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Fabio Parra: «La EPO la notabas en la forma en que subía algún corredor fuerte y bastante pesado»

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Fabio Parra (Foto: Cordon Press)
Fabio Parra (Foto: Cordon Press)

A mediados de los 80 el ciclismo cambió al ritmo de sus ataques. Eran pequeños, muy delgados, de rostro moreno y piernas flacas. Escalaban, escalaban como auténticos diablos, como si no costase, como si aquello fuera tan natural como andar respirando o beber de la caramañola.

Escarabajos, les dijeron.

Uno de ellos, uno de los más conocidos, de los más cotizados, de los que obtuvieron palmarés de lustre, se llama Fabio Parra. Fabio (Sogamoso, 1959) es hijo de ciclista, hermano de ciclista, amó la bici desde niño, logró sueños que otros nunca llegaron a imaginar. Fabio es, de todos los escarabajos de nuestra infancia, el que tuvo más cerca ese maillot jaune que solo Egan ha podido lucir. Esforzado y regular, serio, lejos de fuegos artificiales, de ataques gaseosos que pierden fuelle dos curvas más arriba. Talento y tesón.

Hablamos con Fabio para preguntarle sobre su primera bici, sobre el maillot del Belencito, sobre Lucho y Rooks, sobre Ivanov y un sobre. También, claro, sobre cómo fue ser pionero, descubrir el mundo y que el mundo lo descubra a uno, sobre qué se siente al ser la mejor noticia que toda una nación muestra a los otros. Él responde pausado y sereno, reflexivo, sugiere y muestra dependiendo del instante. Y, por un par de horas, suena Blanco y Negro, merendamos bimbo con nocilla y volvemos a ser jóvenes.

Merece la pena.

A ver si hacemos una entrevista interesante para los aficionados de España.

Pero casi no hay nada nuevo (ríe).

Algo siempre habrá, del ciclismo o de la vida, así que empezamos. Tú naces en Sogamoso, en 1959. ¿Cómo era aquello entonces?

Sí, Sogamoso, municipio y departamento de Boyacá. Allí ha pasado lo que en la mayoría de los sitios, ha evolucionado mucho el tema del territorio, las carreteras, ahora está todo mucho más avanzado, más moderno, ha ido creciendo la ciudad. Hoy es una de las principales del departamento, quizá la segunda después de la capital.

Y para la bici ¿cómo era?

Muy cómoda, porque era muy fácil salir y encontrar la carretera para los entrenamientos. Había muchos recorridos, terreno llano, ascenso, descenso… y tampoco había mucho tráfico, así que el riesgo para montar en bicicleta era menor.

Tú, además, tienes ciclistas en tu familia… tu padre llega a correr una Vuelta a Colombia.

Sí, él fue ciclista y en el año 67 corrió la Vuelta a Colombia, que ha sido el evento más grande de este país. Él la corrió con 28 años, no mayor pero… no inició muy temprano su actividad deportiva. Tenía a su familia, a su esposa, a dos hermanos, y había preocupación por eso, por continuar compitiendo… En aquel entonces ninguno era profesional, no le pagaban por el ciclismo. No era como en Europa, se corría más por la camiseta que por otras razones.

No le fue bien entonces, quedó el treinta y tantos, creo…

Sí, él destacaba en el terreno de ascenso, siempre era protagonista, fue muy conocido por eso. En esa época invitaban a la Vuelta a Colombia a ciclistas españoles, que eran muy buenos, y él casi siempre estaba con esos corredores de punta, los importantes, los que estaban peleando. El problema es que no destacaba en el descenso, lo que ganaba subiendo, lo perdía bajando. Eso no le permitió tener una buena clasificación.

¿A qué se dedicaba?

En esa época trabajaba en Acerías PazdelRío, una empresa siderúrgica que todavía existe y que entonces era de las más grandes, muy sólida. Hay hoy unos seis mil trabajadores. Entonces había mucha gente de la ciudad trabajando allí. Mi mamá era ama de casa, y ya.

No es poca labor.

No, no, es demasiado, más pesado que cualquier otra cosa.

¿Recuerdas tu primera bici?

Yo tuve bicicletas pero no eran de competencia, eran más de recreación, turismo, aquí les dicen monaretas, que se usaban para ir de un lado a otro. No hubo una bicicleta tipo de carreras, eso fue ya a los dieciséis, que me regaló mi padre una bici de competición. Entonces había una categoría que se llamaba «turismeros», que era con un solo piñón, sin cambios… un plato, un piñón y a competir. Era el proceso de iniciación de los deportistas. Así que, me acuerdo, quitaron a la bici los cambios, los platos, todo, la dejaron con un solo piñón y allí empecé a participar.

¿Y qué desarrollo tenía tras las modificaciones? ¿Recuerdas?

Era un plato de 48 y un piñón de 16 de dientes, el que yo más usaba porque se acomodaba a todos los terrenos… plano, subiendo… A veces usaba 48×18 cuando había mucha subida…

Es duro, ¿eh?

Sí, claro, hoy en día será… no sé ahora con los platos tan pequeños, en mi época de profesional era un 42×13 o un 42×14, por ahí. Era duro.

Aquella bici, ¿era una de esas Monark tan famosas?

Sí, una de las primeras que yo tuve fue una Monark de color morado o azul oscuro, así. Me acuerdo bastante porque la tenía siempre al lado de la cama, para mirarla… Me gustaba hacerle el mantenimiento, tenerla bien limpia…

Robert Millar, Álvaro Pino y Fabio Parra (Foto: todocoleccion/fumamigo)
Robert Millar, Álvaro Pino y Fabio Parra (Foto: todocoleccion/fumamigo)

¿Conservas esa bici?

No, no, yo no he sido muy cuidadoso para eso, he regalado muchas cosas del ciclismo… camisetas, trofeos, las bicis tampoco guardo ninguna.

¿Quién era tu ídolo de pequeño?

A nivel internacional Eddy Merckx, y a nivel de Colombia dos corredores, Cochise Rodríguez y Rafael Antonio Niño, eran las dos estrellas. Pero yo era hincha de un corredor que se llamaba Álvaro Pachón, que era de Cundinamarca y no era tan buen escalador, pero se mantenía. Yo era hincha de aquel hombre, Álvaro Pachón Morales.

¿Recuerdas la primera carrera en la que compites?

Fue en unas festividades que hacía el municipio, y en esos días hicieron una competencia de triciclos… yo tenía uno y ahí competí la primera vez. Me gané la competencia, un trofeíto pequeño, como media docena de lápices, una fruta también me dieron… Me acuerdo de eso.

Tú destacas muy pronto, ganas la Vuelta de la Juventud.

