
Siempre ha tratado de convertirse él en el espectáculo. No solo era un ganador de grandes vueltas, lo era con una historia de superación detrás. Luego, cuando fue destronado por el dopaje, una caída en la que quiso arrastrar a sus compañeros, amenazando a otros tantos, donde tampoco le faltó sentido del espectáculo. Ahora interpreta el papel de deportista que sobrevivió a un positivo por dopaje y la superación ya no es de una enfermedad, sino del descrédito.
El papel lo aguanta todo y a la sociedad actual le valen todo tipo de espectáculos. Hace pocos meses, Armstrong se presentaba como un sufridor, tras la desgracia que le cayó encima de haber salido a la luz cómo se dopaba, que ha logrado salir adelante e incluso ha dejado el alcohol. También hace un retrato épico de cómo logró eludir la ruina económica con inversiones inteligentes y frivoliza con el dopaje de los ciclistas actuales desde su podcast.
Este nuevo show ha tenido una actuación estelar en un evento de Terra API en San Francisco donde ha interpretado su nuevo papel a la perfección. El héroe ha relatado lo dura que fue la batalla de los dopados, dice que el impacto fue devastador y afectó a muchos «si no, todos» sus compañeros de generación. Ellos «también hicieron trampas y eso los destruyó, a algunos los mató, he perdido a cinco o seis de mis principales rivales de esa generación por las drogas, el alcohol y los malos hábitos».

Armstrong se muestra orgulloso de haber superado ese capítulo oscuro de su vida. Reconoce que fue una etapa difícil, pero insiste en que decidió mantenerse firme y no dejarse arrastrar por la misma espiral destructiva que afectó a los demás ciclistas. «Podría haber dicho que me han cancelado y rendirme, pero decidí que no iba a hacerlo».
Para añadirle un toque emotivo, recuerda a su madre. Dice que ella, que le tuvo con 17 años, «nunca se rindió». Gracias a ella, a su ejemplo, ha podido afrontar los momentos más duros y se ha mantenido a flote. Y aunque las consecuencias han sido duras, hasta una espiral alcohólica de la que acaba de salir, por fin ha encontrado una nueva dirección, la redención, como inversor y creador de contenido: «Tuve días en los que pensaba que esto no iba a funcionar, pero no me rendí».
Podcaster de éxito
En este momento, los adornos van para su podcast. Da consejos, dice que si decides hacer un pódcast y le dices a la audiencia que será diario, tienes que cumplirlo de manera constante. «Si dices que vas a hacerlo todos los días y lo haces durante 22 días seguidos, pero luego te tomas un descanso de 10 días y vuelves durante 11 días, eso es un problema».
Para él, es mejor establecer un ritmo asumible y realista desde el principio: «Es mejor decir ‘Voy a hacer uno al mes’ o ‘Voy a hacer una serie de ocho episodios’. Así creas una especie de ritmo que la gente espera y a la que puede adaptarse».
Sobre el contenido, asegura que en un principio no quería ni tocar el tema de la bicicleta: «Me negué a hablar de ciclismo cuando hice el primer programa». Pero luego se dio cuenta de que la audiencia quería escuchar sus opiniones: «El programa de ciclismo es popular porque el deporte en sí es popular».
El ciclismo tiene que innovar, como hace él
Incluso se atreve a darle consejos al Tour de Francia. Lo ve anclado en el pasado y cree que necesita una renovación profunda: «El ciclismo es anticuado y ha seguido siendo anticuado, no creo que cambie pronto».
Se ha quejado de que la carrera está dominada por una familia que no quiere perder el control: «Una familia posee el evento más importante y no van a dejarlo ir». Eso es un obstáculo, a su juicio, para que este deporte le guste a los jóvenes: «Si le pidiera a mis hijos pequeños que se sentaran a ver una etapa del Tour de Francia, jamás lo harían».

