Fútbol argentino

La decadencia del fútbol argentino (Sí, el campeón del Mundo)

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Un solo jugador de la liga argentina fue parte del plantel campeón del mundo: Franco Armani, arquero de River y suplente de Dibu Martínez. No es novedoso el dato porque hace casi treinta años que la mayoría de los jugadores convocados a la selección nacional juegan en otros países. Lo curioso es que, a pesar de esa realidad, los organizadores del fútbol profesional en Argentina están promocionando al torneo 2023 como «La Liga de los campeones del mundo». Qué caraduras.

Nada en ese torneo de 28 equipos (sí, en la Primera División juegan 28 equipos) se parece a lo que describió Jorge D’Alessandro en El Chiringuito después de la final contra Francia: en el fútbol que se juega en la liga argentina no gana el vértigo, presidente. Es más bien lento y obsoleto. Y por más que los creativos publicitarios de la Liga Profesional se esfuercen en subirse a la épica de La Scaloneta para mejorar la venta de los derechos televisivos, cualquiera que mire diez minutos al azar de alguno de los 14 partidos de cada fecha se da cuenta del truco: nadie vuela. No hay síndrome de Stendhal posible para un espectador de «La Liga de los campeones del mundo».

Hay estadios de clubes importantes con evidentes problemas de infraestructura y campos de juego en mal estado, a la mayoría de los equipos les cuesta dar tres pases seguidos, los árbitros cobran cualquier cosa con VAR o sin VAR, la organización de los campeonatos cambia todos los años, se inventan finales y superfinales de no se sabe qué, los calendarios no son previsibles, las sanciones a los clubes que no respetan el fair play financiero son nulas o arbitrarias. Todo es provisorio. Sólo hay una cosa que sí se cumple a rajatabla: cada vez que un jugador de Barracas Central caiga dentro del área, el referí cobrará penal. Barracas Central es el equipo de Chiqui Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino.

Pese a todo, Argentina sigue siendo parte del G8 del fútbol mundial: una tierra próspera para producir jugadores de excelencia. Cualquier top ten de la historia incluye a Di Stéfano, Maradona y Messi y la entrega de los Premios The Best de la FIFA a los mejores de este año se tiñó de celeste y blanco. Pero quizás las biografías de los tres premiados y de algunos otros campeones del mundo tengan algo para decirnos sobre el fútbol local.

Franco Armani

El único club argentino donde Lionel Messi jugó de manera oficial fue Newell’s Old Boys de Rosario y metió 234 goles en 176 partidos. Eso sí, hay un detalle: jugó entre 1994 y 1999, de los 6 a los 12 años. Su recorrido no fue más allá de las categorías infantiles compitiendo contra clubes de la ciudad, en su mayoría amateurs. Nunca jugó en cancha de once contra ninguno de los equipos que disputan los torneos profesionales que organiza la Asociación de Fútbol Argentino. Se formó como crack en canchitas de tierra y de ahí partió directo al Barcelona. La historia ya la conocemos.

Tampoco Lionel Scaloni dirigió nunca en Argentina. Como su tocayo, su origen estuvo en Newell’s, donde debutó y llegó a vestir 12 veces la camiseta del primer equipo. Luego pasó a Estudiantes de La Plata, jugó 41 partidos en el año y medio que estuvo, y de ahí saltó al fútbol europeo. Los dieciocho años restantes de su carrera se repartieron entre Italia, Inglaterra y, sobre todo, España, donde aún sigue radicado con su familia. Es cierto que la razón es porque está casado con una española, pero también es cierto que para dirigir a la selección argentina no necesitó volverse al país ni estar encima de los jugadores de su liga porque los mejores se van a Europa cada vez más jóvenes, con un puñado de partidos en Primera o directamente sin ninguno.

Así pasó con el Dibu Martínez. Se marchó de las juveniles de Independiente a los 16 para jugar en el fútbol inglés, donde tuvo un recorrido largo y difícil hasta que se terminó consolidando en el arco del Aston Villa. Eso lo llevó a la titularidad en la Copa América de 2021. El público argentino lo conocía poco y los periodistas especializados que discuten sobre fútbol en televisión, menos todavía.

Tampoco Paulo Dybala pasó por la primera categoría. Debutó a los 17 en el club Instituto de Córdoba (el mismo donde surgieron Mario Kempes y Osvaldo Ardiles en los 70) y después de un año, donde fue la figura de su equipo en el torneo de la B Nacional, pasó al fútbol italiano. El nombre de Dybala, a diferencia de otros casos similares, sí se hizo conocido porque le tocó ser descollante justo el año en que River jugó en la B y peleó el ascenso contra Instituto hasta la última fecha.

