
El espacio Served with Andy Roddick es un podcast de tenis presentado por el ex número de uno del mundo que le da nombre. En su última entrega, ha contado con un invitado de categoría supra: Rafa Nadal. El campeón español, que acaba de retirarse y no para de recibir elogios meses después de todos los que se han enfrentado a él, ha recordado su rivalidad con Roger Federer y Novak Djokovic, entre otras historias.
Nada más empezar, el tenista español ha recordado cuáles han sido los momentos más importantes de su carrera. Graciosamente, uno de los más relevantes fue cuando venció a su entrevistador, Roddick, en la Copa Davis de Sevilla de 2004. En ese momento empezó a consolidarse como uno de los mejores jugadores del mundo. Además, lo fue en todo tipo de superficies, aunque rápidamente le catalogaron como especialista en tierra batida: «Mi juego se adapta bien de manera natural a la tierra batida, pero me encanta jugar en pistas rápidas».
Si tuviera que elegir, la hierba sería su segunda opción, aunque el físico no le respetó tanto como le hubiera gustado para destacar en esa superficie: «Mi segunda mejor superficie fue la hierba, pero durante mucho tiempo no pude jugar bien en hierba porque no me lo permitían las rodillas (…) Y mis rodillas estaban muy mal. En 2012, 13, 14, 15, 16, mis rodillas no estaban lo suficientemente bien como para jugar en hierba. Luego me recuperé bien y empecé a jugar bien de nuevo en hierba. Fue en 17, 18, 19. Antes, que fueron años muy importantes en mi carrera, mi cuerpo, mis rodillas, no me permitían jugar en hierba. Esa es la verdad. Y para mí fue doloroso porque sentía que mis oportunidades eran mayores si hubiera estado lo suficientemente bien para poder jugar en hierba. Sinceramente, prefería jugar contra Novak en hierba que en pista dura».

Desde entonces, solo tuvo un objetivo, llegar a lo más alto. Nunca trabajó con otro objetivo intermedio: «Todos mis entrenamientos, sinceramente, estaban dedicados a ser mejor. Nunca enfoqué un solo entrenamiento sin la motivación de mejorar algo. Esa es la verdad. A mí, entrenar por entrenar, solo para mantenerme en forma, no me motivaba mucho».
El día más feliz de Rafa Nadal
Aunque, sin duda, el día más feliz de su carrera fue el de los Juegos Olímpicos de París, cuando en una ciudad que había conquistado tantas veces, recibió la antorcha de la mano de uno de sus ídolos: «Me llamaron desde el comité organizador de los Juegos Olímpicos de París y me dijeron: ‘Queremos que seas parte de la ceremonia’. Para mí fue un honor. Pero cinco o diez minutos antes de salir, me explicaron lo que iba a hacer: recibir la antorcha de Zidane frente a la Torre Eiffel. Cuando me di cuenta de lo que iba a pasar, empecé a llorar. Pero me dije ¡para! ¡ahora no es momento de llorar! Fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera. Y que ocurriera en París, donde he vivido algunos de los momentos más importantes de mi vida, lo hizo aún más especial».
Sus grandes rivales
Sobre los que han sido sus dos grandes rivales, ha confesado que cree que sus partidos contra Federer fueron más interesantes para los aficionados: «La rivalidad con Roger fue un poco más, en mi opinión, atractiva para los aficionados que la de Novak. Aunque jugara más veces con Novak, que jugamos los mismos partidos e importantes e incluso más, porque con Roger la estrategia estaba más clara»
Ha explicado que cada uno requería un acercamiento especial: «Con Federer era como una partida de ajedrez. Es como si todo el mundo supiera lo que iba a pasar. No hay secretos. Exactamente, todo el mundo sabe cuál va a ser la estrategia. De alguna manera, intentaba machacar su revés todo el tiempo. Si tenía la oportunidad de jugar el golpe ganador por la línea, solo lo hacía en dos casos: una era porque podía ganar el punto, y la otra era para sacarlo de esa zona y crear más espacio nuevamente. Para evitarlo, él lo que hacía era intentar jugar más agresivo».
Sin embargo, contra Djokovic las cosas no eran así: «Contra Novak era diferente. No era una cuestión de estrategia clara, solo tenía que jugar bien durante el máximo tiempo posible». Porque el serbio es capaz de colocar la pelota con precisión prácticamente donde le apetece: «en términos de control de la pelota, Novak es el mejor contra el que he jugado».

