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Alfonso Pérez: «En el Real Madrid no solo perder, empatar ya era un drama, incluso en la cantera»

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Mientras espero a Alfonso Pérez (Madrid, 26 de septiembre de 1972) frente al restaurante del madrileño barrio de los metales en el que me ha citado para esta entrevista, hago tiempo echando un vistazo al móvil. Los mensajes en redes son una incontable sucesión de pésames porque esta mañana ha fallecido Amancio Amaro, la gran leyenda del club. Al equipo le ha pillado la oscura noticia en Liverpool y Florentino Pérez ni siquiera ha podido subirse al avión. Horas más tarde, el Madrid, imperturbable como fábrica de recuerdos gloriosos, entregará en Anfield otra noche épica. Cuando llega Alfonso y me estrecha la mano y nos sentamos, se excusa porque le tocará aligerar para vestirse de traje y acercarse hasta la capilla ardiente del Santiago Bernabéu. Pienso por un segundo en Amancio, en Liverpool y en el mago de las botas blancas que tengo delante. No sé explicarlo pero ese hilo generacional del madridismo sobrecoge y me da la sensación de estar frente a alguien grande.

Naces en Getafe ¿A qué se dedicaba tu familia?

En realidad yo nací en Madrid, en O’Donnell. Lo que pasa es que nosotros siempre hemos vivido en Getafe. Mi padre era de Cuenca y mi madre de Toledo, pero ya se conocieron en Getafe. En aquel momento la gente de las ciudades de alrededor se venía a Madrid a trabajar, porque era donde se cocía todo. Por eso mi padre, con 16 años, se vino a vivir a Getafe, hizo carrera como mecánico y formó allí la familia.

¿Y cómo fue tu infancia en Getafe?

Fue una como la de cualquier niño de la época, jugando todo el día en la calle. Colegio, fútbol, fútbol, colegio… En aquella época era lo que teníamos. Ya sabes que no había nada de PlayStation o cosas por el estilo. Entonces lo que había era fútbol, canicas, peonza y cualquier cosa que se pudiera jugar en la calle. Es verdad que para jugar igual no teníamos las instalaciones que tienen ahora pero a nosotros cualquier explanada nos servía. Plantábamos dos piedras en cualquier lugar y con eso nos poníamos a jugar al fútbol.

Es ya un tópico lo que te voy a decir, pero esa manera de acercarse al fútbol se ha perdido. ¿Lo ves así?

Sí, se ha perdido, evidentemente. Pero es así porque todo evoluciona. La diferencia es que ahora hay césped artificial y nosotros jugábamos en descampados de tierra. Lo único que no cambia es que para jugar al fútbol tienes que nacer con algún don. Tienes que llevar algo dentro. Luego esa habilidad la puedes perfeccionar en un campo de hierba o en un descampado, pero la diferencia que te daba la calle es que jugabas a todas horas. Jugábamos todos los días y ahí el que tenía condiciones naturales iba madurando.

De niño no jugabas en el Getafe, lo hacías en otro equipo de la ciudad. He leído que era un equipo pequeño pero que plantaba cara incluso a los grandes de Madrid. ¿Cómo era aquello?

Yo estaba en el Getafe Sport, que no tenía nada que ver con el Geta. De normal jugábamos la liga interna de Getafe, pero después íbamos al torneo Príncipe de Asturias. Era un campeonato que se jugaba en los campos de la Federación en Cotorruelo, en Usera, y siempre participaban los mejores. Iban el Madrid, el Atlético, el Rayo y otros equipos de la comunidad. Pero el caso es que nosotros lo hicimos muy bien. Un año nos eliminaron en semifinales y al otro llegamos a la final. Fue en ese torneo dónde me vio el Madrid y me fichó.

Yo tendría once o doce años y primero me quiso firmar el Rayo pero en el equipo no me dijeron nada. También me querían el Madrid y Atlético, pero al año siguiente el Madrid se interesó y fue directamente a hablar con mi padre.

¿Fue mucho shock fichar por el Madrid?

Aquello fue curioso y te da idea de cómo funcionaban las canteras. Cuando el Madrid habló con mi padre yo pensaba que ya estaba fichado, pero cuando llegué a la Ciudad Deportiva veo que me juntan con montones de niños. Y cada día echaban a muchos de ellos y llegaban otros nuevos. Vamos, que llegué creyendo que me habían fichado y en realidad estaba pasando una prueba como todos los demás. Allí si no te decían nada tenías que presentarte al día siguiente y así hasta que se iba reduciendo la criba y formaban los 25 jugadores del Infantil B. Eso fue con 13 años.

