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Paco Liaño: «En el fútbol me han insultado llamándome ‘etarra’ y llamándome ‘español’»

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Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Paco Liaño (Muriedas, 1964) es una imagen y un momento. En la imagen ni siquiera aparece él, porque están Djukić y un tal González, pero todos asociamos su nombre a esa pena máxima. Pero el momento es otro, más grande aun, y le pusieron «Súper» de prefijo, y marcó a toda una generación de chavalines que veían en aquel equipo con rayas azules y blancas, rarísimas, una alternativa a Madrid y Barcelona.

El Súper Depor fue fenómeno casi pop, un equipo humilde tras el glamour de la Quinta y el Dream Team, algo con lo que resultaba muy fácil identificarse. Y allí, junto a estrellas como Bebeto, Mauro Silva o Fran, estaba Liaño. El encargado de no encajar goles, el tipo siempre concentrado que ganaba Zamoras como si no costase. El que no necesitaba hablar muy alto para que todos lo respetaran.

Hoy Paco conserva presencia y manos grandes de portero clásico, de guardameta con barro y vallas. Quedamos con él en una tarde de otoño, hojarasca y vientos, para hablar de su paso por el fútbol, de sus obsesiones, de si Ziarreta juraba demasiado o si Arsenio les quitaba el azúcar. También, claro, de aquel Deportivo inmortal que ganó cachitos de historia y recuerdos sin necesidad de meter penaltis en la jornada treinta y ocho…

¿Cuántas veces te han preguntado sobre aquel penalti de Djukić?

Cientos, cientos de veces. Y cientos de veces he dicho lo mismo… que el pobre Djukić asumió aquello. Y su gesto lo resume, el gesto que hace, cuando coge aire y lo expulsa… Se tenía que liberar del peso de los 30.000 o así que cabían en esa época en Riazor.

¿Asumió o estaba pactado?

No, no, estaba pactado, no se cagó Bebeto, ni nadie. Había una jerarquía, el tirador en esos momentos de la temporada era Donato, pero lo había cambiado Arsenio cinco o diez minutos antes. El siguiente en el escalafón era Djukić, y el tercero era López Rekarte. Djukić, además, es de los jugadores más tranquilos que yo haya conocido, de los que mejor soportaba la presión. Él asumió su papel y bueno…

Luego volveremos a ello, pero no quisiera reducirte la carrera a eso.

No, no me importa, tranquilo. Lo que para mucha gente fue un drama yo firmaba mañana poderlo repetir. Perder aquella Liga lo tengo, por así decir, en la parte de los éxitos de mi vida profesional… tampoco he tenido tantos (sonríe). El mundo del fútbol está más lleno de momentos tristes o duros que de momentos de gloria, y, para mí, ese es un momento de gloria. Fíjate cómo asumo yo eso, no es ningún trauma.

Tú naces en Muriedas.

Sí, en Muriedas o Maliaño, como quieras verlo… pegado a la empresa que entonces llamaban la Standard Electric, junto a la antigua Cafetería Orly y el colegio Pedro Velarde, que es donde estudié. Nací y viví allí hasta que fui al Deportivo de La Coruña. Desde allí, desde casa, empecé yendo a jugar a los antiguos campos del Velarde, que están donde ahora mismo cae la empresa, pegados a la ría, y más tarde hasta La Maruca, donde se trasladaron después. Y así hasta los 16 años, que me firmó el juvenil del Racing de Santander.

¿Y cómo era aquello?

Mucho más pueblo que hoy… tenía sus edificios altos, pero también casitas pequeñas unifamiliares por la parte de atrás, cerca del colegio. Ahí empleaba yo todas mis horas de ocio, porque antes de entrar al colegio jugaba al fútbol, en el recreo jugaba al fútbol, antes de comer jugaba al fútbol, después de venir del colegio, si no tenía entrenamiento, seguía jugando al fútbol… y así hasta que me llamaba mi madre por la ventana de casa para que subiera a cenar

¿A qué se dedicaban tus padres?

