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Javier Manjarín: «Luis Enrique sufrió mucho cuando se fue al Madrid y fue forjando su propia defensa con los periodistas»

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Javier Manjarín

Debutó en Primera con el equipo de su ciudad. Sonó para jugar en el Barça de Cruyff y en el Madrid de su amigo Luis Enrique, que le llamó para convencerlo. Pero su destino fue el SuperDepor, donde se quedó a once metros de una Liga, para vengarse un año después siendo protagonista de la Copa más aguada de la historia en el Bernabéu, un estadio talismán para Javier Manjarín (Gijón, 1969). Un hombre que rehúye el materialismo y se resigna con el abuso de los móviles en el vestuario, lugar en el que trata de abrirse camino como segundo entrenador junto a Cristóbal Parralo (Fabril, Deportivo, Alcorcón, Racing de Santander y Racing de Ferrol).

Lleva casi media vida residiendo en A Coruña pero no ha perdido ni el acento ni el orgullo asturiano. Tampoco la humildad y la cercanía de aquel niño que frecuentaba chigres con sus padres. Más de dos horas de divertida y anecdótica charla, con un brillante oro olímpico presente sobre la mesa, lo atestiguan.

Llegaste con 23 años a A Coruña y Lendoiro ya predijo tu futuro…

Sí, me presentó en Riazor y luego me llevó a cenar al restaurante A La Brasa y joder… nunca había visto tantos percebes y tanto marisco en mi vida. Empezamos a hablar y me preguntaba si tenía novia. Al decirle que no me dijo: «Si no tienes novia estás jodido, aquí las gallegas son muy tal y te vas a quedar aquí fijo». Y acertó. Yo siempre decía que cuando terminase me volvía a Gijón…y a Gijón nada, de visita solo.

De repente le cogiste gusto a visitar una marisquería.

Después del Teresa Herrera vinieron unos amigos de Gijón, vimos un cartel de «marisquería» y entramos. Justo ese día conocí a Isabel, que es mi mujer ahora. Su familia era la dueña del restaurante.

¿Te sigues considerando igualmente asturiano?

Me considero muy asturiano y echo mucho de menos mi tierra. Pero al final me quedé aquí y estoy muy contento. Mis hijos son gallegos, pero intento meterles algo de Asturias cuando puedo.

¿Como el himno del Sporting?

(Risas). Eso fue en el centenario. Víctor Manuel sacó un himno y se lo ponía a mis hijos por la mañana cuando los llevaba al colegio. Les ponía música asturiana también a ver si los convencía, pero no hubo manera, a mi mujer ya no la pude sacar de aquí.

¿Es cierto que a los niños asturianos les dan a probar la sidra ya desde pequeños?

Mis padres eran mucho de sidrería. Los domingos era ir a misa y después a la sidrería. Ahí nos juntábamos con otros niños y hacíamos amigos. Beber sidra no me acuerdo, pero probarla seguro.

Háblame de Mareo. Llegas con dieciséis años y formas parte de una de las grandes hornadas del Sporting.

Yo tenía un problema en el equipo del colegio donde jugaba, en la Inmaculada. Allí jugó también Ricardo Bango, Eloy Olaya o Zurdi, gente que luego fueron también profesionales. Con dieciséis años estaba jugando la Liga Nacional de antes, la actual División de Honor, y al acabar el año el entrenador se lleva las fichas y quiere montar un equipo fuera del colegio.

Hubo gente que se fue con él y otros dijimos que no. Estuve seis meses sin jugar. Por mediación de un contacto nos dicen a mi hermano y a mí que podemos ir a entrenar unos días con el Atleti y probar. Al no tener la carta de libertad del equipo no nos dejaron. Estuvimos dos o tres días en Madrid y nos volvimos. La Federación Asturiana resolvió que los jugadores que no se fueron con el entrenador tenían la carta de libertad y ahí es cuando me voy al Sporting con mi hermano.

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Y ahí conoces a Luis Enrique.

Luis Enrique y Abelardo estaban en otros equipos de Gijón y coincidimos en el filial. Siempre me llevé muy bien con los dos. Con Luis jugábamos los dos en punta. Ascendimos al equipo a Segunda B. Ellos debutaron antes en el primer equipo, pero ya estábamos los tres entrenando.

En poco más de un mes debutáis los tres, en tu caso el 8 de octubre de 1989 con diecinueve años.

Jugábamos en casa contra el Athletic de Bilbao, perdimos y echaron a Txutxi Aranguren. Subieron al entrenador del filial, Carlos García Cuervo, y ya nos quedamos ahí. Eso nos cambió todo a los tres.

García Cuervo dijo en una entrevista en El Mundo que «Luis Enrique y Abelardo se entrenaban como cabrones y luego se iban juntos al bar»

Al acabar el entrenamiento siempre bajábamos los más jóvenes a tomar algo a algún bar de Gijón. Si pasaba la Vuelta por Cangas de Onís, nos íbamos allí. Más que a la Vuelta íbamos a la fiesta. A veces iba con Luis, otras veces venían amigos suyos, su hermano…

¿Erais de los que cuidaban ya la alimentación?

No, no había esa cultura que hay ahora de jugador, de cuidarte, de entrenamiento físico… Bueno, entrenamiento físico había porque teníamos que entrenar en campos llenos de barro. Me gustaría ver ahora a los jugadores entrenar en esos campos. O jugar en esos campos, que ibas al Molinón, a Riazor o al Bernabéu y estaba lleno de barro.

Antes no utilizábamos el gimnasio. Ahora los chavales ejercitan la fuerza, tienen ejercicios de prevención de lesiones… eso antes no había, era inviable. Ni tampoco había esa cultura de la nutrición.

En uno de esos campos embarrados rompisteis el récord de Abel de 1.275 minutos imbatido en la portería del Atleti.