¿Cómo lo vive esa vorágine un niño?

Pues imagina toda aquella cantidad de chavales, que nos metían en unos vestuarios enormes… Lo que hacían era ponernos a jugar partiditos en campos de arena. Son momentos que no se te olvidan, aunque entonces no eras consciente de lo difícil que era superar aquellas pruebas ¡Y además parecía que cogían los jugadores al peso! Todos los que elegían eran niños ya muy desarrollados para su edad, grandotes. Y luego estaba yo, que era más fino pero cuando tenía el balón jugaba. Mi padre se ponía al lado de padres con hijos más creciditos y pensaba «qué mal está la cosa…», pero poco a poco las fuerzas se iban nivelando.

¿Cómo compaginas todo aquello con los estudios?

Ahora, con perspectiva te digo que era duro. Tenía que pedir permiso en el colegio todos los días para salir quince o veinte minutos antes porque no me daba tiempo a llegar a los entrenamientos. Resulta que mi padre no me podía llevar por su trabajo y tenía que coger un autobús que me llevaba desde Getafe hasta Plaza Elíptica y de ahí hacer transbordo en el metro hasta Begoña para llegar a la antigua Ciudad Deportiva. De sur a norte de Madrid. Entrenábamos 4 o 5 días a la semana y casi a las siete de la tarde… Recuerdo el frío que hacía en la Ciudad Deportiva, con ese aire que baja desde la sierra, los charcos congelados, la arena… Y después de terminar llegar corriendo para no perder el bus y volver a casa sobre las once de la noche. Era duro, pero tenías esa ilusión y podías con todo.

He leído que cuando haces click en la cantera del Madrid es durante un torneo en Italia.

Sí. Ese mismo año, después de pasar ese corte inicial de jugadores, nos llevaron a jugar un torneo de verano en Italia. Recuerdo que era en Sicilia y salí mejor jugador y máximo goleador del torneo contra equipos como la Roma, la Sampdoria… Clubes ya de mucha seriedad, del nivel del Madrid. Además recuerdo que la vuelta a casa fue tremenda. Fue mi padre a buscarme a Barajas con la furgoneta del taller, con todos mis primos dentro y yo con mis dos trofeos.

Llegas al Madrid Deportivo en Segunda B y se vuelve a repetir algo recurrente en tu carrera: eres de los más jóvenes del equipo. ¿Ibas siempre avanzado a la categoría que te correspondía por edad?

Yo siempre iba un año por encima de lo que me tocaba como jugador. Siempre me he enfrentado a gente mucho más veterana, más hecha que yo. Debuté con dieciséis años en el Castilla que estaba en Segunda División y después en el primer equipo con dieciocho. Pero es que incluso en juveniles o en infantiles siempre me tocaba jugar contra rivales más grandes que yo.

¿Qué entrenadores tuviste en aquella época de formación? ¿Cómo era la relación entonces del primer equipo con la cantera?

Estuve con muchos. Con Rafa López, con Jiménez, con Del Bosque, con García Remón, con Benítez durante un mes… Después con Camacho y Di Stefano, que me hacen debutar en el primer equipo. Por ejemplo Vicente me conocía mucho, como al resto de canteranos, e incluso montaba sesiones específicas para delanteros. Algo que era muy raro para la época. Allí estábamos los delanteros con mayor proyección como Ismael Urzaiz, Toril o Aguilà, que llegó a Primera con el Logroñés. Nos juntaba Del Bosque y hacíamos ejercicios específicos para delanteros como controles o remates. No era tan habitual en aquella época.

¿Te fijabas ya por entonces en algún nueve?

Hombre, a mi siempre me ha gustado mucho Marco Van Basten porque era un delantero muy completo. Después, de los que estaban en el Madrid, tanto Hugo Sánchez como Butragueño eran los referentes para todos. Entrenar con ellos y tenerlos de compañeros era un lujo. Por cierto, Hugo fue mi primer compañero de habitación.

Buen debut, entonces. Subir al primer equipo y de repente compartir cuarto con un tipo del carácter de Hugo…

Hugo era un crack en el campo, pero después en el trato diario yo hablaba más con Míchel, Butragueño o con Sanchís. También con Sebastián Losada, porque eran los nacionales de la plantilla y muchos habían sido también canteranos. Había más afinidad..

