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Željko Rebrača: «España ha tomado, adaptado y mejorado el método yugoslavo y por eso han sido los mejores»

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Željko Rebrača (Prigrevica, 9 de abril de 1972) se explica con naturalidad, sin darse demasiada importancia. En cierto sentido, recuerda a su etapa como jugador. No era de hacer muchos aspavientos, ni tenía un lenguaje verbal o gestual agresivo. Simplemente sumaba puntos, rebotes y tapones a demanda de las necesidades colectivas. Pívot de mucha clase e intimidador, una combinación tan infrecuente como decisiva en los grandes escenarios. Supo ejercer un rol secundario cuando tocaba y también ponerse el traje de MVP cuando el equipo exigía sus mejores galas, como en la Final Four del año 2000. Su actuación en el Mundial de 1998 es uno de los momentos estelares del baloncesto FIBA de finales de siglo.

En la cafetería Umbrella de Belgrado, lugar en el que hemos quedado con él, responde amablemente a los que se acercan a pedirle una foto. Es un mínimo peaje para una leyenda. Su cara aparece en el Partizan de Fuenlabrada, en el Panathinaikos campeón de Europa o en la gran Yugoslavia de la segunda mitad de los 90. Normal que más de veinte años después tanta gente se acuerde de él en su tierra natal. Y en muchos otros países.

La primera vez que nos vimos fue en noviembre de 2021. Entonces estabas muy centrado en tu academia [Košarkaška Akademija Željko Rebrača]. Desde junio de 2022 eres presidente del KK Vojvodina. ¿Por qué decidiste implicarte con este proyecto?

Hace tres años estaba alejado del deporte. Mi idea fue volver trabajando con chicos, y comencé con la idea de prepararlos para lo que vendrá después en sus carreras; porque creo que ahora tengo la formación suficiente para transmitirles ese tipo de experiencia. Con las redes sociales vivimos un tiempo diferente. Los chicos se relacionan en un mundo virtual. Todos quieren jugar en grandes equipos, en la NBA, pero nadie se apoya en una ética de trabajo. La disciplina es una de las cosas más importantes, así que el trabajo comienza por ahí.

En Novi Sad también gusta el baloncesto y queremos dárselo, desde las categorías formativas al primer equipo. Intento ser como un enlace de todo eso. Reunir a toda la gente capaz de levantar el nivel del club y conseguirlo. Nos hace falta mucha ayuda, el ayuntamiento nos ha apoyado y se está empezando a invertir más en baloncesto. Ahora los jugadores tienen una jubilación del Estado, yo mismo tengo una. El baloncesto es el principal embajador de Serbia, también el voleibol y el waterpolo, y hay grandes futbolistas a nivel individual, a ver si consiguen también serlo como equipo, pero la cuestión es que el deporte es muy importante para un país pequeño como nosotros. Tenemos siete millones de habitantes y más títulos en deportes colectivos que cualquier otro país. Por eso había que invertir más.

Las autoridades políticas de Novi Sad reconocieron el proyecto y me pidieron que intentase algo nuevo con la Vojvodina, que tenía grandes problemas por cuestiones económicas. Justo ahora, un año después, hemos acabado con cerca del 80% de la deuda que tenía el club. El presidente ayuda un montón porque ama el deporte. También lo hace el exalcalde de Novi Sad, Vučević, que ahora es ministro de Defensa de Serbia.

Tenemos nuevos patrocinadores, que han preparado un programa a cinco años para la Vojvodina, y esta temporada ya hemos sido uno de los tres mejores equipos de la categoría. Nos hemos quedado cerca de ascender a la ABA League 2. A ver si en unos años podemos devolver a Novi Sad a la máxima categoría. También intentamos trabajar con niños desde la base, para proporcionarles entrenamientos adecuados, con buenos preparadores. España es un buen ejemplo. Llevan 20 años haciendo un gran trabajo y son los mejores en todas las categorías de formación.

Es clave la unificación del método en todas las categorías.

Sí, esa es la cuestión principal. En Serbia estamos un poco perdidos porque nos hemos salido del camino. Necesitamos retomar la manera de trabajar que teníamos hace 25 o 30 años.

Los chicos que vienen necesitan el entrenamiento adecuado. Es lo que intento hacer ahora con la Vojvodina. Estamos trabajando duro, así que veremos a dónde llegamos en unos años.

Se dice que eras un niño muy travieso…

Sí, es cierto. Vengo de Prigrevica, en Vojvodina. He nacido en Apatin, una ciudad cercana. Esta zona fue repoblada con gente de Lika y Banovina [después de la II Guerra Mundial, tras la expulsión de los alemanes; NdR], que es gente de un carácter muy fuerte, con un sentido de la justicia, de lo que es correcto, muy arraigado. Los niños siempre compiten, pero en un sentido positivo. Nos educaron con valores familiares muy firmes. Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia, aunque me pegaban bastante, pero era de forma merecida, porque, efectivamente, era muy travieso.

Hemos leído que pasabas mucho tiempo en el río.

Por eso me pegaban, porque me escapaba de casa y me iba al río. En esa época no había móviles, no podían controlar dónde estábamos. Sin embargo, eran unos tiempos mucho más seguros, podíamos ir donde quisiéramos. Me refiero a los años de la antigua Yugoslavia. Al contrario que los niños de hoy, yo me pasé la infancia creciendo al aire libre. Jugábamos a muchísimos juegos, hacíamos tirachinas, corríamos muchísimo, estábamos preparados aeróbicamente mucho mejor que las generaciones actuales.

Ahora me estoy dando cuenta de la importancia de esos juegos, de subirse a los árboles, etc… eso ya no existe hoy, los niños son muy asociales, viven en un mundo virtual. He visto en una investigación reciente que los críos han perdido entre un 15 y un 20% de capacidad aeróbica. Yo mismo he comprobado esto en mi Academia de Baloncesto y también mucho tipo de deformaciones en el cuerpo derivadas de la falta de ejercicio. Observando todo esto me he dado cuenta de la importancia que tenía antiguamente pasar tanto tiempo al aire libre. Ahora tenemos que trabajar muchísimo con ellos estas carencias, mucho más de lo que hacían con nosotros en nuestra época.

