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David Etxebarria: «No considero que mi época sea la más negra del ciclismo, en los 60 había muertes en carrera»

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En los tiempos en que el ciclismo en España empezaba en el Tour y terminaba en la Vuelta, David Etxebarria (Abadiño, 1973) se atrevió con unas carreras a las que los equipos españoles acostumbraban a mirar con desinterés. De la mano de la ONCE de Manolo Saiz, incluyó en su calendario las clásicas de las Ardenas; ese territorio entre Bélgica y los Países Bajos repleto de colinas que en el mes de Abril se llenan de aficionados, dispuestos a seguir de cerca unas carreras que forman parte de la mística del ciclismo.

En ese terreno que parecía exclusivo de los ciclistas belgas, italianos o franceses, David fue protagonista. Fue octavo en la Amstel Gold Race, cuarto en la Flecha Valona y tercero y segundo en la decana del ciclismo mundial, Lieja-Bastogne-Lieja. Pero David ganó también en el Tour de Francia y lo hizo dos veces en la misma edición y también en casa, en la Euskal Bizikleta y arropado por sus vecinos, en la Clásica de Primavera de Amorebieta.

Quedamos con él para repasar una carrera que empieza en la ONCE, continúa en el Euskaltel de la marea naranja y termina de manera abrupta en el Liberty cuando estalla la Operación Puerto. Nos encontramos en Durango, a escasos kilómetros de su casa natal y en el corazón de una comarca especialmente prolífica para el ciclismo; allí donde todo el mundo conoce a David y donde más han disfrutado de sus mejores días sobre la bicicleta.

Esta es una zona de la que han salido bastantes ciclistas.

Generacionalmente, sí. Quizás ahora menos, pero, en la época que estaba yo, incluso antes, dos o tres generaciones antes, sí que salieron muchos ciclistas. Te estoy hablando desde Gandarias, que hizo quinto en el Tour, Gabica, que era de Lekeitio pero vivió en Abadiño, Elorriaga y luego ya la generación de Ruben (Gorospe), Julián (Gorospe), Sabino (Angoitia), Marino (Lejarreta)… todos esos.

¿La aparición de tu generación crees que tiene algo que ver con la de Marino y Julián?

Siempre. Yo creo que cuando sale alguien conocido en un entorno, ya sea de un deporte o de otro, hace que más gente se fije en ese deporte y sea más fácil que salgan nuevos deportistas. Con nosotros se ha perdido eso, pero porque la sociedad ha cambiado mucho. La sociedad de los noventa y la de 2020 no tienen nada que ver.

El ciclismo es un deporte de mucho sacrificio, en el que tienes que dejar muchas cosas detrás y en la sociedad de ahora, que no es ni mejor ni peor, pero sí más cómoda, a los chavales les cuesta un poco más sacrificarse. Es más fácil hacer otros deportes que conllevan menos horas o menos sacrificios.

Llega un momento en el que el ciclismo te quita muchas horas. Es el momento de los 18 a los 22 años, en los que puedes pasar 20 horas a la semana, más o menos, corriendo en bici. Échale las horas que tengas que meter estudiando. Son demasiadas horas. Ese salto, por lo que estoy viendo, es muy difícil que los chavales lo terminen dando.

¿Notas que hay menos gente haciendo ciclismo hoy?

Noto que, cuando llega el momento de decidir si vuelcas todo en el deporte de élite, no estoy hablando de juveniles, estoy hablando de categoría amateur, ahí renuncia mucha más gente. Y gente con calidad, además. Es más difícil que el chaval diga «venga, me la juego con todo». Cuando mis amigos salían de fiesta en verano, para mí era normal no ir. A los chavales de hoy no les parece tan normal. Que lo puedo entender.

Pero el País Vasco sigue siendo un referente en el ciclismo.

Sí, por supuesto. Pero si quitas al equipo Euskaltel, los referentes de ahora tienen entre 30 y 35 años y por debajo no hay tanta gente.

¿Hablas de Landa, Pello Bilbao..?

Eso es. Hasta ahí. Ahora ha salido una buena generación de chavales; Barrenetxea, Arrieta, Lazkano… Pero sí noto que hay gente, que podía tener calidad, que en amateur decide no jugársela y dedicarse a estudiar o a otro tipo de cosas.

¿Al hijo de Beloki cómo lo ves?

A ver, esto es algo que lo he hablado con su entorno, no con Joseba, pero sí con su hermano. Creo que es una apuesta arriesgada.

¿Te refieres a dar el salto a profesionales?

Sí. Entiendo que la tendencia del ciclismo actual lleva a querer pasar a chavales muy jóvenes para que sean tuyos desde el principio. Pero los equipos World Tour no están pensando en el corredor específicamente, sino en el grupo de corredores. Cuando digo esto me refiero a que, de cada seis o siete juveniles que pasen, probablemente tengan una carrera deportiva uno o ninguno. Estoy hablando de correr ocho, diez años como profesional.

En el caso de Markel, ojalá que me equivoque, es un corredor que ganó carreras en juvenil, pero no dominó la categoría. Cuando hablo de dominar la categoría me refiero a que el corredor llegue solo, que gane las carreras con un minuto de ventaja y lo haga seis o siete veces. Eso es dominar la categoría juvenil y no es el caso de Markel.

Ha sido un muy buen juvenil, pero no ha dominado la categoría. Por eso me parece que es un paso arriesgado. Pero, a la vez, si me pongo en su pellejo, viendo la dinámica que está cogiendo el ciclismo World Tour, entiendo que es un paso que tienes que dar.

Los resultados de todo esto que estamos viendo en los últimos dos, tres años, de pasar de juveniles al World Tour, los veremos de aquí a cinco, seis años; cuando haya corredores de 24 años, que lleven seis años en profesionales y muchos dejen la bici y su carrera no se vaya a recordar. Entiendo que es una decisión muy difícil, entiendo la posición en la que están ellos, pero, muchas veces, no dar un salto tan grande puede ayudar a que tu carrera luego sea más larga.

¿En esta dinámica crees que han influido negativamente los casos de Evenepoel, Ayuso…?

No tengo ninguna duda. Ha salido Evenepoel, ha llegado al World Tour y ha ganado. Han pasado Ayuso y Carlos y han ganado.

El caso de Ayuso es distinto al de Evenepoel y Carlos, porque sí estuvo un año en amateur y ese año lo dominó. Ese movimiento lo veo más lógico. Evenepoel y Carlos o el americano que fue campeón del mundo, Simmons, pasaron de juveniles directamente a profesionales y han ganado y eso ha hecho que la gente se arriesgue, pero ¿cuántos casos hay como Evenepoel? ¿cuántos hay como Carlos Rodríguez?

Le escuché decir a Alberto Contador que los potenciómetros habían servido para quitar el miedo a dar el salto, porque demostraban que un juvenil podía mover los mismos vatios que un profesional.

En muchos casos sí, porque los potenciómetros dan datos reales. Pero las carreras dan datos reales también en cuanto a dominio de la categoría. Puedo estar muy de acuerdo con esa teoría, pero llevo muchos años en este deporte y la perspectiva que tengo es que hay intangibles que el ciclismo te tiene que dar, tanto en juveniles, como en amateur.

Hablo de la cabeza, de saber aguantar la presión, de trasladar esos datos que produces en una prueba de esfuerzo a la carretera, eficiencia de pedaladas, saber moverte en el pelotón… No es casualidad que haya tantas caídas de corredores jóvenes y que se den golpes tan grandes.

Recuerdo que Manolo Saiz decía que la categoría sub-23 es la universidad del ciclismo.

Eso es así. Todos tenemos conocidos en el «gran circo» que te dicen que, muchos de los corredores jóvenes que han pasado, no tienen habilidades adquiridas por otros corredores que sí han pasado por todas las categorías. Que es lo normal. Es normal que un corredor como Evenepoel no tenga las habilidades de alguien que ha estado dos o tres años en amateur. Porque ha sido un corredor dominador en juveniles y ha ido siempre solo.

Luego volveremos a la actualidad, pero vamos a empezar por el principio. Cuando eras niño, ¿el ciclismo era solo un deporte o era también un medio de transporte?

Con 17 o 18 años, vivía en Abadiño, pero en mi cuadrilla eran de Matiena y de Durango y nos movíamos siempre en bici. Recuerdo ir en bici a Matiena, que está a tres kilómetros o ir en bici a Durango y hasta volver a las doce de la noche. Íbamos en bici, por las aceras, a todas partes. Es que, en mi cuadrilla, todo ha estado relacionado con el ciclismo. De 17 que éramos, quince competíamos, entonces estábamos todo el día con las bicis.

¿Cómo empiezas a competir?

Empecé muy joven. Como todos, en el colegio jugaba al fútbol, aunque no era especialmente bueno. Siempre digo que tuve la suerte de acertar con el deporte que se me daba bien. Jugué a fútbol, corrí, hice un montón de deportes y cuando estaba para apuntarme a pelota, un tío mío creó la Sociedad Ciclista de Abadiño y empecé a correr en bici. Esa casualidad hizo que me centrara en un deporte en el que, nada más llegar, estaba ganando.

¿Desde el principio destacaste en el ciclismo?

Sí. En infantiles ya gané carreras, en cadetes también. En juveniles, sin decirles nada a mis padres, seguía jugando al fútbol. Recuerdo una carrera en Amorebieta que, por la mañana, había jugado en Berriz. Subiendo Montecalvo solo, con un minuto de ventaja, se me subieron los gemelos, porque me había extralimitado. Son cosas que ahora no las hace nadie, porque se ha especializado todo; que lo veo muy normal por otro lado.

¿Influyó el ejemplo de Marino o Julián para que te dedicaras al ciclismo?

Hombre, eran los referentes de casa. A Gandarias o a Elorriaga no los conocía en ese momento. En quien te fijabas era en Marino o Julián. Yo he sido siempre de ver solo mi categoría. Si estaba en cadetes, me daba igual quién ganaba en juveniles o en aficionados. Pero profesionales ya era otra historia y Marino y Julián han sido referentes no sólo para todo el Duranguesado, sino para todo Euskadi.

¿Y tú de quién eras entre los dos?

Te voy a decir la verdad. Me gustaban los dos, pero no era especialmente de ninguno. Era de un corredor que luego, cuando ya me hice profesional, me dejó de gustar:a Lemond. Cuando ya corrí en profesionales y empecé a conocer historias, me gustó un poco menos y con el tiempo, te das cuenta de que los ídolos no son tan ídolos como parecen.

Yo llevaba sus Oakley. Era la imagen americana, el que modernizó el ciclismo y eso hizo que los de nuestra edad nos fijáramos un poco más en él. Pero luego, cuando ya estás arriba y ves ciertas declaraciones que ha hecho, a mí por lo menos, ya me gustó un poco menos. Tenemos la idea de que todos los buenos deportistas son buena gente o buenas personas y no tiene por qué ser así.

¿Después de estar en la Sociedad Ciclista de Abadiño pasaste al equipo del Duranguesado?

Sí. Abadiño no tenía juveniles, sólo infantiles y cadetes. Entonces pasamos a la Sociedad Ciclista Duranguesa, que luego, en categoría amateur, era Baqué.

Pasaste a Cafés Baqué, que es un club referencial en el ciclismo vasco de formación.

Sí. Este es el primer año que no sacan equipo en categoría amateur después de, creo que, 43 años. Eso da una dimensión de lo que ha sido el equipo en el ciclismo en Euskadi. Para nosotros no había otra posibilidad, lo normal era pasar a Baqué y los referentes que teníamos eran muy buenos.

Cuando yo pasé a juveniles, el director de amateurs era Sabino Angoitia, que había estado en profesionales y yo tuve como director a Juan Mari Balier, que no sé si llegó a ciclista profesional, pero, en su época, profesionales y amateurs corrían juntos.

¿Que haya equipos como el Cafés Baqué ayuda a que salgan ciclistas de esta zona?

Ayuda, ayuda, por supuesto. Ten en cuenta que, cuantos más equipos haya, más gente hay con posibilidades de llegar y si hay menos, habrá gente a la que no lleguen a ver porque no hay equipo. En estos momentos, en Bizkaia hay un equipo amateur y en Gipuzkoa hay tres. Cuando corríamos nosotros, solo en Bizkaia, podía haber cuatro o cinco equipos. Eso hace que las posibilidades para seleccionar ciclistas sean menores y en esos casos, la calidad siempre desciende.

