Verano del 92, le pido a mi madre que me corte el pelo como Tomás Jofresa (Barcelona, 1970), jugador del Joventut de Badalona en ese entonces y uno de los doce seleccionados para jugar con España los icónicos Juegos Olímpicos de Barcelona. Desde entonces, muchos yanquis dejaron de decir que la ciudad catalana estaba ubicada en México.
Era la primera vez que los jugadores estadounidenses NBA podían participar en competiciones internacionales de selecciones y aquí se plantó el Dream Team de Jordan, Barkley, Magic, Ewing, Malone. El peinado consistía en raparse ambos lados de la cabeza y dejar una especie de cepillo por arriba. Tomi siempre confesó, hablando de iconos, que Grace Jones, aquella transgresora y guerrillera negra en la película de Conan el destructor, fue principalmente su fuente de inspiración.
Cualquier otro se podría haber embriagado con el ‘supermachoman’ Arnold Schwarzenegger, un heptacampeón de Mister Olympia. Entonces, yo tenía 16 años y fue el momento en el que más locura me despertó el baloncesto. Era otro chaval que captaba la energía que TJ transmitía. Valentía, locura, descaro, estilo, plasticidad y, en definitiva, unos fogonazos de libertad en la pista brutales.
Lo soltaban como a un bulldog cuando las cosas estaban peor, cuando el balón quemaba, cuando se complicaban los partidos e, incluso, los títulos.
No obstante, por números, no recuerdo una carrera tan extraña como la de Tomi, promediando menos de 8 puntos por partido estuvo en el mejor quinteto de las dos Final Four de la máxima competición Europea que jugó, la de 1992, donde fue subcampeón por aquel famoso triple imposible de Djordjevic tras una canasta suya que parecía ser ganadora, y la de 1994, donde sí se pudo coronar como campeón de Europa después de destrozar al Barça en semifinales.
Algo que repitió en algún choque de las semis de la liga ACB de 1993. Era una fuente de espectáculo tanto para volar hacia el aro como para lanzar un triple, para los cuales elevaba el balón con la parábola más alta que jamás recuerde. Era uno de los bases más veloces de Europa. Sin embargo, ni de lejos, era el que más jugaba, ni el que más puntos metía, ni el que más asistencias daba. Las chicas estaban locas por él, pero fue una persona muy familiar.
Tuvo una proyección brutal, pero prácticamente nunca fue titular a lo largo de su carrera. Desde su 1.84 podía hacer unos saltos alucinantes, de hecho participó en el concurso de mates de la ACB de 1990, pero nunca hizo uno en un partido profesional. Con catorce años jugó el primer campeonato infantil de Europa, lo ganó y fue elegido mejor jugador, pero en ese momento hacía poco que había muerto su padre.
Hay una canción bellísima de Oques Grasses llamada ‘T’estimo molt’. Si la desgranamos hay un fragmento que dice: «Entre el miracle i el desastre és on vivim». (Entre el milagro y el desastre es donde vivimos). En otro «sóc feliç a prop del perill» (Soy feliz al lado del peligro). Afincado en Menorca desde hace muchos años, aunque siempre enfrascado en viajes semanales a Barcelona para ver a familia y amigos.
El mismo se define, en serio o no, como «un pagès (campesino) de un pueblo de Menorca de menos de 5.000 personas», Ferreries. Aparece de lo más playero y con esa sonrisa de pillín que siempre le ha caracterizado. Quedamos en L’Amistat, un bohemio y carismático restaurante que comparte muros con el cine y teatro de Premià de Mar, una ciudad costera localizada a 17 kilómetros de Badalona.
¿Qué te parece lo de Ricky Rubio? Un ex Penya y uno de los mejores bases de la historia del baloncesto español, está siendo el culebrón del verano por su posible vuelta a Badalona después de 15 años de su marcha.
Mi visión sobre el posible fichaje de Ricky está fuera del negocio y, por tanto, desde fuera, como aficionado y persona que conoce bien el club, al menos en nuestra era, creo que su posible fichaje, si ya cualquier operación de un jugador que se incorpora en un club es un compromiso muy grande, imagínate tú en el caso del Ricky.
Hay muchos factores a tener en cuenta. Hay fichajes que parecen muy claros, por el currículum del jugador, por su calidad, pero, en el caso de Ricky, creo que no todo es tan fácil y no todo es tan claro. El club tendrá que hacer una valoración de tipología de los componentes del equipo. Qué quiere ser y hacia dónde quiere ir.
Si también hay otras valoraciones en cuanto a impacto social, mediático, marketing… es otra cosa, pero todo tiene que saberse vestir. Y el jugador, por descontado, también. Así que, más que un culebrón, diría que hay muchos factores a valorar entre ambos y por eso está llevando su tiempo. Y sobre la masa social, se tiene que tener paciencia y se tiene que confiar en que el club esté analizando bien todo lo que conlleva una decisión de este tipo y, repito, el jugador también.
Son tiempos en los que la inmediatez lo es todo. Parecías apartado de ella, pero ahora andas por Cataluña unos días.
Mi familia, mi novia y muchos amigos viven aquí. Además, aquí trabajo en cosas relacionadas con publicidad. Vengo cada semana. Lo importante ha sido y sigue siendo mi familia, los orígenes.
Más cuando tu padre, José María Jofresa, fallece tan pronto.
Falleció y no pudo ver los éxitos deportivos de Rafael y míos. Esto en el ámbito del baloncesto, obviamente, también los éxitos o todos los pasos que han dado en la vida mis hermanas y mi otro hermano, Sergi.
De hecho, como mis dos hermanas llevaron la carrera deportiva de Rafael y mía es para quitarse el sombrero, es de una humanidad acojonante, y después, la importancia de que mi hermano Rafael fuese deportista, esto para mí fue muy importante.
Venís de una familia de deportistas.
Claro, me acuerdo de ir a ver a mi padre cuando jugaba en Manresa o en L’Hospitalet de Llobregat, por ejemplo, que es la parte que yo más recuerdo o recordamos. Tampoco pienses que con seis u ocho años tenía la percepción de decir que mi padre era un jugador de baloncesto, porque era diferente.
Pero sí, claro, era un jugador de selección española. Había ido con 28 años, creo. Tenemos recortes de periódicos. Hablaban de un veterano que iba a la selección. Tenía la percepción de que ya había jugado en la selección nacional, en el preolímpico de Ginebra.
También luego jugó partidos de veteranos, como con la Asociación de Baloncestistas Internacionales. Y nosotros íbamos. Allí estaban Nino Buscató, Emiliano Rodríguez, Alfonso Martínez… Crecimos conociendo los grandes nombres de aquella época, pero esto ya fue un poco más tarde, ya con catorce o dieciséis años, con Rafael y yo ya jugando en la Penya.
Eran otros tiempos.
A lo mejor, los hijos de Rafael (Jofresa) sí, ya en otra etapa, en otro momento de la historia, sí que tenían percepción con diez u ocho años de que su padre jugaba delante de 15.000 espectadores. Porque la difusión a nivel periodístico era diferente a la época de mi padre. Pero sí, en casa el entorno del deporte estaba muy arraigado y con un ingrediente compensatorio, que fue que mi madre era maestra, directora de escuela. El basket estaba muy bien, pero la parte formativa era básica.
Tu madre era docente, pero también le dio fuerte al deporte.
Sí, mi madre había jugado a balonmano en el Picadero de Barcelona. Pero después, cuando tuvieron cinco hijos, lo dejó. Aunque los dos trabajaron. Mi madre creo que estuvo unos añitos jugando, pero claro, con niños de un mes, dos años, cuatro, seis y ocho… supongo que trabajar no era fácil, pero sí, había una percepción del deporte total en casa. Mi padrino era Lorenzo Alocén, que en la selección española, mi padre y él, se hicieron muy amigos.
También tuviste una hermana que era atleta.
Sí, Mónica, en triple salto. Mis dos hermanas jugaron a baloncesto. En el Hispano Francés, con Enric Prats y Nuri Armengol, que fueron los primeros entrenadores que tuvimos. Matrimonio, dos bestias como entrenadores, que allí marcaron una época. Mónica empezó a dar sus primeros pasos con el triple salto y se hizo atleta. Llegó a ser Campeona absoluta de Catalunña siete veces, dos veces campeona de España sub’22 y 23 y una vez subcampeona de España absoluta. Incluso llegó a tener el récord de Cataluña absoluto. Una carrera bonita también.
Marc Gasol sufrió una gran presión porque su hermano mayor ya era un astro de este deporte. Rafa te saca cuatro años y fue uno de los mejores bases de la historia del baloncesto español. ¿También notaste la presión?
No. Incluso Sergi, que está en medio, le recuerda como yo, ilusionados. La Penya había fichado a nuestro hermano mayor. De las Escuelas Pías al Joventut. Le íbamos a ver y jugaba de cojones. Es que metía 30, 35, 40 puntos con la selección juvenil con Miguel Nolis como entrenador.
Era una admiración bonita, una ilusión ir a verlo jugar en Ausiàs March. Ver los partidos ahí y flipar. Luego ya entro yo en la Penya, como jugador de mini había ido la selección catalana. No había ninguna presión. Los recuerdos que tengo son de estar en el infantil y juvenil en la Penya y ver a mi hermano debutar con el primer equipo. Ya se hablaba de que era el nuevo Corbalán.
En aquel momento, Rafa marcaba diferencias también en campeonatos de Europa, con la selección juvenil. Quizás en algún momento pensé: «hostia puta, un día yo quiero jugar con mi hermano».
Y lo conseguiste. Pero vosotros sois de Barcelona.
Mi padre tomó la decisión de que jugáramos en la Penya, tanto con Rafael como conmigo, porque hubo algún contacto con el Barça, pero mi padre tenía la noción de que la Penya no era solo un club de basket. El ambiente o la forma, quizás le gustaba un poco más.
Lo más fácil hubiera sido ir al Barça.
Claro, de todas formas nuestro padre fallece en 1985 con dos hijas pequeñas de 11 y 13 años. Yo tenía 15, Sergi 16 y Rafael, que aún no había hecho los 19. Si mi padre hubiera vivido más tiempo, quizás hubiera hecho más puntualizaciones, pero sí, lo que yo recuerdo, lo que sabemos por mi madre, era que la decisión fue esa y suya.
En ese momento, tu madre se queda viuda con cinco hijos… niñas, adolescentes. Qué duro.
Con 18 años, Rafael estaba estudiando empresariales y jugando en la Penya. Además, tuvo que hacer un poco de presencia en el negocio familiar, el Taller Jofresa, que era la fábrica-taller que tenía mi padre con mi tío, que habían comprado a mi abuelo, que venía de nuestro bisabuelo.
