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Nacho Rodríguez: «Estoy muy arrepentido, fue un gravísimo error dejar a Heurtel en Estambul»

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Nacho Rodríguez:

Nacho Rodríguez (Málaga, 2 de septiembre de 1970) llega a un hotel cerca de la estación de Atocha en moto, una Yamaha 250 XMax. Y enseguida se quita el casco y se pone a responder a absolutamente todo lo que se le pregunta: infancia y juventud en Málaga, el salto a la fama como base apasionado del Unicaja, los exitosos años como sólido complemento en el Barcelona, la época de transición en la selección española, el doloroso descenso a nivel personal en Valladolid…

También siete años en política en Andalucía y su papel fundamental en la reconstrucción de la sección de baloncesto azulgrana. Y de vez en cuando, nombres determinantes en su biografía para bien y para mal: Javier Imbroda, Aíto García Reneses, Sasha Djordjevic, Sarunas Jasikevicius, Svetislav Pesic, Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Thomas Heurtel, Nikola Mirotic, Joan Laporta

¿De qué barrio de Málaga es?

De El Limonar, que está entre el centro y Pedregalejo, pero la mayor parte de mi infancia la he vivido en El Palo porque es donde se encuentra mi colegio, el San Estanislao de Kostka. Allí empecé a jugar al baloncesto. Hasta los 15 ó 16 años no me fui a Maristas. De hecho, mi grupo de amigos era de El Palo.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Clase media. Mi padre era director de banca de una oficina de Caja Rural en un pueblo pequeñito cerca de Antequera que se llama Villanueva de la Concepción. Y mi madre, pues ama de casa, aunque antes había sido empresaria con una peluquería. Pero bueno, cuando nosotros empezamos a crecer ya no. Mi padre tenía una finca con ganadería y por la mañana trabajaba en la oficina.

¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el baloncesto?

Viendo los partidos en Segunda División con San Estanislao de mi hermano Juanma [ahora está en su segunda etapa como director deportivo del Unicaja]. Me pasaba los fines de semana en el colegio entrenando y jugando porque estaba abierto. No es como ahora, que muchos están cerrados desde el viernes a mediodía hasta el lunes.

¿Se le quedó el espíritu jesuita de aquel centro educativo?

Sin duda. Soy cristiano practicante y se me quedaron los valores que me dieron desde EGB hasta COU: esfuerzo, compromiso, generosidad con los demás y, sobre todo, intentar ser buena persona, honesto, responsable.

¿Su deporte siempre fue el baloncesto?

No, qué va. Jugaba al fútbol, fútbol sala, y también llegué a ser portero de balonmano incluso federado. ¿Qué pasó? Con 13 ó 14 años todavía lo compatibilizaba con el baloncesto y nuestro equipo, el San Estanislao, competía con Maristas y Caja de Ronda. Entonces recuerdo que el entrenador un día me dice, al verme llegar corriendo y sudando a un partido: «¿De dónde vienes?». Le respondí que de jugar en la liga de fútbol sala. «¡Pero si tenemos un partido súper importante!», me respondió.

Ahí me di cuenta de que tenía que dedicarme un poquito más al baloncesto porque competíamos, eh. Estuvimos a punto de ganarle a Maristas y Caja de Ronda, que eran los dos grandes de la ciudad. No llegamos a hacerlo, pero llegamos a perder por menos de diez puntos en un pabellón semidescubierto que teníamos.

Nacho Rodríguez:

Ha hablado ya de Juanma, pero perdió un hermano siendo muy joven, ¿no?

Sí. Bueno, realmente perdí a dos hermanos: a Javi, que lo pilló un taxi cuando yo era muy pequeñito, y a Álvaro, que era periodista. Me acuerdo lógicamente mucho más de Alvaro. Tenía 28 años cuando murió, en 1994. Fue muy de repente tras una meningitis. Uno de estos palos que te da la vida. Me emociono todavía.

Mi hermano había llegado el viernes a casa vomitando porque, según él, alguna comida le había sentido mal. Estuvo con mucha fiebre el sábado y el domingo por la mañana fui a verlo a su habitación antes de un partido que jugábamos contra Zaragoza. Le pregunté que cómo estaba y me respondió que bien, que bueno, que se había levantado un poco mejor. «Suerte», me dijo.

Fueron sus últimas palabras hacía mí. Después del partido me llama mi prima Anye y me dice: «Gogo, que es como me llaman en la familia, que Álvaro se ha puesto muy malito, vente rápido al hospital». Y yo «¿qué le ha pasado?». Y ella: «que te vengas». Cogí el coche y en el hospital me contó un amigo médico que a Álvaro se le habían puesto los ojos del revés en casa y que lo habían traído en ambulancia.

Entró en la UCI, que era donde estaba ingresado, y cuando salió y le vi la cara me di cuenta de que mi hermano no… También era deportista, no fumaba, no bebía, se cuidaba muchísimo. Me daba muchos consejos con todo esto. Aguantó muchísimo, estuvo tres días peleando, pero el miércoles falleció. Era una persona muy querida en toda Málaga que trabajaba en los medios de comunicación.

Estoy convencido que todo lo que me ha pasado bueno en la vida ha sido gracias a mis dos hermanos que desde el cielo me están cuidando pero ojalá hubiesen estado aquí conmigo….Para mí el gran ejemplo de esta experiencia fueron mis padres y como lo soportaron, perder un hijo puede pasar pero perder dos hijos tan jóvenes….

¿Cómo le ficha Maristas en vez de Caja de Ronda?

También vinieron a verme y lo intentaron, pero pudo la influencia de mi hermano Juanma, que ya estaba en Maristas. Además, como entrenador estaba Pedro Ramírez, que era el ayudante de Javier Imbroda en el primer equipo. Era un proyecto muy parecido al del San Estanislao al estar radicado en un colegio, con directivos amigos, con entrenadores amigos… Todo era muy cercano, muy familiar.

Tardó tiempo en verse que no tenía sentido que dos clubs de Málaga cohabitasen en ACB…

Como jugador era muy joven y no te dabas cuenta, pero con la perspectiva del tiempo y la distancia, la fusión entre los dos era lo mejor que le podía pasar a la ciudad. Hubo mucha reticencia, mucha gente en contra, sobre todo de Unicaja, que no lo veía necesario.

Y eso que al primer equipo en aquel verano del 1992 solo pasamos de Maristas a Unicaja Javier Imbroda, el médico, mi hermano Juanma y yo. Eso al final pues tuvo sus consecuencias, pero al final el tiempo, como muchas cosas, da razón, y creo que el hecho de unirse los dos y crear un gran equipo fue muy positivo.

Por lo que aseguran la rivalidad en categorías inferiores era brutal…

Increíble. Era un ambiente siempre sano, muy deportivo, pero con mucha pasión. Eso ha variado mucho. Yo he vivido, igual que muchos, lo que era el deporte en un colegio, ir un sábado a las 8 de la mañana y volver en el último autobús a las 10 de la noche, todo el día jugando y viendo partidos de los demás.

Ahora son clubs creados para que salgan jugadores, todo esto de las academias… Está a años luz de aquello. Me da mucha pena que los niños hoy en día no puedan competir con sus colegios. Ahí está la mejor educación para nuestros niños porque es integral. Los clubs son demasiado serios, demasiado profesionales. Se ha perdido la cercanía y la familiaridad.

¿Quién solía ganar?

Caja de Ronda casi siempre. Tenía mejores equipos. Pero en mi generación se trajeron jugadores interiores como Miguel Luna, Alfonso León y Miguel Cabral y fuimos campeones de Andalucía junior. Fuimos al Campeonato de España, cuando solo iban ocho, tras eliminar en un intersector al Estudiantes, que tenía a Alfonso Reyes.

Usted fue el único jugador del Mayoral Maristas que formó parte de la fusión… ¿No se sintió extraño?

No. En principio ni siquiera sabía si me iba a quedar. Me dio incluso más responsabilidad porque yo conocía a Javier [Imbroda] y Pedro [Ramírez] y sabía cómo entrenaban, lo exigentes que eran en el día a día y yo tenía que ser un poco el que daba ejemplo. Nunca me ha asustado esto. Siempre he sido muy trabajador, me he esforzado mucho. Era adaptarme a los nuevos compañeros e intentar conseguir minutos y la confianza de todos.