Tengo entendido que, en una carrera, creo que siendo juvenil, rompiste la bici que te acababan de comprar.

¿Y cómo sabes tú eso? (risas) Me pasaron dos cosas. Era juvenil y corría con una Peugeot una carrera en Morga. A falta de 50 metros, esprintando para ganar, se me rompió la patilla del cambio. Estaba para ganar, pero me quedé sin poder pedalear y terminé noveno. Recuerdo que monté un cristo a mi padre que, probablemente, lo que tenía que haber hecho era darme un tortazo. Pero él entendió que me tenía que comprar una bici nueva.

Se gastaron pasta mis padres, me compraron una bici que entonces era muy buena marca, Vitus. No hemos sido una clase media alta, más bien media o baja. Tuvieron que hacer un esfuerzo importante. La siguiente carrera era el campeonato de Bizkaia en Abadiño y estrené la bici con una buena caída, rotura de manillar… Con el tiempo te vas dando cuenta de los esfuerzos que hacen los padres para que sus hijos hagan lo que les gusta.

Con Cafés Baqué fuiste campeón de España amateur. ¿Es ahí donde te ve la ONCE?

No. Como ya te he dicho, mi primer año no fue bueno, pero acabé ganando una carrera en Vuelta a Salamanca. Recuerdo que, de febrero a junio, no acabé ninguna carrera. Entonces, mi director, Sabino, me llevó a cuatro vueltas seguidas, porque veía que no entrenaba y acabé ganando.

El año siguiente sí fue muy bueno, gané ocho carreras y gané en sitios importantes. Me pongo a pensar ahora y no sé cómo no fui profesional entonces, porque no había muchos corredores en Euskadi que hubieran ganado ocho carreras en amateur.

¿Estás hablando del año 93?

Sí. Cuando salió el equipo Euskadi. Pero estaba más basado en el equipo Fortaleza y había una guerra entre Baqué y Fortaleza. Entonces yo no pasé al Euskadi.

El tercer año de amateur hice un buen Valenciaga y Manolo iba todos los años a ver esa carrera. Estuve toda la carrera escapado con otro corredor. Nos cogieron a 10 kilómetros de meta y aún así, conseguí hacer segundo. Ahí no llego a hablar con Manolo, pero sí es la primera vez que sabe de mí.

Luego coincide que el campeonato de España se disputa en Sabiñánigo, a la vez que el de profesionales. Yo gano en categoría amateur y Manolo estaba allí con el equipo de la ONCE. Ahí ya hubo un medio contacto, pero hasta agosto de ese año, cuando Sabino empezó a mirar equipos profesionales, no se decidió.

Como te he dicho antes, había una guerra entre Baqué y Fortaleza. Ahora se llevan mucho más los managers, pero entonces no existían. Eran los directores de los equipos amateur los que iban al Tour el día de descanso de los Pirineos, a ver si podían pasar a profesionales a alguno de sus corredores.

Sabino y Balier fueron allí a hablar. Madariaga, que estaba en el Euskadi, quería que yo pasara a profesionales y parece que hubo un acuerdo entre ellos, pero sin hablar con otros equipos. Balier me dijo: existe la posibilidad del Euskadi, los demás no te quieren. Ahí es cuando Sabino habla conmigo y me dice que no han hablado con otros equipos, no saben si me quieren o no. Puedes pasar a la Fundación Euskadi o esperar a otro equipo.

Yo en mi vida siempre he sido de tomar decisiones drásticas y esa fue esperar, porque creía que tenía capacidad para estar en otro equipo. Ahí es cuando se puso a hablar con Manolo y ya se cerró el pase a la ONCE.

¿Entonces la gente del Baqué hacía de managers vuestros?

Sí, es así. Es más, de mis doce años de profesional, Sabino fue diez años mi manager. No era como ahora, que vas a fichar a un juvenil y tiene su manager. Yo no toco cadetes, pero se está empezando a oír que también tienen managers.

Es un poco exagerado, pero viendo la deriva que está tomando el mundo del ciclismo, lo puedo entender. Entonces los directores del equipo iban al Tour, hablaban con los directores, que eran los dueños de los equipos y así se hacían los fichajes. Ahora los equipos son diferentes, hay un manager y cinco directores, que no son dueños de los equipos. Eso es lo que más ha cambiado.

¿En el ciclismo ocurre como en el fútbol, que puedes empezar en juveniles de delantero y terminar tu carrera como defensa?

Bueno, las características tuyas no cambian mucho, pero sí que pueden variar. En mi caso, era un chaval rápido, pero no era escalador, no era esprinter. Sí que en juveniles tuve dos años buenos, de ganar carreras, pero luego, en amateur, el primer año me despisté un poco, como todos los chavales.

A los chicos que entreno ahora siempre les digo que el salto más grande es de juvenil a amateur y mi primer año fue difícil. Estábamos acostumbrados a entrenar poco y me retiré en muchas carreras. El segundo año gané muchas carreras, pero el tercero no. Hice muchos segundos puestos, pero no gané mucho.

Al pasar a profesionales, lo difícil es ubicarte en qué eres bueno, porque todo el que pasa es buen corredor y normalmente, ha sido ganador de carreras, pero en profesionales son pocos los que ganan. Lo que tienes que hacer al llegar es buscarte tu sitio, esa es la diferencia. Quizás en el fútbol sí que pasas de una posición a otra. En el ciclismo tienes que ver en qué eres tú bueno.

No te imagino a ti con otro perfil como corredor.

Porque yo ya salí así. Si me ves mi carrera desde cadetes, probablemente he ganado carreras siempre y al llegar a profesional fue bastante parecido. Pero hay muchos ciclistas que han ganado carreras en amateur y juveniles y luego han sido trabajadores. Por muchas circunstancias, muchas veces debidas a saber aguantar la presión. No todo el mundo es capaz de aguantar la presión o de pasar los puertos en cabeza.

¿Qué supuso para ti fichar por la ONCE? Porque, en ese momento, si no era el mejor equipo del mundo…

¡Era el mejor equipo del mundo! La imagen que tengo de aquello es, cuando llega a casa la ropa del equipo, en diciembre del 94, ponérmela, mirarme al espejo y no creerme lo que estoy viendo. Lo traslado al fútbol y es como si estás jugando en un equipo, viene el Athletic y te dice que vas a ir al primer equipo, vas a ser titular y te dan la camiseta.

Me imagino que, en ese momento, pensabas en la perspectiva de lo que te venía y el equipazo que tenía la ONCE era descomunal.

Recuerdo que los consejos mayoritarios eran que el paso no había sido bueno, porque iba al mejor equipo del mundo y me iba a resultar complicado despuntar. La mayoría de la gente me decía que hubiera sido mejor haberme ido a la Fundación Euskadi.

¿Y Manolo qué te dijo? ¿Cuál iba a ser tu rol en el equipo?

Pensándolo ahora, creo que no hubiera sido el mismo corredor si hubiera ido a otro equipo. El hecho de correr en la ONCE los primeros seis años cambió mi perspectiva de todo, no sólo de mi carrera deportiva, si no de hacia dónde enfocar mi carrera deportiva, por la forma de pensar de Manolo.

Si hubiera corrido en otro equipo, habría sido un corredor totalmente diferente y probablemente, nunca tan bueno. Tuve la suerte de caer en el sitio adecuado, en el momento adecuado. ¿Por qué digo esto? Porque en el año 94 Manolo hace una reestructuración muy grande de la ONCE, echa a mucha gente y ficha a seis corredores de primer año. Se dedica muy mucho a que esos seis corredores sean corredores de largo recorrido.

Luego no tuvimos todos carreras largas, bueno, largas casi los seis, pero de ganar carreras solo dos. Entraron David Cañada, que ganó Vuelta a Murcia, fue mejor joven del Tour, Rafa Díaz, que ahora está de director en el equipo de Contador, Luis Pérez, que estuvo 10-12 años de profesional, Marcelino García, que sí que ganó carreras y el año anterior Manolo había fichado a Rojas, que era de mi edad. Mariano Rojas, que hubiera sido la perla que hubiera dado la verdadera dimensión de aquella generación.

¿Mariano Rojas tenía tan buen nivel?

Yo creo que hubiera sido el relevo generacional de Miguel. Cuando se retira en su primer Tour tiene 23 años, se rompe la clavícula e iba el 12 en la general. En aquella época no era tan normal estar con 23 años tan adelante.

Había disputado Dauphine, había estado a punto de ganar Ruta del Sol… Todos veíamos que iba a ser la siguiente referencia del ciclismo español. Desgraciadamente murió y nos afectó muchísimo a todos, pero creo que el equipo ONCE fue el que más sufrió esa pérdida, porque iba a ser un corredor diferencial.

Antes hablabas de que Manolo te ha influido muy positivamente, pero también es una persona muy exigente.

Mucho.

¿Tú eres del tipo de persona que acepta bien esa exigencia?

Sí, pero porque me parecía normal. No había vivido otro tipo de ciclismo más que ese. Sí que en amateur gané carreras, pero por cualidades, no porque entrenara el que más. De repente, pasé a profesionales y Manolo lo que hacía, sobre todo los dos primeros años, era hacer muchas cargas de trabajo para que el cuerpo se acostumbrase a unas horas de ejercicio y luego tener una carrera extensa. Recuerdo el primer año, parar en un entrenamiento, llamarle y decirle «no soy capaz de hacer esto». Ahí Manolo me contestó «David, esto es lo que hay que hacer» y tuve que hacerlo.

¿Es tan fuerte el salto de amateur a profesional?

Sobre todo en aquella época. Ahora se entrena un poco menos. Se ha medido mucho más. Pero Manolo ha sido siempre de meter muchísimas horas. Nosotros, en la grupeta que teníamos en el Duranguesado, éramos doce profesionales y yo era el más joven y el que más entrenaba.

De la ONCE estábamos Zarrabeitia y yo, que éramos los que más entrenábamos y el resto, casi todos eran de la Fundación Euskadi, que entrenaban bastante menos.

En el 96 ganaste el Tour del Porvenir. ¿Qué supone ganar una carrera como esa?

Esto lo digo con la experiencia de los años, que es más fácil valorarlo todo, pero creo que lo mejor que puede hacer un corredor cuando pasa a profesionales, es ser buen corredor los primeros dos años. ¿Por qué digo esto? Porque todo el mundo va a pensar durante toda tu carrera que eres buen corredor. Si en los dos primeros años no destacas, es mucho más difícil hacerlo más tarde.

¿Porque puedan verte más como un gregario?

Eso es. De la otra manera, aunque luego tu carrera no despunte tanto, siempre va a haber alguien que va a pensar que pueda sacarte eso que sacaste cuando eras joven. La verdad es que el 96 no fue mi mejor año, pero sí el que más carreras gané. Fue mi gran salto en profesionales.

En el 95 tuve un buen año, gané una etapa del Tour del Porvenir, pero era un corredor más de la ONCE. Era un joven corredor que tenía detalles, nada más. En el 96 es cuando exploto y gano siete carreras. Tengo la suerte de ganar el Porvenir, que entonces había ganado muy poca gente. Habían ganado Indurain y Casero.

Me di cuenta de lo que había hecho por lo que vino posteriormente. Llego al aeropuerto de Bilbao, me coge la ETB y me lleva directamente al Teleberri (el telediario de Euskal Telebista). De ahí voy a casa, me llama Jose María García y me paso dos horas al teléfono hablando en la Vuelta a España con García para que no hablara con nadie más, para que sólo él me tuviera a mí. Yo era un chaval de 23 años que ni se imaginaba esas cosas, pero te da una dimensión de dónde puedes estar.

¿Dentro del equipo cambió tu papel?

Sí, cambia. Sobre todo al año siguiente los objetivos ya son muy diferentes. Entro en lo que sería el grupo A del equipo. Durante los primeros dos años Manolo te va metiendo en diferentes pruebas con ese equipo A, para ver cómo respondes y en el 97 ya estoy de golpe metido en ese equipo. No fue un buen año para mí, creo que gané una etapa en París-Niza y no mucho más, pero sí me hace afrontar las carreras de diferente manera.