En aquella época se empieza a hablar de ti como el sucesor del Buitre ¿Cómo se lleva la presión de sustituir a un futbolista mítico?

Claro, nos buscaban la comparación porque yo estaba subiendo desde la cantera y él era el delantero emblemático de la cantera. A mi me tocó vivir esa comparación durante cuatro años y después me fui al Betis pero luego sucedió lo mismo con Raúl.

El mismo día de tu debut, Valdano, que estaba de comentarista en la tele, destaca de ti tu salto y tu juego de cabeza. ¿Eso lo tuviste desde pequeño?

Hombre, yo no era Ismael Urzaiz, que además de ser mucho más alto iba espectacular por arriba. Pero me defendía muy bien de cabeza. Primero porque siempre he tenido buenos compañeros para ayudarme con los centros, pero también porque siempre fue capaz de coordinar muy bien el salto. Después tenía colocación y anticipación. Todos los defensas eran más altos y más grandes que yo, pero ganaba porque intuía donde podía ir el balón en el área.

Es la época de las dos ligas perdidas en Tenerife, de la eliminación en Europa contra el Odense, pero al mismo tiempo vas despuntando…¿Cómo recuerdas aquellos primeros años?

Fueron años muy bonitos. Primero por empezar a jugar en el Real Madrid y salir a hacerlo en el Bernabéu. Empecé a vivir todo lo que conllevaba ser un futbolista de Primera y además volverme una persona conocida por jugar en el Madrid. Pero te vas acostumbrando. Todo aquello lo vas asimilando con el tiempo y sin darte cuenta. Eres muy joven y todo va saliendo de manera natural.

Háblame de la primera liga que perdéis en Tenerife. Aquello es un batacazo sonado. ¿Cómo lo viven desde dentro jugadores como los del Madrid con la presión que soportan?

La presión en el Madrid la tienes desde el primer día. Es un equipo muy exigente porque hay que salir siempre a ganar. Yo recuerdo que no solo era cuando perdías un partido, es que empatábamos y aquello era un drama. Y esto no es un tema que ocurra desde el primer equipo, ya empiezas a vivirlo desde que entras a la cantera. Cualquier jugador que llega al Madrid sabe que tiene la obligación de ganar y además de hacerlo bien. Al final estabas pasando un examen constantemente y tenías muchísima presión. Primero por la competición en sí y luego por los medios, el periodista que te da palos cuando no ganas…

Yo miro las cantidades que se le pagan hoy a los jugadores y lo veo bien porque nadie sabe la presión que conlleva estar ahí, lo mucho que tienes que cuidarte y de dedicarte 24 horas al club, los viajes…Son 15 o 20 años de tu vida, sin apenas vacaciones, dedicados a la misma cosa. Hay jugadores que son unos caras, que no se cuidan o andan todo el día a comprar coches pero la mayoría no. Y además hoy se juegan muchos más partidos así que lo tienen bien ganado.

En aquella época sucede algo muy recordado: tu triunfo en la selección olímpica.

Bueno, fíjate que ahora voy a cobrar todavía de aquello… Resulta que La Caixa nos daba un plan vitalicio por ganar la medalla de oro y estoy ahora con ello a ver si me lo pagan.

Espera, ¿cómo es eso de La Caixa?

Sí, sí. A los medallistas que habían ganado el oro les daban premios. Pon que a Fermín Cacho le dieran 25 millones de pesetas y a nosotros nos daban un premio distinto, por ser un grupo, que era un plan vitalicio. Una especie de pensión que podías empezar a cobrar a partir de que cumplieras cincuenta años. Es decir, que ahora estoy mirando para cobrar esos diez millones de pesetas. 60.000 euros, pero bueno oye.

¿Cómo viviste la experiencia olímpica?

Pues la vivimos poco, porque no estábamos en la Villa Olímpica sino en un hotel en Valencia. Estábamos en mitad de una ciudad que además no era la olímpica. Después hubo muchos problemas porque la Federación no confiaba nada en nosotros. Por ejemplo, el hotel no era el típico sitio apartado donde se suelen hacer las concentraciones. No teníamos sitio para pasear, tipo un monte o una playa.

Lo de la Federación llegó a tal punto que no pudimos tener una foto oficial y nos tuvimos que hacer nosotros una en la puerta del hotel. No llegamos a un acuerdo con las primas, en fin. Por otro lado, no querían que fuésemos a la inauguración de los Juegos porque al día siguiente jugábamos en Valencia. Todo muy rocambolesco, pero al final salió bien. La clave fue que aunque éramos gente joven todos estábamos ya consagrados en Primera.

