jugador se siente como un músico en una orquesta. La parte de un todo que se mueve con armonía, que transmite sensaciones no sólo estéticas sino también de cercanía, humanidad, solidaridad, amistad, disponibilidad. También hay que renunciar a las individualidades cuando sea necesario. Cuando hay intérpretes idóneos -con las motivaciones y principios necesarios para jugarlo- supone una gran gratificación. Eso sí, el precio es alto cuando hablamos del máximo nivel.

Ahora se habla mucho de la salud mental. ¿Cuánto es importante? Sobre todo teniendo en cuenta algunos deportistas que sienten una liberación al final de sus carreras y otros, sin embargo, todo el contrario: no lo dejan por el miedo al vacío.

Fui uno de los primeros en traer un psicólogo dentro de un staff técnico. Creo en ello. Entrenar la mente es como entrenar músculos, el tiro, el pase, la posesión. No es externo, extraño, ni extraordinario. Creo que cualquier persona con relaciones, trabajo, responsabilidad familiar… Puede sufrir momentos de euforia o depresión. Por eso es necesario el equilibrio mental. Esto se entrena con la ayuda de especialistas. Esto ayuda mucho al jugador, me lo dice mi experiencia. Pero también te digo que el entrenador tiene que tener la humildad para comprender que no puede ser un mental coach. No tiene instrumentos técnicos ni científicos. Hay que confiar en los demás, delegar para que cada uno tenga autonomía en su propia parcela. Así concibo yo mi trabajo y mi idea de baloncesto.

A usted, siempre con este doble rol de entrenador y seleccionador, no parece que le afecte demasiado la presión. ¿Cómo la gestiona?

Hay momentos de cansancio, no te lo niego. La sensación dominante es la energía, las ganas de hacer, de preparar el siguiente reto. Esto domina en mí de momento. Me detengo poco a pensar lo que sucedió ayer y sí en lo que habrá que afrontar mañana. Efectivamente, en mi carrera no he tenido demasiados momentos para descansar y reflexionar. No es fácil cambiar el chip de un equipo a una selección, y viceversa. A mi favor juega que necesito poco tiempo para regenerarme. No digo que nunca esté cansado, esos son tonterías, pero sí me recupero pronto.

Gana su primer scudetto con la Scavolini de Pesaro con tan solo 29 años. También disputó la final de la Korac ese año. Derrota contra el Joventut de los Jofresa y Villacampa. En su equipo había jugadores que venían de la NBA como Darren Daye o Darwin Cook. ¿Fue su primer milagro?

No, los milagros los hace otro señor. Comencé pronto a entrenar, y siempre tuve la suerte de tener grandes maestros como entrenadores cuando empezaba en esto. Sobre todo, Riccardo Sales y Valerio Bianchini. Tampoco me olvido de Giancarlo Sacco y Carlo Rinaldi. Trabajé para ellos, para todos ellos. Tuve suerte de ir cogiendo experiencia ya desde muy joven en los ochenta, tanto con el Brescia como en Pesaro.

Siempre tuvo palabras de agradecimiento para el empresario y presidente Valter Scavolini. Porque usted no jugó al baloncesto a un alto nivel. Estudio Derecho en la Universidad de Milán, y enseguida se marchó de casa para entrenar.

Llegué a Pesaro siendo un chaval. Tenía 23 años. Él fue como un segundo padre para mí. Aún mantenemos la amistad. Allí encontré una familia patriarcal. Dos hermanos capitanes de una grandísima industria que ha hecho historia en Italia y el mundo con sus muebles. Me acogieron como un hijo y me dieron la oportunidad de coger el primer equipo cuando Bianchini fue a Roma. Luego, eso sí, tuve la capacidad de aprovecharla.

