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Mike Hansen: «Al Shaquille O’Neal de la universidad le veías y era como si jugase con niños»

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Mike Hansen en su etapa en el Cáceres C.B. en 2003 (Foto: Cordon Press)

Hay personas que marcan un antes y un después, pioneros que se atreven a explorar un mundo nuevo y abren un camino donde nadie lo abrió antes. Si Fernando Martín fue el primer español en debutar en la NBA, Mike Hansen tiene el honor de ser el primer jugador, nacido y criado en España, que jugó en la División I de la NCAA. Al principio, esa no era su idea, de pequeño le encantaba el fútbol americano, poco a poco y gracias a su padre, un militar estadounidense destinando en la Base de Torrejón de Ardoz, se fue inclinando más por el baloncesto. Comenzó a dar sus primeros pasos en las canteras del Torrejón, Canoe y Estudiantes, y aquello de meter canastas no se le daba nada mal. Pero no se iba a conformar con lo fácil, con lo que tenía a mano. Mike no era de esos, era un hombre de retos. Comenzó a perseguir un sueño, que por entonces era casi imposible, ser el primer español en jugar en la máxima categoría del baloncesto universitario. Y lo consiguió. Hansen fue un adelantado a su tiempo, abrió esa puerta y empezó a descubrir un mundo desconocido. Una vez allí, tuvo una carrera muy importante en la Universidad de Louisiana donde fue compañero, entre otros, de Shaquille O’Neal, brillando en un baloncesto en el que los españoles pintaban muy poco hasta su irrupción. Sin embargo, no pudo dar el salto a la NBA y tuvo que regresar a Europa, para retirarse casi a los cuarenta años después de haber jugado en multitud de equipos y en varias ligas. Ahora, es profesor de inglés para Vaughan, aunque sigue siendo un enamorado del baloncesto.

No has parado de hacer cosas desde que te retiraste de las canchas de baloncesto…

Sí, sí. Me gustan los retos y ponerme metas. Yo creo que todo el mundo tiene que marcarse unas pautas para intentar conseguir sus sueños. Cuando me retiré, Sergio Luyk y yo montamos una empresa de máquinas purificadoras de aire que traíamos de Estados Unidos y nos fue muy bien. Tuvimos un mercado muy importante en el sector de alimentación en España y después en restaurantes de Madrid. Cuando Sergio enfermó y falleció de cáncer, tuve que replantear un poco mi vida. Estaba en Valladolid, pero bajaba muchísimo a Madrid y ahí hice un poco de pausa, la primera que me había venido porque después del baloncesto rápidamente monté la empresa con Sergio y no tuve tiempo de pensar qué iba a ser de mi vida. Ya tenía tres niños y pensé: «¿Ahora qué hago?». Llegó la crisis y gracias a Dios no nos pilló con el cierre de la empresa.

Entonces, unos vecinos y un empresario me dijeron que por qué no les daba clases de inglés. No había dado nunca clases de inglés, pero al ser bilingüe empecé a hacerlo y me gustó. Vaughan dio conmigo y yo di con Vaughan, y ahí empezó un poco mi segunda carrera después de ser empresario, y creo que me ha ido bien, me gusta. Es un poco como entrenar porque el método Vaughan es eso, es corregir y enseñar. Es un método muy particular, muy ameno y que funciona muy bien. Me gusta mucho porque veo la mejora en mis alumnos. Lo único que hago es guiar al estudiante a través del método con ejercicios muy dinámicos, muy amenos y corrigiendo todo el rato. Y estar repitiendo y repitiendo. Aunque no es como el baloncesto, pero sí es un método que es un reto. Además, la hora es muy intensa y eso me gusta. Me gusta conocer a gente y a la vez ver que la gente está trabajando bien y está mejorando en su inglés.

También fuiste presidente del Real Valladolid Baloncesto.

Eso fue otro de mis sueños. Vengo de un padre americano y madre española, y la cultura americana es muy agradecida, creo que más que la española, no en el sentido de que sea mejor o peor, pero creo que los americanos, en el sentido de dar gracias y responder a la gente que te ha ayudado, lo llevan muy dentro. Mi padre, cuando ya empecé a destacar en el baloncesto, me dijo: «Mira, Mike. Mucha gente te ha ayudado a llegar donde estás. Si algún día llegas a ser profesional y puedes devolverle al baloncesto lo que te ha dado, intenta hacerlo». Y de ahí viene un poco todo.

Había estado en el otro club, el antiguo Fórum. Estuve de presidente dos meses con una idea muy clara de vender la plaza ACB, bajar a LEB Oro, quitarnos la deuda de encima y empezar de nuevo. Y el alcalde no quiso, dijo que no, que no quería eso. Entonces era inviable tirar para adelante y presenté mi dimisión. Di marcha atrás y solo cuando desapareció el club, que al final es el club de mi alma porque yo jugué aquí cuatro años, aquí conocí a mi mujer y tengo muy buenos recuerdos del Fórum Filatélico, hasta que no desapreció, por respeto, no fundamos el nuevo club.

Lo fundamos Jaime Fernández, Javier Casado y yo con el apoyo de otra gente de baloncesto y con unas ideas muy claras. A lo mejor no éramos directivos de los que se ven ahora, que son CEOs de empresas. Nosotros éramos gente de baloncesto, pero yo había visto lo que había pasado en el otro club y sabía que si queríamos hacerlo bien, y no había otra manera de hacerlo, era empezando desde abajo. Hablé con José Luis Sáez, el que era el presidente de la Federación Española, le presenté mi proyecto y me dijo que no me preocupara, que no había que pasar por EBA, que la plaza de Valladolid era muy importante para ellos y que me iba a dar una plaza en LEB Plata. Había que conseguir los avales, el dinero, muchas cosas. Se lo presenté a Óscar Puente también, el alcalde de aquí, y le gustó nuestro proyecto. Nos respaldaron.

Hicimos un club donde solo se gastaba lo que se ingresaba. Fue muy difícil porque tuvimos que llamar a muchas puertas y casi todas se cerraban debido a que casi todas las empresas de Valladolid habían tenido una deuda con el otro club, y claro, la desconfianza abundaba por todos los sitios. Pero bueno, con mucho sufrimiento, pasito a pasito, logramos convencer a empresas. El público respondió, tuvimos más de 1000 socios el primer año, fue increíble. Tiramos con gente de la casa, jugadores autóctonos, un entrenador, Iñaki Martín, también autóctono. Así empezó todo, con el sueño. Hace dos años lo dejé, creo que era el momento de bajarme de la presidencia porque no es bueno estar mucho tiempo en un sitio.