Mi padre ya trabajaba allí mientras jugaba en el Picadero, Español, Manresa La Casera y CB Hospitalet. Recuerdo que Rafael pasó por una época muy heavy, porque entrenaba con el primer equipo y tuvo que acudir al taller con mi tío y hacer un poco de mi padre. Había que gestionar a nivel familiar ese fallecimiento tan sorpresivo, porque lo de mi padre fue de golpe.
Jugaba con amigos a baloncesto cada semana y un día llegó a casa con unas molestias tremendas en el gemelo, que luego ya supimos que era un tema linfático. Juraría que en poco más de dos semanas falleció. Le habían hecho una biopsia en el Hospital Clínic, le encontraron un tumor en el mediastino, en el pulmón, por detrás, y de esa biopsia creo que pilla un virus de quirófano y ya no sale. Fallece en abril del 85. Mi madre, con cinco hijos, imagina.
¿Os ayudó la familia, ¿tu tío? ¿Tu tía? ¿Cómo os lo montasteis?
Creo que no. Creo que a nivel económico mi madre era maestra y, digamos, tampoco es que fuéramos una familia… adinerada. Pero si alguien a lo mejor en algún momento ayudó en algo, no tengo esa noción.
¿Tenías que cuidar a veces de tus hermanas?
Supongo que fue así un poco, sí. Pero también es verdad que ocho horas al día todo el mundo estaba en el cole. Además, Rafael y yo entrenando, y Sergi también, que jugaba en el CB Hospitalet. Todos entrenando mucho cada día. Con lo cual también aquello fue, supongo, una salvación para mi madre. Porque el baloncesto nos ocupaba mucho tiempo.
Los de nuestra generación decimos que aspiramos a que nuestros jóvenes puedan tener en sus entrenadores una prolongación de los padres. No sé qué hubiera pasado si no hubiera ido destacando y hubiera sido jugador de baloncesto, porque a mí el baloncesto en ese momento, con 15 años, era…
Aun así, recuerdo muy bien el día que falleció mi padre. Todo lo que pasó en casa, el momento en que nuestra madre nos lo dijo a los cinco, a las cuatro de la mañana de la madrugada de un sábado. El baloncesto para mí era una ilusión tremenda. Solo veía eso. Pude llenar ese momento de vida. Compensar. Pero no, no era consciente en ese momento. Lo veo ahora.
Mike Hansen, tu compañero de habitación con la selección juvenil y gran amigo tuyo, estuvo contigo en aquel torneo europeo de Stuttgart del 85, el cual ganasteis y tú fuiste nombrado mejor jugador. Me cuenta que él no notó ningún cambio en ti. Que nunca hablasteis del fallecimiento de tu padre cuando sabías que él lo sabía.
Siempre fui consciente de lo que había pasado, pero ahora viéndolo ya con 54 años, aquellas concentraciones con entrenos a las seis y media de la mañana con Miquel Nolis en la Selección Española, por ejemplo, me vino bien. Concentrados dos meses en Font-Romeu. Entrenos por la tarde, cenar, entrenos después de cenar. Aquella vida, realmente fue un tesoro para mí.
Y además junto a compañeros muy cercanos.
Concretamente, Mike Hansen, aparte de mi hermano Rafael, es el personaje del mundo del baloncesto, del globo terráqueo, al que más quiero. Para mí, Mike ha sido un tío superimportante en mi vida. Y hemos estado años que el contacto no ha sido… él vive en Valladolid, pero es igual.
Para mí, Mike es un hermano. Y recuerdo todo de aquel momento, de aquellas concentraciones, la convivencia con Mike, de lo que hablábamos en la habitación. Todo. Con Mike aprendí a amar la música country, porque él tenía doble nacionalidad, vivía en la base americana de Torrejón de Ardoz.
A mí me fascinaba y me sigue fascinando la América de los años 50 y 60. Recuerdo que él me contaba un poco lo que había en la base americana. Desde los chicles, que aquí en España no había, a otros productos. Me lo contaba y me encantaba. Hablábamos horas y horas de música. Y me parecía el jugador a batir.
Era un tirador increíble, porque tenía una elegancia brutal. Y yo me veía que tenía que trabajar mucho para jugar más minutos que él en la selección. Y entonces, toda esta focalización, creo que, al menos a mí particularmente, me salva. Obviamente, mi madre pone ahí todo lo necesario para que la familia siga siendo una familia. Y seamos jóvenes con un sentido de pertenencia muy alto.
¿En ese momento fuiste al psicólogo?
Creo que un poco antes. A una muy buena amiga de mi madre. Es que a mi madre le encantaba todo el tema, lo tenía supernormalizado. Pedagogía, psicología… Creo que voy con 12 años. Con la doctora Genovés. Y me encantaba porque podía explicar lo que me apetecía. No es que en casa no pudiera, pero me gustaba.
Y de mayor, en varias fases, he utilizado y acudido al psicólogo. Jugando en la Penya, por ejemplo, con Pere Portero. Trabajé con él dos años, porque mi obsesión era jugar de titular. A mí siempre se me decía que, mientras Rafael estuviera por encima de mí en cuanto a presencia en el equipo, nada.
Todos los entrenadores me lo dejaron claro. Sobre todo, el más transparente conmigo fue Lolo Sainz. Fue capaz de no esconder cosas y decirme: «Tomi, mientras esté Rafael en el equipo, y tú también, no podrás ser titular». Además, había un tema jerárquico. Željko (Obradovic), dos años después, también me dijo que era así, pero añadía: «aunque sin ti no ganaremos».
Empezaste a entender la importancia tu papel.
Son entrenadores que te hacen entender de verdad que ya no solo es cómo tú juegues, es que hay roles. El tema de los roles está en la empresa, en los organismos; en las familias hay roles también, hay el extrovertido, hay el que es más pequeño, pero luego es más líder a la hora de tomar iniciativas para lo que sea. Y hay el que es líder en tener calma, relativizar. Sí, ahí entendí de verdad la importancia de mi rol.
Tal vez tu estilo de juego no encajaba del todo en el baloncesto español de los 90 y que compartir tu carrera tantos años junto a tu hermano te robó muchos minutos. Era uno de los mejores, era un base director y sobrio, aunque también enchufaba más que la mayoría de la época.
No es que también anotara, es que Rafael era mucho más anotador que yo. Lo de Rafael era brutal. Además, con una regularidad y solidez muy bestia. Yo creo que fue como la última etapa del base: Rafael, Corbalán, Chinche de la Fuente, Pepe Arcega. Porque estos eran muy anotadores. O también, José Antúnez. Estos que te metían diecisiete puntos sin despeinarse, faltas que sacaban y supersólidos en los tiros libres, grandes tiradores de tres y penetradores de cojones. Lo mío era otra cosa.
Aparte de la posibilidad de ser anotador, la tipología de mi juego no cuadraba o no gustó tanto. Todavía hoy me argumentan que mis estadísticas no eran altas. Y ya lo digo yo, porque lo que yo fui fue un jugador muy capaz de anotar en momentos determinados. Muy capaz de captar el impacto de mi juego, de mi forma de ser, en momentos concretos en los que el equipo estaba un poco atrancado.
Y perdona porque no me lo has preguntado, pero ahí sí que años después me doy cuenta de que me obsesioné mucho con el nivel de juego que tenía aquellos años, con ser titular. Y esto quizás me perjudicó.
No tuve a alguien a mi lado, un tutor, que mira que tuve a Miquel Nolis, que es mi todo, pero no había nadie que me dijera: «tranquilo, tú lo que tienes que hacer es ser el mejor sexto hombre de Europa».
Fíjate en la carrera de Vinnie Johnson, en cómo jugaba. El Microondas lo llamaban. Los Pistons ganaron campeonatos de la NBA también gracias a él. ¿Tenía algún problema por no ser titular? No. Esta lectura no la tuve. Y entonces ahí, como quise tranquilizar el juego, ser más seguro, perdí un poco esa esencia. Por eso mi carrera no sigue la línea ascendente de los primeros cinco o seis años.
Además, Rafa no se lesionaba casi nunca.
Nunca. Cabrón. Y el día que tenía alguna lesión, no sé, un golpe tremendo, de los que se moría en el momento, una torcedura de tobillo, tenía el tobillo como una bota un viernes y daba igual, el sábado venía a entrenar. Se recuperaba muy rápido, era muy sólido.
Yo pensaba: «hostia, no me dejará unos días o dos semanitas». ¡Tío, una rotura de fibras! Pero, eso también es una lectura importante de cara a cuando los entornos aconsejan al deportista. Es muy fácil decir: «hostia, tú estás jugando increíble, tienes que ser titular, tú tienes que luchar». Es que a lo mejor aconsejamos mal.
¿Quién te aconseja mal?
No digo a nadie en concreto. Lo digo porque ahora también hay una tipología de padres, madres, familiares, entrenadores con tendencia a decir lo que se quiere escuchar. Y a mí me pasó, hay veces que no nos dicen, estando en la élite: «oye, escucha, ¿qué pasa, Tomi?».
Željko sí lo hacía y, bueno, Lolo lo dijo en muchas ocasiones a posteriori, pero Željko en el momento me decía: «Tomi es que tú tienes este rol y este es el que quiero para ti. Pero es que sin tu rol bien ejecutado, no seremos campeones. Porque tu forma de jugar es básica, en combinación a la de Rafa».
Te he visto mucho jugar y tus estadísticas podrían ser objeto de estudio en un laboratorio. Tus números no me cuadran nada con el recuerdo de impacto en el juego. Eres el caso más bestia al respecto que yo recuerde. No llegas a los seis puntos de media por partido ni las dos asistencias a lo largo de tu carrera.
Con 23 años, le metes al Barça, en un partido de semifinales ACB, 26 puntos y ganáis. En las dos Final Fours de la liga Europea (equivalente a la Euroliga) que participas, allí donde florecen los nervios e inseguridades de todo mortal, acabas en el mejor quinteto titular junto a leyendas como Danilović, Djordjevic, Paspalj, Villacampa Volkov o Tarpley.
Es que siendo suplente voy a la selección, que creo que es la primera vez que pasa en esos tiempos. Iban tres bases, ¿quiénes eran? Los tres mejores bases o los que el seleccionador considera «del momento». Lo que pasa es que en eso, Díaz Miguel y luego Lolo son pioneros en darse cuenta de que necesitan un tercer base que, aunque no juegue durante siete partidos, si sale en el octavo partido, salga a tope.
Es igual, y con la cara de puta madre, en los entrenos poniendo las pilas a todo el mundo, en el plano técnico, estratégico y en el plano emocional, sobre todo. Buen ambiente en las comidas, buen ambiente en la habitación, animar a quien está jodido. Esa era un poco mi forma de ser.
