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Iban Mayo: «En el ciclismo sigue la misma gente de hace 20 años, ha habido positivos pero dirigen los equipos los mismos»

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Iban Mayo

Volvemos a Durango para entrevistar a un ciclista. Porque, si el País Vasco es uno de los lugares con mayor tradición y afición en todo el mundo, en el Duranguesado parece que se concentra el talento. Gabica, los hermanos Lejarreta, los hermanos Gorospe, David Etxebarria y por supuesto, Iban Mayo (Igorre, 1977), nacieron en unos kilómetros a la redonda, entre los puertos de Urkiola, Arrate y Autzagane, rodeados de un entorno natural perfecto para el ciclismo.

En esas carreteras, en esos caminos, se fue haciendo ciclista Iban Mayo. Con momentos difíciles, que pudieron apartarle definitivamente de la bicicleta y que le exigieron un esfuerzo mayor para llegar a ser profesional y dejar su huella en el Tour de Francia.

Nos encontramos con Iban cuando el invierno está terminando y la primavera deja ya síntomas de su inminente presencia. Pasamos una mañana de sol intermitente hablando de ciclismo, de grandes días de gloria que han quedado en el recuerdo de todos los aficionados y también de las partes más negativas de este deporte.

Iban se muestra abierto en todo momento, después de haber dejado atrás los sinsabores de un final tan rocambolesco y con la tranquilidad de quien disfruta de la vida. De la vida no siempre fácil que exige el ciclismo.

¿Cómo empezaste a andar en bici?

Pues fue de casualidad, porque en mi casa no había tradición; no había tradición ciclista ninguna. Por lo que dice mi padre, de pequeño tenía facilidad de liarla un poquito, en la ikastola andaba siempre haciendo trastadas. Entonces, me dijeron que hiciera actividad deportiva, para que cuando saliera de la ikastola estuviera entretenido y no estuviera haciendo cosas que hacía de chavalillo. Empecé en Igorre con el fútbol, lo típico de siempre. Luego hice esku-pelota (pelota mano), karate, atletismo… siempre con mis amigos. Pero más de un año no aguantaba.

¿Se te daban bien todos los deportes?

No, al fútbol era malo. La pelota se me daba mejor. Lo que pasa es que no duraba mucho tiempo en ninguno de ellos. En esku-pelota, que se me daba mejor, no llegué al año. Al ciclismo, como le di más opción, fui mejorando.

¿Andabas en bici con los amigos?

Sí. Igorre es un pueblo pequeño y sí, solíamos andar en bici.

¿Y cuándo empiezas a competir en ciclismo?

Unos amigos estaban apuntados en la escuela ciclista de Igorre y dije, bueno, vamos a probar. Yo no tenía bicicleta de carretera, pero nos dejaban una para entrenar los miércoles y con esa corríamos el fin de semana. Nos dieron un maillot que era de lana, de estos gordos y las zapatillas también.

La primera carrera fue un circuito en Miravalles, un pueblo pequeño. Tendría como 10-11 años. Me acuerdo de que salimos, metí el pedal a la cala y dimos unas vueltas. Para la cuarta o quinta vuelta ya me habían doblado. Terminamos la carrera, nos dieron una revista Ciclismo a fondo, una palmera, un bocadillo, nos sentamos en la cuneta y a ver la siguiente carrera.

La verdad es que me gustó el ambiente, me gustó el deporte y así fue como empecé. Al principio me fue muy mal, pero poco a poco fui mejorando.

Tú creciste en los años ochenta. ¿Seguíais a Marino, a Julián…?

En casa no había mucha afición al deporte. Yo empecé de casualidad, pero luego, como nos daban la revista Ciclismo a fondo y ahí hablaban de las carreras, empezabas a seguirlas por televisión y poco a poco las ibas conociendo.

Era la época de Marino, de Julián, Delgado… luego Indurain, Chiappucci… El perfil de corredor que me gustaba, un poco escaladores…

El perfil tuyo.

Sí. Era curioso porque, cuando entrenaban, casi siempre paraban en Igorre. Solían parar en la pastelería a tomar un café y ahí estaban Marino, Julián, Leaniz, Echabe alguna vez… Entonces les veías, veías las bicis… Era bonito, la verdad es que era bonito.

¿Dices que en tu familia no había cultura ciclista?

No, qué va. Mi aita era un trabajador. Tenía un taller con tres socios, que trabajaba hasta los sábados y entre semana podía estar hasta diez horas. La mía era una familia humilde, de trabajadores.

Lo mío fue de casualidad. Aunque antes también se practicaba más deporte. Yo ahora tengo dos críos, que están jugando al fútbol, que es más fácil. Pero, ahora en Durango, lo que es el ciclismo está muy mal. Apenas hay una escuela, hay muy pocos chavales… Igual hay más deportes, pero hay más dificultades para practicarlos. Hay que apuntarse a un club… es más complicado.

En mí época íbamos a una campa, poníamos dos jerseys o dos piedras, lo que querías y jugábamos allí. Luego venía el aldeano y nos quería matar. Nos pinchaba el balón, nos hacía de todo. También cogíamos las bicis y andábamos por ahí o cogías una pelota e ibas al frontón de arriba, que estaba abierto y jugabas a esku-pelota. Por tu cuenta podías hacer muchos deportes y ahora, si no estás apuntado a un club, es imposible.

Iban Mayo

¿Cuándo empezaste a ver que el ciclismo se te daba bien?

Pues a ver… La primera carrera me doblaron, la segunda la acabé y para la cuarta ya empecé a ganar. O sea que fue bastante pronto. Y luego ya he ganado carreras en todas las categorías y ahí ya tienes la ilusión de llegar a profesionales. No sabes si lo vas a lograr, pero sí tienes la ilusión.

¿Sí te planteabas la opción de ser profesional?

Todavía en cadetes no. Cuando veías carreras por televisión soñabas con estar ahí, con correr el Tour algún día. Además, en la época de Induráin daban las carreras enteras en La 2.

¿Y veías las etapas enteras?

Sí, alguna de montaña me gustaba verla entera y soñaba con estar ahí algún día.

Y luego fichaste, precisamente, por Banesto.

Sí, en juveniles estaba en el Arratia y luego pasé a Banesto.

¿Te ficharon después de verte en el campeonato del mundo juvenil?

No, me dijeron ya antes. Ese año había ganado un montón de carreras. En juvenil de primer año gané la Vuelta a Pamplona, que estaban Mancebo, Morras, que había sido campeón del mundo… Yo creo que ahí ya se fijaron. El segundo año gané más carreras y antes del campeonato del mundo ya contactaron conmigo.

En aquel campeonato del mundo fuiste cuarto. Ganó un corredor, Valentino China, al que yo, la verdad, no conozco.

Sí, luego no sé si llegó a profesionales. Fue un circuito muy duro en San Marino. Me acuerdo de que estaba Flecha, estaba Vicioso… Éramos juveniles y salíamos a entrenar cuando queríamos; bajábamos de San Marino, nos tomábamos un helado y subíamos… Luego veías a los rusos entrenando tras coche, los italianos tras coche mañana y tarde… Una preparación, una disciplina… Mientras nosotros estábamos tomando helados, salíamos a entrenar, nos picábamos entre nosotros un poco y vuelta. Nos lo tomábamos más como un juego.

Luego, en la carrera, yo me quedé con tres italianos. No sé si me ofrecieron que ellos hacían primero y segundo y yo quedaba tercero. Pero les dije que no, que yo quería ganar, porque la verdad es que iba fuerte. Entonces me atacó uno, luego otro y al final me reventaron. Ganó China, luego fue Basso y el tercero no sé si fue Nocentini.

¿Hasta entonces seguías con el equipo de Igorre?

Hasta juvenil de segundo año sí. Luego ya no tenía equipo. Estaba el Baqué, Olarra, Kaiku, Banesto… Tenías que ir a alguno de esos equipos.

Banesto te llama en el 96, que todavía estaba en activo Induráin. ¿Qué supuso para ti?

Pues imagínate. Induráin estaba ganando Tours y todo el mundo quería estar en Banesto. Además, en amateur tenía un equipazo. (Nota: estaban Mancebo, Lastras, Unai Osa, Sastre, Zandio…) De aquel equipo, quitando dos o tres, llegamos todos a profesionales. No sé por qué no pasó David Cancella, porque ganaba carreras. Algo debió de pasar ahí.

En ese equipo tan bueno, ¿cómo se decidía quién era el líder?

Ahí ganábamos carreras todos. Sí me acuerdo que, en mi primer año, pasó una cosa un poco fea; porque nos decían que era un equipo para crear corredores y dar el salto al equipo profesional, pero ya estaban firmados para subir Eladio (Jiménez), Mancebo y Lastras, aunque nadie lo sabía. Se tenía que dar oportunidad de ganar a todos, porque mandaban tirar de salida y ganábamos todas las carreras, pero al final se iba por resultados.

Creo que tampoco se acertó con el director, que era Alfonso Galilea, al que al final le quedó grande el cargo. Querían objetivos, querían ganar carreras y ganábamos por todos los lados, pero algunos no teníamos ninguna oportunidad. En mi caso, era el primer año y tenía que trabajar sí o sí. Luego nos enteramos de que a esos corredores ya los tenían firmados para profesionales y claro, ahí hubo gente que se sintió engañada, porque nos hacían trabajar para ellos cuando ya tenían el pase garantizado.

Está claro que te toca trabajar, pero nadie sabía que esos corredores estaban firmados y por eso Sastre se fue a la ONCE. Al final, en Banesto aprendí mucho, pero no fue la experiencia que creía que iba a ser.

Antes había aficionados de segunda, sub-23 y luego élite, pero en Banesto no corrías en segunda con tu categoría, corrías directamente en élite. Pasabas con 18-19 años y corrías con gente de 25 o 26, que eran hombres ya. Entonces el salto era muy grande. Aun así, hice buenos resultados y a final de año, me propusieron seguir un año más y al siguiente subir a profesionales.

Iban Mayo

En ese momento tuviste un accidente y estuviste tres meses en el hospital.