Ha mencionado tres veces ya a Imbroda. Una figura clave en su carrera, ¿no?

Javier fue en aquellos años mi segundo padre, porque yo pasaba más horas con él que con el mío. La comunión que teníamos no era solo en el campo, sino fuera. Él me llamaba para que fuera a su casa. En temas personales me ayudó muchísimo, dándome tranquilidad. Cuando tenía 18 o 19 años no sabía bien lo que quería.

Estaba estudiando y tenía dudas sobre si iba a destacar profesionalmente. Él me tranquilizaba y me decía «por aquí sí, por aquí no», me daba banquillazos, o sea que… Recuerdo un partido contra el Baskonia en el que estaba jugando de pena y yo le miraba diciéndole prácticamente que me quitase y no lo hacía. Al día siguiente me lo explicó. Esa era una confianza para lo bueno y para lo malo.

Nacho Rodríguez:

¿Le duele recordar que estuvo mucho tiempo peleado con él, después de que descendiesen juntos con el Grupo Capitol Valladolid en la temporada 2007-08, y él le acusase de no estar involucrado?

Esas declaraciones para mí estuvieron fuera de lugar. En Valladolid viví lo que no tiene que ser un vestuario. La primera vuelta fue muy buena (nos jugamos en el último partido clasificarnos para la Copa del Rey), pero en la segunda nos hundimos y bajamos. Teníamos buen equipo, pero en el vestuario había tres o cuatro grupos y cada uno iba a lo suyo.

Javier durante la temporada me lo reprochaba y lo hablábamos. Le dije los problemas que había, lo que pasa es que no se les puso solución. Cuando terminó la temporada, me fui para Málaga y vi esas declaraciones echándome a mí a los pies de los caballos. No me sentó bien.¿Qué es lo que teníamos que haber hecho? Habernos sentado para aclararlo.

Lo acabaron haciendo con el tiempo…

Él estuvo malito unos años antes que falleciera y yo le llamaba preguntando cómo estaba. Después ya repuntó, pero no mantuvimos el contacto. Luego, tres o cuatro meses antes de fallecer, me llamó un amigo común y me dijo: «estáis haciendo el tonto. Creo que debéis hablar». Le respondí que tenía toda la razón del mundo. Nos sentamos, hablamos del problema de Valladolid y fue como si me retrotrajeran 20 años atrás.

Quedamos dos veces más. Murió pocos días antes de una comida que íbamos a tener en Málaga para seguir charlando de cosas. Gente muy cercana a él me ha dicho que le había gustado mucho reencontrarse conmigo y aclarar lo que había pasado. Nunca es tarde si la dicha es buena. La vida siempre te da una segunda oportunidad. Lo malo es que durante muchos años perdí una persona clave en mi vida que podía haberme ayudado en muchas de las situaciones que había vivido.

¿Qué tenía de especial aquel Unicaja que estuvo a punto de ganarle una liga al Barça en 1995?

De verdad que es un típico tópico, pero al igual que he dicho lo de Valladolid, aquello era todo lo contrario. Éramos siete, ocho o nueve amigos a comer, a cenar… Había muy buena química. El equipo estaba muy bien construido. Curro Ávalos y yo éramos bases diferentes, Mike Ansley en la posición de ‘4’, Kenny Miller y Alfonso Reyes durísimos en la zona, Babkov metiendo desde fuera, Manel Bosch como ‘3-4’…

Había mucho equilibrio interior-exterior, con los roles perfectamente definidos. Ahí nadie salía y tiraba más de la cuenta. Creo que Javier y Pedro hicieron un baloncesto muy moderno, muy actual, con un nivel de exigencia muy grande, y preparando muy bien los partidos.

Y el ambiente de Ciudad Jardín…

Es que allí la gente estaba muy cerca físicamente. Cuando se construyó el Martín Carpena podía ser lo mismo, pero menos comprimido, con la afición más lejos. Ya no hay tanta cercanía con el jugador. Salías del partido y es que te encontrabas con todo el mundo. Y eso ha cambiado. Era una comunión perfecta entre la afición, el equipo y los roles definidos, perfectamente entrenados. No teníamos miedo a nada.

Solo le faltó que entrase el triple de Mike Ansley en el cuarto partido de la final. ¿Fue una buena decisión? Usted estaba en el campo y quizás se hubiese atrevido…

Estaba perfectamente diseñado. Mike llevaba treinta y tantos puntos en ese momento. Era una jugada para él. De hecho, el día siguiente, nada más salir al campo, hizo la misma y la metió. Yo no era, ni nunca lo he sido, un jugador para hacer el último tiro.

Él era el indicado. Estaba bien tirado y lástima que no entró. A mí esto de ser campeones morales… como que no. Al final no eres campeón, ¿sabes? A los tres o cuatro días nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho por cómo la gente se lo había tomado en Málaga.

Al Barcelona llega ya con 28 años, tres después. ¿Los grandes no confiaban en usted, pese a que ya era internacional?

No. En aquel 1995 llegué a un acuerdo verbal con el presidente del Unicaja [Raimundo Trespalacios] de que me dejaría ir si venía un club grande. Y no me dejaron cuando vino el Barça. Tuve que cumplir los tres años de contrato que me quedaban.

Me quería ir porque entendía que había cumplido una etapa, pero bueno. Hasta 1998 no fui a Barcelona, aunque el año anterior Manel Comas tuvo la posibilidad de ficharme (Unicaja me hubiera dejado ir) pero acabó fichando a Rafa Jofresa. De todos modos, muy contento porque, aunque fuese ya con 28, era el momento.

Nacho Rodríguez:

De todos modos, muchos no entendieron su adiós en Málaga y los abucheos fueron frecuentes cada vez que jugaba allí de azulgrana…

De los peores días que he pasado en mi carrera deportiva fue el primer partido con la camiseta del Barça en Ciudad Jardín. Estaba mi familia en el pabellón y muchísima gente me insultó, me dijo de todo. Lo pasé realmente bastante mal. Además, inmerecido. Hubo una corriente en Málaga, periodística y no periodística, que fue a por mí. Publicaron hasta mi contrato, lo que yo ganaba. La gente empezó a llamarme «pesetero» cuando yo tuve una reunión con Unicaja en la que me ofrecieron el doble de dinero y el doble de años de contrato que el Barcelona y yo dije que no era una cuestión económica, sino deportiva.

El hecho de haber salido de Maristas y fichar por un gran club no les gustó a mucha gente. El equipo aquella temporada quedó octavo y nos eliminaron 3-0 en los playoffs y ya no competía. Posiblemente me hubiese quedado si hubiese habido un buen presupuesto para fichar buenos jugadores. La inversión fue distinta después con el traslado al Martín Carpena y la llegada de Boza Maljkovic.

¿Todavía le duele?

Se dice que nunca es profeta en su tierra uno, ¿no? Lo que hicimos esa generación de jugadores, staff y directivos del 94-95 nunca ha estado bien reconocido en Málaga.

¿Lo dice porque las únicas camisetas que tiene retiradas el club son las de Berni Rodríguez (el 5) y Carlos Cabezas (el 10) y no su número 8?

Nunca le he dado importancia, aunque mucha gente me lo dice. Sí que tenían que haber retirado la camiseta de Javier Imbroda en vida y no se hizo. Hubiera sido un gran detalle hacia una persona que fue la clave de esa etapa. Es más, me consta que le hizo mucha ilusión el homenaje que le hizo la ACB en la Copa del Rey disputada en Granada.

Unicaja como club no le hizo nada a nivel individual y a mí personalmente me dolió. ¿Lo hace la Liga y no lo hace tu club? En muchos casos parece que la historia de Unicaja empieza en el 2000-2001, cuando empiezan a ganar títulos, y que no se ha tenido en cuenta la historia de los otros años anteriores o desde la fusión, digamos. La historia parece que solo existe si ganas títulos, pero creo que hay un trabajo detrás de una serie de personas, de jugadores, técnicos, de mucha gente que creo que no ha sido justamente reconocida, no sé cómo.