Rafael siempre me dijo que yo fui el pegamento entre Corny (Thompson), Jordi (Villacampa), y Jordi Pardo, Ruf y Morales. Toda esta otra generación de Jordi y Rafael, que eran como una piña, venían de la piña de José Montero y Pepe Margall, en la que no hay tanta proximidad en cuanto a edad.
Rafael siempre me lo dice, que fui clave. Aparte, también me decía que en los entrenos era un puto coñazo. Como por ejemplo José Antúnez, que hace unos meses mucha gente se puso en contacto conmigo por un comentario no muy bueno que hizo sobre nosotros en esta publicación. Pues precisamente José Antúnez era también de los tíos que era un puto coñazo defendiéndote.
Porque cuando jugabas contra él… ¡Ay madre mía, hoy toca Jose, me cago en la puta! Un puto toro. Que era un tío, además, muy consolidado, muy sólido. No te podías despistar en el tiro exterior; no te podías despistar porque si lo apretabas te penetraba, porque era un animal. El choque no podía ser. En defensa, era un tío que estaba ahí. La roca.
Y a mí Rafael me decía eso, que tenía un tío que encima era su hermano pequeño, que está todo el puto día dando el coñazo. Que le apretabas un poco, el codo en la nuez «Oye, ¿qué te pasa a ti?». Esto era cada día. Bueno, y al revés.
Mi impresión era que en los momentos de Playoff, Final Fours, es decir, de máxima presión y cuando los jugadores que destacan habitualmente se bloqueaban y todo parecía irse al carajo, te soltaban como a los perros de caza. Y que a ti te encantaba.
Ese era el don de aquel Tomi. Y el don de Corny (Thompson) era el que era, y el de Jordi (Villacampa) era obviamente el que era. Cada jugador tiene unos dones. El gran entrenador es el que sabe aglutinar todo esto, asignar bien roles, que haya una buena aceptación de esos roles dentro de los grupos por parte de los jugadores.
Muchas veces la aceptación tiene que ver con la comunicación que hay entre el entrenador y el jugador. No es una cuestión de que te tengan manía, de que no me gustes tanto, no. Esto me lo decía Željko: «tú me encajas aquí, y en esto eres el mejor de Europa. No hay nadie así, porque si no, ficharía a otro jugador y no estarías tú. Tomi, y no pasa nada, amigos, fratello».
Es verdad que en los momentos comprometidos y de presión, ahí sentía, quizás, mi sitio en el mundo. Me gustaba sentir esa sensación de muchos nervios, un poco de angustia antes de los partidos, de las grandes finales, de los playoffs. Me divertía, me sentía a gusto.
Esa ruleta rusa entre mandar toda la temporada al traste o coronarte con un título te estimulaba.
Hostia, me encantaba. Exactamente. Y me sentía bien. En mi caso, creo que Lolo y Željko supieron utilizar esto increíblemente. Obviamente, mi nivel de riesgo en el juego era muy alto, con lo cual, hacía muchos errores. Por eso perdía más balones, por eso mis valoraciones estadísticas a lo largo de mi carrera son las que son, pero claro, esto es lo que hablábamos, el mismo Corny Thompson era un jugador que sus estadísticas no eran las mejores, pero es que los intangibles… ¿quién los midió?
Nadie. Los intangibles de Rafael, de Jordi Vilacampa… Jordi era, para mí, el jugador número uno de toda aquella época en Europa. Para mí ha sido de los, quizás, tres mejores jugadores con los que he jugado en toda mi carrera. Sin discusión. Pero es que aparte de la capacidad de anotación, Jordi tenía unos intangibles que aportaban mucho grupo.
Claro, esos nunca los midió nadie. Esa sensación de decir, hostia, es que tenemos un jugador aquí que es un animal. Esa sensación de tener una fiabilidad cuando le dabas el balón… ¿Cómo se mide?
¿Crees que, por ejemplo, Llull habría triunfado en tu época?
A mí hablar de hipótesis me suele costar mucho, pero por su estilo de juego, por su forma de jugar y por su mentalidad, si te refieres a que le hubiera podido pasar algo similar a mi caso, no lo sé. Podría ser que cuando se tirara una de las mandarinas que se tira como me tiraba yo, pues en algunos momentos le sentaran y le dijeran: «Sergi, este tiro es una mala elección, porque vas en contraataque y no hay un pívot que ha llegado por ahí».
Que después lo hace André Turner y todo el mundo está encantado. Bueno, es americano… La evolución del juego también va educando no solo al espectador, también al entrenador. Por eso los grandes entrenadores dicen que aprenden de las evoluciones de los equipos y de los jugadores y es recíproco.
Si a Sergi Llull le hubiera pasado, no lo sé. Lo que sí sé es que yo siempre, o muchos años, viví con esa idea de que perdía demasiados balones o, dicho de otro modo, de que mi nivel de riesgo en el juego era demasiado alto. Me decían: «Cuando atemperes este nivel de riesgo, podrás optar a ser titular».
Pero el mensaje, aunque ahora entiendo lo que me querían decir, estaba mal expresado. «Oye, Tomi, es que tu papel en el juego, como sexto, séptimo jugador, es que esto es un lujo. Te tienes que hacer de oro con este papel. Explótalo porque es que ¿quién lo tiene? Nadie. Quizás podrás tener un papel más tranquilo cuando te hagas más veterano, cuando físicamente ya no seas tan explosivo. Pero el jugador con una tipología de juego más sólido, tranquila, ese no podrá hacer nunca tu papel».
A mí no me dieron ese mensaje nunca o no me lo supieron decir o verlo yo. Entonces, sí que es verdad que, hablando en términos generales, la tipología del juego de Sergi Llull y la mía, en los 90, -yo explosiono en el 89 o 90-, quizás es más difícil de meter ahí.
En la Final Four de la Liga Europea del 94, en semifinales ante el Barça, Aíto ahí os hace un pedazo de zona para poner a prueba vuestros nervios. Sales del banco y les enchufas cuatro triples y además acabas con 21 puntos y el choque finaliza con catorce puntos de ventaja sobre el Barça, cuando ibais perdiendo de cinco en la primera parte.
Volvemos a lo mismo, era esa tipología de rol no premeditada, sino que supongo que viene por mi forma de ser. Y tengo que decir que, además, me inquietaba mucho mejorar en la capacidad de lectura del juego que tenía. Saber si en el tercer cuarto el pívot que defendía Corny tenía dos faltas, pues oye, vamos a hacer jugadas para Corny para que se la juegue, ya no para que anote, sino para que el pívot que le defiende arriesgue.
Toda esta historia de la lectura del juego, yo estaba profundamente interesado, pero mi inercia era esa la que me salía en muchos momentos. Así que me sentaban otra vez y me decían: «cálmate». «No, cálmate, no. Porque me habías sacado para eso».
Porque luego también hay una cuestión que no es solo el tema de la anotación, es meter canasta, girarte a los compañeros, a los otros cuatro: «¡Eh, tíos, venga!» O juntarlos un momento: «¡Eh, qué pasa aquí! ¡Vamos a defender! ¿Qué estamos haciendo? ¡Vamos a matar, coño!»
Y a lo mejor provocar. Te pongo un ejemplo, me acuerdo de una situación en partido de playoffs en el Olímpic de Badalona, que agarro de ahí a Arvydas Sabonis por un bloqueo que me hace; que bueno, me hace un bloqueo normal, pero él era una montaña (2.20 metros de altura), entonces yo quiero provocar un poco, para que mis compañeros se mosqueen.
Cuando dices agarrar de ahí, ¿te estás refiriendo a los genitales?
Sí, a los genitales. Y entonces, como sí que es verdad que se mueve un poco y no lo paso, encima le pitan falta, a pesar de que lo tengo agarrado de ahí. Y Sabonis diciéndome: «te mato y te mato» Y entonces viene Corny a separarme, también viene Rafael, los dos diciéndome también «que te matan, que te matan», pero ya está.
Y los que están en el banquillo, por ejemplo, mi hermano, se calientan. «Tomi, calma, calma y siéntate». Ese intangible es el que seguramente aporta un jugador así. Son cosas que muchos aficionados no ven.
Hay muchas cosas que no vemos ni aficionados, ni periodistas. Me acuerdo del chasco del triple de Djordjevic en el último segundo de la final de la Liga Europea del 92, siempre me pregunté, ¿por qué no le hizo falta en medio campo (Tomi acababa de anotar una canasta, iban 70 a 68 y quedaban alrededor de 10 segundos) o por qué no punteó aquel tiro? Luego leí tu explicación en la que cuentas que te tropiezas con el pie de Juanan Morales. Revisé el vídeo y así fue.
Imagínate, quieres salir a tapar, me medio tropiezo y me quedo abajo, no estoy arriba. Él quiere salir a ayudarme, pero en ese momento quizás prefiero estar yo solo, porque le puedo arrinconar un poco más y noto una presencia. Luego, no le hago falta por una cuestión que va más allá de esa situación y lo haría otra vez igual.
Para Sasha Djordjevic, anotar un tiro libre, y no lo digo metafóricamente, es más fácil que para cualquier jugador de baloncesto hacer una ventaja. Para él, un tiro libre en aquel momento era eso, y con presión, ya no te digo. Porque para Djordjevic su disfrute era la presión, algo parecido a mí.
A eso le unes una calidad que yo no tenía y el resultado es bestial. Entonces, cuando yo meto canasta, soy consciente de que quedan siete u ocho segundos y él va cruzando la pista. Lo que yo quiero es arrinconarle y que haga el tiro, técnicamente, más complejo posible.
¿Por qué no le hago falta? Porque ganamos de dos y no quiero que nos empaten, no quiero que nos lleven a la prórroga. Realmente y, a pesar de chocarme con Juanan, si te fijas, consigo que tenga que hacer el tiro con menor porcentaje de acierto que hubiera tenido realizando otro en el que no tuviera que girarse.
Ese no es un tiro cómodo que hace un jugador de baloncesto, por muy bueno que sea. Es cierto que él lo repite también desde el lado derecho en un Europeo con su selección, tal vez no girándose tanto, pero lo mete y ganan. Fue contra Croacia. Pero es un tiro muy difícil de meter. Tengo muy presente esa jugada, de hecho, esos 25 segundos finales de la final son la base de la charla que doy en empresas y en colegios. Los veo cada semana o cada mes. Al final ya, con cariño.
Dejó de doler.
Duele igual. Cuando la veo, digo: «me cago en la puta». Es que por eso siempre salía Djordjevic en los momentos más complicados, porque le gustaba. Aparte, el día de la final contra Partizan es el inicio del descubrimiento de jugadores que han pasado a la historia, pero que en ese momento eran conocidos, pero no tanto. En cambio, ahora, escuchas estos nombres y… Danilovic, Djordjevic, Rebraca, Nikola Lonkar… Y Obradovic.