¿Una vez dentro de tu Academia de Baloncesto hay restricciones al uso de móviles?

Lo estamos intentando cuando vamos de campamento. En las concentraciones que hacemos en Zlatibor, por ejemplo, les quitamos los teléfonos y se los devolvemos al final del día para que puedan llamar a sus padres. Pero nosotros tenemos también que adaptarnos a esta época en la que vivimos, no podemos empeñarnos en permanecer en el mundo de hace treinta años. Tan solo intentamos que el consumo que hacen de tecnología, Internet o redes sociales sea sano.

En el campamento de Zlatibor también les intentamos enseñar los aspectos positivos y negativos del uso de las redes e internet. Queremos que le den un uso adecuado, no es fácil hacerlo, pero si se quedan tan solo con una pequeña parte de lo que pretendemos transmitir, ya hemos conseguido algo.

¿Cómo empezaste tú en el baloncesto?

Con trece o catorce años empecé a jugar al balonmano, pero me vieron y me dijeron que se me daría mejor el baloncesto. Empecé con catorce años y medio, estuve en Apatin un año y medio entrenando. Tenía que ir de Prigrevica, donde vivía, a Sombor, donde estaba el colegio, y luego me iba a Apatin, a entrenar, para volver de noche en autobús a dormir a mi pueblo. Luego ya con dieciséis años me mandaron a Novi Sad.

Tu padre trabajaba en una gasolinera de NAP y quería que fichases por el equipo de la empresa.

Sí, porque si se me daba mal, podía quedarme con un empleo. Vino Dušan Ivković para ficharme por la Vojvodina, pero mi padre le dijo que mejor que jugara primero en NAP y, si salía buen jugador, ya volverían de nuevo a por mí y, si no era así, me quedaría trabajando en las gasolineras y tendría la vida asegurada. Desde el punto de vista de mi padre es comprensible que buscase una seguridad económica para mí. Al final, salió bien la jugada porque el NAP era un buen club y me dieron la oportunidad de desarrollarme como un buen jugador en esa época. Creo que los clubes más pequeños son mejores para desarrollar a los niños cuando empiezan a jugar, porque los clubes grandes y fuertes buscan más a jugadores ya formados. Para mí esos años fueron importantes para que me gustase el baloncesto de verdad.

Eso es lo que intentas inculcar en tu academia.

Que el baloncesto primero se convierta en un amor y luego en un trabajo. Después de dos décadas jugando al baloncesto he aprendido a transmitirle esto a los niños, porque creo que hasta los 14 años, lo que tienen que hacer es jugar al baloncesto, en sentido literal, verlo como un juego. Y que los entrenamientos estén adaptados a su edad y se hable mucho con ellos. Hoy es muy importante porque los niños actuales son muy asociales y tienen problemas de comunicación. Tenemos talleres que organizamos de neurolingüística, que es muy importante para la preparación psicológica de los niños. Les enseñamos a comunicarse con sus padres, con sus profesores en el colegio, con los entrenadores…

Por otro lado, intentamos explicarle a los padres que el entrenador tiene que ser entrenador y el padre, padre. Los padres tienen que encargarse de que el niño duerma a su hora, que coma bien… Cada uno tiene que hacer su parte del trabajo para que, si un niño es introvertido, sepa explicar sus problemas y aprenda a gestionarlos. Llegará un momento en la vida en el que no sabrá por dónde tirar, tendrá que tomar una decisión importante, y lo que queremos es que en ese momento recuerde cómo le hemos enseñado a pensar. Le preparamos para que sea capaz de tomar sus propias decisiones.

Yo, como ex profesional del baloncesto, no puedo tomar una decisión por un niño o por sus padres. Tienen que ser el chaval y sus padres los que sepan decidir. Así luego no me reprochan que yo les recomendé fichar por este u otro club. Aparte, les preparamos para que estén listos para las muchas injusticias que les esperan en la vida y para que sepan perder, tanto en los partidos como en otras situaciones de la vida que se puedan dar simultáneamente a baloncesto. Y de todo este proceso, que aprendan de cada experiencia. Esto es lo más importante, porque de ganar te puede separar un tiro, pero cuando ganas un partido no lo vas a analizar tanto como cuando lo pierdes, por eso un fracaso o una derrota te forma más que una victoria. Ya sé que suena como un cliché o como un meme de autoayuda de redes sociales, pero hay que aprender a caminar por el infierno. Yo sé lo que significa eso, he pasado por muchas experiencias de ese tipo y nunca tuve a nadie que me educase o explicase nada o, a veces, era muy cabezota y no aceptaba consejos. Por eso es importante tener en la infancia una persona que te ayude en tu desarrollo y te sirva como referencia porque te ha dicho las cosas adecuadas. No queremos que luego los chicos reciban las críticas como algo personal, como un ataque.

Muchas veces el problema está en los padres con hijos deportistas.

Los padres muchas veces buscan salir de su situación económica o de cualquier otro tipo a través de sus hijos. Entonces, aprietan mucho a los niños cuando no están preparados para aguantar tanta presión. Los padres miran más por el objetivo y no por el bienestar del niño. Suelen ser padres que no han tenido éxito y para ellos es vital que el hijo lo tenga, intentan como curar su dolor. Muchas veces le he tenido que decir a los padres que es mejor que se dediquen ellos a baloncesto en lugar del niño. Es importante, cuando se detecta este tipo de situación, decírselo a los padres.