Antes de correr la Vuelta de la Juventud pertenecí a un club que se llamaba Club Ciclo Belencito. Tenía una camiseta verde oscura, con rayas de forma vertical, había muy pocos clubes entonces. Ese club hacía muchas carreras para participantes entre quince y dieciocho años. Con Ciclo Belencito hacíamos muchas competencias, cada ocho o quince días, y ahí empecé a competir. Con la ventaja de que me fue muy bien, yo casi siempre ganaba. Y ahí se aumentó un poquito la afición al ciclismo.

Te decía lo de la Vuelta de la Juventud, donde ganas aunque tienes debut un poco amargo.

Corrí tres Vueltas de la Juventud, entre mis 17 y mis 19 años, aquello era hasta los 21. A los 17 años, casi la primera vez que competía a nivel nacional, yo era muy joven, muy chiquito, y los rivales tenían 20, 21 años, así que la experiencia no fue muy buena. Pero igual terminé la competencia, las cinco etapas. Recuerdo que tuve una caída bajando el Alto de la Línea, que es un alto muy mítico aquí en Colombia, y ese día me dije «no vuelvo a montar en bici, es muy duro», y todas las cosas que uno piensa en esos momentos.

Terminé en el puesto sesenta y algo. Pero el día de esa caída el ascenso a La Línea me fue bien, pude subir entre los diez primeros, con los mejores, y eso me sirvió para estar un poco más tranquilo, no tener tanta decepción. Al año siguiente me preparé mejor y quedé subcampeón. Y ya al tercer año la gané de una forma muy, muy… casi que sobrada, porque gané tres etapas, la montaña, la regularidad…

Andaba muy bien en aquella Vuelta y tuve un reconocimiento de la afición y el periodismo de acá. La Vuelta de la Juventud era el evento más importante de esa categoría, el que quitaba y ponía, quienes lo hacían bien ahí estaban en un nivel un poco más alto.

Tú tienes dos retiradas tempranas, una con veinte años por motivos de salud y luego otra casi por un asunto de moral baja…

Tras la Vuelta de la Juventud tenía 19, después corrí otra con 20 y con 21 corro la Vuelta a Colombia, ya con los élites. Y la gané, la gané muy joven, eso aumentó mis posibilidades de seguir con el tema del ciclismo. Pero, entonces, lo que lograba reunir de dinero era muy poco comparado con el esfuerzo y la cantidad de sacrificios que debías hacer.

Gané en 1981 y en el año 82 pensaba que debía volver a ganar para seguir la tradición de Cochise o Niño, que ganaron muchas Vueltas. Y allí iba de segundo hasta el penúltimo día. El último día era una etapa muy difícil, entre Honda y Bogotá con tres puertos de primera categoría, se subía de 400 a 2600 metros. Ahí tenía yo la posibilidad, pero aquel día no funcionó mi organismo, no sé qué pasó. El caso es que en lugar de luchar por la victoria me dio la pálida y llegué un poco retrasado.

Ese día fue frustrante, dije «no vuelvo a montar más en bicicleta», y me retiré. Mayo del 82 y me retiro, empiezo a estudiar Administración de Empresas en una universidad de Bogotá, hice dos semestres. En el año 84 ya Colombia fue a correr a Francia, por invitación del Tour, y allá estaban Condorito Corredor, y Patrocinio Jiménez, que corría para el equipo Teka.

Viendo esas imágenes me pareció todo muy bonito… las tomas desde los helicópteros, la cantidad de gente que había, los vehículos con sus portabicicletas, la carretera pintada con los nombres de los corredores… Era una imagen muy bonita, impactante, que me causó la idea de «qué chévere estar allá».

Había corrido con Condorito y con Patrocinio, y les había ganado, e imaginé que si ellos podían estar yo también podría competir. Así que en el año 85, cuando se monta el equipo Café de Colombia-Pilas Varta ya me llamaron y volví a montar en bicicleta.

Una curiosidad, el Teka es de mi tierra, y me gustaría saber qué te contaba Patrocinio de cuando venía aquí, si llovía mucho…

Sí, pero ya me lo contó posteriormente. El frío que hacía, lo rápido que iban en el terreno llano, la dificultad con el viento… Le contaban a uno, pero uno quería ir igual, una cosa es verlo y otra es sentirlo, cuando está el viento fuerte, cuando hay grados bajo cero.

Tú sufrías mucho con el frío, pero tu última gran victoria en Europa es una cronoescalada en Valdezcaray bajo la nieve, Vuelta a España de 1991.

Creo que el frío era duro para todos, a todos nos pegaba… Yo hacía de tripas corazón y aguantaba. Sobre todo al principio era un poco difícil, porque los colombianos teníamos una infraestructura no muy sólida y no teníamos equipamiento para el frío… los botines, las zapatillas. Ya después empezaron a darnos ropa de invierno.

Y claro, un frío que nunca habías sentido, porque aquí puedes estar en maillot con diez grados, cinco grados, y lo aguantas, pero estar allí con camisetita y tal, es muy difícil. Eso unido a la tensión, el susto de estar compitiendo, el piso mojado, todo eso ayudaba a estar más nervioso, lo hacía a uno sentir aun más frío.

Así que me daba duro, sí, pero lo hacía a un lado, mentalmente soy más o menos fuerte. Y fue importante también para los compañeros de equipo, porque igual sirvió de referente, decir «si Parra puede, yo también». Eso también lo ayudaba a uno mucho.

Javier Mínguez dijo de ti que nunca había visto a un corredor que llegase tan lejos en el sufrimiento.

(Ríe). Sí, sí, más o menos, yo tenía… cómo explicarlo… podía ir quedándome del grupo puntero, pero me decía «aguanto otro metro», luego otro, luego otro, y cuando me daba cuenta ya estaba delante. Otros sufrían y se quedaban, yo tenía una capacidad de sufrimiento bastante fuerte para resistir el ritmo en carrera y para aguantar las temperaturas. Me mentalizaba para pasar el día, esto es así, frío o calor, y vamos a salir adelante como sea.

El ciclista profesional también tiene esa cosa de disfrutar cuando se sufre, ¿no? Es una especie de masoquismo.

Y más cuando ese sufrimiento se transforma en un victoria o en un buen resultado. Eso le cambia a uno todo.

¿Cómo recuerdas aquellas Vueltas a Colombia de los años ochenta? ¿Cómo se les describirías, por ejemplo, a un europeo que no las haya vivido?

Había mucha más afición, era diferente, también la comunicación, radio, tele… la gente lo vivía mucho, disfrutaba mucho con el ciclismo. Hasta esa época en Colombia no había resultados a nivel internacional en deportes, y el país en esos años ochenta vivía una situación bastante difícil por el tema del narcotráfico, también hubo desastres naturales…

Y eso coincide con el ciclismo, que empieza a lograr unos resultados que la gente nunca había escuchado, incluso en Europa. Todo eso ayudó a que el país se distrajera un poco en ese tema, en escuchar la radio, los resultados, «uy, están ganando la etapa, la montaña». Era como un paliativo para el pueblo colombiano, un poco diferente a lo que es ahora.