Lo único que podía hacer ante él, era jugar por el centro: «Tenía que ajustar cosas. No podía quedarme golpeando constantemente hacia su revés, porque encontraba la manera de salir de ahí. A veces, contra Novak, era bueno jugar al centro para no darle demasiados ángulo (…) Creo que, cuando le abrías la pista, si no le hacías mucho daño, era capaz de abrirte aún más». Es decir, se sobreponía y tomaba la iniciativa: «Creo que es el mejor de todos los tiempos cambiando direcciones. Es capaz de coger tu derecha y colocarla en la línea, y lo hacía de manera segura».
De esta manera, la comparativa entre el suizo y el balcánico era como de la noche al día. Con uno estaba todo claro, con el otro todo sujeto a la improvisación: «Con Roger era más claro lo que cada uno iba a hacer. Con Novak, había más ajustes durante el partido (…) Con Roger la cuestión era si yo podía imponer mi derecha sobre su revés. Con Novak, la cuestión era si podía ser lo suficientemente constante y preciso para que no me dominara».
Crucificado por las lesiones
Sin embargo, las lesiones fueron el mayor obstáculo al que se tuvo que enfrentar, al margen de sus rivales. Problemas que a veces se manifestaban con extrema crueldad, como recuerda de hace tres años: «En 2022, estaba ganando Grand Slams. Los dos primeros. Luego me lesioné en Wimbledon. Me rompí el abdominal estando en las semifinales y no pude salir a la pista. Luego, en el US Open, en los días previos al torneo, volví a romperme el recto abdominal».
Eso le llevó a entrar en una espiral de dolor y problemas para recuperarse que le empezó a conducir a un callejón sin salida: «En 2023, en el primer torneo del año, bueno, el segundo, pero el primero importante, en Australia, contra Mackenzie McDonald, tuve problemas graves en el psoas. Y ahí empezó lo complicado, porque en teoría era una lesión que debía curarse bien, aunque fuese importante. Pero entrenaba, entrenaba y las cosas no evolucionaban como yo quería».
Nunca había sentido un dolor como aquel: «Me quité la zapatilla y en la parte superior del pie tenía como un bulto, una especie de bola algo más pequeña que una pelota de golf, tenía que subir las escaleras de lado, cojeando, porque me dolía muchísimo».
Eso le llevó a arriesgarse y pasar por el quirófano: «Entonces llegó un punto en el que decidimos operarme porque, después de hablar con diferentes médicos, especialistas en esa área, me dijeron: ‘Si quieres seguir jugando en el circuito, la única manera es que pases por el quirófano, una cirugía importante, pero creemos que podrás volver’. Así que acepté el reto porque, en ese momento, tenía algunas dudas. No estaba seguro de si debía hacerlo o no, porque ya tenía 37 años, y quizás era el momento de parar y dejarlo. Pero acepté el reto. Decidí seguir luchando porque, de alguna manera, tres meses antes estaba compitiendo con los mejores del mundo y en los torneos más importantes».

Y el regreso fue agridulce. Nunca volvió a ser el mismo: «Después de la cirugía, las cosas fueron más o menos bien, pero encontraron más problemas en el psoas. Después de eso, comencé el proceso de recuperación, que duró entre seis y siete meses. Pero cuando empecé a entrenar de nuevo, todavía sentía limitaciones». Y, tras los Juegos Olímpicos, al ver que no podía estar al nivel por el que había luchado toda su carrera deportiva, decidió poner el punto y final: «Después de las Olimpiadas volví a casa y dije: ‘Se acabó’. Antes no lo sentía así, pero después ya dije: ‘No tiene sentido seguir. No siento que pueda ser competitivo al nivel que me motiva’. Así que cuando sentí eso, para mí, se acabó».
Psicológicamente, fue un trago complicado: «Ese último año fue mentalmente muy difícil, aceptar las cosas me hizo pasar por momentos muy dolorosos. Durante todo ese proceso, pasas por una montaña de emociones, es difícil explicar con palabras».
Sintió, por momentos, que estaba inmerso en un proceso de decadencia: «Antes de eso, sentía que podía seguir luchando y que en algún momento las cosas podían llegar a funcionar, pero semana tras semana veía que nada mejoraba. Me veía muy limitado físicamente y, cuando sentí eso, para mí, se acabó».
Perder el físico fue clave, porque su juego no solo es que lo tuviese como base, sino que psicológicamente era muy importante para él por una cuestión de autoconfianza: «Cuando tienes limitaciones constantemente, empiezas a pensar ¿Cómo voy a vencer a este tío? ¿Cómo le voy a ganar? Cuando estás limitado físicamente tienes que tomar riesgos que normalmente no tomarías».
Si por algo destacó en su carrera fue por su capacidad de recuperación, pero llegó un momento en el que también había perdido eso: «He sido capaz de volver a un nivel muy alto después de las lesiones durante la mayor parte de mi carrera porque nunca tuve miedo de volver a lesionarme (…) pero en esta última etapa, las limitaciones físicas fueron constantes. Antes podía tener una limitación un día, pero al día siguiente estaba bien. Ahora, las limitaciones están ahí todo el tiempo».
¿Empresario o jubilado?
Aunque han pasado meses ya desde su adiós, todavía no ha encontrado su sitio fuera del circuito: «Desde que me retiré, no he tenido tanto tiempo libre como suponía que tendría, pero es normal. Cuando tienes un cambio importante, necesitas organizar tu vida. Así que he asumido que este primer año será así, un tiempo para organizar y descubrir un poco lo que quiero ser en este próximo capítulo de mi vida. Y luego creo que las cosas van a estar mejor organizadas y voy a tener todo más bajo control».
Eso le lleva a estar en todas partes al mismo tiempo y en ninguna: «Es normal ahora, en los primeros meses después del retiro, tengo que estar aquí, tengo que estar allí, algunas reuniones, algunos premios… Sí, así es la vida».
Lo que ha conseguido ahora, tras bajarse de ese tren en marcha que no para que es el tenis profesional, ha sido poder disfrutar del tiempo libre. Algo que antes le agobiaba porque disponía de muy poco: «Cuando estás en el circuito, creo que la forma en que abordas tu día a día es completamente diferente a cuando te detienes. Cuando estás ahí, estás siempre con prisa. Y aunque tengas unos pocos días libres, yo me acuerdo de que en esos momentos quería hacer todo lo que no podía hacer».