No digo que tenga que hacerse conmigo, pero ves dos camisetas retiradas y dices: «bueno, ¿y antes no había baloncesto?». Y se perdió una gran oportunidad de ser pioneros retirando en el Martin Carpena la camiseta o el polo de un entrenador. Sabes una cosa, nada de lo que pasó con posterioridad se hubiera producido sino conseguimos el subcampeonato de la temporada 94-95. El Martín Carpena no se hubiera construido…

Ahora Unicaja parece gozar de buena salud. La temporada pasada gana la Copa y en esta mantiene a buena parte de su plantilla…

Es que Antonio López Nieto, el presidente actual, está haciendo una fantástica labor. Hasta hace tres años el club estaba a espaldas de la ciudad y ahora el club está al servicio de la ciudad. Y ves actos de todo tipo en el pabellón, ves comunión con el fútbol, ves Unicaja por todos lados, los jugadores yendo al balonmano femenino y apoyando cualquier acción.

El club está muy pegado al ciudadano, haciendo muchas cosas sociales. Lo que hacíamos nosotros hace 30 años, pero ahora con otros medios y otros recursos.

Su rol en el Palau fue ya otro: de la titularidad indiscutible en Málaga a ser el reserva del base estrella, primero Sasha Djordjevic y luego Saras Jasikevicius. ¿Le costó adaptarse a ello?

Quizás al principio. Llegué con mi Opel Astra y me dijeron: «cámbiate de coche». Y yo: «¿para qué, si vivo aquí al lado?». Lo terminé haciendo porque se rompió…. En los primeros entrenamientos, haciendo tiro a canasta, series de diez, me acuerdo que yo metía ocho, nueve, siete, ocho… Y veía que allí todo el mundo metía nueve, diez, nueve, diez… Y yo diciendo: «ostras, qué buenos son aquí todos. Me tengo que poner las pilas».

Evidentemente me costó un poquito adaptarme al rol, pero enseguida Aíto, que es muy buen entrenador, sabe perfectamente el que debes tener. Yo no podía ser un anotador, sino que tenía que ser un rol de segundo base, de ayudar en el vestuario, de cambiar el ritmo defensivo, de saber en cada momento en pista lo que había que hacer. Y para mí fue un exitazo: en seis años que estuve allí gané cuatro Ligas ACB, dos Copas del Rey… y una Euroliga.

Siempre ha tenido fama de jugador de equipo, de los que le gustan a Aíto…

Un año, en la sala de vídeo, nos dio un papelito a todos y nos dijo: «poned los minutos que creéis que debéis jugar». Según nos contó luego, todos habían escrito 25 ó 30 y solo uno había puesto 15 ó 20, que era yo. Sabía perfectamente que si quería jugar en el Barcelona y ganar títulos no podía jugar 30 minutos como en Málaga. Si metía 20 puntos, mala cosa…

Me acuerdo de un partido en Cáceres que perdimos y al final del partido hice tres tiros. Aíto me los puso en el vídeo y me dijo: «tú no has venido aquí a hacer esto, tu rol es otro». Ha sido un gran genio como entrenador. Ahora ha dulcificado la imagen pública que da, pero en aquella época debía tener esa personalidad y ese carácter. Para mí no es una persona de carácter, pero sí de una increíble personalidad, que a lo mejor con un gesto, con una palabra, con un silencio, te lo está diciendo todo. Bueno, pues hay que tener esa grandísima personalidad. Le tenía muchísimo respeto y se lo sigo teniendo.

Nacho Rodríguez:

En Barcelona termina su carrera de Ciencias del Deporte…

Siempre me ha gustado mucho la formación. Empecé Económicas en Málaga, pero lo terminé, y cuando fiché por el Barcelona me matriculé en INEF, Ciencias del Deporte. A todos les llamaba la atención pero yo los días que tenía libres me pasaba la mañana en la facultad. Tardé cuatro años y medio en acabarlo pero, sin duda, fue uno de los mejores títulos que me llevé de allí porque me abrió muchas puertas con posterioridad.

De hecho, terminábamos las temporadas el 15-20 de junio y aunque tenía muchas ganas de irme a Málaga me quedaba hasta principios de julio haciendo exámenes en la facultad de Barcelona. Una vez, Aíto cambió la hora de un entrenamiento para que yo pudiese ir a un examen. Lo hacía mucho con los jóvenes que estudiaban.

En los viajes siempre se interesaba por que fuésemos a museos y catedrales, a hacer visitas turísticas, para culturizarnos un poco sobre todo con los jóvenes como Gasol y Navarro que estaban obligados a ir. Para los demás era voluntario.

Consiguió ser 125 veces internacional, aunque la mayoría de ellas en una época árida de la selección…

Debuté en 1995, en el Eurobasket en Grecia, y entramos varios nuevos, gente como Alberto Angulo o Alfonso Reyes, la primera generación con la que se quería cambiar un poco, coincidiendo con los veteranos que había entonces. Fuimos sextos, con lo cual no nos clasificamos para los Juegos Olímpicos de Atlanta. Tampoco nos salieron las cosas bien en 1997 en el Eurobasket en Badalona y Barcelona, con poca gente en las gradas.

El año siguiente ya hicimos un gran Mundial, quintos, perdiendo en cuartos de final contra el anfitrión, Grecia. Ya se vio otra cosa con la unión que había. Creo que fue en aquel 1998 cuando se empieza a crear lo que ahora llaman «La Familia», lo he comentado hace poco con Lolo Sainz, que era el seleccionador.

¿Y eso?

En 1995 y 1997 no veía esa unión en el equipo nacional. En las concentraciones íbamos a cenar tres por un lado, tres por otro y cada uno a lo suyo. En los aeropuertos, jugadores solos, dos aquí y tres allá… Era otra filosofía y muy bien, eh. He convivido con Juan Orenga, con Antonio Martín, con Rafael Jofresa.

Esas personas tenían sus vidas, su tal. Pero no había sensación de unidad dentro del vestuario. En las concentraciones no había nada de eso. En 1998 sin embargo fuimos a unos partidos de clasificación para el Eurobasket y me acuerdo que en una habitación estábamos once jugando a las cartas. La pocha no empezó con Pau Gasol. Me acuerdo una concentración en Santander en la que… salíamos todos. Eso se empieza a vivir a partir del 98.

Y el premio fue una plata en el Eurobasket de 1999 que nadie esperaba…

Teníamos un crack como jugador y como persona que era Alberto Herreros, al que le dábamos el balón. Era imparable. Los demás éramos «curritos»: Iñaki de Miguel, Alberto Angulo, Alfonso Reyes… Iñaki secó a Arvydas Sabonis en cuartos de final y en la semifinal ante Francia jugamos muy bien. Para nosotros, que no teníamos mucho talento, pues era lo máximo.

Entonces fue algo increíble porque no éramos muy buenos ni talentosos. Era todo a base de trabajo, de trabajo, trabajo. Insisto en lo de la unión. Nos ayudábamos todos unos a otros. En 1995 y 1997 no lo había vivido.

Pero en los Juegos de Sydney…

Fueron una decepción. Teníamos ganas de hacer algo importante. Tuve muy mala experiencia porque me rompí un dedo en el primer partido ante Rusia. Los médicos del Barcelona querían que volviera para que me operaran, pero no hice caso y me infiltraba cada partido para jugar porque posiblemente iba a ser mi única Olimpiada, como así fue.

Cuando volví a Barcelonano me operé y seguí jugando. Acabamos novenos y las expectativas eran mejores después de haber quedado subcampeones de Europa.

Nacho Rodríguez:

Allí ya van Raúl López y Juan Carlos Navarro como «juniors de oro»…

Los recibimos muy bien. Recuerdo a Navarro, en Sydney, diciéndome: «Alberto Angulo y Alberto Herreros, que juegan en mi puesto y son cracks en el Madrid, me están tratando superbien, fenomenal, me dicen que me vaya con ellos a tomar algo». La idea de familia que te comentaba antes y que ya estaba creada.

Pau Gasol no llega a la selección hasta el 2001, con el bronce en el Eurobasket de Turquía que es su despedida del equipo. Usted ya había convivido mucho con él en el Barça. ¿Qué le llamaba la atención de él por entonces?

La seguridad que tenía en sí mismo. Le decías: «hoy jugamos contra no sé quién». Y él decía: «¿y ese quién es?‘. Y yo: «¿cómo que quién es? Si este te da mil vueltas a ti». Y él: «meh». Luego los destrozaba, claro. Fue clave para su progreso la salida de Rony Seikaly, que, aunque era muy buena persona, no se entendió con Aíto.