Lo único que quería era hacer algo que tuviese credibilidad, recuperar esa credibilidad que estaba ausente totalmente. Tú no puedes hacer nada en la vida si no tienes credibilidad. Esa es una palabra que conlleva muchísimas cosas, orgullo, valores, trabajo, sensatez, honradez. Y al recuperar la credibilidad y después en la cancha tener éxito, lo más sensato era renunciar a la plaza y seguir trabajando. Creo que el club ahora se está llevando con sensatez, está en la misma línea. Algún día llegará a estar en la ACB, pero no es fácil, es un dineral y hay que estar muy preparados, pero por lo menos el club, a día de hoy, tiene una masa social importante, tiene empresas locales que lo apoyan, no tiene deudas y eso son ya palabras mayores para donde venía el baloncesto vallisoletano los últimos años del Fórum.

En Heights academy, Hopkinsville, Kentucky

Te retiraste con 38 años después de haber jugado en multitud de equipos y en diferentes ligas, pero ¿cómo empezó todo, Mike?

Yo tenía un sueño de pequeño. Mi padre estaba en la Base Americana de Torrejón de Ardoz y yo vivía dos vidas paralelas. De 7,30 de la mañana a 3 de la tarde vivía en un mundo americano, en un pueblo americano, una ciudad americana, con coches, el colegio, las Cheerleaders, las tiendas, las hamburguesas, los cines… Todo americano. Allí, en la Base, solo podías entrar si eras americano. Era un pueblo privado dentro del territorio español. Y de 3 de la tarde hasta que me iba a dormir vivía en Madrid, y aquello era otra vida, una vida totalmente distinta. Los años setenta y ochenta. Hasta que no pasó tiempo no me di cuenta de la suerte que tuve y de la curiosidad que eso conlleva.

Salía con Levi’s y con las Nike y la gente me miraba, como diciendo: «¿Y eso?». No le daba mucha importancia porque iba a un colegio americano y todos llevaban lo mismo. Tampoco eran unas Nike caras. Mis padres no me podían comprar las Jordan. Pero luego te das cuenta de que España había salido de la era Franco y había todavía muchas cosas que no habían llegado a Madrid. Ahora me da pena porque eso ya no existe, ya no puedo volver a mi colegio. Ya no existe absolutamente nada de aquello.

También era jugador de fútbol americano, me encantaba el fútbol americano, era mi pasión. Jugaba de quarterback, pero también jugaba al baloncesto porque mi padre me inculcó muchos deportes. Hice atletismo, béisbol, fútbol, pero me encantaba el fútbol americano. El baloncesto era mi segunda pasión. Y llegó un momento en que al fútbol americano solo podía jugar en la Base y contra Rota y Zaragoza, que eran las otras Bases Americanas. Al mismo tiempo empecé a destacar también en el baloncesto. Mi padre era entrenador de baloncesto y yo jugaba para él. Los cuatro años que jugué con él creo que perdimos un partido. Creo que fueron 125 victorias y una derrota.

Entonces, mi padre me dijo: «Mira, yo creo que esto ya no es un reto para ti. Vamos a buscar un equipo en Madrid, en la liga madrileña, que creo que es más competitiva. A lo mejor el fútbol americano te va a costar más jugarlo porque la liga de Madrid se juega todo el año». Así que conseguí una prueba en el Canoe. Recuerdo que yo estaba mirando desde fuera de la verja y no quería ir, era muy tímido, pero mi padre me obligó. Empecé allí jugando al Minibasket. «Qué canastas más pequeñas. ¿Y el balón ese…?», se me pasaba por la cabeza. En Estados Unidos se juega con balón grande y canastas grandes desde que empiezas a jugar al baloncesto, eso de Minibasket no existía. Si no es por mi padre, que me obligó a salir al campo, y por Jorge Osma, que era el entrenador y me acogió, no sé lo que hubiese pasado. Jorge Osma es mi descubridor, fue tres años mi entrenador en Canoe. Y ahí empezó todo.

Tu padre te inculcó la pasión por el baloncesto desde muy pequeño.

Sí. Mi padre me llevaba siempre a la Base a ver la Final Four de la NCAA, y había que madrugar mucho. Los partidos a veces empezaban a las 2 de la madrugada, depende de donde fuese la Final Four ese año. Si era en la Costa Oeste a lo mejor hasta las 03,30 no empezaba, y si era en la Coste Este a la 01,00 horas ya empezábamos a ver el partido. Lo que me terminó de enganchar al baloncesto es la final entre Magic Johnson y Larry Bird. Ahí ya empecé a tomarme muy en serio este deporte y me puse el sueño de intentar jugar en la NCAA. Ese era mi sueño, y eso para un chaval español americano en Madrid era un sueño muy lejano, casi imposible. Nunca había jugado un español en la NCAA. Y mira por donde, después de mucho trabajo, de estar en selecciones españolas en categorías inferiores, me surge la posibilidad de irme con Sergio Luyk a Kentucky a hacer lo que era COU antaño.

El equipo de la High Schoolen Hopkinsville (Kentucky) era muy potente. Allí jugué muy bien. Iba a jugar dos años, pero finalmente solo fue uno. Ganamos el distrito y había un poquito de celos porque era una High School privada y traía a jugadores extranjeros. Entonces empezaron a investigar y veían que yo ya tenía demasiados créditos y me tenía que graduar ese año. Sin embargo, todas las grandes universidades que me estaban siguiendo me habían ofrecido beca para un año vista porque, en teoría, me quedaba otro año. Tuve un par de ofertas rápidas y me fui a una pequeña universidad, Universidad de Tennessee, en Martin, que estaba en segunda división. Era lo más cómodo y cercano. Estaba a una hora y media en coche, y tampoco tenía muchas más ofertas porque me había quedado sin becas ya que todas las universidades grandes pensaban que me quedaba un año más.

Durante tu primera y única temporada en la Universidad de Tennessee, la potente Universidad de Louisiana (LSU) se fijó en ti. ¿Cómo fue aquello?

En Tennessee jugué muy bien. Fui el base titular inmediatamente. Además, fui escogido el rookie del año y estuve en el quinteto ideal de la liga. Y mira por donde, tengo suerte porque vamos a jugar contra dos universidades de primer nivel, LSU y Misuri, y los dos partidos los jugué muy bien. En Misuri jugué no sé si hice 24 o 26 puntos, pero contra LSU, donde estaba Chris Jackson, les metí 40 puntos. Fue un récord en la Universidad de LSU, ya que en la historia de esta universidad ningún contrincante les había metido 40 puntos en su campo.

