
Apodado Espartaco, el suizo Fabian Cancellara estuvo en activo entre 2001 y 2016 en equipos como Mapei-Quick Step, Fassa Bortolo, CSC/Saxo Bank y Trek. Su estilo agresivo y su especialización como contrarrelojista le convirtieron en un ganador obsesivo de etapas y clásicas. Tras su retiro, desde 2022 es propietario del equipo Tudor Pro Cycling Team, lo que le ha llevado a dar una entrevista en Cyclist para presentarlo.
Su comentario más relevante llega cuando le preguntan si pudiera cambiar algo para mejorar el ciclismo profesional ¿qué sería? A lo que contesta que lo que se necesita es «menos ego» y «más trabajo colectivo para que el ciclismo sea más fuerte». Por una razón: «cuanto más fuerte sea el ciclismo, más gente podrá beneficiarse y vivir de él».
Cancellara asegura que sabe de lo que está hablando porque tuvo una experiencia amplia, «pasaron algunas cosas en mi pasado, no es ningún secreto». Y en lo relativo al ego, resulta paradójico cómo habla luego de su pasado: «No soy de los que van por ahí diciendo: ‘Gané esta carrera, gané aquella carrera’. No, no, no, no. Soy humilde, aunque a veces la gente tenga otra imagen de mí porque solo me vieron cuando era ciclista».

Ahora, en cambio, cuando habla de tener mentalidad de equipo, parece que la gente se sorprende, todos tenían una imagen de él diferente: «Pensaban que era un ególatra, que era más distante, y ahora me oyen hablar así y no, no es que ahora hable así. Siempre he sido así. Es importante».
El gran equipo de Fabian Cancellara
Eso le lleva al recuerdo de sus compañeros: «Con Fränk, Andy Schleck, Stuart O’Grady, Jens Voigt en el equipo, íbamos a las carreras y pateábamos culos». Ese espíritu, el que tuvo con ellos, es el que trata de reproducir ahora en sus filas: «Fue mi mejor época. Aprendí mucho de ello y eso es también lo que les estoy transmitiendo ahora a nuestros ciclistas, para que salgan ahí y pateen traseros, y que se sientan orgullosos, agradecidos, porque ahí fuera la vida es mucho más dura». De hecho, remata: «El ciclismo no es solo dar vueltas alrededor de un lago y tomar un buen café».
Y de ahí su consejo a los jóvenes con los que trabaja: «el ciclismo no lo es todo en la vida. No puede serlo, porque si lo es, ¿te imaginas si alguien se cae, se rompe la clavícula, se rompe lo que sea y está dos meses fuera, por poner un ejemplo, exagerando un poco? Si no tiene nada en su vida aparte de montar en bicicleta, tendrá que aprender algo nuevo. Y eso es lo que hoy también es importante con los ciclistas jóvenes».
Por eso, su equipo, dice, se basa en un equilibrio que se alcanza gracias a que él también ha sido ciclista durante más de una década: «Si no, perderíamos el rumbo y el ciclista acaba convirtiéndose en un robot, pero el ciclista no es un robot, es un ser humano».
Aunque hoy es indispensable el trabajo técnico y científico que rodea a los deportistas, también trata de trabajar el instinto: «también es importante el nutricionista. Si te quito el potenciómetro, si te quito la báscula para medir tu comida o tu peso, ¿puedes seguir montando en bicicleta? Sí, puedes, porque también debes sentir primero tus propias sensaciones y la experiencia que tienes».

No le parece bien que se peque por exceso tecnológico: «Creo que los ciclistas pueden sentirse perdidos si les quitas cada referencia. Es como quitarle un juguete a un niño o quitarle el móvil: ve y juega en el suelo, diviértete con Lego, haz un rompecabezas, cosas sencillas. Creo que eso también es importante hoy en día: encontrar ese equilibrio».
En cambio, el análisis de datos es fundamental. Lo prueba, según revela, su último oro conseguido en los Juegos Olímpicos de Río: «A veces intervengo y doy algunas ideas sobre ese equilibrio porque logré el éxito en mi última temporada de 2016 con Luca Guercilena precisamente gracias a ese equilibrio entre los datos y la experiencia, esa combinación. Vi muchos datos antes de irme a los Juegos Olímpicos de Río. Vi muchos datos y eso me dio confianza. Pero fue la combinación de la experiencia, la confianza, los datos y todo lo que aprendí a mi alrededor».
La carrera de Fabian Cancellara
El punto de inflexión en su carrera se produjo, recuerda, con el primer Tour de Flandes y la primera París-Roubaix: «Creo que 2006 fue un gran año donde mi vida cambió, tanto en lo privado como en lo profesional en el ciclismo. Sí, creo que 2006 fue un gran cambio, también 2008, 2012…».
En 2008 continuó su éxito con otra París-Roubaix y otro Tour de Flandes, mientras que en 2012 consiguió títulos mundiales y victorias en las clásicas que lo colocaron entre los mejores del mundo. Y siguiendo esta línea exenta de egos, asegura que su fuerte fue la regularidad, «corrí desde 2006 hasta 2016 al más alto nivel».
De esta manera, contrapone la consistencia de su carrera:«Tuve momentos difíciles, pero no hay ningún año en el que no haya ganado alguna carrera de ciclismo. Incluso me convertí en campeón suizo, que es un título de campeón. He ganado cada año, cualquier tipo de carrera, aunque solo fuera una. Incluso llegué a conseguir el maillot amarillo en el Tour de Francia en 2015. Solo fue por un día, pero ahí estuvo».

