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Eugenio Prieto: «Tuvimos tres meses en el Oviedo a Luis Enrique, pero devolvió el dinero porque quería ir al Sporting»

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No es casualidad que el PC Futbol pegase fuerte en los años noventa, una década en la que este deporte era un terreno fertilizado de posibilidades. Eugenio Prieto (Oviedo, 1947) encarna a la perfección la figura presidencial de aquella época loca, acaso la última en la que en el fútbol podría pasar cualquier cosa. Como empezar en la vida repartiendo folletos, meterte a boxeador, limpiarle las botas a Luis Aragonés y acabar fichándolo cuarenta años después como entrenador para el equipo que llevas presidiendo durante una década. Prieto fue presidente desde 1988 a 2002 y con el Oviedo vivió el ascenso a Primera, la virtual desaparición del club por la deuda que arrastraba la gestión de su directiva y unas cuantas negociaciones locas en Europa del Este con la guerra yugoslava de fondo. De las penurias se resiste a contarnos nada, pero con el resto se arranca y tenemos que darle al rec.

¿Cómo arranca tu historia con el Oviedo? Tu no venías de una familia adinerada…

No, que va. Mi padre era barbero, estuvo cortando el pelo por ahí después de la guerra. Más adelante, monté una empresa de artes gráficas y empezamos a patrocinar al balonmano en Ciudad Naranco y el Oviedo me pidió que ayudara al Vetusta, al equipo filial. Estuve allí varios años hasta que llegaron las elecciones a la presidencia del Real Oviedo en 1984. Las perdí. La verdad es que, más que presentarme yo, me presentaron. Yo iba con distintos apoyos de algunos ex jugadores, pero Bango me pegó una pasada del quince. Pero mira, recuerdo que justo después de perder me entrevistan en La Nueva España y me preguntan «¿qué vas a hacer ahora?». Volver dentro de cuatro años y ganar, les dije. Y así fue. En 1989 vuelvo a participar en las elecciones, con el equipo recién ascendido a Primera. Nos presentamos tres, los otros dos con unas directivas amplias, y yo en solitario. Ganamos y a trabajar.

¿Cómo fueron los primeros pasos de aquel Oviedo en Primera División?

Fueron los años más difíciles, pero yo tenía las ideas claras y un buen entrenador como Vicente Miera. En el fútbol no puedes cambiar la mitad de un equipo de un día para otro. Ficha dos o tres jugadores que refuercen y listo. Así que nosotros trajimos al Chepo de la Torre, que era uno de los mejores mexicanos de entonces y a Cristobal, que vino del Barcelona por la buena relación que teníamos con ellos desde la Guerra Civil.

¿Cómo es eso?

Porque el Oviedo les había cedido tres jugadores después de la guerra. Cuando acabó la guerra el equipo no podía competir porque tenía el campo de Buenavista destrozado, habían hecho trincheras allí. El Barcelona de entonces lo presidía una gestora que había puesto allí Franco y les hacían falta jugadores y llevaron a algunos de los mejores como Herrerita y Emilín. Aquello lo tenían muy en cuenta y cuando yo entré de presidente y fui a hablar con Núñez para pedirle jugadores siempre fueron muy receptivos.

Aquel primer año mantenéis la categoría sin problemas.

Sí. Fichamos otro extremín más del Barcelona, López López, y aguantamos bastante bien hasta la segunda vuelta que también trajimos a Vargas, un medio uruguayo que había ganado la Intercontinental con Peñarol. A mi no me gustaba traer unos cuantos jugadores mediocres, mejor dos pero de nivel. Que te suban la calidad de la plantilla y para el resto aprovechar a los de la casa. Ahí salvamos la situación pero al final de la temporada Vicente Miera me comunicó que lo dejaba y tuvimos que traer a Jabo Irureta.

Ese primer año de Irureta coincide con el primer fichaje extranjero de nombre y con la época de los yugoslavos. ¿Cómo hacía un equipo pequeño para fichar a gente como Gracan?