No todos podían adaptarse a su filosofía. Te cambiaba aunque llevases diez puntos seguidos. Pau empezó a jugar muchos más minutos, a coger confianza. Era un progreso semanal: tiraba de tres, corría el campo… era imparable.

En su carrera acredita un 36% en triples, que no está mal aunque no sea brillante. ¿Se arrepiente de no haber mirado más al aro?

No, porque no era mi rol. Además, en los últimos años tiraba fatal. Yo era un currante. En Unicaja me iba al pabellón una hora antes que el equipo a tirar con uno de los entrenadores y el fisio. Una vez en Alemania metí siete de diez en triples, mi récord. Mi tiro exterior ha sido de trabajo, de muchas repeticiones, de mecánica.

Lanzaba muy lento y tenía que asegurar. La mecánica mía en mis últimos años era horrible. En el Barça lo único que sabía es que si me dejaban solo tenía que meterla. Me pasaba mucho, cuando estaba ya Bodiroga, que mi defensor se iba con él y a mí me dejaban solo. Todo en mi vida ha sido mucho trabajo. No he sido talentoso, ni con un físico espectacular, ni he hecho mates pero en esfuerzo, compromiso y darlo todo en la pista tenía que ser de los mejores.

Cuatro ligas en seis años de azulgrana, pero lo que quedará para los restos es haber ganado la primera Euroliga del Barça, la del 2003…

Creo que el éxito de conseguirlo aquel año es que casi ninguno de los que estábamos allí teníamos el peso que nos decía todo el mundo, el de haber jugado alguna de las que el Barça había perdido en el pasado. Recuerdo que el año en el que llegué ganamos primero la Copa Korac remontando al Estudiantes y luego la Liga ACB. Yo estaba contentísimo con mis dos títulos.

Pues nada, me llega un aficionado en la celebración y me suelta: «Enhorabuena, esto está muy bien, pero aquí hemos ganado ya muchas ligas, muchas copas… Hay que ganar en la Euroliga». Fue como un jarro de agua fría, de realidad del Barça. Era lo que quería la gente. Ese año entrenamos con Pesic lo indecible.

¿Con él entrenó más que con Aíto?

Muchísimo más. Es que con Aíto te quedas con ganas de entrenar. Cuando terminábamos con Aíto, once jugadores nos quedábamos haciendo ejercicios, unos contra uno, tiros, y eso no lo he visto con nadie. Normalmente se quedan cuatro, cinco, seis… ¿pero once? El único al que le costaba más por su físico era a Roberto Dueñas.

La filosofía de Aíto era que te quedases con ganas de que llegase el partido. Pesic era todo lo contrario: que acabases muy cansado para que esa sensación de cansancio que tienes en el partido fuese la misma que en los entrenamientos. No tienen nada que ver. Eran la noche y el día. Yo no he entrenado más en mi vida.

Me acuerdo que llegué tarde en pretemporada porque había estado con la selección y cuando me incorporé en Andorra me dijeron los compañeros: «Nacho, esto no es cualquier pretemporada». Efectivamente: terminé vomitando en la pista de atletismo tras unas series.

Otra historia. Ganamos el viernes la semifinal de la Final Four. El sábado lo normal es que, antes de la final del domingo, se haga un trabajo táctico, con mucho cuidado. Pues no. Hicimos cinco para cinco vendados. Que nos mirábamos y decíamos: «Oye, que mañana tenemos la final y si lesiona a alguien…». A Pesic le daba igual.

En la final ante la Benetton usted jugó 14 minutos…

Tuvo un papel más destacado en la semifinal contra el CSKA. JR Holden era muy buen base y salí a pegarle bocados, a descentrarlo, a defenderle en todo el campo. Además, metí dos triples seguidos. En la final también salí a defender, a atacar con criterio y dar descanso a Saras.

Nacho Rodríguez:

¿Le molesta que le recuerden lo sucedido en la final ACB del 2000, cuando tras la derrota en el quinto partido empujó a Sasha Djordjevic de la pista del Palau mientras celebraba el título del Real Madrid?

No.

¿Y qué piensa cuando ve las imágenes?

Ni estoy orgulloso ni tampoco me arrepiento. Soy un jugador de sangre caliente. Cuando terminó el partido, no le busco, evidentemente. Coincido con él a mi entrada en el túnel de vestuarios. Había sido una eliminatoria muy caliente. Con todo lo que había pasado, en aquel momento le dije: «¿para qué vienes aquí? ¿Vienes a calentar al público?». Podía haber habido un problema.

Mucha gente todavía me lo recuerda como si mi paso por el Barça se redujese a eso cuando estuve seis años y gané muchos títulos. Fue un acto que me salió natural. Recuerdo que Miguelo Betancourt, el árbitro, me dijo antes de empezar un partido (final Unicaja-Barcelona 94-95) que estuviese tranquilo, pero yo le respondí que si estuviese tranquilo, no estaría jugando en el Barça.

Siempre he sido en la pista o en mi trabajo una persona de sangre caliente, que vivía y sentía los partidos, que animaba a los compañeros, que defendía, que era agresivo, que intentaba conectar con el público. Ese era mi rol y lo que me hizo llegar a la selección, o al Barcelona con cualidades también de jugador, eh.

¿Cuál había sido su relación como compañeros compartiendo posición?

Buena. Era muy buen compañero, pero es verdad que fuera de la pista no sólo conmigo, sino también con el resto, no hubo mucha relación. Pero era un lujo entrenar con él. Era buenísimo. En cambio con Saras sí que fuimos muy buenos amigos y solíamos ir a cenar o a comer a menudo. He tenido el honor y el privilegio de haber sido segundo base de dos de los mejores bases de la historia del baloncesto europeo y que por cierto ahora son grandísimos entrenadores.

¿Han vuelto a hablar de aquello?

Me lo encontré en una Final Four del Baloncesto Sevilla unos años después. Nos saludamos y nos abrazamos. Le he tenido siempre un gran respeto. No hablamos de lo que pasó. Recuerdo que el día siguiente tenía un examen. No iba a ir, pero finalmente fui y estando allí me empezó a llamar todo el mundo, que había salido en la portada de El Mundo Deportivo.

No hice eso por un titular o por hacerme el chulito. Me salió de dentro. Que si lo pienso, quizás no lo tendría que haberlo hecho. Y si tengo que pedirle perdón, le pido perdón, pero lo veo como un acto más del juego ya que me lo encontré y no fue buscado.

He visto peleas de jugadores pegándose puñetazos y para mí eso es más grave. Fue un empujón de sangre caliente en un partido de sangre caliente. Pero se ha magnificado en demasía. Me hubiera gustado que se me hubiese reconocido más por haber ganado cuatro ligas, dos Copas del Rey, una Copa Korac y una Euroliga de mi paso por el Barcelona y no por lo de Sasha, pero muchas veces en España se da más protagonismo a este tipo de situaciones….

¿Con qué se queda del resto de su carrera en las pistas (Menorca, Alicante y Valladolid)? De luchar por los títulos a hacerlo por la permanencia…

El primer año de Alicante fue brutal, estupendo. Insisto en lo mismo. Éramos íntimos amigos todos: Iñaki de Miguel, Lucio Angulo, Oriol Junyent, Larry Lewis, Quincy Lewis…Vivimos casi todos en una misma urbanización, las mujeres eran amigas…

Había un ambiente buenísimo. Después me quedo con el aprendizaje de las situaciones de estar al borde del descenso. Cuando jugaba en el Barça, Carlos Montes, que en paz descanse, me dijo en un partido: «Oye, Nacho, ¿cómo se siente mirar siempre para arriba en la clasificación? Porque yo siempre miro para abajo». Lo viví luego. Es angustioso y tiene muchísimo más mérito estar en un equipo así. Hay muchísima más presión, pero a años luz de diferencia respecto a la que hay en un equipo grande.

Estás jugando, entre comillas, con las vidas de muchas personas: que tengan una vía de escape, que vayan los fines de semana a ver a su equipo. Cuando nos salvamos con el Menorca recuerdo en la plaza del Ayuntamiento ver a todo Mahón feliz allí porque se quedaba el equipo en la ACB… Eso, ni la Euroliga ni nada.