Sí, en el Calderón. Fuera de casa esos partidos se nos daban bien, éramos gente rápida. Fue una jugada por la derecha, centré yo y remató Luis Enrique.

En ese equipo también estaba otro gran talento de Mareo, Juanele.

Era un jugador que en Gijón lo cuidaba el club. Venía con unos antecedentes complicados. Vivía con sus abuelos, tenía problemas con sus padres, era de un barrio complicado… Entonces lo metieron en un hotel para tenerlo controlado. Lo tenían tutelado junto a otros chicos que también tenían problemas de convivencia. Ya se veía que tenía calidad y que podía tener mucho futuro.

Juanele empezó a subir al primer equipo el año antes de irse Luis Enrique al Madrid. Recuerdo que cuando Luis me dijo que se iba, fuimos al hotel y hablamos con él: «Oye, mira, que Luis se va y tienes la oportunidad de estar ahí arriba y ser profesional».

¿Era tan díscolo como se decía?

¡Qué va! Era una buenísima persona, un cacho de pan, lo que pasa que las compañías nunca fueron buenas. Si ganas dinero y vienes de un entorno familiar complicado, con amigos que vienen también de ambientes complicados… al final es difícil para ti también.

Todos esos problemas que él tuvo en su juventud y en su vida se le fueron complicado con problemas depresivos, psicológicos y todo lo que le pasó.

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La temporada 90/91 es histórica para el fútbol asturiano.

Yo me lesioné el cruzado a final de temporada, pero ganamos el último partido al Valencia y nos clasificamos para la UEFA. El Valencia quedó fuera y metimos al Oviedo, no nos encajó mucho aquello, la verdad …

En 1992 otro premio, los Juegos Olímpicos de Barcelona. Pero casi te quedas sin ir…

Por la mili. Estaba haciendo el primer mes de servicio militar. Me tenía que buscar la vida porque en ese momento el club no podía o no quería mantener relaciones que los mandos que había en el cuartel. Recuerdo que también estaba Avelino y teníamos que hablar con el capitán de la compañía, con el sargento, con el teniente… para poder salir a jugar el fin de semana. Recuerdo que fui al Bernabéu porque conseguí el permiso. Según llegaba del viaje tenía que incorporarme de nuevo al cuartel.

En otra ocasión, en un entrenamiento antes de jugar un partido, le dije a Bert Jacobs: «Míster, el fin de semana no puedo jugar que ayer vi en el tablón que tengo guardia». Él salió en la rueda de prensa diciendo que no podía jugar porque no me dejaban salir los militares.

Al día siguiente baja el mando de rango más alto del Gobierno Militar y me pregunta quién me había dicho que tenía una guardia el fin de semana. Le dije que el cabo primero en el tablón y me contestó: «¡Usted no tiene ninguna guardia ni tiene nada!». Y me dejaron ir porque salió todo en la prensa.

¿Y para entrenar te dejaban salir?

Teníamos libre de cinco a ocho. Aprovechaba y me iba a Mareo y entrenaba solo, junto al preparador físico. Así durante mes y medio o dos meses. No tenía otra opción. En aquel momento la mili era obligatoria.

¿Y cómo solucionaste el problema para ir a los Juegos Olímpicos?

La concentración empezó en Cervera de Pisuerga y, Emilio Amavisca, que también estaba haciendo la mili, y yo, veíamos que no nos llegaba el permiso para ir. Hablaba con mis padres y no llegaba nada a casa. Hablaba con los mandos y les decía: «Oye, que me tengo que ir, que empieza la concentración…». Pero no llegaba nada.

La Federación hablaba con el Consejo Superior de Deportes para tramitar esa carta de libertad para que nos dejasen ir a la concentración, pero no llegaba… Terminamos yendo dos o tres días antes de terminar esa especie de pretemporada y luego nos hicieron recuperar en el cuartel el mes que estuvimos en los Juegos.

¿Quién te llamaba la atención de aquel equipo olímpico?

La mayoría ya éramos jugadores de Primera. Estaba Luis Enrique, Guardiola, el Pitu, Solozábal, López, Soler, Cañizares, Toni, Kiko, Alfonso… Había muchos jugadores muy buenos.

Yo llegué sin entrenar, haciendo la mili y arrastrando problemas de pubis que había tenido durante el año. Justo el día antes de empezar me rompo el tendón del aductor y ya no pude jugar. Los únicos que no jugamos fuimos Cañizares y yo (también Paqui). Cañete había jugado todos los amistosos, era el titular, pero llegó la Olimpiada y el titular fue Toni. Fue jodido eso para él.

Estabais concentrados en Valencia pero pudiste participar en algo histórico como es un desfile inaugural de unos JJOO.

Sí, pero hubo una movida importante. Jugamos el primer partido el día anterior y ganamos 4-0 a Colombia. De repente nos dice Vicente Miera que no vamos a ir a la ceremonia. Se montó un pollo con Solozábal, Cañete, Guardiola… Hablamos con la Federación y nos pusieron un chárter la misma tarde del desfile. Luego nos quedamos a dormir en la villa olímpica. Allí estaba todo el mundo: los de la NBA, los atletas americanos, los tenistas…

Los que más follón montábamos en el Palau Sant Jordi éramos nosotros, los españoles. Habíamos competido el día anterior y habíamos ganado, con la euforia que teníamos… Luego salíamos los últimos, teníamos que guardar cierto orden en el desfile y que va, unos con los sombreros por ahí, otros no sé qué… Pero vivir eso es la hostia.

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Había un dicho en esos momentos que decía que si el Rey iba a la final…

Sí, a todos los eventos a los que iba había medalla para un español. Al clasificarnos dijimos: «¿Vendrá el Rey, no?». Era una final difícil, contra Polonia, que tenía buen equipo. Nunca había visto el Camp Nou así, a reventar. Nos pesó un poco la responsabilidad, pero lo conseguimos sacar adelante y ganar el oro.