Ángel Di María tiene más de 700 partidos en su carrera y sólo el 5 por ciento en la liga argentina. Entre 2005 y 2007 jugó en Rosario Central, su club de origen, y a los 19 años lo vendieron al Benfica. Con Nicolás Otamendi, otro de los veteranos, pasó algo similar: debutó en Vélez Sarsfield a los 20 y dos años después ya estaba en Portugal. Cuti Romero y Juan Foyth son más jóvenes pero tampoco superan el 10 por ciento de sus partidos en el fútbol del país. Romero fue transferido a Italia sin llegar a cumplir 20 presentaciones en la primera de Belgrano de Córdoba, Foyth se fue a Inglaterra con apenas 9 partidos en Estudiantes.

Ángel Di María con la Juventus

Hay otros jugadores del plantel que sí tuvieron mayor recorrido en Argentina antes de pasar a Europa: Gonzalo Montiel, Nicolás Tagliaficco, Marcos Acuña, Lisandro Martínez, Nahuel Molina. Incluso Julián Álvarez y Enzo Fernández jugaron en River hasta muy poquito antes del Mundial pero, cuando repasemos los planteles argentinos de 2026, 2030 o 2034, seguramente los veamos como hoy a Di María.

Sería injusto y sesgado achacarle exclusivamente a la organización del fútbol argentino actual esta realidad: es un fenómeno que viene creciendo de manera sostenida desde hace tres décadas y que no escapa a la lógica global del fútbol. Según el reporte 2022 del Atlas de Migración del Observatorio de Fútbol de CIES, Argentina es el tercer país del mundo en exportar futbolistas a otras ligas, sólo detrás de Brasil y Francia. Y no se trata únicamente de jugadores con poco recorrido en el fútbol local, en muchos casos son chicos que se criaron en Europa porque sus padres emigraron de Argentina por razones laborales o económicas, un universo que incluye ex jugadores de fútbol profesional (el caso más emblemático es el de Pablo Paz: su hijo Nicolás es una de las promesas del Real Madrid). Por eso el Coordinador de Selecciones Juveniles de AFA, Bernardo Romeo, desarrolló el departamento de Scouting Internacional que dirige desde España Juan Martín Tassi, un ex preparador físico de diferentes clubes argentinos que se doctoró en Ciencias del Deporte por la Universidad de Extremadura. Este departamento lleva un registro de más de 400 chicos y les va haciendo un seguimiento deportivo y familiar que ya tiene algunos nombres que han participado en selecciones juveniles e incluso fueron convocados por Scaloni para foguearse en el primer equipo: Alejando Garnacho, Tiago Geralnik, Franco y Valentín Carboni, Matías Soulé, Luka Romero.

En la última fecha FIFA nos enteramos de un trabajo similar en la selección de Italia, que pone sus ojos en jugadores de la liga argentina con nacionalidad italiana y destino de fútbol europeo: el goleador de Tigre, Mateo Retegui, ya tuvo su debut en el equipo que dirige Roberto Mancini como 9 titular y el volante de Belgrano, Bruno Zapelli, fue convocado para jugar en la selección sub 21. Detrás de ellos dos, hay otros diez jóvenes -ya asentados en sus equipos- en el radar azzurro.

El aguante

Los premios The Best de la FIFA fueron para Messi, Dibu Martínez y Scaloni, también para la mejor hinchada, representada en la figura emblemática del señor Tula y su bombo. Quizás ese premio sea el único de los cuatro que puede adjudicarse íntegramente el fútbol de la liga argentina, que fue construyendo su narrativa exaltando los rituales de las tribunas unánimes de cada estadio.

Desde hace diez años, en Argentina no se permite la presencia de público visitante en las canchas para evitar peleas a trompadas, piedrazos o tiros entre las hinchadas rivales. Por la misma razón (el peligro que implica convivir con personas que lleven puesta una camiseta distinta) en las sedes sociales de cada club hay un cartelito que avisa que «está prohibido el uso de indumentaria deportiva de otros equipos dentro de las instalaciones». La uniformidad de colores es el marco que alimenta el espectáculo de la pasión incondicional. Como el juego ofrece poco, lo importante es el despliegue de banderas, bengalas y fuegos artificiales que ocurre afuera y que se monta para la televisión, que lo replica y sobreactúa el relato.

«¿Mucha gente hoy debate si Mac Allister estuvo bien o estuvo mal? ¿Hace bien en irse al… Braintom, que no sé ni nombrarlo? Que la verdad… al lado de Boca, con todo respeto, no compite. Al lado de Boca no compite. Yo creo que Mac Allister la primera vez que salga a la cancha va a decir: ‘¿Es esto?’ Ahora, muchachos, ¿la plata hace todo? ¿La plata tiene que manejar tus movimientos? ¿La plata, emocionalmente, es lo que hace feliz a un ser humano? ¿O muchas veces hay que dejarlo de lado y decir ‘no, a mí me hace feliz esto, que me puteen, que me alienten, pero me hace feliz esto’?».