Lo ves en la gente, que se asegura poder seguir viendo un año más a su equipo entre los mejores. Hay muchos aficionados que se desviven. Y luego están los empleados, los empresarios… Hay mucha gente detrás de un proyecto de una ciudad pequeñita. Eso sí que es presión.

En su momento parecía que usted acabaría como entrenador…

En 2004, cuando no continúo como jugador en el Barcelona, me llama Joan Laporta para ofrecerme coordinar las categorías inferiores a través de Valero Rivera. Me veían una persona de club, implicado, responsable, con estudios.

Me ofrecían muy buen contrato, pero tras pensármelo, dije que no quería. Cuando fiché por Alicante, a los pocos meses Zoran Savic como general manager me volvió a llamar del Barça porque habían fichado a Dusko Ivanovic como entrenador y me quería de ayudante. Me quedaba otro año de contrato en Alicante y quería seguir, así es que al final de la primera temporada también dije que no. Todo el mundo me veía como entrenador, con cualidades.

De hecho, cuando me retiro en el 2008, el presidente de la Federación Española, José Luis Sáez, me dice: «Nacho, tú tienes que entrenar». Y empiezo de ayudante con una selección española promesas con Alfred Julbe, en la que estaba gente como Sergio Llull. No tenía título, pero eran dos partidos amistosos en una mini concentración que se hacía para ver jugadores.

Muy parecida a la que se hizo hace algunos años en Benahavís. Aquel verano también llego a ir con este equipo a ver los entrenamientos de Aíto en San Fernando con la selección que iría a los Juegos Olímpicos de Pekín. Pero yo tenía claro que no quería entrenar.

Nacho Rodríguez:

Pues luego ha tenido puestos de mucha responsabilidad, no precisamente relajados…

Sí, pero siempre he sido muy exigente conmigo mismo. Y dije: «si soy entrenador terminará un partido y estaré pensando ya en el siguiente, o en el siguiente entrenamiento…». La vida del entrenador, si quieres hacerla bien, es ser responsable y dedicarle muchas horas. Ese es el nivel de exigencia que me hubiera puesto… Sí, no hubiera sido capaz. Además, y para ser un muy buen entrenador tienes que ser… ¿se puede poner?

¿Qué?

Tienes que ser un cabrón, o tener muchísimo carácter. Para mí, sí. Todos los grandes entrenadores te meten un banquillazo, te dicen no sé cuánto, te echan una bronca… Todos, ¿eh?

¿Todos? También hay una línea actual aparentemente más sosegada con Chus Mateo (Real Madrid) y Roger Grimau (Barcelona), por ejemplo.

Tengo dudas. Cuando analizo partidos tengo un conflicto interno de cuál sería hoy en día mi perfil ideal de entrenador. A mí, viendo los resultados y la manera de trabajar, y cómo era yo como jugador, prefiero un entrenador exigente, duro. Entrenar a muerte y poca broma. Por ejemplo, con Alfonso Reyes en Unicaja jugábamos en Girona.

No recuerdo si el partido era muy importante, pero es el detalle. Yo siempre estaba superconcentrado, hablaba con poca gente, estaba muy metido… Antes del partido, entro en el vestuario y veo a Alfonso leyendo el Marca. Y le digo: «¿qué haces leyendo el Marca? Tenemos un partido que nos jugamos la vida y tú leyendo el Marca».

Y me dice: «Nacho, cada uno aquí se concentra como quiere. Tú a lo mejor tienes que estar superconcentrado, pero yo a lo mejor me evado así». Soy íntimo suyo y había esa confianza para decirnos las cosas. Y él me lo debatió. Yo le dije que no lo veía.

Por ejemplo, el corrillo en el calentamiento entre jugadores que han sido compañeros de equipo o de selección no me gusta. Un poco sí, pero es que hay algunos que se tiran 30 minutos hablando, que si la familia, los niños… Queda después o el día anterior en el hotel, pero antes del partido tienes que estar concentrado en el juego. Yo soy de esa filosofía.

En este sentido el baloncesto de aquí está evolucionando un poco como la NBA, de jugadores cada vez con mayor protagonismo que no admiten demasiado que les griten o que se entrene demasiado. Pero también digo que al final lo que mandan son los resultados.

De 2008 a 2015 fue director general de Actividades y Promoción Deportiva y luego secretario general de la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía. ¿Cómo acabó ahí?

Nunca he estado afiliado al PSOE. De hecho, cuando volví de la experiencia como ayudante de la selección española promesas, empiezo a trabajar para el Partido Popular en el Patronato Municipal de Deportes de Torremolinos como gerente. Tenía claro que quería dedicarme a la gestión y había hecho un máster de gestión deportiva en Alicante.

Un amigo me ofreció ese puesto, que era una gran responsabilidad para ir aprendiendo en el mundo de la gestión. Vivía en Málaga, o sea, que me venía fenomenal. A los tres meses me llama otro amigo diciéndome que la Junta buscaba un perfil de un deportista de alto nivel, pero con estudios. Hablaron con la nadadora María Peláez y dijo que no.

Cuando me contactaron a mí, acepté sin dudarlo aunque hablábamos de ser director general de Deportes de una comunidad autónoma con ocho provincias y casi 8,5 millones de habitantes.

La fórmula de los exdeportistas en la política a veces no funciona…

Es que el deporte es tu esfuerzo y en la política hay otros parámetros. Depende de tus expectativas y de lo que tú pienses que te va a aportar a ti ese puesto. Yo tenía claro que esto era un máster de gestión deportiva. En mi primer año me fui a Sevilla solo, y me tiré desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche encerrado en el despacho, aprendiendo.

Me rodeé de los funcionarios. Hoy en día, tras marcharme en 2015, hay un grupo de diez o doce de ellos que son amigos míos. Vieron que yo no era un político, sino un gestor que venía a hacer lo mejor para el deporte de Andalucía, sin colores políticos. Eso es lo que vieron en mí. Me ayudaron mucho y sacamos muchas cosas adelante aunque no se reconociera.

Llegué en un momento como el 2008 en el que había dinero a espuertas en las administraciones públicas y no sabían dónde gastarlo. A partir de entonces eso empieza a caer en picado. Quien primero lo sufrió fue el deporte. Un error.

De haber ocho o nueve convocatorias de subvenciones nos quedamos con una, que además era obligada porque era con las federaciones, que ejercen competencias delegadas de la administración. Imagina las críticas. Era conocido como «Míster No» porque decía que no a todo. Cuando llegué no había criterios ni baremaciones en el reparto del dinero público y yo los establecí. Me sorprendió mucho…

Nacho Rodríguez:

Parecía imposible, pero el PP se ha consolidado en el poder en una comunidad que siempre había sido considerada feudo del PSOE…

Es que era absolutamente necesario para Andalucía un cambio. Cuando estás tantos años y tantos años mandando, controlándolo todo, viéndolo todo con las mismas personas, al final se vicia. En términos deportivos no había profesionalidad. Choqué mucho con esto, aunque tuve la suerte de estar con un gran consejero como Luciano Alonso, que en 2015 también salió del Gobierno, pero él para mí era un gestor y me apoyaba en todo.

Por poner solo un ejemplo de todo lo vivido, cuando reclamaba el reintegro de una subvención a un ayuntamiento porque no se habían cumplido las condiciones acordadas, el alcalde se quejaba al consejero y me llamaban a una reunión. Yo les enseñaba todo lo escrito y enviado y me daban siempre la razón.

Además les argumentaba que si no lo hacíamos así podíamos todos tener problemas. Había mucha gente que llevaba muchos años y no se hacían las cosas con rigor y con criterio. Así de claro. Creo que era absolutamente necesario un cambio, que entrase gente nueva. Juanma Moreno está transformando espectacularmente Andalucía y creo que era absolutamente necesario incluso para que el PSOE se regenerase y entrasen caras nuevas.