Yo fui a esa París-Niza, no sólo con la tarea de ayudar a Jalabert a ganar la general, sino que, si tengo la oportunidad, intentar ganar. Aunque luego no gane, la presión esa de tener que estar preparado para ganar hace que tu carrera sea diferente.

¿Eso fue a partir del año 97?

Sí. En el 95 Manolo no me mete ninguna presión. Me mete en carreras de segunda fila. En el 96 me mete en la Euskal Bizikleta, hago una buena Euskal Bizikleta; me mete en diferentes carreras con el equipo A, pero para ver si doy detalles. Prácticamente en todas las carreras de segunda fila consigo ganarlas y en las que me mete con el equipo A tengo buenas actuaciones.

Cuando hablo de aguantar la presión, recuerdo una etapa de la Vuelta a Cuenca que hubo una escapada y Manolo pone a tirar a todo el equipo, Zülle incluido, que entonces era el número 1 del mundo. Recuerdo estar hablando con Aiarzaguena y decirle que no quería que cogieran a los escapados, porque estaba sufriendo la presión de que la ONCE estaba trabajando para que yo intentara ganar.

Recuerdo ahora la presión que sentí y la respuesta de Aiarza me ayudó mucho durante toda mi carrera. Me dijo «David, ¿qué puede pasar? Que ganes o que no ganes y lo normal es que no ganes. Eso es lo peor que te puede pasar y es lo normal».

¿Eso lo hablasteis durante la carrera?

Sí, en el pelotón. Porque iba el equipo tirando y yo iba más atrás. Sale la conversación, «parece que les van a coger». Y yo, «ojalá que no les cojan. Porque están tirando para mí y no puedo con la tensión». Esas palabras hicieron que, a partir de entonces, la presión la tomara de otra manera. Luego, durante mi carrera, tuve otros momentos en los que no supe asimilar la presión, pero en los que esa frase me ayudó a decir: oye, que lo normal es que no ganes.

¿Esa presión es algo a lo que te puedes acostumbrar?

No, porque durante tu carrera deportiva no está sólo la presión de ganar, sino que puedes tener una ruptura de pareja, puedes tener mil cosas que afectan al rendimiento del corredor. Sí es verdad que, el que sabe asumir esa presión durante un tiempo, luego lo normal es que recupere esa capacidad de asimilación. Pero, por lo menos en mi caso, no siempre supe asimilar bien esa presión.

Recuerdo que, cuando pasé a Euskaltel, mi gran error fue no saber decir no. Era el corredor mejor pagado del equipo y corría todo. Corría Itzulia para disputar, corría clásicas para disputar, corría el Tour para disputar y luego me llevaban a la Vuelta a España y llegaba muerto. Con el tiempo, después de dejar la bici, he aprendido que mi error entonces fue no saber decir no; no marcar los objetivos claros y decir que no tengo que ir a todo.

Recuerdo una Itzulia, creo que fue en 2002, que me pasé todas las etapas arrancando a 300 de meta porque quería ganar. Sabía que estaba muy bien, sabía que podía ganar y lo hice todo mal. Hice tres etapas segundo porque arrancaba desde muy lejos. ¿Porque hacía eso? Porque tenía la presión de querer ganar.

Lo que no quería era equivocarme en no arrancar y lo que estaba haciendo era equivocarme en arrancar demasiado pronto. Luego, con el tiempo, esa mala asimilación de la presión pasó. Por eso te digo que, muchas veces, durante la carrera de un deportista, esa presión va y viene.

Has comentado que tu rol en la ONCE era trabajar para Jalabert, pero con la posibilidad de disputar las carreras. ¿Ese rol te venía bien?

Sí, claro. Yo era un corredor que no era el mejor escalador, no era el mejor esprinter, pero lo hacía casi todo bien. Si uno de los líderes fallaba, Manolo podía jugar otras bazas. En la etapa de la Vuelta a Suiza que gano en Bosco Gurin, nuestro objetivo era trabajar para Zülle, pero se cae y se rompe la clavícula.

Ahí Manolo, directamente se coge al corredor, deja la carrera y se va con él a Barcelona, sin acabar la etapa. Ahí ya me están dejando una puerta abierta. Mi rol ese día era bloquear la carrera para arriba y a falta de 7-8 soltarme y que Zülle haga su trabajo. Al caerse Zülle, yo puedo ganar y eso ocurrió tanto en esa carrera, como en otras.

En el Tour del 99, cuando yo consigo las victorias, íbamos todos a una con Olano. Cuando vemos que no está para hacer pódium, los objetivos cambian. Es cuando mi puerta se abre. Fíltrate en las etapas e intenta ganar.

Antes de llegar a ese momento, ese mismo año ganaste la Euskal Bizikleta.

Ahí hay un momento jodido en mi vida. Dejo con mi novia antes de la Euskal Bizikleta. No lo pienso igual ahora, porque con la edad vas madurando, pero en ese momento lo único que quería era dejar la bici. Manolo se da cuenta de eso y me llama por teléfono. Yo lo estaba pasando mal.

Ellos estaban en el Giro y sin decirme nada, me compra un billete de avión, me lleva al Giro y me paso una semana con ellos entrenando, haciendo las mismas etapas pero dos horas por delante de la carrera. Si no hubiera hecho aquello, el 99 no hubiera sido un buen año, seguro.

¿Esos entrenamientos te sirvieron como una terapia?

Exacto. Yo no tenía ganas de entrenar, no quería andar en bici. Manolo sabía lo que me pasaba. Es más, habla conmigo y le digo que no quiero andar en bici. Lo siguiente que hace es comprarme un billete de avión y llevarme al Giro de Italia. Vengo de allí y gano Euskal Bizikleta, hago tercero en Clásica de los Alpes y gano las dos etapas del Tour. Esa decisión de Manolo cambió mi año 99 por completo, seguro.

Precisamente antes del Tour del 99, que es en el que terminas de explotar.

Sí. Cuando estás en tu carrera deportiva siempre crees que va a ser ascendente y que nunca va a bajar. Está claro que mi carrera fue hacia arriba y luego hacia abajo, aunque de manera no tan pronunciada como en otros casos. Yo creo que el momento, ¿cómo se dice ahora? El prime, mi momento prime, fue el Tour del Francia del 99.

Se dieron circunstancias que hicieron que fuera así, porque en otros Tours estuve igual de bien. Con Euskaltel hice dos segundos puestos que, por diversas circunstancias no fueron primeros, pero podían haberlo sido igualmente.

¿En qué medida cambia la dimensión de un ciclista al ganar una etapa del Tour?

La forma en que te ve el pelotón cambia completamente. Pasas de ser un corredor bueno, a que, de repente, te metes en una fuga y todos van a por ti. Yo ya era conocido, pero después de aquello, todo era más difícil. Le está pasando a Hirschi ahora. Ganó dos etapas del Tour y ahora, cuando arranca, salen todos. Antes, arrancaba y le dejaban, que ya volvería. Cambia todo.

¿Ese cambio lo notaste inmediatamente?

Durante el Tour no, porque en ese momento eres la sorpresa. Es al año siguiente cuando, te metes en fugas, te empiezas a mover y notas que el pelotón reacciona. Yo estoy seguro de que, la etapa de la París-Niza que gano en el 97, si hago el mismo movimiento en el 2000, no hubiera ganado. Porque en el 97 arranco a 800 de meta y todos levantan el pie esperando a que arranque otro más. Si hago ese mismo movimiento en el 2000, probablemente alguien hubiera salido y hubiera cerrado el hueco.

La primera etapa que ganas en el Tour la ganas en solitario y eso te permite pensar en los últimos metros. ¿Qué pasó por tu cabeza en el momento que fuiste consciente de que ibas a ganar una etapa del Tour?

Mira, estoy seguro de que toda la gente que ha ganado en el Tour recuerda sus últimos kilómetros. Quizás los esprinters menos, pero en el tipo de corredor que era yo, estoy seguro de que el 100% de los corredores recuerdan imágenes de ese día y sensaciones de ese día. Yo los recuerdo como si fueran hoy.

Recuerdo las malas sensaciones para coger la fuga. La cogimos en el kilómetro 80. Una vez dentro, no tengo recuerdos de la fuga, pero sí recuerdo cuando nos empezamos a atacar y sobre todo, recuerdo que, una vez arranco, me voy solo. Recuerdo cada frase de Manolo, cada frase del masajista, porque Manolo no iba en el coche de fuga. Recuerdo cada frase hasta que me quito la radio, porque ya voy a tope y llevo un rato escuchando «a tope, a tope, a tope».

¿Cuánto quedaba cuando te quitaste el pinganillo?

Unos diez, doce kilómteros. Yo arranco a falta de 23.

¿Qué te decían Manolo y el masajista?

El masajista decía «a tope, a tope, a tope, que no te cogen». Había zonas en las que no entraba la radio y de repente, se oye una radio que dice «Sebastián, déjale tranquilo que va a tope» y es Manolo. Ahí es cuando yo me quito la radio.

De esa etapa recuerdo dos, tres imágenes. Una, a falta de quince, en un repecho. Recuerdo la imagen de la mujer de Olano. Yo voy solo a tope y veo cómo me esta gritando a mí. Tengo grabada esa imagen de verle a Karmele gritándome.

La siguiente imagen. A falta de un kilómetro me acerco a un repecho, voy a tope y lo que pienso es que, siendo una llegada que me va bien, en ese momento no me iba bien, porque era para arriba y yo iba solo. Entonces, el pensamiento que me viene es: «¿por qué cojones no será el último kilómetro plano?».

La siguiente imagen es una ikurriña entre el público a 800 y veo a un chico de Llodio que le conocía de haberle visto dos veces. Le había visto en una cena de la Peña César Solaun, que me habían dado premio a mejor amateur en el 94. Recuerdo mirarle y pensar «es, es».

Luego en meta, levanto los brazos, yo tenía muy buena relación con el masajista mío. Recuerdo que me recibe Valentín, me coge la cabeza, me choca y recuerdo el dolor de darnos frente contra frente. Esas son las tres cosas que tengo grabadas a fuego.

¿La segunda etapa no es tanto cambio? Porque ganar dos etapas en el mismo Tour hay muy poca gente que lo haya hecho.

Muy pocos. En ese momento recuerdo que en 26 años nadie había ganado dos etapas en el Tour en etapas en línea. Pero la segunda sí es diferente. Yo tenía claro que había que coger la fuga. Manolo nos lo había dicho, porque se subía Tourmalet y Soulor y sabíamos que Abraham podía pasarlo mal.

Se hace una fuga de 15-20 corredores y yo no estaba dentro. Empezando el Tourmalet veo que la fuga está a 40 segundos. Evidentemente, si no estoy bien, no la puedo coger. Arranco de atrás, cojo la fuga, en la que ya estaban Andrea Perón y Cuesta de la ONCE. Elli empieza a subir fuerte y nos quedamos él, Tonkov y yo. Fíjate lo que me fijaba en las etapas, que, faltando 200 metros para la cima, empiezan a esprintar y yo decía «tranquilos, que no voy a pasar primero». Había 6000 € de premio al primero en la cima y yo no tenía ni puta idea.

Tiramos para abajo, empezamos a subir el Soulor y ahí yo lo paso mal. Hablo con ellos y les digo que no voy a pasar hasta llegar arriba, una vez allí ya doy relevos. Vemos que por detrás se ha montado lio, porque Zülle estaba para hacer podio con Abraham, Escartín y unos cuantos más. Tiramos más suave y entran otros quince corredores, entre los que estaba Marcos Serrano. A Armstrong, Zülle y Escartín les interesaba tirar, porque dejaban a gente fuera del podio y nosotros nos quedamos atrás, sin tirar tanto.

De ese día recuerdo que, normalmente, cuando vas escapado y te cogen, mentalmente te vas y a mí me ocurrió ese día. Arranca el grupo y yo no estoy. Hay un repecho y me grita Manolo «David, en esa hay que estar». Ese es el momento en el que vuelvo a meterme en carrera.