Además Gracan era el mejor de todos. Nosotros lo que hacíamos era aprovechar los recursos que tenía el club. Muchos o pocos. Al final, en un club tienes exjugadores tuyos por todas partes del mundo y ellos te informan. Se trata simplemente de mantener la relación con ellos. El caso es que a mí me gustaba el fútbol yugoslavo y nuestro enlace a aquellas ligas era Dujkovic, que había sido portero del Oviedo en los setenta. Yo me había fijado en Gracan tras años antes, viendo un Yugoslavia-Brasil. Le pregunté a Dujkovic dónde jugaba aquel rubio tan bueno y me dijo que en el Hajduk Split pero que andaba recuperándose de una lesión porque cuando llegó casi le habían roto la pierna en una entrada. Y nada, aprovechando eso hablamos con Zoran Vekic, que era el agente, y pudimos traerlo para Oviedo. 27 años tenía.

¿Cómo te las arreglabas para sacar jugadores de la Yugoslavia comunista?

Aquí todo es cuestión de diálogo porque si te pones solo en manos de los representantes siempre vas a tener problemas. A mi lo que me gustaba era ir de frente y con Gracan fuimos directamente a hablar con Milan Miljanic, que era el presidente de la Federación Yugoslava y yo tenía mucha relación con él, por distintos motivos, de su época como entrenador en el Madrid. Nos presentamos en Belgrado y pudimos sacarlo, pero también hubo muchos que quisimos y no se pudo.

¿Cómo quién?

Por ejemplo, nos querían colocar a Predrag Spasic. De hecho, por eso lo fichó el Madrid, porque Ramón Martínez siempre quería firmar a todos los jugadores que nos interesaban a nosotros. Luego le salió un buen partido marcando a Julio Salinas en el Mundial de Italia y acabó yendo al Madrid. El tema era que a mi Spasic no me gustaba, yo quería a Jerkan. Había una competencia muy grande por fichar a los yugoslavos. Había que andar rápido, los italianos empezaban a tocarlos muy jóvenes aunque entonces no estaba permitido que salieran del país.

Jerkan es uno de los yugoslavos más recordados en el Oviedo. Otro es Slavisa Jokanovic, que llega en 1993. ¿Aquel fichaje tuvo mucha cola, verdad?

A Joka ya lo había visto en la Vojvodina contra el Rijeka pero de casualidad. Nosotros íbamos a por un central del Rijeka y de repente en la Vojvodina aparecieron Jokanovic y Mihajlovic. Después en el hotel donde estábamos tuvimos un problema con Sekularac, el míster del Estrella Roja que se enfadó porque habíamos aparecido por un entrenamiento suyo. Cuando ya se relajó el tema apareció Ivan Brzic, el halcón maltés, que entrenaba a la Vojvodina y ya nos dijo que no dejaban irse a Jokanovic y Mihajlovic. Pasó el tiempo y al año ficharon uno por el Partizan y el otro por el Estrella Roja. Si no fichaban donde les mandaban les tocaba hacer la mili y la guerra. Esa fue la primera vez que lo quisimos fichar.

Después a Jokanovic no le perdimos la pista. Dos años después fui a verlo con el Partizan porque les tocó en Copa de la UEFA contra la Real Sociedad y el Sporting. Ahí le volví a preguntar por él a Joaquín Alonso, el del Gijón, y me confirmó que era un jugador extraordinario. Luego, con la ayuda de Antic y sabiendo que los contratos de un país en guerra eran nulos de pleno derecho lo trajimos.

Cuéntame esa historia porque creo que fue rocambolesca.

Fue largo. Primero Zoran Vekic sacó a Jokanovic y a su mujer por la frontera hasta Budapest, después a Madrid y de ahí a León, que era dónde habíamos quedado para reunirnos. El caso es que cuando acabamos, va Zoran, abre el maletero del coche y saca las maletas de Jokanovic y de la mujer y todos conmigo para Oviedo. Los metimos en un hotel junto a otros jugadores que habíamos fichado del Madrid (Miguélez, Mora y Suérez) para enseñarles la ciudad.

Eso con el jugador, ¿el Partizan no sabía nada?

La negociación con el Partizan fue muy dura, se cerraban en banda y tuvimos que ir a juicio contra ellos a la FIFA. Recuerdo que estuvo Blatter en la reunión y acabaron fijando pagarle una cantidad al Partizan y que el contrato que habíamos firmado con él fuese para adelante. En aquel momento, con aquel régimen, también había muchos temas de imagen. Ellos decían que el jugador tenía que volver a Belgrado y que se viese que éramos nosotros los que nos lo llevábamos y tuvo que volver desde Oviedo.

