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Roberto Solozábal: «En España no nos gusta el deporte, nos gusta ganar»

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Tenía quince años cuando engañó a sus padres para marcharse a Lyon y ver a su Atlético de Madrid en una final de la Recopa que los suyos acabaron perdiendo ante un legendario Dinamo de Kiev. Las cosas cambiaron cuando él debutó en una primera plantilla con la que logró una Liga y tres Copas del Rey. Capitán del legendario equipo que levantó el doblete, campeón olímpico en Barcelona ’92 y ejemplo de liderazgo en todos los vestuarios por los que ha pasado, el que fuera central rojiblanco se mantiene ahora alejado del mundo del fútbol y centra sus esfuerzos en terminar carreras que otros tan solo soñamos como Ironman o Titan Desert.

Dos mensajes. Media hora es suficiente para que acepte nuestra propuesta de entrevista. Quedamos con él en su casa en Las Rozas, nos recibe junto a su perra y nos lleva a una terraza espectacular repleta de plantas, decorada con muy buen gusto por su mujer. Lo primero que sorprende al ver a Roberto Solozábal (Madrid, 1969) es que se mantiene en un gran estado físico e incluso parece más delgado que cuando jugaba al fútbol.

Es tranquilo, sosegado, educado y directo. Mientras otros llegaban con Porches a los entrenamientos él lo hacía con un Seat Ibiza que acabó en manos de su primo. Porque hablar con Roberto Solozábal es hacerlo con un tío alejado de las ostentaciones, del qué dirán y la pose. Tener la oportunidad de hablar con él es hacerlo con una persona de verdad.

Me ha sorprendido la facilidad que he encontrado para poder entrevistarte. No es muy habitual.

¿La verdad? Llevo una vida bastante tranquila y me ha venido muy bien que vengáis a mi casa. Por ejemplo, a mí me encanta todo el tema de los podcast, y cuando alguien me dice que si me apetece ir a alguno, siempre respondo lo mismo: videollamada o te vienes a casa, pues irme a Madrid y desplazarme desde aquí es complicado. Luego, el otro tema es que me gusta vuestra publicación. El motivo principal es ese: me gustan las entrevistas que hacéis. Son largas, dejáis explayarse a los protagonistas y os conozco. Es una revista que leo siempre y me fijo en las entrevistas, no sólo de futbolistas, sino de cualquier tema.

Tú eres un auténtico aficionado desde la cuna.

No sé si tendrá algo que ver, pero yo vivía en la calle Jacinto Verdaguer, muy cerca del Vicente Calderón. De hecho, cada vez que había un gol, retumbaban los cristales y tronaba toda la casa. Tengo muy mala memoria, pero no me olvido ver una portada siendo un niño de apenas cinco años en la que ponía «El Atlético de Madrid, campeón del mundo» después de que el equipo ganara la Copa Intercontinental. Ese es mi primer recuerdo de ser del Atleti.

Luego, pasó el tiempo y hasta los catorce años que empecé a jugar en las categorías inferiores no iba habitualmente al campo a ver los partidos. Sin embargo, sí que recuerdo un Atlético Madrileño – Logroñés que se jugó una mañana en el Vicente Calderón. Yo era muy jovencito, tendría siete u ocho años y me llevó mi padre porque él era de la Rioja.

Al poco de entrar en la cantera, el primer equipo juega la final de la Recopa ante el Dinamo de Kiev y te vas a Lyon.

Yo era muy aficionado, con esa edad debería estar en los juveniles del club y quise ir al partido. En mi clase éramos muy pocos del Atleti, ninguno pudo venir y como yo era menor de edad y no quería que mis padres se preocuparan, les expliqué que me iba con un grupo de amigos del colegio, pero era mentira. Compré una entrada no recuerdo a quién, fui con una peña de Boadilla, dado que yo vivía allí en esa época, y me fui solo a Lyon.

En el viaje me lo pasé muy bien, aunque fue una paliza dado que fueron diecisiete horas. Durante la ida, fue muy bien con la emoción de ir a jugar la final, y en Lyon también lo pasamos genial, aunque recuerdo que teníamos entrada en un fondo y se veía horrible. Lo más duro fue la vuelta, pues al cansancio acumulado de tantas horas hay que sumar la derrota. Fue una experiencia.

En la previa a la final, el técnico Luis Aragonés se quedó viendo el último entrenamiento del Dinamo de Kiev junto a algunos jugadores y alucinó. Incluso les pidió que no hablaran con el resto de lo que habían visto para no bajar la moral.

Aquel Dinamo de Kiev era un equipo muy bueno, la base de la selección de la URSS con varios internacionales. Yo ahora monto mucho en bici, lo que te da mucho tiempo para pensar, y un día me vino esta frase: «El fútbol es el deporte que más premia el error». Y esta es una de las grandezas del fútbol, pues si tu ejecutas mal una acción técnica, puede acabar en gol.

El tanto que anotó Antoine Griezmann ante el Celta de Vigo cuando pretendía asistir a Álvaro Morata hace unas semanas es el mejor ejemplo, pues si ejecutas bien la acción técnica el portero la ha sabido leer, la para y no pasa nada. Es muy raro, y en el fútbol ocurre muchísimas veces, ya no sólo eso, sino rebotes o malas acciones que producen un gol, algo tan importante en un deporte como este, que tiene un tanteo pequeño.

Por eso, muchas veces ocurre que un equipo inferior gana a otro de un nivel superior, algo que en otros deportes es muy difícil que suceda. Pasó, por ejemplo, cuando Grecia ganó la Eurocopa. En el baloncesto, que un equipo tan inferior gane un campeonato es imposible, pero el fútbol premia muchísimo el error y yo entiendo que aunque Luis Aragonés opinara que el Dinamo de Kiev era muy superior, también pensara «alguna tendremos».

Si mal no recuerdo, en ese partido nos pegan un baño impresionante en la primera parte, pero se llegó con 1-0 al descanso, y yo siempre digo que mientras estés a un gol, siempre hay posibilidades. Eso es parte de la grandeza del fútbol.

¿Estuviste en Lyon en la final de Europa League en 2018 ante el Olympique de Marsella?

Sí, el club nos invitó y estuve. Pero fíjate cuando hablo de mala memoria que ahora me viene a la cabeza otra ocasión en la que, ya retirado, también nos invitaron a ver un Chelsea – Atlético de Madrid hace unos años en Stamford Bridge. A la vuelta, mi madre me preguntaba qué recuerdos tenía del campo después de haber estado allí con el Real Betis una vez que fuimos allí a jugar y no me acordaba.

¿Veías mucho fútbol en aquellos años de niño?

No. Además, en aquella época no daban tanto fútbol como ahora. Veía fútbol, pero no era obseso. Recuerdo que después de ganarnos a nosotros aquella final de la Recopa de Europa, el Dinamo de Kiev vino a jugar el Trofeo Santiago Bernabéu un verano y también ganó al Real Madrid.

Aquella temporada 1985/1986 en que el equipo pierde esa final, acaba con el Mundial de México y la consagración de Diego Maradona…

Me vienen imágenes de ver ese Mundial en una televisión pequeña en casa de mis padres, porque todavía vivía allí, pero no lo recuerdo nítidamente. Luego me enfrenté con él en su segunda etapa en España, cuando jugaba en el Sevilla, pero ya era otro Maradona.

¿No has sido muy mitómano, de guardar objetos durante tu carrera?

Te puedo contar que la medalla de oro que yo gané en los Juegos Olímpicos de Barcelona, ahora está en el museo del Atlético de Madrid, pero durante años la tuve despistada. Cuando la gané,  vivía con mis padres y la guardamos en un cajón. Un par de años después me fui a vivir solo y cuando pasó el tiempo me llamaron para ver si me importaba donar algo y les ofrecí la medalla.

Me puse a buscarla por mi casa, llamé a mi madre porque no estaba y ella al vivir en una casa grande tampoco la encontraba, por lo que ahí lo dejamos. Meses después, me llamó ella para decirme que la había encontrado.

¿Y las camisetas?

He ido guardando. Tengo un amigo íntimo, Josema, al que todos conocen como el Chino, que es dos o tres años mayor que yo, empezó viéndome de juveniles y todas mis camisetas se las iba dando a él. Mis hijos ahora tienen veinte años y hace cinco o seis sí que le pedí: «Chino, voy a recuperar las camisetas, que me gustaría que las tuvieran ellos». Él había regalado ya algunas a amiguetes y eso (risas), pero tengo bastantes de las que me guardó él.

¿Tampoco conservas las medallas de las carreras que has hecho después de retirarte?

Sí, las tengo guardadas, pero fíjate que ahora me arrepiento porque yo gané una carrera muy chula, que es la Madrid-Lisboa en dúo y le regalé el trofeo a unos chicos que vinieron a hacernos la asistencia y ahora me arrepiento (risas). Mi forma de ver la vida es: «tengo una medalla de oro, pero sobre todo, gané una medalla de oro». A mí, las cosas materiales… soy más de vivir la experiencia.

Sólo presumo de haber acabado una carrera de bicis, porque es una heroicidad. Es el IronBike, que no la conoce prácticamente nadie, es casi una carrera de aventuras y sólo te regalan una camiseta súper cutre con una rana en medio, que sí la tengo guardada.