Llego a la fuga y a falta de 5, le digo a Marcos «juégate tu baza, yo te bloqueo y si no sale, a falta de 1-2 kilómetros, la carrera es mía». Marcos me dice que sí. Yo entendía que era lo justo. Podía haberle dicho que era el más rápido del grupo y que me bloqueara él la carrera, pero el hecho de haber ganado ya una etapa, me dio la opción de decirle eso. Arrancó a falta de tres, creo que le salen Arrieta, Elli y bloqueo a Vinokourov. Según le cogen le digo «¡Marcos!» y me dice «sí, tranquilo». Me hace los últimos dos kilómetros.

Hace poco me mandó un vídeo de la Vuelta a Galicia que ganó él. Me dijo «me hiciste la llegada» y yo le respondí «te la debía». Todavía nos acordamos.

En aquel Tour creo que te llevaste como premio una vaca.

Sí, durante el Tour, en diferentes etapas, dependiendo de la región, suele haber premios. A mí me tocó la vaca y al día siguiente tocó un caballo, pero luego no hubo más.

¿Y cuál es el criterio para decidir esos premios?

En el caso de mi vaca es que la zona en la que gané es conocida por la vaca frisona. Los ganaderos de la zona, yo creo que pondrían dinero para organizar la etapa y por eso metieron como premio la vaca. Normalmente los ciclistas no se llevan ese premio. Se suele cuantificar el premio en dinero y se llevan eso para repartir con todo el equipo.

En un principio no lo pensé, pero hablo con mis padres y me dicen que sería bonito darle la vaca a mi abuelo. Hablo con mis compañeros, les digo que quiero la vaca porque mi abuelo tenía vacas y ninguno pone pegas. Porque, no sé lo que vale una vaca, pero ¿qué perderían? ¿500 euros cada uno?

Tuve que ir en octubre con mi hermana a por la vaca y estuve dos días en Saint-Flour viendo diferentes ganaderías con la gente del ayuntamiento.

Ese Tour fue el primero después del Festina. ¿Qué cambió ese caso en la carrera?

Bueno, que había más controles. En el 98 los equipos españoles se habían marchado y lo que había era bastante más presión dentro del ciclismo en general, sobre todo en Francia. Muchos más controles, mucha más policía. La percepción era que había muchísima presión con todos los equipos.

¿La relación entre los ciclistas, los equipos y el Tour de Francia cambió?

Sobre todo los primeros días. Normalmente, se hace una reunión en la presentación del Tour entre los organizadores y los ciclistas, como un briefing y ese año el discurso fue mucho más duro por parte del Tour. Hablaron de controles mucho más exhaustivos, marcando mucho al corredor y metiendo mucha más presión en ese sentido. Yo corrí en el 97 y no recuerdo la reunión de aquel año y las siguientes no fueron tan marcadas como aquella.

¿El año siguiente a tus dos victorias en el Tour cambian tus objetivos?

Sí, eso siempre ocurre, porque todo se basa en el Tour. Que puede llegar a ser un error, porque dejas de lado otros objetivos, pero no oirás a un corredor que haya ganado en el Tour y diga que no quiere volver a ganar.

¿Eso es cosa de los equipos españoles o les ocurre a todos?

A todos. Hablo de todos los que no tengan la posibilidad de ganar el Tour. Si vas ahora a UAE, probablemente te digan que lo que quieren es ganar el Tour. Por eso Hirschi tiene tan difícil ganar una etapa. Y si hablas del Jumbo, pasa lo mismo. Por eso Van Aert lo tiene tan complicado. Gana cuando es el mejor por mucho, si no lo tiene complicado. En cambio, en los demás equipos, que me refiero al 85% de los equipos, el objetivo es ganar una etapa en el Tour.

Sin embargo, tú ese año haces muy buenas Lieja y Flecha.

Sí. Cuando hablaba antes de la manera de ver el ciclismo de Manolo, me refería a eso. El ciclismo español no estaba acostumbrado a correr clásicas y a mí, no el primer año, pero el 96, 97, 98 me mete todas las clásicas. Me mete Flecha, me mete Amstel, me mete Lieja… Realmente no eran mis objetivos, pero aprendo a vivir esas clásicas. Aprendo a retirarme, aprendo a decir que son una mierda y aprendo a estar metido en carrera.

¿Crees que para ganar un Monumento o una Flecha hay que correrla previamente?

Se puede ganar a la primera, pero se gana muchísimo habiéndola corrido antes. Para saber dónde tienes que hacer los esfuerzos, dónde hay que estar… Normalmente, los Monumentos sobre todo, son carreras de siete horas. Mantener la concentración todo ese tiempo es muy complicado.

Entonces, el saber dónde tienes que estar hace que, en diferentes momentos de la carrera, puedas desconectar. Por eso digo que es importante conocer las carreras. Evidentemente, no es lo mismo una Milán-San Remo, que no tiene nada más que el final, que una Amstel Gold Race, que te puedes volver loco.

Porque, en la Amstel, como no la conozcas, es imposible. Bueno, no imposible, pero tienes que ser el mejor para ganar. En cambio, si la conoces, es mucho más fácil. No he corrido nunca Roubaix o Flandes, pero estoy seguro de que es igual.

¿Por qué nunca corriste Roubaix o Flandes?

Por el peso. No tenía opción. Cuando yo corría, había un italiano que lo hacía bien con poco peso. No recuerdo ni el nombre. Misaglia o algo así se llamaba (se refiere a Gabriele Missaglia). Bettini lo hizo bien algún año en Flandés. En mi caso, meterme en el pavé era empezar a botar y no tenía capacidad.

En relación a eso, Pogačar es un corredor físicamente parecido a ti. ¿Crees que podría ganar una Roubaix?

Es bastante más potente que yo. Cuando hablo de que es más potente, me refiero a potencia en el plano y hace falta eso para ganar. Yo creo que Pogačar sí podría ganar Roubaix.

Yo no pensaba que pudiera ganar Flandes.

Yo tampoco. Pero le ves correr y ahora sí pienso que puede ganar Roubaix. Lo veo complicado, porque ganar Roubaix es muy difícil. Pero, por ejemplo, pienso en Vingegaard y lo veo imposible. Pienso en Pogačar y creo que puede ser.

Amstel muchos años no participaste, pero es una carrera que podías haber ganado.

Sí, pero la odiaba (risas). Sí, realmente la odiaba, pero nunca se lo dije a Manolo. Es una carrera que me volvía loco. En aquella época, ahora creo que será bastante parecido, eran dos colinas y en dos colinas se hacían 230 kilómetros.

Ibas bien colocado, venía la siguiente cota y de repente, veías pasar a todos los del norte y ya ibas mal colocado. Otra cota para arriba y para abajo. Estabas en el mismo sitio dando vueltas. Con los años aprendí a correrla, pero los primeros años… ufff, la odiaba.

En el 96 recuerdo que no acabamos ninguno del equipo. Manolo debió de ir con el equipo Z. Entonces se hacía primero Flecha, luego Lieja y luego Amstel. Ese año estuvimos quince días en las clásicas cuatro jóvenes del equipo y cogimos todos tres kilos. Estaba todo el día nevando, no se podía salir a entrenar y lo único que hacíamos era comer y rodillo, comer y rodillo.

Acabamos de las clásicas hasta aquí (se toca la frente). Cuando dejas la bici piensas «la podía haber ganado» y mis dos últimos años en la Amstel fueron buenos para mí, porque ya mis objetivos cambiaron. Cuando entré al Liberty, Manolo me dijo «no vas a correr ninguna grande. Vas a hacer clásicas, Itzulia, Vuelta a Alemania y luego clásicas de invierno». Ahí aprendí a correr la Amstel de diferente manera y fueron las mejores para mí.

¿La Lieja y la Flecha tienen un ambiente diferente? Me refiero al público belga.

Es diferente. La Amstel es más una fiesta, diría que cicloturista. No es tan tradicional. Sí hay ciclismo, pero no es tan importante. Por lo menos mi percepción es esa. En cambio, Flecha y Lieja, sobre todo Lieja, vas notando el ambiente desde los días anteriores. En los entrenamientos vas notando cada vez más gente, las autocaravanas en el circuito, la gente viendo a los ciclistas…

Si haces una Lieja escapado, una nada más, te van a conocer siempre. Yo recuerdo que en mi primera Lieja haría el 30, pero hice 80 kilómetros escapado y me cogieron a pie de la Redoute. Da igual, partir de entonces ya era conocido para todo el mundo.

¿Es diferente el ambiente del ciclismo en Bélgica al de Euskal Herria?

Bueno, no tanto. Se parecen bastante. En Bélgica está más arraigado. Ves muchísima gente mayor, que aquí no ves tanto. Allí se ve muchísima gente mayor con autocaravanas viendo el ciclismo, que van igual una semana antes. En la Itzulia o la Clásica de Donosti, la gente va a la carrera nada más. Esa es la mayor diferencia. Luego, el día de la carrera se parece bastante.

¿Y es distinto a Francia o a Italia?

En Francia sólo se vive el Tour. El resto da igual. Estás en París-Niza y es como la Vuelta a Murcia.

En la Lieja del 2000 hay un momento en el que os quedáis Bettini, Rebellin…

Bettini, Rebellin, Belli y yo. Luego Belli se queda.

Eso es. Antes de eso hay un momento en el que estáis los cuatro y Bettini empieza a hacerte así (gesto muy italiano con las yemas de los dedos juntas). ¿Estaba reclamándote que dieras relevos?

Sí. En esa carrera había dos favoritos, Bartoli y Jalabert. Bettini y yo éramos las segundas piezas. Manolo siempre ha sido muy bueno en estrategia. Me dijo «no des ningún relevo, porque, si os cogen, tenemos detrás a Jalabert». ¿Qué pasaba? Que Quick-Step nunca había ganado Lieja y era muy importante para ellos. Entonces, la presión era suya. Bettini me pide que dé relevos y yo le hago así, que se calle (gesto de pedir silencio con el dedo) y ya no me dice nada más.

Bueno, más bien le hiciste así con el brazo (gesto de mandar a la mierda) (risas). ¿Cómo se aguanta la presión de que te estén insistiendo para dar relevos y tú sepas que no tienes que dar. Antes hablábamos de la presión y eso sí que es presión.

Eso es presión, evidentemente y hay que saber aguantar. Cuando pasa algo así, luego es mucho más complicado ganar, porque te conviertes en el enemigo de los otros tres. Pero también es verdad que estoy siendo beneficiado por no dar relevos. Ahí el director está para algo. Me dijo que no diera relevos y yo hacía caso. ¿Qué me discutes? Son italianos, lo damos por hecho.

Yo creo que la última vez que te reclamó fue en el último kilómetro.

Yo llegué jodido a la última subida. No se apreciaba en la tele lo duro que era Ans. Es una recta larga, larga, de 800 metros, se ve al fondo la curva y recuerdo que miré para arriba y pensé «buah y ahora tengo que esprintar». En ese momento me dolían las patas y si encima tenía que aguantar al italiano… Yo pensaba «bastante tengo con lo mío como para que me vengas aquí…»

Pero entiendo que ellos también irían jodidos.

A ver, con el tiempo creo que, de ganar alguna Lieja, estuvo más cerca la de Camenzind, que hice tercero. Ahí Camenzind fue más listo. En 2000, fíjate si llegué tocado, que no recuerdo la famosa llegada agarrado de las manetas, que es un error de juvenil. Sin embargo, la llegada de Camenzind recuerdo todo del último kilómetro, los pensamientos de qué es lo que tengo que hacer. ¿Por qué no recuerdo el 2000? Porque llego muy tocado.

Aparte, los rivales que te tocaron eran de lo peor que te podía tocar. ¿No era más difícil Bettini que Camenzind?

Sí, muchísimo más. Pero llego mucho mejor a ese momento en el 2001, que en el 2000. En 2001 yo llego a la última curva pensando qué es lo que tengo que hacer, que tenía que entrar segundo para afrontar el sprint.

Lo que pasa es que Camenzind viene de atrás, arranca, nos sorprende, porque íbamos muy abiertos, entra el primero en la curva, nos mete tres metros y gana la carrera. En el 2000 todo el mundo achaca a lo de las manetas, pero yo estoy seguro de que no hubiera ganado, porque llegué muy tocado.

La Flecha Valona entiendo que es una carrera muy estratégica.