Era su primer título y su primer gran éxito.
Exacto. A partir de allí, ya es cuando creo que Djordjevic ficha por Milán por un pastizal, Danilovic igual, a la Knorr de Bolonia. Ahí explota ese equipo, pero hasta ese momento, sí, eran muy buenos, pero no se conocían tanto. En la final, yo creo que llegamos a perder de doce en algún momento.
Nos dominan mucho. Y hay un momento del partido que yo me doy cuenta de que estaba reventado. Rafael había hecho faltas, la tercera y, salgo y empiezo; «go, go, go!». Y claro, Lolo creo que no quiere romper ese ritmo y por eso acabo jugando muchos más minutos en esa final que Rafael, que juega poco. Pero por cómo va todo, por cómo va el partido. Y porque, además, juego de cojones.
Hay unos minutos finales en los que el equipo juega increíble: penetrando, dividiendo. Jordi, Harold (Pressley). Es verdad que llegamos a esa final con un Harold que venía de dos meses de una fractura en el metacarpiano y el primer entreno de tiro que hace es allí.
El mérito es ganar dos años después a pesar de ese chasco. Ficháis a Željko y se cumple aquello de ‘si no puedes con ellos, únete a ellos’. ¿Qué hubiera pasado con Lolo?
No lo sé. Habría habido las mismas posibilidades, porque son dos tipologías de entrenadores diferentes. Para mí, Lolo ha sido el gran entrenador de nuestras vidas. Porque Lolo encajó perfectamente con lo que necesitábamos; perfectamente con lo que necesitaba el Joventut.
El Joventut venía de un grupo muy joven, de desplegar un juego increíble, de mucho ritmo. Contraataque, poder de anotación… Pero no gana títulos. Entonces, la directiva quiere a Lolo. La directiva apuesta: «queremos ganar».
Y lo que hacen es fichar a un entrenador como Lolo, con un vínculo con Cataluña más o menos importante, que la gente tampoco tenía muy presente en aquella época, pero su mujer Marita es de Llançà (Costa Brava).
Era una etapa en el Madrid en la que parecía que ya no estaban tan interesados en él y nosotros necesitábamos a Lolo como agua de mayo. Porque es un tío que se carga la presión para él. Y Rafael y Jordi hacen una respirada tremenda, porque les han metido mucha caña y… llega Corny, que ya es la hostia.
Corny Thompson era mucho Corny Thompson.
Jordi Villacampa, Rafael, Lolo, Corny, más la calidad suprema no vista antes de Harold Pressley, con una frescura en el vestuario, en el juego… Más Tomi, Juanan, Ruf, Jordi Pardo… Aquel equipo es el mejor de la historia para mí. El del 91, el que ganó la primera liga. 90-91. También el de la 91-92. Después también es verdad que Jordi (Pardo) se va a Girona, vuelve Dani Pérez, se va Ruf…
El de la 91-92, casi gana a los Lakers (116-114) de Magic Johnson, Worthy, Scott, Perkins, A.C. Green… en el Open McDonald’s. Perdéis por una última jugada controvertida en el que le concedieron un balón muy dudoso y que fue fuera a los de L.A. De hecho, en la misma obra enciclopédica, me contó Carlos Ruf, que hizo un partidazo, que corría una leyenda que dice que el árbitro norteamericano se le escapó en ese momento algo así como «balón nuestro».
Ese partido no lo tomo como referencia, porque nosotros en la Penya llevábamos casi dos meses entre pretemporada y competición, con un equipo consolidado y los Lakers vinieron de viaje de turismo a París, se concentraron en el aeropuerto. No sé si venían de Los Ángeles o Malibú y claro, les costó muchísimo. Eran sus primeros contactos con el balón. Eso sí, se encontraron con un equipo que jugaba muy bien a basket y unas condiciones físicas espectaculares porque era una hornada de jugadores que había trabajado mucho.
En esa temporada ni la anterior no podéis contar ya con Jose Montero, uno de los mejores jugadores que teníais, había fichado por el Barça por una cantidad astronómica, para aquellos tiempos. En la final del 91, en los últimos instantes, Montero hace un pase arriesgado, lo lees, lo cortas y haces una bandeja fácil que sentencia al Barça y ganáis vuestra primera liga. Villacampa escribió en el libro Historia del Baloncesto en España que se había ido para ganar títulos. Mala suerte la suya.
Me sabe mal, sí (ríe con ironía). Yo soy joven y estoy en el primer equipo. Está Jose Montero y Rafael de bases absolutamente titulares. Complicadísimo jugar ahí como júnior. Aunque, bueno, de júnior arañé algunos minutos por alguna pequeña lesión de Jose, pero es un partido en el que ya se gana de mucho y sale Tomi.
Eso desde el 87, que debuté. Pero cuando Jose se va, sienta un poco mal. Allí hay un triángulo: Rafael, Jordi y José, que eran tres jugadores muy bestias. El backcourt que dicen ahora, una línea exterior que te cagas. Pero muy bien hecho por Jose, tampoco me interesan demasiado las cifras porque tampoco las sé y se dijeron cosas, pero es igual, se va con un contratazo, el primer gran contratazo de verdad de la historia moderna del baloncesto. Y se va al Barça. Yo también lo entiendo.
Que después también se va Rafael al Barça. Este tipo de fichajes… como cuando Antúnez se va al Madrid y deja el Estudiantes; como cuando Herreros, igual, se va al Madrid, no es que sienten mal, pero te da rabia en el sentido de que nosotros éramos una familia y, entonces, ya no estás. Se rompe.
Por eso hay esta percepción de autenticidad de quien juega o crece en la Penya, sin desmerecer ni faltar al respeto a ningún club del mundo, pero el tío que ha crecido en la Joventut de Badalona de aquella época, el tío que crecía en el Estudiantes de aquella época, con aquella esencia, esto era un sentido de pertenencia que era bestial.
Por eso decimos siempre que haber ganado en aquella etapa, en un club con siete jugadores catalanes y un bilbaíno que es Juanan, pero criado en Badalona, más dos extranjeros más… A mí que me digan lo que quieran, pero ganar así una liga europea, ganar ligas, jugar el baloncesto que jugamos de aquella manera y dominar el baloncesto español como lo dominamos con tíos de aquí, es brutal.
Antes, en 1990, con Pedro Martínez, ganasteis un buen título, la Copa Korac, que también fue un impacto…
Aquello fue la hostia. Potentísimo. El Scavolini de Pesaro era un equipo cañón y le ganamos.
Esos inicios de los noventa te colocan en la Selección Española absoluta por primera vez, donde te conviertes en olímpico en Barcelona, en nuestros Juegos de 1992. Eso sí, el resultado fue un desastre.
Sí, también estaba la huelga de jugadores por en medio. Hay ingredientes que sustentan qué pasó allí. Para mí hay tres factores. La gente no es consciente, no recuerda la problemática de la incursión del tercer extranjero que la ACB quería meter.
Y la presión, la huelga de jugadores, la amenaza de huelga para los Juegos Olímpicos. Se estaba muy convencido, pero era un riesgo muy grande como selección nacional, porque se hace esto, la totalidad de jugadores están en competición durante el año, y eso es una cosa, pero con la selección se centran todas las miradas en los 12 jugadores.
Entonces, había una presión muy grande. Por otro lado, había una mala preparación, pésima estructuración, planificación, de entrenamientos, de todo. Fue muy caótico. Y el primer momento o percepción que tenemos, o tengo yo, de la aparición del baloncesto africano.
El baloncesto ya no estaba en manos solo de Italia, España, Rusia, la antigua Rusia, Yugoslavia, Croacia, o sea, la ex Yugoslavia o los americanos de la NBA… Era el inicio del emerger del baloncesto de África, en este caso Angola, con un equipazo de cojones. Y muy bien entrenados.
Alemania nos ganó el primer partido. Era un equipazo. Había tres jugadores en la NBA o que habían jugado allí. Detlef Schrempf, Christian Welp y Hansi Gnad.
Gnad os coge como 20 rebotes y al año siguiente son campeones de Europa.
Allí nos ganan otra vez (con un tiro de Welp en los últimos instantes en cuartos, 77-79). En las Olimpiadas de Barcelona creo que quedamos undécimos, ¿no? Pero, en ese momento, ese es nuestro sitio si miras las otras selecciones.
Novenos.
Es que hasta jugando bien, no sé qué quisimos hacer. Estaba la Lituania de Šarūnas Marčiulionis, Sabonis… Croacia de Petrovic, Kukoc, Radja… el Dream Team. Brasil, con un equipazo con Oscar Schmidt. Es que había 6, 7, 8 selecciones muy potentes. Se junta todo. Y es verdad que no importa tanto la clasificación, sino la falta de fluidez en el juego. No divertimos a la gente. No nos divertimos nosotros. Fue un juego atrancado. Un grupo no trabajado.
A mí me han dicho que no había química y que muchos no lo tomasteis en serio.
No, no, no. Nos lo tomamos todo lo serio que pudimos, pero es que no surgió nada. No había química deportiva. Nos llevábamos de puta madre todos. Fuimos un grupo que nos tenemos supera precio. Estaba Chechu Biriukov. Chechu es el corazón más bonito de la historia. Epi, que estaba muy mal ya fisícamente. Estaba muy tocado. Jordi, Rafael, Quique Andreu, Herreros.
Ni Ferran Martínez ni Antonio Martín, ambos lesionados. Romay, ya muy veterano y con algún problema físico, también fue descartado. No teníais centímetros.
Estaba Santiago Aldama, que su hijo ha debutado en las Olimpiadas de París de este verano. Mira los pívots que tenían los equipos contrarios. Era complejo. Romay ya no llegaba. Fernando Martín hacía mucho que había muerto. Entonces, estos tres factores son los que explican de forma definitiva qué pasa en aquella selección.
Y lo que hablábamos, el famoso «Angolazo», perdéis por 63 a 83 y quedáis últimos de grupo.
Sí, encima esa casualidad. Con aquello de que se junta el hambre con las ganas de comer, nos encontramos con Angola de (Jean-Jacques) Conceição, Guimaraes… Una selección que jugó increíble.
Ahora es Sudán del Sur la que brilló en su debut olímpico y estuvo a muy poco de ganar en un partido de preparación a Estados Unidos, unos Estados Unidos que han sudado sangre para colgarse la medalla de oro, a pesar de contar con prácticamente todas sus superestrellas.
Lo que te decía, todo el mundo habla del «Angolazo» y fue un mal partido y perdimos, pero allí empezaron a emerger los países africanos. Luego está que en la NBA de los últimos 15 o 20 años, no sé con exactitud, pero muchos de los mejores jugadores de allí han sido europeos: Nowitzki, Pau Gasol y ahora mismo Jokic, Antetokoumpo.