Vosotros tenéis conciencia de que eráis la imagen más amable que exportaba Colombia entonces.

Sí, sin lugar a dudas. De hecho, la gente empezó a conocer más a Colombia por el tema del ciclismo, muchos ciclistas europeos no sabían dónde quedaba Colombia, en qué parte está. Eso fue en los ochenta, después viene el tema del fútbol, con una gran cantidad de jugadores que marcaron época importante, como el Pibe Valderrama, Asprilla, y ahí empezó a cambiar un poco el tema. Pero en ese momento el ciclismo se vivió mucho.

No sé si tú llegas a competir en alguna carrera donde estuviera el equipo de los hermanos Escobar.

Coincidimos, pero yo no corrí con ellos. Es que yo estoy en el centro del país, y lo otro está hacia el eje cafetero… Pereyra, Medellín. Quienes integraban esos equipos eran más de esa zona. Compartí pelotón, sí, creo que en el 81 el Clásico RCN lo gana Manuel Ignacio Gutiérrez, que corría con Bicicletas Ositto, yo iba con la Lotería de Boyacá.

Steven Rooks. Pedro Delgado y Fabio Parra (Foto: Cordon Press)
Steven Rooks. Pedro Delgado y Fabio Parra (Foto: Cordon Press)

¿Y cómo describes aquello? Una vez sabido todo lo que supimos hoy…

Digamos que en esa época el narcotráfico había ocupado muchas entidades en el caso del deporte, a nivel de gobierno, era notorio… Uno quedaba sin poder decir nada, porque era la situación del país entonces. Continuabas normal, «ah, sí, el equipo de allá, es de este», pero nada, normal.

Pero vosotros lo sabíais en aquella época.

Sí, claro, se sabía que era de tal persona, de tal cosa…

Sobre aquellas Vueltas a Colombia, y las actuales… A mí me llama mucho la atención de la monstruosidad que es el Páramo de Letras. Se cuenta que un ciclista español vio un cartel donde marcaba cima a sesenta kilómetros y se echó a llorar en la cuneta, la bici tirada en el suelo.

Muchos españoles pensaban que íbamos a subir al cielo, son muchos kilómetros subiendo. Letras está en un municipio que se llama Honda y otro que se llama Mariquita. Allí empieza el ascenso, y son ochenta kilómetros hasta el Páramo de Letras. Hay travesías, descansos, pero la mayoría son kilómetros subiendo.

Para nosotros no era complicado, porque hacíamos entrenamientos por ahí. Salíamos de Bogotá a Honda, luego a Manizales, Ibagué y Bogotá de nuevo. Un circuito con esos cuatro días de entrenamiento, así que no se nos hacía imposible.

Para ellos eso de ochenta kilómetros sube y sube y sube, pues… Allá las montañas no son tan largas, tienen veinte kilómetros, es más fuerte la pendiente, aquí es más tendido. Nosotros lo hacíamos como si fuera casi normal.

Tú, por ejemplo, la primera vez que subes el Tourmalet y te dicen que son diecisiete kilómetros, ¿piensas «nah, poca cosa»?

Sí, pero hay que poner en la balanza distancia contra dureza. Y que era en pleno verano, se hace durísimo, a plenos rayos de sol se hace difícil subir el Tourmalet, o subir tres o cuatro puertos de montaña de similares características. Nosotros hacíamos tres o cuatro recorridos largos para simular un poco, aunque no fueran igual.

¿Tú preferías un puerto largo o uno de mucha pendiente?

A mí me gustaban más larguitos que los cortos y duros, yo era un corredor de resistencia, siempre al iniciar cada ascenso me costaba, me daba duro, durísimo… de la mitad para arriba ya era distinto, ya pasaba y… La gente me conocía, cuando yo empezaba a quedarme del grupo ellos aceleraban, yo seguía a mi paso, tran, tran, y luego los iba recogiendo. Era mi organismo.

Recuerdo una entrevista tuya en Ciclismo a Fondo donde decías algo así como «quien empieza un puerto subiendo lento lo termina rápido, y quien empieza subiendo rápido lo termina como puede».

En el caso mío esa teoría se daba. No podía llegar a la subida y arrancar, todos explosivos… a mí me costaba.

Tú estabas el día aquel de la Vuelta a Colombia cuando ataca subiendo La Línea un, entonces desconocido, Lucho Herrera. Lo hace casi arriba, dice, porque no quiso molestar a sus ídolos.

Hay otro día que llegamos los dos a Ibagué, solos, sacamos cinco minutos al tercero. Fue en 1985.

¿Cómo era Lucho?

Introvertido, tranquilo, le gustaba hablar poco, también tenía sus chistes, pero… Era muy tranquilo. Todos se preocupaban y él no, despacio, pausado… Otro cuento.

¿Y como ciclista?

Cada vez con más capacidad, más confianza.

¿Era tan buen escalador como se dice?

Al principio sí, era notoria la diferencia, sobre todo en Europa se vio bastante. Mira con Hinault, que lo pegó allí… Aquel año fue bueno para él, estaba muy explosivo. Tal vez nosotros también llevábamos un buen ritmo en la preparación del ascenso, y eso también ayudó. Posteriormente, y con esos resultados, el ciclismo europeo se dio cuenta de que tocaba subir bastante, que estando con los colombianos se podían ganar carreras. Hubo una preocupación mayor por preparar el terreno de ascenso.

¿Tú crees que los europeos se cuidan de mejorar en subida por los escarabajos?

Sí, claro, pero ahí ya vino, también, el tema de medicamentos… Empezaron a preguntarse por qué suben tanto los colombianos, muchos vinieron acá a mirar qué pasaba, y se dieron cuenta de que aquí competíamos a 2500 metros de altura, que era difícil respirar pero también, por naturaleza, el organismo produce más glóbulos rojos, los niveles de hematocrito son más altos que los de alguien que está en la costa.

La mayoría de los ciclistas colombianos vivíamos acá, y cuando llegábamos a Europa lo hacíamos con un nivel más alto. Así que en Europa teníamos más facilidad en el ascenso, teníamos más oxigenación, eso ayudaba. Y esa era la causa de por qué subía más rápido el ciclista colombiano. Y allí empezó a salir todo eso de la EPO y esas cosas…

Luego te preguntaré por ello (sonríe), pero ahora seguimos con los comienzos. ¿Quién era mejor? ¿Lucho Herrera o Fabio Parra?

Cada quien en su cuenta, ¿no? Lucho era muy explosivo, y en las carreras que terminaban en alto sabía que podía definir, él ganó muchas carreras así, casi la mayoría. En la Vuelta a España sucedió eso, por ejemplo.

Y tú igual estabas más adaptado al ciclismo europeo, ¿no? En llano te movías mejor, en crono…

Sí, me iba un poquito mejor en plano, en tema de abanicos… Sufría pero podía ir con ellos. Para nosotros era muy dura esa parte, nos pegaba duro.

