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Palestina, una selección con más rivales fuera del campo que dentro

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Tamer Seyam, Oday Dabbagh y Mahmoud Abu Warda en la histórica victoria de Palestina ante Hong Kong (Foto: Cordon Press)
Tamer Seyam, Oday Dabbagh y Mahmoud Abu Warda en la histórica victoria de Palestina ante Hong Kong (Foto: Cordon Press)

Un abrazo, un puto abrazo. Cuando en la tarde del martes el delantero palestino Oday Dabbagh corrió a la banda para celebrar el 1-0 junto a sus compañeros, se fundió un abrazo de rabia pero que sobre todo simbolizaba supervivencia. Era un festejo contenido, no solo porque quedaban casi 80 minutos de partido contra Hong Kong, sino porque decenas de miles de compatriotas ya ni siquiera podían celebrarlo.

Cuando el propio Dabbagh sentenció con el 3-0 en el segundo tiempo, muchos palestinos agonizaban bajo los escombros del enésimo bombardeo israelí, otros corrían, otros luchaban, otros sufrían el cíclico ataque de colonos en Cisjordania, otros veían como el ejército israelí les derrumbaba su casa con bulldozer y muchos… morían.

Al término del partido el defensa Mohammed Saleh no paraba de señalarse el brazo derecho entre el éxtasis colectivo por haberse clasificado por primera vez en su historia para los octavos de final de una Copa de Asia. En aquel brazo lucía malamente un 110 pintado con un rotulador. 110 son o, más bien, eran los días que pasaron desde el inicio de la invasión israelí a Gaza.

Desgraciadamente no era algo excepcional para Saleh, nacido en Gaza City unos meses antes de que terminase la Primera Intifada en 1993. Solo en aquel año fueron asesinados 37 menores, lejos de los más de 10.000 que masacró Israel en 2023 y lo que va de año. Y subiendo.

Con 12 años Saleh vio como la retirada israelí se convertía en un bloqueo, con 15 años vivió la conocida Masacre de Gaza en la que murieron más de 1.300 palestinos y con 19, cuando ya era jugador del Gaza Sport Club, sufrió la invasión de 2014 que supuso el asesinato de más de 1.000 civiles en solo mes y medio. El 110 es solo una cifra más, pero probablemente sea la primera vez que Saleh se sienta comprendido.

Las penurias, el hostigamiento y la limpieza étnica que sufre el pueblo palestino desde 1948 se puede explicar rapidamente a través de la convocatoria de la selección para esta Copa de Asia. Esta semana los bombardeos se centran el campo de refugidados de Khan Younis, cercano al paso de Rafah. Por dicha frontera escapó el delantero Mahmoud Wadi en 2017 para jugar en el fútbol jordano. Tras su vuelta a Gaza un año antes, Israel le impidió regresar a la liga cisjordana, de más nivel que la gazatí. A Wadi no le quedó más remedio que fichar por el Al Ahli de Jordania huyendo vía Egipto.

Y no fue solo su caso, ya que desde que comenzó el conflicto la única escapatoria para los gazatíes ha sido la misma que tomó Wadi hace 7 años. Multitudes apelotonadas en Rafah intentando alejarse de la muerte. Sí, en Rafah, donde se encuentra el Estadio Municipal. Sí, el principal estadio de Gaza y donde se celebraban la mayoría de las competiciones de fútbol en la Franja. En el momento que escribo «se encuentra» puede convertirse en un «se encontraba». Si bombardean hospitales, bien pueden destruir estadios de fútbol.

En Palestina la división y el aislamiento entre Gaza y Cisjordania se puede palpar fríamente al ver su liga de fútbol. Es el único país del mundo en el que hay dos Primeras Divisiones. ¿Por qué? Porque Israel quiere. Fin.

Y esto no pasa desde el 7 de octubre, sino desde siempre. Antes de que Israel financiara a Hamás, la Premier League de la Franja de Gaza llevaba 3 años celebrándose independiente de la de Cisjordania. La liga gazatí llevaba unos cuantos años de cierta estabilidad, aunque entre 2007 y 2010 no se pudo disputar por culpa de la Operación Plomo Fundido y los estragos que dejó en la Franja.