Depende en qué culturas, no se entrenaba dos veces por día. Si no pregúntale a Pep Clarós, que es un entrenador de nivel increíble y que siempre ha estado muy vinculado con este tipo de selecciones, como ahora, que está precisamente con Angola.
Y cualquier entrenador de hoy, ya no digo solo un Obradovic, la exigencia y la presión que pone en cada entrenamiento es muy alta, algo que no pasa en los Estados Unidos, además jugando a un baloncesto de otro tipo. Así que o juegas a tope o cualquiera te mata.
Antes solo un Sabonis o un Petrovic podían ir a la NBA y ahora, como todo el mundo sabe, está lleno de jugadores internacionales. Hay un acercamiento importante al nivel de juego NBA. Tienes un mal partido y pierdes. Antes eso no pasaba cuando se jugaba contra el Dream Team del 92 de Jordan, Magic y compañía.
Por eso, por una parte, no lo mitifico tanto. Aquellos jugadores eran extraordinariamente extraordinarios respecto a los de la NBA en nivel, pero con el resto del mundo la diferencia era abismal. Eran nuestros ídolos y ahora seguirían siendo jugadores espectaculares, pero es que el nivel físico y técnico del resto del planeta ha subido, ya sea en Australia, Japón o donde sea. Los medalleros van cambiando y no solo en baloncesto. Todo se ha globalizado.
Es verdad, en el 92 Alemania ganó a Angola por la mínima, Brasil de diez e incluso Croacia solo les pudo superar de nueve puntos, porque perdían en la primera parte de 11. Conceição les enchufó 24 puntos a los Radja, Vrankovic y Tabak. Mucha hambre. Tengo el recuerdo de que tú casi te das de hostias.
Bueno, no. Salgo a defender a Aldama, al que Conceição le hace una falta por detrás, le empuja, le tira al suelo. En un momento anterior, Aldama va corriendo y Conceição creo que va delante, y Aldama, sin querer, le toca con su punta del pie el talón y Conceição cae al suelo.
Y cuando Conceição se levanta, piensa que el otro se lo ha hecho a propósito, y le empuja. Entonces saltamos todos a la pista, y no sé si veo a Conceição burlarse un poco, hacer aquella risa que hace… Esto se ve en la tele. Bueno, le voy a defender, me agarra por aquí, no sé quién de ellos, y allí me vuelvo loco y ya está.
Y yo, como Tomi, dijéramos, muestro dos cosas: Impotencia por cómo iba el partido, que nos ganaban dominándonos, la frustración ya de todos los Juegos Olímpicos, y una mala imagen en aquel momento a la que yo aporté mi grano de arena. Es la vida.
Lo cierto es que en aquel partido, Díaz Miguel probó con tu hermano, no funcionó, probó con Pepe Arcega, tampoco funcionó y ya, a la desesperada, como suele ocurrir, te sacó y metiste 11 puntos en 12 minutos. De hecho, solo jugaste 3 partidos en todas las Olimpiadas sin llegar a los 10 minutos de juego. José Miguel Antúnez, base del Real Madrid entonces, se quedó sin ir y, como dices, no hace mucho tiempo criticó que no le hubieran seleccionado. ¿Habrían cambiado las cosas?
Lo leí. Depende del papel que Díaz Miguel hubiera querido que Antúnez hubiera tenido en el equipo. Está claro que en aquella época, en la inclusión de Tomi Jofresa en los Juegos Olímpicos y al año siguiente, en el Europeo del 93, hay un error de análisis si alguien pretende verlo desde el punto de vista de, por ejemplo, mis estadísticas o las de otro base.
Lo que Díaz Miguel considera es que, igual que Lolo Sainz un año después, quiere dos señores bases, y cuando tú escoges dos bases para tu equipo, no solo analizas y valoras el rendimiento estadístico, el carácter de aquella persona, la personalidad, cómo reacciona en malos momentos y las declaraciones que se hacen en la prensa, aun en los momentos malos. Eso es lo que valora un coordinador, un general manager, un entrenador.
Entonces, ellos, en ese momento, quieren dos muy buenos bases. Hay que recordar que hay grandes bases que juegan una gran temporada. Hay un base que sobresale por encima de todos, para mí, que es Rafael, sin lugar a dudas. Demostrable, además. Y luego Pepe Arcega, que está en un momento increíble. Es que lo de Pepe Arcega en aquellos años…
Más un tercer base que no se queje, que curre, que ponga las pilas a todo el mundo, que energéticamente sea un tío que, incluso sin jugar ni un minuto, sea capaz, en un momento dado, de ser escuchado por los más importantes del equipo, que energéticamente en los entrenos sea un tío que vaya a tope durante un mes y medio de concentración, que sea un tío que tenga hambre, que sea un tío que, aunque juegue, cuando lo necesite, tres segundos, salga con una cara que ilumine. Buscan esto. Y entonces entiendo esa elección.
Lo pillo.
Me decías lo de José Antúnez, pero es que hay otro base brutal, con un rendimiento acojonante, que es Pablo Laso. Ojito a las temporadas que hace Pablo. Y de hecho, al final, es Pablo o Tomi. Porque en los últimos entrenos ya, Díaz Miguel, como era como era, dejaba ir información, que no se tiene que hacer nunca, pero bueno, la duda clara era esa.
Entonces el tercer base olímpico… Estaba entre tú y Pablo Laso.
Totalmente. Pablo era un señor. A Pablo le tengo un amor increíble. Era un jugadorazo del copón. Yo no llego a jugar como juega Pablo Laso. Otra vez era otro estilo. Es que yo no llego a tener el papel ni de Pablo Laso, ni de Pepe Arcega, ni de Rafael, ni de José Antúnez.
Es que la gente a veces me dice tal… pero tranquilos, yo sé lo que fui. En lo mío fui el mejor, eso también te lo digo. Pero yo no llego a esos niveles. Tíos con treinta y pico minutos de media, capaces, consolidados, regulares. Mira las estadísticas. Todos estos jugadores me pasan la mano por la cara. Yo los admiro. Nacho Solozábal…
Soy otra tipología de base con otra tipología de rol. Ahora sí, en esa, aquel Tomás de aquellos cinco o seis años, bueno, lo siento, pues aquí sí que me pongo yo. Y Obradovic sí que supo ver eso.
Precisamente, te iba a nombrar a Obradovic porque cuando ficha por el Joventut de Badalona la 93-94, te hace jugar mucho en la Liga Europea. Aunque en la Liga ACB también te utiliza bastante. ¿Te da más libertad que Lolo Sainz?
Lolo es básico en mi carrera deportiva a nivel profesional. Mi rol de forma natural sale muy fácil, porque era muy obvio al principio el peso de Rafael y mi papel. Y sí que es verdad que la llegada de Željko da un plus a mi carrera porque él me lo verbaliza, él me explica. Me libera.
Aunque Željko tampoco quiere perder balones.
Hostia, Željko con esto era… De hecho, cuando me ficha (1998-1999) para la Benetton de Treviso el año de Rebraca, Pittis, Bonora, Marconato y Henry Williams, Llego a Treviso del Menorca Bàsquet, que está en la LEB. Me había ido a Menorca a jugar, hice la pretemporada allí, y cuando llego a Treviso, aquella tarde, antes del entreno, me pilla cinco minutos y lo que me dice es quiere aquel Tomi, que quiere la esencia de Tomi: «Es para lo que te he traído aquí. Si no es así, no pasa nada, ficho a otro. Pero yo quiero a mi Tomi».
Bien por Obradovic, tú venías de salir del Unicaja Málaga sin acabar la temporada, algo extraño para un jugador nacional. También de acabar jugando los últimos partidos con el Granada, un equipo que se jugaba el descenso, donde tampoco tuviste protagonismo.
El primer año hago un temporadón en Unicaja, de hecho, vuelvo a la selección. La segunda temporada ya no me entiendo con Javier Imbroda. Pido el traspaso, me voy a Granada. ¿Había pasado antes eso? No lo sé, pero no quiero estar más con Imbroda.
¿Por qué?
Porque no encuentro sitio en el equipo. A veces no lo encuentras en cuanto a minutos o en cuanto a protagonismo, pero hay otras veces en las que no encuentras el sitio en el equipo porque no lo tienes. Y a mí ahí me da esa sensación. Esta es mi opinión.
Entonces, rompemos el contrato a finales de mayo, en diciembre ya digo a mi agente «oye, me quiero ir de aquí. Quiero recuperarme, el año pasado estaba en la selección».
Quería volver a la selección. Quería minutos. Y decidimos hacer un cambio, vamos a Granada, pero es que en Granada ya había un base que estaba jugando increíble con Pedro Martínez. Iba a ir a Granada con el mismo papel que tenía en Unicaja porque David Sala era el base titular del equipo.
Fue una mala elección mía. El equipo al que voy, por el perfil de jugador o rol que iba a tener, no lo tuvimos en cuenta. Así que fui a Granada y no jugué mucho, al final incluso no jugué nada. Fue una mala elección.
Quien te había fichado era Pedro Martínez y acaba saliendo del equipo.
Mala elección. Pero mala elección, no de los demás, mala elección mía. Mal análisis de aquel momento.
Tú saliste tocado de Unicaja. Tu primera experiencia fuera de la Penya había salido mal. Dejaste tu club de toda la vida donde jugaste junto a tu hermano,
Estaba muy tocado, muy desesperado. Pero esto es en junio, acabo contrato en Granada, me vuelvo a casa y pasa lo de Menorca, que Menorca me ficha para la LEB. Allí también está Tisi Reynés. Empezamos la pretemporada, formamos un dúo que te cagas, 40 minutos juntos los dos. Pero en septiembre, al cabo de 20 días de empezar la pretemporada, estando en una gira en Galicia con el Menorca, me llama el abogado de Željko.
Željko arriesga.
Yo creo que no. Porque solo hacía un año estaba en la selección. En el Europeo de Badalona y Barcelona (quedaron quintos) del 97. Físicamente estaba espectacular. Él sabe lo que quiere, sabe lo que tiene.
¿Algún otro equipo ACB te ofreció un contrato?
No, en ese momento ficho por Menorca. Yo estoy en Menorca con contrato.
Entonces no te llegó ninguna oferta aquel verano.
No, me quedo sin equipo. Claro, imagínate, un año antes en el Europeo de Barcelona y en seguida me quedo sin equipo. Esto también es un impacto muy bestia en mi vida a nivel emocional. Ni una oferta. Cero. Año del verano del 98.
¿Tu agente qué te dice?