En la época que yo viví eran las mismas personas en diferentes puestos. Si no era un sitio, era en otro… y con los mismos vicios. Aprendí mucho sobre todo en lo que no tiene que ser la política. Muchos de los procedimientos y expedientes que yo me encontré eran muy dudosos…

Y en 2017, nuevo giro cuando empezó a dirigir la sección del Barcelona…

Nunca me he vendido ni como jugador ni como profesional, no soy de los que llama ofreciéndose a ningún lado. Cuando dejo la Junta de Andalucía me vengo a vivir a Madrid porque mi mujer es madrileña. Empiezo a hacer cosas relacionadas con la gestión deportiva y un día suena el teléfono y me llama Albert Soler, que era el director de deportes profesionales del Barça y me plantea incorporarme al club.

Era un tren, igual que lo de la Junta de Andalucía, que era un máster, aunque este en la gestión privada, no en la pública. En 2008 hubiese dicho que no, pero ya tenía una experiencia. En la Junta llegué a manejar 135 millones de euros, recursos humanos, patrocinio, eventos… No me daba miedo llevar la sección. Lo que no tenía cubierto era el seguimiento de jugadores, así es que mi única condición fue traer a una persona experta en eso como Juan Llaneza.

¿Qué se encontró?

La secciones del Barcelona tienen poco personal trabajando directamente, casi todo son departamentos transversales que puedes utilizar. Tuve la suerte de estar trabajando como observador durante tres meses y me eché las manos a la cabeza tras ver el funcionamiento que había.

Me preguntaba dónde estaba la cámara oculta, si había fichado por el Barça o por un equipo de Liga EBA sin estructura y sin nada. Por ejemplo, había entrenadores del primer equipo que daban clase en la universidad y no venían a los entrenamientos. No había ninguna relación entre la cantera y el primer equipo.

El seguimiento de jugadores apenas existía. No había ni una base de datos. Había constantes filtraciones a los medios de comunicación. Y cuando empezamos a reunirnos con las agencias de representación, algunas se sorprendían de que fuésemos a trabajar con ellas porque entonces solo se hablaba con dos o tres.

Las relaciones con la ACB y con la Euroliga eran de aquella manera. Y había unos convenios con algunos clubs que te llamaban digámoslo suavemente la atención con contraprestaciones a cambio. Empezamos a trabajar y a darle la vuelta al calcetín a la gestión.

Para nosotros el primer objetivo era crear una estructura de sección para un equipo serio que pudiese aspirar a cosas y ser respetada por los medios, las agencias, las instituciones, las federaciones, la ACB, la Euroliga… No habíamos jugado los playoffs de la Euroliga y en la Liga Endesa nos eliminó el Valencia Basket en cuartos de final.

La temporada siguiente empezamos a sentar un poco las bases con la cantera dónde fichamos a Diego Ocampo como máximo responsable y entrenador del segundo equipo. Fichamos a Leandro Bolmaro, Michael Caicedo, Ibou Badji, Gael Bonilla, etcétera. Entendíamos que debíamos en el primer equipo tener entrenadores y jugadores reconocibles y un proyecto a medio-largo plazo.

Fichamos a Pierre Oriola, a Adam Hanga y a Thomas Heurtel y el siguiente a Kevin Pangos y a Kyle Kuric. El entrenador era Sito Alonso, que venía de hacer una gran temporada con el Baskonia, pero los resultados no le acompañaron. Es muy bueno, muy trabajador e implicado para sacar jugadores de cantera.

Mi proyecto era él, pero no pudimos aguantarle más en el puesto. La solución de emergencia fue Pesic, pero yo ahí tenía ya las luces largas puestas en Saras. Con las instituciones (ACB, Euroliga, FEB) se normalizaron las relaciones y nos empezamos a ganar el respeto de todas ellas.

Antes de que nos eliminase el Efes en el quinto partido de cuartos de final de la Euroliga, un periodista de Barcelona me felicitó. Le pregunté por qué y me respondió: «Has conseguido en poco tiempo estabilidad en la sección y poner al Barça en el primer nivel. Ahora se podrá ganar o perder, pero solo se habla de resultados. Antes se hablaba de todo menos de eso».

Nacho Rodríguez:

Y llegamos al fichaje de Nikola Mirotic en 2019…

Me llama [Josep Maria] Bartomeu un día y me dice: «Nacho, quiero hablar contigo a solas. ¿Estás en el despacho?». La semana anterior se decía en el club que el presidente iba a fichar a un español que estaba en la NBA y todos pensamos en Ricky Rubio o en uno de los hermanos Gasol. Cuando me encuentro con él, a solas me dice: «¿qué te parece Mirotic? Lo tengo ya cerrado. Quiero que el lunes cojas un avión para Boston para firmar el contrato. Te va a llamar su representante, Igor Crespo, para explicarte un poco todo».

Estuve dos días sin dormir, hablé con mi hermano Juanma y le dije que no veía la operación porque era una barbaridad de dinero. A los dos días le pedí al presidente una reunión en su despacho, fuera del club. Le comenté que podía haber un problema de fairplay. Él desconocía que en Euroliga había esa cuestión y que los gastos iban en función de los ingresos.

Pero realmente era una excusa que creo que se hubiera solucionado porque yo lo que no veía era pagar esa cantidad que había acordado por un jugador de baloncesto. Era más propio del mundo del fútbol. También le dije: «¿tú sabes lo que cobran Mike James y Shane Larkin, los mejor pagados en Europa ahora mismo? Tres millones de euros, muchísimo menos de lo que estamos hablando con Mirotic. Esto es una bomba en el vestuario, una salvajada».

Cualquier otro no hubiera dicho nada y habría cogido ese avión para fichar a un gran jugador. Pero tenía que ser responsable. Durante varios días solamente el presidente y yo en el club sabíamos del fichaje de Niko. Confió mucho en mí.

A los pocos días se monta una reunión con los máximos responsables y se decide no ficharle. Me hacen caso. Esto fue febrero-marzo. A los tres meses volvemos a hablar con Igor Crespo para el fichaje de Alex Abrines y me dice que le tengo que echar una mano con Niko, que se quiere venir a Europa por temas personales y familiares y que como se había roto el tema de venir al Barça quiere cambiar de representante.

Le dije que el primer contrato era inasumible y que le haríamos una nueva oferta, pero ajustada al baloncesto europeo. Hablé con Albert Soler y lo que le ofrecimos era algo superior a lo que cobraban Larkin y James, pero nada más. Al día siguiente respondieron diciendo que por un poquito más venía, así es que hablé con Albert y le dije que aceptásemos con los ojos cerrados.

Vino su abogado para ajustar las cláusulas. Nadie sabía nada porque era nuestra forma de trabajar: lo sabíamos cuatro. Mandamos el contrato para que lo firmase, pero no llegaba de vuelta. Y me llama Igor diciendo: «Niko le está dando vueltas, no lo tiene claro. Tiene una oferta de 45 millones de dólares de Utah Jazz, además para ser titular, y hasta lo ha llamado el entrenador. Es mucho dinero».

Se lo cuento a Bartomeu y a Albert Soler y nos lamentamos diciendo que era algo que podía pasar. Me acuesto convencido de que el tema no se haría y a las seis de la mañana suena el teléfono. Era Igor diciendo que Niko lo había hablado mejor con su mujer y que aceptaba nuestra oferta, que era cuatro veces menos de lo primero que habían acordado con el presidente, por mucho que fuese un contrato superpotente.

El CEO del Barça, Óscar Grau, nos felicitó por la cantidad de millones que le habíamos ahorrado al club respecto a lo que quería firmar el presidente si yo hubiera viajado a Boston en su momento. También sé que la primera opción de Niko era ir al Real Madrid y fue donde lo ofreció su representante, pero no lo quisieron.

¿Considera lógico el divorcio de este verano entre Mirotic y el Barcelona?

No lo sé. En los dos años que he estado yo con Niko, ha ayudado al club. Se difirió el pago para los últimos años. El primer año era el tercero o cuarto jugador que más cobraba. Y el segundo año tenía una cantidad y se la bajó para poder ajustar el presupuesto. Él firmó al principio dos más uno, después firmó tres, y al final cinco años, que son los dos que le quedaban este verano. Y

o no entro, porque no he estado dentro en el final de la relación, pero sí digo que es un excelente profesional, una persona superimplicada en el proyecto del Barça. Además, los ingresos por entradas y de marketing se han duplicado con él.