Simultáneamente se celebra desde los años 90, y con varias ediciones canceladas, la Copa de Gaza y también más recientemente la Supercopa. Desde la pandemia no se han podido recuperar ambas competiciones. No sabemos cómo estará el estadio de Rafah, pero si sabemos lo que pasó en 2004.

Finalizaba el mes de mayo y las tropas de ocupación se deciden a abandonar la ciudad dando fin a la vergonzosa Operación Arcoiris, que en una semana asesinó a casi 50 civiles. Los palestinos de Rafah convocan una manifestación que seguiría un cortejo fúnebre con final en el Estadio Municipal. En las cercanías del estadio, para culminar la fiesta macabra, un tanque israelí disparó antes de irse contra la multitud.

Mohammed Saleh (Foto: Cordon Press)
Mohammed Saleh (Foto: Cordon Press)

Volviendo a la convocatoria cabe destacar que la mayoría de los jugadores proceden de Cisjordania y, por consiguiente, de la liga cisjordana, que es la que se conoce como Premier League Palestina. Cisjordania no es el Edén que nos quieren vender. Una liga entre checkpoints, como si fuese mitad del Siglo XX en la Sudáfrica del Apartheid y se celebrase una liga entre bantustanes. La única democracia de Oriente Medio…

Allí también tienen su Copa, vetusta ya de 1978, aunque ha ido sustituyéndose progresivamente por la Copa Yasir Arafat desde 2010. No hace falta explicar por enésima vez la vergonzosa ocupación israelí de Cisjordania y recurrir a los nazis de la Hilltop Youth, para demostrar lo que pasa en el West Bank.

El 30 de marzo del año pasado se enfrentaban el Markaz Balata y el Jabar Al-Mukaber en la final de la Copa Yasir Arafat. El lugar elegido fue el Estadio Internacional Faisal Husseini en Al-Ram, al noreste de Jerusalén. Esta competición también se denomina Copa Abu Ammar, la kunya por la que era conocido el histórico líder de Fatah.

Todo seguía su curso de «normalidad» hasta el descanso del partido cuando las fuerzas de ocupación israelí decidieron invadir el campo lanzando gases lacrimógenos como si se tratasen de colonos con acento de la Pampa haciendo de las suyas por Cisjordania. La impunidad que les permite hacer este tipo de cosas provocó que hubiese multitud de heridos por inhalación de gas. No solo jugadores, sino también aficionados, muchos de ellos niños. Civiles, que es muy diferente a colonos.

Hasta 4 jugadores de la actual selección palestina sufrieron aquel ataque israelí sin que la FIFA tomase jamás cartas en el asunto. «FIFA No Discrimination campaign». La única democracia de Oriente Medio…

Los jugadores eran Al-Mahdi Issa, Mohamed Rashid y los hermanos Shehab y Zaid Qunbar. Todos ellos miembros del Jabal Al-Mukaber, procedente de un barrio de Jerusalén Este del mismo nombre. Allí nacieron los Qunbar, ante la incesante ocupación israelí que literalmente acabó partiendo el barrio en dos. Bueno, y por los muros artificiales que llevan colocando desde hace años. Las barreras no nacen solas.

Zaid fue el autor del segundo gol ante Hong Kong. De momento los hermanos han corrido mejor suerte que sus amigos del barrio, una de las zonas de Cisjordania con más jóvenes asesinados por la policía sionista.

En Balata iba a jugar Mahmoud Sarsak, promesa del fútbol palestino que llegó a debutar en la Primera Gazatí con solo 14 años. Con 22 años recibió la llamada del Balata Youth de la liga cisjordana. Con la documentación bajo el brazo y el sueño de ser futbolista en una liga más estable, se dispuso a cruzar el paso de Erez rumbo a Cisjordania. Pero las historias felices no suelen tener éxito y menos aún en Palestina. La policía fronteriza detuvo a Sarsak, acusándolo sin pruebas de pertenecer a la Yihad Islámica.