No le presté mucha atención a aquello. Estaba contento por haber metido tantos puntos y ya está. Y después me entero que mi padre había mandado una carta a Dale Brown, que era el entrenador de LSU, poniendo algo así: «Oye, mi hijo va a jugar contra vosotros en Navidad, se llama Mike, juega en Tennessee Martin. Si ves que vale para primera división, échale un ojo o ayúdale, si puedes, a cambiar su universidad». Algo así, más o menos. A Dale Brown le había llegado esta carta. Y luego Dale me dijo que la había usado en el speech que hace antes del partido contra nosotros. La había sacado y la había leído a sus jugadores, un poquito para motivarlos, para decir que ellos estaban en primera división, pero hay muchos jugadores que quieren venir aquí y vamos a jugar contra uno de ellos hoy. Cuando terminó la liga me llama Dale Brown y me dice: «Mira, Mike. Te vamos a ofrecer una beca completa los tres años que te quedan y queremos que te cambies de universidad». Ahí di el salto a LSU.

En LSU fuiste compañero de dos pívots para el recuerdo, Stanley Roberts y Shaquille O’Neal. El primero de ellos es muy recordado por la afición madridista, ya que la temporada siguiente jugaría en el Real Madrid.

Cuando me fichó Louisiana fui compañero de habitación de Stanley durante mi primera temporada en LSU, el primer y único año que él pudo jugar con esta universidad, ya que el año anterior no pudo hacerlo por problemas en los estudios. Como persona era un 10, era una persona magnífica. Muchas veces se iba por la noche con su coche a comprar algo y me llamaba para preguntarme si me traía algo de comer del Burger King o Taco Bell, algo que nunca me ha pasado en los años que he jugado al baloncesto. Hicimos muy buena amistad. Era un tío que siempre se preocupaba mucho por los demás. Era muy generoso. En la faceta deportiva recuerdo unas batallas tremendas entre Stanley y Shaquille O’Neal en los entrenamientos. Y en aquella época, le ganaba la partida Stanley a Shaq.

Stanley tenía muchos mejores movimientos al poste bajo; tenía una calidad ofensiva muy superior a la de Shaq. Era mucho mejora Shaq y prácticamente a cualquier pívot de USA en esa época. Sin embargo, al final de temporada las notas no fueron lo que él esperaba, le costaba ir a clase y no se pudor renovar la beca. Entonces se fue al Real Madrid. Fue un jugador que podía haber sido uno de los mejores pívots de la NBA, sin ninguna duda. Una bellísima persona fuera de la cancha. Y en la cancha, cuando estaba bien era totalmente imparable. Era una bestia, pero también tenía muy buena mano y muy buenos movimientos al poste bajo.

Shquille O’Neal.

Cuando Stanley se vino al Madrid, Shaq dio un paso adelante y se fue un verano a un campus a Hawai. Además, Dale Brown trajo una semana a Kareem Abdul Jabbar y estuvo trabajando con Shaq. Otra semana trajo a Bill Walton. Él quería trabajar con Shaq porque veía que físicamente era una bestia, pero le faltaba mucho pulir su juego interior. El cambio de Shaq del primer al segundo año fue brutal, y del segundo al tercero, que ya fue su último año, fue bestial.

 

¿Cómo era el Shaq de la universidad?

Pues bueno, qué te voy a contar. Le veías y era como si estuviese jugando con niños. En el aspecto personal era un tío como nosotros, muy bromista, aunque en esa época era muy reacio a hablar con la prensa. Contestaba con sí o no, no era como el Shaq de la NBA que cambió totalmente su forma de tratar con los periodistas. Era muy tímido y muy desconfiado de la prensa, pero con nosotros era un bromista, como lo ves ahora. Era uno más, no le veíamos como el Shaq de ahora, le veíamos como otro más de la familia, un amigo, un tío muy currante, con mucho pundonor y con mucho orgullo por ganar. No le gustaba perder. Era muy agresivo al poste bajo, le gustaba el contacto, no huía de él.

Era muy fácil jugar con él porque era meterle el balón y ya. Conmigo tenía una buena conexión. Recuerdo que me decía dónde me tenía que ir: «Oye, yo te voy a buscar aquí». Y nos entendíamos muy bien. Me sacaba balones y muchas veces tiraba muy solo de tres. Tengo muy buenos recuerdos con Shaq, de verdad. Te voy a contar una anécdota muy buena. Shaq y yo éramos cocapitanes del equipo. Estábamos en temporada de exámenes finales de semestre. Habíamos jugado el domingo en casa y habíamos ganado, y Dale Brown nos puso un entrenamiento el lunes por la tarde.

Había exámenes toda esa semana y no jugábamos hasta el domingo siguiente. Por la mañana, en la cafetería, yo estaba desayunando y llega Shaq, se sienta a mi lado y me dice: «Oye, Mike. Mira, tengo mañana dos exámenes muy importantes y tengo que aprobarlos. ¿Por qué no vamos a hablar con Coach Brown para que nos quite el entrenamiento de esta tarde?». Yo le dije: «Vamos para allá». Así que terminamos de desayunar y fuimos a hablar con él. Entramos en su oficina y le presentamos nuestra petición, pero Dale Brown nos dice que no, que si no estamos preparados para el examen a estas alturas, que porque quite el entrenamiento no va a ser de mucha ayuda.

Salimos de allí y volvimos a la residencia de deportistas. Recuerdo que Shaq no dijo ni una palabra, iba echando humo por los orejas. Ya por la tarde, en el vestuario, nos estamos cambiando y Shaq no está. Llegó el último y no nos saluda. Lo único que dice es: «Chicos, vamos a estar muy poco tiempo aquí». Bueno… Pues nada. Subimos a calentar, empezamos a entrenar y lo hacemos en una canasta trabajando el ataque contra zona. Entonces, a los cinco minutos del entrenamiento penetro, le doblo el balón a Shaq, se levanta y hace un mate y revienta todo, el cristal, todo… Se queda con el aro en la mano. Así que nos quedamos todos alucinando.

