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Vinnie Jones: «No puedo correr, no sé pasar y no sé disparar… pero estoy aquí»

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Vinnie Jones celebra la FA Cup de 1988 (Foto: Cordon Press)

The Times publicó en 2007 un polémico artículo sobre los 50 tipos más duros de la historia del fútbol (Football’s 50 Greatest Hard Men). El primer clasificado de ese ránking de dudoso honor fue Andoni Goikoetxea, durísimo central del Athletic y de la selección española, calificado como «El carnicero de Bilbao». A rebufo de Goiko aparecían Stuart Pearce (ni una mala palabra, ni una buena acción), Vasile Boli (la «muerte negra»), Gentile (famoso por su intento de dejar inválido a Maradona), Marco Materazzi (un angelito, pregunten a Zidane), Nobby Stiles (el chico de la funeraria Collyhurst) o Giusseppe Bergomi (que repartía de todo, menos caramelos). Sin embargo, The Times decidió no incluir a Vinnie Jones en su lista.

El motivo, que la naturaleza de Vinnie Jones estaba fuera de concurso. Se trataba del tipo más despiadado, salvaje y violento que hubiese pisado jamás un campo de fútbol, de tal modo que los otros 50, a su lado, parecían el Santo Niño de Moronacocha. Vinnie se comportaba como un ángel exterminador que sembraba el pánico. Estrujaba, escupía, soltaba los codos, machacaba rodillas, metía dedos en las costillas, sacudía cabezazos y aplicaba sus conocimientos de kárate. Un amigo suyo le llamaba «psycho» (psicópata) y a él le hizo gracia. Entre otras cosas porque Vinnie Jones no era, precisamente, Bambi.

Criado en una familia de clase obrera de Watford, Hertfordshire, se marchó de casa con apenas 16 años para tratar de hacer realidad su sueño: convertirse en jugador profesional de fútbol. Primero probó en el modesto Wealdstone como amateur, alternando sus entrenamientos con un trabajo a tiempo parcial como peón de obra, ganándose en el andamio. Después viajó a Suecia, para firmar por el IFK Holdsmund, donde permaneció a prueba. Y en 1986, previo pago de 10.000 libras, fichó por el Wimbledon, un recién ascendido a Primera División.

Allí no tuvo precisamente un buen debut, como él mismo recuerda: «El día de mi debut con el Wimbledon, el viejo utillero del equipo entró en el vestuario y le pregunté cómo estaba jugando. Me contestó ‘Tengo 85 años, si me dieran la camiseta con el 4, lo haría mejor’». Sin embargo, Vinnie se sintió como en el jardín de su casa jugando para los «dons». Sobre todo, después de su hacerse famoso por haber retirado del fútbol, de manera literal, a Gary Stevens, después de una entrada terrorífica.

Rey de las malas artes y provocador constante, Vinnie pronto alcanzó fama de enterrador de estrellas rivales y se labró una reputación infame. Su fama de violento, después de varios partidos con los «dons», empezó a ser legendaria en los estadios. Y él, lejos de arrepentirse de sus acciones, se jactaba de ellas en los periódicos: «Si vas a por mí, mejor que acabes conmigo o seré yo el que vuelva a por ti. En cinco minutos o la próxima temporada».

Con el Sheffield, marcando a Gascoigne en 1990 (Foto: Cordon Press)

Vinnie Jones, matón y pendenciero, jamás amenazaba en vano. Paul Gascoigne, entonces estrella emergente del Newcastle, pudo comprobarlo. Vinnie sometió a Gascoigne a un marcaje que nadie podría olvidar jamás. Su «hazaña» consistió en derribar 14 veces a Gazza, en escupirle en la cara y amenazarle de muerte. Gascoigne señaló: «Se me acercó y me dijo: ‘Me llamo Vinnie Jones, soy gitano, gano mucho dinero. Te voy a arrancar la oreja con los dientes y luego la voy a escupir en la hierba. ¡Estás solo, gordo, solo conmigo!’».

Jones, en su versión más cafre, fue mucho más lejos. Tal y como muestra una de las fotografías más famosas del fútbol británico, agarró de los testículos a Gascoigne como si pretendiera arrancárselos. Una vez consumada la agresión después del partido, contestó a su manera a Jones enviándole un ramo de rosas con una nota. Vinnie, sin demasiado sentido del humor, devolvió el obsequio y le mandó una escobilla de water.

Años después remató la cuestión («es increíble que Paul pueda seguir usándolos ¿verdad?») y propuso que un reality show lanzara a Gascoigne en una isla desierta para ver cómo se las apañaba («creí que sería bueno para su cuerpo y su mente»). Otro ilustre del fútbol mundial, el holandés Ruud Gullit, también fue víctima de Vinnie: «Es una cucaracha ladrona. Pero si todo falla con Gullit, siempre puedes esperar al primer córner y atar sus trenzas al poste de la portería». En esa ocasión, por fortuna para Gullit, Vinnie no cumplió su amenaza. La pelota no era su negociado, todo lo contrario; prefería verla bien lejos y no le importaba reconocer sus limitaciones: «No puedo correr, no sé pasar, no puedo frenar a nadie y no sé disparar… pero todavía estoy aquí».