La segunda vez fuimos Celso González (máximo accionista del Oviedo) y yo a buscarlo. Era el 93 y entonces era difícil entrar en Belgrado, solo pasaban unas furgonetas de valijas diplomáticas que llegaban desde Budapest. No se podía llegar a Belgrado de ninguna manera y el coche que decían que nos iba a recoger se cayó a última hora. Estábamos en Budapest y no había manera de alquilar un coche hasta que aparece un húngaro hablando español, porque había estado viviendo en Cuba, y nos dice que nos lleva. Había allí unas cuantas Toyota dispuestas para salir, la pagamos 80 marcos y listo. Cuando ya estamos dentro, da marcha atrás en una explanada y empiezan a meter atrás patatas, cocacolas de dos litros… Y así llegamos a Belgrado.

Estaba ya la guerra en marcha. ¿No era muy peligroso?

Claro, date cuenta de que te paraban el coche por la carretera, en cualquier control y nunca sabías muy bien de que ejército era el militar que te estaba parando. Aquel día cuando pasábamos por Subotica miro por la ventanilla y le digo al húngaro: «mira qué relámpagos hay.» «¿Relámpagos? ¡Eso son antiaéreos!». Por suerte siempre encontrábamos a alguien que nos ayudaba. Eso sí, nosotros siempre llevábamos corbatas, chocolate, crema antiarrugas Pons y con eso ibas consiguiendo cosas.

¿Fue el fichaje más duro que te tocó negociar por Europa?

Hombre, quizá lo más duro fue tratar con un general de la KGB que dirigía el Spartak cuando fuimos a fichar a Onopko. Llegamos a Moscu para ejecutar el contrato que teníamos firmado, pero se metió en medio el Atlético. Con Antic teníamos un equipo ya perfilado e iban a venir Molina, Dubovbski, Onopko y Pantic y cuando se va al Atleti quiere llevárselos para allá. A Dubo ya lo teníamos cerrado pero el tema de Onopko estaba en el aire y ellos le ofrecieron mucho dinero. Al final lo arregló la FIFA, pero hubo un momento que un enviado especial que estaba allí me dijo: «lo mejor que hacéis es marchar de aquí porque aquí por cien mil pesetas aparecéis en una fosa y no se entera ni dios». Marchamos rápido y mira que los billetes de avión los teníamos para otra fecha. Cualquiera se quedaba allí. Ahora no lo habría hecho, pero entonces actuabas por inconsciencia. Yo era un forofo que se empeñaba en sacar al mejor jugador por narices.

¿Cómo fue la llegada de Lacatus?

A Marius Lacatus nos lo ofreció Minguella. Nosotros necesitábamos un extremo y Minguella nos lo consiguió. Fue rápido con la Fiorentina y se adaptó muy bien al equipo aunque tenía mucho carácter. Recuerdo un día en el vestuario, nada más llegar, que le quitó la camiseta a Jankovic. Vio que el otro tenía su número, le dijo «siete, mío» y Janko calló la boca y listo.

Por el Oviedo pasaron buenos nacionales como Carlos, pero menos gente sabe que jugó allí Luis Enrique. ¿Cómo fue aquello?

Yo no lo fiché, llegó con Bango y estuvo tres meses entrenando con nosotros. Le habían pagado una cantidad pero el chaval enseguida la devolvió porque lo que quería de verdad era jugar en el Sporting. Luis Enrique no tenía ficha ni nada firmado, tan solo un documento que no servía. Cuando llegué yo tenía ese problema sobre la mesa y al final él regresó al Sporting. La verdad es que Luis Enrique hizo lo que tenía que hacer, escogió la mejor opción para él y le resultó muy bien.

Hablando de canteranos. ¿Cómo cambió el fútbol en ese sentido?

Desconozco cómo funcionan ahora las canteras, pero parece que muchos jugadores creen que son actores de cine. Fotografías, reportajes, vídeos… demasiadas historias. Nosotros hacíamos una selección de 20 o 22 chavales y los cuidabas al máximo en cuanto a los estudios, les ayudabas si había dificultades en casa… pero siempre con discreción. En silencio. Por ejemplo, si el padre de un chaval estaba en el paro había que ayudarlo pero que no lo supiera nadie. En el fútbol dos son multitud.

Yo veía entrenar hasta a los alevines uno o dos días a la semana, dependiendo de cómo coincidiese. Y así con todos hasta juveniles. Piensa que nosotros no fichábamos a jugadores que tuvieran que hacer trayectos muy largos, desde Llanes por ejemplo, porque significaba desubicar a los jugadores de la familia.