Dale Brown le echó una pequeña bronca: «Oye, Shaq, ten cuidado. No hace falta que demuestres aquí nada». Y nos manda a uno de los ayudantes a barrer la cancha. Nos vamos a la otra canasta. Y nada, a los diez minutos de estar ahí, le pasan un alley-oop, sube, coge el balón, hace un mate y, lo que es el aro basculante, el muelle, se lo carga, quedando el aro colgando vertical hacia abajo. Nos quedamos todos mirando a Coach Brown: «Uy, la que nos va a caer ahora porque ya no hay canastas». Dale nos mira, con cara de pocos amigos, sonríe y dice: «Venga, chicos. Iros a estudiar. Nos vemos mañana a la misma hora» (Risas). Es para que veas que hay muchos jugadores de mucho nivel que se toman muy en serio las notas y tienen mucho orgullo también en el aula, y creo que tiene que ser así. De hecho, aunque Shaquille O’Neal no pudo graduarse porque se fue un año antes, volvió luego y se graduó porque se lo había prometido a sus padres.

También fuiste compañero en LSU de Chris Jackson, más conocido por los aficionados a la NBA como Mahmoud Abdul-Rauf tras convertirse al Islam.

El primer año que llegué a LSU yo no podía jugar, era «redshirt». Tenía que estar un año sin hacerlo. Ese año Chris era el base titular del equipo. Dale Brown me ponía de base del segundo equipo en los entrenamientos, es decir, del equipo que se enfrentaba a los titulares, y ahí aprendí mucho de Chris. Era un fenómeno. Debajo de la cancha de juego del Pete Maravich Assembly Center, el pabellón donde jugábamos, había una cancha para los entrenamientos y teníamos las llaves. Podíamos ir a cualquier hora, también por la noche. Cris Jackson y yo íbamos muchísimas noches después de cenar a echar 1×1. Aquello me permitió mejorar muchísimo mi 1×1 y mi defensa contra él.

Aprendí muchas cosas de él, sus movimientos… Horas y horas con él. Mira que he estado con Oscar Schmidt, he jugado contra Nikos Galis, que era mi ídolo europeo, pero nunca he visto a un jugador como Chris, macho… Qué manera de anotar, qué manejo de balón tan rápido. Era impresionante, muy completo. Tenía el Síndrome de Tourette, que consiste en que le daban tics nerviosos todo el rato, pero este síndrome te hace concentrarte mucho y ser muy perfeccionista. Creo que eso también le ayudó porque era brutal lo que hacía en la cancha. No se iba de ningún entrenamiento si no metía 10 canastas seguidas sin que tocasen el aro. Tenían que entrar limpias. Desde donde fuese, en movimiento… Si entraba casi limpia, pero tocaba un poco el aro, decía: «Empezamos otra vez».

Era perfeccionista, es parte de la enfermedad. Los que tienen Tourette son así, son muy perfeccionistas y tienen una capacidad de concentración mayor a lo normal. Recuerdo algo increíble que hizo durante un partido. Estábamos jugando en casa contra UNLV, los Runnin’ Rebels, que tenían un equipazo. Eran los mejores en Estados Unidos, no habían perdido. Ellos tenían a Greg Anthony, el que luego fuera base de los Knicks, que era un gran defensor y decía que iba a secar a Chris Jackson, que por entonces era el máximo anotador en Estados Unidos. Y bueno, le estaba defendiendo bien, pero hay una jugada increíble de Chris. Yo estaba sentado en el banquillo y Chris pasa justo enfrente de mí corriendo con un carretón por la línea de fondo hacia mí. Cuando llega a la línea de 3 puntos recibe y se levanta para tirar, pero Greg Anthony lo había leído perfectamente y está saltando con él. Estaban los dos en el aire y Greg le va a poner un taponazo. ¿Qué hace Cris Jackson? En el aire, no tira a canasta, lanza el balón contra el antebrazo de Greg Anthony, con el que le iba a hacer el tapón, para hacer una especie de autopase. Cae al suelo, sube otra vez cogiendo el balón que salía rebotado del antebrazo de su rival, y mete un triple mientras Greg Anthony ya está cayendo. Nunca he visto una jugada así… Impresionante.

Has hablado del Pete Maravich Assembly Center, vuestra cancha de juego. Recordemos que Pete Maravich, leyenda del baloncesto universitario y de la NBA, fue un ídolo en vuestra universidad a finales de los sesenta, promediando más de 40 puntos por partido en su periplo en LSU. ¿Lo conociste?

Pues mira, sí. Hay una cosa curiosa, una anécdota que creo que puede ser interesante. En 1977 mi padre me lleva al Gimnasio de la Base americana de Torrejón de Ardoz, donde yo nací y me crie, para asistir a un Clínic que iba a dar Pistol Pete Maravich para toda la gente de la Base. El pabellón estaba a rebosar. Fue una hora que me maravilló. Allí fue donde yo me enamoré definitivamente del baloncesto. Hizo trucos con el balón, manejo de balón, tiros de todo tipo… Estuvo una hora tirando y solo fallo un tiro. El único tiro que falló fue el primer intento de gancho de medio campo porque el segundo lo metió. Después se acercó a nosotros con el balón, se dirigió a los niños y niñas y nos dijo: «Mirad, chicos y chicas. ¿Veis este balón naranja? Este balón naranja me ha dado millones de dólares, me ha dado Ferraris, he ido a más de 100 países, he conocido a presidentes de países que no sabía ni que existían, me ha hecho famoso… Pero, ¿sabéis lo que me ha dado este balón? Una educación universitaria y eso es lo más importante.

Así que a todos vosotros, niños y niñas que estáis aquí, en el deporte que hagáis, da igual la modalidad que sea, competid en clase igual que competís en vuestros deportes porque algún día a lo mejor podéis tener la posibilidad de ir a una universidad y formaros como personas». Aquellas palabras se me quedaron grabadas. Si yo no voy a LSU, yo ahora mismo sería una persona muy vacía, no tendría un futuro y no sería una persona con mundo. Y eso se lo agradezco a este balón y a la educación. Entonces, mira por donde, años después meto 40 puntos en su pabellón, en el pabellón que lleva su nombre, y termino jugando en LSU.

Qué curioso…

Sí, me parece una historia muy curiosa y a la vez bonita. Muy poca gente sabe que Pete Maravich vino a España a hacer un Clínic. Claro, era una Base americana y ahí solo podían entrar los americanos. Esas cosas te inspiran como niño. Aquellas palabras de Pete Maravich me inspiraron. Por entonces, jugaba también al fútbol americano, pero a raíz de aquello empecé a entrenar mucho más al baloncesto. Intentaba hacer sus trucos, me compré sus cintas… No hay que olvidar que Pete Maravich sigue siendo el máximo anotador de la historia universitaria con más de 40 puntos por partido en los años que estuvo en LSU. Nunca nadie va a batir ese récord.