Mahmoud Sarsak en una manifestación en Londres (Foto: Cordon Press)
Mahmoud Sarsak en una manifestación en Londres (Foto: Cordon Press)

La detención «administrativa» se fue prorrogando sin juicio ni cargos. Sarsak decidió iniciar una huelga de hambre que le produjo graves problemas de salud. Una discreta protesta internacional y sobre todo la necesidad que tenía Israel de «limpieza» para organizar la Eurocopa Sub-21 de 2013, provocaron que Sarsak fuese liberado en julio de 2012. De allí directo al Hospital Al-Shifa para seguir su recuperación. Por suerte era 2012 y no 2023… Mahmoud Sarsak nunca más volvió a jugar a fútbol tras aquellos 3 años de cautiverio y torturas sin juicio.

Ah bueno, la Eurocopa Sub-21 se celebró en Israel el verano siguiente. La que ganamos con un hat-trick de Thiago Alcántara.

Y todo esto reafirma solo una cosa. Primero fue Gaza y después será Cisjordania. Incluso esa división tan forzosa ayuda a que pudiera crecer un desarraigo entre ambos. Por supuesto que esto es algo que también sufren en el fútbol. Muy pocas veces han conseguido celebrar un campeonato entre Gaza y Cisjordania. Curiosamente, y pese a que es más potente la liga cisjordana, el título tiene mayoría gazatí.

Primero fue el Campeonato Palestino en los años 90 y mucho más reciente la Copa Palestina que enfrente a los campeones de Copa de Gaza y Cisjordania. Era más bien una Supercopa que una final de Liga. Y digo era, porque desde 2019 no se celebra. Este título se le ha resistido a Hilal Al-Quds, el mejor equipo de Cisjordania y donde juegan 6 de los convocados para la Copa de Asia.

Al-Quds es el nombre árabe de la ciudad de Jerusalén, que aspira a algún día ser la capital oficial de Palestina. Sin olvidar que hay muchos palestinos con nacionalidad israelí, procedentes de ciudades de mayoría árabe capturadas por Israel en 1948. Muchos de los herederos de aquellos palestinos desplazados durante la Nakba y que tuvieron la «gloriosa» suerte de que Israel les diera permiso para volver a sus casas, juegan actualmente en la selección.

Uno de ellos es Ataa Jabber, que nació Majd Al-Krum y cuya familia corrió mejor suerte que la mayoría de sus vecinos que fueron reubicados en el campo de refugiados libanés de Shatila. Pero si organizar un campeonato en Palestina parece difícil, imaginaros una convocatoria para la selección. La liga cisjordana depende de los checkpoints entre Nablús, Hebrón, Belén… y de las ganas que tenga el soldado israelí de turno de tocar los cojones. Pero la selección tiene que jugar fuera de Palestina y el espacio aéreo lo controla Israel. Así que si a Israel le apetece tocar los cojones, Palestina no viaja.

Y pasó, vaya que sí pasó. Fue en 2007 durante la fase de clasificación para el Mundial del 2010. Gaza estaba bajo bloqueo total de Israel y Palestina tenía que desplazarse a Singapur. Israel no cedió y la FIFA le dio el partido por perdido a Palestina.

«Hacer todo lo posible por garantizar que todos aquellos que quieran practicar este deporte lo hagan en las mejores condiciones, independientemente del género o la edad»… Y esto no lo digo yo, ni tampoco George Habash. Lo dicen los estatutos de la FIFA.

Hasta ahí tampoco había sido una bicoca, ya que no participó en los mundiales hasta 2002 cuando fue reconocida como miembro FIFA. Para los mundiales de 2006 y 2010 tuvo que jugar sus partidos como local en Qatar. Por fin pudo debutar en 2011, para el Mundial 2014, en suelo palestino. 9.000 personas en Al-Ram para recibir a Afganistán. Otro exiliado habitual que evidentemente jugó el partido de ida en Tayikistán como local. En segunda ronda llegaron a juntar a más de 11.000 personas. Por suerte esta vez no invadió el ejército israelí el campo.

No hace falta volver a enumerar todos los ataques israelíes que hicieron que la selección tuviera que volver a exiliarse como a mitad de la fase de clasificación para Rusia 2018 cuando tuvo que jugar dos partidos en Jordania.

Esto también ha perjudicado muchísimo para poder reclutar con asiduidad a jugadores de la diáspora palestina. Un buen granero para «fichar» estaría en Chile donde hay una comunidad cercana a los 500.000 y un club en Primera, el CD Palestino que fue fundado en los años 20 por inmigrantes palestinos cristianos procedentes del entorno de Belén. En esta Copa de Asia han llevado a Camilo Saldaña.