Sobre la 92-93 comienzas a contar también para Javier Clemente en la absoluta. ¿Cómo era él?

Pues Javi era un tío muy campechano. Sobre todo muy cercano con el futbolista y que siempre le tenías de amigo. Yo tuve la suerte de jugar con él también en el Betis y lo mismo, lo que pasaba es que se llevaba a matar con los medios. Le gustaba llegar a las ruedas de prensa y contestar a la mínima que le tiraban. No se cortaba ni un pelo. Tenía mucha personalidad y si tenía que asumir los fracasos los asumía para proteger al jugador.

En la siguiente temporada, sufres tu primera lesión grave y te llega en un momento en el que volabas y te pierdes el Mundial de Estados Unidos. ¿Cómo se aguanta mentalmente en esos momentos?

Una pena porque ya estaba jugando de titular y tuve la mala suerte de romperme la rodilla en el Camp Nou, en aquel partido del 5-0. Por suerte salí adelante y en el club se portaron muy bien conmigo. Tenía 21 años y ahí el Madrid, a través de Ramón Mendoza, se portó fenomenal porque me renovaron por tres años sabiendo que me había roto. Fue un detalle por su parte, porque ahí nunca sabes lo que te va a pasar o cómo vas a salir de la operación. Imagina que muchos jugadores tienen que abandonar por lesiones como la que yo tuve.

Es innegable que te marca. Te pila en el mejor momento, eres joven y estás en lo más alto. Pero bueno… Siempre pienso que podría haber tenido mejores números si no llega a ser por ciertas lesiones, podría haber hecho más goles, tenido más internacionalidades, podría haber jugado el Mundial de Estados Unidos… Pero al fin y al cabo no me puedo quejar. Digamos que pude hacer mis pinitos en el mundo del fútbol.

A continuación llega el paso que marca tu carrera y te vas al Betis ¿Te dolió siendo un chico de la casa?

Claro, imagina que llevaba desde los trece años en el Real Madrid y además siendo de aquí. Había algún jugador que se iba a otro país pero para mi, marcharme a otra ciudad ya era la leche. Era muy joven y me tuve que ir de mi casa pero en Sevilla me recibieron muy bien desde el principio. Mi novia, que hoy en día es mi mujer, se vino conmigo.

Fuiste el jugador más caro de la época…

Lopera nos fichó a mi hermano Iván, a mi y a Valerio, un portero del Madrid, en un momento en el que el Madrid estaba muy mal económicamente. Entonces costamos unos 1700 millones de pesetas entre los tres aunque yo era el fichaje principal.

¿Cómo era Manuel Ruiz de Lopera?

A ver, Lopera era todo un personaje. Él llevaba el club a su manera, un poco, digamos a la antigua usanza. Con modos que hoy en día es impensable ver, como estamos viendo en algunos documentales. Lopera era todo. Los chistes que contaba, las concentraciones, la manera que tenía de negociar los contratos… Y yo, por suerte, salí bien parado dentro de lo que cabe con el dinero porque no todos los jugadores acababan bien. Por ejemplo, con el tema de los derechos de imagen te quitaba dinero y cosas así. Muchos habían salido a tiros con él pero yo acabé más o menos bien. Eso sí, la relación era de amor-odio, en plan padre e hijo que se llevan muchas veces bien y muchas mal.

¿Bajaba mucho a los entrenamientos?

Lopera no era tanto de los entrenamientos como de dejarse caer por los hoteles. Le gustaba bajar al hotel, darnos una charla de las suyas y ofrecernos una prima. Siempre. Las charlas eran para haberlas grabado porque la verdad es que el hombre, dentro de todo, era muy gracioso.

¿Con quién te entendías mejor en el Betis? ¿Te las ponía mejor Finidi o Jarni?

Los dos eran muy buenos. Fíjate que el año en el que más goles metí, 25, estaban estos dos en las bandas. Eran determinantes, sobre todo en los centros y eso para un delantero era oro. Además yo como jugaba de mediapunta me aprovechaba mucho de los movimientos de la gente que jugaba más arriba como Oli, Pier o Pepe Gálvez, para entrar en segunda línea y rematar los centros de Finidi y Jarni.

Mucha gente pensaba que aquel Betis vuestro estaba para haber levantado algún título ¿Cómo fue la Copa que perdéis contra el Barcelona?