A pesar de haberte lesionado del tendón de Aquiles durante tu último año en LSU, los Rockets te invitaron al Rookie Camp, aunque finalmente no pudiste dar el salto a la NBA y fichas por Estudiantes. Muchos creen que si las lesiones te hubiesen respetado nunca hubieses regresado de Estados Unidos.

Yo conozco mis límites. Era un base-escolta no muy alto, de 1,81, pero Marty Blake, que era el scout número 1 de la NBA, puso que podía salir al final de la primera ronda del Draft si hubiera seguido en los números que tenía. Desgraciadamente, en mi último año en LSU, salté a por un rebote y uno de los novatos me empujó desde atrás, algo que no entiendo, aunque son lances del juego. Caí mal, me hice un esguince fuerte y una rotura parcial del tendón de Aquiles. Gracias a Dios no fue completa, pero me apartó casi dos meses de jugar. Hice una recuperación milagrosa para poder volver y poder entrar en la rotación al final de temporada. A pesar de que no fue el final que yo quería, los Houston Rockets me invitaron al Rookie Camp, pero Estudiantes tenía mis derechos de formación. Recuerdo que mi último partido en LSU fue en el March Madness y terminó con una bombita de Jason Kidd que nos mandó a casa sobre la bocina. Perdimos contra California en la primera ronda. No teníamos un equipo muy potente, llegamos ahí contra pronóstico.

En cualquier caso, en mis cuatro años universitarios he participado con LSU en el March Madness, así que también eso es algo de lo que estoy orgulloso. Pero bueno, si alguien me tiene que mandar a casa y es Jason Kidd, que luego ha sido una leyenda en la NBA, pues mira, no pasa nada. El tema era el siguiente. Yo todavía me estaba recuperando de la lesión, no estaba todavía al cien por cien, y Estudiantes tenía mis derechos de formación. El Rookie Camp no era hasta muy avanzado septiembre u octubre, creo recordar. Entonces, si quería jugar en ACB solo podía ser con Estudiantes. Volví a España. Pensé que si de verdad era tan bueno para poder entrar en la NBA ya me lo verían. Pues bueno, no lo fui y volví a España.

Acabas de comentar que eras una especie de base-escolta, pero ¿en qué posición te gustaba más jugar?

En High School y en mi primer año universitario jugué más de 1, y después en LSU jugué más de 2, claro, tenía a Shaquille O’Neal en mi equipo. Dale Brown me decía: «Mike, yo quiero que tires. Tienes a Shaquille». Me ponía siempre en el mismo lado de Shaquille y si mi defensor le hacía la ayuda para el dos contra uno con Shaq, yo me quedaba muy solo para tirar. En LSU jugaba mucho de escolta, pero no era tanto de salir de bloqueos, era más de colocación. Ellos querían meter el balón a Shaquille y ahí empezaba todo. Más que salir de bloqueos, que sí que tenía algunos, era más para liberar a Shaq y si tenía tiro me la tenía que lanzar. Si no lo hacía, me sentaban en el banquillo para que mi defensor no bajara a intentar hacerle un dos o tres contra uno a Shaq.

Contestando a tu pregunta, a mí me gustaba más jugar de 1 porque tenía el balón en las manos. Yo tenía mucha facilidad para buscar mis tiros en el 1×1. En el 2 dependía más de otras cosas. Mis mejores años jugando solo de escolta han sido en el Bayern Leverkusen. Allí jugué los tres años de escolta. El entrenador era americano, creo que también influyó mucho. Muchos de los sistemas de juego eran para mí. Aprendí muy bien a salir de bloqueos, trabajé mucho ese aspecto, un poco como hacía Jaycee Carroll, que sale y sin mirar el aro ya está subiendo y tirando. Tuve tres años muy buenos en la Bundesliga. Fui el Bosman del año dos años, gané un concurso de triples, jugamos la final contra el Alba dos años, la final de Copa, y jugamos la Euroliga un año e hice unos números muy buenos.

Fueron tres años consecutivos de muy buenos números en ese aspecto porque tenía muy claro mi rol. Mi rol era tirar, y si no tiraba me sentaba en el banquillo. Si fallaba seis o siete no pasaba nada, me dejaba. Mi entrenador sabía lo que quería de mí y yo me adapté a eso porque no lo había tenido en España, donde a veces jugaba de 1 y a veces de 2. En Alemania trabajé muchísimo después de los entrenamientos la salida de bloqueo por líneas de fondo, lo que son los carretones. Fueron tres años maravillosos en este país que, aunque era muy moderno, no era fácil para un español vivir ahí. Son muy caseros, el clima tampoco acompañaba mucho, pero el club era top, como si estás jugando en el Madrid o Barca. Era todo de lujo. Bayern Leverkusen es el equipo que más ligas tiene en la Bundesliga. En esa época habían ganado 7 o 8 ligas consecutivas.

¿Era más difícil para un jugador de tus características encontrar sitio en España?

Yo, de verdad, los años que he jugado mejor en España es cuando el entrenador me ha dejado jugar. Era una época donde había tres extranjeros, una época donde el base español era muy de dirigir la orquesta y no tanto como los que hay ahora, que son más anotadores. El baloncesto creo que ha evolucionado a lo que es más el baloncesto americano, por eso se compite mucho mejor contra el baloncesto americano.

A lo mejor en ese aspecto, no era mi época. Yo venía de un baloncesto americano donde sí que se jugaba así, y aquí muchos entrenadores me cortaron las alas, no por mala fe, sino porque aquí no se jugaba así. Si ves mi carrera mis mejores números han sido cuando he podido jugar de 1 o de 2 y el entrenador me ha dado rienda suelta para tirar y usar mi talento ofensivo, que creo que ha sido mi fuerte siempre. Yo creo que he sido un base y un escolta muy anotador, con mucha facilidad para meter puntos, pero no tan bueno a la hora de dirigir, como el base clásico que se daba mucho antaño.

Lo cierto es que no pasaste desapercibido para Antonio Díaz Miguel, que te convocó con la selección española para el Europeo de Roma en 1991 cuando eras jugador de LSU, consiguiendo una más que meritoria medalla de bronce en aquel campeonato. ¿Cómo fue tu adaptación a un equipo con jugadores de tanto peso, como Epi, Villacampa o Antonio Martín?