Se reduce siempre al muro de Huy. Tienes que estar bien colocado en las dos pasadas anteriores, porque arriba suele pillar aire y luego saber aguantar hasta el momento justo en el que hay que arrancar, porque, como te equivoques diez metros, a no ser que seas el más fuerte, no ganas la carrera. Es una carrera que no la tenía como objetivo número uno. Pensaba más en Lieja.

¿Hay mucha diferencia entre ganar Flecha y ganar Lieja?

No tiene nada que ver un corredor que te gane arrancando en el kilómetro 200 o un corredor que arranque en el 240 o 250. Por eso, cuando la gente dice que el ciclismo actual es mucho más espectacular porque ha bajado los kilómetros, digo «ya, pero no ves a los mismos corredores». Ese corredor que te arranca en el 200, muchas veces no está en el 250, porque el cambio es muy grande. Por eso los Monumentos tienen ese recorrido.

En el Tour de 2000 tuviste una caída que te obligó a abandonar, pero has sido un corredor que no has tenido muchas caídas. Igual esta fue la más fuerte que has tenido.

La más fuerte la tuve en amateur. Las marcas que tengo en la cara son de entonces. Me caí bajando Andazarrate, me abrí el labio, me rompí la cuenca del ojo… Tengo 16 puntos aquí (se señala entre la sien y el ojo izquierdo). En profesionales, en cambio, tuve caídas, como todo el mundo, pero no fueron graves. La del Tour fue más aparatosa que otra cosa. Evidentemente, condicionó todo mi Tour, porque perdí mucha sangre.

Si te fijas, cuando un corredor se cae en una vuelta grande, sangre o no, el rendimiento de ese corredor siempre baja. El cuerpo reacciona, los niveles en sangre bajan; baja todo y en el Tour necesitas que todo esté enfocado al rendimiento deportivo.

En ese Tour yo voy con casco. Era una crono y estaba cogiendo a un corredor del Telekom. El coche de ellos no se coloca bien y me obliga a entrar en la curva al revés, a cogerla de adentro para afuera. Ahí, la inercia de la curva me expulsa y me pego contra una pared.

Recuerdo que rompí el casco, me abrí la cabeza y devolví. Recuerdo estar en el suelo, ver el vómito y pensar que era de la cabeza. Manolo me levanta, me monta en la bici y me dice «David, hay que entrar en el control”». Yo le digo «bastante tengo con dar pedales». Es más, entro fuera de control, pero la organización te suele repescar si es por una caída.

¿A qué le doy yo valor en ese Tour? A que cinco días después ganamos la crono por equipos y llegamos los nueve corredores. Después del golpe que me había dado, para mí tiene muchísimo valor aquella crono. Fuimos el primer equipo español que ganó una crono por equipos del Tour.

Ahí tendrías que hacer un esfuerzo terrible.

Estaba reventado. La verdad es que daba relevos cortos. Manolo, estratégicamente era muy bueno, pero en cronos por equipos era el mejor del mundo, clarísimamente.

Yo no he terminado muchos Tours, que no sé si hacía bien o no. Pero, cuando veía que no tenía posibilidades, normalmente me solía marchar. Yo creo que, en el ciclismo, en aquel momento el dinero estaba en las victorias, mas que en hacer top 8 o top 9 y el profesional tiene que mirar eso.

Por ejemplo, hay un corredor, que lo tiene muy claro y lo hace muy bien, que es Pello Bilbao. Creo que podría hacer top 5 tranquilamente.

Pero Pello Bilbao sí que disputa la general.

Ya te digo yo que no. El hecho de disputar las etapas le mete en las generales, pero no está pensando en no arriesgar para no reventar. Corre para intentar ganar algo y eso puede terminar metiéndole en el top 10. No es lo mismo eso que un corredor como Guillaume Martin, que siempre va a rueda y te hace noveno. No tiene nada que ver.

¿Los ciclistas le dais mucha importancia a los premios en metálico frente a los méritos deportivos?

Es que una cosa te da la otra. No corres por dinero, bueno sí, pero no estás pensando en ganar una etapa del Tour porque eso te va a subir el contrato en medio millón o 200.000 euros. Estás pensando en ganar porque tus objetivos deportivos son esos y entrenas para lograr esos objetivos.

Otra cosa es que, si los consigues, se note en el contrato. Por lo menos en mi caso era así. Seguro que en el 100% de los corredores no, porque habrá gente que mire más la pasta, pero la mayoría de corredores piensan en los objetivos deportivos.

Al terminar esa temporada pasaste a Euskaltel. Tengo entendido que fue por algunas diferencias con Manolo Saiz.

Manolo Saiz y yo hemos tenido una relación bastante curiosa. He sido su ojito derecho durante los primeros seis años. Pero yo he tenido las cosas muy claras en el sentido de que, cuando tomo una decisión, voy con ella con todo.

En aquel momento Manolo me ofrece la renovación del contrato pero sin hablar con mis managers. Es decir, yo negocio contigo y ya está. Yo no tenía un contrato firmado con el manager, pero sí de palabra y yo siempre he respetado mucho esas cosas.

Tanto es así que, en el 99, tenía un año más de contrato, pero había apalabrado con Manolo dos años más. En ese momento, me viene un equipo ofreciéndome el doble de lo que ganaba y dije que no porque tenía apalabrado otro año.

Con Manolo pasó algo parecido. Me dice eso del manager y le digo que, si no habla con mi manager, no me siento a negociar. Fue en la época en la que empezaron a surgir los managers. Yo creo que Manolo veía que el ciclismo iba a empezar a cambiar y no le gustaba eso.

Tanto ha cambiado que ahora los managers tienen, para mi gusto, demasiado poder. Dentro de los equipos World Tour mandan mucho. Más de lo que se cree.

En ese sentido, ¿se parece el ciclismo cada vez más al fútbol?

Sí, lo que pasa es que el fútbol mueve mucho más dinero y en el ciclismo no hay un mercado de fichajes. Sí es verdad que hay equipos que tienen el poder de traer a cualquier corredor y managers que tienen la capacidad de sacar a gente de sus equipos para llevarlos a esos otros.

Ese es el poder de los managers y es demasiado. En aquel momento Manolo estaba viendo la deriva que estaba cogiendo el ciclismo y no quería eso. Era un paso que era lógico, que se iba a dar, pero él lo veía de otra manera.

No fue una discusión, fue una conversación en una habitación. Me dijo que me quería dar dos años más, le dije «o hablas con mi manager o no hablas con nadie» y a partir de ahí la relación se rompe. Tanto que no me quiere llevar al Tour y es cuando tengo la caída de la que hemos hablado.

En ese Tour, después de la caída yo tengo una presión muy alta, porque dentro del equipo Manolo hacía ver que estábamos enfadados. Yo sabía que no iba a hablar con mi manager y sabía que me iba a marchar del equipo. Entonces la presión era muy fuerte.

Cuando me caigo en la etapa del Tour, el médico del equipo me está curando las heridas y yo rompo a llorar. No rompo a llorar porque me he hecho daño, rompo a llorar porque tengo mucha presión.

El médico del equipo habla con Manolo y le dice «oye, esto hay que cambiarlo, porque el chaval no puede aguantar así». Durante el Tour cambia un poco la relación, pero ahí se rompe algo y es cuando marcho a Euskaltel.

Yo no conozco a Manolo, pero a veces parece que es un poco cabezota. Porque no parece una situación que no podía haberse solucionado.

Se hubiera solucionado seguro. Lo que pasa es que Manolo estaba arriba en el escalafón del ciclismo y estaba acostumbrado a conseguir hacer la idea que tenía él. Yo no me había planteado marcharme del equipo, mi intención era seguir, pero nos juntamos dos formas de pensar bastante parecidas, el orgullo de los dos era bastante parecido.

Yo creo que por eso nos seguimos llevando bien 25 años después. Estuve cuatro años sin hablarme con él y en esos años he llegado a estar en un ascensor, los dos solos y no hablarnos.

Sin embargo, luego volvisteis a coincidir en el equipo.

Coincidimos en el equipo porque yo tengo un problema en Euskaltel, bueno, un problema… la negociación varía. Dentro del equipo hay dos corredores que suben en el escalafón interno, que son Mayo y Zubeldia, mi peso dentro del equipo no es el mismo y hay una negociación.

Siento que no se me da el valor que tengo dentro de la estructura y la única comunicación que tengo con el manager es para decirle «me tengo que ir del equipo». Ahí me dice «David, no tengo nada» y le digo «Me da igual. No puedo estar en un sitio donde no se me valore como ciclista». No estoy hablando de estar a la altura de Zubeldia y Mayo, porque, evidentemente, no lo estaba, si no a que se me diera el valor que tenía dentro del equipo.

La decisión que tomo es que me tengo que marchar. Mi manager se sienta con Euskaltel, la hacen una oferta y él se levanta y dice «el corredor se marcha». «No, no, se puede hablar», le dicen, pero él contesta que no, que el corredor se quiere marchar. Cuando Manolo se entera de que no renuevo con Euskaltel, lo siguiente que hace es llamarme.

¿En ese momento llevabais cuatro años sin hablar?

En ese momento llevábamos cuatro años sin hablar, sí. Entre los dos hay una relación de orgullo y el hecho de que me llame, no he hablado con él de esto, pero yo creo que él piensa, vale, me he rebajado yo y te he llamado, pero me pide algo, el siguiente paso lo tienes que dar tú.

Me pide que vaya a la presentación del libro de la ONCE a Madrid, que creo que es en julio de 2004. Yo te he llamado y te quiero dentro del equipo, pero ahora el paso lo tienes que dar tú.

¿Y vas a la presentación del libro?

Sí, me presento en la feria del libro de Madrid para la presentación sin problema y a partir de ahí ya va todo rodado.

En el momento en el que fichas por Euskaltel yo te veía en un equipo belga o italiano especialista en clásicas.

Sí, por ejemplo, en un Quick-Step hubiera estado bien. Hay una cosa que no sabe mucha gente. En mi vida deportiva he tenido suerte con las decisiones que he tomado. Probablemente en otras habré perdido dinero, pero, en un momento, tengo una oferta de un equipo que iba a salir nuevo, que era el Linda McCartney.

¡Ah, con Neil Stephens como director!

Eso es, con Neil Stephens. Durante esa conversación, antes de romper con Manolo y hablar con Euskaltel, sale el tema del Linda McCartney. Querían fichar a tres corredores sí o sí. Uno era Rebellin, el otro era Belli y el otro yo. Los otros dos dicen que no, yo entablo negociaciones y el manager pide cada vez más, para saber hasta dónde podíamos llegar.

Hasta que llega un momento en el que le digo «no puede ser, no valgo ese dinero». ¿Por qué le digo esto? Porque en tres conversaciones, cada vez la oferta era un 30% más y después era eso más un corredor, más un mecánico, más un masajista. En la tercera, que es más el masajista, le digo al manager que no, que no valgo ese dinero. Todavía tenemos el contrato en casa.

No me preguntes por qué tomé aquella decisión, porque no es racional, pero decido no coger esa oferta. La oferta de Euskaltel se iguala económicamente, pero no en todo lo demás; ni otro corredor, ni mecánico, ni masajista. El manager se volvió loco.

Me decía «estás renunciando a mucho dinero y es un equipo que va a salir». Y el equipo sale. Se fueron a Australia a correr y estando allí les llaman para decirles que no hay dinero y que cada uno vuelva a casa como pueda. Ahí mi manager me llama y me dice «no puede ser, tienes una estrella». Repito que no son decisiones racionales. Yo me llevaba muy bien con Neil.

Había sido compañero tuyo.

Eso es. Yo debuté en profesionales en Australia y estaba Neil allí. A día de hoy le sigo respetando, porque él no cometió ningún error, a él le engañaron. El respeto por él es enorme, pero, no sabes por qué, tomé aquella decisión y tuve la suerte de que me salió bien.

Entonces te vas a Euskaltel. Primero, vas como líder del equipo y además, tengo el recuerdo de que, en ese momento, en Euskaltel había una obsesión con estar en el Tour.

Y todo cambia en la Lieja del 2001, que hago tercero. Aunque no viene sólo de ahí. Evidentemente, hay conversaciones entre Miguel Madariaga y el Tour desde antes de que yo llegara al equipo. El Tour les pidió ciertas cosas y una yo creo que era fichar a un corredor referencial, en el sentido de que fuera conocido, y entro yo en el equipo.