Mi madre era lo que se llamó ama de casa, y mi padre trabajaba en un taller mecánico… un taller de piezas, no de coches. Y, además de aquello, el buen hombre, para poder vivir, tenía una huerta en Escobedo, a donde iba muchos días andando. Nunca tuvimos coche en casa, al menos hasta que yo lo pude comprar. Familia de trabajadores humildes, en casa nunca faltó de comer, pero no hubo tampoco nunca nada que fuera un lujo. De pequeños, por ejemplo, no tuvimos ni bicicleta.

Dices que pasas el día en el colegio, jugando con el balón… ¿mantienes el contacto con aquellos otros niños? Los de tu infancia.

No, yo, con el fútbol… lo primero es que yo nunca fui de tener muchos amigos. He tenido los amigos vinculados al fútbol, al Velarde, que es donde me inicié, pero ya con 16 años me fui al Recing y la verdad es que mi vida era fútbol, fútbol y fútbol. No tuve discotecas, no fui de salir por las noches, la gente con la que me relacionaba eran básicamente compañeros del colegio y luego gente del fútbol pero…

Cuando me fui al Racing mi vida ya cambió, y a la vuelta del fútbol, con treinta y pico años que vuelvo a Santander, a Maliaño, a mi casa, con mi madre que se había quedado viuda… pues claro, la gente había crecido, unos se casaron, otros marcharon del pueblo… Y el pueblo también había cambiado, ya no era el que dejé, ahora era una especie de ciudad dormitorio de Santander. Ya no conocía a muchos, salvo a los clásicos, a los vecinos.

¿Cómo escoge uno ser portero? Está el mito del «gordito a la portería».

Y eso en mi caso es verdad, porque yo de pequeño era bajito y me gusta comer, y encima no era dueño del balón, así que… Sí que me gustaba jugar de jugador, pero lo cierto es que desde muy pequeño me empezaron a poner en la portería y, como se me daba bien y parece ser que paraba, pues me fui encasillando. Además, en aquella época no era necesario que los porteros jugáramos mucho con el pie, con que parásemos ya bastaba. Entonces yo soñaba fútbol, veía el poco fútbol que daban por la tele.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

¿De qué equipo eras?

Del Velarde, del Velarde. A mí nadie me puede tachar de madridista o culé, yo era del Velarde, porque era el equipo del pueblo. También del Racing, lógicamente. Recuerdo perfectamente el primer día que me llevaron a El Sardinero… fue un vecino de mi portal, que era muy racinguista, y un día me llevó, tendría yo ocho, nueve, diez años, una cosa así. Recuerdo que cogimos el autobús, un autobús de color rojo, de los que iban desde El Astillero a Santander, y luego fuimos andando por toda la orilla de la mar hasta El Sardinero. Allí nos comimos un bocata de calamares en El Chupi, que estaba cerca del estadio.

Era el antiguo Sardinero.

Sí, sí, el antiguo, ahora allí hay un parque. Cada vez que paso me acuerdo del barrizal que era aquello. Y aquel primer partido… estuvimos en la grada de general, me puse justo detrás de la portería… Era un día de esos de invierno, con el campo mojado, por supuesto, y me recuerdo al mítico Pedro Camus hacer una tijera cogiendo carrerilla… se tiró con las piernas abiertas y acabó estrellándose contra la grada de preferencia. No sé si cogió balón y al tío o solo balón.

O solo al tío.

O solo al tío, sí. Pero me acuerdo perfectamente de aquella imagen, de un niño que amaba el fútbol por encima de todo.

¿El portero es alguien diferente?