En los últimos diez años las cosas han cambiado mucho y ahora es importante educar a los padres. No todos los niños van a llegar a ser deportistas de elite y hay que educarles también para la vida. Yo ahora con cincuenta años también trabajo en mí mismo porque, con los años, me doy cuenta de todo lo que me faltó de joven, porque me fui de casa con 16 años y, cuando te pasa algo así, te has perdido una parte de la vida con la gente de tu edad, como salir, tener novias, y entras en el mundo de los adultos y su ego. Te levantas a las ocho, tienes cosas que hacer durante todo el día, y pierdes la faceta espontánea de la vida normal de un adolescente. De todo esto soy consciente ahora, no entonces. Por eso ahora trato de entender lo que me faltó. Es muy importante en la vida controlar las emociones. Nunca tomar decisiones cuando estás en caliente, ni cuando estás muy emocionado ni cuando estás enfadado. Y los niños no entienden estas emociones, no saben cuándo están rabiosos. Es muy importante para el crecimiento de un ser humano identificar las emociones, eso es lo que te forma. Lo que te enseña a lidiar con la vida es un partido perdido o cuando te deja una pareja, situaciones en las que de forma instintiva se tiende a huir de las emociones que producen.

¿Qué tenía la escuela del baloncesto yugoslavo para marcar a diferencia? A veces has hablado de que te hacían entrenar entre cinco y ocho horas diarias ¿El éxito se debía a esta dureza o había más motivos?

En Yugoslavia había un sistema educativo de mucha calidad, sin embargo, nadie en esa época pensaba que era genial. Había muy buen scouting, muy buena Educación, muy buena comunicación, siempre, en todos los niveles, de los niños a los profesionales. Tuvimos una de las ligas más fuertes de Europa, con deportistas increíbles y también entrenadores capaces de transmitir muy bien sus conocimientos.

Yo estuve con Dušan Ivković, que hizo la etapa de la transición generacional, de Dražen, Kukoč, Paspalj y Divac a Danilović y Djordjević. Y luego con Željko Obradović, que había empezado a trabajar con Aleksandar Nikolić [Aleksandar Nikolić, el técnico más respetado en la historia del baloncesto yugoslavo; NdR]. Los dos años que pasé con ellos fue como tener acceso a una enciclopedia del baloncesto. Me sirvieron durante todo mi recorrido profesional, tanto con Mike D’Antoni en Benetton como con Rick Karle en Detroit o con Larry Brown.

Los españoles a principios de siglo tomaron a su manera nuestro sistema, lo adaptaron, invirtieron en él y lo mejoraron. Por eso son los mejores en todas las categorías formativas, tanto en mujeres como en hombres. Y lo mismo en senior. Ese trabajo se ve y ahora a nosotros nos falta. Deberíamos volver a esa base y fortalecerla. Por eso mi regreso a Vojvodina es un intento de establecer esa base y descentralizar un poco para que no todo sea Belgrado. Hay que invertir más en sitios más pequeños si queremos tener niños como Jokić, Bogdanović, Vučević o Mirotić. Hay muchos jóvenes pero hay que trabajar con ellos.

En aquella época también trabajamos de cinco a ocho horas diarias, no era siempre así, pero en ciertos periodos sí. El talento es una cosa, pero hay que trabajarlo. El que trabaja más y tiene poco talento puede salir mejor que el caso contrario.

¿Hoy cuanto entrenan los niños?

Un par de horas al día. Todo el mundo piensa que Jokić, por su aspecto físico, no trabaja mucho, pero trabaja muchísimo, tanto en aeróbico, como fuerza, tiro… Con su duro trabajo, su talento solo puede brillar. El hecho de que su cuerpo no se parezca al de otros jugadores más grandes no significa absolutamente nada en cuanto al juego. A Bogdanović si le preguntas cuántos tiros hace te dirá que unos quinientos mil. No puedes ser un gran tirador si lanzas doscientos mil, para ser Bogdanović hay que hacer quinientos mil. Aunque hoy hay mucha tecnología, no te puedes descargar el tiro. Tienes que ir a una cancha a tirar. No hay pastillas mágicas para el tiro. Fuera de temporada tienes que meter quinientos mil, punto.

Djordjević te invitaba a sus entrenamientos.

Saša estaba en el ejército en ese momento, haciendo el servicio militar, y venía a entrenar con el NAP. Ahí se fijó en mí, que era un niño, y me llevó a un par de entrenamiento del Partizan. Para mí todo eso era… ¡guau! Y ahí el entrenador Duško Vujošević se fijó también y me llevó a la selección junior. Fui a un mundial y, cuando Obradović fichó por el Partizan, me llevó. En ese momento despegó mi carrera, hasta entonces para mí era un juego, no la posibilidad de hacer una carrera. No pensaba en la NBA. Para mí era solo jugar, viajar y salir. Hoy, cuando me hacen entrevistas me cuesta explicar que no veía el baloncesto como una profesión, sino como un pasatiempo. Ahora, con toda la experiencia que he tenido, lo veo con otra perspectiva. Cuando ganamos la Euroliga, estando en Madrid, me di cuenta de que lo que tenía entre manos era importante. La gente empezó a hablar de mi talento, de hasta dónde podía llegar, y eso ya me hizo entrenar más y tratar de ver qué tenía que hacer. Me entregué al baloncesto.

¿Es verdad que en esta época de Madrid te trajiste un tubo de escape?

Jugamos un partido en Madrid, pero yo no fui porque estaba lesionado. Tenía un Alfa Romeo y me faltaba el tubo de escape. Fue cuando las sanciones, cuando no había repuestos en el mercado serbio. Se lo dije a Dragutinović y Stevanović, les señalé qué tienda era, y me lo trajeron por partes. Lo consiguieron pasar por el aeropuerto (risas). Hoy ya no pasan estas cosas, somos muy malcriados. Antiguamente necesitábamos menos para ser felices. Fíjate yo, con un tubo de escape ya era feliz.

También eras bueno en Matemáticas.

Sí, el primer año de instituto fui a un centro de Mateméticas, que tenía una sección de programadores, en Sombor. Y después fui a Económicas. Sin embargo, con tanto entreno no podía compaginar las Matemáticas con el baloncesto y tuve que decidir hacia dónde quería ir. La verdad es que me gustaba muchísimo, de no haber sido jugador seguro que hubiese sido programador.

En esta época, cuando fichaste por el Partizan, de repente estabas con Djordjevic y Danilović, con Obradović como entrenador. Es el año de la leyenda del Partizan de Fuenlabrada. Desde la perspectiva de todo lo que estamos comentando ¿Cómo lo viviste con tan solo 20 años?