Creo que les pide también ser protagonistas en algún sitio, ya sea París-Niza, Itzulia o donde fuera. En esa Lieja de 2001 hay una decisión que toma Julián, que es ponerse a tirar con todo el equipo. Estamos hablando de un equipo que era pequeño entonces, la estructura no tenía nada que ver con los demás equipos y en una Lieja en la que ningún equipo español estaba acostumbrado a trabajar para nadie, quitando la ONCE, nosotros nos ponemos a bloquear la carrera antes de San Nicolás para que yo disputara la victoria.

Yo creo que la decisión de tirar aquel día, que luego yo hiciera podio, más las conversaciones que ya habían tenido Miguel y el Tour, hicieron que finalmente fuéramos invitados al Tour de Francia aquel año. Aquello ayudó, estoy seguro.

Pero sí había esa obsesión por el Tour.

El objetivo era claramente estar en el Tour y se notaba dentro del equipo. La presión de tener que ir al Tour se palpaba.

Y una vez que se va al Tour, no sé si era obsesión también o no, pero había que ganar una etapa.

Sí, yo lo veía de una manera y ellos de otra. Yo lo veía como algo muy difícil, porque ya había corrido y ellos no habían corrido el Tour. Esto es algo que sigue pasando, han pasado 25 años, pero sigue pasando. Si hablas con alguien que no ha corrido el Tour, por mucho que se lo expliques, nunca lo va a visualizar hasta que no está en el Tour. Hasta que no llega allí y dice ¡cojones, esto es el Tour!

¿Te refieres en cuanto a dimensión de la carrera, a presión…?

A todo. Dimensión, repercusión y estrés en carrera. Los mejores 200 corredores del mundo al 200 por cien. Eso no ocurre en ninguna otra carrera del mundo. Ni en los JJOO, ni en el Mundial, porque no están los 200 mejores corredores del mundo. En los JJOO hay menos corredores y en el Mundial hay gente que no llega.

Yo les trasladaba eso, pero ellos, con la inocencia de no haber corrido el Tour, veían que el objetivo real era ganar una etapa. Yo lo veía diferente. Sí, vamos a intentar ganar, pero conseguir una victoria no puede ser el objetivo. El objetivo tiene que ser disputarla. Luego tuvimos la suerte de que ganó Laiseka y fue todo rodado, pero lo veíamos de manera diferente.

¿Todo el tema de la marea naranja cómo lo vivisteis vosotros?

Espectacular.

Todo eso creo que tuvo bastante influencia para que el Tour os invitara.

Sí, claro, el equipo tenía que estar, eso es así. Hablando en términos de marketing, lo hicieron perfecto. No recuerdo quién estaba en marketing en Euskaltel en aquel momento, pero lo hizo muy bien.

Pero no era sólo marketing. Tú puedes repartir camisetas naranjas, pero tiene que haber gente que quiera llevarla.

Se interiorizó. Ves el equipo Euskadi a día de hoy y no tiene nada que ver, en el sentido de pertenencia al equipo. Entonces había un sentimiento de pertenencia, es como el Athletic en Vizcaya.

Claro, si eso lo hubiera hecho el Mapei, no hubiera tenido el mismo efecto.

No. Se juntaron tres cosas. El marketing por un lado. El movimiento fue bueno, lo veas por donde lo veas. Corredores que podían llegar a objetivos difíciles, que ahora es impensable en el Euskadi. Desgraciadamente, pero es impensable. Porque, para eso, necesitarías a los Izagirre, a Landa y a Pello Bilbao y el presupuesto no da.

Y luego el sentimiento de pertenencia, que ahora no existe. Por lo que sea, pero no existe. Eso, me refiero al sentimiento de pertenencia, los primeros diez días nosotros lo notábamos en carrera. El ejemplo que doy es en una salida en Bruselas. No sé si Bruselas o Brujas, uno de los dos.

En cualquier salida del Tour hay miles de personas y estaba la plaza llena de gente. Antes de llegar estaba todo bloqueado por la gente. Nos paran el autobús, se abre un hueco no sabes cómo y se ponen ocho personas a bailar un aurresku (tradicional baile vasco de homenaje).

Claro, la sensación de estar viendo eso en el autobús, la carne de gallina que se te pone, es algo que se te queda para toda la vida y el sentimiento de pertenencia que tienes en ese momento dentro del autobús… No sé quiénes eran esas personas, pero estoy seguro de que se acuerdan, igual que nos acordamos todos los que estábamos en el autobús.

Luego salió bien que ganara Roberto, que ya te digo que no hubiera sido lo mismo si hubiera ganado yo. ¿Por qué? Porque Roberto llevaba en el equipo desde el 94.

Pero tú eras mucho más conocido y eras euskaldún también.

Sí, eso sí. Haber estado en la ONCE me hizo más abierto al mundo, pero al llegar a Euskaltel, es verdad que era diferente. En el sentido de que Roberto es más de aquí. El que está ahí desde abajo siempre es diferente y que ganara Roberto hizo que la victoria fuera diferente y especial.

¿Cómo llevaste el crecimiento de Zubeldia e Iban Mayo y que fueras perdiendo protagonismo dentro del equipo?

Con normalidad. Sobre todo porque sé lo difícil que es estar en la posición que estaban ellos. Además, no tenía nada que ver la forma de correr de ellos con la mía. Yo podía hacer mi ciclismo igual estando ellos. Y lo que intenté en todo momento, que no sé si lo conseguí, eso habría que hablarlo con ellos, fue trasladar tranquilidad en momentos de estrés.

Les exigían ciertas cosas que eran complicadas y ahí intentaba, dentro de mi experiencia de haber corrido muchas carreras, llevar una tranquilidad y que ellos vieran eso. Hay una imagen que la gente no recuerda, en el segundo Tour de Iban, que todo el mundo pensaba que iba a ganar el Tour.

¿Eso es el año en el que había ganado la Dauphiné?

Eso es. Fue la gran equivocación que cometieron, tanto Euskaltel, como la prensa. Ponerle como favorito solamente a él. A Armstrong solo le podía ganar un corredor, Mayo. Y no era así. Había más. Se centralizó todo en Iban, más que en Zubeldia. Zubeldia estaba, pero la presión no era la misma, toda la presión se la trasladaron a Iban.

Cuando antes hablábamos de cómo la presión te afecta de manera distinta en diferentes etapas, ahí está claro. Iban asumía bien la presión. Había que ganar Dauphiné y ganó. Pero, en el mismo año, lo llevamos al Tour y no supo asimilar bien la presión, porque era tan grande, que es muy difícil asimilar eso. El día antes de que se baje Iban, se había bajado Hamilton y él revienta.

Cuando vamos a tres minutos del paquete, para y se mete en el coche. Nos quedamos con él Unai Etxebarria, yo, Landaluze y Camaño. Zubeldia se va para adelante, porque tenía que jugar sus bazas. Me bajo de la bici y Julián me dice «no hay nada que hacer, se baja» y le digo «no, no se baja». Entonces me meto al coche, le saco y le digo «te montas en la bici y llegas a meta y al día siguiente, si quieres, te bajas».

Me dice «David, ¿por qué? Si se ha bajado Hamilton, ¿por qué no me voy a bajar yo?». «Porque hay 25.000 personas esperándote, que han venido desde casa». Se montó en la bici, llegamos a media hora y él en todo momento decía «me bajo, me bajo».

¿Crees que le pudo la presión?

Se juntó todo. No tuvo buenas sensaciones en ese puerto, que era el Marie-Blanque. Yo creo que, si hubiera pasado el puerto, en Plateau de Beille las sensaciones habrían sido mejores, pero se juntó todo y no supo asimilar ese momento de presión. Pero, ¿quién es capaz de asimilar eso? Probablemente dos, tres personas en el mundo.

Nunca has participado en el Giro. ¿No has tenido curiosidad por saber cómo es?

No lo he corrido porque disputaba las clásicas. Luego, cuando ya dejé la bici, sí he pensado que tenía que haberlo disputado, porque tiene etapas que me suelen ir bien. Con repechos, llegadas a pueblos… La manera de correr en Italia es diferente al Tour, la presión es menor. Pero, en todos los equipos en los que he estado, tenía tan claro que tenía que hacer Itzulia y las clásicas, que era imposible. Mi calendario era claro, Itzulia, las clásicas, descanso y Tour de Francia.

En 2001 es cuando tienes más opciones de ganar Itzulia.

La Itzulia que yo creo que hubiera ganado es la que ganó Aitor Osa. Ahí hay un error táctico de Julián. El día de Alsasua hay una fuga bajando Urbasa. Ataca Abraham, a mí me pilla mal colocado y se meten en fuga trece o catorce corredores. No había ningún favorito, porque, en un principio, Osa no era favorito.

De Euskaltel se meten Unai Etxebarria e Igor Flores. Se van a tres minutos y nadie quiere tirar. Bajo al coche, hablo con Julián y le digo que creo que tenemos que tirar, que estoy para ganar la Itzulia. Julián me dice que hay otros equipos que tienen que tirar, estaba Mapei con Garzelli y nosotros teníamos corredores en la fuga que podían disputar la etapa.

Creo que ganar la Itzulia está por encima de ganar una etapa, pero no nos pusimos a tirar y ahí creo que nos equivocamos, porque luego no fuimos capaces de soltar a Osa para arriba.

Con Euskaltel te ocurre otra cosa curiosa, porque te expulsan del Tour y no he llegado a entender bien por qué. Creo que fue por seguir a otro corredor.

Son historias que nunca sabremos. Nos expulsaron a dos corredores, a los dos Etxebarria. Mi teoría es que, si esto le pasa a Manolo, le expulsan a uno, pero a los dos corredores, no. Nosotros, como Euskaltel, no teníamos la misma fuerza dentro de la organización.

Julián no protestó y era para protestar. Ese día tuve un corte de digestión e hice último en la crono. Hizo mucho calor y yo, calentando, no asimilé los líquidos que metí. Tuve un corte de digestión en la misma carrera y perdí once o doce minutos.

Me pasaron seis corredores en los últimos dos kilómetros. Evidentemente, cuando me pasaban yo intentaba entrar a rueda, pero me soltaban. Nos metieron la sanción exacta para entrar fuera de control. Estoy seguro de que no hay un sólo corredor en la historia expulsado del Tour por ir a rueda de otro.

¿Te avisaron en algún momento de la carrera de que no fueras a rueda de otros corredores?

No. Te tiene que venir el juez y darte un aviso, pero no hubo ningún aviso. ¿Qué es lo que yo creo? Entonces tenía mucho poder en el Tour Bjarne Riis y nosotros nos estábamos disputando la general por equipos con el CSC.

Euskaltel estaba primero y CSC segundo. Claro, Unai y yo éramos corredores que cogíamos fugas. La semana siguiente era la última del Tour y el que cogiera una fuga, probablemente decidiría el ganador por equipos. No estar Unai y yo era muy importante para esos movimientos. Yo creo que ahí el poder de Riis fue bastante grande.

En 2005 ganas la Clásica de Primavera. Entiendo que la identificas como la carrera de casa.

Sí, sí, más que la Clásica de Donosti. Sobre todo porque yo he sido mucho de desconectar rápido, que no está bien y después del Tour, a la Clásica nunca llegaba bien. No me preguntes por qué, pero no llegaba bien.

En cambio, tanto Estella, que no gané nunca, pero tengo cinco o seis veces entre los diez primeros y Amorebieta tengo entre los diez primeros otras cuatro o cinco. Siempre quise ganarla y hubo veces que Manolo, con la ONCE, preparó específicamente para que yo pudiera ganar. Yo había trabajado bien en Itzulia y él entendía que me tenía que dar eso. Después de tantos años, veía que no iba a ganar y conseguirlo para mí fue muy importante, porque era la carrera de casa y subes Montecalvo y está todo Durango. Para mí eso fue muy importante.

¿Ahí te pasó como lo que comentabas de la primera victoria, que tenías muchas imágenes grabadas?

Tengo una imagen, subiendo Montecalvo, de reconocer a gente que había estudiado conmigo y estaban animándome. Esas cosas no te hacen ganar, pero en el momento te dan un plus y luego sí que te acuerdas.