Hay muchos mitos, sí. Lo de que estamos locos… yo creo que si no estás cuerdo no soportas la presión de la portería, porque desde muy niño te tienes que comer todas las críticas. Ya puedes hacer noventa minutos ideales, que como en el noventa y uno cometas un error será lo único que te recuerden. Luego, cuando llegas a profesional… a mí me llamaban a rueda de prensa cuando nos metían cinco, nunca cuando ganábamos o empatábamos dejado la portería cero. Es la diferencia de los porteros, que honores pocos y críticas muchas. Si mentalmente no eres fuerte vas a tener difícil soportar la presión.

¿Cómo te mantienes concentrado en partidos donde te llegan poco?

En mi caso no era ningún problema, porque yo vivía el partido con una intensidad… algún entrenador me reconocía que era difícil de ver. Arsenio, por ejemplo, me dijo que él confiaba plenamente en mí a la hora de organizar la defensa a base de hablar, colocarles, gritar mucho. Hoy, cuando entra un futbolista al campo, va el segundo entrenador con una libreta o una Tablet, le enseña y tal…

En mi época eso no existía, pero yo sabía perfectamente quiénes eran los especialistas del contrario, quiénes los mejores rematadores, y con la voz organizaba a mis defensas, tú marcas a este, tú marcas al otro. Todo esto se lo dan hoy muy comido a los porteros. Pero yo demostraba a los entrenadores que podían confiar en mí, porque me lo guisaba y me lo comía. Así que era muy fácil mantenerme en el partido… perdía dos o tres kilos y muchas veces era más por la tensión competitiva que por estar corriendo o moviéndote por el campo.

Y siendo como eres, un enfermo de esto… ¿nunca te ha picado el gusanillo de entrenar?

He tenido una escuela de porteros, la tuve abierta ocho o diez años. Pero más arriba… no, porque me conozco, le tengo tanto respeto al mundo del fútbol profesional que… Cada vez que me acerqué, entrenando porteros y tal, me di cuenta que no iba a ser capaz de resistirlo, y que mi exigencia con esos a los que entrenaba iba a ser insoportable, porque yo exigiría a todo el mundo que dedicase a su profesión no solo el tiempo de entrenar, sino también cada instante de su vida.

Y, bueno, me he frustrado más de una vez, porque entrenas a porteros y ves la superficialidad con la que se lo toman y… Salvo en casos muy concretos no he tenido ese feedback que yo necesitaba para mantenerme. Si yo me lo tomo con mucha seriedad la otra parte debe hacer lo mismo. Bueno, igual no tanta, pero sí mucha.

¿Entrenaste a algún nombre importante?

No, te hablo de aquí, a nivel de Cantabria. Yo entrenaba porteros en la escuela desde los cinco o seis años, así que el Racing siempre me captaba gente para sus bases. Si voy a ver un partido de Tercera es rara la ocasión en que no me encuentro alguien que pasara por mis manos.

¿Cuándo te das cuenta de que puedes ser profesional, que puedes ganarte la vida con el fútbol?

El punto de inflexión fue en el juvenil del Racing, mi segunda temporada. Yo jugué dos años en lo que entonces era la Liga Nacional, que hoy se llama División de Honor. Estuve con Santi Gutiérrez Calle de entrenador, y al segundo año, en el torneo mítico que se jugaba en Laredo, que venía el Athletic, a veces el Real Madrid, otras el Barcelona… a partir de ese torneo, digo, me lleva a la selección española sub-18, esa temporada estuve en todas las convocatorias, y fui al Campeonato de Europa de la categoría.

Ese es el punto en que veo que la cosa va bien, y ahí mi vida se llenó de ilusión. Bueno, mi vida y la de mi familia, porque ellos veían que era un niño obsesionado por el fútbol. A partir de entonces me cambió un poco la perspectiva, y si antes le dedicaba tiempo, después fue todavía más.

Luego vas al Racing, subes a Primera pero acabas en el banquillo, el titular es Alba.