¿Cómo es tu llegada a la cantera del Atlético de Madrid?

Mi tío es José María Mendiondo, que también fue futbolista del Atlético de Madrid. Él es primo de mi madre, tenía contactos y gracias a él tuve la oportunidad de probar en el club. No fue una prueba en sí, sino que disputé un partido, ellos vieron que era bueno y me dijeron que me quedaba en el Infantil B.

Sin embargo, a mi tío no le debió sentar bien, quería que yo estuviera en el A y me llevó a entrenar durante una semana en el Real Madrid, donde también tenía algún conocido. Yo no era el hombre más feliz del mundo, pero allí que fui. En esos días, mi tío debió hablar nuevamente con el Atlético de Madrid y comentarles: «Oye, está en el Real Madrid, si no le dejáis en el A, se queda allí». Y finalmente lo hicieron. A veces la vida tiene esas cosas. Si llega a haber alguien que dice que no, quién sabe si hubiera acabado jugando en el Real Madrid.

En ese Infantil A comienzo jugando de delantero, igual porque no había hueco, y como nos ha pasado a muchos jugadores, cuando vas subiendo de categoría, paulatinamente te vas posicionando en zonas más retrasadas. De este modo, en Juveniles ya era defensa, estuve un año en esta categoría y me marché a Estados Unidos porque mis padres habían decidido que yo estudiara un año, en segundo de BUP. Allí juego, pero a otro nivel.

¿Cómo te lo tomas cuando tus padres te dicen que te vas un año fuera? ¿No tuviste miedo a un frenazo?

Era una cosa normal. Mis hermanos ya habían ido y yo ya lo sabía desde que era pequeño. No es que me hiciera especialmente gracia, pero es algo por lo que tuve que pasar. De cualquier modo, no es que sea lo más sorprendente de mi carrera, pero es cierto que yo también pienso que el que es bueno, da igual que tenga un parón a esas edades.

Es como si dices: «Ha estado fuera seis meses por una apendicitis». El jugador que es bueno, aunque esté un año parado, y más si no es por una lesión, yo creo que puede volver. Es cierto que los trenes pasan, pero tuve la suerte de que el Atlético de Madrid me reincorporó cuando volví. Además, cuando retorno a los Juveniles, ahí empiezo a ir con la selección, algo que no había pasado en Infantiles.

Mi deseo desde pequeño era ser futbolista profesional, pero siempre he tenido el pensamiento y la madurez pese a la edad, para saber que era muy complicado. Seguía intentándolo y es verdad que cada vez veía el premio más cerca, pero sin ninguna pretensión. Sin embargo, una de las alegrías más grandes que me he llevado es cuando recibo la carta del Atlético de Madrid para comunicarme que iba a estar en el Juvenil A.

Recuerdo perfectamente donde estaba en ese momento. Era verano, supongo que el mes de julio, y me encontraba en la casa de mis padres, porque antes esas notificaciones te llegaban por correo y estabas ahí esperando una carta, como los Reyes Magos. «El Atlético de Madrid le comunica que usted ha sido elegido para formar parte de la plantilla del Juvenil A». Fue una de las mayores alegrías de mi vida, quizá porque también ahí tenía más dudas. Acababa de volver de Estados Unidos, tal vez no destacaba tanto y no lo tenía claro.

Desde pequeño te ha gustado el fútbol y has sido muy del Atlético de Madrid. Sin embargo, te retiras pronto. ¿Te decepcionó la idealización que habías hecho del fútbol?

Creo que eso nos pasa a todos con todo. Luego lo he analizado y creo que me hubiera retirado joven sí o sí, pues yo tengo muchas inquietudes y aunque el fútbol está muy bien, trabajas en una cosa en la que no tienes tiempo libre para ti. A mí, lo que menos me gustaba del fútbol, sinceramente, era que tenía muy poco tiempo. Cuando tenía dos días libres era como un festival, porque no era lo habitual.

Y es verdad que, no sólo en el fútbol, la gente ve únicamente lo bueno. Siempre valoro lo duro que tiene que ser para Rafa Nadal, pues a todos nos gusta que es el número uno del mundo, que llega a todas las finales… pero para mí, los que disfrutan un poco de la vida son otros jugadores. Cuando llegas a la final de todos los torneos de tenis, no tienes ni un día tranquilo, pues estás con la tensión del partido, de ganar.

Sin embargo, si te eliminan en semifinales, quizá tienes un par de días para hacer turismo o ver algo. Para el número uno, es durísimo. Eso trasládalo al fútbol. Yo sé que es una vida que todo el mundo cambiaría, pero cuando ya lo tienes es diferente.

A eso, añade que yo he tenido momentos en el fútbol con Jesús Gil y Lopera que, sobre todo en el Atlético de Madrid, que era mi equipo, eran situaciones estresantes para el jugador. Y más cuando eres un jugador comprometido con tu club, con tus compañeros, siendo capitán en el Atlético de Madrid. Eso, al final, supone mucho desgaste.

En la temporada 1988/1989 logras el ascenso a Segunda División con el Atlético Madrileño de Emilio Cruz.

Esa temporada en que estamos en Segunda División B, Jesús Gil quería lograr el ascenso y decidió fichar a tropecientos jugadores entre los que había, incluso, algunos que habían debutado en Primera. En aquel equipo estaba Diego, que tenía veinte años, y después había varios futbolistas que ya eran más mayores con veinticuatro o veinticinco y vinieron de otros clubes como Roca, que ya había jugado en Primera con el Real Zaragoza, o Vivanco, que llegó del Sestao y había estado en el Athletic de Bilbao.

Vinieron muchos jugadores de mucha calidad y esas categorías. Nos jugamos el ascenso en el último partido contra el Linares y fue realmente emocionante. Además, esa misma temporada en la que yo estoy en el Madrileño, en ocasiones subía a entrenar con la primera plantilla con Ron Atkinson y Collin Addison. De hecho, incluso llegué a hacer de traductor suyo en algunas ruedas de prensa.

Era muy gracioso, porque ellos tenían un traductor hasta en el vestuario, pero él no sabía de fútbol y al final acababa traduciendo yo también las charlas porque él no sabía traducir el sentido que quería dar el entrenador.

Recuerdo también un partido de Liga en Barcelona en el que salgo a sala de prensa de traductor de Addison, un periodista preguntó una cosa, yo le traduje la cuestión al entrenador y el mismo periodista me expuso que no había dicho exactamente eso. «Ya sé que no has dicho exactamente eso, pero mi trabajo no es traducir. Si quieres ponte tú aquí y me voy, que estoy intentando ayudar» (risas).

Tiempo después supe, porque me comentaron, que esa temporada iba a debutar con el primer equipo en un partido que se jugaba en Madrid, pero finalmente no sucedió porque me tuvieron que operar de apendicitis de urgencias (marzo 1989). Por eso, finalmente no debuté hasta la temporada siguiente.

Aquel debut fue con una victoria 1-3 ante el Valencia en la primera jornada y Javier Clemente de entrenador.

Si te digo la verdad, no recuerdo haber tenido tensión, pero también es verdad que ya había jugado algunos partidos de pretemporada. Y lo mismo que luego a lo largo de mi vida ha habido días que antes del partido, independientemente de su importancia, he estado muy nervioso y otros que he estado muy tranquilo, el día antes de Valencia fue normal.

Eres titular las cinco primeras jornadas pero Javier Clemente deja de contar contigo.

Sí. Tuve un par de malos partidos en los que me puso de lateral izquierdo, otros jugadores empezaron a funcionar, yo era joven y ya me costó más entrar.

¿Cómo era tú relación con Clemente? Mirándolo desde la perspectiva del tiempo, personalmente veo en él a Brian Clough, un proto Mourinho.

Con Clemente tengo una relación estupenda. Nos tenemos un gran aprecio mutuo. Mi primera pretemporada con el primer equipo es con él y desde el primer minuto mi feeling personal es bueno. Es cierto que a él tal vez le gustara polemizar con la prensa, pero podría ser un mecanismo de defensa para que dejasen al equipo tranquilo.

Puede que, como dices tú en el caso de Mourinho, se generaba demasiado barullo alrededor del equipo e intentando ayudar no lo hacen. Eso a Javi le pasó también en la selección y nunca sabes si es bueno o malo.

Esos primeros años son complicados con tanto cambio de entrenador. ¿Cómo los recuerdas?

Desesperante. Hubo una temporada en la que no sabría decirte quiénes, pero sí recuerdo que fueron seis (1993/1994 con Jair Pereira, Heredia, Emilio Cruz, José Luis Romero, Ovejero y Jorge D’Alessandro, ndr). Cualquiera que haya jugado un poco al fútbol sabe que, con los entrenadores, a veces necesitas años para desarrollar tu proyecto. Pues imagina cambiar cada dos meses: al futbolista también lo vuelves loco, pues es muy complicado entrar en una buena dinámica.

Fueron años en los que no existía una estabilidad, y es cierto que cuando pasa esto es muy difícil rendir al cien por cien. Y es lo que nos pasaba. Mi forma de pensar es que si tengo un entrenador en el que creo, lo mismo que si creo en un jugador, porque tenga una mala racha no voy a dejar de hacerlo.

También son los años, primero de la Quinta del Buitre y luego del Dream Team. Rivales complicados.