Como es sabido, está dedicado a sus inversiones hoteleras y la gestión de sus academias, pero lo importante está saboreando ese bien tan preciado que es el tiempo: «Así que el tiempo ahora es valioso. Es un enfoque diferente. Todavía me estoy adaptando a todo esto. Pero, por supuesto, me da la sensación de que puedo disfrutar más de lo que estoy haciendo. No estoy pensando: ‘Está bien, solo tengo una hora porque tengo que estar en otro sitio’».
Proyectos filantrópicos
A lo que sí que le ha dedicado más tiempo es a sus proyectos humanitarios de su fundación: «Creo que las personas que hemos tenido la suerte de tener una buena vida, de poder perseguir nuestros sueños y que hemos tenido la oportunidad de hacer lo que nos gusta, tenemos la responsabilidad de devolver algo».
Por eso sus proyectos tienen dos vertientes, una deportiva, pero también una educativa: «Para mí, estaba que necesitamos ser ejemplos positivos, porque podemos inspirar a otras personas para que ayuden a otros. No se trata solo de lo que podemos hacer, sino de cómo podemos inspirar a otras personas para crear un mundo mejor».
Tras trece años de su fundación, está orgulloso de que hayan pasado por ella casi diez mil niños: «trabajamos con niños que realmente creemos que no tienen ninguna oportunidad, que están en un entorno muy desfavorable cuando son pequeños. Así que, de alguna manera, intentamos mostrarles otra realidad (…) Intentamos ponerlos en un ambiente positivo, con profesores, practicando deportes, para darles la posibilidad de ver algo diferente a lo que están acostumbrados a ver en su vida cotidiana, al menos en su casa».
El futuro del tenis
A la hora de valorar a la nueva generación del tenis, se queda con la humildad de Carlos Alcaraz: «Es un gran chico, un buen chaval con una familia muy buena detrás de él, con valores positivos. Son humildes, son buenas personas. Por eso creo que Carlos es como es, porque al final, los valores que recibes en casa, la manera en que te educan, es la manera en la que te muestras al mundo».
Y sobre su gran rival, Jannik Sinner, pasa de puntillas por su problema con el dopaje: «Ha pasado un proceso muy, muy difícil el año pasado. Y sí, es increíble cómo ha podido mantenerse concentrado en lo que está haciendo».

Por lo pronto, su legado junto a Djokovic y Federer ha sido el de la deportividad. Un ejemplo único en la historia del deporte en el que rivales de esa entidad son también amigos y gente que se respeta y admira entre sí: «Nosotros, como rivales, creo que le enseñamos al mundo que pudimos ser los mayores rivales, pero al mismo tiempo también éramos colegas. No digo que fuésemos los mejores amigos, pero teníamos una buena relación personal. Y creo que eso ha sido un ejemplo positivo para las siguientes generaciones (…) Crecimos con esta… en cierto modo, salvaje rivalidad que tuvimos entre Roger, Novak y yo. Pero al mismo tiempo, fuimos capaces de no perder la perspectiva de que somos personas. No nos peleamos entre nosotros. Nos respetamos. Y creo que eso ayuda a estas nuevas generaciones a entender que no necesitas odiar a los oponentes».
Porque, en el deporte, es tu rival el que te da la grandeza: «Tienes que respetar y apreciar al rival porque, al final, son una parte importante de tu vida. Y no necesitas odiar a tu rival para dar lo mejor de ti. Eso es lo que creo que es lo que le hemos enseñado al mundo».
Pingback: Ron Clarke y una llama olímpica abrasadora (en sentido literal)
Pingback: Fabian Cancellara: «Cuando me acusaron de llevar un motor en Flandes me destrozaron»