En primer lugar, no creo que en ningún lugar del mundo haya ocurrido algo semejante. Mira, la edad media del equipo que jugó en Fuenlabrada no llegaba a los 22 años. Teníamos un presupuesto muy bajo, y Željko estaba en su primer año de entrenador. El profesor Nikolić nos ayudó mucho, pero nuestra ética de trabajo era increíble. Éramos talentosos y trabajábamos duro. Desde luego, no esperábamos que ocurriese lo que pasó en Fuenlabrada. Nos sentimos como el equipo de la ciudad. La gente venía a vernos y nos apoyaba.

Aún hoy, más de 30 años después, muchos aficionados llevan camisetas que recuerdan a aquel equipo que se hizo grande en Fuenlabrada.

Sí. Cuando jugamos contra Estudiantes o Joventut, ellos se pusieron de nuestro lado. Recuerdo a los jugadores del Estudiantes. Sus caras. No entendían lo que estaba pasando. Ellos esperaban que el público animase a Estudiantes; pero no, nos estaban animando a nosotros. Estábamos sorprendidos. Nos dieron energía y creímos mucho más en nosotros mismos a partir de entonces. Es una historia especial que no creo que vuelva a repetirse. Si ya es difícil pensar en un equipo que vuelva a tener que jugar sus partidos como local en el extranjero, imagina a ese equipo ganando un título con una media de edad que no llega a los 22 años. Es increíble. Una gran historia.

¿Qué es lo que más destacarías de aquel Željko Obradović que debutaba como entrenador? Todavía tenía edad para jugar.

Él vivía el baloncesto las 24 horas, y contaba con la ayuda del profesor Nikolić, que estuvo cerca durante los dos primeros años de Željko como entrenador. Con Željko trabajábamos un montón de aspectos. Nos deteníamos en cada detalle.

En eso parece que no ha cambiado mucho.

Sí. Y fui más consciente de ello años después, cuando vi que algunos entrenadores simplemente nos pedían correr y tirar. Con Željko usábamos para defender sistemas zonales 1-3-1, 2-3, 3-2, y zonas de ajuste. Recuerdo que a veces, después del entrenamiento, tenía dolor de cabeza por toda la información que nos daba. Pero eso me ayudó mucho y ayudó también a la selección de Yugoslavia desde 1995.

Su manera de trabajar fue revolucionaria en muchos aspectos. Con nuestro equipo algo cambió. Y ahora Željko tiene nueve Euroligas. Puedes tener suerte una vez, pero no más. Hubo y hay un trabajo duro detrás.

En un reportaje televisivo [Informe Robinson] sobre el Partizan que jugó en Fuenlabrada, Lončar contaba que él, Stevanović y tú aprendisteis palabras en español gracias al bingo.

[Ríe] En esa época, cuando estábamos juntos no sabíamos qué hacer. Ganamos lo que hoy serían unos 10.000 euros, una cantidad bastante buena. Lončar repartió el dinero entre nosotros. Éramos jóvenes y disfrutábamos con estas pequeñas cosas. En aquella época no era como hoy. Ahora los jugadores de baloncesto tienen todo a su alcance.

En aquella Liga Europea te enfrentaste varias veces, Final Four incluida, a Darryl Dawkins. Era un portento físico y tú todavía eras un pívot delgado. Las imágenes son curiosas.

Fue increíble. Para mí, en ese momento, era como tener enfrente a Shaquille O’Neal.

Danilović y Djordjeević no se llevaban bien ese año, pero eran una pareja impresionante sobre la pista. Lástima que Partizan no pudiese disfrutar de ellos más tiempo. Danilović acabó en Bolonia y Djordjević en Milán.

Italia invirtió mucho dinero en aquella época, así que era difícil mantener unido el equipo. Los años posteriores fueron difíciles para Partizan. Era un club adecuado para los jóvenes, porque se trabajaba duro con ellos, pero después salían del país para jugar en otros equipos.

Además de la Liga Europea, con aquella histórica final ante el Joventut, ese año ganáis Liga y Copa, pero luego llegó la decepción. Yugoslavia no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Barcelona, y teníais un equipo muy poderoso.

Sí, fue muy decepcionante. Ese equipo era una de las mejores selecciones en las que he estado. En aquella época estuvimos dos meses entrenando en Grecia.

Con Dušan Ivković de entrenador.

Recuerdo que estábamos en Francia cuando se decidió que no iríamos a los Juegos Olímpicos. Me acuerdo de que Duda [Dušan Ivković] nos pidió solo que jugásemos algunos amistosos contra la selección griega, en la que estaban Fassoulas y Giannakis. La noche anterior a los partidos salíamos por las discotecas, por la mañana íbamos a la playa y nos poníamos a nadar y por la tarde jugábamos. Hicimos lo mismo para los tres amistosos que disputamos.

E imagino que fueron tres victorias.

Sí, por unos 20 puntos, y después de ir a la playa. Así de fuertes éramos [deja de hablar por unos instantes]. Pero bueno, pudimos regresar a lo grande en 1995.

Volviendo al Partizan, en los años posteriores a 1992 viviste varios duelos decisivos contra el Estrella Roja, en Copa y Liga, con resultados diferentes. ¿Cómo recuerdas aquella rivalidad?

Mira, aquella época fue realmente buena. Esos partidos eran semejantes a un Real Madrid-Barcelona, a un Panathinaikos-Olympiacos. Hoy la rivalidad es un poco excesiva. Hay demasiada división. Cuando yo jugaba recuerdo que los Delije [el grupo de aficionados más radical del Estrella Roja; NdR] me respetaban por lo que hacía con la selección nacional. Respetaban y animaban de la manera adecuada. Pasaba lo mismo con los Grobari [radicales del Partizan].

¿Se ha perdido ese respeto?

Hay demasiada división, un tipo de rivalidad excesiva. Aunque pueda no gustar, pienso que Partizan y Estrella Roja deberían apoyarse mutuamente cuando juegan contra otro equipo europeo. Una rivalidad sana ayudaría a crecer, a desarrollar el baloncesto en el país.