No hay nada. Y entonces me digo: «pues me voy a Menorca a vivir, que ya tengo casa allí». Y el Menorca Bàsquet me ficha. Ahí recupero la ilusión por jugar, con Tisi Reynés. Eso fue una inyección de oxígeno, de ilusión. Vivir en Menorca. Era mi sueño hecho realidad.
Y al cabo de un mes, mi sueño me lo jode Željko porque me volvió a fichar. Pero me ficha para el mejor club de Europa en cuanto a infraestructura. Con 11 grandes jugadores, saco lo mejor. Y con el mejor entrenador del mundo. De segundo, Lele Molin, que entrenó después al Madrid.
Un staff técnico de ensueño y juego increíble allí. Davide Bonora va bajando por una talalgia que le da muchos problemas. Juego muchos partidos de titular, juego muchos minutos. Y había un grupo increíble. El mejor momento es la final de la Copa Saporta contra el Valencia Basket. El mejor año de mi vida, el mejor club de mi vida junto con los buenos años de la Penya. Sin ninguna duda. Treviso. Lo guardo en el corazón.
Además, te ayuda a dejar España y todos aquellos prejuicios sobre ti.
Mucho. Se lo decía a mi madre. Vino alguna vez un par de semanas a Treviso a verme. Sé que mi madre deseaba llegar allí para ver a Željko y darle las gracias. Para mi madre, para Lita, él fue muy importante. Estuvo muy agradecida.
Pero para Željko, la decisión es técnica, él quiere a un jugador concreto. A Željko siempre lo recordaré. ¿Por qué tengo que estar agradecido a Zelko? Por la parte emocional. En la parte técnica, él me contrata sabiendo que voy a dar lo que voy a dar. Aquí no hay amigos. No se ficha un jugador porque eres amigo suyo.
No se lleva un jugador a la selección porque está su hermano. Esto no funciona así. Porque los entrenadores y las entidades se juegan mucho prestigio y dinero como para tomar una decisión de este tipo. Željko me ficha por lo que me ficha ¿Por qué está Izquierdo con Željko tantos años? ¿Por qué son amigos? Izquierdo le da todo y responde a la exigencia. Pongo el nombre de Izquierdo porque es un tío que estuvo en la Penya con nosotros. Lo admiro. Lo valoro.
Yo tengo el recuerdo de Željko Obradovic, en un tiempo muerto con el Fenerbahce, chillándoles uno por uno a sus titulares: «Fuck you (¡Qué te jodan!)»
A nosotros no nos insultó, nunca. No es como Pešić. Pešić es una falta de respeto total a los integrantes, a los trabajadores del club, a los que limpian, a los de las oficinas. Pešić ha sido un estilo diferente. Con Željko te enamoras de él. Es un hijo de puta exigente que te cagas y tiene una memoria fotográfica que te cagas. Pero es justo, un nivel de justicia que hace que dentro del grupo se caguen en él los doce.
Deja muy claras las cosas. Habla transparentemente. Eso de «Fuck you» Željko lo hace una vez en la vida. Vi el vídeo. Pero si él te manda hacer una jugada en un tiempo muerto, sales y haces otra, es un golpe de estado en un equipo. Tú no puedes hacer eso. Y con Željko, menos. Y como salga bien la jugada, es igual. Te mata. En ese tiempo que dices, se queda Gigi Datome y sale otro. Sí, «Fuck you, Gigi».
Así que nunca te viste en una situación así con Željko.
Ya había tenido entrenos en Treviso brutales, de no dejarme vivir la hora y media o dos horas de entreno. «¡Ma, para! ¡Ma, stop, te he dicho! Cuando vayas a pasar, finta primero. Clava el pie primero. Porque si no, el defensor ya nos espera. Te hace body check. Ya se entorpece el sistema. Ma, no quieres escuchar. No quieres. Tú no me quieres escuchar a mí. Ven aquí». Dos horas así. Y acaba el entreno.
Estiramientos en silencio todo el mundo. Reventados. Y delante de todos. «Tomi, ven». Te levantas. Vas para allí al medio de la pista. Te agarra y te dice. «¿Es duro vivir con Obradovic, eh? Perdona», decía. Recuerdo en la Penya, una vez con Alfonso Albert, decirle: «¡Ma eres tonto!» cuando ya hablaba español, pero no cosas de insultos graves.
Hay otros entrenadores, además de Pešić, que insultan y faltan al respeto. Pero si te han dicho 30 veces que la jugada Cuatro, y tú te la tiras a la primera, pues no me estás escuchando. Y a la cuarta vez te grito y te siento.
A Corny (33 años, 2.02 y más de 110 kilos) le hacía saltar unas vallas muy altas en pretemporada. Acababa vomitando. Un día tropezó con una valla. Todo Dios ahí, servicios médicos, saltó el doctor Delfín Galiano… Željko dice: «Bueno Corny, vale, pues tú descansa. ¡No puedes!» y Corny dice: «¡y una mierda, yo ahora lo hago, voy a saltar la puta valla!».
Son cosas que los espectadores no conocen. Pero yo llega un momento en el que quiero esta presión. Porque el día que te diga dos cosas en un partido con 6.000 espectadores, te va a sonar a risa respecto a la exigencia de un entreno. Además, normalmente tenía razón en cada cosa. Técnica, estratégica.
Mira, un entrenador que era un desastre era Moka Slavnić. No porque no supiera baloncesto, es que te decía una cosa y, coño, después cuando la hacías, te decía: «no, no, no, tu jugador que se pone aquí, ya sabe el sistema, vete y cámbiale». «Pero si me has dicho antes que no. Pero, ¿qué quieres?»
Contradictorio.
Sí, muy contradictorio. Željko no es contradictorio. Sabe muy bien lo que dice. Además, te da la paliza y, cuando acaba el entreno, a continuación, te agarra en el medio de la pista, mientras el resto está haciendo estiramientos, y se confiesa.
Te dice: «quiero que sepas que estoy supercontento contigo. Adoro entrenarte. Adoro que hayas venido aquí habiendo ganado una liga europea conmigo y yo quiero ganar todo con la Benetton. Pero Pittis, Bonora, Rebraca tienen que entender que esta exigencia es la que nos va a llevar. Y tu actitud, tus caras, tus expresiones, cuando yo te exijo, son las perfectas para mí para dar ejemplo al equipo. Y entonces te digo gracias. Venga, sigue tirando». Y ves que no es personal.
Esa es la exigencia. A Rebraca también lo masacró y lo llamó en medio de la pista y en serbio le diría lo mismo. Con él hay una comunicación. Es muy bueno, es el mejor en esto. Porque tiene ese don. Porque tú haces un café con él aquí y ves que tiene carisma. Te lo pasarías bien, estarías bien con él. Es humano, a la camarera la trata bien, igual que a los empleados del club.
Sabes que, de joven, Željko estuvo dos años en la cárcel por un atropello en el que murió una persona y él había bebido. Tú has colaborado con centros penitenciarios ¿Aquel Zelko que entró en la cárcel debió ser diferente al que salió?
No lo sé. No lo he hablado con él, pero Željko como jugador, en la antigua Yugoslavia, en la selección yugoslava de aquella época, era ya un líder dentro del grupo y no era el mejor jugador. Eso estaba ahí. Es un tío gracioso. Un tío muy cercano. Siempre el mismo. Trato cercano.
Esa es mi relación con Željko, tanto en la Penya como en Treviso. Es una relación de amor-odio por la exigencia, pero de un respeto brutal. De él a mí, de mí a él. Coinciden dos personalidades muy parecidas.
Después de Željko empieza el declive de la Penya con graves problemas económicos.
Esa temporada de Moka Slavnić (1995-96) y la anterior fueron dos años horribles en la Penya. Después de ganar la Liga Europea en el 94, fue la muerte nuestra. La siguiente temporada del título (1994-95) fue Pedro Martínez, que volvió con Nolis, luego Pedro Martínez salió y se quedó Nolis.
Luego, el año que me luxo el hombro en Bolonia, fichan a Steve Bardo. La siguiente fue con Randy White. Se habían ido Corny Thompson a León, Ferran Martínez vuelve al Barça, Željko se va al Madrid, donde una temporada más tarde se lleva también a Juanan y Mike Smith. Se desmantela todo y gana el Madrid la Liga Europea del 95. No pidas peras al olmo. Se ficha a Howard Wright, aquel pívot negro que venía de Andorra y no metió un tiro libre. ¿Qué quieres? Es como la selección de los Juegos Olímpicos del 92.
Randy White.
Randy White mete como 50 contra el Estudiantes en Madrid, pero nosotros veníamos ya de un mes de entrenamiento que… El tío estaba zumbado, como una puta cabra. Es que fue un desastre. Parra de presidente, madre mía. Es que cambia la directiva también, es que deja de ser aquella Penya.
Esa directiva de Conesa, que fue la hostia, desaparece, y el club se queda muy jodido. Viene este Parra tratando las cosas de una manera que no sabe. Estaba tocado el club, ya de muerte, casi, por las deudas. Si encima tus decisiones técnico-logísticas son malas.
Dos años después os vais tú y tu hermano.
No nos renueva la Penya. Nosotros queremos quedarnos, pero no recibimos ninguna oferta. Lo grave de todo fue no decirnos nada. Es el año que fichan a Alfred Julbe y recompone un grupo muy guapo, con André Turner de base sustituyendo a Rafael y con Iván Corrales como base en el rol mío, decisión brutal a nivel técnico, dos bases de la hostia, que juegan como los ángeles los dos. Que despuntan.
Fichan a Tanoka, Crespo, Toolson… ganan la Copa del Rey del 97 ante un Cáceres que había hecho un equipazo con Paraíso, Ansley…
Esto lo he hablado yo con ellos, Alfred Julbe entra en el equipo y, lo que siempre he dicho, no es que no nos renueven, es que aquí todo el mundo tiene derecho a hacer y a deshacer lo que le da la gana. Las empresas tienen derecho a no seguir contando con un empleado. La clave es la comunicación.
A nosotros nadie nos dijo: «mira, hemos decidido que queremos fichar dos bases, que no seáis tú y Tomi, queremos entrar en una nueva etapa. Lo lamentamos mucho. A nivel personal y a nivel deportivo, habéis sido todo aquí». No tuvimos nunca esta despedida que creo que tiene que existir incluso en el mundo de la empresa.
Esto no me lo trago yo, en la empresa también hay que hacerlo. Por aquí no paso. La parte humana tiene que estar presente. Y no lo aceptaré nunca, ni aunque esté en una empresa, ni aunque la más grande del mundo. Por eso vivo en Ferrerías (Menorca) porque no me gusta este mundo deshumanizado que existe en muchas relaciones empresariales y en el mundo del baloncesto.