Y la compara con la de los jóvenes actuales: «Hoy en día los jóvenes atletas potencialmente tendrán una caída después de unos años. No tiene por qué ser así, no tiene por qué ocurrir. Y también me gustaría que eso no ocurriera, pero creo que ya no veremos ciclistas compitiendo durante 15 o 16 años como antes».
Todo gracias a las lecciones que aprendió, que pasaron por enfrentarse a las consecuencias del éxito: «Ocurren muchas cosas. Tratar con mucho dinero desde joven no es fácil. Vivir con los padres y luego irte a vivir solo a un piso es diferente. Tratar con la prensa cuando ganas mucho, lidiar con la presión, las expectativas alrededor…».
Un ejemplo de superación anímica fue lo que tuvo que soportar cuando se pusieron en duda sus triunfos. En su caso, el dopaje que se le atribuyó fue tecnológico. Se le acusó de llevar un motor. Phil Gaimon, por ejemplo, llegó a escribirlo en su autobiografía, Draft Animals: Living the Pro Cycling Dream (once in a while), donde escribió «Ese cabrón posiblemente llevaba un motor». En referencia a las imágenes del Tour de Flandes de 2010 cuando dejó atrás a Tom Boonen en una pendiente del 20 por ciento sin levantarse de la bici.
Ahora Cancellara se defiende: «Hay carreras en las que me destrozaron porque la gente tuvo sentimientos extraños o dudó de algo. Me refiero a mi gran éxito de 2008, en las victorias en Flandes y Roubaix, que pensaban que tenía un motor».
Eso le hizo aprender del éxito, cuando estás en lo alto, y los momentos malos, en el ojo del huracán: «esos son los momentos en los que más aprendes, cuando estás abajo, cuando estás acorralado, cuando te están presionando en una esquina. No es fácil. Ese es el momento más difícil, porque cuando estás en la cima tienes a millones de personas a tu alrededor. Les gustas, te quieren, quieren algo de ti, te miran. Pero si es lo contrario, solo tienes a los miembros de tu familia y a tu equipo de ciclismo o el entorno en el que estás. Ya no hay millones de personas que quieran algo de ti porque ya no tienes éxito, no has ganado, tienes un problema o lo que sea».
Ciclistas demasiado jóvenes
Aparte de estos riesgos, Cancellara también critica que se inicia a los ciclistas demasiado pronto. Un ejemplo elocuente, ha explicado, es la cantera colombiana: «es como cuando los agentes se van a Colombia a buscar ciclistas jóvenes para traerlos a Europa y convertirlos en buenos corredores a ver si ganan un buen dinero con ellos con buenos contratos. Pero esa no es la manera correcta de hacer las cosas. Los agentes siempre estarán detrás de los juniors, fichando a juniors para equipos del World Tour o para cualquier equipo, pero se puede hacer todo eso de otro modo, creo que sucede demasiado pronto».

Según denuncia, se pretenden acortar los plazos a la hora de formar a los números uno, y eso no funciona así. Es un proceso, un camino que debe encontrar cada deportista, que no se puede construir desde fuera: «Todos quieren ser Tadej, Remco… pero no todos pueden ser Tadej y Remco. Tienen personalidades diferentes, formas diferentes de llegar a donde están hoy. No todos pueden ser Cristiano Ronaldo o Lionel Messi. Creen que sí, pero no puedes tener esos coches, esos jets privados de lujo y 800 millones de seguidores en Instagram. No sé, tal vez estoy exagerando, pero no. Lleva tiempo. Porque no sabes cómo se siente ese chico cuando apaga el teléfono, cuando está compitiendo. No lo sabes. Solo vemos lo que percibimos por las redes sociales y los medios. Los deportistas tienen que aprender más cosas básicas, como hacerse la cama, como viajar… No se trata solo de los números de tu potenciómetro y de cuántos gramos de carbohidratos o proteínas tienes que comer».
Por eso, aunque esta generación esté mejorando a la anterior, Cancellara pronostica que tendrá un recorrido menor por aspectos psicológicos: Por «Los deportistas jóvenes de son mejores, más rápido de lo que éramos nosotros cuando nos hicimos profesionales. Pero creo que durarán menos tiempo. No van a durar tanto. Van a tener más dificultades en un momento dado, porque carecen de algo, tal vez de su juventud o de ciertas experiencias de vida. Eso está ahí».
Y otro problema que tienen es la exposición pública, que antes no era así: «Antes, si tenías un mal día o perdías una carrera, solo lo sabías tú, tu equipo y los periodistas especializados. Hoy, si tienes un mal día, todo el mundo lo ve, todo el mundo lo comenta y las críticas en redes sociales son implacables. Eso es difícil para los jóvenes ciclistas».
Por no mencionar la falta de libertad cuando la bicicleta está aparcada: «Ahora tenemos muchos más elementos digitales, muchos más ‘grandes hermanos’ observándote que en el pasado. Para mí, ahora hay un poco menos de diversión porque todo está más controlado. Pero esto no es algo malo. No todo consiste en salir a beber y perder el control…».