En 1995 Maurizio Gherardini se cruza en tu camino. Logra tu fichaje para la Benetton de Treviso. Aquel fue un momento fundamental en tu carrera.

Creo que Maurizio es uno de los mejores general managers de la historia del baloncesto europeo. Recuerdo que vino para verme jugar en medio del embargo que afectaba a Yugoslavia. Fue la persona adecuada para mí en el momento adecuado, porque el Benetton en aquel momento tuvo que pagar mucho dinero por mí. Tuvo el coraje para apostar por mí y llevarme a un gran equipo, en el que habían estado Kukoč, Naumoski, Del Negro… Yo tenía 23 años y nadie me conocía. Él mantuvo su confianza. El primer año me costó adaptarme al equipo, pero él creía en mí. La siguiente temporada ganamos la Lega y jugué muy bien en la final del campeonato [la Benetton se impuso en el quinto encuentro a la Fortitudo de Eric Murdock y Carlton Myers; NdR].

Maurizio ha sido una parte importante de mi vida. Años después se marchó a la NBA, a Toronto, y también estuvo trabajando con Željko en el Fenerbahçe. Es un gran hombre, con un conocimiento increíble del baloncesto.

Tu primer curso en Italia fue complicado.

Yo no jugaba partidos internacionales desde hacía tres años. Solo había dos extranjeros por equipo. En la Benetton estábamos Henry Williams y yo.

Menuda presión.

Sí, más que ahora. Era complicado y para mí, con 23 años, no era sencillo. Recuerdo ediciones de La Gazzetta dello Sport que me mataban. Lloraba en casa después de algunos partidos, pero sobreviví [sonríe].

La prensa no entendía tu situación.

No, ellos no lo entendían. Pero mira, tú conoces estas emociones que genera el baloncesto. Puedes parar y dejar tu sitio a otro. Sí, puedes quedarte en casa y no jugar. Si decides jugar a este nivel, debes aceptar el estrés, la presión con la que tienes que lidiar si quieres ser grande. Si no, quédate en casa.

En Treviso tuviste dos entrenadores. Mike D’Antoni de 1995 a 1997, y Željko Obradović de 1997 a 1999. No es fácil encontrar dos personas que se parezcan menos en métodos de entrenamiento, preparación física, estilo de juego…

En la Benetton el trabajo físico duraba mucho menos que en el Partizan, y jugábamos a run and gun. Después de todo lo que había hecho en Belgrado, el paso por Italia fue bueno para mí, para desarrollar mi juego hasta otro nivel. A veces te decían que te fueses a casa a descansar para un partido que era dentro de dos días. Yo quería quedarme para practicar mi tiro, pero tenía que ir a descansar [ríe]. Pero fue una época buena. Ganamos el campeonato italiano y luego, ya con Obradović de entrenador, pudimos jugar una Final Four. Fue un proceso bueno para mí.

En 1999 fichas por Panathinaikos. Supongo que tendrías muchas opciones, NBA incluida. Pero Željko quería que fueses con él a Atenas.

Ese verano tenía dudas sobre si ir o no a la NBA. Tenía una pequeña lesión en el pie. Estuve un mes en San Francisco y recuerdo que hablé con Željko. Me dijo que tenía hasta el día siguiente para decidir si fichaba por Panathinaikos o me iba a la NBA. Decidí quedarme en el baloncesto europeo y fue una buena decisión. No era el momento de ir a Estados Unidos. La NBA no era lo que es hoy. Ahora los jóvenes no entienden cómo era la NBA hace 25 años.

Era muy difícil para los jugadores europeos hacerse un hueco.

Sí, cuando llegabas allí empezabas de cero. Yo venía de ganar todo en Europa, pero llegué a la NBA en 2001 como un rookie más, sin recibir un respeto especial ni nada por el estilo. Fue difícil la adaptación.

Jugaste en Panathinaikos de 1999 a 2001. Los dos años fuiste campeón de Liga. En el segundo tras una serie final que se decidió en el quinto partido contra el Olympiacos de Dino Rađa. Y contigo de MVP.

Ese año fue uno de los mejores de mi vida. Fue genial, una época agradable. Cuando ganas en Atenas, es una gran sensación con los aficionados. Aquella final fue maravillosa. Rađa era increíble, imparable en ataque. Pero creo que yo jugué bien también [sonríe]. Para Panathinaikos siempre era importante ganar al Olympiacos. Con esa victoria acabé muy bien mi etapa en Atenas.

En esos partidos ante Olympiacos vivirías algo parecido a los duelos contra Estrella Roja en Belgrado.

Sí, la atmósfera era similar. Los griegos también son pasionales. Había muchos cánticos, gritos, lanzamientos de objetos…

En el año 2000 ganaste por segunda vez la Euroliga, y siendo el MVP de la Final Four. En el partido por el título, contra el Maccabi, lograste 20 puntos y ocho rebotes.

Jugué muy bien. Ese MVP fue uno de los picos más altos de mi carrera. Compartía equipo con Bodiroga, Oded Kattash, Johnny Rogers, Nando Gentile, Michael Koch, Alvertis, Patrick Burke… Era un gran equipo, impresionante.

Nate Huffman era el pívot que tenías enfrente.

Sí, era un jugador increíble.

Ese pívot al que Rebrača califica de «increíble» medía 2,16 y también tenía capacidad para desequilibrar lejos del aro. Es decir, era un jugador adelantado a su tiempo. En la final del año 2000 hizo 26 puntos y capturó 10 rebotes. El curso siguiente, en la efímera SuproLeague, Panathinaikos y Maccabi volvieron a medirse en el duelo por el título. En este caso, la copa se fue para Israel, con 21 puntos y 9 rebotes de Huffman. Una lesión de rodilla acabó con la carrera de Nate de manera prematura y un cáncer provocó su fallecimiento en 2015, con solo 40 años.