Eso es. Me tocaba hacer la mili y me había hecho objetor de conciencia en la Cruz Roja. Que fui tonto, porque luego eliminaron la mili y si llego a esperar, me habría librado. Me acuerdo de que mi padre me decía que me lo quitara de encima cuanto antes. Encima lo hacía en Igorre por las tardes, me llevaba bien con el que estaba allí y me dejaba libre para ir a las carreras.

¿Teníais algún tipo de ventaja por ser deportistas de élite?

Algo creo que sí había. A mí me dejaban el fin de semana libre y luego, creo que entraba de tres a diez. Cuando había un accidente o cosas así íbamos nosotros. Que ahora lo pienso y madre mía… Hacíamos un curso básico de sanitario y ya íbamos a atender a la gente. Unos cristos que yo no estaba preparado. Todavía no entiendo cómo era posible aquello. Éramos unos chavalillos que habíamos hecho el curso básico.

Recuerdo que mi primera salida fue un accidente en Zeanuri que uno había muerto, el otro estaba sin brazo… Fuimos tres, yo salgo con la camilla y de repente, veo que otro, viendo lo que había, se había dado la vuelta. ¡Claro, normal! No estábamos preparados.

¿Y cómo fue tu accidente?

Yo estaba en el coche para ir a la Cruz Roja. Se me cayeron las llaves a la guantera, me agaché a recogerlas, se me fue el volante y me di contra un muro. Tampoco iba muy rápido, pero era un Ford Fiesta, que se doblaba con nada. Me acuerdo de que se me quedaron atrapadas las piernas y me di con el volante en la cabeza.

No perdí la consciencia, pero sentía un dolor enorme en las piernas. Curiosamente, vinieron a rescatarme los compañeros que estaban en la Cruz Roja. No sé cómo, me quitaron las zapatillas y pude salir del coche, pero lo pasé muy mal. Las dos piernas fracturadas, un golpe fuerte en la cabeza, el codo también me rompí…

¿En el momento ya te das cuenta de que podrías no seguir andando en bici?

Sí, pero en ese momento tampoco piensas en la bici. En ese momento el bajón es grande. Estás en el hospital, con las piernas escayoladas; tenía también el hombro fisurado, que no podía girarlo y no podía ni valerme por mí mismo. Prácticamente, me tenían que ayudar para todo.

¿Ese accidente te ha dejado secuelas en tu carrera?

Bueno, luego me recuperé y bien. Secuelas físicas no tuve. Hombre, cuando me quitaron la escayola, tenía las piernas que casi no tenía músculo y tuve un proceso largo de recuperación. Pero no me dejó secuelas a largo plazo.

Y en ese momento te dicen en Banesto que no vas a seguir.

Pasé de que, si seguía haciéndolo bien, me iban a pasar a profesionales, a que ni siquiera me llamaran a ver cómo estaba. Unzué creo que sí me llamó o Echavarry, no recuerdo quién fue, pero el director de aficionados de entonces no. Hasta que un día me llamó para decirme que no seguía.

Le dije que, en ese momento, me daba lo mismo, pero que bastante me estaba diciendo como persona. Le dije que no creía ni que fuera el momento. Es que no me has llamado ni para preguntarme qué tal estoy. Encima me llamas para decirme que no voy a seguir. Pues tienes muy poca vergüenza. No sé lo que le pude decir, pero me importaba muy poco.

Me pareció de una calidad humana muy mala. Puedo entender que no quieras que siga, pero primero preocúpate por cómo estoy y luego ya me dices «mira Iban, pensamos que no vas a recuperarte para el ciclismo». Esto funciona así y lo puedo entender. Pero no me has llamado en tres meses y me llamas para decirme que no voy a seguir.

¿Ahí empiezas a correr por tu cuenta o es Baqué quien viene a buscarte antes de que empieces?

Me daba igual la bici, tampoco pensaba en eso. Hasta que un día, me acuerdo de que casi no podía andar, porque iba con silla de ruedas; no sé cómo, salí de casa, cogí la bici y me di una vuelta pequeña. Tenía las piernas que no tenía músculo, estaba en los huesos, pero me di una vuelta en bici.

Y luego el único que me llamó fue Sabino (Angoitia). Se había caído un corredor suyo, fue al hospital a verle y se pasó a verme a mí también. Pero me habían dado el alta y ya no estaba. Entonces, un día me llamó a casa y me dijo «oye, si quieres correr que sepas que aquí tienes un equipo y cuento contigo».

No tenía nada más y aparte, había agradecido un montón la llamada. Me había costado un montón volver a andar en bici y cuando recuperé un poquito, le dije «pues sí, ya está».

Iban Mayo

No era el Banesto, pero Cafés Baqué era un equipo importante en categoría amateur.

Muy importante. Estaba Banesto y luego estaba Olarra, que era como el filial de Euskaltel, luego estaba Kaiku y Baqué era de los más fuertes también. Lo que pasa es que había esa guerra entre Baqué y Olarra. Sabes que, para subir a Euskaltel, el trampolín era Olarra.

¿Olarra era antes Cafés Fortaleza? Porque David Etxebarria habló de la rivalidad entre Baqué y Fortaleza.

Claro, en su época era Fortaleza y luego fue Olarra.

Una vez que empiezas con Baqué, ¿necesitas un periodo de adaptación para recuperar tu nivel?

Sí, un año prácticamente, porque muscularmente perdí mucho. Me costó volver a coger fuerza en las piernas. Y el miedo también pesaba. Me habían operado del codo y tenía miedo de caerme. Hasta que un día me caí, me di con el codo y ya vi que no se rompía. Ahí se me quitó ese miedo.

Pero recuperarme me costó prácticamente una temporada ciclista entera. Había carreras que estaba mejor; otras, peor, en algunas incluso que me tuve que retirar. Nunca estaba al nivel que había estado antes.

¿No llegaste a recuperar el nivel de antes del accidente?

No, durante ese año no. Había días que andaba bien, pero no gané ninguna carrera. Fue un proceso largo de recuperación. Me costó volver a mi nivel y sentir el cuerpo como lo sentía antes.

Tus padres te llevaron a que te viera la bruja de Burlada.

Sí, pero eso fue porque andaba con anemias. Era una mujer muy conocida. Iba a verle gente con todo tipo de problemas. Gente con enfermedades terminales, con cáncer…

¿Te trataba con hierbas y demás?

Sí. Es verdad que yo no confiaba mucho en eso, pero, no sé por qué, yo andaba con muchas anemias. Fue un año muy complicado.

¿Qué año fue eso?

En mi segunda temporada en Banesto, antes del accidente. Estaba débil y agotado todo el día. Tomaba hierro, pero no remontaba. No sé de dónde saldría el nombre de la mujer esta, pero ahí fuimos.

No recuerdo lo que me hizo. Te tocaba y luego te mandaba unas hierbas medicinales. No sé si sirvió para algo, porque luego tuve el accidente de coche, pero ahí fuimos.

Yo tampoco creía mucho en eso, pero es verdad que me metió en una habitación que había una chica, me dijo que cerrara los ojos y le pasara las manos por encima. Yo no le tocaba, pero sí noté mucho calor en un sitio y era que ella tenía cáncer en el pecho. Es verdad que, sin tú contarle nada, sabía mucho de lo que habías vivido.

Tu segunda temporada en Baqué creo que Sabino la prepara para lanzarte a profesionales.

Sí, la verdad es que él tenía mucha confianza en mí y al principio no me pidió nada. Recuerdo que, la primera vez que nos vimos después del accidente, yo fui con muletas. Que solía decir «he fichado a un cojo». Luego me vio entrenando, vio todo el proceso y no me exigió resultados; tenía claro que conmigo era un trabajo a largo plazo, que ese año no iba a tener resultados y no los tuve. Pero, al año siguiente, con la base de haber corrido un año completo, tenía claro que podía rendir. Lo tenía más claro que yo.

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¿Y ese año te preparó un calendario pensado para que te vieran los equipos profesionales?

Ahí había un tema, porque en Baqué estábamos limitados; no nos querían en Euskaltel. En su día David no sé si había tenido una oferta de Euskaltel y se fue a la ONCE. Entonces Madariaga pensó que le había dejado tirado y le hizo la X a Baqué.

Todo corredor de Baqué, por mucho que destacara, no iba a pasar a Euskaltel. Entonces, los mejores corredores estaban en Olarra, porque era más fácil pasar a Euskaltel y competir contra ellos era muy complicado, porque, como bloque, nos ganaban.

Sabino pensó: vamos a hacer el calendario nacional, intentando que seas el mejor corredor de España en el ranking, así no se limitan tus opciones al Euskaltel. También corrí por aquí, pero empecé en Santander, luego fui a Zamora… Buscamos un calendario más nacional, con el objetivo de ganar carreras y que algún equipo profesional se fijara en mí.

¿Y cómo es que terminas en Euskaltel?

Mira, salí como el mejor corredor de España, el número uno del ranking. Pero Vitalicio tenía solo un año más de contrato en el equipo y Mínguez no me podía firmar. La ONCE no me quería, Kelme tampoco… Luego, Unai Larrea me hizo una entrevista en Deia y el titular fue «No entiendo cómo el mejor corredor vasco no tiene sitio en el equipo de casa» o algo así. Eso debió de calar hondo, porque lo leyó Pelayo Serrano, que estaba en Euskaltel y pensó «a este hay que ficharlo», porque Madariaga no me quería.

¿Pero la negativa de Madariaga era solo porque eras corredor de Baqué?

Madariaga era o estás conmigo, o estás contra mí. No tenía término medio. Luego me contaron que le decían que no le iba a quedar más remedio que ficharme y respondía «¡por encima de mi cadáver!».

Pero él sabía que tú eras un corredor muy prometedor.

Mira, ese año gané una carrera en Zamudio. Me acuerdo de que iban escapados tres Olarras. Les cogí subiendo al Vivero y les gané al sprint. Estaba concertado que él entregara los premios, pero cuando subí al podio no aparecía. Desapareció. Fue así.

Al final yo fiché por presión de Pelayo. Ya había acabado la temporada y me llamó Sabino a casa. Me dijo «ya tenemos equipo. ¿A qué no sabes cuál?». No tenía ni idea, «en Portugal o así» le dije y me contestó «No. Euskaltel-Euskadi». «¡Cállate!», le dije.