Esta mañana lo pensaba cuando paseaba a la perra, pues ahora que tengo bici y perra tengo mucho tiempo para hacerlo. Antes, cuando era futbolista, tan solo había un equipo que tenía éxito, que era el que terminaba primero. Ahora, sin embargo, hay más clubes que logran éxitos. Y no sólo en el fútbol, pues también pasa en otros deportes. Años atrás existía esa titulitis en la que si no eras medalla de oro, o primero, parecía que no habías logrado nada.

Recuerdo hacer grandes temporadas con el Atlético de Madrid e ir segundos. Con Clemente, no hablo a nivel futbolístico, sino de resultados, sucedió esto. Hubo un año en el que fuimos segundos por detrás del mejor Barcelona a cuatro o cinco puntos durante varias jornadas, y con Luis Aragonés también hubo buenas campañas yendo segundos. Pero antes al segundo no se le valoraba.

Ahora no sucede esto: el Atlético de Madrid queda tercero y ha salvado la temporada. ¿Por qué? Porque te has clasificado para la Champions. Yo no digo que ahora sea más justo o antes fuera más injusto, pero eran otras circunstancias. Y pasa en todos los deportes.

Pasa, por ejemplo, en el ciclismo, donde los podios ya no son de tres, sino de cinco. En bicicleta de montaña, que me apasiona, se valora muchísimo acabar entre los diez primeros: «He hecho top ten». Tú, hace diez años eras top ten y sólo se veía al primero. La sociedad va aceptando, y es algo con lo que yo estoy de acuerdo, que quedar segundo o tercero también tiene mérito.

En España no nos gusta el deporte, nos gusta ganar. Y a mí, me gusta el deporte. A mí, que he estado en una Olimpiada, me encantaría que esa foto que se hace a los atletas antes de ir, se repitiera para todos a la vuelta. Hasta el que ha acabado el último ha intentado hacer todo lo posible.

¿No crees que esa mentalidad es de un competidor que ya no es profesional?

Puede ser. A mí, cuando la gente me comenta «¡Qué duro es un Ironman», yo les respondo que lo duro no es el Ironman, sino entrenarlo. Para mí, correr en bici es un placer: no tengo la tensión de ganar ni la de sponsors y compito para mí mismo. Y creo que el deportista amateur, lo que tiene que hacer es eso. Por eso yo creo que no es duro, es un placer.

Toni, Aguilera, Alfredo… en esa plantilla había varios jugadores de la misma edad. ¿Hacíais mucha piña?

Al final, pasa como sucedió en los Juegos Olímpicos. ¿Por qué, además del éxito futbolístico, la Olimpiada fue una experiencia irrepetible? Porque todos teníamos entre veintiuno y veintitrés años. En los equipos de fútbol, hay unos jugadores de treinta que ya tienen hijos, otros más mayores, más jóvenes… por eso, lo más normal es que, si en un equipo metes a ocho o diez jugadores de la misma edad, hagan piña. De hecho, todos esos que me has nombrado seguimos teniendo contacto e incluso nos vemos cuando podemos y parece que no ha pasado el tiempo.

Hubo entrenadores con los que no se tuvo paciencia…

Un entrenador que me encanta, y con el que se logró el ascenso del Madrileño antes de estar luego en el primer equipo, es Emilio Cruz. Otro entrenador con el que yo me lo pasé muy buen fue Jorge D’Alessandro. No digo que se fuera injusto con él, pero a mí me encantaba como entrenador. Fueron dos técnicos a los que yo valoraba, creo que tenían conocimientos, actitudes, personalidad para llevar un grupo y no tuvieron éxito. ¿Por qué? Porque, a veces, el fútbol es muy injusto.

Hubo situaciones terribles. Futre me comentaba que Jesús Gil despidió a Tomislav Ivic y este casi le tira una silla en la reunión.

No lo recuerdo, pero es verosímil. Con Ivic, hicimos un temporadón en el que acabamos segundos en Liga. Fue el año del récord de imbatibilidad de Abel, defensivamente éramos inexpugnables y muchos partidos los ganamos por 1-0. Pese a eso, Ivic no estuvo en la final de Copa del Rey y fue Ovejero el que se sentó en el banquillo cuando ganamos al Real Mallorca.

¿Crees que esta volatibilidad de los entrenadores influyó en que los jugadores no les tuvieran todo el respeto que deberían?

Yo, personalmente, no. Luego, lo que pasa es que hay inercias, cosas que no se ven. Yo a los entrenadores los he respetado a todos por igual aunque luego haya tenido mi opinión personal sobre cada uno. Pero si lo piensas fríamente, que existiese esa volatibilidad al entrenador le hacía perder fuerza, pues siempre piensas «otro más».

Me hablabas del famoso récord de imbatibilidad de Abel en la 1990/1991. ¿Cómo era el día a día cuando se acercaba la posibilidad?

Me viene a la cabeza, y no sé si puede ser verdad, que incluso estábamos un poco cansados. Es un récord que, en realidad, no te llevaba a ningún lado, y a veces pensabas un poco en broma: «Mejor que te metan un gol y ya se deje de hablar, porque es cansino». A nosotros nos daba igual el récord. Otra cosa es si eres el portero, pues estás encantado de lograrlo. Fue algo que tuvo mucho más ruido fuera que a nivel interno.

Cuando marca Luis Enrique en aquel 3-1 pensarías: «Por fin»…

Piensas: etapa pasada. Además, Abel ya había batido el récord.

Abel Resino, ¡vaya portero!

Sigo viéndolo mucho, pues soy presidente de la Asociación Leyendas Atlético de Madrid y él está en la junta directiva. El no haber tenido una relación más estrecha con él se debe a un tema generacional, pues tiene ocho o diez años más que yo, pero siempre ha habido un respeto profesional brutal, como debe suceder en un vestuario. Me parece un portero como la copa de un pino después de jugar mucho con él.

El día en que se bate el récord de Abel es un 0-3 ante Osasuna en el que marcas dos goles, algo poco habitual en ti.

Una alegría grande, sobre todo porque ganas el encuentro y haces un partidazo. Meter un gol es una experiencia brutal, sobre todo, cuando es decisivo. Es cierto que siempre es bonito, sobre todo para un defensa, pues nuestro trabajo es que no pasen cosas, es hacer feo el fútbol, como me pusieron en un titular. Curiosamente, un par de temporadas después marqué ante el Tenerife en el Vicente Calderón un gol casi igual que el segundo, haciendo una pared. También recuerdo marcar uno más de cabeza y en las Olimpiadas contra Egipto. No he sido muy goleador.

Esa temporada acabáis segundos por delante del Real Madrid de la Quinta, que venía de ganar cinco Ligas. En aquellos derbis saltaban chispas.

Los recuerdo como un nivel brutal de movilidad e inteligencia. Tenían mucha calidad, pero lo cierto es que yo intentaba tomarme todos los partidos con tranquilidad. Sobre el campo, siempre fui una persona muy tranquila. De hecho, siendo central tan solo me expulsaron una vez en toda mi carrera, lo que da muestra del temperamento que yo tenía. Al final, intentas mediar como puedes, pero es algo que yo no critico: hay jugadores que son más temperamentales y yo fui más tranquilo. Además, estando yo tampoco hemos tenido grandes tanganas.

Para la temporada siguiente llega Luis Aragonés.

Guardo un gran recuerdo de Luis Aragonés. Lo tuve tres veces como entrenador y mantenía una excelente relación con él. Lo que más me sorprendió de él cuando lo conocí es lo que tal vez sepa todo el mundo: además de saber mucho de fútbol, era un gran motivador. Los grandes entrenadores, bajo mi punto de vista, deben tener ese algo más como él tenía. De fútbol, saben muchos, y al final tú tienes que gestionar personas, momentos, egos, situaciones anímicas.

Una de las primeras veces en las que pensé «este tío es un crack» fue después de una derrota. Ni siquiera recuerdo qué nos explicó, pero sí cómo me llegó. Al final, todo el mundo sabe estar en la victoria y manejarse medianamente bien. Lo complicado es hacerlo en la derrota. Aquel día veníamos de perder en Brujas, estábamos alicaídos, pero él dio una charla y logró levantar al equipo. Al menos, conmigo lo logró.

Te escuché hace tiempo diciendo que él te había confesado que con el paso del tiempo, cada vez le costaba más conectar con los futbolistas.

Es algo totalmente normal. Te vas haciendo mayor y la diferencia de edad es cada vez más grande. Te pongo un ejemplo a la hora de comunicar. Hace años te ponían un video y estábamos cuarenta y cinco minutos viéndolo. Eso era malo antes porque no nos concentrábamos, pero ya no te digo ahora en una sociedad en la que ha habido tantos cambios.

Si tú pones ahora a un técnico que había entrenado en la época en la que no había teléfonos móviles, no te digo que los fuera a prohibir o no ahora, es que directamente es otra generación. Las sociedades cambian. Los mensajes y la forma de darlos también se van modificando y es normal que para un entrenador sea complicado mantener esa conexión con el jugador.

¿No piensas que antes era mejor fútbol que ahora?