Aquel Europeo es un momento histórico del baloncesto internacional ya que fue el último gran campeonato donde Yugoslavia juega como tal. Nos enfrentamos a ellos en la primera fase y salí de titular. Por ahí estaba Djordjevic. Yo era muy jovencito y aprendí mucho de los veteranos. Venía con el baloncesto más universitario, más rápido, y me tuve que adaptar, pero aprendí mucho de gente como Arcega, Epi o Villacampa, que lo eran todo en el baloncesto español. Me ayudaron mucho a entender el ritmo de juego del baloncesto europeo. Yo jugaba a otro ritmo y muchas veces Romay o Epi me decían: «¡Mike, para un poco. Para!». Iba a otras revoluciones. Iba a revolución de la NCAA que es un baloncesto muy rápido y muy anárquico a veces. Me paraba y me tiraba triples en contraataque, algo que no era muy común, pero me acogieron muy bien.

Antonio Martín me acogió mucho. Siempre ha sido muy cariñoso conmigo. Estuve muy bien con todos. Me aconsejaban, me decían lo que estaba haciendo mal, que me adaptara más al juego europeo, que a lo mejor no era el momento para hacer este tiro o que ahí tenía que habérmela jugado en 1×1. Ellos querían que jugase mi 1×1 en algunos momentos porque era muy bueno en ese aspecto. Como ya he comentado, había jugado horas y horas contra Chris Jackson y había aprendido mucho de él. Díaz Miguel apostó por mí, pero también daba muchos minutos a los veteranos, que era lo normal. Él confiaba mucho en los jugadores veteranos, como tenía que ser. Le estoy muy agradecido. Esa medalla la tengo y la atesoro porque antes las medallas eran muy difíciles de conseguir. Yugoslavia era Yugoslavia, no era cinco países distintos. Eran medallas que se ganaban y tenían un mérito brutal en esa época. Luego, con la llegada de los Gasol, Navarro, Raúl López, etc. lo han hecho parecer muy fácil.

Con Antonio Díaz Miguel, ¿Cómo era en el día a día? ¿Cómo era su trato con los jugadores? ¿Tenía algo de genio?

Sí, sí. A mí me pegaba unas broncas…Pero siempre con el propósito de enseñar. En las cenas era gracioso, hablaba mucho. Era una persona muy afable con el grupo. Por supuesto tenía otro trato con los jugadores legendarios, y es que tiene que ser así. Yo creo que no puedes tratar a todos igual. Les quieres a todos igual, les respetas, pero no puedes tratar a todos igual porque no todos tienen el mismo peso dentro de un equipo. Y yo creo que eso es una de las cosas que un jugador tiene que entender, y a veces no entendemos. Después de retirarme he visto que un entrenador no te puede tratar igual que al que a lo mejor tiene más talento o juega más que tú. Lo que tiene que hacer es respetarte y quererte igual, pero el trato no puede ser igual porque el rol de un jugador que juega 5 o 10 minutos no es el mismo del que juega 35 minutos. Y es así, es ley de vida, y yo creo que también es como pasa en la vida real.

Eso sí, los entrenadores que hacen eso, que respetan y quieren a todos por igual, son los grandes entrenadores. Lo que no puedes hacer es a los que juegan poco echarles todas las broncas porque no se las puedes echar a los que juegan mucho. Eso no. Qué te voy a decir de Díaz Miguel. Una leyenda. Estuvo dos semanas en LSU viéndome entrenar y jugar partidos. Vino dos veces a LSU porque él siempre hacía un tour por Estados Unidos. Iba a ver a Bobby Knight, Lou Carnesecca o Dean Smith, que eran muy amigos suyos. Y como yo estaba jugando en LSU vino dos años a verme jugar y entrenar durante dos semanas. Yo a Díaz Miguel le debo mucho. Le tengo un cariño muy especial a él y a Eva, su mujer. De verdad, creo que no se puede criticar a una leyenda así. Se criticó demasiado lo de Angola. Una persona que ha hecho tanto para el baloncesto no se mereció los palos que le dieron, para nada. Es una leyenda, y las leyendas que han hecho tanto se tienen que ir sin recibir lo que recibió. Lo único que puedo decir de Díaz Miguel es que es uno de los pilares fundamentales del baloncesto español y hay que estar muy agradecido a todo lo que ha hecho.

Un año después, en los Juegos Olímpicos de Barcelona, fuiste el último descarte.

Sí, sí. Estuve en todas las preselecciones maratonianas de dos meses que hacía Díaz Miguel. Yo quería ir, era un orgullo, pero no pudo ser. Es un palo en ese momento, pero luego, o te vienes abajo o lo utilizas como combustible para conseguir que ese fuego de motivación, de querer mejorar, siga vivo. Entonces, como yo tenía que volver a Estados Unidos porque me quedaba todavía un año más de universidad, seguí trabajando. Tenía la liga de verano por delante. Bueno, son cosas que pasan, pero hay que estar ahí, hay doce que van y otros muchos que se quedan en el camino. Muy pocos tienen esa oportunidad de competir para entrar en la selección. Me gusta mirar mucho el lado bueno de las cosas y no siempre el malo.

En tu etapa en la ACB, jugaste en Estudiantes, Valladolid, Huelva, Murcia y Cáceres, ¿Cómo resumirías tu experiencia en la máxima competición del baloncesto español? ¿Dónde has jugado tu mejor baloncesto? ¿En cuál de estos equipos te hubiese gustado permanecer más tiempo?

En Estudiantes estuve solo un año, aunque tenía dos años de contrato. Ellos tenían jugadores de la casa, como Azofra y Pablo Martínez, que son dos buenos amigos, y también estaba Gonzalo Martínez. Yo creo que la apuesta que ellos querían era seguir con jugadores jóvenes que venían de abajo. Yo también venía de la cantera de Estudiantes, pero solo había estado un año allí. Mi formación se hizo mucho más en Canoe que en Estudiantes. Además, pienso que querían un base más clásico que lo que era yo, que a lo mejor era un base demasiado anotador. Entonces el Fórum de Wayne Branbender me ficha y estoy allí tres años maravillosos.