Mac Allister es Alexis, volante titular de los campeones del mundo, que en enero de 2020 decidió que era mejor irse de Boca y aceptar la oferta del Brighton, equipo de la Premier League. Y el del comentario sobre su decisión es Sebastián Vignolo, el principal relator de una de las señales que poseen los derechos de televisación de la liga argentina. Al espíritu provinciano del fanático promedio le cuesta comprender que los mejores jugadores quieren competir al máximo, esa pulsión potencia el rendimiento y los hace todavía mejores: tal vez por eso prefieren partir más temprano, volver cada vez más tarde o directamente no volver.

Si los hinchas de los clubes argentinos quieren ver de cerca nuevamente a sus ídolos, les resta esperar dos cosas: que no les vaya bien en Europa y regresen pronto como el hijo pródigo o que en el final de sus carreras exitosas sientan el llamado de la tribu. Ambas situaciones son frecuentes pero hoy chocan contra una dificultad cíclica en Argentina: la crisis económica y la restricción generalizada para acceder a dólares o euros. Es decir, los jugadores reciben (o buscan) ofertas más tentadoras en otros países. Siempre aparece un equipo mexicano, brasilero, norteamericano, chino o árabe de billetera más gorda para estirar el regreso o alguno europeo de una liga con menor rodaje que les permite mantenerse compitiendo cerca de la élite.

Hay excepciones, por supuesto: en los últimos quince años, jugadores como Verón, Kily González, Riquelme, Maxi Rodríguez, Diego Milito y Tévez regresaron a sus clubes cuando todavía les quedaba cuerda suficiente para seguir en Europa en buen nivel, volvieron a Argentina para jugar varias temporadas y fueron figuras determinantes. Hubo otros que lo hicieron demasiado tarde y se encontraron fuera de ritmo para un juego de mucho roce y rigor físico -a veces torpe- que no les permitió una despedida a la altura de sus carreras: le pasó a Simeone, a Ayala, a Aimar, a Saviola, a Mascherano.

Sueño y realidad

Después del título en Qatar, las celebraciones masivas y la conexión con el público que se repite en cada partido de la selección, empezó a gestarse un operativo clamor desde la propia organización del fútbol argentino –y hasta la Conmebol– para tentar el regreso de los más grandes del plantel, sobre todo Di María y Messi, uno hincha de Central y el otro de Newell´s. Los dos dijeron muchas veces que soñaban con eso. Hace diez años los enfrentaba el clásico entre Barcelona y Real Madrid y la ilusión es que vuelvan a cruzarse en el clásico rosarino, uno de los más importantes de la liga argentina. Suena lindo pero no parece fácil. A las cuestiones económicas y deportivas se le suma otra razón: las recurrentes situaciones de inseguridad ciudadana y violencia urbana, que el jueves 2 de marzo tuvieron su expresión descarnada en forma de catorce balazos a la vidriera de un supermercado de la familia Roccuzzo y el nombre de Messi en un mensaje amenazante: «MESSI TE ESTAMOS ESPERANDO. JAVKIN ES NARCO NO TE VA A CUIDAR…».

Es evidente que la balacera buscó impacto en las noticias y que fue más una amenaza mafiosa a la dirigencia política de la ciudad de Rosario que a la familia de Messi, sin embargo puede tener un efecto disuasorio. «Esto aleja a Leo y a cualquier otro chico que quiera volver», dijo el entrenador de Newell’s, Gabriel Heinze, cuando se enteró del hecho. Un mes antes, el técnico de Rosario Central había advertido: «Las complicaciones del libro de pases fueron muchas. Desde respuestas de jugadores hasta esposas que no quieren venir a vivir a Rosario, encontramos de todo. Esta es la realidad».

Los presidentes de AFA y Conmebol quieren ver a Messi en sus torneos. Se lo dicen de todas las formas posibles, se lo piden de manera sutil o explícita, apelan a su amor por los colores, al sentido de pertenencia, le hicieron una estatua en tamaño real, rebautizaron predios con su nombre, imaginan calendarios y fixtures posibles. Messi se acerca a los 36 años, es ahora o nunca. ¿Pueden garantizar las condiciones para que suceda el regreso? Tal vez sí, pero no sería más que un show montado a su alrededor, al modo de las giras norteamericanas de Los Beatles. Cuando se retire, los problemas de la liga argentina seguirán allí.

5 Comentarios

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  4. Juancho Talarga

    Sí, es la Liga de los Campeones del Mundo aunque no le guste al que redactó esta nota. Y lo será por más de 3 años todavía.

    De paso que se fije cuántos de la Selección de Brasil estaban jugando en su campeonato durante el último Mundial. Tres jugadores, y dos de ellos con experiencia previa en el exterior. Y en un país con una economía muchísimo más poderosa que de todas formas no logra retener a los cracks de verdad pero sí aunque sea a venderlos por unos cuantos euros más.

    • El día que un argentino acepte la realidad, se acaba el mundo.

      No habla de Brasil porque Brasil no es campeona del mundo. Tampoco habla de Paraguay, aunque en desnutrición infantil estén a la par con ustedes.

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