No pienso que molara más. El ritmo es otro. Sí que hay una cierta sobredosis en cuanto a cantidad. El hecho de que ahora se televisen tantos partidos cambia la forma de consumirlos. Ahora no estás esperando un partido como sucedía antes. Pero eso no quiere decir que ahora sea peor: es diferente. Lo que valoro ahora es que el fútbol es más rápido, más dinámico y soy de la opinión de que los cinco cambios que llegaron tras el COVID han mejorado el fútbol.

Estás hablando con alguien que no ve mucho el fútbol, pero en mi opinión, ahora el ritmo de los partidos no decae tanto. El fútbol es mejor ahora. Es como el tema del VAR, hay gente que opina de una manera o de otra, pero hace el fútbol más justo. Otra cosa es que haya que arreglar cómo se maneja, pero la herramienta está muy bien, al igual que pasa con las líneas del fuera de juego. Muchos comentan: «Es que le quitan emoción». Si la emoción es que se comenta una injusticia…

¿Qué tenía Roberto Solozábal?

Mis hijos no me han visto jugar, pues fui padre después de retirarme. Y cuando a uno de ellos, que juega al fútbol, le digo: «Yo no era especialmente rápido, tampoco iba bien de cabeza y no la pegaba bien», el me responde: «¿Entonces qué hacías bien?». Y es cuando le comento: «Lo bueno que tienes que ser que, sin tener todo eso, llegar a ser profesional y hacer una carrera como la mía» (risas).

Sé que era muy bueno tácticamente y mi mayor virtud era ayudar a mis compañeros a colocarse, dirigir al equipo a nivel defensivo e incluso ofensivo. Cuando jugaba, una de las cosas en las que siempre estaba pensando es que nos podían robar el balón, que parece muy fácil de hacer.

No sé si te gusta el teatro, pero precisamente a este respecto me viene a la cabeza una obra que fui a ver con mi mujer y trataba sobre un profesor que iba a dar una clase magistral. La obra duraba una hora y media y eran ocho actores, de los que uno tan solo tenía que decir una palabra en toda la función. Como yo sabía lo que pasaba en la obra, porque me lo comentó mi mujer, me fijaba todo el rato en este actor. ¿Tú sabes lo que es estar una hora y media haciendo que prestas atención a una clase y que no se te vaya la cabeza? Eso es dificilísimo.

Por eso te comentaba que una de mis virtudes es que cuando estábamos atacando, yo estaba pensando en qué pasaba si perdíamos el balón. Puede parecerte una simpleza, pero puedo enumerarte varios partidos de nivel en los que se dan esas cosas. Ahora ya no lo piensa porque tiene veinte, pero mi hijo hace unos años creía que yo era el sabio del mundo porque viendo un Atlético de Madrid – Real Madrid en el Vicente Calderón, íbamos a lanzar un córner y yo le adelanté: «Ahora el peligro es Benzema». Dicho y hecho: contrataque y gol de Benzema.

Mi teoría siempre ha sido que cuando se defiende, lo hace todo el equipo, pues por muy buen central que fueras, si te encaraba un jugador como Romario o Ronaldo, tú no podías hacer nada. El mejor central, si tiene que parar solo a un jugador de este tipo, no hace nada. Se le puede parar en una jugada, por eso para mí defender ha sido una cosa comunal.

A mis amiguetes les advertía: ves un resumen de Estudio Estadio y si nos meten gol, yo estoy cerca. El defensa que está bien colocado, siempre está cerca del que remata. A veces te pasaba que un compañero tuyo estaba mal colocado, tú intentabas hacerle la cobertura, no llegabas, metían gol y parecía que eras tú el que le estaba cubriendo. Eso piensa el aficionado, porque el entrenador sí que valora quien es el que es bueno y quien no.

Con Luis Aragonés ganas tu segunda Copa del Rey, y nada menos que en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid. ¿Con cuál te quedas?

La que ganamos al Mallorca es mi primer título y me hizo mucha ilusión, pero también está la del Real Madrid. Al final, es como si te preguntan a qué hijo quieres más: pues a los dos. Si te dicen que hay que renunciar a todas y sólo puedes quedarte con una, pues frente al Real Madrid en el Bernabéu mola también.

Aunque seas un hombre tranquilo, ir al Bernabéu a jugarse un título no debe ser cómodo…

Concretamente, de esa final contra el Real Madrid no me viene ningún recuerdo significativo a la cabeza. Otra cosa distinta es la de Zaragoza el año del doblete, pues recuerdo que estaba súper nervioso el día anterior, pero al día siguiente levantarme con una paz brutal. En la Olimpiada me pasó igual: estuve muy tranquilo durante todo el día. En ese aspecto sí que he tenido mucha suerte, porque en mi carrera he jugado cuatro finales y he ganado las cuatro.

¿Qué quedó de aquel chaval que fue a Lyon mintiendo a sus padres después de ser profesional?

He pasado por todas las fases: aficionado, profesional y nuevamente aficionado. Cuando llegas a profesional, relativizas todo. Yo lo vivía de una forma muy diferente cuando era aficionado y cuando me convertí en futbolista. Es algo completamente distinto, pues ya lo ves como tu profesión. No es que sea una obligación, pero es mi trabajo y yo voy a pelear lo mismo que si lo hiciera por otro equipo.

No voy a decir esa frase que se comenta mucho de «yo, por el Atlético, voy a dar el doscientos». Mi forma de entender la vida es que, esté en el equipo que esté, voy a dar el cien por cien, porque no tengo más. He cambiado un montón. Y justo esa misma frase se la transmití el otro día a unos aficionados en una charla que tuve en el Museo del Atlético de Madrid.

Les declaraba que todo esto tiene cosas buenas y cosas malas, pues si ganamos, ellos iban a disfrutar trescientas veces más, pero si perdemos, yo estoy más plano. Yo quiero que gane el Atleti, me lo paso muy buen con el Atleti… pero tengo otra manera de vivir las cosas.

Parece que los aficionados estamos diseñados para sufrir.

Yo creo que en esto también influye un poco la inercia social. Me vienen a la cabeza los torneos de niños pequeños en los que los ves perder y tienen unos disgustos tremendos. Me parece que fue Luis Enrique, con el que estuve en los Juegos Olímpicos y tengo una relación estupenda, y gran cariño mutuo pese a que no hablábamos casi nunca, el que comentaba que a los niños hay que decirles que se pierde y no se llora.

Y es la verdad: tú sales a competir y a dar el máximo. Si pierdes, felicitas al rival y ya está. Luego está la inercia: perdemos y lloramos. No, yo la vida la veo de otra manera. Los niños lo que hacen es copiar comportamientos de los adultos. En ese sentido, digo que soy muy nórdico, escandinavo. No parezco latino, porque yo soy de alegrarme, pero no con esa euforia. Tiendo a exteriorizar menos.

Formas parte de aquella selección que gana el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Pero el día a día no fue sencillo.

La Olimpiada da para una conversación casi en exclusiva. Para ponernos en situación: nos llaman a negociar de primeras y el fútbol era el único deporte que no tenía Plan ADO. Carecíamos de patrocinadores. En esa época, los jugadores de baloncesto o los tenistas que fueron a esos Juegos Olímpicos ganaban mucho más que la media de los futbolistas que fuimos, y ellos sí tenían Plan ADO. Y eran igual de profesionales. Yo nunca entendí esta circunstancia, y me gustaría que alguien me la explicara en algún momento. ¿Por qué los futbolistas no teníamos Plan ADO?

Nos llamó la Federación, fuimos Luis Enrique, Abelardo y yo y les pedimos una cantidad de dinero que te aseguro que no era estratosférica para lo que se movía en el fútbol. La Federación nos dijo que nos iba a pagar únicamente dos millones por participar. En las negociaciones que tuvimos con tres directivos en Alberto Bosch, yo bromeo y digo: «¿Cómo que no tenéis dinero? Si no tenéis, vended el edificio».

Eso se lo filtró un directivo a José María García, se montó una campaña e iban a degüello contra mí. García en su programa me puso a caldo. A mí, personalmente, no me gusta el conflicto, pero tampoco lo rehúyo, por lo que un día cogí a Pipi Estrada, que iba a los entrenamientos del Atlético de Madrid, y le señalé que quería hablar en directo con su jefe. En esa época no había móviles y Pipi Estrada me llamo esa misma tarde a casa de mis padres para confirmarme que iba a entrar en directo por la noche.

Recuerdo estar en mi habitación a la una de la mañana con el teléfono y escuchando el programa: y si la noche anterior me había puesto a parir, esta fue todavía peor. Además no me llamó y me quedé sin hablar.

Como se había montado una campaña contra nosotros, decidimos hacer una rueda de prensa y dar a conocer que se nos había tratado fatal, que no era un tema de dinero y que habíamos decidido jugar gratis. Por eso, luego no hay foto oficial, pues nuestras relaciones con la Federación eran muy malas. Hicimos la preparación en Cervera de Pisuerga, yo venía de ganar la final de la Copa del Rey en el Bernabéu y luego nos fuimos a Valencia.

Allí, intentamos que la concentración fuera en el Saler, donde lo hacía la Selección, en un hotel que estaba al lado de la playa, con campo de fútbol y que estaba muy bien. Sin embargo, ellos nos llevaron a un NH -que no tengo nada contra eso- argumentando que era el hotel de la organización.