¿Qué diferencias había entonces sobre cómo se corría en Colombia y en Europa?

Era totalmente diferente, porque precisamente por estar en altitud la fricción de ir en terreno plano no era tan grande, y no resultaba tan complicado. Aquí ir a cincuenta por hora era más fácil que en Europa a nivel del mar. A nosotros nos pegaba duro en las etapas llanas, por ejemplo, durísimo, no podíamos ir tan rápido, la potencia del ciclista colombiano tampoco era la ideal, su biotipo era mejor para el terreno de ascenso.

Y de público, ¿qué diferencia al aficionado colombiano del europeo? Hablo de tu época.

En Colombia había mucha afición, la gente salía mucho a la calle, estaban en las llegadas, aquello era masivo, los puertos de montaña… Era diferente, hoy en día se transmiten las carreras, pones el celular y puedes verlo en primer plano, entonces no, y salían mucho. Totalmente diferente.

Pequeño salto hasta la Vuelta a España de 1985, seguro que la recuerdas. Haces quinto y no estás lejos del pódium.

Ese año 85 fue la primera Grande que hago, y fue un poco difícil, sobre todo al principio. Previo a la Vuelta corrimos la Setmana Catalana, y allí hacía frío pero era más soportable. En la Vuelta a España empezamos por el norte, salió por Oviedo o por ahí, ¿no?

Salió de Valladolid y tiró al norte. La etapa que gana Agudelo aquí, en Cantabria, se corre entre la nieve.

Exacto. Allí empezamos a sentir el frío, eso nos ponía nerviosos. Pero siempre terminábamos las etapas en el grupo, iban pasando días, nos íbamos acomodando, nos acostumbrábamos a la distancia, a la velocidad, el ritmo de carrera era fuerte. Y cuando llega la montaña empezamos a tener más tranquilidad, porque se ve uno en los primeros lugares, ve que tiene esa posibilidad, pelear un puesto en el pódium, hacer cosas…

¿Cómo vivís aquella victoria de Agudelo, la primera colombiana de siempre en la Vuelta?

Impresionados y muy contentos. Fue una sorpresa para todos. Recuerdo que fue en Alto Campoo, salió en la fuga y nosotros sabíamos que si llegaba en punta tenía opción de ganar, porque más o menos era bueno al sprint. Y eso es lo que pasó.

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No sé si sabes que cuando ibais a correr la Vuelta del 85 la prensa española publicó que estabais entrenando en los Lagos de Covadonga subiendo el puerto con un piñón de 17 dientes… Es un ejemplo del miedo que despertabais.

De todas formas no es como ahora que hay un plato pequeñito, y tal… entonces uno tenía un plato de 42 dientes, y atrás un piñón de 21 o 23, eso era lo más. Y era muy duro, sí, había que coger potencia, había sitios donde uno casi no podía mover ese piñón.

¿Pero vosotros eráis conscientes de ese terror que despertabais entre los ciclistas europeos?

Sí, en la montaña si sentíamos que a la gente le daba justo… Llega la montaña, vienen los colombianos. Inconscientemente también lo hacíamos nosotros, cuando llegaba la montaña uno empezaba a tocar a todos los colombianos en carrera para que atacasen. En una Vuelta hubo tres equipos, imagínese a treinta corredores colombianos allí atacando en la subida.

Ese mismo 1985 vais después al Tour de Francia, ¿qué recuerdas de aquel Café de Colombia mítico que va al Tour?

En el 85 hicimos Vuelta a España, que quedé quinto e hice segundo en una etapa, y después al Tour de Francia, donde ya era lo opuesto en cuanto a temperatura. Pero era más soportable aguantar el calor que el frío. Llegamos con la expectativa de ver qué se podía hacer… fueron pasando etapas, hacíamos análisis del libro de ruta, tantas etapas en llano, en crono, ya llega la montaña…

Empezamos a hacer una imagen de lo que podía ser, y uno se daba cuenta de que llegaba con el grupo, era difícil aguantar la velocidad en algunos momentos, pero al final entraba. En la montaña ya no se iba a ir tan rápido, porque los sprínters no estaban, y los equipos no continuaban completos.

En montaña, en Lans-en-Vercors, ganas esa etapa inolvidable entrando junto a Lucho Herrera.

Está en Youtube, a veces los amigos lo mandan y lo vuelves a ver. Fue una etapa muy larga, creo que 270 kilómetros, como ocho horas y media de carrera, con muchos puertos de segunda y tercera categoría. Yo ataco al final, faltando unos cinco a meta, se había escapado Juan Fernández.

Salté del lote, lo alcanzo y pienso que si llegaba con él me iba a ganar, entonces aceleré un poquito, lo exigí, él se quedó. Seguí, aguanté y hasta el final. Luego me dicen que viene Lucho, él iba con el líder de la montaña, yo esperé que llegase y entramos los dos.

¿Tú en algún momento le ofreces que gane la etapa?

No, eso es una cosa que se habló… yo había hecho el esfuerzo de salir desde abajo, cogí una ventaja de treinta o cuarenta segundos, que con eso me mantenía, pero me dijeron que venía Lucho, que espere, que espere, y ya lo hicimos así, él pasó por la montaña primero, para coger los puntos. En aquel año era novedoso ganar la montaña en el Tour. Y ya llegamos los dos, y tácitamente uno sabía que era ganador de la etapa. No hubo embalaje…

¿Llegó Hinault a comprar a los colombianos ese año?

Que yo sepa no (sonríe)… Eso dicen, no sé si con los directores, pero con los ciclistas no.

O sea, que igual os pagó pero tú no lo cobraste.

(Ríe). Seguramente, seguramente, pudo haber sido así, sí, porque el ritmo era violento, eso se notaba. Y podía echar las cartas para un lado o para otro…

¿Cómo era Hinault?

Pues… solo el saludo, cómo estás, tampoco el idioma… Con LeMond había más diálogo, él hablaba algo de español, tenía acompañantes que trabajaban con él y eran mexicanos. Así que bien.

¿Y Fignon? Siempre se dijo que tenía un punto de xenofobia con vosotros.

Yo nunca lo vi así, ocurre que… De pronto el periodismo aquí sentía que se estaba haciendo una buena labor, y todos hablaban sobre los resultados, que se podía ganar el Tour de Francia, y tal vez eso a él no le gustaba. Fignon decía que no era fácil ganar, no estaba de acuerdo con tanto espectáculo que se hacía en torno a esa posibilidad de victoria.

¿Alguno te quiso fichar como gregario?

Tuve posibilidades de venir a Europa con Peugeot y con Carrera, al mismo tiempo de venirme a Kelme.

Pero a los tres sitios ibas como líder… ¿nunca nadie te quiso fichar como apoyo para la montaña?

No, no… no sé si a Lucho le propusieron algo, pero a mí no…

¿Y por qué escoges Kelme?