Dicen que conocías por el nombre de pila a todos los canteranos…

Hombre, claro. Yo bajaba a ver al juvenil y si había una lesión de cualquiera del equipo rival también lo tratábamos inmediatamente o lo mandábamos a nuestra clínica. Recuerdo unos chavales del Deportivo, que se lesionaron y había que hacerles un vendaje. Pasé a verlos y los invité al partido que jugaba el primer equipo por la tarde y a comer. Al cabo del tiempo, estaba un día en La Coruña paseando con Lendoiro y aparecen unos chavales en chándal a saludarme. Lendoiro me dice: «cómo te vienen a ver los chavales de tu juvenil, los conoces a todos». Y no eran de mi juvenil, ¡eran del suyo!

Otro fichaje mítico en Oviedo fue el de Prosinecki. Hoy parece impensable que un equipo así pueda fichar a un campeón de Europa. ¿Cómo fue?

Yo tenía buena relación con Lorenzo Sanz. La verdad es que Lorenzo era el presidente que más sabía de futbolistas y que era capaz de descubrir talentos en cualquier sitio. Recuerdo cuando quiso fichar a Henry y a Trezeguet siendo juveniles. Él vio que Robert no se adaptaba y sabía que con nosotros podía funcionar así que nos lo cedieron. 100 millones por un año, que era una barbaridad, pero a cambio vino el Madrid a jugar y se recaudaron 30, el Ayuntamiento puso 10, empresarios aportaron… Vino y fue feliz.

Luego se revalorizó y se lo llevó Cruyff para el Barcelona. Lo bueno fue que junto a Prosinecki se formaron otros muchos jugadores y eso es muy importante. La gente no lo valora, pero ese tipo de futbolista ayuda una barbaridad a los demás. Con Onopko salió César… No se trata de tener jugadores solo de calidad, sino de personalidad. Viktor era capitán en Rusia, Paulo Bento era jefe en Portugal, Pompei venía con mucho carácter desde Argentina, Dubovsky era el mejor de su país…

Dubo es, posiblemente, el último gran fichaje del Oviedo. ¿Cómo lo conseguiste?

Él no estaba jugando en el Madrid y yo hablé personalmente con Lorenzo para ficharlo. De nuevo funcionaron las relaciones personales. A Dubo lo conocimos mucho antes, en un partido Checoslovaquia-Hungría con 18 años. Entonces todavía no podía salir del Slovan y cuando se enteró Ramón Martínez nos lo quitó el Madrid. Sin embargo, nosotros no perdimos el contacto con él y por eso acabó viniendo a Oviedo.

Háblame de entrenadores. ¿Quién te marcó de los que tuviste?

Quizá Luis Aragonés por lo entrañable. Él había jugado en el Oviedo una temporada, en los años 60 y yo era uno de los guajes que le llevaba las botas desde el Tartiere hasta el bar donde paraban los jugadores. Nos daban una peseta o nos invitaban a algo después. Cuando llegó a Oviedo, muchos años después, todavía se acordaba de mí cuando se lo comenté.

Cuando lo fuimos a fichar nos dijo solo una cosa: tienes que arreglarlo con Pepi. Mi mujer es la que decide. Entonces empecé a enseñarles los pisos donde podían vivir. Fuimos a la calle Fruela, en el centro de Oviedo. ¿Le gusta el piso? Sí. Luego fuimos a la plaza, al mercado. Dimos una vuelta por allí y sobre la una dice Pepita: «Luis, haz lo que quieras pero yo me quedo en Oviedo» Y firmó.

Recuerdo de Luis cómo se liaba a tirar faltas en los entrenamientos…

Menudo lío tenía con eso. Siempre empezaba Esteban a meter caña y a decir que ni dios iba a marcar gol allí. Luego Pompei empezaba a picar a Luis, a decirle que no sabía golpear, porque tenían estilos diferentes para tirar. Acababan apostando y como a Luis no le gustaba perder a nada… El entrenamiento acababa y podían pasarse una hora de más allí tirando zambombazos de todos los sitios.

Luis daba la imagen de entrenador mayor y en desuso pero nada más lejos de la realidad. Llevaba control de todo. Se levantaba a las ocho de la mañana y se ponía a perfilar el entrenamiento. A las dos paraba, bajaba a casa a comer y volvía otra vez al fútbol. Tenía información detallada de todos los jugadores. El número de pies que calzaban, si tenían o no cambio de ritmo, de qué manera golpeaban… Era pesadísimo. Y luego había cinco minutos en cada partido, que eran suyos.