Pedro Alba, sí. Bueno, el primer año que estoy con el Racing es justo después del Mundial de España, y se fichó a Arzu, el portero de la selección hondureña. Yo ese año ejerzo de tercer portero, entreno a diario con la primera plantilla, pero el fin de semana juego con el Rayo Cantabria, que es el filial.

Tengo dinámica de primer equipo pero los domingos, para mantenerme, jugaba con el Rayo. Lo de Arzu no salió muy bien, él era muy majo y tal, pero no daba el perfil. Y al año siguiente, siendo entrenador Maguregui, era complicado para los chavales, porque él era hombre de veteranos.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Y de autobuses.

Sí, de autobuses, je… tenía un grupo de confianza con los veteranos y… Bueno, en aquella época los veteranos tenían mucho peso.

Aquellos entrenamientos.

Nada que ver con lo de ahora. A ver, la figura del preparador físico no existía, el gimnasio ni verlo… Yo me acuerdo que ese año, con Magu, cada vez que hacía malo entrenábamos en una pista de futbito que habían hecho detrás de los vestuarios del Racing. Allí había un hueco que primero fue aparcamiento y después pista de fútbol sala. Estaba junto al cuarto de calderas, y Magu se sentaba en ese sitio para no pasar frío, y leía el periódico mientras nosotros entrenábamos. Es un ejemplo de cómo se planteaba el entrenamiento…

Yo he visto futbolistas con barriga, y eso ha cambiado completamente, hoy son atletas. Se les vigila, pagan multas si pasan del peso… Yo sería feliz en el fútbol de hoy, que me dirigieran los entrenamientos de esa forma. En aquel entonces recuerdo que era el primero en llegar y el último en marcharme, y había gente riéndose… para qué te quedas haciendo abdominales, colgao. Bueno, era mi forma de entender el fútbol. Insisto en que quizás he sido muy obsesivo, pero porque lo disfrutaba, no era sacrificio para mí.

Otro fútbol.

Lo hablaba hoy con Esteban Torre… cuando teníamos que ir a Cartagena, por ejemplo, y cruzabas España en autobús, por carreteras nacionales. Raro el viaje en que no tenías que parar porque había un accidente, y el médico del club bajaba para atender a los heridos. Un viaje al sur eran cinco días… Salíamos de Santander para ir a Cartagena o Almería el viernes a las ocho de la mañana, parabas a las once para tomar un aperitivo, parabas a comer, parabas a las seis para tomar otro aperitivo, llegabas al sitio o hacías noche por el camino.

A la mañana siguiente entrenabas, seguías, llegabas a comer el sábado, jugabas el partido, subías unos kilómetros, dormías y el lunes, ya por la tarde, volvías a Santander. Yo recuerdo que, como no jugaba, en cada viaje había engordado dos kilos, de estar sentado en el autobús. Así que cuando parábamos en restaurantes de carretera yo no entraba, para no tener tentación de comerme un pincho o un bocadillo.

Eran situaciones que no tienen nada que ver con la vida hoy de los futbolistas. Yo cuando se quejan… todo ha evolucionado, y las condiciones también, pero no sé hasta qué punto es buena toda esa comodidad. Mira, la capacidad de frustración que tienen los futbolistas actualmente es muy inferior a la que teníamos nosotros.

También han cambiado las condiciones mismas.

Aquí en El Sardinero, o en Sestao, que jugabas con barro hasta los tobillos… esos partidos hoy no se juegan, está reglamentariamente prohibido.

Teníais aquellos tacos de aluminio con pinta de armas.

De este pelo, eran (abre los dedos pulgar e índice), daba miedo verlos… salías, me acuerdo, por el túnel de vestuarios, y era ese sonido tan característico, cla, cla, cla. Formaba parte del rito, era la salsilla del fútbol.

Decíamos que eres suplente de Alba con Maguregui. En un momento, en el ochenta y nueve, él se va y tú empiezas jugando.