Cuando vuelves al Liberty Manolo te dice que te vas a centrar en clásicas. ¿Tenías ya el rol de líder en esas carreras?

Sí, sí. Las reuniones se hacían en base a que David puede hacer esto o lo otro. En aquel momento estaba Vinokourov en el equipo y también tenía sus opciones. La forma de correr cuando eres el líder es una y si no lo eres, es otra. Cuando hago segundo en Lieja me muevo muy lejos de meta, pero cuando hago tercero con Euskaltel, me muevo a tres de meta.

En Liberty me lo tenía que tomar así también. El año que hago cuarto en Flecha, creo que fue 2005, yo sé que no estoy para ganar arrancando de tú a tú. Esa es la primera victoria de Valverde y yo arranco de muy lejos, porque sé que la única opción que tengo es arrancar, que se equivoquen, sacar diez metros y ganar la carrera. No espero hasta el final porque sé que, en un mano a mano con Valverde, no le iba a ganar nunca.

En aquel equipo se había recuperado del ictus Alberto Contador. ¿Qué sensación te produjo?

A Contador lo recuerdo, sobre todo, en la primera concentración en la que coincidimos. Manolo hizo en aquella época lo mismo que había hecho con nosotros en el 96. Cogió a Contador, Barredo, Luisle (Luis León Sánchez), Jesús Hernández… Cogió cinco o seis jóvenes también. Estábamos concentrados en Cantabria y en aquellos entrenamientos lo que me llamó la atención fue la facilidad de pedaleo que tenía. Es algo que tiene muy poca gente y este, con 20 o 21 años, tenía una facilidad increíble.

En ese sentido me recuerda un poco a Pantani. Esa sensación…

De facilidad. Tu estás entrenando con corredores jóvenes y cuando llevas seis horas, ver a un chaval de 20 años arrancar así, que tú vas muerto y él parece que va silbando.

¿Crees que Manolo ya tenía puestas sus esperanzas en Contador como podía haber tenido en vuestra generación en Rojas?

Seguro. También porque Contador le dio motivos. Ya el primer año va a Polonia y gana la crono. Les hace un invierno con entrenamientos fuertes y en enero se presentan él y Luisle solos en la meta de Down Under. Esas cosas eran diferenciales y Manolo lo ve, claro. Y estoy seguro de que vio en Contador lo que vio en su día en Rojas.

En 2006 desaparece el equipo Liberty y termina tu carrera con la Operación Puerto. ¿Cómo viviste tú el 23 de mayo, cuando estalla la operación?

A nosotros nos pilla en el Tour de Romandía y nos quedamos en shock. Nos dicen lo que ha pasado, se acaba la Vuelta y no me digas por qué, viajé con Nozal y recuerdo, en el aeropuerto, yo nunca he sido de hacer compras exageradas, pero vi un Tag Heuer y me gustó. Le dije a Nozal, «me voy a comprar el reloj», me dijo «¡hostia, David!» y le dije «no sé qué me da que va a ser la última compra grande que haga».

Compre el reloj y fue la última compra grande que hice siendo profesional. Todavía lo tengo. No creía que se fuera a acabar el equipo, pero no sé por qué, tuve ese gesto y pasó aquello. Recuerdo que, a posteriori, íbamos a ir al campeonato de España y el equipo ya no salió.

¿Ese campeonato lo ibais a correr como Astana?

Eso es. Yo no corrí con Astana, pero tengo la ropa todavía en casa. Recuerdo la presión que había dentro del equipo, en la prensa… Tener que salir, primero en la Euskal Bizikleta con ropa sin marcar, luego Wurth, sin Liberty ya y luego iba a ser Astana, porque Manolo negocia con ellos. Nos dan la ropa, pensamos que vamos a correr el campeonato de España y no se corre. A partir de ahí, lo que recuerdo es la nada.

¿Cómo tomas la decisión de retirarte?

No podemos estar más agradecidos al abogado que cogimos en ese momento, Pablo Arregui, que se ha jubilado hace poco. Nos juntamos todos los corredores vascos con el mismo abogado, que llevaba muchos años en el ciclismo. Es el que hizo los estatutos para que se creara la primera asociación de ciclismo. Esto nos ayudó mucho, porque fuimos los primeros en ir a la federación y exigir que nos abrieran un expediente.

¿Eso os lo recomendó el abogado?

Sí, fue a la federación y pidió que nos abrieran el expediente sancionador. Si tú tienes pruebas para sancionar a un corredor, abres expediente, hay un proceso para presentar pruebas y se decide si se le sanciona o no.

Nosotros pedimos que se nos abriera el expediente y la federación no lo abre. ¿Por qué no lo abre? Porque si abre el expediente, nos tiene que sancionar, pero, para que nos sancione, las pruebas tienen que ser claras. Entonces, no me digas por qué, creo saber por qué, pero como no lo puedo decir, me callo.

La federación no abre el expediente sancionador, en connivencia con la UCI y no nos sancionan. Pero tampoco nos dejan correr. Sí que existía la posibilidad de correr, pero ya fuera del World Tour.

Desaparece lo que era el Liberty y os quedáis sin equipo.

Yo tengo un año más de contrato y desaparece el equipo. Pedimos que nos abran expediente para que nos sancionen o no, para poder correr al año siguiente. Como eso no pasa y se echa el tiempo encima, pienso ¿qué es lo que hago? ¿dejo de correr o me voy a Portugal y corro por 30.000 euros?

Tu tenías 33 años en ese momento.

Sí. Dentro del grupo que llevaba Pablo Arregui estaba también Isidro Nozal. Claro, no nos pilló en el mismo momento. Beloki, Osa, yo… los que nos pilla con 32 o 33 años y doce o trece años de carrera profesional, te pilla en un momento que dices esto ya está aquí, hay que tomar una decisión.

Y entiendo que la decisión no es la misma para uno de 32, que para uno de 27. Nozal tiene 27, tiene un año más de contrato muy alto, pero decide irse a Portugal a correr por 30.000. Ángel Vicioso también se va a Portugal a correr. Pero claro, la edad es importante en ese momento. A nosotros ir a Portugal uno o dos años, no nos compensaba. Nos jugamos todo a intentar cobrar el contrato que habíamos firmado.

¿Qué sensación te queda después de haberte retirado de esa manera?

El no haberme retirado como quisiera. Yo mientras corrí en 2005-06, recuerdo hablar con Laiseka. Roberto es el mejor amigo que tengo en el ciclismo. Hasta llegar a Euskaltel no era de la misma grupeta, pero luego sí y recuerdo hablar con él en 2005 o 2006 y decirle que «en el ciclismo que me están ofreciendo ahora puedo aguantar el tiempo que quiera».

Para mí, el Tour ya suponía mucho estrés y al volver al Liberty, Manolo me quita ese estrés y me pone a correr las clásicas. Para mí eso no era complicado. Lo que me quitaron fue eso, el poder estar dos años más y poder decidir yo cuándo retirarme. Yo siempre quise retirarme haciendo un último año como casi todo el mundo que lleva muchos años. Sabiendo que cada carrera va a ser la última que vas a hacer en ese sitio. Como Contador, como Valverde, como Luisle.

¿Fue justo o injusto? Si lo miras desde mi perspectiva, yo pienso que injusto. Si lo miras desde la perspectiva del aficionado que ve la Operación Puerto como han querido verlo, probablemente justo. Yo valoro lo mío. Que para mí fue injusto, pero a la vez, cuando ya han pasado quince años de aquello, pienso que he sido un afortunado. He hecho el deporte que he querido, he podido vivir de ello y he sido un afortunado de la sociedad.

¿No tienes al mismo tiempo la sensación de ser un poco desafortunado? Porque a ti y a tu generación os ha tocado vivir la época más negra del ciclismo.

No considero que sea la más negra, lo que pasa es que, como en todo, no nos acordamos de las épocas de los sesenta, que morían corredores en carrera. Cada época es diferente. ¿Es comparable Merckx con Pogačar ? Yo creo que las épocas son diferentes y lo que me parece injusto es que la sociedad de ahora piense que todo ese ciclismo de los noventa no debería existir.

¿Por qué digo que me parece injusto? Porque el que entra en ese ciclismo no sabe lo que se va a encontrar, vive lo que existe. No pretendamos que un corredor de 21 años quiera cambiar la ley establecida. Es igual que la sociedad de ahora. ¿Se piensa igual ahora que hace quince años?

La forma de hablar de la gente hace cuarenta años, por ejemplo con el tema del machismo, ahora es una locura y no se puede comparar, porque aquello era otra sociedad. Y esto yo lo veo igual. Me parece injusto que se valore a toda una generación como apestados, cuando esa generación lo que hizo fue encontrarse algo que conllevaba eso, que hizo que el ciclismo fuera eso. Que luego se erradicara y que el ciclismo evolucionara a mejor, pues mejor para todos.

Hay una cosa del ciclismo de esa época que me da mucha pena. Hago una comparación con el fútbol. La rueda de prensa que dio Astarloza después de dar positivo en el Hotel Amara Plaza de Donosti solo con unos niños detrás, que supongo que serían de su peña. Contador después de su positivo, en un hotel de Pinto solo con su hermano. Y lo comparo con Gurpegui, que dio la rueda de prensa tras su positivo en Lezama, con toda la plantilla del Athletic, con Zubizarreta y con Sabino Padilla. La sensación de respaldo a la persona en uno y otros casos es muy distinta.

Pero es por el poder que tiene detrás cada deporte. Si te vas a la NBA, ni se plantean el hecho de que no se apoye a un jugador, porque mueve muchísimo dinero y el respaldo desde la asociación de jugadores es enorme. En el ciclismo cada uno mira su culo. Lo que ha pasado mucho es que se aparta al corredor. De repente es un apestado y no tengo nada que ver con él.

Muchos de los que daban positivo perdían el contrato y luego se tenían que defender solos.

Lo perdían todo.

El Athletic creo que respaldó a Gurpegui en todo el proceso. Al final, un caso de doping no es una decisión individual y que dejes tirada a una persona a la que… lo que le ha pasado es que, por lo que sea, ha dado positivo…

Sobre todo cuando es algo generalizado. Tiene mucho que ver el corredor. Los contratos que se mueven ahora, sobre todo con los corredores top, son muy altos. Cuando, hace veinte años, un corredor daba positivo, le dejabas muy desvalido. ¿Qué poder tiene?

En el momento en el que le dejas solo no tiene ningún poder. En cambio, en el fútbol, ¿Guardiola por qué se defendió solo? Porque tenía capacidad económica para hacerlo. ¿Tiene un ciclista capacidad para eso? No. Yo he estado 16 años con el tema de mi contrato, lo he cobrado hace dos. Pero, ¿por qué? Porque he tenido un abogado al que le debo el cielo, que no nos cobró hasta el final. Si no tengo eso, es imposible.

¿Crees que los ciclistas podíais haber hecho algo por evitar o por mejorar la situación?

Seguro. No nos podemos quitar ninguna responsabilidad. No tenemos ni más, ni menos que el resto, pero tampoco sumemos a los ciclistas responsabilidad que no tienen. ¿Podían haber hecho más? Seguro. ¿Cómo? Teniendo una asociación muy fuerte, que es lo que no hay. Sin eso es muy complicado.

¿Sigue sin haber asociación de ciclistas?

Hay, pero el poder ahora es más de dos, tres equipos y se están centrando más en temas de seguridad, no estamos hablando de dopaje. ¿Tienen poder en temas de seguridad? Sí. Que en nuestra época no teníamos ni eso. Eso es algo que han ganado. Esperemos que esa asociación tenga poder con otras cosas.

El ciclismo es un deporte especial, porque se mueve en base a una organización, que es el Tour y se participa por invitación. Entonces, quien tiene el poder es el Tour. Ahora se está empezando a oír de la liga saudí, que los equipos World Tour pueden hacer una liga especial. Si esa liga sale, que lo veo difícil, los equipos tendrán más poder.

Pero, siendo así, el poder pasaría a los equipos y no a los ciclistas.

Pero los equipos son los ciclistas. Si el equipo sabe que va a seguir yendo a una carrera, puede apoyar más a sus corredores.

¿Crees que si los equipos hubieran tenido más poder hubiera mejorado la situación?