Yo, como capitán, les pedí que pudiéramos ir al Saler o a otro sitio hasta que empezara la Olimpiada y luego ir a Valencia a competir, pero ellos nos dijeron a las claras que desde el primer día íbamos a estar allí. Estuvimos un montón de días en Valencia, íbamos a entrenar a Paterna mañana y tarde y nos comíamos unos atascos de hora y pico.

Otro tema con el que tuvimos problemas fue el de la ceremonia de inauguración. Era el 25 de julio, nuestro primer partido, contra Colombia, era el 24 y el siguiente, ante Egipto, ya el 27. A mí, los jugadores me comentaron que querían ir a la inauguración, pues al final si vas a una Olimpiada y no haces el desfile es como si no hubieras ido.

Nosotros habíamos convencido al seleccionador Vicente Miera, pues en un principio él no quería: ¿Cómo íbamos a ir después de un partido y pegarnos la paliza de un viaje?. Sin embargo, la Federación nos respondió que era imposible, porque eran muchas horas en autobús. Les comenté que, en ese caso, podríamos ir en avión, pero ellos respondieron que era muy caro. «Si el problema es de dinero, no hay problema: los jugadores nos pagamos el avión».

Al final, se lo pensaron, fuimos en avión y el viaje lo costeó la Federación. Todo acabó con un final feliz, pero podía haber sido una ruina.

Leí a José Miguélez en El País que después de ganar el oro echaste a todas las personalidades del vestuario porque teníais que estirar.

A veces, yo podía ser un poco prepotente, lo reconozco. Pero hay que entender toda esta situación tomando en cuenta lo que te he comentado antes. Esto de lo que me hablas sucedió tras el primer partido, ante Colombia, en el Luis Casanova, y refleja cómo es mi visión acerca de lo que es un vestuario de fútbol.

Para mí, un vestuario es sagrado, y bajo mi punto de vista no debería entrar nadie. Y cuando digo «nadie» estoy hablando de que tan solo deberían estar los jugadores, el entrenador y el presidente. Nadie más. Ese día, cuando ganamos 4-0, si ves lo que entró allí… Uno de los que lo hizo fue Narcís Serra (que por aquel entonces era vicepresidente del Gobierno, ndr).

En resumen, sí que es cierto que pasó eso, pero hay que entender el contexto después de todo lo que había sucedido, las primas, etcétera. Entró muchísima gente, todos los directivos de la Federación, y yo, como capitán, dije -aunque seguramente no fuera con este tono que te lo digo a ti ahora-: «Por favor, ahora tenemos que estirar y si hacen el favor, salgan».

¿Puede ser prepotencia?, sí, pero hay que entender toda la situación, que yo también venía muy quemado por el ninguneo que habíamos sufrido en todos los aspectos.

Contaba Alfonso que no tuvisteis ni foto oficial.

Nosotros fuimos a jugar la final en el Nou Camp. Dos días antes fuimos a Barcelona y no nos quedamos en la Villa Olímpica porque había ya mucho cachondeo, ya que casi todos los atletas estaban de vacaciones, así que fuimos a un hotel. El día antes de esa final, dado que el Camp Nou no se podía utilizar, fuimos a Montjuic a entrenar y cuando entramos al vestuario vimos que estaba ahí colocada la ropa oficial del partido.

Nosotros, al verla, nos quedamos un poco extrañados, por lo que le pregunté al utillero cuál era la razón. Él me comentó que se debía a que había foto oficial. En ese momento, reuní a los jugadores y les argumenté -tal vez no con las palabras estas que te digo (risas)- que yo no iba a ponerme en la foto.

Primero porque, personalmente como capitán, me había peleado mucho por el equipo y habían ido en contra mía a través de la prensa. Les comenté: «Ahora que ya tienen una medalla de oro o de plata, y un éxito asegurado, quieren la foto». Todas las fotos de los equipos olímpicos se hacen antes de la competición y no tiene sentido que no se haga hasta que ya se tiene la medalla. Entonces, no hubo fotografía.

Donaste los dos millones por participar a la cantera del Atlético de Madrid.

En esa época, Jesús Gil había decidido acabar con la cantera del Atlético de Madrid. Yo no conocía para nada a la persona que cogió la cantera, que fue Esteban Alenda, productor de cine, al que pretendo hacer un pequeño homenaje desde aquí.

Me puse en contacto con él, pues cuando la Federación me dice que nos va a pagar dos millones a cada jugador, a mí, me cuesta mucho no ser fiel a mi palabra, e insistí en lo que ya había dicho: «No voy a cobrar una peseta». Y como yo no quería cobrar nada, les pedí que todo fuera directamente a esa persona.

También había una plan vitalicio a partir de los cincuenta años para los que lograran medalla…

La Caixa daba una pensión vitalicia cuando cumplías cincuenta años. A los equipos les daba doscientos millones de pesetas de la época, que ahora son, aproximadamente, un millón doscientos mil euros. Por lo tanto, tras dividirlo entre los miembros de la plantilla, salía a diez millones de pesetas por jugador, unos sesenta mil euros.

Cuando cumplías los cincuenta años, te ofrecían la posibilidad de dártelo de golpe o calculan una renta vitalicia. Luego cada uno elige lo que más le conviene: si uno está mal de salud, lo coge todo junto. Yo como creo que voy a vivir mucho, cojo la vitalicia.

Siempre se te ha visto como un jugador contestatario.

Digamos reivindicativo. A mí no me gusta el conflicto. Si llega el primer día, y la Federación me dice: «Señores, no tenemos Plan ADO y les vamos a dar dos millones de pesetas por participar», yo igual hubiera respondido: «Me parece mal, pero vale».

A mí lo que me sentó mal fue, en primer lugar, que nos llamaran a negociar para luego señalarnos que sólo había dos millones de pesetas. Esa me la como, pero lo que es imperdonable es filtrar a la prensa y meter a un jugador, en este caso yo porque era el capitán. Eso es lo que no perdonaré en la vida.

¿Siempre así?

Yo desde que entro en el Atlético de Madrid, no digo que tuviera galones, pero por mi personalidad siempre he ejercido de capitán. Tenía tablas. A mí, Luis Aragonés con veinte años ya quiere que sea uno de los cuatro capitanes. Y reconozco que esto me ha creado muchos problemas. Ya te digo que en la Federación, yo no sería el primer tío en el que pensarían para invitar a las fiestas. Lo que no he hecho nunca, ante nadie, ha sido callarme, ya sea cuando se meten conmigo, con mi trabajo o hacen algo que yo considero que no es justo.

¿Herencia familiar? ¿Tú padre también era así?

No, de mis padres no. No me preguntes de dónde sale, porque no lo sé. ¿Por qué Messi es tan bueno jugando al fútbol? ¿Por qué su padre era muy bueno? Pues seguramente, no.

¿Cómo era negociar con Jesús Gil?

Difícil. Es verdad que el tiempo hace que te olvides de casi todo, pero es triste y no es justo. Recordaba el otro día que antes de un partido en Albacete, en el que debía tener diecinueve o veinte años, ahí estaba yo gritándome con Jesús Gil en una reunión de jugadores.

Siempre ejerciste de capitán, hablabas y dabas la cara pese a las consecuencias que pudieras sufrir. ¿Crees que el vestuario lo agradece realmente?

Sería cuestión de preguntarlo, pero estoy convencido que la mayoría sí me lo agradecerán. Por ejemplo, hay un documental sobre la Olimpiada en Movistar y todos están muy agradecidos a mí. También sería muy ingrato no estarlo, porque yo por ejemplo, peleé para que el equipo estuviera en la ceremonia de inauguración. Si no hay un Roberto Solozábal, y eso lo saben ellos, no hubiéramos ido.

Y si te digo la verdad, a lo mejor hoy me hubiera arrepentido, pero por mi manera de ser, a mí me hubiera dado igual no ir. Para mí era indiferente, pero entendía que ellos querían ir y yo era el capitán.

Al final, esto me recuerda a algo que me pasó hace tiempo. En las carreras de bicis de estas que corro, a veces hay algunos estrechamientos donde se monta un poco de follón y hay que esperar para seguir avanzando. Hubo una en Madrid en la que estábamos esperando cinco o seis porque sólo se podía entrar de uno en uno y llegó el típico listo que hace como que frena tarde y se metió. Yo lo agarré del sillín, le pregunté que dónde iba y el tío se puso chulo.

Total, que por no tener una bronca, lo dejo. Luego, cuando estaba en casa y lo pensaba, mi crítica no fue al que se cuela, sino a todos esos a los que se les están colando, ven que un tío ha tenido la valentía de plantar cara y no hacen nada.

Esta anécdota la comenté en una charla en relación al bullying que tuve en un colegio y se puede aplicar: en la sociedad, aunque no tengo el porcentaje, el ochenta o noventa por ciento de las personas es normal y no quiere meterse en follones. El tanto por ciento de hijos de puta es pequeño, pero los hay. Y el tanto por ciento, entre los que estoy yo, de los que podríamos denominar, entre comillas, «kamikazes buenos» es pequeñísimo, pero también los hay.

Y yo, que a veces he ejercido de kamikaze bueno en los vestuarios y otros lugares, les hacía ver: «No quiero que os pongáis al mismo nivel, pero lo que agradecemos los que vamos ahí es que deis un pequeño pasito adelante».