Luego fuimos a comer a un txoko, aquí en Durango. No vino Madariaga. Vino Julián (Gorospe), que estaba de director y vino Pelayo y firmamos aquí, en el txoko. Pero yo fui porque quería ir a Euskaltel, no por Madariaga, porque no me quería.

Luego hubo una guerra ahí, porque querían echar a Miguel (Madariaga) del equipo. Ahí Pelayo y Rubén salieron mal. Miguel tuvo un contacto político y Pelayo y Rubén (Gorospe) salieron de Euskaltel. A mí Miguel me cogió en una concentración en Derio, me arrinconó y me dijo «Que sepas que vuelvo a tener todo el poder». Yo le dije: ¿Eso qué quiere decir? Que cuando puedas me vas a echar, ¿no? «A buen entendedor…» me respondió.

Pero una vez que ganas Midi Libre, Clásica de los Alpes y tal, sí que te renueva.

Pero no por él. El médico le dijo «este es bueno, renuévale», pero él no quería. Aun ganando Midi Libre, Clásica de los Alpes… no me quería renovar. Primero porque venía de Baqué, luego porque él creía que yo me había posicionado con Pelayo y esa parte y porque no me tragaba.

¿Con Julián la relación sí que era buena?

Julián era una marioneta de Miguel. Yo con él me llevaba bien, normal.

Pero no te trataba de manera diferente por venir de Baqué.

Me trataba normal. Lo que pasa es que, lo que le decía Madariaga, él lo hacía.

¿Para ti qué suponía fichar por Euskaltel?

Pues no me lo esperaba, pero me hacía ilusión, porque era el equipo de casa y al final, todos queríamos pasar ahí. Pero yo sabía que no iba a estar bien. Mucho tenía que hacer para que me fuera bien. Pero me habían dado esa oportunidad y no la iba a desaprovechar.

No me hicieron faenas, pero sabía que no iba a estar bien. Me mandaron a correr a Portugal, a carreras de Francia que nadie quería ir. Sabía que tenía el peor calendario. Otros viajaban en avión y nosotros teníamos que ir en coche. A mí y a unos cuantos más nos mandaron a hacer el calendario B y ya cuando empiezas a ganar carreras, te vas dejando ver.

Iban Mayo

¿La clave fue la victoria en la Midi Libre?

Sí, claro, esa fue una clave. Pero fíjate que, aun así, yo estaba ganando y no me llevaron a la Euskal Bizikleta, que creo que estaba para ganarla. Porque ya había hecho segundo en una carrera en Portugal, había ganado Midi Libre, Clásica de los Alpes y estaba andando bien. Le pregunté a Julián a ver qué iba a correr y me dijo que Dauphiné. «Pero si estoy para ganar la Euskal», le dije, pero me mandó a la Dauphine, a ver si la vas a liar más (risas).

¿A la Milán-San Remo y Roubaix te enviaron también por estar en el equipo B? Porque son carreras que se adaptan muy poco a tu perfil como ciclista.

Sí. En esa época no te obligaban a correr todas las carreras, entonces fuimos a San Remo, no fuimos a Flandes y fuimos a Roubaix. De novatos totales. Íbamos con dos cintas de manillar, unos tubulares de 25, que en la primera ronda nos fuimos cuatro al suelo. Encima era el típico día malísimo de Roubaix. Porque los primeros cien kilómetros, más o menos, eran llanos, por carretera y ya ibas patinando.

De repente, cuando llegaba el primer tramo de pavés, el pelotón se pone como si fueran a llegar a meta, en fila de uno a 50-60 por hora para entrar a un tramo de pavés que veías a lo lejos que se estrechaba tanto, tanto, que parecía un embudo y con una capa de barro que no se veía el pavés. Yo dije «aquí no entro yo». Frené y les dejé que fueran para adelante. La gente por la cuneta, uno que se fue al suelo y yo dije «hasta aquí hemos llegado». Me podía caer y romperme algo y me hubiera jodido todo el año.

No te entraron ganas de repetir.

No era mi carrera. Tenía más que perder, que ganar.

Ese mismo año debutaste en La Vuelta.

Sí. Me ofrecieron correr el Tour del Porvenir o La Vuelta y elegí La Vuelta.

¿Hubieras ido como líder al Tour del Porvenir?

Sí, seguramente sí.

Entonces ya te habías ganado un respeto dentro del equipo.

Sí, la verdad es que, no sé por qué, al final sí me dejaron elegir Vuelta o Tour del Porvenir. Era mi segundo año, ya había renovado con ellos, entonces era diferente. Me dejaron elegir y preferí la Vuelta a España.

Tengo la sensación de que el Tour se te daba bastante mejor que la Vuelta.

Bueno, puede ser. En realidad, la montaña de la Vuelta a España es explosiva, no es una montaña como la de los Pirineos o los Alpes, que te va desgastando. Puertos de 20, 25 kilómetros, que para el que es escalador te vienen mejor. Al final, en la Vuelta a España son puertos de 4-5 kilómetros, que te permiten llegar más entero. En el Tour son puertos entrelazados de muchos kilómetros, de porcentajes altos, lo que yo llamo auténticas etapas de montaña, que al final llegas zurrado. Claro, para el escalador es mucho mejor.

¿Y el Angliru qué te pareció?

Una burrada, una burrada. Además, el año que subimos llovió. Me acuerdo de que nos pusieron tres platos, que no sabías ni a dónde ibas. Patinaba la rueda, tenías que ir sentado y no se veía nada. ¡Una salvajada!

Y lo peor no fue eso. Lo peor fue que teníamos que bajar, porque el autobús no podía llegar hasta arriba. Me acuerdo de que Julián quemó el embrague del coche también. Entonces teníamos que bajar en bici, mojados, con unas pendientes… que casi lo pasabas peor que subiendo. Aparte, entrabas a la curva, soplaba mucho aire y tú ibas frenando a tope, helado de frío. Muchas curvas tuve que poner el pie en el suelo. Aquello fue una burrada.

¿Ese tipo de puerto no se adaptaba a tus características?

Bueno, sí. Hice cuarto, creo. Pero tampoco me cogió en mi mejor momento. No era un puerto que me gustara mucho, la verdad.

Luego llegamos al 2003, que desde la Itzulia te sale todo perfecto.

Sí, yo diría que ese fue mi mejor año. Había estado en Benidorm entrenando y no sé por qué, desde Murcia empecé a ir muy bien. Luego Semana Catalana hice quinto y llegué muy bien a la Itzulia.

A nivel de afición, ¿notas que la Itzulia tenga repercusión?

Joe, era ganar la Itzulia y con el equipo de casa. Era una carrera Fuera de Categoría. Entre las carreras de una semana, de las más importantes y encima corriendo con el equipo de casa. Todo eso hizo que sí, sí, fuera muy importante.

¿Para la Itzulia ya había empezado la Marea Naranja?

Sí, yo creo que empezó ese año. O no, porque cuando ganó Laiseka ya estaba. Eso sí que fue un buen marketing, porque regalaban niquis naranjas y al final, Euskaltel consiguió juntar a toda la afición y lo que se veía era todo naranja. Era muy emocionante y muy bonito. Hizo que los aficionados se hicieran de un equipo, como si fuera el Athletic o la Real.

¿Vosotros os sentíais un poco diferentes dentro del pelotón por correr en Euskaltel?

Sí, sí, claro. Claro que se notaba. Sobre todo en los Pirineos, siempre estaba a reventar de naranja y para nosotros la verdad es que era una pasada.

Iban Mayo

Después de ganar la Itzulia quedaste segundo en Lieja. ¿En algún momento viste la posibilidad de ganar?

Pues sí. Porque arranqué en San Nicolás y estaba con Boogerd y con Hamilton. Coronamos los tres y ya nos fuimos. Luego era una curva a derechas, yo hice un recto, me salí y perdí un poco ahí. Hamilton no sé qué hizo, pero cogió unos metros. Yo cogí a Boogerd y lo teníamos a 20 metros, pero no me relevaba. Pensaba que se iba guardando, pero luego se quedó y no llegué a alcanzar a Hamilton.

De hecho, tú le reclamabas un relevo a Boogerd.

Sí, le pedía relevo todo el rato. Claro, él era un clasicómano y yo pensaba que se estaba guardando, pero no. Teníamos a Hamilton muy cerca, pero fue tarde ya. Me dio pena, porque me despisté en aquella curva, el suelo estaba mojado y este aprovechó para arrancar. Si no, hubiéramos llegado al sprint y ahí no sé quién habría ganado.

Nos decía David Etxebarria que, si haces algo destacado en la Lieja, en Bélgica te conoce todo el mundo.

Yo eso no lo sé, porque tampoco he corrido mucho allí, pero la verdad es que la afición es increíble. Es una pasada, porque van a la carrera en autocaravana, sobre todo en La Redoute y se pasan una semana ahí, porque antes se corre Amstel y Flecha. Esos días, estás entrenando y ya ves a la gente con la autocaravana, gente que se acerca al hotel a pedirte fotos…

Ese mismo año haces una Dauphiné muy buena y quedas segundo detrás de Armstrong. ¿Qué ha supuesto Armstrong para ti?

¡Joder, pues me ha quitado muchas carreras! (risas) Seguramente hubiera tenido mucho más palmarés si no hubiera estado él. Pero, al final, si la gente me recuerda, también es por las batallas que he tenido con él. Al final, era el corredor que dominó aquella época y con soltura.

Era curioso, porque hicimos País Vasco y demás y me preguntaron qué quería correr, si la Euskal o Dauphiné. Yo pregunté «¿dónde corre Armstrong? Pues ahí voy». Por eso me empezaron a decir lo de «Gallo». Todavía no había corrido contra él. «¿Le vas a ganar o qué?» Me decían en el equipo. Y yo «no sé, no sé si le voy a ganar, pero está haciendo historia y yo quiero correr contra los mejores».

Esa Dauphiné gané dos etapas, hice segundo en otra, gané la montaña y la regularidad. Menos la general, que la ganó él, gané todo. ¡Fue una pasada! Además, estaba andando increíble, pero él andaba más.

Tiene fama de ser una persona muy autoritaria. ¿En la carrera era así también?