¿Es cierto que os regalaron un plan de pensiones?

Sí, formaba parte del premio por la medalla de oro. Era una pensión de La Caixa. Teníamos 200 millones de pesetas (1.200.000 euros) para repartir entre todo el equipo. El que competía de forma individual se quedaba todo para él o ella. Lo podías cobrar en ese momento o dejarlo como un plan de pensiones para retirarlo a partir de los cincuenta. Yo lo cobré hace cinco años.

Seat también nos regaló un coche. ¿Pero qué hacíamos con un coche para veinte? Lo donamos a una ONG. Y luego Leche Pascual nos estuvo enviando leche a casa todos los meses durante un año.

Y además estaba la prima con la Federación. Pero también hubo movidas…

¿Qué movidas?

Yo no me enteré muy bien porque no estaba en la concentración al principio y ahí se generó el problema. La Federación decía que no quería dar el dinero… no sé si al final pagó la Federación o el Consejo Superior de Deportes, pero hubo bastante tensión con ese tema.

Tenías buen cartel y la temporada siguiente, la 92-93, comenzaste a sonar con fuerza para fichar por el Barça de Cruyff.

Yo termino en Gijón ese año, fue difícil para mí. Llevaba cuatro temporadas y ese año todo el mundo decía que me iba a ir al Barça porque el Sporting había firmado un convenio de colaboración. Todas las temporadas el Barcelona tenía derecho a fichar a un jugador. Durante todo el año el que se iba para el Barcelona era yo. Llegado el momento eligieron a mi compañero Iván Iglesias, un mediocentro. A mí me quedaba un año más, pero con todo lo que se hablaba ya tenía la idea hecha de que me iba a ir al Barça.

¿Y cómo lo llevaste?

Fue complicado, hasta la prensa hacía programas de radio después de los partidos diciendo que si no jugaba bien era porque ya no quería correr, porque tenía un precontrato firmado con el Barcelona… Cuando volví de la Olimpiada me compré un coche con el dinero de la prima y el primer año que me hago profesional me compré un piso en Gijón. Y ese año decían que el Barça me había comprado el piso y el coche. Yo salía a jugar y la gente decía que no quería meter el pie…

¿Te pitaban?

Mucho. Ese año fue duro. Hablo con Joaquín y Jiménez, que se habían retirado y se dedicaban a llevar jugadores. Fueron ellos los que me trajeron a Coruña. No sale el tema del Barcelona y hay varios equipos que me llaman. Justo cuando firmo por el Dépor al día siguiente me llama Luis Enrique, que estaba ya en el Madrid, diciéndome que aguantara un poco, que Benito Floro había dicho que igual podía ir allí…

Le dije: «Mira, yo lo siento, tío, pero acabo de firmar por el Dépor» y por eso me vine. Porque el último año en Gijón había sido duro y porque tenía la cabeza fuera. El Dépor mostró mucho interés, de hecho, pagaron la cláusula (215 millones de pesetas + IVA) y para mí fue una demostración de que me quería. Además, venían de hacer un año muy bueno, empezar a competir en UEFA y había posibilidades de pelear arriba con los mejores.

Javier Manjarín

La presión te llegaba también de jugadores del Barça…

Me acuerdo de que Guardiola y Txiki Beriguistain me llamaban para entrar en el programa que hacían en TV3. Ellos ya consideraban que iba a estar ese año en Barcelona. Pero al final fue una decisión del cuerpo técnico y decidieron llevar a Iván Iglesias.

¿Eran presentadores o invitados?

¡No, ellos hacían el programa! Guardiola, Begiristain, Julio Salinas… (también lo presentaban Alexanco y Eusebio). Estuvieron durante un tiempo haciéndolo. Cruyff era un poco reticente a que hiciesen ese programa. Era una de las cosas que no podía controlar.

Vamos a tu etapa más larga. Llegas al Dépor en verano de 1993 y lo primero que haces es meter la pata en la presentación.

Los que veníamos de fuera de Coruña decíamos «el Coruña», no decíamos «el Dépor». En la rueda de prensa me preguntan y digo «el Coruña». Yo tampoco era consciente de que lo estaba diciendo mal. Era como decir «el Bilbao», «el Gijón», o como el Racing que dicen «el Ferrol» y les parece mal.

Le pasó a Pinchi (en febrero de 2024) y le cayó la del pulpo en las redes sociales. A mí no recuerdo que nadie me haya corregido, me di cuenta yo con el paso del tiempo. Errores que cometes cuando eres muy joven.

Rápido conociste a ese Dépor, un club muy particular en aquellos años.

Era una manera de gestión un poco peculiar, con una persona al frente que tenía máximo poder sobre todo el club, que era Lendoiro. Y luego faltaban infraestructuras. Yo venía del Sporting con una ciudad deportiva y llego aquí y tengo que ir a Riazor primero, para ir en bus a la Torreo a la Grela a entrenar, volver mojados y con barro a ducharnos…

Un día casi nos pegamos un hostión en la Plaza de España con el autobús porque al tío no le iban los frenos. De casualidad que consiguió frenar al final. Era lo que había.

Teníamos masajistas, pero no teníamos fisios. El que teníamos iba dos o tres días a la semana y te trataba con chicos de prácticas.

Tú, de hecho, marcaste al Aston Villa uno de los goles más importante de esa temporada con una fisura y nadie lo sabía.

En el partido contra el Aalborg recibo una entrada fuerte en el empeine. Me hicieron varias pruebas, pero no les salía nada. Me infiltraron durante un mes o mes y medio mientras jugaba, hasta que no pude más y dije que me hiciesen otra prueba. Entonces me hicieron una gammagrafía y vieron que tenía una fisura en el empeine y me tuvieron que escayolar.