Los ochenta y noventa fueron mágicos para el baloncesto italiano. A nivel de selecciones, en el 83 lograron el campeonato europeo bajo la batuta de Dino Meneghin. Repitieron la gloria en el 99 con los Basile, Fucka, Marconato o su hijo Andrea Meneghin. Por no hablar de la Euroliga, donde Bolonia, Milán, Siena o Treviso se convirtieron en plazas temibles. En algunos casos, levantando el máximo torneo continental. Messina, por ejemplo ganó dos con la Virtus (98-01). ¿Qué ha sucedido desde entonces?

Últimamente hemos crecido algo, aunque el punto más bajo fue hace algunos años. El año pasado nosotros, por ejemplo, logramos la Eurocup contra el Bursaspor. Pero sí, es verdad que esta crisis viene de lejos. Para mí el principal problema es que los recursos económicos invertidos en el baloncesto italiano disminuyeron muchísimo, y sobre todo el nivel de la clase dirigente es peor que nunca. Creo que por ahí van los tiros que explican la difícil situación de nuestro baloncesto. Grandes empresarios que nos llevaron a lo más alto no han sido reemplazados como se merece por motivos en los que no me quiero detener, y el agujero negro es tremendo.

¿Hablamos de personas? Es decir, quienes presidían en su día la Benetton de Treviso, Scavolini de Pesaro…

Claro que hablo de personas. Desde hace tiempo, quien tenía la responsabilidad de encontrar medios nuevos con otros empresarios, ciudades -quizás- no lo hicieron. En muchos casos han pensado en un enriquecimiento personal. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Es una locura que el baloncesto italiano, hasta el año pasado, se pasara casi veinte años sin ir a unos Juegos. Yo lo he visto desde fuera casi siempre, pero con mucha claridad. Piensa que quien está en el extranjero no tiene la cercanía para comprender 100% qué pasa, pero sí la posibilidad de hacer comparaciones con otros países.

Precisamente su primer gran desembarco fue en España tras entrenar también, a principios de los noventa, al Fortitudo Bolonia, archienemigo de la Virtus. Yo en esos años comencé a ver baloncesto, sobre todo NBA. Recuerdo dos finales míticas de Portland: 1989-90 contra Detroit y dos años después contra Chicago. Sí, estaban Isiah Thomas y Michael Jordan. De hecho, perdió las dos, pero yo me enamoré de Clyde Drexler. Ese fue mi primer recuerdo de la infancia. ¿El suyo?

Mítico Clyde The Glide Drexler. Los míos son de Julius Erwin, Doctor J. Nosotros leíamos sobre ellos, porque sí, había revistas en aquella época. No había internet ni siquiera la tv italiana emitía los partidos. Pero había empresas que les podías encargar paquetes de cintas VHS para verles jugar. Hacías el pedido y te llegaban dos meses después. Eran tesoro puro. Recuerdos los fabulosos Sixers de entonces, antes del ciclo de Magic Johnson, Kareem y Larry Bird.

En el 97 llega al Tau Vitoria. En dos años le lleva a una final de campeonato y a lograr la Copa del Rey. El mejor fue Elmer Benett, pero lo más sorprendente es que se impuso al Caja San Fernando de Javier Imbroda, que venía de aplastar al Barça. Era un equipazo. ¿No?

Tenía buen equipo, pero no un equipazo. Eso sí, ese Caja estaba muy compenetrado, muy bien construido. Jugaba muy bien, porque se conocían. Me acuerdo de Andre Turner, grandísimo base. También de Richard Scott, un ala pívot de dos metros… Recuerdo que el Caja San Fernando antes lo había dirigido Petrovic. Tenían a Anderson, otro grandísimo playmaker. Lo que quiero decir es que era una escuadra con una cierta tradición en el baloncesto español, y que Javi -un amigo- le dio un nivel superior en todos los sentidos. Por suerte ganamos nosotros con un bloque completamente nuevo.

En 1999 llega al Madrid. Gana enseguida el campeonato español venciendo el quinto partido contra el Barça en el Palau. La celebración de Djordjevic vestido de blanco todavía escuece por Barcelona. Nacho Rodríguez, que era su amigo, le tuvo incluso que echar de la pista de forma brusca. En ese Barça ya comenzaba a despuntar un jovencísimo Pau Gasol.