Pero no ha llegado la ansiada tercera Euroliga…

Sí se ha ido a tres Final Four consecutivas, aparte de ganar dos Ligas ACB y dos Copas del Rey. Creo que lo que se consiguió es recuperar al Barcelona para que optara a todos los títulos. Cuando yo llegué, insisto, nos quedábamos en cuartos de final de la ACB y no jugábamos ni los playoffs de la Euroliga.

Con estos jugadores había que tener un salto de calidad. ¿Que no se ha conseguido la Euroliga? Pues no. Si es un fracaso o no, se puede interpretar. Cogimos una sección sin nada. Era un pozo y lo dotamos de estructura y de credibilidad a nivel deportivo. Ha vuelto al primer nivel deportivo.

Nacho Rodríguez:

Su otra gran polémica: se le culpó del episodio de haber impedido que Thomas Heurtel volase con sus compañeros desde Estambul en diciembre de 2020…

Voy a contarlo tal cual fue y es la primera vez que lo voy a hacer. Hablé con su agente, Misko Raznatovic, y negociamos porque el jugador quería marcharse y el entrenador no contaba con él. Llegamos a un acuerdo. Y el domingo anterior a jugar en Estambul el partido de la Euroliga me dice Misko que Thomas quiere viajar con el equipo.

Nosotros íbamos a fichar a [Léo] Westermann, que estaba en el Fenerbahce, así es que habría un hueco en su posición. Todo el mundo me decía que iba a ir allí. Es decir un intercambio de jugadores. Evidentemente, cuando llegas a un acuerdo no preguntas dónde va a ir el jugador. No se suele preguntar. Nos vamos a Estambul. El chico no entrena y yo pensaba que iba a pasar el reconocimiento médico con el Fenerbahce.

El martes por la mañana empieza a llegarme que va a fichar por el Madrid. Nosotros habíamos llegado a un acuerdo de pagarle prácticamente el 90% de la ficha que le quedaba pendiente. Llamo al agente, con la rescisión por firmar todavía, y le pregunto por esto. Me dice que no lo sabe. «Mira, al Madrid no se puede ir. No por nada, sino porque si se va, es gratis. Yo no te voy a pagar la fiesta para que se vaya al máximo rival», le dije. Le dejé claro que el documento no se iba a firmar y también se lo expliqué al jugador.

Tras el partido entré en el vestuario. Saras me dice «oye, Nacho, Heurtel no viajará con nosotros, ¿no?». Le digo «claro que sí, ¿cómo vamos a dejar en pandemia a un jugador aquí tirado? Saras, tiene que viajar sí o sí. Esto no lo podemos hacer». «No, Nacho, no puede ser. Que se quería ir al Madrid». «Digo, no, no, no, Saras, que no, no podemos mezclar las dos cosas». Y me salgo fuera.

Hablo con gente del club y me dicen que no podíamos dejarle en Estambul. Cuando vuelvo a entrar en el vestuario está todo el staff técnico, nueve personas. «Oye, Nacho, ¿lo has pensado bien?». Digo: «claro que sí. Y viene con nosotros. Si hubiera ido al Madrid, pues ya está. Ya mañana podemos decir lo que sea». Y Saras me responde que no puede ser. «¿Qué opináis todos?», le preguntó a la gente del staff. Y se genera un debate.

Todos (preparador físico, médicos, delegado, entrenadores) dijeron uno por uno que no, que «con lo que había hecho» se tenía que quedar en Estambul. «Yo no lo veo, pero si sois nueve personas las que estáis aquí de acuerdo en esto, pues ya está. Pues que se quede aquí, se le saca un billete de avión y se le deja el hotel».

¿No consultó con el club?

Salí de allí, llamé a Albert Soler y me dijo que si lo habíamos decidido entre todos, pues…. Yo se lo comunico al jugador, que se queda… Cuando llegamos a Barcelona están esperándonos los de El Chiringuito. Al día siguiente, que era 23 de diciembre, madrugo para coger el AVE a Madrid y tenía decenas de mensajes en el teléfono. Se hizo una bola increíble.

¿Pero no se arrepiente?

Arrepentido no, lo siguiente. Si me vuelve a pasar, que se queden los nueve allí si quieren, pero a un jugador de tu equipo no se le puede hacer eso. Fue un gravísimo error dejar a Heurtel en Estambul. Puede ponerlo como titular.

Pues no te importó quedar como el malo de la película, ¿no?

No, porque… Claro, yo pensaba que en algún momento alguien saldría diciendo que había sido una decisión de club. Convoqué a los jugadores y supieron perfectamente todo esto. Me llamaron varios de ellos y me dijeron que no me merecía todo lo que estaba pasando.

El grupo era muy profesional y supieron que había que centrarse en hacerlo lo mejor posible el resto de la temporada. El problema es que me considero una persona muy leal a mi club, a mi empresa, a mi trabajo, a mis compañeros… No evado la responsabilidad y trato de no echar las culpas a nadie. La responsabilidad es mía, porque yo tenía que haber dicho que no, me da igual lo que digan.

Pero cuando hay nueve personas del mundo del baloncesto que llevan muchos años y que dicen «oye, esto te lo tienes que pensar» y crees que tampoco es tan grave… Pero claro, es gravísimo dejar a un jugador así.

Su propia salida, en abril del 2021, estaba claro que se produciría tras el regreso de Joan Laporta, pero confiaba en haber acabado al menos aquella temporada, ¿verdad?

Soy de los que piensan que igual que te nombran te pueden echar. Oye, pues yo agradecidísimo de que pensasen en mí. Lo que no me sentó nada bien es que fui el único responsable de sección que un veintitantos de abril, sin terminar la temporada, echan de un día para otro. Ni al de fútbol, ni al de fútbol sala, ni al de balonmano.

Llego de Gran Canaria, donde jugábamos un partido ese día. La noche anterior no ceno con el equipo porque estoy preparando un informe de Euroliga, sobre lo que estábamos haciendo para que lo supiesen los nuevos que habían entrado. Llego de viaje y me convocan para echarme. Me sentí como si hubiese robado algo y me hubieran pillado.

Nacho Rodríguez:

¿Qué tal con Navarro? Todo el mundo sabía que iba a ser su sustituto…

A ver, con Navarro tuvimos diferentes formas de ver su retirada. Él debería un día explicar cómo se retira. Desde el punto de vista deportivo tanto el entrenador [Pesic] como los responsables del área deportiva entendíamos que ya no podría aportar más en la pista y así lo trasladamos a la junta directiva. Se fue a hablar con el presidente Bartomeu y decidieron entre ellos varias cuestiones.

Nunca voy a hablar mal de él. Le tengo un grandísimo respeto como jugador. Le he ayudado mucho porque lo propuse como director de cantera y el contrato de diez años que firma con el club lo proponemos nosotros. Es verdad que él ayuda en el primer año bajándose el salario, pero se difiere.

En su último año como jugador, que fue mi primer año llevando la sección, él pensaba que tenía que jugar más y no lo llevaba bien. Y ahí no nos comunicamos bien. Fue un error de comunicación. El Madrid gestionó mucho mejor lo de Felipe Reyes. En su último año Felipe tampoco daba el nivel, pero el club lo gestionó mucho mejor que nosotros. No supimos hacerlo bien.

Me quedo con el cambio del calcetín que le dimos a la gestión de la sección. La de ahora es heredada absolutamente toda de la nuestra. Pero para mí lo más importante de mi paso por el Barcelona vino cuando, a los pocos días de mi destitución, voy a entregar mi teléfono y mi ordenador al club y entre 40 y 50 empleados del Barça me hacen una despedida sorpresa.

Son la gente que me veía trabajar en el día a día: los de recursos humanos, los de viajes, el departamento legal, los de mantenimiento, marketing, los del área deportiva, los del Palau… Me dan regalos y una ovación. Son los que verdaderamente llevan el club, los que están en el día a día. Yo llegaba todos los días a las ocho de la mañana y me iba a las diez de la noche después del entrenamiento del primer equipo. Me quedo con esto porque estas personas realmente me conocieron como era.

He antepuesto siempre los intereses del Barça a los míos personales. Cuando estás en un puesto como el de la Junta de Andalucía o el del Barça es muy fácil y tentador cruzar la línea de anteponer tu interés personal. Hablar con un periodista y decirle «oye esto, lo otro».