Y todo bajo la batuta de Arsenio Iglesias.

A él le gustaba tener las cosas controladas. Se ponía de muy mal humor si llegábamos a una concentración y no sacaban enseguida la cena o la comida. Eso le quemaba muchísimo.

¿Le gustaba también controlar las habitaciones de noche?

Sí, eso lo hacían muchos entrenadores de los de antes. Por controlar un poco lo que había en las habitaciones. El mundo de antes no es el de ahora.

Javier Manjarín

¿Por si entraba alguien de fuera?

No, por si había gente fumando, jugando a las cartas… A veces montábamos una pocha, nos juntábamos cuatro o cinco en una habitación e igual daba la una de la mañana… Él subía, pasaba por las habitaciones, pero luego… Si querías juntarte te ibas a juntar igual.

Antes en los desplazamientos no volvías, no es como ahora que hay chárteres. Antes te quedabas a dormir, salías…

¿Ahí salíais a veces sin permiso?

Claro. Pero él controlaba. Se ponía abajo, en la entrada del hotel. Pero él sabía lo que había, no era tonto.

¿Tú eras de los que más o menos salías?

Antes salíamos todos. Pero sabíamos cuando teníamos que salir. Después de un partido o entre semana, pero días antes de un partido yo nunca salí. Pasado el jueves nunca. Yo por lo menos en ese sentido era responsable.

En esa época también había jugadores que fumaban…

Muchísimos. Fumaban en su entorno más cercano, ir por la calle ya no… Sí recuerdo el tema de Prosinecky que era público y notorio que fumaba. Tenía compañeros en el Sporting y en la Selección que estabas en la habitación y se ponían a fumar. Fumaban muchísimos jugadores.

En el Dépor tenías a Mariano Hoyas, que desayunaba Coca Cola con Tigretones…

Mariano era mortal. No sé como podía. Yo nunca había visto un tío que bebiese tanta cerveza como él. ¡Qué aguante tenía Mariano! Era un crack.

Los domingos salíamos en Santa Cristina después del partido y volvíamos a las siete de la mañana. Te duchabas y te ibas a entrenar. Hubo un día que a él se le empezó a hinchar la cara entrenando. Algo que había comido o le sentó mal… se asfixiaba.

Luego venían los otros equipos y te preguntaban antes del partido: «¿Oye es verdad que aquí hay ambiente los domingos?». Venían con la referencia de que en Coruña había fiesta después del partido.

¿No era tan habitual en otros sitios lo de los domingos?

No, no. En Madrid y Barcelona sí habría movida, en las demás ciudades no… Pero aquí sí.

¿Y os encontrabais a los rivales saliendo de fiesta?

Sí. Al final eran los sitios que estaban abiertos. Salíamos porque había esa costumbre, pero si había un momento que podía ser un poco sensible que te vieran por ahí, ya no salías.

Javier Manjarín

Lo que pasa que en el SuperDepor estabais siempre en la ola buena…

¡Claro! Nosotros íbamos a un restaurante y te invitaban, ibas a una discoteca y te invitaban, a las copas, a todo.

¿Cuál fue la clave para que ese equipo llegase tan alto?

Primero, había muy buenos jugadores. Luego, la gestión que había del equipo por parte de Arsenio era buena. Te podía parecer peor o mejor, pero lo aceptábamos. En aquel equipo sabíamos el rol que teníamos, no había esos egos que hay hoy en día. Sabías que Bebeto era el number one, que Mauro era tal… pero hasta Mauro era humilde.

Si no jugaba un día Mauro no pasaba nada, y si no jugaba Donato no pasaba nada. Igual si pasaba con Bebeto, pero jugaba siempre y todos teníamos asumido que iba a jugar porque era el que marcaba los goles. Yo nunca había visto un ambiente como el de aquel vestuario. Era muy bueno. Después fue cambiando, pero al principio era una locura. Todo el mundo asumía el papel que le daba el entrenador, no había ningún tipo de disputa o egos.

Háblame de Bebeto, sus goles y sus pies diminutos.

Yo nunca había visto a un jugador que fuese de puntillas. Iba como flotando cuando corría. Era un fuera de serie. Bebeto te ganaba un partido. Fuera de casa muchas veces nos costaba llegar, pero teníamos una ocasión, era gol de Bebeto y ganabas el partido.

No tiró el famoso penalti de Djukic, donde tú sales de pleno en la imagen.

Salgo porque voy por si González la suelta.

Estás más de un metro dentro del área en el momento del disparo…

¡Porque quería meter el gol yo, pero no la soltó! (Ríe). Fue un momento muy triste. Notábamos tanto el apoyo de la gente que queríamos ganar por ellos. No fue un partido bueno, nos pesó la responsabilidad de jugarnos en ese partido la Liga. No nos habíamos visto en ese tipo de situaciones.

¿Sabes que hoy en día el penalti se hubiese repetido con el VAR?

¿Por qué se adelantó González? Y yo me metí dentro. Si lo mete lo hubiera repetido.

También había defensores del Valencia…

Es que eran tal las ganas de acabar metiendo ese gol… Yo me metí a ver si rechazaba y caía para mi lado, pero nada, no hubo suerte.

¿Tú lo hubieses tirado?

Yo es que no tiraba los penaltis.

Pero si te lo hubieran dicho…

Yo creo que no estaría en disposición de tirarlos. Por eso lo admiro a él. Lo fallan los que lo tiran. En este tipo de situaciones tirar un penalti, sabiendo que puedes dar a tu equipo una Liga que nunca habían ganado… hay que tener personalidad.

Al final del partido hubo una tangana en el túnel que tú presenciaste.