Bueno… aquella final se perdió simplemente porque el Barcelona era mucho mejor que nosotros. Teníamos un buen equipo y así llegamos a aquella final, pero el Barça con Figo, con Rivaldo, Luis Enrique, Guardiola… En un partido puede pasar de todo pero era muy difícil ganarles. Acabó 3-2 y creo que fue mi mejor partido como profesional. Llegamos a la prórroga.

Ese año, de febrero a abril, marcas 18 goles en todas las competiciones. Para un segundo delantero es una barbaridad. ¿Qué se siente en ese estado de forma?

Acabé ese año con 25 goles en la Liga, detrás de Ronaldo. De hecho, yo estuve a 3 goles de él en alguna jornada y Ronaldo empezó a tirar también los penaltis porque veía que le podía quitar el Pichichi.

Con el Betis vives el descenso a Segunda a pesar de tener un buen equipo ¿Cómo fue el descenso con Griguol?

Pues simplemente piensas que no vas a bajar, te confías y te das cuenta tarde de la situación. Si te digo la verdad fue algo extrañísimo, porque hubo partidos que debíamos haber ganado y los perdimos de manera inexplicable. ¿Cómo puede ser que hayamos perdido o empatado? Pues pasó. En las últimas diez jornadas no ganábamos a nadie y nos fuimos metiendo cada vez más abajo. Es verdad que luego estuvo el famoso partido en el que dicen que el Sevilla se dejó perder contra el Oviedo para perjudicarnos, pero la verdad es que nos metimos solitos en la boca del lobo.

¿Sales al campo con muchos nervios en esas situaciones? ¿Cómo se sobrelleva?

Se nota muchísimo. Yo lo veía en muchos compañeros. Plantarte en el Villamarín sabiendo que tienes que ganar, con la soga al cuello, no es fácil. La situación era bastante tensa.

Te vas a Barcelona ¿Por qué no funcionó aquello?

Lo primero fue que Serra Ferrar no confió en mi y mira que me había tenido en el Betis. Era él el que me había llevado al Barça pero no estuve bien. Después tuve muchos problemas en los isquiotibiales que no me dejaban esprintar bien y además tenía mucha competencia con los Kluivert, Rivaldo, Overmars, Dani… Estuve un año y medio y el otro medio preferí salir cedido al Olympique de Marsella.

El Barcelona os apartó a Dani, a ti, a Riquelme…

Sí. A ellos a Bonano y a Dani y a mí. Yo llegué a un acuerdo con el Barça y me marché, pero la mayoría de compañeros no acabaron muy bien. Que club como el Barcelona te aparte deja mucho que desear. Porque puedes decidir que no cuentas con un jugador, pero apartarlo del equipo es muy fuerte. Al final es una forma de presionarte para que renuncies, para que te vayas. Si firmas un contrato lo tienes que cumplir o si no llegar a un acuerdo.

En Marsella coincides con el mítico Bernard Tapie. ¿Cómo fue tu época en un equipo tan peculiar?

Yo tuve a Bernard Tapie y era otro personaje. Era un tipo muy querido en Marsella porque había sido el presidente que les llevó la Champions, pero hacía cosas que en España eran impensables. Por ejemplo, pasa un día al vestuario y me dice: «¿Alfonso, con quién quieres jugar arriba?» ¡Me dejaba escoger al compañero! Una cosa… O de estar dando una charla en el vestuario y protestar porque la barrera no se colocaba de determinada manera. Corregía la posición y el entrenador que estuviese tenía que hacerle caso.

Después lo que me sorprendió mucho fue la gran afición que tenían detrás. Íbamos a cualquier campo de Francia y se desplazaban mil tíos allí.

Te tocó jugar el derbi contra el PSG. ¿Es tan caliente como parece?

Mucho. Nos hicieron una encerrona llegando a París… No sé por qué calle nos metió el conductor que aparecieron los ultras y nos destrozaron el autobús. Los ultras del PSG nos cortaron dos calles, nos dejaron en medio y empezaron a apedrear el autocar. Es verdad que en España también había ultras, que estaba de moda entonces e igual te caía alguna piedra, pero no hasta el punto de cortarte una calle de esa manera.

Regresas al Betis ya en un rol de veterano. ¿Cómo lo viviste?