¿Se quemarán antes? Se pregunta. Quizá no sea el cambio cultural, en el que ya no se van de fiesta, sino que le dedican demasiadas horas a la profesión, especula: «Te despiertas por la mañana, te subes a la báscula, mides tu frecuencia cardíaca, mides la densidad de tu orina. Luego haces estiramientos, desayunas, mides la comida del desayuno, sales a montar en bicicleta, vuelves a casa, subes tus datos, bebes tu batido de recuperación, te sientas, estiras o haces otros ejercicios, hablas con tu entrenador y registras tus datos. Hoy en día, en lugar de cuatro horas, son ocho horas. Haces muchas más cosas».
Las rivalidades
Lo que puede salvar a la generación actual, ha continuado, es la competitividad que hay entre ellos, la rivalidad entre los grandes nombres, comparable casi a la que se ha vivido estos años en el tenis: «La rivalidad ayuda, ayuda mucho. Es genial porque entrenas más duro. No digo que inviertas más, pero entrenas, te sacrificas, los intentas. En mi caso, en las contrarrelojes, no digo que no tuviera competidores, pero estaba tan adelantado y era tan dominante en esa disciplina que no había suficientes rivales a mi nivel».
Era en esos momentos, cuando veía que le faltaba algo que le empujase a seguir dándolo todo: «Entonces pierdes un poco la motivación, la voluntad de hacer las cosas, la voluntad de competir, la voluntad de mejorar. Por eso creo que necesitamos esos modelos a seguir, esos ídolos, esas rivalidades en el ciclismo». Enfrentamientos que, como en el tenis, acaban derivando en lazos entre los rivales: «No sé si hoy en día Pogacar y Vingegaard van juntos a tomar un café. No lo creo, porque de alguna manera son rivales, pero se respetan. Y en mi época también era así».
En este punto, ha querido darle un consejo a uno de los top actúales, Wout van Aert: «debería enfocarse un poco más en ciertas fortalezas, que no sean solo el sprint puro o el trabajo de gregario en las subidas». Aunque no oculta que lo que le molesta es que con el contrato vitalicio que acaba de firmar, ya no va a poder ficharlo: «Dijo que éramos un equipo en el que podría estar interesado en un futuro, porque veía lo que estamos haciendo. Así que dije: ‘Oh, genial’. Pero ahora han salido todas esas noticias sobre y pensé: «Oh, no, lo siento, Wout, nunca vas a correr con nosotros. Nunca. Es tu error. Te vas a perder algo».
Más seguridad
Siguiendo con Van Aert, que se pedía que se limitaran los desarrollos de las bicis para que no vayan tan rápidas y poder evitar accidentes, a Cancellara también le preocupa la seguridad: «No creo que las carreras sean menos seguras. Lo que pasa es que los corredores son más rápidos. La innovación en aerodinámica ha jugado un papel enorme. Y a veces, entre los corredores, ya no hay el mismo respeto. Especialmente los corredores jóvenes piensan que pueden hacer lo que quieran en el frente del pelotón».

Y aboga por la misma solución: «Manillares más pequeños, más ciclistas pueden rodar más cerca unos de otros. La velocidad es mayor. Tal vez limitar los desarrollos podría ser una solución, porque ahora tienen desarrollos tan grandes que están rodando a 80 km/h con una cadencia de 90 rpm. Es exagerado, lo siento, pero es un hecho. Una curva siempre será una curva, y si llegas demasiado rápido, ya sabes lo que va a pasar».
Clase y potencia, un magnífico corredor.
Pues claro que llevabas motor, Luigi! Encima se hace el ofendido. De qué forma más sucia le robó el Flandes a Boonen…
Un ciclista super top, fuerte elegante y señor. Un 10.