Fue una situación más de tensión con Serer, Claudio… La tensión que no supimos manejar en el campo tampoco la supimos manejar fuera. Sí hubo algo, pero tampoco fue más allá.

¿Por el tema de las primas?

Un poco por todo. Nosotros veíamos que la actitud que estaban teniendo… A ver, que yo me pongo de su lado y a mí me paga un equipo dinero, que yo no me clasifico para Europa y no voy a cobrar primas de mi equipo… pues igual hubiera hecho lo mismo. En aquel momento todo lo que no era ganar nos parecía mal.

Sí que es verdad que alguno, como Serer o González en el penalti, se exhibieron de tal manera que eso sí fue lo que realmente nos pareció mal. Había jugadores como Claudio y Serer que habían sido compañeros, pero en ese momento te olvidas de eso y cada uno va a defender su posición.

Javier Manjarín

Liaño contó que el año siguiente contra el Albacete, que se jugaba el descenso, os tocó a vosotros ser el equipo primado.

Ese día les metemos 2-8. Ellos estaban en las semifinales de Copa, como nosotros. Recuerdo alguna conversación antes del encuentro donde nos decían que, si ganaban ese partido contra nosotros, igual si coincidíamos en la final podían bajar un poco… Digo, no me creo nada. ¿En una final? Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer que era salir a ganar. Que a alguno le pareció mal…vale, ¿y?

Al final el Albacete no se clasificó y os encontrasteis otra vez con el Valencia.

Ahí sí fuimos mejores, sabiendo que es el equipo que viene de robarte el no quedar campeón el año pasado. Fuimos mucho más competitivos en el partido y en esos diez minutos que nos jugamos después de la lluvia.

Y contigo como protagonista como partida doble.

Yo tuve suerte en el Dépor de jugar partidos que se quedaron siempre ahí. Pude marcar ese gol y luego dar el pase a Alfredo para que marcase el gol del título.

¿Has visto llover tanto en tu vida como aquel día?

No. Cómo dolían los pelotazos de granizo… ¡Eran así, eh! (imita el tamaño de una pelota de golf). Increíble, increíble, increíble. Llegó un momento que estábamos en el campo y dijimos: «Este que diga lo que quiera, nos vamos adentro». El túnel de vestuarios bajaba y luego subía, pues en la parte baja te llegaba casi por aquí (se señala el cuello).

Me acuerdo de que una hora antes de empezar le dije a Alfredo que estaba de tormenta y me decía que era imposible que lloviese (ríe).

Me decías que salías en la foto de los goles importantes y volviste a marcar en la Supercopa.

Metí en la final de Copa, en la Supercopa, al Aston Villa, metí el gol mil de la historia del Dépor… Siempre he tenido suerte en momentos importantes de la historia del club.

¿Qué pasó con Arsenio en esos últimos meses antes de irse?

Antes de la final de Copa se rumoreaba que Arsenio ya no iba a seguir, que Lendoiro ya había fichado otro entrenador… Al ganar la Copa el presidente reculó en el discurso que hizo cuando llegamos a Riazor, decía que contaba con Arsenio… Él no se lo tomó muy bien. Lo que se rumoreaba yo creo que ya estaba hecho.

¿Y recuerdas a Arsenio tocado?

Sí, yo lo vi fastidiado, sobre todo antes de la final. No era el mismo. Incluso a mí me resultó extraño que cuando venimos después de la Copa él coge y se va en la celebración en Riazor. Yo creo que en otra situación no se hubiera ido. Él sabía que lo que estaba escuchando no era verdad. Al final tenía razón, habían firmado a otro entrenador.

¿Te refieres a Toshack?

Sí.

Javier Manjarín

¿Cómo era el galés?

Muy peculiar. Tenía un bagaje importante, había estado en el Madrid, en la Real Sociedad… Pero tenía sus cosas. Tenía mucha retranca, que dicen en Galicia. Te hacía comentarios para ver si te picaba. Me acuerdo de que Paco tenía un problema en el tobillo en un entrenamiento. Estaba corriendo y Toshack le preguntó cómo estaba. Paco le dijo que «corriendo bien, pero cuando golpeo me duele». Y Toshack le contestó: «A mí también me duele cuando golpeas el balón».

Yo tuve una gran temporada con él, empecé a ir con España… Pero me hizo varias a mí y a Fran también. Nos íbamos con la Selección y al volver te dejaba fuera de la convocatoria. Era una manera de decir: el que manda soy yo. O como un castigo.

También hubo un partido en el que nos quitó a Txiki Berigistain y a mí en el minuto treinta. Luego le preguntaron en la rueda de prensa y dijo que «el campo no estaba para ellos». De hecho, el día que Bebeto le metió cinco goles al Albacete llega el descanso y le dice que espabila o le quita. Hubo cierto roce. Luego sale en la segunda parte, mete cuatro goles y Toshack sale en la rueda de prensa diciendo que tuvo que motivarle en el descanso. Él era así, no era fácil.

Pasabas de Toshack en el Dépor a Clemente con España…

Era un entrenador bastante normal, se podía hablar con él. A mí me trató muy bien. Jugué trece partidos en la Selección y no perdí ninguno. En aquella época había mucha guerra con los medios, entre la Cope y la Ser. Igual él se posicionó más con uno que con otro y dio esa carnaza para que saliese perjudicado de todo esto.

¿Él os decía algo de eso?¿Os prohibía hablar con algún medio?

Nosotros en la Eurocopa íbamos a todas las ruedas de prensa. Con Jesús Gallego tuvo una movida después del partido en el que nos clasificamos para cuartos contra Rumanía. Vamos al set de televisión con Clemente, Guillermo Amor y yo, que habíamos marcado en ese partido. Íbamos por un pasillo y encontramos a un lado de la cinta a Jesús Gallego. Le dijo algo, Javi le contestó, Gallego volvió a replicar… y ahí es cuando Clemente saltó y se montó el follón. Había un gorila de seguridad y no le podía frenar. Se iba a por Gallego. Increíble. Nunca le había visto así. El segurata no le podía contener.