Hay un par de partidos allí… los dos primeros partidos… Yo venía de jugar muy poco en los cinco años anteriores, y en esa temporada, sin Alba, tenía que aprovechar para pegar el estirón. Entra Armando Ufarte de entrenador, y en la pretemporada juego prácticamente todo. Estaba José Ceballos, pero venía del Rayo Cantabria, para ser el segundo portero.

Empezamos la temporada, y jugamos el primer partido en casa contra el Athletic B y nos gana… jugamos ese miércoles primera eliminatoria de la Copa del Rey contra el Sestao y perdemos. El siguiente partido es en Eibar y allí, cuando da Ufarte la alineación, me entero de que juega Ceballos, conmigo de suplente. Ganamos y a partir de ahí no volví a jugar en todo el año.

Y tú eso ¿cómo te lo tomas?

El portero prácticamente no volvía a jugar, date cuenta, sobre todo en aquella época… Hoy hay más rotación, pero entonces lo normal era que si jugaba uno y no se lesionaba pues… Me sentó fatal, evidentemente, me costó asimilarlo, pero no era cuestión de pedir explicaciones a nadie.

¿No hablas con el entrenador?

No, no, me dediqué a entrenar, que es lo que había hecho siempre. Al terminar la temporada, que termina tristemente con el descenso de categoría después de aquel partido mítico contra el Betis…

El que se intentó arreglar, una historia rocambolesca.

Ese… pues yo terminaba contrato, tenía veinticinco años y en aquel entonces había una ley de retención sobre los canteranos. Recuerdo pasar por las oficinas de Emilio Bolado, que entonces era presidente… él tenía sus oficinas en el polígono industrial de Herrera de Camargo… Fui allí a negociar y me ofrecieron justamente la mitad de lo poco que ganaba. Vamos, que me abrieron la puerta, y decidí que mi etapa en el Racing se había acabado. Eso sigue siendo, a día de hoy, mi enorme frustración.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Lo dices siempre.

Es que me he tenido que pelear mucho con… Mira, en twitter ya no estoy, y en medios… Yo he intentado explicarlo mil veces, aunque ahora ya lo hago menos… soy deportivista, pero sigo diciendo que soy racinguista, porque es tan sencillo como nacer racinguista, que tu madre sea el Racing y tu padre el Deportivo de La Coruña, por así decir.

A mí en el fútbol todo me lo ha dado el Deportivo de la Coruña, no creo que sea tan difícil de entender. También tengo mucha simpatía por el Sestao, que me permitió recuperar mi felicidad, y por el Sporting, donde me pagaron más que en toda mi carrera futbolística. Yo en Gijón gané dinero, en el Deportivo fui feliz y con el Racing viví una frustración continua… ese es el resumen de quince años como futbolista profesional.

Te falta ahí el Sestao, que es a donde vas después del Racing… ¿cómo te decides por ese club?

Pues porque allí hay un entrenador aun más enfermo de fútbol que yo, que es Blas Ziarreta.

Es una pena, porque todo el mundo habla de Ziarreta como un auténtico sabio, y se le recuerda por el tópico de blasfemar mucho en el banquillo…

Sí, efectivamente, pero es un hombre que tiene un amor por el fútbol de cantera que no se lo he conocido a nadie. Amor y conocimiento… Blas conocía a todos los futbolistas del entorno vasco… los de Tercera, los Juveniles… todos. En aquellos momentos entrenaba al Sestao, que era un club que debía sobrevivir todos los años vendiendo jugadores que había fichado como saldos y luego revalorizaba. Y en esa política entraba yo.

Así que viene a buscarte el mismo Ziarreta.

Sí, me vino a buscar a casa, me llamó por teléfono y quedamos un día con el que entonces me hizo de representante, no porque lo fuese sino por amistad, que es el fallecido Julio Santamaría. Quedamos en el restaurante El Marinero, de Castro Urdiales.

A mitad de camino.