Un poco por el tema del idioma, un poco porque me daban más facilidades de acceder a lo que quería yo, que era prepararme en Colombia y competir en Europa, con los otros tocaba estar más tiempo allá, y el tema del frío era más complicado para prepararme, pensaba que me iba a dar duro, que me iba a enfermar.

Por eso decidí estar con Kelme, con ellos fue fácil y accedieron a lo que yo quería: primero ser líder del equipo, luego entrenar aquí y correr allá, y fuera de eso que armasen un equipo más o menos sólido, sobre todo, para las contrarrelojs por escuadras. Y se armó.

Luego volveremos a Kelme, pero tenía un par de preguntas antes de llegar a ese año. En 1985 imagino que ya eres una figura pública en Colombia.

Sí, te reconocen por la calle, claro. Lo llevas bien, el reconocimiento con el ciclismo fue muy grande, la gente quería conocernos, quería saber, invitaciones, si sales a la calle no puedes andar, todos quieren la foto, la foto, y todo lleno de gente. Nosotros estábamos a lo nuestro, a prepararnos, hacer nuestros entrenamientos, descansar, hacer los comerciales… Nos aislábamos un poquito de este tema.

Cuando tú entrenabas, ¿se te pegaban otros ciclistas?

Sí, sí.

¿Y eso cómo se lleva?

A veces se te pegaban algunos que eran fastidiosos, porque tú vas a un ritmo y ellos quieren ir contigo, y es hasta peligroso porque te pueden hacer caer. Pero ya es cuestión de madurar esa parte, y empezamos a compartir con la gente. El que se quiera pegar, listo… hágalo.

Entonces no te picabas con ellos, no les intentabas dejar…

Al principio, pero ya después estabas como más tranquilo.

En Europa se vendía que vuestras condiciones de entrenamiento eran peligrosas, que vivíais en un espacio muy inseguro…

No, eso no, donde yo vivía era muy fácil el acceso a las rutas, salía rápido, no había problemas de seguridad, nada…

¿Quién ha sido tu mejor amigo en el pelotón?

En esa época Martín Ramírez, que ganó el Dauphiné. Había más confianza con él, más acceso a la conversación, nos conocíamos más.

¿Y cuando ya no está Martín?

Después continuamos hablando con muchos… Con Néstor Mora, que en paz descanse, con el Zorro Omar Hernández, con muchos ciclistas del Café de Colombia. A medida que pasa el tiempo nos alejamos, claro…

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Fabio Parra (Foto: Cordon Press)

¿Cuando os retiráis seguís saliendo en bici juntos?

Casi no, de recién retirados sí, pero un periodo corto. La verdad es que cuando me retiré casi corté la bicicleta, no salía. Subí de peso demasiado, de sesenta kilos que pesaba como profesional llegué hasta casi los noventa después. Deja uno de hacer ejercicio y empieza a comer de todo, que si la hamburguesita, la pizza, la no sé qué… coges rápido.

Te pasó como a Lucho.

Sí, le pasa a casi todos. Hoy en día hay más conciencia, la gente se cuida mucho, siguen con la misma dieta. Nosotros no, nosotros dejamos el ciclismo y empezamos a comer casi lo normal, igual un poco más, pero dentro de ese normal como no haces ejercicio pues…

Ese tiempo corto que sales en bici tras la retirada, igual coincidías con Omar o con algún otro… ¿hacéis carreras? ¿Tenéis ese punto competitivo?

Sí, pero yo no tanto… no me metí en ese cuento. Hubo corredores de alto nivel que continuaron corriendo, aquí muchos ciclistas de élite continúan corriendo en categorías para su edad. Pero yo no… me retiré y me retiré.

Dos preguntas del año 86… ¿Cómo es la experiencia con Raphaël Géminiani?

Con él bien, bien, pero, no sé por qué, ese año no hubo resultados. Yo tuve un problema de rodilla en la Vuelta a España, me tuve que retirar, en el Tour de Francia tampoco salió bien. Aquel año, después de un 85 tan bueno, el resultado fue regular. Contrataron a Géminiani con la cosa de que teniendo un francés que conocía el Tour igual se nos podía facilitar el tema. Pero no se dieron las cosas. Tal vez nos confiamos, tal vez no entrenamos igual, no sé qué pasó…

Hablabas antes sobre Kelme… ¿Crees que deberías haber saltado antes a Europa?

Yo corrí tres años con Café de Colombia, 85, 86 y 87. En el 88 ya inicio con Kelme, también por un período de tres años. Ya tenía un nivel, ya nos conocían, y me dieron la posibilidad de liderar ese equipo. El compromiso con Carrasco era Vuelta a España y Tour de Francia, e hice todo lo posible para llegar bien a esas dos carreras. En ambas nos fue bien.

¿Qué carrera crees que podías haber ganado y no lo hiciste?

El Giro, viéndolo hoy en día creo que el Giro.

No llegaste a debutar.

No, porque en aquella época la Vuelta era en abril-mayo, y a los ocho días, normalmente, arrancaba el Giro de Italia. Como corría con Kelme el compromiso era Vuelta a España, después tocaba el Tour. Y entonces era muy difícil hacer las Tres Grandes seguidas. Así que no se pudo hacer el Giro de Italia.

¿Y Clásicas? Pienso en algo tipo Lombardía, Lieja…

Eso a mí no me gustaba, (ríe), el sufrimiento era muy difícil para mí… el viento, el pavé, no hay ilusión. Mi compromiso con ellos eran las Grandes.

Y de las Grandes donde más destacas es en el Tour de 1988… ¿Con qué objetivos partes aquel año?

El pódium, buscar el pódium. Tenía un estado de forma bueno, mentalmente también estaba muy preparado. Estaba tan mentalizado que en una etapa me caí, me abrí la cabeza, me pusieron puntos, me iba a retirar pero continué… Carrasco me dijo que hiciera lo que viera, pasé dos o tres días un poquito delicado, pero sigo y mira… Tercero en el Tour, una victoria en Morzine… súper bien.

Te pasas todo el Tour luchando con Perico Delgado, con Rooks y con Theunisse… Tengo curiosidad por saber cómo eran ellos, los dos holandeses, porque parecían personas particulares.

Hablábamos, pero… nos mirábamos con un poco de respeto. Yo estaba un poco como perdido, porque en el 85 habían hecho algo, pero en el 88 era impresionante la forma en que iban en el Tour, iban muy, muy rápido. Sobre todo subiendo.

Debiste ganar en Alpe D´Huez.

El día anterior gané la etapa en Avoriaz. Yo me quedé en un puerto al principio, y delante iban todos ellos, Delgado, Rooks, todos. Les fui remontando, llegué donde ellos y en Alpe d´Huez ataqué. Y en el ataque… había mucho público, el público se cierra, las motos tienen que bajar la velocidad, yo me freno.

Digamos que se trunca allí la arrancada, no se sabe qué hubiera pasado, si hubiera sacado mucha ventaja… no sabemos. Pero sí hubo una imprudencia de las motos, y por su culpa se perdió esa posibilidad.