En aquel momento pasó esto. El 28 de junio del verano del 96 me voy, tengo vuelo para Málaga para ir a firmar y, desde el aeropuerto, llamo al presidente de aquel momento, que ya no era Parra, y le digo: «escucha, que sepas que me voy a Málaga. Es que no me decís nada. Pero es que yo tengo que…» y es cuando me dicen «que te vaya muy bien y tal». Vale, perfecto.
Hice la llamada para poder decir que yo había llamado al club, pero nadie me había dicho nada. Y con Rafael pasa lo mismo. Se va al Barça sin que el club ni nadie le diga nada. Esto no se puede permitir. Me fui a Málaga, firmo, pero con el corazón rotísimo. No quería irme de Badalona. De mi casa, de mi tierra.
Igual eso te afectó también.
Seguramente. Pero jugué de cojones ese año, de suplente de Nacho Rodríguez.
Otra vez suplente.
Pero juego de cojones.
Esa temporada, 1996-97, batiste tu récord de anotación personal y de triples en un partido con 29 tantos. Fue ante el Baskonia de Manel Comas, Perasovic y Kenny Green.
Siete triples que metí, siete de ocho. En Vitoria. Perdemos en la prórroga de un punto.
Treinta de valoración.
Sí. Jugué muy bien ese año. Con dificultades, porque me costó entender ciertas cosas, pero no pasa nada. En la vida no te entiendes con todo el mundo, lo digo por Imbroda. Me dio el máximo respeto, pero no me entendía. Pero me fui muy triste de Badalona. No me quería ir, dejar mi tierra. A los catalanes nos costaba un poco hasta cierto momento. Ahora ya todo ha cambiado, pero los catalanes nos resistíamos a salir. Y más si eras un jugador que ha crecido y ha nacido en la Penya.
Con tu hermano, además.
No pude cerrar ese ciclo. No tuve nadie que me cerrara ese ciclo. La Penya, en ese momento, me falló. Y ya puestos, te digo que mi gran sueño era volver a la Penya y no volví. Nunca. No hubo ninguna posibilidad.
¿No?
No les interesé. Como jugador, no; como entrenador, tampoco. Pero me gusta poder decirlo también. Que no volvieron a contar conmigo como jugador. Me gusta, porque es como aquel amor platónico de joven. Aquella chica que nunca volvió. Nunca te dijo nada más. Pasa en la vida. Está bien.
¿Así ha sido más bonito?
Claro. Hay una canción de Joan Miquel Oliver, que es del grupo Antònia Font, que son mallorquines, que dicen: «Hay que dejar también espacio a las decepciones. A las cosas que no fueron y que te gustaría que hubieran podido ser». Le da algo poético a la vida también. Me gusta.
Así que cuando vuelvo al club, y sobre todo en los últimos tiempos, vuelvo a aquel sitio donde yo quería haber vuelto. Ya no como jugador, sino como limpiador de la pista, como el que arregla las redes de la…
De limpiador de la pista no habrías ido.
No, no. Me daría igual. De verdad que me daría igual. Siempre hubiera querido volver a la Penya porque es mi casa. Cada vez que voy, noto cariño. Ya no lo digo por el homenaje que nos han hecho de la Liga Europea del 94, ha sido cada muestra de cariño después de los 30 años que han pasado, con una respuesta de la gente increíble.
Entonces, tener esta percepción de que no he podido volver nunca porque no he interesado al club, ni como jugador, ni tampoco como no jugador, pues también me gusta. Ahora me hace sentir cómodo.
Cuesta de entender cuando en la presidencia del club estuvo Jordi Villacampa desde antes de tu retirada y durante casi dos décadas, y luego le suplió otro excompañero tuyo, Juanan Morales, que desde 2017 ocupa el cargo.
No es culpa de ninguno de los dos, es que mi figura no se ha echado de menos en el club. Las cosas han ido como han ido y ellos han contado en su organigrama con la gente que han contado.
Lo que sí conseguiste después de aquel título con la Benetton de Treviso es un contrato de dos temporadas en el recién ascendido a la ACB Gijón Baloncesto de Luis Scola. Por fin, con el rol de titular.
Fui base titular total. El segundo año ya no tanto, porque vino Javi Rodríguez cedido por el Baskonia, igual que hicieron con Scola, con quien me entendí muy bien en el juego. La primera fue una muy buena temporada y hubo muy buenos partidos. Era un momento en el que ya entendía mucho más el rol de base director, que no es que no lo entendiera en Badalona, pero no era lo que se me pedía.
Vivía en una guillotina, que aunque yo tuviera aquella personalidad, era muy heavy porque yo tenía seis u ocho minutos seguidos, como mucho, y en esos tenía que demostrar un impacto muy fuerte para seguir jugando. Allí en Gijón pude tener un minutaje que te quita toda la angustia y presión que tuve antes.
¿No tuviste opciones de renovar en Treviso?
Lo que pasó es que, de golpe, Željko se marchó por un contratazo que le hicieron en el Panathinaikos, también ficharon a Bodiroga, Rebraca… Recuerdo que me dijo que le hubiera gustado llevarme allí, pero que en la posición de base ya lo tenían hecho (Oded Kattash y Nando Gentile). Además, en Treviso querían apostar por Massimo Bulleri, que el año anterior entrenaba con nosotros y estaba como vinculado.
Fue parecido a cuando marché de Badalona, que quisieron poner a Iván Corrales para que creciera. Luego, de primer base ficharon a Tyus Edney. Maurizio Gherardini, que era el general manager, muy majo, me lo explicó. Y la verdad, el proyecto de Gijón era muy ilusionante. Además, fue una oferta económicamente también muy buena con dos años.
Juegas bien como titular (28,3 minutos, 8,8 puntos, 2,6 asistencias y 1,3 robos) y conseguís mantener la categoría, eso que en el equipo ficháis a dos jugadores bastante cortocircuitados como Terquin Mott y Jackie Espinosa.
Me parece que coincidieron, pero no estoy seguro porque no jugaron toda la temporada. Con cariño lo digo, pero vaya dos personajes. Aunque te digo una cosa, esto es algo que he hablado con Rafael, porque él coincidió con Tanoka Beard en la Penya y también coincidió con Tim Kempton en Girona, que este último no es que no estuviera bien del coco, sino lo siguiente.
Rafael siempre me decía que el base, si tiene ciertas dotes de empatía, puede meterse en el bolsillo este tipo de jugadores porque al final, todos estos chicos, acaban siendo un poco como niños pequeños. «La próxima para ti. Te quiero en el poste bajo, porque te miro a ti». Y lo tienes que cumplir.
No está mal dirigirlos, aunque es verdad que el entrenador tiene que ir en esa línea, que los compañeros lo entiendan y vayan todos a una. A ver, es complicado, pero es que eran grandes jugadores los cuatro y no eran tan cerrados, por ejemplo Randy White, del que ya hemos hablado, él era otra cosa, porque se cerraba mucho. Era muy complejo, no te permitía acercarte.
Tengo entendido que White recibió mucha presión tras ser una estrella en la Universidad de Louisiana, la misma donde se formó Karl Malone. Se le coronó como el nuevo, precisamente, Malone. Número 8 del draft del 89 por encima de tíos como Tim Hardaway, Shawn Kemp, Vlade Divac o Cliff Robinson. Acabó siendo un chasco en la NBA.
Esa presión la recibió o la cogió él, pero eso es como todo, yo también tenía mucha presión. Mi padre había sido jugador de baloncesto y selección española, y Rafael empezaba a ir hacia ser el mejor base de España en el momento que yo subo al primer equipo. Tenía que demostrar que yo estaba allí por mis méritos y no porque era hermano de nadie.
Mira, es un poco como las palabras de Antúnez que comentamos, en las que él dice, y yo creo que no lo hace con mala intención, que como los Juegos Olímpicos eran Barcelona iba Rafael y, como yo estaba de moda, fui el otro seleccionado. Mira, la cabeza se tiene que tener bien amueblada, porque, como decía Pepe Rodríguez, el preparador físico del Unicaja Málaga: «Al mal bailarín, siempre los cojones molestan».
El que es bueno o la que es buena, si tiene cabeza y le respetan las lesiones, acaba saliendo siempre. Precisamente, esa presión debe valer para trabajar más, para centrarse más. Él estaba tronado.
Hablaste de que tanto tu hermano como tú salisteis de la Penya a la vez por la puerta de atrás, aunque él sí luego tuvo la oportunidad de volver, ¿cómo viste la destitución de Carlos Durán de la temporada pasada?
Hablando de la Penya, me cuesta un poquito escoger las palabras para no ofender a nadie. Sobre todo cuando no sabemos todo lo que hay, porque yo tengo muy buena comunicación con la Penya, con Jordi Martí y con Juanan. Cuando nos vemos, hablamos abiertamente, pero eso no significa que yo sepa los intríngulis.
Sí que es verdad que, como espectadores, hemos visto que un tío como Carlos Durán, de la casa, fabricado aquí al 100% Penya, ADN Penya, que nos sacó del descenso, del pozo, y además jugando bien, y que ha pasado varios años jugando de cojones, un buen baloncesto, con una situación deportiva de dificultad este año y con situaciones personales complejas, pues al Tomi Jofresa espectador le hubiera gustado escoger otra forma, otro momento, para destituirlo.
Por los partidos que quedaban, por la incidencia en la clasificación, que podría tener algunas victorias o algunas derrotas, que es más o menos cero. Ya no estaban ni competición europea, era muy complejo lo de los playoffs… Me hubiera gustado decirle al mundo: «Veis, esto es la Penya, somos diferentes. Esperamos un poquitín».
Quizás habría sido mejor hacer esa transición con el nuevo entrenador de otra forma, en otro momento. Acordado conjuntamente, porque para mí la parte humana es muy importante. La parte humana nos da dinero, las empresas dicen que no, yo te digo que sí, pero a la larga. También te digo, puede que haya más cosas, yo no lo sé, estoy hablando como espectador.
Además, la Penya, diría que ya no es lo que era, porque ahora es de un propietario (La familia Grifols). Este propietario que, gracias a la vida que apareció, y que, por cierto, estoy seguro de que también intenta dotar al club humanidad. De esta identificación, de jugadores de aquí, y con aportación de jugadores de fuera. Se está luchando.
Todo va cambiando. En el caso del juego, no solo por la procedencia de los jugadores, ¿Qué opinas de los datos? ¿Y de los sistemas de juego? No sé si viste que en la propia NBA, los puntos de tiro se están circunscribiendo a zonas más acotadas y más pequeñas. ¿Todo es más robótico?
El baloncesto tiene una dosis de espontaneidad que otros deportes quizás no tienen tanto. Soy neófito en el tema, pero el jugador de golf, al ejecutar el golpe, hay una parte de espontaneidad determinada. Quizás alguien me puede argumentar eso, alguien que entienda. Pero lo que está claro es que es mucho menor que en el baloncesto.