No era mal sitio, El Marinero. Y allí quedamos con Blas Ziarreta y el presidente del Sestao, y en lo que duró la comida estuvimos de acuerdo en que yo lo que necesitaba es jugar un año en Segunda División para venderme después a un equipo de Primera. Y salió así.

Tiene pinta de intenso, Blas.

Muy intenso. Mira, en el momento que atravesaba la puerta del Estadio de Las Llanas… No teníamos instalaciones de entrenamiento, no había gimnasio, no había nada más, y entrenábamos allí los cinco días de la semana, y allí jugábamos el domingo… pues cuando Blas Ziarreta atravesaba esas puertas cada tarde se transformaba. Entrenábamos por la tarde porque Blas trabajaba de mañana en la General Electric, en Barakaldo…

Él entraba a las seis de la mañana, iba a las dos de la tarde a su casa, en Santurce, comía y para acá. Nunca tuvo coche, muchos trayectos los hacía andando… También al volver de los desplazamientos, que siempre eran, claro, en autobús. En el Sestao fue la primera vez que vi a compañeros echarse colchones en mitad del autobús, en el pasillo, y hala, a dormir… Había muchos que trabajaban, estudiaban…

Me contabas que era otro hombre en Las Llanas.

Se entrenaba de cinco a ocho de la tarde, y se transformaba. Enfrente justo del campo había una herriko taberna, y allí nos tomábamos una cerveza, o un pincho de tortilla, y Blas tomaba su vino, y te hablaba así, en voz bajita, que tenías que acercarte y aguzar el oído para escucharlo… Era increíble lo que sabía de fútbol, le encantaba hablar de ello.

Luego me enteré que era de Herri Batasuna, que fue en listas en Santurce, pero bueno, a mí me da igual, porque con Blas se hablaba de fútbol. Eso sí, en el campo se transformaba, se cagaba en tu padre, se bajaba a todos los santos, pero eso es por la intensidad que demandaba a sus futbolistas. Luego era la persona con el tono más suave y más dulce del mundo. Yo le estaré eternamente agradecido a Blas Ziarreta.

En el Sestao coincides con algún otro mítico, como Karmona o Mendilíbar.

Mendilíbar era el hombre de más clase que tenía aquel equipo. Fíjate que luego como entrenador se ha tachado de hacer un fútbol… pero allí era el que más clase tenía junto con Alfonso del Barrio, que luego sería entrenador de la Gimnástica de Torrelavega.

¿A Mendi ya se le veían dotes de entrenador?

No, no… sí que recuerdo que hablaba mucho con Blas, porque llevaban tiempo juntos, pero nada que dijeses…

El Sestao era un clásico de aquella Segunda, con el uniforme verdebotella.

Verdinegro, sí, con ese verde oscuro.

Tú dices que a veces os recibían llamándoos «etarras».

Sí, a mí en el fútbol me han insultado llamándome «etarra» y llamándome «español». Antes había más proximidad al jugador… fíjate que los primeros insultos me llegan jugando con el juvenil del Racing. Estábamos en el grupo vasco y en algunos pueblos de Vizcaya o Guipúzcoa… Pero eso nunca me ha preocupado. Tampoco cuando me tiraban cosas.

En el Camp Nou me han tirado monedas… a veces, de cachondeo, digo que no es verdad eso de que los catalanes no tiren el dinero, porque a mí me han tirado mucho. Si hubiese recogido todo lo que me lanzaban en un partido hubiese ganado más que mi sueldo de entonces (sonríe).

¿Qué es lo más raro que te han tirado?

(Piensa) No sé… igual lo más peligroso es el típico abrecartas.

No jodas.

Sí, sí, fue en el Bernabéu. En el País Vasco eran típicas las bolas estas de acero, que se sacaban de la fábrica… rodamientos. Y luego que detrás de la portería siempre se pone el más tonto del pueblo, el más atrevido, porque allí tienes más cerca al portero, al jugador contrario.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

El famoso cántico al sacar.