En 2001 llegas a la NBA, a Detroit. Juegas el partido del All-Star con los Rookies y formas parte del segundo mejor quinteto de novatos de la temporada 2001/02, pero te cuesta asentarte en la rotación de los Pistons.

Era un momento diferente. No quería ir a la NBA para estar sentado en el banquillo. Para eso me quedo en Europa y lo gano todo. Tenía 29 años. Tal vez era demasiado tarde, pero decidí ir y ver qué podía hacer. En mi primer año estuve en el All-Star, en el equipo de los novatos, con 29 años. Casi con la edad de Sabonis [el lituano lo disputó con 31 años]. Recuerdo aquel fin de semana. Conmigo, en el equipo que se enfrentó a los Sophomores [jugadores de segundo año], estaba Pau Gasol. También Tony Parker, que había sido seleccionado por San Antonio, y el ruso Kirilenko. Fue un gran conjunto, y una gran experiencia en Filadelfia.

Ese año fui una vez Rookie del Mes [de la Conferencia Este, en el mes de abril]. Creía que debía jugar muchos más minutos de los que estaba jugando. Pero Rick Carlisle, el entrenador, pensaba de forma diferente. Yo estaba un poco molesto.

En el mencionado mes de abril llegaron actuaciones excelentes. Rebrača sumó 18 puntos, 13 rebotes y siete tapones contra Atlanta (el día 8). Dos jornadas después, el pívot serbio logró su récord anotador en la NBA (24 a Chicago). Fue su mejor momento en una competición en la que no llegó a tener el protagonismo que esperaba.

Joe Dumars, el presidente de operaciones de los Pistons, sí que te valoraba.

Joe Dumars quería que jugase más. Él estaba de mi lado. Pero Rick Carlisle tenía otra idea, confiaba mucho más en los jugadores estadounidenses. Está bien.

Pau Gasol jugó su primer partido en la NBA contra Detroit Pistons. Ahí estabas tú, con el pelo teñido. Llamaba la atención.

Lo que hice con mi pelo fue una especie de imitación del color de la piel de Silver Surfer, el personaje que aparecía en Los Cuatro Fantásticos. Cuando fui a la NBA tenía en la cabeza a Silver Surfer. Viéndolo ahora, con perspectiva, es difícil de explicar. Bueno, es una parte de mi carrera.

Željko Rebrača pasó por tres equipos de la NBA (Detroit Pistons, Atlanta Hawks y Los Angeles Clippers). Tuvo como compañeros a Jerry Stackhouse, Chauncey Billups, Ben Wallace, Elton Brand, Sam Cassell… Y al inefable Darko Miličić. Salió de Detroit en febrero de 2004. Meses después, los Pistons ganaron en la final a los Lakers de Bryant, O’Neal, Payton y Malone. Meses antes, Michael Jordan se retiró de manera definitiva.

Durante dos temporadas compartiste pista con Michael Jordan. ¿Es el mejor de la historia para ti?

Michael Jordan está aquí, y el resto aquí [sitúa una de sus manos por encima de la otra]. El que está más cerca es Kobe. Ahora tienes a LeBron. Yo vi a LeBron de joven, y jugué contra él. Contra Michael jugué en los años finales de su carrera, y lo vi en directo en París, cuando los Bulls se enfrentaron a Olympiacos en el Open McDonald’s de 1997. Estaba allí porque disputé el torneo con la Benetton. Michael Jordan ha sido diferente a todos. En la pista te mataba. Nadie en ningún deporte ha estado cerca de él. Entiendo a los jóvenes que han nacido después del año 2000 o que no lo vieron jugar, pero no se puede comparar a Michael con nadie.

Nadie ha alcanzado su altura. De ninguna manera. Para mí, por ejemplo, Kobe es mejor que LeBron. No importa que haya anotado más de 38 000 puntos. No hablamos de eso. Estamos hablando del nivel en cada partido. Jordan liquidaba a todo el mundo todas las noches.

Él jugaba los 82 partidos. Nunca se reservaba. Fue diez veces el líder anotador de la NBA. Una temporada [1987/88] fue el máximo anotador y el mejor defensor. Estuvo nueve veces en el mejor equipo defensivo del año. Michael Jordan no tenía defectos. No hay debate. Es como comparar un Mercedes con un Volkswagen. Es totalmente diferente [sonríe].

En tu paso por la NBA sufriste un problema cardiaco.

En 2003 tuve una arritmia. Ahora hay muchos jugadores de baloncesto que tienen ese problema y lo pueden manejar, pero en ese momento era algo nuevo. Yo no sabía exactamente lo que era. Me hice tres ablaciones cardíacas [una ablación es un procedimiento cuya finalidad es bloquear las señales eléctricas irregulares. Se usa cuando hay problemas de ritmo cardíaco] y estoy bien. Ahora entreno y todo. Pero ya sabes, cuando estas cosas salen en los medios siempre se habla de un infarto.

En esa época apenas se hacían este tipo de intervenciones. Ahora te la hacen como si nada. Ya en aquel tiempo entrabas al hospital y al día siguiente te daban el alta, pero ahora tienen mejores técnicas para tratar estas cosas. Me pasó en un mal momento. Aproximadamente el 10 % de la población tiene arritmias. Unos lo saben y otros no, porque no son deportistas de alto nivel y no tienen controles.

Con la Benetton, en 1999, ganaste una final de la Copa Saporta al Pamesa. Seguro que algunos aficionados te recordaron ese partido cuando llegaste a Valencia en 2007.

[Sonríe] No hice un buen partido. Estuvo mejor Marcelo Nicola, por ejemplo.

¿Por qué decides ir al Pamesa en tu vuelta al baloncesto europeo?

Johnny Rogers era el director deportivo del club [fue compañero suyo en el Panathinaikos]. Me habían operado de la espalda el año anterior e intenté volver para jugar algunos años más en Europa. Encontré la motivación hablando con Johnny, pero después de muchas pequeñas lesiones no creía que pudiese llegar a tener un buen nivel de nuevo. Le dije a Johnny que lo mejor era dejarlo. No quería que él estuviese en una posición incómoda. Quería que todo el mundo me recordase a buen nivel. No estaba acostumbrado a jugar así. Asumí que era mejor acabar.