Si esta parte analítico-estructural-estratégica hace que se pierda la parte de espontaneidad y naturalidad, estamos perdiendo. Pero todavía no tengo capacidad para valorar si se está perdiendo o no. Sí que veo una cosa, el jugador de baloncesto en cualquier categoría, es mucho más grande físicamente. De envergadura, de altura, y esto tiene una incidencia en el juego, en los espacios. El baloncesto necesita una proporción de espacio y ocupación de los jugadores.
Casi no caben en el lateral de la pista, entre la línea de tres y la línea lateral, tienen un cincuenta y pico de pie ya. Que vayan saliendo jugadores como Navarro o Stephen Curry, que tiran de nueve metros, es porque es el sitio donde están sin una mano encima.
¿Te divierte más el baloncesto europeo que el de la NBA?
Mucha gente siempre está opinando sobre la NBA, que si se aburre, que si en Europa es donde está la verdadera competitividad y tensión. Veo mucha NBA, ACB y competición europea, porque tengo el básico de Movistar, que es carísimo, por cierto ¡Dad algo en abierto para los jóvenes! Y la Euroliga me pone. La ACB me pone. La NBA también, pero de otra forma.
La cultura estadounidense es una, con sus costumbres y su idiosincrasia. Para mí, ver que un equipo extremeño con ocho tíos extremeños gana una Copa del Rey… esto está demostrado, a nivel de estudios sociales, que nos pone a todos mucho más que si ese equipo extremeño tiene once tíos americanos o extranjeros.
Esto no me lo puede rebatir nadie. Equipos como los que ha tenido la Penya. Con seis, siete, ocho tíos que aunque se hayan ido y han vuelto, han sido fabricados aquí. Lo que pasa es que hay clubes que no pueden tener la infraestructura por economía.
No pueden fabricar jugadores porque quieren mantenerse en la categoría ya. Los equipos cambian mucho de jugadores y eso no engancha. Por ejemplo, el Madrid sí, desde la etapa Pablo Laso. Eso, a mí, me ha movido. ¿Cuántos jugadores van cambiando cada verano?
No tantos, bastantes siguen allí.
Al menos ha tenido una estructura donde diez u ocho tíos, no sé, han estado allí diez años. Te da tiempo mentalmente a identificarte. Eso es lo que la Asociación de Jugadores, la ABP (Asociación de Baloncestistas Profesionales), intenta hacer ver desde hace tiempo a los iluminados, que el producto se vende mucho mejor y mueve masas cuando también es autóctono, aunque haya la aportación de un Corny Thompson y un Harold Pressley. Es un hecho social. En la psicología tiene un nombre el tema este de la identificación autóctona. La gente no lo ve como un negocio.
El aficionado suele tener un punto romántico, pero también quiere ganar.
Es apasionado. Sí, incluso muchos aficionados no se dan cuenta de que están defendiendo un modelo y critican a quienes opinamos así, que es una crítica constructiva. Vibrarás trescientas veces más y será más fácil que paguen lo que cuesta un carnet de socio de la manera que digo.
Y también será más fácil que tu hijo que se identifique con ellos. Y ya no te digo si ve jugadores que han salido de la cantera y que eran de la ciudad. Si no, las grandes empresas, ¿por qué crees que buscan gente como yo que les hable del sentido de pertenencia?
En la selección hubo mucha controversia con la nacionalización exprés de Lorenzo Brown, aunque este verano no ha jugado nada bien en los Juegos Olímpicos de París, sin embargo, hay que reconocer que en el Europeo de 2022 se ganó, en buena medida, gracias a él.
Este es el proyecto de final de carrera de los iluminados. Lo siento.
En la femenina, aunque ella ha debutado este verano, hay un caso idéntico, con Megan Gustafson. Entiendo que estás en contra.
Estoy a favor de las personas. Pero, ostras, ¿dónde está el límite? No quiero personalizar en él o ella, pero este fenómeno ha llegado al nivel de selecciones. John Pinone pudo ir a la selección, porque se casa con una española, sus hijos están educados en Madrid, vale. ¿Pero otros?
Los enterados me van a decir: «Y Mike Smith, ¿qué?», pero tíos que han hecho toda una carrera en España, que hablan español y que quieren vivir en el barrio… Hay casos y casos. Ok, lo hacen todos. Rusia también ha tenido siempre, son las reglas.
Pero porque la ley lo permita, no quiere decir que tenga que hacerse. ¿A quién no se le ha caído la baba con el Athletic de Bilbao? Luchan por ese proyecto. ¿Cuántos años llevan? Más de 100. ¿Cómo vibra una ciudad? ¿Cómo vibra toda España? Corny Thompson, cuando lleva varios años aquí, ya es de aquí. Y él quiere ir a comer pescado de aquí, no quiere ir a comer hamburguesas. Está integrado.
Aun con Brown, la selección española en los Juegos Olímpicos, colocada en un grupo terrible con Grecia, Australia y Canadá, no pasó de la fase de grupos. Se avecinan malos tiempos.
Se ha notado que muchos jugadores son de una calidad enorme, pero no son ni titulares en sus equipos y los que lo son no juegan ni más de 20 minutos en muchos casos. Hay mucha competitividad, ya no es hablar de Serbia o Estados Unidos o Canadá. Es que ahora hay una competitividad muy grande en la mayoría de los equipos y en esta situación es muy difícil avanzar en este tipo de competición.
Ha sido una selección que ha luchado, que ha trabajado bien, pero probablemente hay equipos mejores. Venimos de unas generaciones; encabezada por Navarro y los Gasol, Calderón, Sergio Rodríguez y etc. que ha sido muy bestia y eso es muy complicado.
Es cuestión de seguir trabajando, pero que el jugador nacional tenga más relevancia. Mira cuántos minutos juega Abrines, los Hernangómez… y sigue mirando. Los que juegan en la NBA no juegan nada y se pierden la competitividad que hay aquí en Europa, que es muy alta, siendo jóvenes, como también le ha pasado a Garuba. Y eso es difícil recuperarlo a nivel mental.
Y a nivel técnico. Por cierto, el único que ha jugado en la NBA es Aldama y se ha notado, pero solo han estado allí él y Garuba, y este último en la liga de desarrollo.
Sí, e insisto, los que juegan aquí, que son lógicamente la mayoría, juegan muy poco. Así que cuando tienen que competir, no pueden competir al nivel que otras selecciones en las que sus jugadores sí juegan minutos y te pasan por encima.
Es un problema enorme que la ABP lleva años avisando y todo el mundo mira para otro lado. Es una realidad que el jugador español no cuenta para nada aquí.
Algunos de nuestros mejores jugadores de futuro, léase el caso Aday Mara, no juegan ni en la NCAA.
Sí, si a todo esto le sumas la normativa nueva de la NCAA en la que ya se puede pagar a jugadores universitarios… se acabó para los clubes de formación que se beneficiaban unos años de esos jugadores y ellos de la formación de los clubes. Ahora se irán en cuanto puedan jugar allí.
Precisamente, según datos de la ABP, el 58% de los jugadores de la ACB eran españoles, en el último curso han sido un 30%. Hemos bajado a la mitad.
La Penya saca muchos jugadores, pero ¿cuántos se afianzan en la ACB?
Incluso así, ¿Cuál es el secreto del Joventut de Badalona para «fabricar» tanto talento?
Recursos, dedicar horas de pista a formar entrenadores con unos valores, con una educación, con una manera de entrenar, con una estilo de entrenar. Que si hay un entrenador que pierde y en un partido hasta llega a insultar al árbitro porque lo único que quiere es ganar, pues eso aquí no.
Estamos formando jugadores, queremos ganar, nos gusta. Y al final, cuando tú puedes sostener dentro de un presupuesto un dinero para mantener esta estructura, al final pasa lo que pasa. De todas formas, también hay que decir ¿Por qué ves una niña, un niño de La Habana con cuatro años que baila? ¿Por qué en Valencia se hacen tan bien las paellas?
Badalona tiene un ADN y el niño o la niña, poco después de nacer, lleva una pelota de baloncesto o una camiseta de la Penya u otro club de baloncesto, y, entonces, ya está dentro. Hay muchos clubes, las generaciones van naciendo. En Badalona hay basket. Y no solo es la Penya, hay todo un entramado de escuelas y de centros educativos en Badalona donde se juega a basket de puta madre y se promueve el basket de formación.
Minguella, Badalonés, Dosa, CB Sant Pep…
Muchos y Sant Pep… Lo del Sant Pep tiene cojones el tema. Los echaron hace ya tiempo de su pabellón donde llevaban jugando desde hace mil años (en 1968 construyeron el pabellón, aunque antes ya jugaban en el mismo espacio, pero en una pista descubierta). En otra entrevista hablaremos…
He perdido la cuenta de la cantidad de errores e inconsistencias con los nombre propios.
Només puc expressar, des de la subjectiva objectivitat:
🔝🔝🔝
🙌🏼🙌🏼🙌🏼
🏀🏀🏀
Maravillosa entrevista. Excelente y ejemplar dentro y fuera de la cancha Tomy.
Da gusto leer la entrevista, pura honestidad.
Una de tantas “victimas” de la basura que fue el baloncesto en los 90, el triunfo del aburrimiento. Está muy bien tirada la comparación con Llull, una pena que Tomás no hubiera nacido 15/20 años más tarde…
Si como jugador me encantaba y me caía estupendamente, tras esta fantástica entrevista aún me cae mejor.
“El jugador más trabajador al que entrené.”
Zelko Obradoivc sobre Tomás Jofresa.
En qué medio lo dijo… me suena mucho y es una afirmación brutal viniendo de él.
Quina entrevista tan ben parida !
Una opción con los jugadores de élite es que se vayan de España en busca de minutos. Por otro lado, se debería proteger más a los clubes de formación y obligar las federaciones a que se cumpliera la normativa de traspasos de jugadores de base. Los clubes grandes se llevan al jugador que quieren de los clubes pequeños sin ninguna compensación
Fue un grandísimo jugador, probablemente infravalorado por sus propios entrenadores y además me parece un tipo de lo más sensato. Grande, Tomi.
El meu ídol. Sempre Tomy. Sempre Penya.
Un gran tipo! Recuerdo cómo me ilusionó cuando vino a Málaga.
Muy acertada la comparación con Vinnie Johnson, por cierto.
Gran jugador, gran profesional y extraordinaria persona. Grande Tomás
Un crack Tomi Jofresa en esta un tanto extensa entrevista de Carlos Jimenez donde destapa mucho del baloncesto que nos enamoró en los 80 y 90. Arraigo perdido en equipos que recordamos de memoria Ahora, muchos cambios de jugadores, sin fomento de cantera y se juega a otra cosa.
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