Sí, era un villano corriendo. No se relacionaba con nadie. A mí, alguna vez, en la salida, sí me hablaba, pero iba a lo suyo. Con su equipo y poco más. Me acuerdo de que, en una etapa de la Dauphiné, íbamos bajando y, no sé qué le pasó, se enganchó y se cayó. Y los franceses arrancaron. Pero arrancaron porque íbamos en la fuga. Él entró y no sé qué dijo, pero les montó una bronca de mucho cuidado.

O sea que era un poco caudillo.

Sí, sí. Él estaba enfadado porque habían arrancado. Bueno, te has caído tú, pero si se cae otro y arrancan, ¿qué pasa? ¿Porque seas Armstrong hay que esperarte y si me caigo yo o se cae otro, que va el 120, no importa? Todos somos iguales, ¿no?

Entre los fotógrafos también tiene muy mala fama. ¿Cuántos retratos has visto de él? (interviene Andoni Lubaki)

También iba con el gorila de seguridad, aquel que apartaba a todos.

Y Sheryl Crow solía ir al Tour.

Una vez coincidí con ella en el ascensor, que también iba con seguridad. Estábamos en el hotel, voy al ascensor, para, ¡pin! Se abre y ¡ahí va!… Además, tenía una canción que a mí me gustaba. Que luego, en persona, no era igual que en televisión.

Claro, ese tipo de visitas tampoco era habitual en el ciclismo.

No, pero él ya había ganado unos Tours y estaba muy metido en el mundo de la política. Estaba con el Clinton este y le gustaba estar ahí. Hacía mítines de la fundación que había abierto contra el cáncer y ya estaba… Él se creía que estaba por encima del bien y del mal. Tenía la fundación, que le iba muy bien, tenía la historia de superación… Entonces a él le gustaba mucho, no sé si el rollo político, pero sí tener buenos contactos. Vendió su imagen de esa manera.

 

Y como ciclista, ¿cómo crees que hay que valorarlo a día de hoy?

Él se ha entrenado y se ha cuidado como el que más. Tenía unas posibilidades y unos medios que nadie tenía, pero, aparte de eso, llegó a subir Alpe D’Huez siete veces, entrenaba como el que más. La gente tiene una imagen de él que muchas veces no es la real. Ha entrenado y se ha cuidado como todos lo hacíamos o incluso más.

Decían que salía el equipo a entrenar y él se hacía una hora más tras coche. No dejaba nada a la improvisación, todo lo preparaba. Lo que pasa es que tenía la mejor economía y podía ir con el mejor médico, con el mejor material, con los mejores medios, y al final, todo suma, ¿no? Pero era así.

Claro, si lo que tenía eran mejores medios, mejor doping, hay una diferencia que sobrepasa…

Lo que tenía era más poder. En el fútbol hablamos del Madrid, hablamos del Barcelona y no puedes compararlo con el Athletic. Él tenía los mejores medios porque tenía dinero, evidentemente. Es como todo. Tenía dinero para pagar los mejores nutricionistas, médicos, masajistas, compañeros de equipo y todo, es verdad. Al final eso también hace diferencias.

Y es verdad, cuando un médico es mejor, más caro es. Y si tú ganas 5 y el médico vale 10, no te lo puedes permitir, pero si él gana 20, el médico se va a ir con él, es así. Y al final, si tú eres bueno y vas con los mejores, siempre va a ser un punto a tu favor, ¿no?

Sí, pero lo que debería ser normal en la competición es que todos tuvierais los mismos medios y que al final gane el que mejor esté.

En teoría sí. Pero ahora también hay muchos escalones. Joder, yo me acuerdo de gente que fichó por el equipo Ineos porque fue el primero que trajo no sé qué camión, no sé qué historias, que lo calculaban todo. Gastaban en esa investigación, ¿no? Era algo que antes no se hacía.

Y decían que era una pasada todo lo que habían estudiado, lo que tenías que comer, lo que debías entrenar… Porque tenían un presupuesto e invertían en ello. En otros equipos no lo tenían y no podían hacerlo. Y eso al final es una ventaja a tu favor. Igual que las bicis se han mejorado, todo influye y todo cambia.

¿Crees que con el World Tour se ha ahondado en esas diferencias? Que los equipos con más presupuesto, al final tienen mejores corredores, mejores medios…

A mí lo que me da pena es que se han juntado dos o tres equipos con mucho presupuesto y los mejores ciclistas corren, prácticamente, en los mismos equipos. Como hemos visto en el Jumbo o en el UAE.

Claro, si estás cogiendo al quinto del Tour y al tercero para que trabaje para el que ha hecho primero, pues, al final, te estás quitando a rivales y estás jugando con el espectáculo en la carrera, ¿no? ¿No se van a pelear entre ellos, no? Esa es la pega que he visto, que tenían que estar los corredores más diversificados en varios equipos.

En tu época sí que estaba más diversificado. El U.S. Postal era el único que tenía un presupuesto mucho más alto.

Sí. Luego estaba Telekom, pero no había tanta diferencia como ahora. Euskaltel era el que menos presupuesto tenía de los que estaban en el Tour.

¿El Tour del 2003 crees que fue una especie de quiebre en tu carrera?

Sí, sí. El Tour lo es todo. No tiene nada que ver con ninguna otra carrera. Allí se concentran todos los medios, todas las televisiones y lo que hagas allí tiene una repercusión enorme. Es como los Juegos Olímpicos o el Mundial de fútbol.

¿Y tú te veías bien ese año?

Sí, sí. Que iba a ganar no pensaba, pero llegaba bien. Después de todo lo que había ganado anteriormente, la verdad es que estaba muy bien.

En la etapa de Alpe D’Huez hay un momento que me llama la atención, que es el inicio de subida que hizo el US Postal, que es impresionante.

Sí. Yo creo que ya lo tenían pensado. Entonces era cuando te podías quitar el casco en el último puerto y cuando llegaba el momento, nos lo quitábamos. Había un sitio a pie de puerto para echar los cascos. Me acuerdo de que me lo estaba quitando y empezaron a tirar a tope… ¡Madre mía! Se cortó el pelotón y yo tuve que ir de atrás para adelante. Empezaron a subir muy rápido y era algo que no esperábamos nadie.

Este tipo de cosas, como atacar en el avituallamiento, ¿no están mal vistas en el pelotón?

Sí, están mal vistas, pero ha habido corredores que lo han hecho. El primer año que estuvo Euskaltel en el Tour, el año que ganó Laiseka, al tercer día se hizo un abanico en el avituallamiento, no recuerdo quién fue, pero entró todo el equipo a veinte minutos.

Virenque hacía eso mogollón (interviene Andoni Lubaki).

La verdad es que no es lo normal y yo pocas veces lo he visto, pero no está bien. Nadie esperaba que se empezara a subir así. Nadie lo esperaba.

Pero a ti sí te da tiempo a reaccionar y no te descuelgas del todo.

Bueno, la gente se fue descolgando y yo fui pasándoles, pero tampoco me obsesioné con coger a los de adelante. Ya sabía que no se podía subir así hasta arriba. Era impensable. Entré un par de kilómetros más adelante y la gente fue entrando detrás. Entró Beloki, entró Haimar (Zubeldia), entró más gente.

Iban Mayo

Luego se puso Heras a tirar, que entiendo que, después de haber hecho una selección, pretendían controlar la subida. Y ataca Beloki.

Sí. Entró Beloki por detrás y arrancó. Heras se puso a tirar y luego Lance tomó el mando. Ahí nos quedamos él, Hamilton y yo. Fue cogerle a Beloki y aproveché yo para arrancar.

¿Fue un ataque improvisado? Porque estabas todavía a siete kilómetros de meta.

Sí, pero era el momento. Porque se había empezado a subir rápido. Se hizo la selección desde abajo, luego se le dio continuidad y Beloki arrancó. La verdad es que Joseba ese año estaba muy valiente. Cuando le cogimos hubo un parón y yo dije «esta es la mía». La carrera ya está rota, está lanzada, voy bien, ¡pues venga, valiente para arriba! Luego, la verdad es que se me hizo largo, pero era el momento y fui para adelante.

Yo creo que ese es uno de los momentos más icónicos del Tour, por lo menos en el País Vasco. Además, atacas con el maillot abierto, que parecía que ibas volando.

Sí, la verdad es que luego he visto las imágenes y está muy bien; iba bastante rápido sí. Eran otros tiempos, sin casco ni nada de eso. La verdad es que me encontraba muy bien. Recuerdo que los últimos tres kilómetros ya bajé un poco el ritmo, porque se me hizo un poco largo, pero tenía bastante ventaja.

Cuando ves que tienes mucha ventaja, ¿piensas en la general o piensas en disfrutar?

Nosotros habíamos perdido mucho tiempo en la contrarreloj por equipos, que siempre era nuestro handicap. Entonces, en la general estaba bastante lejos y en el último kilómetro empiezas ya a disfrutar un poquito. Porque, al final, has ganado Alpe D’Huez, con la etapa que es y dices «esto hay que saborearlo, hay que vivirlo» y disfruté un montón, la verdad.

¿Qué recuerdas de ese momento? Cuando ya la carretera se pone más llana y sabes que vas a ganar.

La emoción, el sueño cumplido. Yo me tragaba el Tour de Induráin desde el principio hasta el final; las 5 horas que daban de transmisión en La 2 y siempre soñabas con estar ahí. No te digo ya ganar una etapa de montaña en el Tour. Eso es algo que no se olvida.

¿Qué te decían desde el coche?

Pues no recuerdo, la verdad. No sé, porque creo que además me quité el pinganillo, porque, con toda la gente que había, tampoco escuchabas mucho. El pinganillo me lo solía quitar. Pero ahí ya vas enfocado en lo tuyo. Creo que Julián no me hablaba desde el coche, ¡había tanta gente…!

No ganas una etapa cualquiera, ganas en Alpe D’Huez. ¿Cómo es el momento en que llegas? Imagino que será un caos.