¿Le llegó a pegar?

No, no hubo ningún tipo de golpe. Sí que lo fue a buscar, pero el segurata se metió por el medio. Guillermo Amor y yo también intentamos apaciguar. Venía dado por la tensión de todos los días que llevábamos allí, sobre todo con Alfonso Azuara, que era con el que tenía el mano a mano en las ruedas de prensa.

Clemente tenía buena relación con Arsenio e incluso con el alcalde Paco Vázquez. Cuando viajaba a A Coruña iba a veces al Manda Truco, el restaurante de tus suegros.

Sí, y a mí me llamaba porque le gustaba mucho el golf. Él quedaba también con Toshack para jugar.

No es la más conocida, pero en esa Eurocopa de Inglaterra pasaste a engrosar la lista de errores míticos de la Selección.

Era una jugada en la que me desmarqué, me dieron el pase y me quedé solo ante Seaman. Quise hacer un autopase, pero me quedó el balón atrás. Cuando quise recuperar, me quitó el balón.

Y otra vez cayendo en cuartos…

Le podíamos haber metido tres o cuatro a Inglaterra aquel día. Fuimos muy superiores y no merecimos perder. Después del partido bajó Villar y nos dijo que nos mantenía la prima de ese partido como si hubiéramos pasado la eliminatoria. Decía que no era justo el resultado.

Volviendo al Dépor, me decías antes que el equipo cambió años después de tu llegada.

Con Toshack ya comienzan a venir muchos más extranjeros. Eran buenos jugadores, pero ya no vienen pensando en el grupo, vienen pensando más en uno mismo, en su rendimiento. Empezabas a entrenar y estaban los brasileños por aquí, franceses y marroquíes por aquí, españoles y portugueses por aquí… Los rondos eran así.

Igual un día faltaba uno y les decías de cambiarse de grupo y no querían. Eso para el funcionamiento no era lo mejor, pero si los jugadores son buenos te resuelven situaciones dentro del campo y ganas partidos. El fútbol es de los futbolistas, da igual quien tengas de entrenador. El Dépor es un ejemplo de eso, en esa época y en la posterior con Jabo.

Javier Manjarín

¿Con Irureta también pasaba?

Yo estuve un año con Jabo (98/99) y lo que vi yo esa temporada en entrenamientos, trato… no lo he visto en mi vida. Era tal la tensión que había dentro que él no era capaz de gestionar eso, al contrario, el metía más presión por su forma de ser. Le faltaba mano dura.

Muchas veces el jugador se imponía al entrenador. Al final, si el futbolista se impone y el técnico le sigue poniendo mientras está fuera esperándole… Los otros dicen: «Si este le está tratando así y no le quita, y yo sigo aquí esperando a cuando me va a poner, yo te voy a hacer lo mismo…».

Las perdidas de respeto no eran solo con el entrenador, también entre los jugadores. Peleas, eh.

¿Cómo cuales?

Entre Ziani y José Ramón, entre Naybet y Rufai, Bonnissel la tuvo con un aficionado… A partir de la llegada de Carlos Alberto Silva el vestuario empezó a deteriorarse. Con Toshack aún no pasaba. Los jugadores jugaban de puta madre igual, ganaban partidos también, pero ya no era el espíritu del SuperDepor.

¿Eran piques compitiendo en los entrenamientos?

Sí, porque cada uno tiene su manera de ser, su carácter, sus cosas… Hay más choque porque son culturas diferentes.

El famoso Teresa Herrera de 1997, recordado por la marcha de Rivaldo al Barça, jugáis en semifinales de centro del campo hacia adelante: Mauro Silva, Donato, Manjarín, Rivaldo, Djalminha y Luizao. Casi te tienes que nacionalizar brasileño para jugar…

Es que había partidos esa pretemporada que estábamos solo dos españoles jugando en el equipo titular, Armando y yo. Yo decía: «¿Pero esto qué es?». Que luego estaba Rivaldo, Djalma, Naybet… jugadorazos, pero el espíritu ya no era el mismo. Eso de ir a cenar juntos no, igual un grupito. Pero es que en la época del SuperDepor en cambio íbamos quince, éramos una familia.

Carlos Alberto Silva llegó un día y me dijo: «Quiero que unas a todos los grupos, tú que te llevas bien con los franceses, con los españoles, con los brasileños…». Yo le dije que a mí me pagaban por jugar.

Si no se llega a ir Rivaldo ese verano, vaya equipo tendríais…

Cuando juega el primer partido amistoso en Ferrol, sale y quiere hacer doscientas mil jugadas. No se va de nadie y recuerdo que de vuelta hablando con Txiki Berigistain me dice: «Este tío va a quedar máximo goleador del equipo». Yo le contesté: «¿Qué dices, tío? Mucho tiene que mejorar…».

Yo creo que en la segunda vuelta metió casi todos los goles (marcó 14). Increíble. Trabajaba, metía goles, estaba todos los domingos… Me acuerdo de que Luis Enrique me decía que Ronaldinho era el mejor jugador que había para el equipo. Djalminha también era muy bueno, pero había veces que te querías cagar en su puta madre. Te podía dar el balón a ti y se ponía a hacer sus movidas. Rivaldo y Ronaldinho no, si te tenían que dar el balón te lo daba porque te lo tenían que dar. Eran trabajadores. Djalma cuando quería, era mortal.

También coincidiste con Scaloni. Era aún muy joven, ¿pero ya apuntaba maneras para llegar a ser entrenador?