En el Fórum, en general, jugué muy bien. Me hubiera gustado jugar mucho más. No quería irme de Valladolid. Mi mujer, que por entonces era mi novia, estaba en Valladolid, la afición tenía mi peña, la gente me quería. Yo estaba muy a gusto. Si hubiese seguido Paco García, que era el entrenador que nos salvó el tercer año, la intención era seguir conmigo, pero al final vino Gustavo Aranzana y no contó conmigo y me tuve que ir. Y de ahí me fui a Huelva, donde también estuve muy bien. Era un club nuevo que había ascendido. Tuvimos el hándicap de jugar casi todos los partidos de casa de la primera vuelta en Sevilla porque la ACB no daba el visto bueno a los 5000 asientos en el Estrada, el pabellón de Huelva, y eso nos hizo mucho daño, pero con Valdeolmillos muy bien.

Después vino José María Oleart y también muy bien. Estuve muy bien todo el año, anotando mucho. Jugué solo de escolta, aunque terminé de base porque Pablo Martínez se lesionó en la rodilla. Jugué muy bien. Después en Murcia hay dos etapas, una con Tony Smith, un base pequeñito que había ascendido al equipo, en la que yo no encontré mi sitio. Creo que es posiblemente mi peor primera vuelta en ACB. Y otra etapa cuando vino Manolo Flores, que me dijo: «Mike, tú de 1 y te las tiras». Y ahí creo que hice mis mejores números como base. Hice dos partidos consecutivos de siete triples.

En el equipo había muchos problemas de pagos, los americanos se fueron y terminamos prácticamente con jugadores nacionales. A nosotros nos debían cinco nóminas, para que veas cómo estaba la ACB de antaño. Al final lo cobramos por el fondo de garantía. Pero bueno, lo que es baloncesto y números, esa segunda vuelta en Murcia fue muy buena con Manolo Flores. Después di el salto a Alemania y luego volví a Cáceres, donde estuvimos Ferrán López y yo de bases y también pasó lo mismo. Tuve mala suerte porque venía de tres años en el Bayern Leverkusen de pagos al día a no cobrar desde Navidad hasta que terminó la temporada, otros cinco o seis meses sin cobrar. Y lo mismo, un desfile de americanos y de extranjeros.

Había momentos buenos y momentos malos, pero claro, es muy difícil competir cuando no estás cobrando y los extranjeros que vienen aquí para eso, para cobrar, cuando ven que no hay dinero se piran. Entonces no puedes hacer una estructura de equipo con 8 o 9 cambios en los extranjeros, es imposible. Pero en cada sitio que he estado agradezco la confianza que me han dado. También he dejado muy buenos amigos en cada sitio, yo creo que porque siempre he sido honesto y siempre he jugado al cien por cien. Hay momentos en que las cosas te salen bien, otros no tanto, pero como me encanta el baloncesto entrenaba al cien por cien. Además siempre he tenido muy buen feeling con los entrenadores porque soy un jugador que doy el máximo en cada entrenamiento.

Mi padre era militar y me inculcó ser honesto, levantarte, ir a trabajar, dejártelo todo en la cancha…La mía no es una carrera de leyenda porque estuve en muchos sitios. A lo mejor si hubiese estado solo en el Fórum hubiese sido distinta. Creo que podía haber marcado una época en el Fórum porque luego he demostrado en otros sitios que perfectamente podía haber jugado muchísimos años en Valladolid y haber sido un jugador histórico. En fin, la vida es así…Llega un entrenador nuevo, no soy de su gusto o quiere traer a otro y te cambia todo. Ese es el mundo profesional, hay que entenderlo y aceptarlo.

Mike Hansen durante la entrevista.

Fuiste un grandísimo jugador, pero ¿qué te faltó para haber llegado todavía más arriba?

Yo no quiero pensar eso porque creo que soy afortunado de haber podido jugar y dedicar mi vida al baloncesto tantos años.

Creo que merecías algo más…

Ccreo que esa es un poco mi etiqueta o el sambenito de ser base-escolta. A lo mejor si en un sitio hubieran apostado por mí solo en un puesto, creo que hubieran tenido otro Mike Hansen, un Mike Hansen distinto. Pero bueno, es el sobrevivir con 1,81 m y ser un base – escolta en una liga con tres extranjeros. Quizá tras esa salida del Fórum luego fue difícil buscar un equipo estable. Hasta que no voy a Alemania no lo vuelvo a encontrar. En Alemania estoy tres años en el Leverkusen a muy alto nivel. A lo mejor tenía que haber seguido allí y no volverme a ACB. Bueno, también son decisiones que uno toma, pero estoy feliz con lo que ha sido mi carrera. Estoy muy orgulloso de las cosas que he hecho. Además ha sido todo un poco contra pronóstico, como se dice en inglés, el Underdog, el menos favorito para poder haber hecho eso. Un jugador español que va a la NCAA y que destaque en esa época, ser el primero en abrir el melón y abrir la puerta de los demás, también estoy orgulloso de eso.

Jugaste también en la Liga EBA (el cuarto nivel de competición en España) antes de retirarte.

Así es. Mi último equipo en ACB fue el Cáceres. Más tarde me fui al Brandt Hagen, que está en Dortmund, y después montamos una empresa y, como no quería dejar el baloncesto, decido jugar en Palencia, que estaba en EBA. Jugamos la final y subimos a LEB Plata, pero ya me exigían entrenar todos los días y no pude seguir allí. Entonces, Gerardo Hernández de Luz, que es un mítico pionero del baloncesto de Zamora, me ficha y juego tres años en Zamora. No se me caen los anillos por jugar en la Liga EBA. Yo creo que fue inteligente en ese aspecto porque no dejé de golpe el baloncesto, ha sido poco a poco, aunque sea en ligas menores, así que he matado el gusanillo hasta el final. Los últimos años de baloncesto los compaginaba con mi trabajo. Creo que es fundamental que los jugadores tengan una educación, que se formen académicamente. Es vital. Yo tenía esa formación y lo pasé mal cuando me retiré. «¿Qué voy a hacer ahora? ¿Dónde voy a ir?», se me pasaba por la cabeza, a pesar de que era bilingüe y tenía la carrera de empresariales, pero los que no tienen esa formación, y hay muchas desgracias y a mí me ha tocado vivir una muy de cerca, que es la de Lalo García, pues… Los deportistas nos jubilamos dos veces, una cuando dejamos el deporte y la otra cuando te jubilas de tu trabajo en la vida real. Y es duro, no es fácil.