No, no llegan y te meten el micrófono. No es como otras carreras, que puede haber varios periodistas esperando. El Tour está muy bien organizado. Llegas y está tu auxiliar y si has ganado, te llevan a una carpa, que están todos los medios allí, tanto prensa, como televisión. Después, en el hotel, sí que estaba el teléfono sonando. Normalmente, los medios se desplazan al hotel, pero al terminar la etapa ya está todo concertado y mejor así, porque si no es una locura.

Antes hablábamos de que Armstrong se enfadó en la Dauphiné porque se cayó y no le esperabais y unos días después de Alpe D’Huez, en la etapa de Luz Ardiden, se tropieza con un espectador, tú te caes detrás y sí, se le esperó.

Sí. Yo arranqué en Luz Ardiden y él me cogió y me sobrepasó. Me puse a rueda y se enganchó con la gorra de alguien, se le metió en la maneta y se cayó. Luego yo quise remontar, me quiso empujar uno, me metió la ikurriña por el freno… Un poco caos fue. El que quiso esperar creo que fue Hamilton.

Hamilton hizo un gesto con los brazos para frenar a la gente.

Armstrong había pasado agonía antes en el Tourmalet y ahí pensaría «¡de puta madre! ¡Esta es la mía! Subo despacio y todos de la mano». A él le vino bien, porque no iba bien y Ullrich dijo bueno, pues vale. Pero fue porque le interesaba a él y sí se le esperó. Se paró, digamos.

¿Crees que ahí pesó el carácter de Armstrong?

Estas cosas te pillan un poco en shock, porque había habido una caída. Una vez que estábamos los dos en el suelo, nos pasaron. Entonces se quedaron como ¿ahora qué hacemos? No sabían si dar continuidad o no y bueno, el otro dijo vamos a parar y paramos.

¿En algún momento os planteasteis correr el Tour para ganarlo? Porque, después de la etapa de Alpe D’Huez, te quedaste a un minuto diez de Armstrong.

No, porque quedaban una o dos contrarrelojes largas y era imposible. Armstrong estaba a tu nivel en la montaña y en la contrarreloj te sacaba un minuto o dos tranquilamente. Y luego tenía el mejor equipo para controlar todas las circunstancias.

¿En algún momento sentiste que a ti te tratara de manera diferente?

A mí ya me conocía de Dauphiné y sí es verdad que me tenía respeto, porque además sabía que yo no me casaba con nadie y si podía arrancaba y tenía mi forma de correr. Él sabía que yo siempre iba de cara, entonces me trataba con respeto. Sabía que no me achicaba, que siempre que me sentía bien, arrancaba y no me intimidaba para nada.

Iban Mayo

El día de Alpe D’Huez, al llegar a meta, dijo que podías ganar el Tour, que no eras el principal favorito, pero que no había que descartarte.

Él siempre ha sabido que Ullrich era su máximo rival. Incluso Beloki aquel año. Ya sabía que a mí, en la contrarreloj, un minuto o dos me iba a meter. Que yo no era un rival para la general. Ya había perdido mucho tiempo en la contrarreloj por equipos. Quedaban dos contrarrelojes largas y otros dos minutos me iba a meter.

¿La contrarreloj se puede entrenar?

Sí, y ahora se está viendo. Con tanto túnel de viento se puede mejorar mucho la posición.

Te lo comento porque perdías mucho tiempo en la contrarreloj y a Euskaltel se le daban mal las cronos por equipos.

Porque, al final, éramos escaladores. Yo pesaba 58, 60 kilos y Armstrong pesaba setenta y algo. Los cuerpos son diferentes. Era más alto que yo y más corpulento también. Movía más desarrollo y es así. Sobre todo las contrarrelojes largas, al final tampoco los preparábamos muy bien.

Nos centrábamos en la montaña y tampoco le dábamos mucha importancia, ni al material, ni a cómo había que afrontarlo. En el tour, las contrarrelojes son 50 o 60 kilómetros y son duras, porque vas solo y a tope. Ves en un cartel que llevas 15 kilómetros y vas reventado. Te quedan 45 a meta y psicológicamente se hacen muy duros. Además, con un calor terrible.

¿En ese Tour se da un cambio en la importancia que tenías en el pelotón?

Sí, claro. Hacer algo en el tour te pone en el mapa ciclista. Hay gente que sigue todas las carreras y gente que solo sigue el Tour. A mí ya me conocían, pero al ganar en el Tour, te conocen mucho más.

Hasta entonces David era el líder de Euskaltel, ¿en ese momento Haimar y tú ya pasáis a ser los líderes del equipo?

David había venido de la ONCE y con su fichaje se dio un salto de calidad. Fue el primer fichaje así, importante, que hizo Euskaltel. Luego salimos Haimar y yo, también estaba Laiseka, con otros perfiles diferentes a David y al final se coge el peso del equipo.

Al año siguiente haces una primavera muy buena. Pero hay una etapa en la Vuelta a Asturias, que le he escuchado decir a Markel Irizar que es uno de los mejores recuerdos que tiene con Euskaltel.

Venía de ganar en Alcobendas y Subida al Naranco, entonces era favorito para la Vuelta a Asturias.

Pero el primer día Cárdenas se metió en una fuga. Le dije a Julián que era mejor tirar, porque Cárdenas era un corredor bueno, pero me dijo que no. Al final llegó con un minuto y medio de ventaja. Yo tenía un enfado terrible, porque era el mejor en esa carrera, pero a ver quién le quita un minuto y medio a Cárdenas.

Quedaba la última etapa, Julián me dijo que tenía un repecho empedrado en Cudillero en el que podíamos probar. Hubo gente que arrancó, yo remaché y me fui solo. Me esperó Gorka (González), tiró unos kilómetros y ya me fui solo. Me sentía con unas piernas increíbles. Llegué hasta los escapados, se pusieron a rueda y se fueron quedando todos menos Mancebo y Perdiguero. Llegué con ellos a meta, con dos minutos y pico de ventaja. La verdad es que no me lo esperaba, pero fue de mis mejores días en bici.

Nos habían puesto a Markel y a mí juntos en la habitación. ¡Me dio una noche! Yo le decía «Markel, habrá que dormir. Apaga la luz» y no callaba. Al día siguiente me dijo había ganado por eso, «como te he tenido toda la noche de palique, has salido como un tiro».

La Dauphiné de 2004 es otro de los momentos brillantes de tu carrera. De hecho, empezaste ya ganando el prólogo.

Siempre ganaba el prólogo. Era en subida, luego llano y acababa con una subida. Siempre eran así los prólogos en Dauphiné. Cortos, de 5, 6 kilómetros.

Luego te exhibes en una cronoescalada al Mont Ventoux. ¿Sabes que todavía tienes el récord de la subida más rápida?

Sí, sí, tengo el récord. Me acuerdo de que hacía un calor tremendo. Salíamos al mediodía y la verdad que sí, me sentí muy bien. A Armstrong le metí dos minutos, pero sí recuerdo que fue un día de mucho calor.

Después de aquello pasas a ser favorito para el Tour.

El Tour era un mes o 15 días después y además, Dauphine siempre calcaba un poco el recorrido del Tour. Ese año había una cronoescalada a Alpe D’Huez y había menos contrarreloj. Entonces el recorrido se me daba mejor y llegaba bien después de haber ganado en Dauphiné. Por eso me pusieron la etiqueta de favorito. Que yo nunca lo creí. Ya sabía que, por mucho que le hubiera sacado dos minutos a Armstrong en el Mont Ventoux, ganarle en el Tour era imposible.

Iban Mayo

¿Es mucha presión ser favorito para el tour?

A mí la verdad es que me desbordó. Me desbordó. Ahora está todo más organizado, pero Euskaltel en ese momento fue un caos. Yo me acuerdo de que tenía que cambiar de teléfono. Tenía 4 o 5 líneas, porque me llamaba todo el mundo. Ahora, en el equipo tienes un jefe de prensa que hace de filtro, pero entonces me llamaban directamente a mí.

Me estaban esperando debajo de casa, que sabían dónde vivía. Un día estaba entrenando y apareció una moto de una televisión. Fue una cosa increíble, que no me la esperaba. Eran medios no solo de aquí, sino de todo el mundo. Todos querían una entrevista, todo el mundo me llamaba. Cambiaba de línea y no sé cómo, me localizaban. Sabían dónde entrenaba, a qué hora… Fui a casa de mi novia y también estaban allí.

A raíz de eso, en el equipo sí cogieron un jefe de prensa, porque no puede ser que te llamen a ti directamente. Hoy en día tú no le puedes llamas a Pogacar. Hay un jefe de prensa en el equipo que junta a veinte periodistas y hacéis la entrevista el día que te dicen. En aquella época me llamaban a mí, tocaban el timbre de casa… Una cosa increíble. Y todo aquello me saturó.

¿En ese momento te hubiera venido bien que Euskaltel hubiera tenido apoyo psicológico?

A ver, tú estás preparado para correr, para cuidarte y no tener problemas, pero no estás preparado para atender a tanta gente, porque no era mi trabajo tampoco. Y es verdad que me hubiera venido muy bien alguien que filtrara todo eso. Porque yo me tengo que entrenar, tengo que comer, masaje… no me dedico a dar entrevistas. Encima, me llamaban y en el equipo me decían, cógele, cógele. Pero claro, si le cojo a este, no entreno.

¿Y al llegar al Tour qué pasó?

Me caí en un tramo que tenía pavés. Bueno, me tiró Benjamín Noval. Y me pegué un castañazo serio. Ahí perdí tiempo. Luego ya vi que no estaba bien, notaba que el cuerpo no iba bien. Estaba cansado y débil. Llega el primer día de montaña, que hicimos Tourmalet y La Mongie, e hice sexto o séptimo, pero no estaba bien o no estaba como yo esperaba.

En el día de descanso empecé a notar que tenía la garganta mal, con llagas e inflamación, y le dije a Miguel que estaba enfermo y que no podía. Es que no estaba para correr. Me fui para casa, me hice pruebas y mononucleosis, que luego me duró más de un año. La gente luego dijo que si era la presión, pero no fue así. Fue esto lo que me pasó.

Me comentaste que lo que contó David en Jot Down Sport no fue exactamente así.