Ahí hubo una guerra. Manolo Saiz estaba en una guerra con la UCI para tener más poder en los equipos. Es como la Superliga, que la guerra entre los clubes y la UEFA es clara. En aquel momento la guerra era clara. Se tomaron las decisiones que se tomaron y punto.

La única opción que teníais los ciclistas era uniros.

Pero no había una asociación fuerte y al no haberla, ¿en qué te basas? Si cada uno salva su culo. Yo he visto a corredores de mi generación hacer declaraciones en aquella época que a mí no se me olvidan. Yo les miro a los ojos y sé lo que les puedo decir y no y sé lo que me pueden decir y no. Y ellos salvaron su culo.

Ahí el Tour fue a salvar su carrera, la televisión también.

Todo el mundo. Y yo lo entiendo. La pregunta que me hago es ¿por qué se intenta dar más responsabilidad a toda una generación, cuando toda una generación no se puede poner de acuerdo? Esa generación llega ahí y es lo que hay.

¿Qué trato sientes ahora de los aficionados hacia vosotros?

Hay de todo, pero la mayoría de la gente respeta quién has sido. Yo siento el cariño de la gente. Hace poco le escuché a Valverde decir que, con el tiempo, todo se olvida y sólo nos acordamos de los partidos que ganamos, así lo dijo Valverde. En el deporte de élite es igual.

Nos olvidamos de lo malo y te quedas con lo bueno que ha hecho el ciclista. Un deportista, cuando se retira, siempre va a parecer mejor de lo que fue y este caso es un poco eso. Siempre te encontrarás alguno, que te lo encuentras de fiesta y te recuerda que el ciclismo de entonces era un engaño y le puedes contestar de mil maneras, pero lo mejor que puedes hacer es callarte. Porque, hagas lo que hagas, se va a quedar con la misma idea.

Pero el daño que le ha hecho el tema del dopaje al ciclismo ha sido enorme.

Sobre todo porque han pasado 15 o 16 años y, probablemente, lo que ha ganado el ciclismo es no ser estigma de nada, ser un deporte más. Antes no era así. Antes era el ciclismo contra el dopaje. Eso es lo que ha cambiado. La percepción de la gente es que aquello fue todo malo y ahora está empezando lo bueno, que creo que tienen razón, en el sentido de que puede ser así. Pero no es justo.

Al principio hablábamos de cómo ahora hay menos niños que quieren hacer ciclismo. Tú comentabas que la sociedad había cambiado, pero ¿crees que el doping ha alejado a las nuevas generaciones del ciclismo?

No, no lo veo así. Llevo catorce años de director y no percibo eso. Cuando un chaval empieza en infantiles no está pensando en ser ciclista, está pensando en hacer deporte. Pienso que empiezas a pensar en ser ciclista en juveniles y no percibo que, ni la sociedad, ni los padres, piensen que puede ser un peligro que su familiar se haga ciclista.

¿No hay miedo por parte de los padres a que su hijo se meta en el ciclismo?

No en ese sentido. Más por el peligro de las carreteras. Sobre todo para entrenar. Lo que me dejaba hacer mi madre, irme a la carretera y no saber de mí en horas, veo complicado que se lo dejen hacer a los chicos de ahora. Ese sí puede ser un deber que le quede al ciclismo, pero no lo otro. Lo otro creo que ni se lo plantean y eso es bueno.

Tengo la sensación de que salió mal de la Operación Puerto. Sobre todo de cara a la opinión pública. Quedó la sensación de que no se había sabido todo y de que no se habían tomado las decisiones correctas. Además coincidió con la crisis económica, se fueron los patrocinadores y ese fue un daño muy grande para el ciclismo.

Sí, luego el ciclismo ha cambiado mucho. Ahora, para meterte en el World Tour necesitas un dinero que en España no hay. Yo creo que la sensación que quedó, tanto en el 98, como en el 2006, es que se quedó, por lo menos, a medias. En el 98 se llevó el palo el Festina y el resto no se sabe. Y en el 2006, se quedó a medias por lo menos. Porque, si te retrotraes al 2006, había más deportes.

Hablas de la Operación Puerto.

Eso es. Ya se quedó a medias ahí y cuando algo se queda a medias, primero no se cierra y cuando se cierra, se cierra mal. Y aquello se cerró mal, pagaron los más débiles y esos eran los ciclistas.

¿No tuvisteis en ningún momento la tentación de decir ¡a la mierda con todo! vamos a contar todo como ha sido y cada palo que aguante su vela?

Yo puedo hablar por mí, no por el resto. Yo he sido coherente con las decisiones que he tomado en todo momento, ya sean buenas o malas. Lo que no puedo es hacer participe de mis decisiones, dejándome a mí como víctima, porque puedo ser responsable y a la vez ser víctima. Entonces, mejor me quedo callado. Primero, no tengo credibilidad; me van a creer lo que quieran creerme.

¿Crees que el Caso Manzano os retrajo a los ciclistas a la hora de poder tirar de la manta?

A mí me hizo gracia, porque hubo un grupo mediático que le dio más valor de lo que tenía a la palabra de Manzano, que al resto de personas. No digo que mintiera, pero había que conocer al personaje.

Yo no le conozco, pero cuando una persona hace unas acusaciones que luego se han demostrado ciertas, que se le ataque a nivel personal sin presentar ninguna prueba…

Por eso es mejor callarse.

Por eso te digo que aquello os pudo llegar como una muestra de lo que podía pasar si hablabais.

Como te he dicho antes, yo hablo siempre de mí, que cada uno es cada uno. ¿Me voy a presentar como víctima cuando quizás no sea del todo víctima? Porque cada uno toma sus decisiones. A la vez, me hago la siguiente pregunta, yo tomo mis decisiones con algo que me he encontrado.

Lo fácil es decir desde fuera yo haría esto, porque todo el mundo te dice yo hubiera hecho esto. Claro, pero no tienes 21 años o 22. No tomas las mismas decisiones con 21 que con 50. Porque no eres la misma persona, no tienes la misma madurez y no te encuentras con situaciones que no tienen nada que ver contigo y ese punto, el de que no tiene nada que ver contigo, lo condiciona todo. Yo lo veo así y por eso, como David Etxebarria, prefiero callarme. Hice mi carrera, no la acabé como quería, por supuesto; pero a la vez, fui un privilegiado.

Imagino que, después de la Operación Puerto, no te apetecería nada volver al ciclismo.

Nada. Sobre todo los dos primeros años. Luego, en 2009, organizo con Mikel Artetxe, Mikel Zarrabeitia y Laiseka la Bizkaiko Bira. Ahí es ,cuando vuelvo a entrar en el ciclismo. Me apetecía, pero seguía con la cabeza descolocada.

Después de dejarlo cuando no lo quería dejar, los primeros años fueron muy jodidos. Todo deportista de élite que pasa de estar, en mi caso, doce años haciendo un deporte con objetivos a corto plazo y con una vida estructurada, a no tener por qué ponerte a trabajar al día siguiente, lo pasa mal. Todo el mundo te dice que eres un privilegiado porque puedes estar un tiempo sin trabajar, pero, a la vez, quedarse sin objetivos es jodido.

Esto que cuentas me ha recordado a cuando tuviste la ruptura con tu pareja y Manolo te mandó a Italia. Quizás al retirarte hubieras necesitado ese empujón que te dio Manolo.

Eso es. De repente la puerta se cierra y piensas ¿ahora qué? Esos años son muy jodidos. El hecho de que yo lo dejara como lo dejé acentúa eso. Entiendo que ahora están muchísimo más preparados, porque empieza a haber psicólogos deportivos, que antes no los teníamos y eso va a ayudar a todos, pero no es fácil a la vez.

Luego me metí en la Bizkaiko Bira y ahí, otra vez, empecé a querer ver las carreras. Porque antes veía las carreras y pensaba que yo podía estar ahí. Necesitas que se retire una generación entera, que no haya compañeros o rivales tuyos, porque piensas «ahí podría estar yo».

Ahí Valverde te lo puso jodido (risas).

No, porque en su caso ya dices «esta carrera no es normal». Pero cuando ves que hay corredores que han disputado carreras contigo, cuesta mucho. Cuando se retira una generación, hablo de más o menos cinco años, empiezas a ver el ciclismo de otra manera. A partir de 2015, más o menos, ya analizas el ciclismo de una manera más pausada y real.

¿En algún momento has querido ser director de un equipo profesional?

Estuvimos cerca de serlo con Manolo. Tuvimos negociaciones con Kathusa.

¿Estaba Purito?

Sí, creo que estaba. Aunque él no creo que sepa que estábamos en negociaciones. Pero se paró todo porque presionó el Tour para que no se cerrara. Debió de ser en 2014 o 13, no recuerdo. Ahí me doy cuenta de que esto es lo que quiero hacer, pero que en el mundo profesional lo puedo tener complicado. Entonces esa idea se va de mi cabeza.

Sé que Manolo sigue intentándolo. Estuve en un proyecto con él que podía haber llegado al mundo profesional, Aldro Team podía haber sido profesional. Lo que pasa es que el Grupo Pitma metió dinero en el ciclismo, pero a la vez lo hizo en el Racing. Y en el momento en el que compró el Racing, se acabó el ciclismo.

Con Manolo mantienes contacto frecuente por lo que veo.

Sí. Estuve esos cuatro años. Antes había estado en Baqué, salí, entró Manolo y pidió que yo fuera director. Es más, esto Manolo lo sabe y no me importa decirlo. Yo tenía el contrato firmado con Manolo, he estado en juicios con él y he estado trabajando con él. Para que veáis la relación tan especial que tenemos.

Ahora estás en el Jira Bira.

Sí, el equipo se llama Grupo Eulen-NUUK. Estoy contento, porque estoy con Ismael Etxarri. He tenido la posibilidad de ir a otros equipos en estos cinco años, pero hay algo que no me lo da casi nadie, que es la libertad total para dirigir el equipo como yo quiero. Cuando he estado con Manolo también lo he tenido, pero menos, porque Manolo todavía tiene el chip de director y había veces que me decía «a mí me gustaría que hicieras esto».

No te lo exigía, te daba una orientación, que realmente yo la agradezco, porque no soy el mismo director ahora que en el 2010, no tengo nada que ver. Pero la libertad que me da Jira Bira no la había tenido nunca y eso lo agradezco, la verdad.

Pensaba que te referías a libertad para hacer tu vida, porque, por lo que he visto en redes, te gusta hacer un montón de cosas.

Sí, pero eso te lo da el mundo amateur. Yo recuerdo cuando era ciclista aficionado, que Sabino, mi director, decía que el director está todo el día para arriba y para abajo y es muy duro. Es cierto, es duro, pero somos unos privilegiados. El ciclismo amateur es muy relajado y se puede llevar una vida muy cómoda.

Y eso a ti ahora mismo te llena.

Mucho. Lo valoro mucho. Con la vida que tengo ahora, para entrar en un equipo Continental-Pro tendría dudas, serias dudas. Porque el tiempo fuera de casa condiciona mucho y yo le doy mucho valor a eso. Y como decía en el 2005 cuando corría en bici, digo ahora que así podría estar toda la vida. ¿Por qué? Porque tengo una vida muy cómoda y hago lo que me gusta.

5 Comentarios

  1. ¿Por qué le cuesta tanto a los ciclistas admitir que hacían trampas? ¿Por qué esas vueltas a la hora de hablar de Manzano, esa necesidad de apuntar a otros deportes? ¿Y el que iba limpio? Las cosas se hacían así, ya lo sabemos, no nos tomes por idiotas.

  2. Cirilo Sánchez Lázaro

    excelente entrevista,tanto.por parte del entrevistado,como del entrevistador.El fiel reflejo de una época apasionante y convulsa del ciclismo mundial.

  3. Maravillosa entrevista. Completa y en profundidad. Me ha hecho recordar muchas emociones y experiencias de mi época como tenista amateur y semiprofesional. No lo cambiaría, a pesar de los muchos fracasos.
    Enhorabuena David por la carrera y se comprende todo. En la política pasa igual. La ley de hierro es infalible.

  4. Interesante entrevista, pero rechina por parte de entrevistador y entrevistado en la parte de «respaldar al dopado».

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