No tenía ya tanta confianza de entrenador, de Serra y de Víctor Fernández, porque también había compañeros más jóvenes que yo. Era otra etapa y aunque me hubiese gustado jugar un poco más fueron tres años más en mi carrera. No me gustó, eso sí, la manera cómo termino aquello. Acabé el contrato, estaba ya cansado del fútbol y ni siquiera anuncié que me iba a retirar. Simplemente dejé pasar el tiempo y salió así. Fue una pena porque en otras circunstancias habría tenido mi homenaje.

Sin embargo, en ese Betis y ya al final de tu carrera, consigues la Copa.

Me hubiese gustado jugar aquella final pero la verdad es que venía de una lesión y no tenía el mismo ritmo que los demás. Serra Ferrer no me convocó aunque yo creo que estaba para haber salido al menos durante un rato. Me tuve que conformar con estar allí y celebrarlo después con todos mis compañeros porque también había contribuido a ganar aquella Copa.

Ahora que comentas lo de la longevidad ¿Cómo llevabais temas de nutrición o cuidados antes?

Pues entonces dependía más de cada uno, no había métodos tan avanzados como hay ahora. Por suerte tenía a mi mujer que cocinaba estupendamente y siempre comíamos bien. No comía pizza o hamburguesas, por ponerte un ejemplo. Pero tenía compañeros que estaban solteros y quizá comían de restaurante todos los días pero cuando se quedaban solos no se alimentaban como es debido.

Después cuando ya tienes niños todo cambia. No descansas igual con tu hijo llorando, teniendo que darle el biberón y sabiendo que al día siguiente tienes que ir a entrenar. Ahora, como los futbolistas tienen casas gigantes, puedes dormir hasta en una habitación a kilómetros de tu hijo (bromea).

¿Había demasiada fiesta en algún vestuario de los que estuviste?

Hombre, creo que de vez en cuando también es bueno que los jugadores salgan y se despejen un poco de toda la presión que tienen. El tema es que hoy, en muchas ocasiones juegan muchos partidos, incluso de domingo a miércoles y se hace muy complicado salir. No puedes llegar un día de jugar en no sé donde y salir de marcha en lugar de descansar. No puedes estar jugándote el descenso y andar de copas.

Bueno, Romario siempre decía eso, que él necesitaba salir. Pero Romario, claro, era una persona que no bebía. Lo que no puede ser es que te tires hasta las seis de la mañana bailando cuando al día siguiente tienes que ir a entrenar. Hay que saber cuando se hacen esas cosas.

Por terminar un poco con tu carrera en la selección, tienes que contarnos aquel gol a Yugoslavia en la Eurocopa 2000. No te imaginas lo que lo cantamos los de mi generación, los que ahora somos cuarentones. ¿Qué recuerdo tienes de ese momento?

Yo creo que entonces la gente no estaba acostumbrada a que la selección pasara a la siguiente fase. Pero se juntó todo ahí. La emoción, el escenario, la adrenalina de tener que ganar y marcar un gol en el descuento… Todavía hay mucha gente que me lo recuerda al nivel de las botas blancas o mi paso por el Betis. El gol a Yugoslavia es algo que siempre voy a tener ahí. Fue una alegría inmensa aunque luego no nos sirviera de mucho.

¿Cómo surgió lo de las botas blancas?

Pues para empezar había periodistas que me dieron caña por llevarlas. Lo típico de este país, que haces algo diferente y te critican hasta que todo el mundo se acostumbra. Las botas blancas surgieron de una apuesta con Jesús Martínez, que entonces era el director de marketing de Joma. Me las enseñó y le dije que si me pagaba una comida me las ponía y lo que empezó de broma acabó siendo un bombazo. Fue un antes y un después para la marca, un hito.

Yo siempre he llevado Joma desde los 18 años hasta mi retirada y no tengo más relación con ellos además de la personal, pero la gente sigue creyendo que sí por el vínculo tan fuerte que creamos con las botas blancas.

La última. Un amigo bético me mata si no te pregunto por el regate a Bogarde porque no hay bético que no recuerde esa jugada. ¿Cómo fue?

Pues fue un regate un poquito espectacular, sobre todo por como cayó Bogarde al suelo. Un tío enorme como Bogarde y es que además fue gol y nosotros estábamos con diez… Se ve como cae como a cámara lenta un jugador tan grande, dentro del área y además gol. Por eso fue tan llamativo.

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  4. «Llegas al Madrid Deportivo en segunda B» ¿En serio? ¿Tanto cuesta documentarse un poquito para saber que jamás ha existido el Madrid Deportivo y menos en 2ª B?. Nivelazo, Sergio, nivelazo.

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