El Wimbledon, icono del fútbol-cárcel, empezó a ganar de manera sistemática. El odio que despertaba era directamente proporcional a su desprecio por la pelota, pero aquella jauría humana que rendía pleitesía al kick and rush (patea y corre) y era un tributo al break-bones (rompe huesos) se coló en la élite inglesa. Su entrenador, Dave Basset, tenía claro a quién se dirigía: «En este club los únicos hooligans son los jugadores». Instalado en la zona noble a base de patadas y un fútbol tan feo como efectivo, el Wimbledon se puso de moda durante tres años, donde se le atribuyó el apodo de «The Crazy Gang» (La pandilla de los locos).

Tommy Docherty, mítico entrenador escocés, les definía así: «El Wimbledon tiene tanto encanto como una botella rota de cerveza». Un pensamiento compartido por Gary Lineker, que en su faceta de comentarista de la BBC no dudó en proclamar: «Al Wimbledon es mucho mejor seguirle en el teletexto que en el campo». Al calor de Vinnie Jones, quebrantahuesos y líder espiritual del equipo más sucio de la historia contemporánea del fútbol británico, se hicieron populares los nombres de Dennis Wise (que llegó a morder el brazo de Marcelino, jugador del Mallorca), de Dave Beasant («este equipo es una fábrica de moratones») y de Lawrie Sánchez (uno de los pocos virtuosos del equipo).

Precisamente Sánchez fue el autor del único título de aquel Wimbledon, que dio la sorpresa al derrotar al Liverpool en la final de la FA Cup en Wembley. Aquella tarde, los «dons» destrozaron a uno de los equipos más técnicos del país; Vinnie Jones se mostró exultante y Tommy Docherty, mito del fútbol británico, hizo una broma que quedó para los anales de la historia: «El himno del Liverpool es ‘Nunca caminarás sólo’. El del Wimbledon es ‘Nunca volverás a caminar’». Algunos jugadores del Wimbledon, con el paso del tiempo, reconocieron que la noche antes de aquella final ante el Liverpool todos se cogieron una borrachera antológica en un pub donde, según cuenta la leyenda, Vinnie se marchó…sin pagar. Marca de la casa.

Esa época dorada del Wimbledon fue el escaparate perfecto para que Vinnie Jones, macho alfa de la manada, se mudase a pastos más verdes. El Leeds United decidió contratarle por 600.000 libras. Howard Wilkinson, su entrenador, dijo que se había decantado por Vinnie para «imprimir carácter» a su equipo. La bestia parda se lo tomó al pie de la letra. En su primer día de entrenamiento se dedicó a «imprimir carácter» a uno de sus compañeros, Bobby Davison, que tuvo que marcharse del campo después de recibir un puñetazo en plena cara, cortesía Vinnie Jones. Una vez transmitido su mensaje en el vestuario, Jones asumió la jefatura y fue líder de un equipo histórico en horas bajas que, a final de temporada, logró ascender.

Tras un breve periplo en el Sheffield United y en el Chelsea, el hijo pródigo del Wimbledon regresó a casa. Jaleado por su hinchada, Jones fue un paso más allá. El 28 de noviembre de 1992 protagonizó y comercializó un vídeo llamado Soccer’s Hard Men, un recopilatorio de entradas duras e imágenes violentas. Vinnie explicaba, con todo lujo de detalles, cómo efectuar un piquete de ojos, cómo amedrentar a un delantero o cómo pegar una patada que pudiera lesionar al contrario. «No hay para tanto. En el vídeo sólo imparto lecciones de lo que hago en el campo».

 

 

El presidente del Wimbledon, Sammy Hammam, no daba crédito: «Este chico tiene un cerebro de mosquito». Pero a pesar de los esfuerzos de las autoridades inglesas por retirar el vídeo de los comercios, la cinta fue un éxito de ventas sin precedentes. Él se jactaba: «Cuando derribo a un rival le ayudo a levantarse. Le pongo las manos en las axilas y le estiro con fuerza de los pelos». Vinnie, que llegó a acumular más de 40 sanciones disciplinarias, tuvo que pagar una multa de 20.000 libras esterlinas por su infamia del vídeo. «¿Yo un provocador? No, soy sólo Vinnie Jones. Juego al fútbol y me gustaría marcar diez goles esta temporada, pero no creo que la Federación me deje jugarla entera». También fue amenazado con una suspensión indefinida, pero él siguió a lo suyo: «La Federación me ha dado una palmadita en la espalda porque he acabado con la violencia en las gradas. Yo la he llevado al campo».