No. Era un chaval que jugaba de vez en cuando. Estaba animando siempre, estuviera en el campo o no, intentaba ayudar. Si me dicen de entrenador, no. Y mira, campeón del mundo.

Luego te fuiste al Racing de Santander en la temporada 99/00, en la que el Dépor queda campeón y Salva Ballesta fue Pichichi en tu equipo.

Nosotros jugábamos muy bien fuera de casa, pero como local nos costaba sacar los partidos. Teníamos un equipo que defendía muy bien y que salía muy bien en transición con Munitis, con Amavisca, conmigo, con Salva… Luego teníamos a Vivar Dorado, Billabona, Arzeno, Mellberg, Sietes, Tais… El primero año muy bien pero el segundo acabamos descendiendo.

Javier Manjarín

¿Salva ya daba esos discursos patrióticos en el vestuario?

El celebraba ya los goles saludando (imita el saludo militar). Luego me enteré de que el padre había sido piloto y él también. Pero no pensaba que diera esos mensajes tan patriotas (ríe). Era buen tío.

¿En los vestuarios en esa época se hablaba de política? En el Dépor coincidiste con López Rekarte, que ideológicamente era lo opuesto a Salva.

No era el tema habitual. Bastante nos cagábamos en los políticos cuando teníamos que pagar en esa época el 56% a Hacienda…

Con Rekarte salía el tema político con Antonio ‘El Gitano’ (masajista). El hermano era guardia civil y los defendía. Cada uno tenía su historia. Rekarte es de Mondragón, Ribera de Azkoitia… pero tampoco era gente que sacasen esos temas. ‘El Gitano’ se calentaba con ETA y ellos templaban, tampoco se metían.

Coincidiste con Sietes en el Racing y te hiciste muy amigo de él.

De hecho, estuve este fin de semana comiendo con él en Guísamo (A Coruña). Él llevaba siempre la bandera asturiana a las concentraciones en pretemporada. Íbamos a Holanda y la colgaba en la habitación. Es muy asturiano.

Tanto que hicisteis famosa la celebración de la sidra.

Justo el sábado me enseñó una foto que habían sacado en la prensa celebrando aquel gol en el Bernabéu, donde ganamos 2-4. Me acuerdo de que luego nos llamaron del Museo de la Sidra de Nava y nos invitaron para agradecernos el gesto que habíamos tenido. Debía ser que fuimos los primeros asturianos que celebraron un gol echando un culín de sidra. En el Bernabéu tuvo más repercusión.

Entiendo que todo estaba pactado.

Lo habíamos hablado antes del partido. Él jugaba de lateral izquierdo y yo en ese momento estaba en la izquierda también porque Amavisca se había lesionado. Le dije: «Si marcamos cualquiera de los dos tenemos que hacer la celebración echando un culín de sidra». Tuve la suerte de meterlo y lo hicimos.

Gustó a los asturianos, pero a los ultras del Madrid no les hizo tanta gracia…

(Ríe) No lo sé, yo estaba de espaldas a la grada.

Os tiraron mecheros.

Eso era lo normal antes, que te tirasen de todo (ríe).

Aquella temporada ganasteis en el Bernabéu, Mestalla, Riazor… y empatasteis en El Sardinero en la penúltima jornada contra el Dépor, jugándose la Liga. Si llegas a marcar…

Y tuve una ocasión. Me estaba marcando Manuel Pablo y le dije: «Oye Manu, si te llego a marcar este gol…». Recuerdo que antes de la charla en el hotel llegó el presidente y nos dijo que si ganábamos nos pagaba prima doble para evitar las especulaciones. Yo estaba en el medio, que si Luis Enrique, que si los del Dépor…

¿Y te llamaron? ¿Teníais prima del Barça también?

No, nasti.

La temporada siguiente, empieza Goikoetxea y le sustituye Gregorio Manzano en el banquillo. Os vio tan tocados que os hacía test psicológicos.

Él era psicólogo y antes de los partidos siempre nos hacía uno. El viernes nos daba una frase que nos hacía pensar y luego, antes de salir del hotel, nos hacía un test motivacional.

¿Sacaba algo positivo?

No. En aquella época yo creo que éramos reacios a todos esos temas. Ahora hay muchos jugadores que tienen su propio psicólogo. El mundo de antes era mucho más sencillo que el de ahora. Antes había un periodista que te decía que eras malísimo y sabías quien era. Ahora hay trescientos mil que te dicen «qué malo eres». A los chavales les puede afectar.

Terminas tu carrera en el Arteixo, previo paso México donde lo más complicado era la altura.

Cuando llego estaba Ricardo Bango en el Celaya. Le pregunto por la liga, el calor… y me dice que el problema es la altura, que en cuanto me adapte, de puta madre.

El primer partido que tuve fue contra Pumas en el DF. No jugué de titular porque venía de terminar la liga aquí. A falta de veinte minutos salgo a calentar y joder… Salgo al campo, hago un sprint hacia adelante y veo que no puedo volver. Me costaba un montón, una asfixia… Hice una carrera en veinte minutos.

Al acabar le pregunto a Bango: «¿Todos los partidos son así? Porque si son así, mañana mismo hago la maleta y me vuelvo para casa».  Nosotros estábamos en Celaya y la altitud era menor (1.700m), pero vas al DF y son 2.200m, vas a Toluca y son 2.700m. Encima con el smog que le llaman allí, que es la contaminación. Todo influye.

El segundo año me fui a Santos Laguna y jugábamos los domingos a las tres de la tarde con 45º. Cada equipo sacaba el horario en función de las condiciones que más le favorecían. Allí estaban acostumbrados, pero imagínate el que viene de fuera… Las condiciones son muy extremas allí, pero la liga es competitiva.

Luego te retiraste y te reencontraste con antiguos amigos en el curso de entrenador.