No sé si el equipo o tú mismo emitís alguna queja… aunque no haya forma de volver atrás.

Ya no pasa nada, lo hecho, hecho estaba. Era difícil… No sé en estos tiempos de ahora cómo hubiera sido.

Habría muchos comentarios en redes sociales.

Exacto, sí, sí.

A ti no te hubiera gustado este ciclismo tan de redes sociales, sobreexposición…

Lo que ocurre es una cosa normal y natural, una evolución normal. Uno no puede pensar cómo sería ahorita lo de mi época… Si entonces hubiera habido redes sociales seguramente fuera lo mismo que hoy, que a los triunfadores les dan más publicidad.

En una entrevista reciente dijiste que el Tour de 1988, donde haces tercero en París, debió ser tuyo, porque se juntaba el affaire con el probenecid de Pedro Delgado, el ganador, y que Steven Rooks, segundo, también confesó su dopaje. ¿Así lo sientes?

Lo de Rooks sí, porque él confesó que consume medicamentos que estaban prohibidos, y eso trayéndolo a nuestros días, lógicamente, hubiera habido una sanción. El caso de Delgado pues hubo el ruido, el probenecid, todo eso, pero… pues esa era la situación en ese momento. (Piensa). Igual si hubiera sido ahorita todo hubiera sido diferente, pero ya no pasó nada y no se puede decir.

¿Alguna vez hablaste de esto con Delgado?

No, nunca. De todos modos no se toca el tema, uno sabe que todo es en la carretera, y el que ganó, ganó, y ya… No sé, es difícil.

No sé si tienes buena relación con Perico.

No, no hay relación. Y no la hay porque seguramente… Es normal que a él no le guste el tema. Nunca se ha hablado.

Hay un segundo capítulo con él, que es la etapa de Navacerrada en la Vuelta de 1989.

Sí (ríe). Ahí hubo muchas cosas… Él tenía un conflicto con Antena 3, creo (José María García), y por otro lado yo estaba muy cerca ese día, muy cerca de lograr la victoria. Hice un esfuerzo muy grande para ver si se podía ganar la Vuelta, lo hice, pasé con una ventaja por Navacerrada, después decían que estaba el puerto en silencio por el riesgo de que Pedro perdiera la Vuelta…

¿Y eso es así? ¿Estaba en silencio?

Sí, cuando pasábamos estaba en silencio, la diferencia que había era estrecha.

Tiene que ser una imagen impresionante.

Sí, sí lo es. Bajando alcance a Omar Hernández y a Camargo, que iban escapados con otros corredores, y llegamos hasta la meta, pero no fue suficiente la distancia. Si hubiera terminado en el alto habría sido distinto.

Y, aparte, a él lo ayudan algunos corredores, e incluso una cámara capta el momento del famoso sobre a Ivan Ivanov.

Así es, al día siguiente, la entrega de un sobre. Pero vaya a saber si era la dirección de su casa, como dijo Pedro, o era dinero, no sabemos (sonríe), ahí se me escapa, que quede a la imaginación de la gente.

Pero, imaginación al margen, tú ves esas imágenes y ¿cómo te sientes?

Pues triste, porque quería ganar la Vuelta a España, que era mi objetivo del año 89. No pude, pero… (piensa), pero bueno, se quedó ahí.

A Ivanov, o a alguno de los otros que trabaron para Pedro sin ser de su escuadra, ¿alguna vez les dijiste algo?

No (piensa)… no me acuerdo el nombre de un corredor que nos encontramos recientemente, en una reunión (deja dos segundos), no lo recuerdo, pero él si me ratificó eso, que ese día se presentó una alianza para ayudar a Pedro, echarle una mano para que no perdiera la Vuelta.

¿Tú alguna vez has estado en una alianza de esas pero en el otro lado? Que otro ciclista te ofreciera dinero para ayudarle…

No, tanto como dinero no, pero digamos que alianzas sí se presentan, alianzas circunstanciales que no implican entregar recurso o…

¿A ti que te faltó para ganar una Grande?

No sé (piensa).

Te sobró Perico.

(Ríe) Un poquito de suerte, no sé qué pudo haber sido. Piensa que también la Vuelta a Suiza la pierdo por siete segundos.

Con Hampsten, ¿no?

Con Hampsten, y segundo hace Peter Winnen. Pero esa Vuelta a Suiza la hice como preparación, no iba con ninguna… Los dos primeros días llovía tanto que me quedé bajando porque no quería arriesgar, y perdí como dos minutos. Y después vino la montaña, vino el sol, hice una fuga y volví a entrar en la pelea.

Cuando vosotros, los colombianos, vais por primera vez al Tour, algunos ciclistas piensan que la panela era un producto dopante.

Pero eso era un poco más de chiste, creo, aunque igual alguno lo tomó en serio. La panela se saca de la caña de azúcar y en nuestro medio se toma bastante, sirve como postre después de terminada la cena y el almuerzo.

Es un producto dulce que ayuda a recuperar la energía… pero si uno toma demasiada, tanto dulce se vuelve malo, porque el tema del azúcar y la glucosa se daña. En las etapas frías nos ponían agua de panela caliente en la caramañola, y lo primero que hacíamos era aguantarla en las manos para calentarlas.

Te lo preguntaba casi de forma irónica, si quieres, porque tú antes citabas el tema de la EPO, a la cual muchos atribuyen la casi desaparición de los colombianos en el ciclismo europeo durante los años noventa. No sé qué me puedes contar de eso… ciclistas que salen de la nada y empiezan a andar como locos, rodadores que suben más que tú…

(Piensa y suelta una carcajada breve). Lo único cierto es lo que ya está escrito y lo que se ve. Ya se vio mucho todo lo que ha pasado, lo de Armstrong… viene de la época de la EPO y eso fue cierto, y eso sí que empezó a cambiar el resultado de los corredores. Y los colombianos de pronto ya… Lo que hablábamos al principio, el tema de la altura nos hacía tener el hematocrito alto a nivel natural, y con la EPO nivelaban eso. Pero, y eso lo dice el reglamento de la UCI, son productos que ayudan al rendimiento, dopaje.

De izquierda a derecha: Stephen Roche, Pedro Delgado, Fabio Parra y Gregg LeMond (Foto: Cordon Press)
De izquierda a derecha: Stephen Roche, Pedro Delgado, Fabio Parra y Gregg LeMond (Foto: Cordon Press)

Vosotros en aquel momento ¿sabíais que pasaba algo raro?

Cuando nosotros estábamos saliendo, años 90, 92, ya empezaba el tema de la EPO.

¿Y tú notabas algo raro? Algunos corredores colombianos dicen que ellos pasaron de ser de los veinte mejores subiendo en un pelotón a ser de los veinte peores, y que eso no podía ser natural.