El deporte también son pequeñas venganzas deportivas. Fue una serie increíble. Llegamos a la final tras ganar al Estudiantes en el quinto partido. De milagro, porque ellos fallaron el último tiro. Dos días después estamos en Barcelona para el primer partido. Ellos venían de ganar 3-0, así que estaban relajados. Nosotros, con la adrenalina por las nubes, ganamos. En el segundo nos destrozan, y luego vamos a Madrid, donde volvemos a liderar la serie. No lo esperábamos, porque objetivamente ellos eran mejores. Empatan a dos, y los de Aíto se la juegan en casa. En muchas fases del partido iban por delante de diez, doce puntos, pero seguíamos vivos.

Y vuestro mejor jugador estaba lesionado.

Sí, Alberto Herreros se lesionó contra Estudiantes. Prácticamente era inservible para el choque, pero teníamos a Alberto Angulo (MVP de la final), Lucio Angulo, Scott y el crack Sasha. Disponíamos de jugadores notables. Herreros ya estaba en el tramo final de su carrera, por lo que la única super estrella era Djordjevic. Pero teníamos cohesión, química… Y a José Luis Galilea (hoy scouting europeo de los Pacers), Mikhailov, Struelens, Andrew Betts, un pívot que me traje de Reggio Emilia. En definitiva, un equipo que se impuso al Barça contra todo pronóstico. Luego nos empujan a todos de la pista hacia los vestuarios, porque la celebración de Sasha desencadenó toda la furia de los tifosi del Barça. Nos dieron la copa de campeones en los vestuarios, algo insólito.

¿Qué le dijo Sasha en el vestuario?

(Risas) No lo recuerdo. Ha pasado mucho tiempo. Él era nuestro líder en el campo. Teníamos una gran relación. Éramos mente y brazo, aunque a veces él era la mente y yo quien decidía que se ejecutara la acción. Era y es un chico emotivo con mucha fuerza pasional. Lo celebró como es él, ni más ni menos.

Casualidades de la vida, fueron los dos últimos entrenadores de la Virtus. Además del Madrid también le dirigió en la Fortitudo, pero ¿Qué valora de él como entrenador?

Lo conozco poco. Me parece un entrenador excepcional, un gran conocedor de la mente, del alma del jugador. Gran preparación e instinto del juego, pero sinceramente nos hemos enfrentado dos veces creo. Cuando yo estaba en Milán y él en Treviso. Lo conozco perfectamente como persona, como jugador, pero… No, espera, también nos enfrentamos cuando yo entrenaba a España y él a Yugoslavia. En el campeonato del mundo, cuando ganamos el oro.

Volvamos al Madrid, donde le echaron en 2002. Un año antes, el Barça se libró su propia venganza con un Gasol estelar. 3-0 en el cómputo global. También les ganó en la final de Copa ¿Fue ese el inicio del fin?

No. Antes de nada, decir que el Madrid es una institución compleja y grande. Verás, yo acepté muy a mi pesar un doble rol: entrenador y manager de la sección. Es fácil decirlo a posteriori, pero cometí un error. Me hizo perder lucidez, energía, serenidad, capacidad para dirigir al equipo porque la responsabilidad era enorme y los inconvenientes podían aplastarte. Yo había propuesto un par de nombres para ocupar ese cargo. Eso coincidió con un cambio en la presidencia: salió Lorenzo Sanz y llegó Florentino (año 2000).

¿Qué nombres propuso?

Antonio Martín y Juan Corbalán. Sé que Florentino estuvo buscando, pero no sé qué sucedió y por qué no se llegó a un acuerdo. Luego vino Valdano, con quien tengo una gran amistad, y me dijo que tenía que ser yo el responsable de la sección porque reunía todas las competencias. Me dijo que les echara una mano así que acepté.

¿Entonces qué sucedió?