Claro, pero al final es algo que… No sé si te acostumbras o es que en mi caso nunca tuve problemas. Es como con los árbitros, a mí en toda mi trayectoria solo me han sacado una amarilla, por tocar el balón con las manos fuera del área. Pero discusiones y tal, nunca…

Es una amarilla muy tenue… para ser la única podías haber explotado más…

Pero es que mira… yo siempre he tenido la mente muy fría, y no recuerdo una decisión arbitral que se haya cambiado por las protestas de un futbolista, así que… Hace poco salieron las declaraciones de David López, el jugador del Girona, diciendo que un árbitro lo había insultado… Yo he conocido árbitros soberbios… no, soberbios no, lo siguiente.

¿Algún nombre?

Díaz Vega.

Te iba a sugerir ese.

Díaz Vega era tremendo, pero es que era otro fútbol… ahora los futbolistas hablan en el campo y se tapan así la boca (hace el gesto)… A mí esos gestos… con la cantidad de barbaridades que habremos dichos los futbolistas en un campo o en el banquillo, y no andábamos pendientes de lo que había fuera. Seguramente no teníamos tantas cámaras, ni tantos micrófonos, claro, pero el fútbol se ha ablandado muchísimo, ya no se puede decir nada, todo ofende. Mira, yo he cogido a un compañero por el pecho…

¿Sí? ¿A quién?

A Donato. Un partido que jugamos en Mérida, hubo una falta y él se apartó de la barrera. Yo la pude parar, y lo siguiente que hice fue ir donde Donato y agarrarle por el pecho para decirle… para exigirle que eso no lo volviera a hacer. Y no se enfadó conmigo, eh…

Te regalaría una biblia.

Sí, eso mismo (ríe).

¿Era tan religioso?

Sí, sí, a lo mejor íbamos en el autobús y él iba cantando salmos, canciones de estas de misa. Formaba parte de su vida, de su manera de ser.

Volvemos al Sestao… yo a aquel equipo siempre lo identifico con el barro.

Pero el barro era como consecuencia de esto que te dije… entrenábamos y jugamos en el mismo escenario. Y llovía más que ahora, sí, entonces…

Un campo chiquituco.

Sobre todo estrecho, sí. La mejor jugada nuestra… a mí me exigía Blas que sacara de puerta y la pusiera en cabecera del área rival, porque esa era una de nuestras jugadas de ataque. Había partidos que terminaba con la pata hinchada de los patadones que debía pegarle, y más con el barro, que cuesta mantener la estabilidad.

Pero a mí personalmente no me costó adaptarme a aquello. Recuerdo que me llevaba mi ropa de entrenar, porque la que había allí para entrenar no era muy agradable. Entonces mis guantes, mis botas, mis pantalones de chándal, mis jerseys de entrenamiento me los conseguía yo. Lo único que utilizaba del Sestao era la ropa de partido, y muchas veces me lo lavaba yo mismo, porque al día siguiente igual no tenías ni esa para entrenar.

Pero es que era lo que había, tú llegabas al vestuario y tenías muy buena disposición por parte de los pocos empleados del Sestao. Medios no, medios no hubo. Pero estabas haciendo lo que realmente te gusta… entonces qué problema hay.

Y encima os sale un año muy bueno, en lo individual y en lo colectivo. Media tabla cómodos, incluso coqueteando con los puestos de arriba. Y tú ganas el primer Zamora, aunque fuese en Segunda División.

Para mí fue un año increíble, sobre todo porque jugué treinta ocho partidos. Eso era lo a lo que yo aspiraba, me sentí profesionalmente reconocido. Además allí les gusté, recibí mucho apoyo por parte de los fieles en aquel campo pequeñito, que tenía dos graderíos laterales…

Un campo muy inglés.

Sí. Y eso, nos salió una buena campaña. Hice muchísimos kilómetros aquel año, entre Cantabria y Sestao, cuando aun no habían hecho la autovía. Me acuerdo de las colas los fines de semana.