¿Cómo es eso?

Había un momento que era del entrenador. Parecía que no movía apenas al equipo, pero manejaba los detalles y lo cambiaba. Llegaban esos cinco minutos y si tocaba parar el partido porque ibas ganando lo paraba. El masajista salía indebidamente, el utilero tiraba una camiseta, empezaba a comerle la oreja al juez de línea hasta que el árbitro tenía que venir a hablar con él… Sabía.

¿Qué me dices de Juanma Lillo? Un perfil totalmente diferente pero que ha influido a muchos entrenadores y también lo tuviste en el Oviedo.

Metodología, sistema, intensidad… Lillo lo tenía todo, pero después no leía los partidos. Tú puedes tener un análisis previo de cómo debe jugar un jugador, incluso de los minutos que lo vas a poner, pero si te limitas a hacer eso estás jodido. Porque en el partido siempre puede pasar cualquier historia y hay que tener cintura. Él no la tenía.

Se ceñía mucho a lo que llevaba apuntado de cada jugador y de ahí no se salía. Como ayudante bien, porque el que toma decisiones es el entrenador y por eso funciona con Guardiola. Con Luis habría andado mal. El equipo con Lillo jugaba muy bien con la filosofía suya de «tenemos pelota, controlamos pelota». Hasta que un día le dije: «oye, tenemos pelota, ¿pero sabes que tenemos que meter gol?»

¿Tú mejor momento en el Oviedo fue jugar en Europa?

Aquella eliminación fue uno de los episodios más desagradables de mi etapa.

¿Cómo fue aquella eliminatoria contra el Genoa?

Primero nos obligaron a ceder el 50% del aforo del Tartiere a los italianos. Eran siete mil y un día nos despertamos con la noticia de que los íbamos a alojar en el mercado de ganado de Avilés. Eso llega a Italia y se forma la de dios. Me llamó el vicealcalde de Génova muy mosqueado a ver qué pasaba y tuve que lidiar con él. Le dije que los que lo escribían era gente de la Sampdoria y entre bromas se arregló.

El segundo problema fue cuando empezaron a llegar los italianos a Oviedo. Los meten a todos en un polígono y resulta que la policía no los dejaba salir para el campo. Se monta la de Dios. Bajo a hablar con el teniente que estaba al mando, porque habían mandado policía desde Valladolid para custodiarlos, y me dice que la orden es de no dejarles salir. No entendía nada, hasta que hablo con un sargento que veo por allí, de Riosa, y me cuenta que habían traído a todos los agentes desde Sevilla a Oviedo pasando por Valladolid sin comer nada. Estaban quemados y se negaban a colaborar. Pregunté cuántos eran y llamé rápido al supermercado para que preparara las bolsas de comida que hicieran falta. Con Coca-cola, bocadillos, fruta… Las repartimos, se soluciona y todos al campo.

Era otro fútbol, otras situaciones ¿no es cierto? En Oviedo todavía se recuerda el arbitraje de Schmidhuber.

Normal. Antes del segundo partido, en Génova, nos reunimos los dos equipos en la Torre Colón, en Madrid. Allí fueron el Genoa, los tres árbitros, el delegado de UEFA y nosotros. De repente se forma un lío enorme entre los italianos. Jaleo, insultos…«¿Qué pasa?», le pregunto a Manolete, el del As, que estaba por allí. Me dice que están enfadados los árbitros porque les faltaba un reloj. Por lo visto los italianos habían comprado tres Rolex pero no contaban con el del delegado de la UEFA y hubo lío. Allí fueron relojes, pero cuando eliminaron al Atlético se decía que les habían comprado un coche a los árbitros…

Entonces era así. A los árbitros los acompañabas, los llevabas por tiendas de moda y elegían los regalos que querían. Unos querían trajes, otros querían camisas, otros unos zapatos… Pero en Génova estaba claro: si no nos marcan aquel día seguimos jugando hasta hoy. Luego nos echó indebidamente a Lacatus cuando el que lo estaba provocando era Aguilera, que se pasó el partido llamándolo gitano e hijo de puta.

¿Viste muchas situaciones raras? Hubo un descenso vuestro con el Athletic, la Real y Osasuna de por medio.