Al terminar la última temporada (nuevamente sin títulos) nos dimos cuenta que la situación era insostenible. Entonces yo acepté ser solamente entrenador, porque me dijeron que estaban buscando un manager. Era finales de junio, y nosotros teníamos que comenzar a construir ya el equipo. Una decisión ya tomada fue la de fichar a Carlos Delfino como nuevo joven de gran proyección, un escolta que apuntaba a crack. La idea era construir el equipo en torno a él. Le hicimos un contrato de tres años. El problema es que para su crecimiento era necesario que su suplente no fuera una leyenda que a las primeras de cambio todos reclamaran su regreso para coger el timón. No, así no se hacen las cosas. Para mí lo ideal era que detrás de Carlos estuviera Angulo y no Herreros. Angulo era un jugador acostumbrado a salir del banquillo, un tipo muy humilde… Con esto no quiero decir que Alberto Herreros no lo fuera, pero hablamos de una leyenda.

Se carga a Alberto Herreros ¿Y después?

Después sucedieron cosas. El Real Madrid es una institución con muchos componentes de fuerza y poder que inciden y condicionan. Creo que ahora -con Florentino, Juan Carlos Sánchez y José Ángel Sánchez– es algo más sólido y cohesionado estructuralmente. Antes había muchas personas que influían, y la nueva junta acababa de llegar como aquel que dice. Lógicamente mi idea no gustó. Me dijeron que tenían pensado reintegrar Alberto Herreros. Teníamos un año más de contrato, pero capté el mensaje. Cogí un año sabático, porque no había ningún equipo disponible.

En 2003 llega a Unicaja. En cinco años logra una Liga, una Copa y una Final Four (junto a Baskonia) tras eliminar al Barça. Preparando la entrevista, desempolvé el quinteto base: Pepe Sánchez; Berni o Carlos Cabezas (cuando jugabais con dos bases); Risacher o Walter Herrmann en la posición de tres; Garbajosa y Daniel Santiago. Pepe y Walter nada tenían que envidiar a Noccioni, Oberto, Scola o Prigioni.

Lo de Málaga fue mágico. A Herrmann ya lo habían fichado cuando yo llegué ¡Qué tragedia tuvo! En un accidente de coche murieron su madre y su novia. Un trauma tremendo. Después murió su padre… Hablamos de un chico con un talento tremendo. Nos ayudó a ganar la Copa y el campeonato en 2006 (el primero de su historia hasta ese momento). Luego se marchó a la NBA antes de que nosotros quedáramos terceros de Europa en 2007.

Lo de Pepe fue distinto. Lo elegí yo, porque necesitaba un líder. Siempre me gustó tener un playmaker de gran peso, calidad y personalidad. Una prolongación mía en el campo. En ese momento, teniendo en cuenta nuestras opciones de mercado, fue la mejor opción.

Lograr todo eso en dos años… ¿Fue su mayor gesta a nivel de clubes?

Sí, puede ser. Sin duda, es el equipo al que me siento más unido sentimental y afectivamente.

Decía Maljkovic, a quien sustituyó en Unicaja, que se divertía más viendo un partido de Copa en Málaga que con uno de NBA. ¿Usted también?

Antes de nada, decir que de Bozidar recibí una herencia de la que supe sacar jugo. Creó una base importante allí, y le entiendo. Un partido en el Martín Carpena con ese ambiente es una emoción fortísima. Recuerda a pistas como la del Zalgiris en Kaunas o alguna de Belgrado. El impacto emotivo y psicológico es determinante, y eso Málaga lo tiene. Ahora bien, si lo comparamos con un partido de liga regular en la NBA no hay dudas, pero si lo comparamos con una final… Yo, que la he vivido y ganado, es otro nivel superior lógicamente.

Antes de cruzar el Atlántico, quería detenerme en su otro trabajo de seleccionador español. Cuatro campeonatos de Europa, plata en Rio 2012 tras la final contra los americanos, bronce en los Juegos de 2016 tras otro partidazo contra EE.UU. o el oro mundial de China en 2019. Lo piensa, y ¿qué le hace más ilusión?