Sí, claro, se notaba la diferencia. Después ya uno se da cuenta por qué era, pero en su momento solo me pareció más difícil, lo asocié a que iba un poco en declive, y la gente joven iba surgiendo. Yo lo miré más por ese lado.

Tú, por ejemplo, ¿alguna vez terminaste una carrera sabiendo que el ganador había ganado de forma sucia?

Es difícil, en ese momento uno no pensaba tanto eso. Después asocias las cosas, pero en su momento «tal cosa, tal otra» pues no.

¿Y a posteriori? ¿Piensas en alguna carrera y dices «este iba así»?

Bueno, es que era un poco notorio, en algunos corredores se notaba. No puedes decir, pero alguna persona que es bastante fuerte, bastante pesada, y la forma en que sube pues… se nota mucho. Es caso diferente a otros corredores que ya tienen una condición innata.

Me estás describiendo, «una persona bastante pesada que sube mucho», a un gran campeón de la época.

No, digamos que había muchos corredores. Por decirte alguno, por ejemplo, Marco Giovanetti, un corredor muy grande, muy fuerte, y sin embargo él lo hacía muy bien en terreno de ascenso.

¿Tú tuviste alguna vez médico o preparador físico?

Sí, en el equipo… En Café de Colombia había un médico naturista y otro «normal», que acompañaban al equipo. En Kelme también había un médico… casi todos los equipos, por condiciones de seguridad, precaución, prevenir cosas en carrera… En el deporte uno puede coger un resfriado, hacer una mala digestión, hay que contar con un médico. Y cada vez los médicos se van especializando más en la medicina del deporte.

En Amaya tú coincides con Eufemiano Fuentes.

Sí, estuve con él un año.

¿Y cómo era?

Trabajaba mucho la parte mental con el deportista. Uno se entrenaba acá, luego llegaba a Europa y él entraba con esa parte.

La parte mental, ¿y la parte física? Con todo lo que se ha sabido después… ¿a ti alguna vez te ofrece algo?

En esa época nosotros estábamos ya saliendo, y no tengo tanta relación con eso.

Estoy entendiendo que como ya estabas cerca de retirarte no querías mezclarte con depende qué cosas…

(Silencio) En mi caso digamos que… no era tan… que trabajáramos ese tema no, no lo hacíamos.

Te lo digo porque tú te retiras tras ganar la Vuelta a Colombia y hacer una Vuelta a España muy buena, parece que todavía tienes piernas… y a veces uno tiene la impresión de que algunos que os retiráis en esa época lo hacéis para no entrar en esa nueva «dimensión» del ciclismo…

Sí, pero es lo que le dije, nosotros estábamos saliendo cuando llegó todo el tema de esos medicamentos. Pero, independientemente de eso, en el caso mío y de Lucho nosotros lo hablamos… Nuestra época, desde el 85 hasta el 92, fue muy exigente en el sentido de que nosotros hacíamos prácticamente dos temporadas, una en Europa y otra en Colombia.

En el caso mío hacía, por ejemplo, Vuelta a España y Tour de Francia, y debía tener ahí resultados… Y en Colombia, porque aquí había patrocinadores colombianos con Kelme, tocaba hacer Clásico RCN y Vuelta a Colombia.

Era una temporada muy extensa y nosotros sentimos ese esfuerzo que se hizo, cada vez era más difícil, más pesado. No tuvimos esa prevención de programar mejor la preparación, no exigir tanto al organismo. Y al final a uno se le acaban las ganas de entrenar igual, no entrenábamos los kilómetros que eran, ponías una cita a las siete de la mañana y llegabas a las siete y media…

Se nos iba acabando la chispa, también por ese mismo esfuerzo. Y en el caso mío, mis hijos empezaron a crecer y empecé a quererme más. Ya no arriesgaba tanto bajando, por ejemplo, me cuidaba de una caída, de cualquier cosa, tenía a mis chiquitines. Y eso hizo que nosotros… ahh, ya me retiro, ya no quiero sufrir más.

¿Cómo es el día después de tu retirada?

Yo en 1992 tuve una caída en el Tour y me fracturé la mano. Me marché de Francia, vine, hice una cirugía y me colocaron placas, no quedé bien, me siguió molestando. Terminó allí la temporada y dije «bah, me retiro aquí». Ya tenía empezada mi carrera de Administración de Empresas, así que fui a la universidad, moví los papeles… «listo, puede reanudar sus clases, pero le toca hacer esto y esto».

Salí del ciclismo y cambié mi actividad para terminar mi carrera universitaria. Así que no tuve ese problema de qué voy a hacer, qué estoy haciendo. No me pegó duro.

No te pregunté antes por él… ¿Cómo era Miguel Indurain?

Una gran persona, muy buena persona, humilde, un corredor que siempre fue la misma persona, cuando ganaba y cuando no. Con nosotros bien… persona de admirar, Miguel. Yo estuve muy cerca en el proceso de su evolución hasta llegar a ser el corredor que era, porque al principio le costaba, pero fue mejorando su condición física, bajando peso, se fue comprometiendo con algunas carreras… Lo llevaron técnicamente muy bien, y ese proceso hizo que después se disparara y no hubiera quién le ganase.

¿Cuál es el día que más sufriste sobre la bici?

Pues no recuerdo el sitio, pero era entre las montañas, nevando, haciendo frío, lloviendo. Habíamos terminado una bajada, y teníamos toda la ropa pegada al cuerpo. Ese día sentí tanto frío en las manos y en los pies que pensaba se iban a congelar, quería tirar la bicicleta, subirme al carro y dejarlo todo. Yo tuve el accidente ese en el Tour, la caída, y en el momento sí, duele, pero no sentí esa sensación. En cambio con la lluvia, el frío…

Puede que sea el día de Andorra, del que se cuenta que muchos ciclistas llegaron a orinarse encima para entrar algo en calor.

Ese lo recuerdo, pero no, fue otro día. Lo que pasó es que yo iba con los punteros así que no podía bajarme. Seguí y seguí…

Aquellas Vueltas a España en abril eran complicadas.

Sí, mucho.

¿Te sentiste valorado en tu carrera? Por público, patrocinadores…

Sí, la gente me recuerda mucho, un reconocimiento. A esta edad que tengo la gente, al menos en mi país, me sigue recordando, me reconoce.

¿Te arrepientes de algo?

No, quizá… lo que hablábamos ahorita, que me retiré un poco joven, pensando que hoy los ciclistas duran hasta los 35, 37 años. Aquí en Colombia sigue corriendo Sevilla, que tiene cerca de 50 años. Tal vez nuestra retirada fue muy prematura, pero también obedeció a eso del cansancio. Y luego que yo también viajaba mucho, iba y venía, el tema de los aeropuertos, me cansé… Ya no más.

¿Cómo crees que se recuerda al Fabio Parra ciclista?

Siempre me dicen que era muy bueno, «usted era un verdadero ciclista», me echan todas las flores.