Aunque el caso más cercano lo tengamos en el español Yaser Hamed, natural de Leioa, hijo de un palestino y una vasca. Sus padres médicos se conocieron estudiando la carrera en España. La inestabilidad constante ha provocado que durante años muchos descendientes de emigrantes palestinos no hayan podido encadenar más de dos convocatorias seguidas.

A Palestina le ha pasado un poco como al Sáhara. El hostigamiento constante del invasor no le dio nunca chance para armar selecciones competitivas y por medio del fútbol dar visibilidad a su causa. Hasta el siglo XXI su bagaje se reducía a alguna participación esporádica en la Copa Árabe o en los Juegos Árabes. Dos competiciones con poco escaparate aunque fuera propagandístico. Lógicamente la guerra nunca cesó desde 1948, por lo que la mente estaba en todo menos en el fútbol.

Este hecho se puede comprobar fácilmente en el documental Nacido en Gaza de Hernán Zin, en el cual ningún niño gazatí quiere ser futbolista como en el 99% del resto de países del mundo. No es porque no sea llamativo ganarse la vida con el fútbol, si no que no consideran que un futbolista pudiese ayudar a corto plazo al resto de palestinos.

Los más de 10.000 menores fallecidos en Gaza seguramente hubieran soñado con ser futbolistas si no hubieran vivido en un campo de concentración al aire libre. Pese a todo, el fútbol siempre será una herramienta con la que poder hacer presión. Durante la preparación para el Mundial de 2018, Argentina fijó un amistoso contra Israel unos días antes del inicio del campeonato en Rusia. Hasta ahí parecía todo correcto, pero… el partido se celebraría en Jerusalén, capital de Palestina, como conmemoración del 70 aniversario de la creación del Estado de Israel.

Oday Dabbagh (Foto: Cordon Press)
Oday Dabbagh (Foto: Cordon Press)

Los palestinos se organizaron rápidamente e incluso fueron a las puertas de la ciudad deportiva del Barcelona, donde se concentraba la albiceleste, para presionar a los jugadores. A su vez Jibril Rajub, presidente de la federación de fútbol de Palestina y hombre fuerte del Comité Central de Fatah, escribió directamente al presidente de la AFA para frenar el partido. Y si, se consiguió. Un cúmulo de acontecimientos y la incesante lucha de la causa palestina lograron que el partido no se celebrase y la consiguiente provocación no tuviera lugar.

Este lunes Palestina se enfrentará a Qatar en los octavos de final de la Copa de Asia. A esa hora probablemente sigan cayendo bombas sobre Khan Younis. A esa hora probablemente la gente siga apelotonándose cerca del paso de Rafah. A esa hora probablemente siga habiendo niños soltando su último aliento bajo los escombros de cualquier campo de refugiados gazatí.

A esa hora probablemente un grupo de colonos haya destrozado la cosecha a un campesino cisjordano. A esa hora probablemente haya un bulldozer derrumbando la vivienda centenaria de cualquier familia cisjordana. A esa hora probablemente el pueblo elegido siga haciendo cosas del pueblo elegido. La única democracia de Oriente Medio seguirá masacrando a un pueblo con un genocidio en prime time en pleno siglo XXI.

Ese pueblo saltará al campo sabiendo que su simple presencia en el partido simboliza su supervivencia. Al pueblo palestino nadie lo eligió para que sufriera durante casi un siglo la ira de un sionismo que se siente absolutamente impune. Los jugadores seguirán siendo como Handala, aunque el lunes a las 17 hora española estén celebrando el pase a cuartos.

Sería injusto creer que todo eso será la adrenalina suficiente para que los jugadores palestinos salgan hipermotivados al partido más importante de su historia. El partido más importante de su vida se juega en Gaza y tarde o temprano, desgraciadamente, tendrá una prórroga o un gol de oro en Cisjordania. El partido de la supervivencia. Y ese, por todo lo anterior, Palestina lo tiene que ganar sí o sí.

Un comentario

  1. Excelente artículo. Un detalle, que quizás desconozca el autor, es la existencia de este documental…

    https://www.youtube.com/watch?v=OwAWW16gM1g

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