Es difícil elegir.

Se lo pondré más fácil. Para mí, el Europeo más difícil de ganar fue el último.

Fue quizás donde había una mayor distancia entre expectativas y resultado. Eso está claro, pero no ha sido el más difícil desde mi punto de vista como entrenador. Las dificultades eran técnico-tácticas, esas que un entrenador tiene que saber resolver con su trabajo. Para mí, y en esto coincide mi amigo Julio Velasco (tótem del voleibol), lo difícil es gestionar superestrellas. Yo, antes del último título, tenía jugadores que habían ganado anillos NBA, trofeos en Europa. Decirles qué tenían que hacer, explicarles que sólo podían participar cinco minutos cuando en sus equipos jugaban cuarenta, convencerles que debían sacrificarse en defensa… Era lo más difícil para mí. Muy difícil de gestionar. Quizás el nivel de talento de los tres primeros Europeos era altísimo, pero la personalidad también. Me refiero al carácter, al ego.

En este sentido me ha convencido. El más sencillo fue el último. Le cito el mejor quinteto del torneo en 2011 (su segundo Eurobasket) y el de 2022. En el primero aparecen McCalebb, Tony Parker, Navarro, Kirilenko y Pau. En el último: Schroder, Lorenzo Brown, Antetokounmpo, Willy Hernangómez y Rudy Gobert.

Mira, sí, fue el más fácil. Si a esta España le dices de caminar por el techo con la cabeza hacia abajo lo hace. El ego no era tan desmedido. No porque los chicos de oro (muchos de ellos formaron parte de la generación Junior ’99) no tuvieran la disciplina para hacerlo, pero este grupo… Este último grupo tenía una fe y confianza ciega en todo el cuerpo técnico. La química era fortísima, y esto fue determinante para ganar. Cuando les pedíamos o exigíamos algo complicado para nosotros no era difícil transmitirlo, porque iban todos a una. En otros campeonatos no fue así de sencillo.

¿Con quién se queda de estos chicos de oro? Navarro, Calderón, Rudy, Garbajosa, los Gasol, Ricky, Felipe…

He sido muy afortunado, porque me han enseñado mucho. Me han enseñado a aprender de los jugadores, a entrenar estrellas, a gestionar momentos difíciles. Observándoles, me he enriquecido muchísimo. Ha sido un máster continuo para mí. Si tengo que decir un nombre, cito Gasol como tótem total, pero lo que hicieron Navarro, Marc, Calderón, Lull, lo que continúa haciendo Rudy… Por no hablar de Felipe Reyes o Ricky. Con 18 años ya era el base titular en mi primer título europeo en Polonia contra Serbia (2009). Comenzó su epopeya siendo un niño: debutó con catorce años en ACB con Aíto en el Joventut, y ahora ya es un padre de familia, juega en el NBA desde hace años y, quizás, se acerca a la parte final de su carrera, pero ahí sigue.

¿Cómo define a Felipe Reyes?

Era el que menos talento tenía de todos, pero quizás el más imprescindible porque irradiaba competitividad. Era un corazón puro, y podía jugar -rindiendo siempre bien- cansado y con dolor. Jugara mucho o poco, gestionaba bien la frustración, porque era la sonrisa total.

¿El más inteligente quién era?

Marc. Era un ordenador. Comprendía muy bien el juego. No me quiero olvidar de Calderón. Recuerdo cuando, antes de los Juegos de Rio, me reuní con él para decirle que le podía llevar sólo como tercer base y le quise dar la opción de no venir. No sólo vino, sino que tras los dos primeros partidos (derrotas contra Brasil y Croacia) en los que Ricky y el Chacho no estaban jugando bien, salió a dar una rueda de prensa para decir que tenía un acuerdo con el entrenador y sus compañeros, y que él estaba ahí para ayudar, apoyarles. Dijo esto: «creo en ellos, son los que rotan y así tiene que ser. No polemicen con mi presencia, por favor». Un fenómeno.