Ahora sigo ligado al baloncesto. Formo en técnica individual a los jugadores de cantera de Valladolid, especialmente en manejo de balón y de tiro, y hago un campus privado para el club trabajando todo el mes de julio. El mes de julio es totalmente sin ánimo de lucro y gratis para los jugadores. Es mi forma de seguir devolviendo a mi club, a mi ciudad, que es Valladolid, todo lo que me ha dado. Llevo muchísimos años aquí, mis hijos nacieron aquí y sigo aportando lo que este viejo pueda enseñarles, no solo en la cancha, también cómo hay que ser como un jugador, cómo tienes que cuidarte, cómo tienes que motivarte, la mentalidad que tienes que tener…

Has nombrado a Lalo García.

Lalo es mi cuñado, mi amigo del alma. Hay una anécdota con Lalo (risas). Era mi segundo año con la selección española. Yo venía con la medalla de bronce del Europeo, y en la preselección para los Juegos Olímpicos nos encontramos en el Parador San Marcos de León. Y claro, yo a Lalo no le conocía de nada. Yo estaba en Estados Unidos y solo conocía a los Villacampa, Arcega, Antúnez, Jofresa… Y me tocó con él en la habitación. Yo llegué después de él. Lalo ya estaba en la habitación. Me dieron las llaves en recepción, subí, abro la puerta y está él en la cama. Le miro y le digo: «¿Quién eres tú?». Y para que veas cómo era Lalo, me dice: «¿Y tú?» (risas). Y ahí entablamos una gran amistad.

 

Después fuimos compañeros en el Fórum cuatro años, somos cuñados. Ahora su hijo es como mi hijo, tengo cuatro ahora. Es nuestro ahijado. Le tengo siempre en mi recuerdo. Debería haber una estatua de él en la puerta del Pisuerga. Son las cosas que yo digo, y no quiero criticar a nadie, pero creo que no valoramos lo que ha hecho la gente, y Lalo en Valladolid ha sido todo. No se ha ido por más dinero, se ha quedado aquí. Cada vez que había que ir a hablar con niños y niñas o con enfermos él era el primero. Creo que debería haber una estatua de él enfrente del Pisuerga, es lo mínimo que debería hacer Valladolid por él porque se lo merece. Le tengo, como he dicho, siempre en mis pensamientos. Un gran amigo y muy apenado de que no esté con nosotros.

¿Quiénes son los compañeros y rivales que más te han impresionado?

Grant Hill, Chris Jackson, Jason Kidd y Bobby Hurley en Estados Unidos. En la ACB y en Europa, Andre Turner, Michael Anderson y Nikos Galis, aunque solo jugué contra él dos veces, pero era mi ídolo de pequeño. Y después, hacia el final, Darrell Armstrong y Elmer Bennett. También, por supuesto, Oscar Schmidt.

Fuiste compañero de Oscar en el Fórum.

Sí, Oscar era mi compañero de habitación, tío. Es un fuera de serie, un fenómeno. Me enseñó muchísimas cosas. Llegaba el primero y se iba el último. Él y yo echábamos concursos de tiro muy a menudo. Un tío grande, por eso es lo que es, una leyenda del baloncesto mundial. Tuve la suerte de ser su compañero de habitación todo un año en el Fórum. Aquello fue un momento muy bonito de mi carrera. Compartir cada viaje y estar con él de compañero de habitación fue para mí muy enriquecedor y me enseñó muchísimo. Me abrió la mente. Recuerdo que me decía: «Existe mucho más baloncesto que el español. Yo he jugado en Italia y Brasil. Abre la cabeza. Hay muchos sitios». Y a lo mejor eso me hizo dar el salto. Cuando empezó la Ley Bosman no me dio miedo marcharme a Alemania.

Estuve a punto de irme a Grecia, al Peristeri, pero al final cogí al Bayern Leverkusen. Una vez fuimos a jugar contra el TAU a Vitoria. El día antes del partido se puso a tirar triples después de entrenar y Pepe Catalina estaba cogiendo los rebotes. Pase, pase, pum, pum… Todos estábamos estirando en vez de tirar. Y empezamos a contar. Recuerdo que le preguntamos a Pepe: «¿Cuántas lleva?». «Lleva ya 35», nos dijo. Y Oscar sigue metiendo. Nuestro entrenador era Wayne Brabender, un maniático de la puntualidad. «¡Venga chicos, vamos al hotel. La cena está esperando. Oscar vamos!», nos dijo. «No, que está en racha», fue nuestra respuesta. Pum, pum. 57, 58,… Wayne estaba nervioso ya: «¡Venga, que nos tenemos que ir a cenar, chicos!». Y Oscar a lo suyo. Y ya empezamos todos a intentar distraerle para que fallase. Y nada, seguía y seguía. Y cuando llevaba 68 o 70 triples falló, y se cabreó con nosotros. «Me teníais que haber animado, no molestarme», nos dijo. Increíble, tío. Llegamos tarde a la cena. Wayne Brabender se pilló un buen cabreo en el autobús…

10 Comentarios

  1. Felicidades Javier! Una vez más nos muestras la cara más personal de un grande del baloncesto. Excelente entrevista.

  2. Gracias por estas entrevistas que hacéis a gente del basket
    Hacéis que los jugadores se sientan a gusto y quieran contar cosas interesantes, sin tópicos, muy personales.

  3. Sólo puedo decir una cosa. Es la mejor entrevista de deporte que he leído últimamente. Me ha encantado. Enhorabuena

  4. No conocía mucho a este jugador pero me han sorprendido todas las anécdotas que tiene. Muy chulas la verdad. Desconocía lo de Shaquile Oneal y otros jugadores. Me ha encantado

  5. Excelente Javier. Completísima entrevista llena de anécdotas y datos. Gran trabajo , como siempre.

  6. De 10. Me gustaron mucho las de Óscar, Turner pero esta me ha encantado. Enhorabuena!

  7. Javier, eres impresionante cada vez que escribes vas a mejor, no lo dejes nunca👍

  8. Genial entrevista. Perdonad la corrección, pero el Leverkusen es ‘Bayer’ por la farmacéutica y propietaria y no ‘Bayern’, que significa «Baviera». Leverkusen no está en Baviera sino en Renania del Norte – Westfalia (Nord Rhein – Westfalen)

  9. José Agustín García Talavera

    Brillantísima la entrevista a Mike Hansen, repleta de anécdotas baloncestísticas y personales muy interesantes, sabiamente conducida por Javier Balmaseda.
    Chapó.
    Todo chapó.

  10. Pingback: Inocencia y salvajismo en Darryl Dawkins

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