En una situación de bullying, tú estás viendo como acosan a alguien y hay un tío que se enfrenta, si hay cincuenta personas que dan un pequeño paso, aunque no digan ni mu, es más fácil que el acosador se eche para atrás y tenga que recular. Eso en el fútbol me ha pasado mucho. Igual, nunca te lo van a agradecer como desearías -muchos sí-, pero yo lo hacía porque creía que se tenía que hacer, y punto.

¿No crees que dar ese paso al frente pudo ser perjudicial en algunos aspectos de tu carrera?

Castiga mucho, y seguro que es como tú dices. Pero en la vida no puedes arrepentirte de estas cosas, porque es parte de tu carácter. A veces, la gente piensa que puede ser más cómodo no hacer nada, pero esa no es mi forma de ser.

Me comentaba Benito Floro que en aquellos años pidió tu fichaje para el Real Madrid…

Sí que es cierto que a mí me comentaron que existía ese interés, pero en ningún momento lo valoré. Yo no tenía representante, pero sí que vino un agente para decirme que si me interesaría ir al Real Madrid, aunque fui tan taxativo que no se concretó nada. Sucede un poco igual que cuando me retiré, también recibí algunos sondeos de Turquía pero tampoco los escuché. No presumo de eso.

A mí me llegan y me dicen: «Que te quiere el Real Madrid», pero es que no me interesa. Nunca llegó a producirse una propuesta porque yo corté la posibilidad de raíz. Curiosamente, recuerdo que ese mismo verano me encontré con Benito Floro en Ibiza, nos saludamos y charlamos, pero no sé decirte si hablamos de ese tema.

El aficionado del Atlético de Madrid nunca olvidará aquel doblete de la 1995/1996. ¿Qué se juntó para lograrlo?

Pues los astros. Se une que viene un entrenador nuevo, un montón de jugadores nuevos y desde el principio nos adaptamos a la perfección al sistema de juego, que a mi sinceramente me encantaba esa defensa suicida súper adelantada, que hacía aflorar más mis virtudes futbolísticas. Al final, cuanto más adelante va una defensa, mejor tiene que estar colocada.

Creo que como futbolista, mi mayor virtud era ayudar a un equipo para que pudiera hacer eso. Tuvimos mucha suerte, no se lesionó nadie, jugamos siempre los mismos y teníamos un equipazo impresionante en el que cada jugador estuvo casi a su máximo nivel.

¿En qué momento pensasteis, «esto nos lo llevamos»?

Voy a tomar una frase de Luis Aragonés, pero es la realidad: las Ligas, puedes optar a ganarlas en los últimos diez partidos. Hasta ese momento, es una tontería pensar en nada, pues no es real. Esa temporada, cuando empiezas a ganar partidos al comienzo, no lo piensas. Es algo que seguro que le pasa al Girona. El Girona, ahora mismo, no piensa en ganar la Liga. Otra cosa es que esta situación siga igual cuando falten diez partidos, porque en ese momento ya puedes.

El referente ofensivo fue Lubo Penev, del que siempre se dijo que estaba un poco apartado.

Era un vestuario muy fácil. Un grupo en el que muchos jugadores éramos de la misma edad. Ahora recuerdo a Molina, Toni, Santi, López, Vizcaíno, Kiko, Caminero… éramos futbolistas que todos teníamos veinticinco y veintiséis años. Penev tenía su personalidad y, como pasa en todos los equipos, los veintidós no son uña y carne, pero él en el grupo tenía cero conflictos.

El gran nombre de la temporada fue Milinko Pantic y sus tiros de falta. Sin embargo, hubo un cambio en el balón de la Liga y la temporada siguiente bajó mucho su porcentaje.

Es cierto, pero esto me hace recordar una historia que vi en una obra de teatro, me hizo mucha gracia y puede aplicarse a aquel Atlético de Madrid. Chico conoce a chica y se van cuatro días a un hotel súper romántico en el Pirineo. Están todo el rato juntos, haciendo el amor y pasándolo genial. Cuando llega el último día, la tía le dice: «Andrés, tengo que hablar contigo. Lo tenemos que dejar».

Él chaval, sorprendido, la pregunta el porqué, a lo que ella responde: «Te voy a contar la verdad. No me he reído con nadie más en mi vida, tampoco me lo he pasado mejor en la cama ni he tenido una mayor complicidad. Por eso sé que, a partir de hoy, va a ir todo a peor».

Ese año nos fue a todos tan bien, que simplemente mantener el nivel era dificilísimo. Si me preguntas por Pantic, al año siguiente no hace mala temporada, porque ninguno la hicimos, pero es que era impensable poder seguir a ese nivel a no ser que llegaran jugadores nuevos que lo hicieran. Su primera temporada fue sensacional y quizás fue el jugador más sorprendente, porque vino de la Liga griega y no era tan conocido. Él sigue viviendo aquí en Madrid y todavía tenemos contacto.

Ganáis la Copa del Rey al FC Barcelona y le dices a Tomás que la levante él el trofeo.

Él llevaba muchos años de capitán y me pareció un gesto.

Casi al final de ese partido sufres una expulsión.

Sí, esa de Zaragoza es la única en mi carrera. Y además es injusta, pues la he visto en video y es una falta tonta. La segunda amarilla es un agarrón.

El partido que os da la Liga es ante el Albacete, pero no lo puedes jugar por acumulación de tarjetas. ¿Da pellizco?

Sí, pellizca en el momento en que no vas a poder jugarlo. Pero luego lo piensas y te das cuenta: «¡Qué más da! Si al final he jugado toda la Liga». Al final, la Liga no es como otra competición en la que tienes que jugar una final, sino que la has logrado después de jugar muchos partidos y estar en todos ellos. Al final, te das cuenta que no jugar ese último partido es anecdótico.

Diego Simeone marca el primero y va a abrazarte. Luego, Kiko te dedica el 2-0.

Sí, pero no me acuerdo cómo surgió ni si lo habíamos hablado antes. Yo estaba en ese momento en el banquillo de la policía, pues en aquellos años podías hacer un poco más lo que querías en los campos y en vez de verlo en el campo lo hice desde allí.

¿Cómo recuerdas al Vicente Calderón aquel día?

Es algo muy emocionante. Al final, supongo que le pasará a más gente, pero no tienes tiempo para disfrutar de nada de una forma sosegada. A veces, cuando un equipo tiene mucho éxito, pienso que lo único que no saben es que deben disfrutarlo. Es algo que a nosotros nos pasó ese año, pues ganamos la final de la Copa del Rey y al siguiente domingo nos estábamos jugando la Liga. Los equipos que tienen mucho éxito, como te explicaba antes con Nadal, no tienen tiempo de disfrutar, pues están en una dinámica de no parar miércoles – domingo y siempre con la necesidad de ganar.

A veces se lo comento a mi hijo: no sabes cómo tiene que molar, por ejemplo, un equipo que se está jugando el descenso y logre la salvación a falta de cinco jornadas. Piensa la tensión con la que juegan esos equipos hasta el último día.

Pero se suele dar el caso de que cuando un equipo logra su objetivo con tanta antelación, esos últimos partidos los suele perder…

Totalmente. Yo he estado a favor de las primas a terceros siempre que sean por ganar. A mí, en varias oportunidades, me las han ofrecido, y siempre que ha pasado y el otro equipo se estaba jugando la vida, hemos perdido. Al final, no es lo mismo. Si funcionase así, tú dale a un equipo un porrón de dinero por ganar cada partido y ganarían la Liga. Eso no es así.

El equipo baja un poco la siguiente temporada en Liga y en Europa se cruzó el Ajax con Dani, el fallo de Esnáider en el penalti y aquel golazo del portugués en la prórroga.

En Liga, mantener el nivel era muy difícil. En Champions League hicimos una buena competición, pero es lo de siempre: el fútbol es así. ¿Hicimos algo que no debiéramos hacer? No, simplemente fallamos un penalti y punto. Si lo hubiéramos marcado, nos hubiéramos clasificado. Es deporte.

Para entonces ya habían llegado   para ocupar el puesto de Vizcaíno, Esnáider el de Penev e incluso Prodan para el tuyo. ¿Tuviste algún problema con Radomir Antic?

Tuve un problema con Radomir Antic desde el minuto uno que él llega al Atlético de Madrid. Estábamos de pretemporada en los Ángeles de San Rafael y allí nos llevaba un autobús desde donde dormíamos hasta el campo de fútbol. Nos citó a todos a las nueve de la mañana y recuerdo que cuando bajé a recepción había un reloj que marcaba las nueve menos un minuto, pero el autobús ya se había ido.

Cuando llegué al campo de entrenamiento con una furgoneta del hotel, Antic tenía a todos a su alrededor y vino a recriminarme mi tardanza. De lo único que puedo presumir en mi vida es de ser puntual, obsesivamente puntual. Entonces, le hablé: «Mire, si usted quiere que salgamos a las nueve menos cinco, me dice a las nueve menos cinco y yo estoy a esa hora. Pero si quiere que lo hagamos a las nueve, lo mínimo que tiene que hacer, porque yo he visto la hora en recepción, es esperar hasta esa hora». Sé que no tengo un tono de voz agradable, pero ahí se quedó.