¿Y Navarro?

Te lo explicaré citando un ejemplo. Mundial de 2010. Jugó fenomenal, pero perdimos en cuartos con un tiro de diez metros de Teodosic contra Garbajosa. Juan Carlos Navarro, con la espalda hecha pedazos, con la fascitis plantar, pide disculpas a sus compañeros porque como líder jugó sobresaliente, pero no fue capaz de llevarles a cotas más altas. Con lágrimas en los ojos dijo que como líder del bloque había fracasado en este sentido. Estas lecciones es como ir a la universidad. A Harvard.

En las derrotas, con honor, contra EE.UU. ¿Se acercaron para felicitarles? ¿Recuerda alguna frase de Lebron?

Sí, todos se acercaron. Primero a Pau para mostrarles su respeto. Después muchos me dijeron que éramos el equipo que más difícil se lo ha puesto casi siempre. Recuerdo una cosa: en Rio perdemos la semifinal contra ellos. Luego ganamos el partido por el tercer y cuarto puesto. Nos cambiamos y nos pusimos el uniforme para el podio en la ceremonia. Estábamos ahí esperando viendo la final. Iban ganando de treinta contra Serbia. Cuando salieron del campo, y antes de llegar al vestuario, vieron que estábamos en una sala y entraron directamente ahí para darnos la enhorabuena. También lo hicieron en Londres, pero en Rio desviaron su rumbo al vestuario para abrazarnos justo cuando habían ganado el oro. Krzyzewski me dijo personalmente que yo había sido el entrenador contra el que tuvo más dificultad para competir a nivel internacional. Dijo que su carrera terminaba ahí y que no quería irse sin reconocérmelo.

¿La suya seguirá en Bolonia? Porque ha sonado para el Madrid.

Sigo en la Virtus Segafredi, porque estoy bien. Además, tengo contrato de un año más.

¿Cómo ve a Chus Mateo?

Un gran entrenador y estupenda persona. Tiene en la mano una patata caliente, que, sin embargo, está demostrando saber gestionar bien. Lo que está claro es que en su situación si el equipo juega mal y pierde, es el adversario más fácil. Más allá de nuestra amistad que me puede condicionar (le tuvo como asistente-ayudante en el Real Madrid y el Unicaja; también con España), creo que hablamos de un excelente entrenador y una persona con los valores necesarios para estar donde está.

¿Laso?

Un maestro en la última década. Uno de los mejores entrenadores, con una capacidad enorme de adaptación a un club especial como el Madrid. Ha hecho jugar al Madrid muy bien. También ha tenido la valentía de apostar por jóvenes como Mirotic y Doncic.

Estos eran los dos nombres más. Mirotic (también le dirigió con España) y Doncic. Comenzamos por el primero. ¿Qué le falta como leadership para terminar de imponerse en una Euroliga?

¿Quizás mejores compañeros? Es un fenómeno. Su rol de cuatro no se identifica como el faro de la escuadra. Eso recae más sobre el base o el pívot. Nico es un chico con un gen ganador importante, pero a la vez muy altruista. Está feliz donde está.

¿Doncic?

Sólo lo tuve como adversario. Fenómeno absoluto de esos que nacen cada treinta años. Cuando tú lo ves jugar la Euroliga que ganó con el Madrid con esa superioridad -con el agravante que a día de hoy ese torneo es más difícil a nivel de esfuerzo físico y mental-, es increíble. Dominó esa competición siendo un chaval. Luego ves el impacto que tuvo en su primer año NBA sin necesidad de adaptarse prácticamente. Ahora tiene que ver si se convierte en una estrella, un líder de un equipo con opciones del anillo o se queda un poco ahí -en la élite del baloncesto, sin duda- con el riesgo de perderse un poco al no poder disputar finales o semifinales.