Pasemos a tu etapa en la selección de Yugoslavia. Tras los años sin poder participar en competiciones internacionales, encadenáis oro europeo, plata olímpica, oro europeo y oro mundial entre 1995 y 1998. Es impresionante.

Sí, lo fue. Nadie esperaba un regreso tan bueno, con ese partido contra Lituania en la final del Eurobasket de 1995. Continuamos al nivel que estábamos en 1992. Eran todos grandes jugadores, reunidos en una excelente generación.

Muchos hablan de ese partido contra Lituania como la mejor final de la historia de la competición [96-90 fue el resultado].

Es que fueron años de gran nivel en el baloncesto europeo. En un lado estaban Sabonis y Marčiulionis, con Karnišovas, Kurtinaitis… En nuestro equipo, Divac, Savić, Djordjević, Danilović, Bodiroga, Paspalj…

Aquella competición de selecciones era increíble. También estaba Croacia, con Kukoč. Creo que el baloncesto europeo de selecciones estaba en la cima, con muchos grandes equipos y jugadores espectaculares.

De ese duelo contra Lituania han quedado acciones inolvidables: los nueve triples de Djordjević, el mate de Danilović ante Sabonis…

Sí, y el año siguiente volvimos a enfrentarnos, en la semifinal de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Ahí ganamos con menos problemas. Mejorábamos año tras año. Algo parecido a lo que ha conseguido España con la generación de Gasol, con tantos jugadores. A veces dispones de una gran generación, con ética de trabajo, con grandes entrenadores. Todos conocen las reglas y lo que hay que hacer.

Has hablado de la semifinal de los Juegos Olímpicos de Atlanta. En ese partido pusiste un tapón a Sabonis. Eso es algo que podrás contar a tus nietos.

[Ríe] Él intentaba superar a Divac, y yo estaba esperando por detrás. Pero Sabonis era… Tuvo demasiados problemas con las lesiones, pero aun así, era increíble. Un gran tipo y un jugador impresionante. Midiéndome con él pude crecer como profesional. Es un privilegio para los jóvenes competir contra este tipo de jugadores.

Contra Estados Unidos, en la final, Savić no pudo jugar. Y Divac fue eliminado por faltas en la segunda parte. Ahí te quedaste tú, aún joven, frente a Robinson, Olajuwon, Malone, O’Neal…

Todos decían que podíamos ganar ese partido y no era así. Había que ser realista. Ese fue el segundo equipo más potente de Estados Unidos, después del de 1992. Sus jugadores estaban relajados y hacían bromas al principio. No esperaban que se fuesen a medir a un equipo tan serio. Todos estuvimos bien. Pero tener enfrente a Charles Barkley, Hakeem Olajuwon, David Robinson, Karl Malone, Reggie Miller, Penny Hardaway

Al verano siguiente, en el Eurobasket de 1997, Yugoslavia se midió por primera vez con Croacia tras el final de la guerra. Fue un partido igualado [62-64], que decidió un triple de Djordjević similar al de 1992 contra el Joventut. ¿Cómo recuerdas aquello?

Éramos mejores, pero había demasiada presión. Era el primer partido contra Croacia. Sabíamos que nosotros éramos mejores, y que por ello debíamos ganar. No es fácil cuando existe esa obligación. Pusimos mucho estrés en nuestras espaldas y no supimos cómo gestionar ese tipo de presión. Todavía estaba caliente el ambiente.

Era un partido de la segunda fase, pero la celebración fue como si se hubiese ganado el campeonato.

Todo el mundo hablaba sobre el partido. Teníamos que ganar a Croacia.

En agosto de 1998, 300 000 personas recibieron en Belgrado a los reyes del mundo. Yugoslavia se traía la copa de campeón desde Atenas. El MVP del torneo fue Dejan Bodiroga, pero a nadie le hubiera extrañado que la distinción hubiese sido para Željko Rebrača. Integrante del quinteto ideal de la competición, firmó 20 puntos y 13 rebotes en la semifinal contra Grecia y 16 puntos y 11 capturas ante Rusia en la final.

Tu protagonismo con Yugoslavia va creciendo con los años, y llega a su punto culminante en el Mundial de 1998.

Con el equipo nacional fue el punto más alto de mi carrera. Jugué a gran nivel. Estábamos preparados para ese Mundial. Yugoslavia competía por primera vez sin Danilović, Paspalj y Divac. Además Djordjević tenía un problema en la rodilla. Nadie creía en nosotros. Recuerdo lo que decían los medios sobre aquel equipo de Yugoslavia. Solo un periodista estaba con nosotros cuando viajamos a Grecia. Esperaban que quedásemos en la octava o la novena posición.

Tuve una conversación con Bodiroga. Compartía habitación con él y le dije: «Tenemos que ganar este campeonato. No me importa lo que haya que hacer. Necesitamos hacer algo sin Divac, Danilović y Paspalj. Que nos reconozcan al margen de ellos». Esa era nuestra motivación. Competimos muy bien. Ganamos dos veces a Grecia, una en la segunda fase y otra en semifinales, en el OAKA, delante de 20 000 aficionados. Esos 20 000 iban luego contra nosotros en la final que jugamos frente a Rusia. Fue una experiencia increíble, y a nivel individual, el tapón a Mikhailov fue inolvidable.

Quizás sea la jugada más icónica de tu carrera.

Sí, pero en ese final de partido hubo más. Todo cambió ahí. En el último minuto, además del tapón, recuerdo que cogí un rebote ofensivo que acabó en canasta. Luego metí dos tiros libres [que eran, por cierto, los primeros que lanzaba Željko en el partido].

Ellos estuvieron por delante mucho tiempo, y al final conseguimos remontar. Esa selección rusa jugaba de una manera similar a como se juega hoy. Al estilo de Golden State, con tiro exterior. Todos tiraban en ese equipo.

Fue una final muy dura, y con pocos puntos [62-64].