Sí. Yo ya estaba mal y dije «me bajo». Tú ya conoces tu cuerpo y sabes cuándo estás bien y cuándo no estás bien y algo fallaba en mi cuerpo. Era un problema de salud, que me dolía al tragar y estaba débil. No es que me quede porque hay 15 o 20 que están mejor que yo. No tenía sentido seguir así.

Era una etapa de montaña con unos puertos terribles por medio y yo quedándome en el primer puerto. Yo dije «esto no es normal». Entonces me bajo. David me dijo «no te bajes, porque ha venido mucha gente solo a verte a ti». Ya lo sé, pero es que estoy hecho un cristo, no puedo.

Me senté en el coche, vino Julián, me echó agua y al final terminé la etapa. Pero no lo tenía que haber hecho, porque solo fue para perjudicarme más. Pero toda esa gente había ido a verme al Tour y llegué a meta por eso.

¿En ese momento pesa ese favoritismo que se te había puesto encima?

La frustración y la pena siempre la lleva uno. Porque había llegado muy bien y había sacrificado muchas cosas para llegar allí. De repente, todo lo que arrastraba, toda la gente que había ido a verme, los sueños que uno tenía… Al final se fue todo al traste y la verdad es que se hace duro. Y más por un motivo de salud, porque si te han ganado cinco, es que había cinco mejores y ya está. Pero no, era un problema de salud y ahí mucha gente dijo que la presión, que lo otro, pero no era así.

También, en el equipo no se filtró todo. Cualquiera podía opinar. No había un orden de información, de cómo transmitir las cosas. Yo le dije a Miguel que me iba porque estaba enfermo, pero tampoco se dijo que me retiraba por eso.

No había una información clara, no se me contaba a mí lo que se decía. La gente sacaba cosas que no eran reales, pero yo no podía salir a decir por qué me iba. Ahí tiene que haber un jefe de prensa, un orden y todo me lo comía yo. Veía que se decían unas cosas y pensaba «¿Cómo es posible? ¡Esto no es real!». ¿Que no podía con la presión? ¡Si he manejado la presión toda mi vida!

Un amigo, que es preparador físico, me comentaba que la preparación de los ciclistas está encaminada a que estéis en plena forma el día necesario y lleváis el cuerpo tan al límite, que tenéis una salud muy frágil y en cualquier momento podéis caer enfermos.

Sí, estás con las defensas bajas. Cuanto más en forma estás, más vulnerable eres. Los aires acondicionados de los hoteles te dan pánico. La bici no es solamente un ejercicio de cuatro o seis horas. Es todo el día. Luego hay un masaje, una alimentación, una recuperación… Tienes que cuidarte todo el día y al final, eres muy vulnerable, porque estás muy delgado, estás muy fino. Estás al límite de todo y tienes que tener mucho cuidado.

En el momento que sabes que tienes una mononucleosis, ¿no te hubiese venido mejor parar y recuperarte bien?

De hecho, ese año no corrí más. Pero no hay una medicación para esa enfermedad. Es cuestión de tiempo. Había días que me encontraba muy bien y otros muy mal y hay gente que le dura un año o dos y otra a la que le dura toda la vida. Yo, al año siguiente, tenía el cuerpo hinchado y me costó recuperarme.

Iban Mayo

Entonces, ¿en Euskaltel sí te dejaron recuperarte bien?

Es que no podía correr. No podía ni moverme. Físicamente estaba mal. Es una sensación extraña que nunca más la he tenido. Te sientes cansado, todo el día cansado y me costó mucho recuperarme.

¿Los ciclistas no tenéis miedo por estar demasiado frágiles y que podáis caer enfermos?

Pero no vas pensando en eso. No te queda otra. Es tu trabajo, no piensas en que te va a pasar eso. Piensas en que tienes que entrenar, prepararte y llegar lo mejor posible a la carrera. Evidentemente, un resfriado o una cosa así, en el momento cumbre de la temporada, te echa todos los planes abajo.

¿Y cómo se te pasó la mononucleosis?

No sé si tiene una cura, que creo que no, pero ahora está más controlado para que no te pase. Yo desconocía esa enfermedad hasta que la cogí, aunque debía de ser muy común y muy famosa entre los ciclistas. La enfermedad del beso se le llama también.

Al año siguiente, en el Tour, tuviste faringitis. No sé si era derivado de la mononucleosis.

Joe, pues no lo sé. 2005 fue un año malo y en 2006 llegaba bien, porque había ganado la etapa reina de Dauphiné. Pero me pasó lo mismo. Me quedé el primero en el Tourmalet, ¡ni los esprinters! No me lo podía creer. Ahí tuve faringitis y otra vez para casa. No sé si tendría que ver con la mononucleosis, pero tiene sentido. Porque de forma estaba bien, como demostré luego. Estuve en Burgos y Urkiola y gané y en Donosti estuve escapado hasta falta de poco para meta. Pero pasó lo del Tour y fue otro zasca.

Ese año dejaste Euskaltel. ¿Se reprodujeron los problemas que habías tenido al llegar?

Por lo menos, que yo sepa, no.

¿Te hicieron oferta de renovación?

Sí, lo que pasa es que, después de lo que viví y cómo se hablaba de mí, no quería seguir.

¿Pero eran los mismos problemas que antes?

No, lo que pasa es que parecía que solo corría yo. Sí, estaba también Haimar y había otros corredores con una ficha muy alta también. Pero siempre era yo el perjudicado, se hablaba mal de mí y acabé cansado. Como te decía antes, me sentía desbordado, en el sentido de que todo me lo echaban a mí en cara y no había un orden en el equipo.

Se hablaban cosas que no eran ciertas y no había nadie que pusiera un orden o lo justificara. Entonces yo dije, mira, no, no me compensa. Mejor me iba a otro equipo que había corredores mejores que en Euskaltel. En teoría mi papel iba a ser, no diferente, pero estaba Simoni y había otros corredores que no había en Euskaltel.

¿Tomaste antes la decisión de dejar Euskaltel o la de irte a Saunier?

Yo sabía que no iba a seguir en Euskaltel. Me dio pena, pero no me compensaba.

¿Y qué te ofreció Matxin?

No, estaba Sabino, con el que ya había estado en Baqué. Estaba como segundo director. Me dijo si quería ir y como ya le conocía, me había ayudado… me fui para allí. Fui con más corredores. Me llevé a Óscar como masajista y a Eneko como mecánico y vino Iker Camaño conmigo, que eran gente de confianza y además cambiaba de aires. Si llego a saber lo habría hecho antes, la verdad.

¿Y con Matxin qué tal? Me da la sensación de ser una persona que dirige desde un plano muy humano.

Bien, bien. Matxin es muy comercial, te va a decir siempre lo que quieres oír.

¿Y no prefieres un director así?

No, yo prefiero que me digan lo bueno y lo malo. Con respeto, claro. Pero, al final, no puede ser todo bueno. Cada uno tiene su forma de ser, pero un director tiene que implicarse en situaciones, en si no lo he hecho bien. No en no decir nada si no lo he hecho bien. En un trabajo es imposible que te puedas llevar bien con todo el mundo. Más cuando eres el director, siendo la cabeza visible del equipo.

Iban Mayo

Es curioso, porque pensaba que me ibas a decir todo lo contrario.

Ojo, que tiene su mérito. Al final, cada uno es como es. Yo estaba acostumbrado a trabajar de una manera y él lo hace de otra. ¡Y mira dónde está! Está ahí arriba y oye, genial.

Con Saunier vas al Giro por primera vez.

Sí, me dijeron para cambiar un poquito. Al final, estaban Riccò, Poepoli y Simoni, con la baza de Simoni para el Giro. Me dijeron que probara, porque por fechas me iba bien y en el Tour llevaba un par de años que no me había ido bien. Fui al Giro y la verdad es que me gustó. Es una carrera que se me podía haber dado bien.

¿Por qué Euskaltel no le daba tanta importancia al Giro?

Porque en esa época no te obligaban a correr las tres grandes y el Tour era todo. Para Euskaltel el Giro no tenía tanta repercusión. El Tour, en cambio, sale en todos los lados. En el Giro, por mucho que hagas, no te rinde igual. Entonces, si tienes la posibilidad de estar en el Tour, vas a ir. Pero, por carrera, por montaña y por fechas, yo creo que hubiese sido la carrera que mejor me iba.

Sí, creo que podías haber ganado algún Giro.

Sí, la verdad es que sí. Además, a ese Giro tampoco llegué demasiado bien, porque me fisuré las costillas en París-Niza y me costó recuperarme. Además, es una lesión bastante dolorosa, porque respiras y se te clava el hueso.

Llegué al Giro justo de forma, pero la manera de correr que hay en Italia, que se sale despacio y se aprieta al final, me permitió ir cogiendo la forma y pude ganar una etapa.

Cuando dices que te gusta el Giro, ¿te refieres al hecho de que sea una carrera más montañosa, que se adapta mejor a tus características o al ambiente que hay?

Primero por la fechas, que siempre se me daban bien. Luego, el calor a mí tampoco se me daba demasiado bien, aunque me terminé acostumbrando. También la forma de correr, que no hay tanta tensión como en el Tour. Se va más tranquilo. Van poco a poco y aprietan al final. Ya te digo, corrí solo uno y me quedé con pena de no haber corrido más.

Porque, por ambiente, sí que es parecido al Tour, ¿no?

Sí, sí, sí, es una pasada cómo lo viven los italianos. Cómo animan y cómo lo sienten en Italia. Es pasión, el ciclismo es pasión. Más que en La Vuelta y casi al nivel del Tour. Lo que pasa es que solo van italianos.

¿Cuando ganaste esa etapa del Giro tuviste la sensación de que podías volver a tu mejor nivel?

La verdad es que me encontré bien y al final, siempre te haces ilusiones. Fui de menos a más y lo que sí que hizo fue darme mucha moral.

¿Al Tour llegaste bien? Si no recuerdo mal, estuviste bastante adelante en las etapas de montaña.

Sí, bajé de peso y llegué bien. En una etapa que ganó Rasmussen, yo hice segundo y las otras estuve bastante decente, la verdad.

Termina el Tour y te anuncian el positivo. ¿Cómo encajas la noticia?

Pues me llega la información de que había dado positivo en el Tour y luego me llamó Matxin para decírmelo, que ya estaba en todos los medios.