Siempre lo he pensado, aquel equipo que teníamos era un equipazo. Tan solo hay que mirar la historia de ese equipo y lo que pasó después. Por ejemplo, hay algo que personalmente no entiendo, y si hay alguien que lo haga, que me lo explique: aunque viene Juan Esnáider, que es un gran delantero, nosotros teníamos a un jugador como Penev, que mete dieciséis goles en Liga y hace una temporada tremenda, pero lo venden al Compostela.

Ficha a Prodan para quitarme a mí… lo que me sabe mal de aquella época es que estoy convencido de que esa plantilla era un equipo para hacer historia de verdad en el Atlético de Madrid durante seis o siete años. Creo que a Antic le pudo su ego. Yo era el capitán y todo lo que era cuestión de jugadores, a mí me da igual a quien tenga enfrente. Ya podía ser Luis Aragonés, que si hacían algo que yo consideraba que estaba mal, iba y se lo decía. Y eso a Antic no era una cosa que le gustara.

¿Te confirmó en algún momento que no contaba contigo?

No. Lo que sí me duele es que dejo el fútbol, me desligo totalmente de este deporte y hace seis o siete años hojeo un libro de la historia del Atlético de Madrid y leo que Antic le dice al periodista que lo había escrito, que no quería que yo me fuera. Por eso, igual te estoy contando esto y si no me hubiera callado, pero es que eso es mentira. Yo me voy por Antic. Pero tampoco pasa nada.

De hecho, cuando viene Prodan, Antic me quiere poner un día de lateral izquierdo y sí es cierto que viene Simeone y me dice: «Rober, tío, no juegues de lateral izquierdo, porque va a joderte». Hablé con Antic y le dije que no quería jugar.

Diego Simeone destaca por su personalidad y liderazgo, pero ¿cómo fue su adaptación a una plantilla que ya tenía varios pesos pesados?

Me encanta meter cosas que no tienen nada que ver para explicar las cosas, pero creo que esta lo explica muy bien. Pese a que tengo muy mala memoria, hay veces que leo cosas y luego me vienen a la cabeza cuando hablo de algún tema. Hay un experimento en el que se metía a ocho ratones en un espacio de dos metros cuadrados con agua en medio, comida en un lado y al final daba como resultado la creación de una estructura entre esos ratones en la que dos eran los líderes, dos obreros, uno que va por libre…

Repetían varias veces el experimento y el resultado siempre era el mismo. Lo curioso es que si hacías un grupo de ocho formado por las parejas de líderes de los otros grupos, el resultado volvía a ser el mismo. En relación a esta pregunta que me haces, yo en ese momento era capitán, pero en un equipo hay mucho hueco para mucha gente. Es verdad que no puede haber veintiún capitanes, pero si en un grupo hay tres que tienen la voz cantante y viene uno de fuera que demuestra y aporta, hay cuatro.

Entonces, cuando Simeone viene al Atlético de Madrid, si él tiene capacidad de liderazgo en el campo -que la tiene- y fuera, no hay ningún inconveniente. El problema es, no sé qué comentará él al respecto, pero creo que Jesús Gil le hace un flaco favor a Paulo Futre cuando le pone el brazalete nada más llegar. Es meter una cosa con calzador y eso no funciona.

¿Paulo Futre no ejercía influencia? Siempre se habla de la historia cuando amenazó con no renovar si no lo hacía antes Aguilera.

No te digo que no ejerciera influencia sobre Gil.

¿Y sobre los jugadores?

Hay jugadores que tienen mucha ascendencia con su juego, dentro del campo. Y luego son menos de manejar un grupo. Con diecinueve años, Futre no podía manejar un vestuario y se tenía que apoyar en los que lo hacían. Por eso te digo, las cosas tienen que ser por naturaleza. Por un lado está lo que se ve de puertas para fuera, pero luego la gente que tiene voz y voto en el vestuario es otra.

Por ejemplo, personalmente lo desconozco, pero no sé si Leo Messi tiene realmente fuerza en el vestuario o no. Fuerza futbolística, tiene toda la del mundo, fuerza en las oficinas, también. Pero ejercer liderazgo grupal, puede que no. Hay jugadores que futbolísticamente son la bomba pero dentro del vestuario, por su manera de ser, no lo hacen.

¿Eso se aprende con el tiempo?

No. Es como el liderazgo en las empresas, es algo que se tiene o no se tiene. Igual puedes mejorar algunos aspectos determinados, pero es algo que no se aprende.

¿Por qué te marchas al Real Betis?

El motivo principal fue Luis Aragonés. De hecho, pienso que si no me llega a llamar él, probablemente yo me hubiera quedado en el Atlético de Madrid. Decidir marchame fue por él. Lo que no le perdonaré nunca a Aragonés, con el que tenía una gran relación, al igual que con su hija, es que dejó el Betis a los tres meses de llegar yo (risas).

Yo había apostado por un proyecto para estar con él allí e, independientemente de lo que me sucedió allí, es un equipo al que tengo muchísimo cariño. Futbolísticamente me fue muy mal y lo pasé también mal, pero yo siempre intento distinguir entre las instituciones y los presidentes.

¿Te llegaste a arrepentir de fichar por el Real Betis?

Tuve, hasta suerte, porque si llego a quedarme me hubiera quitado todos los problemas del Real Betis, pero hubiera vivido todo lo que sucedió en el Atlético de Madrid: la intervención judicial, el descenso… Hubiera sido peor, lo tengo clarísimo. No lo quiero ni pensar.

En el Real Betis, Ruiz de Lopera te señaló como culpable de un motín y te definió como el «Revolucionario que lo ha organizado todo».

Depende de quién eche pestes de ti, te puede sentar mejor o peor. A mí, lo que piense Lopera, fíjate lo que me importa. De cualquier modo, fue diferente. En este caso simplemente fui consejero, porque yo sabía qué iba a ocurrir y se juntaron dos cosas.

A mí, me apartaron del equipo y me tuvieron un año sin pagar. Después de esa temporada llegó Fernando Vázquez, un técnico del que tengo una opinión muy buena sobre cómo entrenaba, ya que tácticamente jugaba como a mí me gustaba.

En pretemporada comencé jugando, pero a mi seguían sin pagarme todo lo del año anterior y ya estaba cansado de pelearme, así que hablé tanto con el míster como con el secretario técnico, Faruk Hadzibegic, y les expuse la situación: «Tengo un problema, pues me deben todo el año pasado. No voy a montar ninguna bronca, pero si el día que empieza la Liga no me han pagado, no voy a jugar».

Y mi tema se queda ahí. Sin embargo, coincide en el tiempo con que otros jugadores estaban en la misma situación, les dio por montar un motín y hacen una huelga. Yo les transmití: «Yo firmo, pero os aconsejo que no lo hagáis, porque esta huelga dura dos minutos».

Sabía que Lopera iba a llamar uno a uno a los jugadores, igual se pagaba algo en negro, y un vestuario debía estar muy fuerte para luchar en un tema así. Y ese vestuario no se iba a poder enfrentar. Seguro que hay gente que cree que ese motín lo propicié yo, pero fue al revés, porque yo les sugerí lo contrario: que no se metieran en ese jardín. Ellos se metieron y a mí me echaron. Luego, decidí no irme a otro equipo porque tenía clarísimo que me quería retirar joven y hacer otras cosas. Luego he podido hacer muchas, aunque no todas. Mentalmente, me quería ir.

¿Te acabaron pagando?

El juicio lo perdí, por diferentes motivos. El año que me debían sí me lo pagaron, pero no me pagaron el año que me echan. Y es ahí cuando me retiro. El equipo había descendido, pero mi intención era jugar esa temporada, que me lo hubiera pasado súper con Fernando Vázquez, y retirarme.

Sin embargo, me echan en septiembre y ya pensé que hasta ahí habíamos llegado. Es lo que te comentaba antes, a pesar de las distintas circunstancias, no hubiera jugado mucho más, pues mentalmente había sufrido mucho -entre comillas- en diferentes etapas en el Atlético de Madrid y luego en el Betis. Eso quema mucho.

¿Qué te ha aportado el fútbol?

En primer lugar, unas vivencias que es muy difícil tenerlas. Económicamente, una calidad de vida muy buena, no soy tonto. Siempre digo que con el fútbol compré tiempo. Y sigo pensando que lo más importante en la vida, además de la familia, la salud y esas cosas, es el tiempo. Lo pensaba hace veinte años y lo sigo pensando ahora.

Me gusta tener ese tiempo para hacer cosas. Luego, ya veré si las hago o no, pero si no las hago, que sea porque no quiero y no porque no tenga tiempo. Sé que la mayoría de la gente no puede plantearse esto, por eso incluso me da un poco de pudor hablar de ello. La gran parte de las personas, bastante tiene con ir cada día a trabajar, sacar su vida adelante y ya está. Los que podemos hacer esto que digo yo, somos tres privilegiados.

Sí que veo personas, no sólo en el fútbol, sino también en otros entornos, que dejan pasar las cosas buenas de la vida, entre comillas, por un éxito profesional que en muchos casos te come la vida. Es muy difícil el equilibrio, lo reconozco. Es complicado rechazar el dinero, pero esto ya no es hablar de fútbol, sino de filosofía.

¿Qué pasa con los periodistas deportivos? La gente ve que es un oficio muy bueno, pero fíjate la cantidad de profesionales que se pasan la vida viajando o la inestabilidad familiar que hay y puede pasarte factura. La pregunta es: ¿Te compensa? Y yo, en cuanto pude elegir, lo tuve claro.