Y tú, ¿cómo describirías al Fabio ciclista?

Yo creo que eso se hace viendo las competencias y lo que se hizo, me siento contento con ello. Me faltó ganar una Grande, una Vuelta o un Tour… el Tour era más difícil, ahora se puede hacer, pero entonces las distancias eran diferentes, las contrarrelojs eran más largas, para nosotros era muy complicado eso. Hoy en día no es fácil, pero es viable. Ya Egan lo ganó, y puede llegar otro corredor con iguales condiciones que pueda hacerlo.

¿Y cómo describirías al Fabio persona?

Bien, como todos… uno tiene su genio, estoy acostumbrado a ser muy recto en mis cosas, actuar, sacar resultados.

Como espectador, ¿prefieres tu ciclismo o el de ahora?

Cada cual en su época, es difícil hacer la comparativa, la misma situación que tenía dificultades para nosotros también resultará en dificultades hoy, porque todos corren en las mismas condiciones. Las bicicletas son más livianas, los grados de inclinación del cuadro son muy buenos, el tema de la preparación física, la alimentación, la tecnología… pero todos están en el mismo nivel.

Y entonces era igual. Hoy en día hay más control en el tema del dopaje, y se ha mejorado mucho respecto a esa época, es un poco diferente. Pero falta esperar más adelante a ver qué pasa, no vaya a salir algo como lo de Armstrong, que se descubren cosas.

¿Cómo ves el ciclismo colombiano de hoy?

En Colombia hay mucha materia prima para esperar que pueda surgir un gran corredor, porque hay cantidad y también calidad. Faltan más patrocinadores, más posibilidades, más equipos para que se genere más competencia y así más calidad, porque hay muchos corredores que llegan y se van muy rápido a conjuntos europeos. Y a veces se dan los resultados, pero a veces no. Falta más apoyo de la empresa privada y del sector público para que haya más equipos, tanto masculinos como femeninos.

Fabio Parra, Pedro Delgado y Óscar Vargas (Foto: Cordon Press)
Fabio Parra, Pedro Delgado y Óscar Vargas (Foto: Cordon Press)

¿Cuál es el mejor escarabajo de la historia?

Yo creo que en cada época hubo un corredor muy bueno. En los ochenta Lucho era muy explosivo, luego Nairo el ascenso lo hacía también muy bien. La cosa es que si ponemos a Lucho en la bicicleta de Nairo ¿va a batir los récords? Es difícil. Cada uno en su época.

¿Qué le pudo faltar a Nairo para ganar el Tour?

Que no hubiera estado Froome. Le pasó como lo de Delgado, Delgado se me atravesó a mí, a Nairo se le atravesó Froome. Y Nairo ha ganado todo, pero le faltó el Tour.

¿No crees que en alguna ocasión pecó de conservador en el Tour de Francia?

¿Nairo?

 No sé si Nairo o el equipo, si quieres.

Quizá el equipo, ¿no?, es un equipo, y a ese nivel tienen que funcionar todos, el mínimo error puede hacer una cosa muy grande.

¿Alguna vez sueñas que vuelves a ser profesional y que estás en el Alpe d´Huez?

(Ríe). No, no, yo ya tuve oportunidad de ir cuando fueron los cien años del Tour, y en esa ocasión casi no pude subir el Alpe d´Huez, con mis kilos de más. Me di cuenta de la diferencia. Entonces uno dice «oiga, es que lo que hacíamos era una proeza, subir tan rápido esas montañas».

Si yo te dejara volver a un solo día de tu carrera profesional, uno donde disfrutaste especialmente.

Las etapas que yo gané… y de esas la llegada a Morzine, en 1988. Hice un ataque lejos, como a cincuenta kilómetros. Había un premio de montaña, esprintaron y yo contraataqué. Saqué una ventaja, me escapé, tenía delante a un compañero, Juan Martínez Oliver. Él me esperó, me ayudó en el terreno llano y me puso a pie de puerto. Yo subí muy rápido, descendí muy rápido y llegué hasta Morzine. El grupo siempre estuvo cerca, a veinte o veinticinco segundos, llegaron al final a veinte. Fue una contrarreloj que hice contra ellos. Esa etapa para mí fue muy significativa.

Yo pensaba que me ibas a decir la primera, la del 85.

También, pero esa del 88 fue una batalla que libré contra el grupo que venía persiguiendo, porque ellos no me dieron ventaja. Allí estaban Delgado, a quien no le interesaba que yo cogiera tiempo, los holandeses, y sin embargo me pude mantener aunque iba muy cansado, porque había hecho un esfuerzo muy grande. Y, aparte, ese día me dicen, por sorpresa, que me había ganado un carro por vencer en la etapa. Yo no lo sabía.

Coño, ¿te lo llevaste a Colombia?

Sí, sí me lo llevé.

¿Qué es lo mejor que te ha dado la bici?

Yo creo que el reconocimiento, la gente se acuerda de todas las cosas, alguien escucha el nombre y, aunque personalmente no me conozcan, dicen «Fabio Parra» y «ah, sí, el ciclista». Y luego cogen el teléfono, miran por internet, ah, Fabio Parra hizo tal cosa, tal otra… Chévere.

¿Lo pasaste bien?

Sí, fue bien, disfruté. Como todo, a este nivel la disciplina y la responsabilidad jugaban un papel importante, y yo tenía eso, y en el momento en que empecé a lograr triunfos seguí sintiendo el gusto al tema del deporte, empiezas a ver al aficionado… Todo eso es agradable, todo eso se siente bien. A estas alturas de la vida, tras varias décadas, que se acuerden de ti… Vivo agradecido con el ciclismo, siempre dije que encierra una gran enseñanza en tema de responsabilidad y disciplina que se puede aplicar en todos los temas de la vida.

Y además ganaste un carro.

Y además gané un carro. En una rifa, fue, o algo así (ríe).

4 Comentarios

  1. Yo estaba en Navacerrada en el siendo niño. Puedo asegurar que es cierto que se hizo el silencio cuando pasó Parra y Perico no aparecía.
    Bueno, silencio y lloros a lágrima viva en mi caso. Idolatraba a Perico

  2. Pingback: El ciclista profesional del futuro deberá engordar

  3. «Azul y negro», no «Blanco y negro»

  4. Juan J. Sánchez

    Recuerdo aquella Vuelta con cariño y, como fan de Perico, con cierto miedo, al ver como Fabio pasaba primero por Navacerrada, pero siempre me gustaron los colombianos, porque lo que más me ha gustado siempre, del ciclismo, eran las etapas de montaña. Así que, tambien admiré a Fabio y, a día de hoy, echo de menos a aquellos «escarabajos» tan humildes y tan luchadores. Hoy hay varios, pero a excepción de Nairo y Egan, creo que hay pocos que estén alcanzando aquel nivel de los 80, y me da cierta pena, por ellos y por el ciclismo en general.

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