¿Tú te enteras por el equipo?

No sé si no me llamó antes algún periodista. No lo sé, no me acuerdo. El caso es que pido el contraanálisis. Y es curioso, porque da negativo. Entonces deciden por parte de la UCI que van a hacer un tercer análisis, que eso nunca se ha dado.

Pero en el momento en que te enteras, ¿cómo lo recibes?

Pues mal, me sentí mal. Es una noticia que no esperas oír nunca. Otra vez un mazazo enorme, en el que te aíslas, en el que lo das todo por perdido y es lo último que quieres escuchar, que te pasa eso. Mal, muy mal, la verdad. Ya piensas que se acaba tu carrera. Pero bueno, también piensas que eres inocente y que vas a pelearlo, a ver qué es lo que ha podido pasar ahí.

Iban Mayo

Hay una cosa que me llama la atención. Te leo una parte del comunicado que saca tu equipo: «En la línea de limpieza y lucha contra el dopaje que abandera el equipo, el corredor queda inmediatamente suspendido de empleo y sueldo, a la espera del contraanálisis. Tras el que, si se confirma el positivo, se procedería a la rescisión de su contrato».

Eso es lo que decían todos los equipos. A todos los corredores que habían dado positivo les decían lo mismo. Que no tenía nada que ver el equipo, que no estaba implicado y que el corredor estaba suspendido de empleo y sueldo. Eso ha pasado con ese equipo y con varios otros. Pasó al año siguiente con Vinokourov, en Gerolsteiner también y en otros equipos que ha pasado, han hecho el mismo comunicado.

Parto de la premisa de que el doping no es una decisión individual y creo que ahí el equipo tiene que ser un poco solidario con el ciclista.

Ahí estás solo y ha pasado en todos los casos. Ha habido dos casos raros, como el de Valverde, en el que el equipo sí le siguió apoyando mientras estuvo sancionado; le siguió pagando y luego volvió a correr. Y a Contador también, el equipo le siguió apoyando. Pero el resto ha sido igual, expulsado del equipo en todos los casos. Al final, es injusto, pero el ciclismo es injusto, sí.

¿Cómo te sientes, como ciclista, ante una situación así? Primero te encuentras con que tienes que afrontar solo un caso de doping positivo y además te acabas de quedar sin trabajo.

En lo del trabajo piensas más tarde. Al principio estás en shock y mal. Tu gente, tus amigos y tu familia están cerca de ti, pero es una situación mala.

¿Entre los ciclistas comentabais este tipo de situaciones?

Al final no se habla mucho. Al que le toca, le ha tocado y mientras no seas tú, todo el mundo mira para otro lado. No sé ahora, pero antes no había unión entre los corredores y ese era el problema. Siempre han podido hacer con nosotros lo que han querido, porque no ha habido una unión para enfrentarnos y decir esto es así y así. Entonces pasaban estas cosas.

No sé si ahora habrá cambiado, porque tampoco estoy tan metido, pero antes era así. Todo el mundo miraba de lado, nadie hacía nada por el otro. Sí, te pueden decir qué tal estás o lo que sea, pero nadie iba a dar la cara, nadie iba a hacer nada. Era así, no había más.

Ahí entras en una batalla, creo que entre instituciones, en la que tú te ves en medio.

Sí, ahí pasa algo extraño que no sé si se llegará a saber. El laboratorio está da vacaciones y el contraanálisis se hace en otro sitio.

Sí, se hace en Gante y en Sidney.

Ahí, el contraanálisis creo que da negativo.

Da resultado no concluyente. Es decir, no pueden determinar si la EPO es generada de manera natural o artificial. Ahí la Federación Española te cierra el expediente.

Sí, claro. Eso es. Da negativo y me quitan la sanción. Pero, la sorpresa es que la UCI pide hacer un tercer análisis. Claro, en un frasco hay unas marcas para los dos análisis y meas hasta ahí. ¿Qué pasa? Que el frasco ya está abierto. Entonces, no puede ser, esa muestra puede estar manipulada.

¿De dónde salió la muestra para ese tercer análisis?

Nadie lo sabe. Tú meas hasta la marca roja y de ahí se sacan dos muestras, A y B. Sacaron una tercera muestra del bote que ya está abierto. ¿Y quién me dice a mí que eso no está manipulado? Fue así. Algo que no tiene lógica.

Se hizo un tercer análisis, que nunca se ha hecho y ese da positivo. Evidentemente, yo hablé con el abogado, que era el de la ACP, José Rodríguez, Me decía que no, eso no lo aceptamos, no hace falta ni que vaya nadie, porque eso no es legal, es algo ilógico e incoherente.

¿Por qué la UCI toma la decisión de hacer un tercer análisis?

No lo sé. Eso es lo que me gustaría saber algún día, pero no lo sé.

¿Ahí no te tenía que haber apoyado el equipo, la federación…?

La federación sí que me apoyó. Pero llega un punto en el que no puede hacer más. Cuando el segundo análisis dio no concluyente, ya me cerró el expediente. Para ellos no tenía que haber sanción y ya está. Pero la UCI no se quedó contenta con eso y, sorprendentemente, iba a hacer un tercer análisis, algo que yo no he oído en mi vida, ni he vuelto a oír.

Yo tengo la sensación de que, en general, a nivel internacional, había la idea de que en España no se luchaba lo suficiente contra el doping.

Sí, más tarde viene el caso de Valverde, puede ser. Se había sancionado a Basso, se habían sancionado a otros corredores y dijeron, aquí han caído italianos, pero no caen en España.

A eso me refiero. Que, quizás, a nivel internacional dijeran vale ya con los españoles, si ellos no hacen nada, vamos a por ellos.

No sé, puede ser. Pero lo que me pasó a mí fue algo increíble.

En diciembre de 2007 hacen el tercer análisis, que se hizo en París, da positivo y la UCI reclama a la federación española que reabra el expediente. La federación no quiere reabrirlo, la UCI recurre al TAS y es en agosto de 2008 cuando se te sanciona definitivamente. Hasta ese momento, ¿tú tenías la posibilidad de seguir compitiendo?

Yo sí podía correr. Podía competir, sí. No había ninguna sanción. El abogado que me llevó, me decía que esto carece de sentido y de lógica ninguna y la federación española decía lo mismo. Lo que pasa es que el equipo no quería que corriera.

Antes te leía el comunicado que sacó tu equipo y su postura era: esto no tiene nada que ver con nosotros. Sin embargo, al año siguiente tienen los casos de Riccò y Piepoli en el Tour y Saunier termina dejando el equipo.

Eso es.

Quiero decir, que las sospechas de que había un doping de equipo son bastante altas.

Lo que se decía siempre era que había que cambiar la imagen, que había que cambiar corredores. Pero luego la gente sigue ahí. Si siguen los mismos equipos y la misma gente, el mismo director, el mismo manager… ¿Qué pasa, que a esos no hay que cambiarlos?

Matxin sigue estando ahí o Mauro (Gianetti), que sigue en el equipo. O Eusebio en Movistar. Mira con Valverde lo que pasó. Si siguen estando los mismos que hace veinte años y han pasado otras cosas. ¿Qué conclusión sacamos?

¿Qué capacidad teníais los ciclistas de enfrentaros a esa situación?

Ninguna. Al final el equipo es de ellos y hacen lo que quieren. En el contrato profesional estaba estipulado que cualquier cosa que pase así, estás fuera. El equipo no tiene nada que ver y eso lo ponían todos los equipos.

Hubo algunos casos. Recuerdo a un italiano que denunció al médico de Armstrong y luego este tuvo un gesto, en una etapa impidió una escapada suya. Quiero decir que, el que levantaba la voz, probablemente se quedaba fuera del ciclismo profesional.

Al final lo que hacían los equipos era limpiarse las manos. Tú firmabas un contrato y en caso de que pasara esto, asumías la culpa y ellos estaban exentos. Como dices, es curioso que un equipo haga esto y que siga esa misma gente ahí también te da que pensar. Al final es como todo.

Me decías que sigue la misma gente. ¿Tú crees que ha cambiado algo? No me refiero a que haya más o menos doping, sino a que el ciclista pueda tener más capacidad de decisión.

Yo creo que algo sí ha cambiado. Creo que hay más unión, hay más información y el ciclista, yo creo que sí está teniendo algo más de poder. Yo creo que ahora no es como antes. Por culpa nuestra, por dejadez nuestra; que si pasaba algo, todo el mundo miraba de lado.

Creo que, después de los casos que ha habido, el ciclismo se ha unido, los ciclistas se han unido y creo que han hecho más fuerza para que no vuelvan a pasar estas cosas. En el sentido de que solo se culpe al corredor y el equipo siempre salga a salvo. Sobre todo cuando, como te he dicho antes, hay gente que lleva toda la vida estando ahí.

Creo que ahora sí hay más unión. En aquella época la gente se aprovechaba un poco de eso, de que no había unión entre los corredores y éramos vulnerables. No creo que ahora se firmen los contratos en ese sentido, de que si da positivo y todo eso. Yo creo que ahora están más protegidos.

Iban Mayo

¿Sientes un poco de pena porque te haya tocado correr en esa época?

Sí, evidentemente. En el momento te preguntas por qué, cómo ha pasado todo eso. Y acabar así, porque no lo esperas. Ves cómo han acabado algunos la carrera ciclista y cómo la has acabado tú. No es como me hubiera gustado.

Alguna vez hablé esto con Marino y él me decía que antes, si dabas positivo, elegías cuándo pasar la sanción. Él estuvo cuatro meses de invierno. Yo viví una época en la que, pasó lo del Festina, pasó esa historia y el dopaje estaba visto de esa manera.

Cambió todo de una manera en la que, entiendo que hay que hacer controles, hay que proteger la salud, pero, al final, el corredor pagó muchas culpas y algunas veces pagaron justos por pecadores. No es la forma en la que me hubiera gustado terminar.

Con el tiempo todo se supera, todo pasa. Pero es verdad que, vuelvo a pensar todo lo que he vivido y fue una gran injusticia todo lo que se hizo y hay un trasfondo que no lo entiendo todavía. Por más vueltas que le doy. Y me hubiera gustado saber qué pasó realmente ahí porque no tiene lógica ninguna.