Uno de los errores que cometimos en el Barça fue no explicar todo lo que hacíamos, decir: «tengo a [Nick] Calathes, que no lo sabe nadie, en mayo, en la pandemia, en mi casa». Nos alejamos de los medios de comunicación y no explicamos todo lo que hicimos y también, por qué no, lo que nos habíamos encontrado.

Me he considerado siempre muy serio, muy profesional y muy responsable en todo lo que hago. Mi mujer me decía siempre «no vas a heredar la Junta de Andalucía. ¿Por qué le echas tantas horas?» y luego lo mismo cuando estaba en el Barça y me tiraba un mes sin venir a Madrid para ver a mis hijos. Pero me han educado de esta manera.

Terminemos con el presente. ¿En qué está metido ahora además de la colaboración con medios de comunicación como Onda Madrid y Movistar +?

He estado apoyando y asesorando unos meses un proyecto de LEB Plata en Alcalá de Henares, pero tenía que dedicarle mucho tiempo y no podía. Ahora estoy en una consultora dando servicios a empresas del mundo del deporte. Me gusta el comentar partidos y me lo tomo como un trabajo casi. Los preparo y analizo dos y tres horas a nivel estadístico. De todas formas también estoy abierto a opciones de clubes o empresas deportivas con un proyecto serio…

Nacho Rodríguez:

¿Pero no ha tenido ofertas de más lustre?

Me he querido quedar en Madrid por mi mujer y mis hijos, que tienen 12 y 14 años, Y además tengo un problema: no me vendo bien. Por ejemplo, cuando estaba en el Barça no entendía cómo la gente me decía «¿sabes que Menganito va a fichar a no sé quién?» «¿Sabes que este está peleado con aquel?». Yo respondía que cómo tenían tiempo para estar en eso. Yo intentaba dedicarme a mi club y a mejorarlo.

Me faltaban horas, igual que en la Junta de Andalucía, igual que en las retransmisiones, que tardo tiempo en preparar cada una. No he sabido hacer ese «lobby» personal fuera. Afortunada o desafortunadamente mi modelo no está bien visto. Ser gente seria, honesta, profesional, que mire por el club o por su empresa, no se estila mucho

Hoy en día muchos puestos de responsabilidad en gestión deportiva y no deportiva los ocupa gente que vende humo, que habla con los medios… Yo no soy de esos. No voy a un sitio para figurar. En Barcelona a lo mejor tenía que haber quedado con más gente y haberme explicado mediáticamente, pero es que no tenía tiempo.

Para mí lo más importante era ir a ver los entrenamientos del equipo y hablar con el entrenador. Ir a ver una vez a la semana a la cantera. Y reunirme con gente del club y hablar con la ACB, que es mi trabajo. No supe cultivar mi marca personal.

30 Comentarios

  1. Poca personalidad lo de dejar Heurtel en Estambul, y encima les echa la culpa a los demás. Jugador regulero y nefasto jefe de sección.

    • Menos mal que no eres entrenador de baloncesto… decir que jugador regulero, al que probablemente ha sido el base más inteligente que hemos tenido.. dice mucho de tí…

      • Totalmente de acuerdo con Antonio. Sobre su personalidad y sus polémicas fuera de las pistas no voy a juzgarle, porque me cuesta mucho tener las cosas tan claras como la mayoría de comentarios que leo por aquí, tan hostiles y tan contundentes contra Rodríguez, como si conocieran en persona al entrevistado. Y por norma intento no opinar con tanta convicción de aquello que no vivo en primera persona, porque te puedes llevar muchas sorpresas.

        Pero como jugador fue un gran base, no extraordinario como para ser una leyenda, pero sí un muy buen base de la vieja escuela. Buen director de juego más que un anotador, gran defensor, muy listo, siempre atento a todo y comprometido en pista. Al menos en Maristas, Unicaja y Barcelona, que es donde le vi jugar más.

        Vivió una época complicada en la Selección Española que a día de hoy ha quedado enterrada por los éxitos descomunales de la Generación de Oro. Aquella Selección tenía un talento muy justito, pero contaba con gente que se partía la cara. Y consiguió unos resultados más bien mediocres (se abonó a los puestos 5º y 6º), que no malos como la última etapa de Díaz Miguel y el inicio de la de Lolo Sáinz. Pero con un gramo más de buena suerte y algún arbitraje menos casero (los cuartos de final contra la anfitriona en el Mundial de Grecia 1998), aquel equipo habría podido alcanzar algún metal más a base de sudor y compromiso, como le sucedió en el Eurobasket ’99, donde se gana una plata gracias a la profesionalidad de los franceses, que ganan un partido a Eslovenia intrascendente para ellos en la segunda fase de grupos que clasifica a España a cuartos, cuando literalmente la Selección ya tenía los billetes de avión de vuelta a España.

        Como manager del Barcelona, vuelvo a lo mismo que dije arriba: desconozco su manera de actuar entre bambalinas. Pero no puedo ponerle pegas externamente a alguien que monta una plantilla con Corey Higgins, Nikola Mirotic, Brandon Davis, Alex Abrines y Nick Calathes entre otros.

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  3. «Sí, me arrepiento, pero realmente fue porque el cuerpo técnico no sé qué…» Qué basura de individuo. El único jugador del Lucentum al que nunca aplaudí.

  4. Una Euroliga dice… 😭😭😭😭

  5. Reivindica muchas cosas para sí (desde La Familia en la selección hasta la vuelta a la profesionalidad en el Barça pasando por gestionar sin corruptelas el dinero de los contribuyentes) y seguramente sea cierto lo que dice, pero tirar a los pies de los caballos a Saras y su staff en el asunto de Heurtel, hablan bastante mal de Nacho Rodríguez. Sobre todo porque, si de destapar mierda se trata, podría haber hablado horas sobre Bartomeu y Albert Soler. Pero claro, esos dos le llevaron a Barcelona…

    Y lo de ser preguntado por Navarro y contestar diciendo «cuando me voy, me tienen preparada una fiesta sorpresa 40-50 empleados…». Esa necesidad de tirarse flores a uno mismo me da muy mala espina. No viene a cuento sacar eso cuando puede contestar perfectamente sobre Navarro y apuntar que sus últimas temporadas son complicadas de gestionar, en gran parte, por la negativa de Juan Carlos a un nuevo rol (salarial y deportivo) que ayude al equipo (algo que cualquier aficionado de baloncesto vio durante esos tiempos) y luego en lo personal decir lo que quiera decir. Pero el victimismo de «ser gente seria, trabajadora, honesta… no se estila» queda muy feo.

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  8. Muestra lo que muchos sospechábamos, que el Barcelona es un equipo, en fin… como es.
    Lo de Heurtel…cómo lo vendieron en la presan, acusando a Heurtel e incluso a Nacho de portarse mal, cuando los verdaderamente vergonzosos fueron los de la directiva y jugadores…
    Lo de Mirotic, rebotado del Madrid…
    En fin, que se comprende bastante por qué nadie quiere ir al Barsa, más allá de gente que no conoce lo que se cuece (Higgins, Kuric), o que, por bajón deportivo (Abrines), o falta de calidad (Grimau), aceptaron porque no tenían alternativas…

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  20. Pingback: Oriola: “I would have liked it if, as captain, I had been informed of the decision to leave Heurtel on the ground” – EM2Sporting Update

  21. «Si le tengo que pedir perdón se lo pido». Respuesta típica de un hipócrita, de alguien que ha mamado los presuntos «valors» de un club detestable. Ahora algunos tienen que aguantarle en las retransmisiones de Onda Madrid. Es una vergüenza que un canal autonómico madrileño tenga como comentarista a un antimadridista de manual. Lamentable.

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  27. Se pueden juzgar las acciones, pero no las personas. Hay tantos deseando tirar la primera piedra o darse golpes en el pecho…

    Nacho Rodríguez es un ser humano, como tú o como yo, y ninguno estamos libres de errores. A saber cómo hubiéramos actuado nosotros en la misma situación. Imposible decirlo sin estar en sus zapatos.

    Muy buena la entrevista, como suelen ser las de JD cuando van a personas relevantes, y no al fondo del barril para cubrir cuotas, y buena como todo lo que suele hacer Javier. Y buenísima también la fotografía de Begoña, así como la elección del decorado.

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