Creo recordar que les ganamos en la fase de grupos [74-82, con 23 puntos y 14 rebotes de Rebrača]. Pero la final fue completamente diferente. Fue difícil para nosotros en defensa, porque ellos jugaban muy abiertos y tiraban desde posiciones lejanas.

Por allí andaba Igor Kudelin, una de las mejores muñecas de los años 90.

Sí, había tiradores increíbles. Tuvimos problemas con ellos, pero físicamente estábamos muy bien. Podíamos jugar dos partidos seguidos. Esa fue la clave, el motivo por el que ganamos ese encuentro. Podíamos jugar los 40 minutos a una intensidad elevada. Y Rusia no pudo pararnos al final.

Muchos equipos sufrieron los cuatro años mágicos de Yugoslavia, pero el caso de Grecia merece una mención especial. Se midieron en el Eurobasket de 1995 (dos veces, en primera fase y semifinales), Juegos Olímpicos de 1996 (primera fase), Eurobasket de 1997 (semifinales) y Mundial de 1998 (segunda fase y semifinales). Todos los encuentros acabaron con victoria yugoslava.

Antes te has referido a la semifinal contra Grecia en el OAKA. Ganásteis en la prórroga [78-73].

Sí, ellos pensaban que nos derrotarían al fin. Ese pabellón era una locura, pero nosotros estábamos mentalmente preparados. Mucho más que ellos.

Contra esa selección griega, en la segunda fase del torneo, pusiste siete tapones.

Recuerdo ese partido [sonríe]. Todos tenían miedo de entrar en la zona.

En aquella Grecia estaba Fassoulas. Por sus características como jugador, ¿fue uno de los modelos en los que te inspiraste para progresar?

Sí, porque cuando nos enfrentamos en 1992 era él el que taponaba mis tiros. Desde entonces fue una motivación para mí. También Vranković lo era. Tipos grandes, enormes. Cuando ellos me ponían tapones, yo sentía una gran motivación para trabajar y mejorar mi juego.

En 1999 no juegas el Eurobasket. Tu primera ausencia en un gran torneo con Yugoslavia.

Estuve en los campeonatos de 1995, 1996, 1997 y 1998. Esos años no tenía vacaciones de verano. Prácticamente se juntaba el final de temporada con el inicio de la concentración para el torneo. Al acabar, unos pocos días de descanso y vuelta a tu club para preparar la siguiente temporada. Yo estaba consumido. Volví para los Juegos del año 2000, donde no lo hicimos bien. Ya en 2001 me iba a la NBA, y mi foco estaba ahí. Yugoslavia seguía teniendo grandes jugadores y ganaron en 2001 y 2002. Pero mi cuerpo necesitaba un descanso, más tiempo de recuperación durante el verano.

Tu último campeonato de selecciones fue en 2005, otra vez con Dejan Bodiroga de compañero y con Željko Obradović como entrenador. Pero casi mejor no recordar ese Eurobasket que encima se disputaba en Serbia.

Salió muy mal. Para Bodiroga y para mí era la última ocasión de jugar con el equipo nacional. [Suspira] Hubo una mezcla de generaciones. La nueva generación que venía… Les gustaba mucho salir y como equipo perdimos el foco.

Los chicos no estaban concentrados. Pensaban que teníamos asegurada la victoria por jugar en Serbia. España estuvo muy bien, y luego perdimos contra Francia. Llegamos a tener una ventaja importante, pero acabamos fuera. Teníamos un equipo con mucha calidad, pero la energía dento del grupo no era buena. Sobre el papel los nombres quedaban bien, sí, pero faltaba química.

La lista de jugadores llamaba mucho la atención.

Pero mira al equipo con el que ganamos en 1998. Nombre por nombre, no parecía un conjunto especial, pero la energía que había ahí era increíble. Aquel año podíamos fácilmente jugar un partido detrás de otro. Pero en 2005 no era así.

Una vez repasada tu carrera, vamos con alguna pregunta más personal. ¿Qué tal tu hijo Filip? ¿Cómo va su trayectoria?

Ha acabado su paso por la Universidad de Iowa. Esta temporada jugó muy bien, y algunos equipos de la NBA están interesados en él. También algunos clubes europeos. Es un perfil parecido al de Draymond Green. Mide 2,06, y puede jugar en las posiciones de 3, 4 o 5. Puede tirar desde cualquier lugar del perímetro. Defiende bien y es rápido corriendo por la pista. Veremos qué pasa el próximo año.

Cuando nos conocimos estabas muy motivado con el boxeo. ¿Sigues en ello?

No, cambié de deporte. Ahora estoy haciendo algunas otras cosas. Perdí 40 kilos hace dos años. Llegué a pesar alrededor de 150. Ahora estoy en 127 kilos. Trabajo muy duro, tres o cuatro veces por semana. Me estoy despertando a las seis de la mañana, y a las siete ya estoy entrenando. No me cuidaba demasiado y tuve que empezar a hacerlo.

Puede servir también de ejemplo para los chicos de tu academia.

Sí, estoy bien. Quizás podría jugar ahora [ríe].

Para acabar, voy a nombrarte a cinco personas que han acompañado tu trayectoria profesional. Debes decir lo primero que se te ocurra.

Aleksandar Djordjević. Último tiro.
Predrag Danilović. Un animal.
Dejan Bodiroga. Mago.
Vlade Divac. Talento puro.
Željko Obradović. Genio.
Una más. En este caso una ciudad: Fuenlabrada. El lugar donde todo empezó.

5 Comments

  1. Lo de Fuenlabrada es un vacile? Porque como error se puede colar una vez

  2. Probablemente el mejor pívot yugoslavo desde Ćosić (hasta la aparición de Jokić) y el jugador menos valorado de su generación. Muy superior a Divac. Y grande la mención a Huffman.

    Por cierto, igual es una chorrada, pero yo hablaría de la Voivodina (región), el (club de baloncesto) Vojvodina y la Benetton (femenino, como todos los equipos italianos).

  3. Pingback: Aleksandar Djordjevic: «Ivkovic no me seleccionó en el 89 porque con Petrovic y yo juntos hubiéramos necesitado dos balones»

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