Otra opción es que se alíen los astros y recaiga en una escuadra como Toronto con Marc Gasol, Ibaka, Siakan, Lorenzo Brown,Leonard, Danny Green, Norman Powell, Kyle Lowry. Campeones del anillo en 2019 con usted como segundo de Nick Nurse. Aun recuerdo la defensa de Fred VanVleet sobre Curry.

Fue el primer año de coach Nurse. También debutaba yo en la NBA. La clave fue lo que se inventaron los dirigentes (Masai Ujiri y Bobby Webster) con Kawhi Leonard. Venía de un año inactivo, y aun así apostaron por él. Tuvieron la valentía de renunciar al jugador franquicia de los Raptors: DeRozan, idolatrado en Toronto. Esta es la historia del deporte, escrita también por grandes managers capaces de arriesgar. De visionarios. Ellos veían lo que los demás no. Decisivo fue también al final traer a Marc Gasol, que permitió aumentar las opciones del título. Su inteligencia, su capacidad de saber qué necesitaba el equipo en cualquier momento, la calidad defensiva… Recuerdo un partido de semis de conferencia de Marc contra Joel Embiid como la mejor performance defensiva que yo haya visto en mi vida. Lo secó. Le conocía, animé como un loco para que lo trajeran a Toronto, pero lo que vi ahí no lo podía creer. La realidad superó la imaginación. Exacto, era la pieza que faltaba al puzle.

¿Por qué fue tan efímera la alegría?

Duró un año. Green fue a Phildelphia, Leonard volvió a su casa en Los Angeles… Fue difícil mantener la hegemonía más tiempo.

El tiempo es precisamente lo que apremia. Nos dicen que hay que terminar ya. Cuando regreso a Roma en tren me vienen pensamientos recurrentes, una vez más, sobre preguntas que no le hice sobre su etapa en Rusia en las filas del Chimki, los dos años en Milan con el Olimpia (2011-13), su retorno a Baskonia poco después, el fracaso de Messina en el Madrid pero sobre todo si seguirá Teodosic el año que viene… Y lo del maldito jamón que no llegué a probar. ¡Y que tenía miedo a confundir la Fortitudo con la Virtus Segafredo! Sí, exacto.

15 Comentarios

  1. Pingback: La última vida del gato Scariolo - Jot Down Cultural Magazine

  2. A este señor le daba yo un Princesa de Asturias de Deportes. Grande Scariolo.

  3. Magnífica entrevista a un grande entre los grandes.

  4. Rubén Antonio Vidal Bornay

    Un monstruo el señor Scariolo, para mí ahora mismo el mejor seleccionador nunca visto. Lastima que sea más del Real Madrid, a mi me gustaría que se atreviera a entrenar al Barcelona, a ver si con tantas figuras hacia algo.

  5. Gracias Scariolo. Grande entre los grandes.
    Magnifica entrevista. Corta pero concisa y motivadora.

  6. GRANDE GRANDE GRANDE GRANDE GRANDE GRANDE

  7. Un mago gran tipo y entrenador un mito ya del baloncesto europeo

  8. El Gran Maciste

    Gran entrevista a un grande.

    PD: El base del Caja al que se hace referencia en la entrevista, diría que es Anderson y no Henderson.

  9. Pingback: Conrad Martínez, descanse en paz la cantera del basket internacional

  10. Pingback: Joan Peñarroya o cómo ganar perdiendo

  11. Pingback: Carme Lluveras: «Un entrenamiento mío era peor que un partido» - Jot Down Sport

  12. Pingback: Mara, Almansa, Juan Núñez… habrá relevo en el baloncesto español, pero cuidado

  13. Pingback: Mundial de basket: Estados Unidos sigue siendo favorito de un torneo que no le interesa

  14. Pingback: Lorenzo Sanz Durán: «Conocí a Pedro Sánchez en un campamento de baloncesto en EEUU, era un poco chuleta»

  15. Pingback: Aleksandar Djordjevic: «Ivkovic no me seleccionó en el 89 porque con Petrovic y yo juntos hubíeramos necesitado dos balones» - Jot Down Sport

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*