También es verdad que, en esa época, había un montón de casos positivos y hay un punto en el que, la sensación de que es un tema extendido, es generalizada.

Casos ha habido siempre y siempre los va a haber, yo creo. Ahora parece que hay menos y mejor que sea así. Los casos cambian, las circunstancias cambian y todo evoluciona. Desconozco cómo está el ciclismo, porque ya te digo que tampoco estoy muy involucrado, pero bueno, si sigue estando la misma gente que hace veinte años, que ha habido casos y siguen dirigiendo equipos.

No sé si ellos han cambiado o no han cambiado. Al final, uno cuando llega a un equipo es consciente de todo lo que pasa dentro. Lo más importante ahora es que se hable de ciclismo y no como antes, que todo era dopaje. Todo se sospechaba y si quieren ir a por uno, como fueron a por Armstrong, al final cae. Igual que fueron a por Ullrich y cayó.

Esa es la imagen que se tiene del ciclista. Ahora parece que se está limpiando, pero pasó una época en la que se tenía muy mala imagen del ciclismo. Pasó lo que pasó con el Festina, con Pantani y parecía que solo se hablaba de eso. Y el ciclismo es un deporte muy duro, muy disciplinado, en el que se sacrifican muchas cosas.

Hay un sacrificio, un entrenamiento y muchas horas de trabajo detrás para llegar a ese nivel y la gente lo basaba siempre en lo mismo, porque solo se hablaba de lo mismo. Cuando alguien destacaba, ya era sospechoso. Cuando alguien ganaba, ya se imaginaban eso y no es así.

¿Crees que el doping determinó el resultado de las carreras? Es decir, ¿Armstrong hubiera sido el mejor en cualquier caso?

Siempre he dicho que de un burro no haces un caballo de carreras. Detrás hay un trabajo. Yo he sido bueno en ciclismo siempre. No pasé a profesionales y empecé a ser bueno en un año. Yo he ganado carreras desde chavalillo, desde los diez años hasta los treinta que dejé la bici. Mi trayectoria está ahí. He sido cuarto en un Mundial, he sido campeón de España… Tengo un pasado en el que he demostrado que he sido bueno siempre.

El caso de Armstrong es igual y el de Ullrich es igual. Han sido buenos siempre y hay un sacrificio y un trabajo detrás muy grande. Yo no he conocido a nadie que haya aparecido de repente y haya empezado a ganar carreras.

Hubo una época en la que, en el ciclismo, teníamos muy mala imagen y en otros deportes no se habla así. El otro día sale Ramos diciendo que se va a infiltrar para poder jugar y parece un campeón. Eso es impensable en el Tour. Sale uno infiltrado y bueno, bueno… Le pasó a Vaughters, que le picó una avispa en el ojo y no podía darse una crema porque tenía corticoides. Tenía el ojo totalmente hinchado.

¿Una infiltración es doping?

En el ciclismo sí. Si yo me infiltro porque me duele el cuadriceps es dopaje y en el ciclismo, las piernas te van a doler. Si un futbolista se infiltra el tendón porque le duele, eso le da una ventaja, ¿no? Pero el futbolista queda como un héroe que se arriesga a jugar así.

Infiltrarte es pincharte un corticoide para evitar el dolor y eso en el ciclismo es impensable. Cuando tuve faringitis no podía tomar ciertas cosas porque daba positivo. ¿Con qué me recuperé? Con agua y miel y fluimucil creo que era. Es que no había más.

¿En qué momento tomaste la decisión de retirarte?

Cuando pasó todo eso yo acabé muy descontento. Estaba el Xacobeo, que me decía si quería seguir, pero no quería. Si hubiera querido, creo que hubiera tenido algún equipillo.

Una vez pasada la sanción, ¿podías haber vuelto en 2009?

Sí, pero acabé muy desconfiado del sistema por todo lo que había pasado. Pensaba que era algo personal, que iban a por mí. Me llevé tal desengaño, que no tenía ninguna ilusión por volver.

Desconectaste por completo del ciclismo. ¿Incluso de ver carreras?

Sí, sí, de todo. Dejas de ver todo. Lo que pasa es que, al final, ha sido tu vida y luego vuelves. Pero en ese momento ni veía carreras, ni nada.

¿En la calle qué reacción viviste?

De todo. Veías a cuatro que habían tomado cuatro tragos y te podían decir cualquier burrada. A veces te encarabas, pero tampoco te puedes encarar con todo el mundo. Normalmente, era gente que no te conoce de nada, más que de verte en televisión. La gente, en general, te daba ánimos por lo que había pasado.

Ahora que has vuelto a acercarte a las carreras, ¿qué reacción ves en el mundo del ciclismo?

Buena. Mucha gente con ganas de saber dónde he estado estos años, qué tal estoy, que me ven bien y tal. Todo eso. Que vuelva, que esté y que la vida sigue. Al final, el ciclismo es nuestra vida y es nuestro mundo. Es verdad que yo me desvinculé mucho, pero volví a andar en bici a través de un amigo que me dijo «Tengo la furgoneta preparada ¿Vamos a los Alpes y subes Alpe D’Huez? Que tienes una placa allí».

Iban Mayo

¿La de la curva a tu nombre?

Sí. Me entró el gusanillo, empezamos a entrenar y fuimos allí. Por las redes sociales la gente vio que entrenaba. Me llamó Orbea para ser embajador, me llamó Spiek para ser embajador también. Me llamaron para dar charlas y me siguen llamando de algunos sitios para proyectos, charlas, marchas…

El homenaje que os hicieron, cuando el Tour salió de Bilbao, a los ciclistas vascos ganadores de etapa, ¿lo sentiste como un reconocimiento?

Sí, al final la historia queda ahí. Hemos corrido el Tour, he ganado una etapa y eso no me lo va a quitar nadie. Yo no tengo por qué ir con la cabeza agachada a ningún lado. Todo lo contrario. Le puedo mirar a todos los que corrieron conmigo y a otros a la cara y al frente. Es así de claro. Y estuve en ese homenaje a todos nosotros y la verdad es que me hizo mucha ilusión. La verdad es que estuvo muy bien.

Has comentado que eres embajador de Orbea y me parece que tienes una empresa también.

Tenía una empresa, pero aquello se disolvió y ahora tengo el pabellón alquilado.

O sea, que ahora tienes una vida tranquila, tienes resuelto el tema económico.

Sí, en ese sentido me salió bien. En el momento en el que dejé la bici me ayudó mucho tener la empresa. Por eso me sorprendió alguna cosa que leí, que si llevaba mala vida. ¡Pero si yo estaba trabajando! ¿Que podía salir el fin de semana? Pues lo mismo que hacía cuando andaba en bici. ¡Si todavía era joven! Pero de ahí a lo que se escribía… Yo es que alucinaba. La gente tiene una facilidad de escribir cosas que no saben y que pueden afectar… Yo ya estaba curado de espanto, pero la gente lo lee y encima se lo cree.

¿Qué resumen haces, qué sensaciones te quedan de tu carrera en el ciclismo?

Yo guardo muy buen recuerdo. Pasé momentos malos, como en la vida todo el mundo ha tenido sus altibajos. No me arrepiento de haber sido ciclista. He corrido, he estado con todos y puedo ir con la cabeza bien alta. El ciclismo me gusta, ha sido mi vida. Me gusta practicarlo ahora y ver las carreras y la vida es muy larga y es para vivirla. Al final, cada uno tiene su vida, su historia y sus circunstancias y nadie es quien para opinar de la vida de los demás.

18 Comentarios

  1. A modo de aclaración Gabika no es de Durangaldea, es de Ispaster que está situado en Lea-Artibai

  2. José Antonio

    Estupenda entrevista, amena y dando valor a la persona. También al ciclista. Gran ciclista Mayo, le vi en varios Tours. Un placer leer lo qué cuenta.

  3. Iban Mayo no es del Duranguesado, aunque ahora viva allí. Su pueblo natal, Igorre, está en el valle de Arratia. De ahí su apelativo: «El príncipe de Arratia».

  4. Un buen documental ,me gustaría hablar con el

  5. José Javier

    Hola
    Me ha parecido una gran entrevista, sabía que Mayo fue un gran ciclista y hoy compruebo que es una gran persona.
    Gracias

  6. Que entrevista tan bien hecha y que recuerdos del gran ciclista que fue,

  7. Muy buena entrevista. Profunda y con muchos detalles. Enhorabuena a Lubaki( el fotógrafo) por enseñar también imágenes ( muy finas,por cierto) de la entrevista

  8. José Carlos Valero

    Buena entrevista. Es justo que deis a las personas la posibilidad de explicar lo que quieran sus vivencias. Mayo fue un corredor que emocionaba.
    Saludos para él.

  9. Josema Fuente

    Gallo, nos ilusionaste como ningún otro ciclista nuestro lo ha hecho en el Tour. Tu manera de afrontar las carreras, valiente, sin complejos es lo que te define. Los que te queremos así te recordamos.

  10. Aniceto cosio

    Gran entrevista enhorabuena!!

  11. Ángel Ibáñez

    Un gusto de periodista y ciclista. Eskerrik asko.

  12. Raúl C.G.

    «cada uno tiene su vida, su historia y sus circunstancias…» genial como epílogo. Dice mucho sobre su época como ciclista, dopaje generalizado del que nadie podía escapar si quería competir al máximo nivel. En todo caso, muy buenos recuerdos.

  13. Todavía hay gente que se cree el ciclismo. Vivir para ver.

  14. Que épocas de puro ciclismo estos héroes sobre una bicicleta un saludo a todos los que contribuyen a estos recuerdos y no olvidar a estos campeones

  15. Gran corredor, que nos hizo disfrutar con su ataques en la mejor epoca de ciclismo que recuerdo.
    Declaraciones honestas, excepto cuando habla del doping….

  16. Pingback: La presión a la puerta de su casa que devoró a Iban Mayo hace 20 años - BICIO

  17. Tenía las piernas, el arrojo y valentía de Perico pero quizás le faltó un poco su carisma, de los españoles que más he disfrutado junto con Alberto Fernández, el propio Perico y ya más cerca Contador

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