¡Decía el presidente del Athletic, Arrate, que yo bebía el agua de los floreros por denunciarlo donde De la Morena! El caso fue que el Athletic se dejó perder contra la Real Sociedad para que se salvasen y luego la Real, que ya no se jugaba nada el último día, se dejó perder con Osasuna. Pero no solo eso sino que después fueron a celebrarlo a la Playa de la Concha. Hoy habría sido un escándalo, debería estar anulado todo aquello pero nosotros nos fuimos al garete.

Por cierto, que no se me olvide preguntarte antes de despedirnos. ¿Cómo es eso de que fuiste boxeador?

Sí, me llamaban el Tarrón. Hicimos ahí unas cuantas peleas con José Durán, que luego fue campeón del mundo. Yo estaba en el peso medio alto y hice seis o siete peleas. Como andaba rápido de piernas no me colocaban una hostia ni para dios. Es un deporte muy duro pero muy guapo y además tiene cosas muy avanzadas respecto al resto. En el Oviedo pusimos un punching ball para que lo probaran Zubeldia y Viti, los porteros. ¿Cómo cambió el fútbol, verdad?

15 Comentarios

  1. Pedazo de entrevista, enhorabuena Sergio.

  2. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una entrevista

  3. Muy bonita la entrevista. Pena que no quiera hablar de cómo hundió el club hasta dejarlo herido para siempre. 25 años después siguen las consecuencias.

  4. Maravillosa entrevista a un icono de los noventa como fue Eugenio Prieto. Era una persona de muy buen trato y abierta a todo el mundo, y por supuesto con un don de gentes brutal. Nunca se me borrará el recuerdo siendo un niño de no más de 7 u 8 años cuando lo vi en el CC Salesas de Uviéu. Me daba vergüenza decirle nada y mi padre, que sabía que le gustaban los críos, me animó a ir a saludarle y darle la mano. Siempre me pareció un gran paisanu. A él el Oviedo le debe una de las mejores épocas de su historia y es una pena que por las cacicadas mafiosas de un personaje tan oscuro como Celso, Prieto fuese el cabeza de turco que pagó los platos rotos. Está muy anatemizado por eso, pero él siempre trabajó en pro del club y hasta el día de hoy no se descubrió ningún trapo sucio por su parte que fuese dañino para el equipo.

  5. He vuelta a vivir el fútbol de los años 80 y 90 aquellos días en los que coleccionaba los cromos de Jokanovic, Onopko y Carlos. Buenísima entrevista

  6. Todo esto esta muy bien, pero tal vez falta la pregunta de como se pasó de presentar beneficios todos los años al enorme agujero que casi hizo desaparecer el equipo y llevó a la ruina economica a muchas familias.

  7. La entrevista es muy buena y a todos nos gusta recordar y saber anécdotas nuevas. Pero la realidad es q después de no explicar cómo se podía fichar esos jugadores top, llego una deuda q estamos pagando. Creo q si se tiene a bien ser entrevistado, no es solo para ponerse medallas

  8. Magnífica entrevista. Muchos periodistas deportivos deberían leerla y comentarla en las escuelas de periodismo. El entrevistado muy sincero. La he leído con mucho gusto. Y por ello, gracias.

  9. Excelente reportaje!
    Ya no quedan artistas asi

  10. «Hasta que un día le dije (a Lillo): «oye, tenemos pelota, ¿pero sabes que tenemos que meter gol?»»

    A Lillo le despidieron despues de un Oviedo 1-5 Racing en el viejo Tartiere, con los aficionados ovetenses celebrando el cuarto y quinto gol racinguistas, y los aficionados racinguistas al acabar el partido, fuera del estadio, gritando «Oviedo, Oviedo» junto a los ovetenses. Qué tiempos aquellos…

  11. José Antonio Álvarez

    Creo que fue el mejor presidente de las últimas décadas del Real Oviedo. Yo por aquel entonces trabajaba como periodista en una emisora de Oviedo y cenaba muchos días con él, cada 15 días, cuando viajaba el equipo, siempre nos reuníamos en su habitación para ver el partido de la tele el sábado y luego a cenar con él y dos o tres compañeros de la prensa ovetense. Nos encantaban sus historias y de hecho viví el día que le robaron la cartera en el antiguo Vicente Calderón, llegabamos de comer y él, que estaba enfadado con Jesús Gil por el tema de Onopko, vio el partido desde un fondo con un compañero de COPE que le había puesto Jose Maria García. Que tiempos. Hace años que no lo veo porque estoy fuera de Asturias pero sigue siendo un crack. Un saludo.

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