No se te puede considerar un futbolista prototipo. De hecho, el año del doblete ibas en un Seat Ibiza.

El Ibiza al final se lo di a mi hermano y luego lo tuvo mi primo, pero si ves el coche que tengo ahora… es una furgoneta para poder meter las bicicletas. Soy muy práctico en todos los aspectos de mi vida y busco más una practicidad que el postureo. Es un poco una inercial social. A mí también me han gustado los coches, pero luego lo valoraba y pensaba ¿para qué?

Es imposible que a todos los futbolistas les gusten los coches. Por ejemplo, Santi Cañizares corre hasta en ralis, por lo que sí entiendo mucho más que él se gaste el dinero en eso. Lo otro es un poco «mi vecino tiene esto», y como siempre yo me he alejado de eso…

¿Nunca valoraste seguir vinculado con el mundo del fútbol?

Ahora que hay puestos de analistas, etcétera, yo hubiera sido un buen segundo entrenador. Sin embargo, me parece muy sacrificado, pues es hipotecar tu vida. Cuando te apasiona, lo entiendo, pero a mí no me apasiona tanto como para hipotecar mi vida. Siempre lo tuve muy claro.

Pero eres presidente de la Asociación de Leyendas del Atlético de Madrid.

Esto es una ONG, algo que va mucho más con mi perfil. Nosotros somos independientes del club, que lo repito siempre para que la gente lo tenga claro. Además, soy vicepresidente de la FEAFV, Federación Española de Asociaciones de Futbolistas Veteranos. Todas estas asociaciones se crearon con el mismo objetivo: ayudar a exjugadores con problemas.

Básicamente es a eso a lo que nos dedicamos, además de intentar crear un vínculo entre futbolistas de diferentes épocas. Están los que quieren estar y a veces es una labor muy ingrata, pero como lo que hacemos es ayudar a los demás, eso que nos llevamos.

Y uno de tus dos hijos es futbolista…

Tienen veintidós y veinte años. Los dos son deportistas. Iker, el mayor, hace triatlón. El más joven, Hugo, sí es futbolista y juega en el Leganés B. Puedes ver que en mi casa no hay nada relacionado con mi carrera de cuando era jugador, pero él desde pequeño se obsesionó con el fútbol. Empezó a jugar, era bueno… pero también tiene la cabeza bien amueblada y está estudiando Ingeniería Mecánica.

Jugaba aquí, en la Federación, y el Atlético de Madrid ya lo quiso de pequeño, aunque yo no tenía prisa por tema de comodidad, desplazamientos y demás. Él recuerda que, la primera vez que fuimos a ver la cantera del Atlético de Madrid, tenía diez u once años, y había un montón de niños jugando.

Le pregunté: «¿Sabes cuantos van a llegar a Primera? Uno o ninguno. Esa es la estadística». A mí, lo que me encantaría es que fuera feliz. Mi obsesión, aunque ya no puedo hacer nada más de lo que hemos hecho su madre y yo, es que sean felices. Y hay muchas formas de serlo, y no sólo siendo futbolista.

¿Cómo fue tu relación con la prensa? Te escuché contar que prohibirías las entrevistas a políticos y deportistas en activo.

Las de los deportistas, lo recomendaría, pero las de los políticos, lo prohibiría directamente. Me parecen la pérdida de tiempo más grande que hay en el mundo. En cuanto a los jugadores en activo, yo entiendo que a nadie le van a interesar los chascarrillos que le cuente yo de la Olimpiada y les hubiera encantado saberlos en directo, pero es que en directo no te los iba a poder contar.

Mi relación con la prensa fue difícil, porque yo nunca he rehuido el conflicto. Fíjate lo que te contaba de García. Es muy triste que un tío de veintidós años se tenga que enfrentar a eso. Además, te digo una cosa, García se ha retratado, como los líderes de los medios en general, en la serie Reyes de la Noche con De la Morena. Antes era el «o hablas conmigo o te mato», así que mi relación fue difícil.

Titán Desert, Ironman… ¿cómo fue el cambio de registro tras la retirada?

Nada más retirarme, lo primero que hice fue escalar. Me encanta la naturaleza, ir mucho a la montaña, y comencé a escalar. Luego, por circunstancias, empiezas a tener hijos y se cambia. Por ejemplo, yo no quería tener hijos. ¿Por qué? Porque sabía que me iban a obligar a tener una vida determinada. Sin embargo, una vez los tuve, dije «pues te toca».

Por eso creo que profesionalmente no he querido dedicarme a nada, pues sé que si, por ejemplo, me meto en el fútbol, lo voy a intentar hacer como yo creo que debe hacerse y me va a comer la vida. En lo que me meto, me comprometo. El tema este de escalar te supone mucho viaje y demás, así que al tener a mis hijos comencé a irme cada vez menos de viaje y fui más a la bici. ¿Por qué acabo en la bici? Porque junta dos cosas que me gustan mucho, como son el deporte y la naturaleza. Adoro la naturaleza, ir a dormir al campo…

Siempre he sido deportista y de pequeño era bueno corriendo. Recuerdo que estaba el colegio Tajamar, que era como ir a jugar contra el mejor equipo del mundo, y yo iba allí y les ganaba. Me encantaba correr y adoro el deporte, por eso di el siguiente paso. Es algo que necesito, es mi droga buena. Lo que no me gusta de correr es que muchos amiguetes de mi edad a los que les va bien y les gusta correr, están tiesos.

Multilesiones. Sin embargo, en la bicicleta, menos ahora que me he dado un golpe fuerte y me fastidie el hombro, llevo años sin problemas. El error que tiene la bici es que te requiere mucho tiempo. ¿La ventaja? Que si tienes mucho tiempo libre, te lo ocupa.

Si echamos un vistazo a tus redes sociales vemos que no hay ni una alusión al fútbol.

Sí, no pongo nada de fútbol. Pero es que mi nombre ya indica lo que es mi personalidad, «Sa Caleta» que es una playa de Ibiza.

Y si me meto en tu Strava, la última actividad es de marzo de 2021.

De hecho, nunca las he subido. Tecnológicamente soy malísimo y si me das un aparato que está conectado a Strava y la sube… pero al final es un rasgo de personalidad, no tengo necesidad de nada. Hay gente que tiene necesidad de mostrar algo y son de una forma de puertas para fuera y de otra de puertas para dentro. A mí, lo que me importa es mi círculo. Prefiero que mis amigos me conozcan y sepan cómo soy a qué suceda al revés, ser un cretino y que todo el mundo te adore. Que los he conocido.

Ahora cuando vuelva a casa y me pregunte mi hija sobre a quién he entrevistado. ¿Cuál sería la mejor definición?

Cuando fui a dar la charla al colegio de la que hablábamos antes, recuerdo que estuve buscando un título y lo primero en lo que pensé fue en «Un futbolista raro», pero descarté «raro» porque lo veía como peyorativo. Además, pensaba que futbolista tampoco resumía lo que soy, pues el fútbol ha sido tan solo una etapa de mi vida y yo soy un deportista. Al final, acabé titulando la charla como «Un deportista diferente». Pienso que es algo que me define.

5 Comentarios

  1. Pingback: Roberto Solozábal: «En España no nos gusta el deporte, nos gusta ganar»

  2. Me ha encantado la entrevista. Tendría que haber más Roberto Solozabal en el mundo del fútbol y del deporte.

  3. Muchas gracias por la entrevistas. Para lo que somos «atléticos» de los 70, aquella temporada del doblete fue maravillosa, inolvidable. Todavía recito, de memoria, la alineación inicial y los cambios que introducía, durante los partidos, el malogrado, pero siempre recordado, Radomir Antic. Soy de los que piensa que «recordar es volver a vivir». Gracias por ayudarme a vivir.
    Más allá de la nostalgia, felicitarte, doblemente, Iván, por lo acertado del titular. Roberto ha dicho algo que muchos apasionados del deporte creo que pensamos pero no nos atrevemos a decir. Solo estamos para las celebraciones. Para qué ver un Tour de Flandes si no va a ganar un español. Qué sentido tiene ver una final del Europeo de Balonmano si España no la juega. Para qué perder una tarde de verano ante el televisor cruzando los dedos para que Duplantis consiga un nuevo record del mundo de salto con pértiga…..En fin, después nos quejamos de los franceses y su chauvinismo.
    Lo dicho, muchísimas gracias a los dos.

  4. Muchísimas gracias por tus palabras Juan Manuel. Me alegro que te haya gustado y agradezco mucho esto que dices !

  5. Me encantan estas entrevistas en las que el deportista ya retirado habla de su época con sinceridad, ya sin la necesidad de guardarse las cosas. Felicitaciones a Iván y a Begoña por su trabajo.

    En los noventa, que no me perdía nada que tuviera que ver con la liga, me sorprendió mucho que Penev se fuera al Compostela habiendo hecho una temporada tan buena. No sabemos qué hubiera pasado si no hubieran traído a los Bejbl, Prodan, Esnaider y demás, pero el Atlético repetir temporadón lo tenía prácticamente imposible viendo las inversiones que hicieron en la temporada 96/97 Madrid y Barça.

    Saludos.

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