Entiende que el formato del Tour ya no resulta atractivo para los jóvenes, que están acostumbrados a consumir contenido más rápido e intenso. «Me dirían algo como: ‘¿Puedes pasarlo hacia delante hasta que haya un choque o algo interesante?’». Para Armstrong, el ciclismo debe encontrar una manera de presentar el producto de forma más atractiva y accesible para las nuevas generaciones.
Y mientras que hay inversiones en el deporte profesional que lo están revolucionando, especialmente en los torneos femeninos, que cada vez reciben más financiación, el ciclismo, opina, está atrapado en una estructura cerrada que impide el progreso. «No me puedo ni imaginar cuántas veces esa familia habrá recibido ofertas para vender la carrera, y no lo harán. Es suyo», comenta. Para él, hasta que haya un cambio en la forma en que el Tour de Francia está estructurado y monetizado, el ciclismo seguirá siendo un deporte anticuado y difícil de modernizar.
El Tour era «su» carrera
Un comentario gracioso que ha dejado en el encuentro es cuando explica que va mucho a París, porque su hijo estudia allí, y sale a montar en bici. Está encantado con la red de carriles bici que tiene la capital francesa. Con más calma, cuando pedalea por allí, reflexionaba: «pasaba por todos esos monumentos increíbles, museos y lugares históricos, y pensaba: ‘vaya, esto es especial’».
De hecho, montando en bicicleta él solo por las calles de París, Armstrong empezó a replantearse el significado del Tour de Francia. «Ahora, con 53 años, no pude evitar pensar que el Tour es su carrera. Es la carrera del país. También es la carrera de esa familia, pero es principalmente la carrera de Francia».
Y reconoce que, en su época como competidor, tenía una visión muy diferente: «Cuando yo competía, pensaba que el Tour de Francia era mi carrera. Estaba convencido de que el Tour me pertenecía. Y no es así. Es de ellos. Y eso fue un error». Ahora ve el Tour como una tradición que pertenece al pueblo francés y admite que su actitud de entonces era un tanto excesiva.
Aunque cree que si no hubiera sido un soberbio, no habría competido igual de bien: «Si hubiera tenido la actitud de ‘chicos, gracias por dejarme competir en vuestra carrera’ ¿habría sido el mismo competidor? Quizás no». Incluso bromea con escribir un artículo en los principales periódicos franceses, Le Monde y Le Figaro: «Voy a decirles: ‘chicos, la cagué, pensé que esto era mío, pero resulta que es vuestro’, entiendo que se reirían de mí y me echarían del país, pero es la verdad, fue un gran error».
La situación actual
Sobre el ciclismo estadounidense, Armstrong cree que hay esperanza para el futuro. «Si Pogacar gana durante los próximos cinco o diez años, se lo merece. Nadie podrá decir nada», comenta Armstrong. Pero también cree que Estados Unidos tiene suficiente talento joven como para crear un «superequipo» americano: «Ahora tenemos este grupo de jóvenes talentos que podrían formar un superequipo americano», explica.

Armstrong menciona que el ciclismo está cambiando, con jóvenes que se hacen profesionales a los 18 o 19 años. «Pogacar estaba ganando el Tour de Francia siendo todavía un corredor sub-23», señala. Pero también plantea una duda: «¿Podrá seguir así durante una carrera larga o acabará quemado?». Algo que también se planteaba Fabian Cancellara recientemente.
Además, menciona el caso de Enzo Hincapie, el hijo de su excompañero George Hincapie, que también admite que sus años fueron oscuros, y que a los 16 años ya ha ganado más de 80 campeonatos nacionales. «Todo en su entrenamiento está medido: la nutrición, los vatios, la recuperación. No sé si eso es bueno o malo, pero ya veremos qué pasa con el tiempo».
La inversión en Uber de Lance Armstrong
Sobre su éxito financiero, admite que no fue idea suya, sino que se dejó llevar por un gestor, Chris Sacca. Se conocieron en el bar de un restaurante de Aspen, en Colorado, y desde entonces confió en él plenamente: «Aposté por una persona, si en lugar de un hombre hubiese sido Christine Sacca, habría apostado por esa mujer. Estaba apostando por la persona».
Armstrong no era ni consciente de que Sacca había invertido en Uber. «No me enteré hasta años después», señala. Cuando Uber alcanzó una valoración de 17.000 millones de dólares, Sacca le comentó que tenía ahí metido su dinero. Armstrong alucinó al descubrir el valor de su inversión inicial: «Le di 100.000 dólares para el fondo. Cuando me dijo que la valoración inicial había sido de 3,7 millones de dólares, pensé: ‘¡Guau, esto es una locura!’». Armstrong reconoce que esa decisión fue una de las mejores inversiones de su vida: «Esa llamada cambió todo. Me encantaría recibir una llamada así mañana».
Encima, llegó en el momento más difícil de su vida. «Sin ese encuentro en Aspen, no sé qué habría hecho para sacar adelante a mi familia», admite. Después del hundimiento de su reputación, perdió los patrocinadores y su situación financiera estaba temblando: «Literalmente, estábamos perdiendo dinero a raudales con todo el colapso». Pero con esa inversión salieron a flote: «Puso comida en la mesa de mi familia cuando lo estábamos perdiendo todo».

Armstrong también menciona que tuvo una experiencia similar con DocuSign, donde apostó por Brad Silverberg y su fondo Ignition: «Fue lo mismo que con Uber. Aposté por Brad y resultó ser una decisión increíble». Para Armstrong, el secreto de una buena inversión es claro: «No invierto en productos, invierto en personas. No necesito entender el modelo de negocio a la perfección. Si creo en la persona que está detrás, apuesto por ella». Este enfoque también lo aplica a sus negocios más recientes, como sus dos podcasts de gran éxito. «No intento ser el tipo más listo del lugar».
También recuerda cómo aplicó este enfoque en otros negocios. «Cuando invertí en Athletic Brewing, no pensé que necesitaba una cerveza artesanal sin alcohol. De hecho, yo quería una cerveza real», admite. «Pero después de pasar tiempo con Bill (el fundador), dije: ‘Este tipo va a encontrar la manera de que funcione’. No se trata de entender todos los detalles técnicos; se trata de apostar por las personas».
Es impresionante la cara de cemento de este sujeto, que terminó de destrozar la imagen del ciclismo y todavía da lecciones morales . Lo raro es que no sea presidente de EEUU … o de la UCI.
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Grande Lance. Gana en todo lo que se propone y supera todos los baches con éxito. Sin cáncer habría ganado 10 Tours