«Demasiado loco y sucio» como para poder actuar en la selección inglesa, Vinnie jugó un puñado de partidos con la selección de Gales gracias a la ascendencia de su abuela materna. Al conocer la convocatoria de Jones un mito del fútbol británico, Jimmy Greaves, definió la internacionalidad de Vinnie así: «Que me apedreen. Tenemos la cocaína, la corrupción, incluso el Arsenal marcó dos goles en casa el otro día. Pero justo cuando piensas que no te queda nada por ver en el fútbol resulta que te cuentan que Vinnie Jones es internacional».

Con el Wimbledon, «marcando» a Gascoigne en 1988 (Foto: Cordon Press)

Con Gales, faltaría más, también brilló con luz propia por ensañarse con los delanteros rivales. También dejó una frase lapidaria para el recuerdo: «¿Que si quiero jugar el Mundial? Hombre, soy Vinnie Jones, pero eso es imposible. Juego con Gales». Nunca llegó a jugar una fase final de la Copa del Mundo. Es más, su paso por la selección galesa fue un vía crucis: no ganó ni un solo partido. Tras siete partidos como nuevo jugador de su último equipo, el Queen’s Park Rangers, colgó las botas con 330 encuentros disputados y una hoja de servicios terrorífica. En su currículum aparecían 12 expulsiones (segundo jugador más expulsado de la historia de la Premier) y un récord mundial: la expulsión más rápida de la historia (vio la tarjeta roja en tres… segundos). Toda una joya.

En sus últimos días como ¿jugador? de fútbol, la vida de Vinnie se cruzó con la de Guy Ritchie, un extravagante director de cine que llegó a ser la pareja sentimental de Maddona, la reina del pop. Guy le ofreció un papel como actor principal del film Lock and Stock (1998), donde interpretó a Big Chris, un matón a sueldo que, a tenor de lo visto en la gran pantalla, le vino a Jones como anillo al dedo. La película lanzó al estrellato a Ritchie y sirvió para que el ‘asesino de Gales’ recibiera el ‘Empire’ a mejor actor debutante. La crítica no salió de su asombro cuando, de la mano de Guy Ritchie, Vinnie alcanzó fama mundial al interpretar a ‘Tony Dientes de bala’ en la caótica y genial Snatch: Cerdos y Diamantes (2000), junto a Brad Pitt o Jason Statham.

Gracias a Snatch las puertas de Hollywood se abrieron, de par en par, para Vinnie. Mean Machine, X-Men, 60 segundos y Operación Swordfish —con John Travolta y Halle Berry— le catapultaron a la condición de icono del cine. Increíble, pero cierto. El tipo más violento y áspero de la historia del fútbol se convirtió en una estrella del cine de acción. «Con el tiempo me veo en pelis de acción con Bruce Willis, eso me gustaría». Él, por supuesto, asume su éxito en las taquillas pasando la correspondiente factura a los críticos, como cuando rompía la tibia de un rival: «Cada vez que ruedo una película los críticos dicen que será la última película de Vinnie Jones. La próxima que voy a rodar será en Australia, y será mi película número treinta».

Entre patada y patada, entre película y película, ha tenido tiempo para publicar su autobiografía Vinnie: The Autobiography, para lanzar un disco al mercado, Respect, y para colaborar con el Partido Conservador. También fue condenado a 100 horas de servicio a la comunidad por asaltar a un vecino, por amenazar de muerte a la tripulación de un vuelo y fue detenido en Dakota del Sur por una pelea de bar en la que fue agredido con una botella de cerveza. Tiene cinco tatuajes en su cuerpo: una rosa en el antebrazo izquierdo, un tatuaje de la Copa FA en su pierna derecha, otro del Leeds en su pierna izquierda, otro en honor a su capitanía con Gales en el pecho y los nombres de su familia: Tanya, Aarón y Kayley en mitad de sus hombros. Se define a sí mismo como «la persona más agradable que conozco», está casado con una modelo, tiene dos hijos y es especialmente protector con su hija («lo siento por el chico que se presente en la puerta de mi casa para salir con ella»). En la puerta de su casa se encuentra un letrero que reza así: «No tengas cuidado con el perro, pero sí con el dueño».

 

6 Comentarios

  1. Nunca, nunca he entendido como «futbolistas» así han podido tener una carrera profesional, nunca.

  2. Necesitamos más jugadores como este para terminar con la lacra de los provocadores en los campos de fútbol.

  3. Vaya desgraciado, tendría que estar en la cárcel.

  4. Un personaje así no merece un artículo, sino directamente el olvido.

  5. Este artículo tiene ya muchos años. Rubén Uría hace ya tiempo que no escribe aquí.

  6. ¿No decía Clemente que quería jugadores que «metieran la pierna»? Pues oído cocina… XD

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