Sí, lo hice con Luis Enrique y Guardiola. De hecho, Pep y yo íbamos de compañeros en algunas tareas.

Javier Manjarín

¿Ya tenían pinta de grandes entrenadores?

De Luis no me lo esperaba, de Guardiola, sí. Los que juegan en el centro del campo ya están acostumbrados a ver el fútbol de otra manera. Del Pitu Abelardo tampoco me lo esperaba porque lo veo muy buena persona. Me han sorprendido para bien.

¿A qué te refieres? ¿A que hay que tener un punto de maldad para ser técnico?

Si eres entrenador tienes que tener personalidad. Luis la tiene, pero no esperaba que le gustase ser entrenador. El Pitu no tiene esa personalidad tan fuerte, pero lo ha hecho bien.

Ese carácter tan vinagre que tiene Luis Enrique a veces con los periodistas…¿Es habitual?

Yo lo conozco desde que éramos chavales. Para mí es un tío que te lo pasas de puta madre cuando estás con él. Es simpático y divertido. Sí que es verdad que tiene esa personalidad, pero él dice las cosas como las siente, sabiendo que a ti no te gustan. Le da igual que sea un compañero, un entrenador o un periodista. Él está acostumbrado desde que es jugador, no sé si porque tiene una cruzada con los periodistas. Él es así y no va a cambiar por mucho que le digan. Va de frente.

¿Le da igual la crítica?

Sí. Él sufrió mucho cuando se fue al Madrid. Le criticaron muchísimo. Era un chico que llegaba del Sporting de un año como profesional y metiendo doce goles. Jugaba de extremo derecho y llega al Madrid y le ponen de lateral. Ahí le mataron los periodistas. Se fue forjando su propia defensa…

¿Sigues teniendo trato con él?

Sí, hablamos de vez en cuando. Nos mandamos mensajes cuando falleció mi padre en septiembre del año pasado. Sus padres estuvieron en el tanatorio. Tenemos buena relación ambas familias. Su madre era modista de niños y algún vestido le hizo a mi hermana.

¿Mejor ser futbolista o mejor ser entrenador?

A mí me gustaba más ser futbolista. Como entrenador intentas ayudar a que las cosas salgan bien, pero al final el fútbol es de los futbolistas. Son los que toman las decisiones dentro del campo. Yo no entiendo que sea el Barça de Guardiola o el PSG de Luis Enrique. Antes era el Nápoles de Maradona, el Milan de Van Basten

Antes se hablaba de los jugadores, ahora de los entrenadores. ¿Por qué? ¿Por qué ahora tiene más importancia un entrenador que un jugador? Si el que toma las decisiones y decide, para bien o para mal, es el jugador. Yo desde la banda siento una impotencia tremenda muchas veces. No puedo ayudar dentro que es donde realmente pasan las cosas.

Raúl había impuesto una serie de normas a los jugadores del Castilla para que no hiciesen ostentación de ropa o artículos de marcas caras. Sé que tú también tienes tu particular cruzada contra los materialistas…

Muchas veces hablan de los coches… Si lo importante no es el coche, qué mas da que tengas hoy un Porsche si al final el coche se va y mañana tienes otro. Puede ser mejor o peor, pero al final lo importante es la necesidad que uno tenga. Si lo necesitas lo compras, si no, no. A mí no me importan las cosas materiales, no son mi prioridad.

¿Intentas trasmitir este mensaje en los vestuarios?

Yo lo digo, otra cosa es que me hagan caso, que no me lo hacen. Es igual que con el tema de los móviles. Me parece un retroceso. No aprovechar el tener a gente al lado… Ahora entras al vestuario después de un partido y lo primero que hacen los futbolistas es coger el móvil y ver qué reseña le han puesto, quién le ha mandado mensajes…

Hostia, que acabo de perder o acabo de ganar un partido, voy a disfrutarlo con el que tengo al lado… Pero lo primero que hacen es coger un puto móvil, yo flipo. Las cosas ahora no puedes hacer nada para cambiarlas. Antes acabábamos los entrenamientos y nos íbamos a tomar una cerveza enfrente del estadio. Yo quería estar compartiendo cosas con mis compañeros. Ahora no te hablan, no te saludan… Es un mundo completamente diferente al que yo viví. Creo que hay poca solución para mejorarlo.

¿No os planteasteis, Cristóbal Parralo y tú, prohibir el uso del móvil?

De hecho, Carlos Mouriz (director general y deportivo) en el Racing de Ferrol no les deja utilizar el móvil en el vestuario. Otra cosa es que si no está Mouriz lo utilicen… Pero en el momento que los vea con el móvil saben que van a tener una multa.

Además de entrenador, también eres socio en dos empresas. Tu hermano tuvo un susto importante con un empleado que dio un hachazo en la mesa de su despacho para reclamarle unas nóminas…

Eso fue en la empresa en la que él trabajaba antes, era el director financiero. A mí incluso me pintaron en una casa que tenía en Gijón pensando que yo tenía algo que ver con aquella empresa.

Conclusión: mejor dedicarse a los problemas del vestuario…

Ya te digo. Si los equipos son complicados, imagínate las empresas… (ríe).

Un comentario

  1. Ruben Rabaro

    Que buen rato he pasado leyendo sobre Javier Manjarín. No es solo porque el personaje me pareciese un grande en su época, si no porque también me traslada a muchos momentos del fútbol de los 90 (probablemente el que más he disfrutado). Javier era pura potencia y puntualidad… marcando casi siempre en los momentos importantes como bien dice en la entrevista.

    Muchas gracias al autor y tocayo del entrevistado, Javier Guillén, por transmitirnos tanto a través de esta conversación con Manjarín, y a Jotdown por poner la ventana para acceder a este contenido.

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