Por Saltacaballos.

Sí, por Saltacaballos. Pero ese año lo pongo en el lado de lo realmente positivo en mi vida futbolística. Disfruté muchísimo con los compañeros, también el asunto del Zamora…

Que luego ganas otros dos en Primera… no sé qué importancia le das a esos premios, porque es un reconocimiento personal, pero es el reconocimiento personal más conjunto que hay, creo…

Efectivamente, yo tengo los tres trofeos Zamora en mi casa…

¿Cómo son?

Pues tres copucas, que además a día de hoy están roñosas, porque no son ni de oro, ni de plata, no es nada del otro mundo, tres copucas. Para mí tiene el valor simbólico de que fueron años realmente felices, pero siempre sabiendo que es algo colectivo. Mira el Zamora del récord, que fue al segundo o tercer año que estoy en el Deportivo.

El año del famoso penalti.

Fue un récord… Nunca en mi vida he hablado más de ese trofeo que el año que estuvo a punto de batirme Oblak, y hace unos meses, que me volvieron loco los medios catalanes con el tema de que me lo quitaba Ter Stegen. Al final no lo consiguió, quedamos empate. Hay dos récords vinculados a aquel año que perdemos la Liga: tuve 26 porterías a cero y 18 goles en 38 partidos.

Aquel año que terminas la primera vuelta con solo seis goles en contra… recuerdo a Michael Robinson decir que igual os cundía fichar a quienes os habían marcado…

Y eso que en un partido nos metieron tres, creo que fue contra el Athletic de Bilbao, en San Mamés. Todo eso lo tengo fresco porque me han llamado mucho para darle valor a los récords de Oblak y Ter Stegen, pero la importancia que le doy es muy relativa. Para mí es un orgullo, porque significa que mi nombre a día de hoy sigue estando un poco presente, pero siempre dije que eso es algo de equipo, no un mérito mío. Colaboré, pero ya…

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

¿Cómo te llama el Deportivo?

Yo estuve retirado dos días del fútbol… Al terminar la temporada con el Sestao me marcho de vacaciones a Santander, y entonces me dicen que salió en el Marca que si seis o siete Primeras se interesan por el Zamora. Pero pasa el verano y ningún equipo me hace una oferta, comienza la pretemporada, vuelvo a Sestao, ya no estaba Ziarreta, el entrenador venía del juvenil del Athletic. Tenía aun dos años de contrato, pero al llegar allí les digo que no puedo permitirme el lujo de seguir otra temporada, porque ganaba muy poco, solo doscientas mil pesetas con diez mensualidades.

Y de eso se me iba la mitad en gasolina y en vivir. Y entonces, bueno… si no me había fichado nadie pues me iba para mi casa, a jugar en el Noja, o en el Velarde, o en cualquier sitio, pero dejaba el fútbol de élite. Así que el viernes de la primera semana de entrenamientos me despido del Sestao y vengo para Santander. Ese sábado voy a la playa, a la playa de La Arnía, aquí al lado, y cuando vuelvo dice mi madre que me llamó un señor que no sabía decirme el nombre, pero debía devolver la llamada porque había un equipo que quería ficharme.

Eran las nueve o las diez de la noche de ese sábado y llamo a Miguel Santos, que era quien llevaba los traspasos en el Sestao, y cuenta que debemos ir a La Coruña, que se ha lesionado (Juan Garrido) Canales y me quieren fichar. No pregunté ni lo que iban a pagar, mira. Y cojo un avión de Santander a Madrid, en Madrid otro a Santiago de Compostela, y en Santiago un taxi a La Coruña. Llegamos a las once de la noche del domingo y nos recibe Lendoiro en un restaurante de los que le gustaban a él para hacer fichajes…

¿Era tan duro negociando Lendoiro?

Pues yo no lo sé, porque con Lendoiro estuve cinco años y hablar así, en privado, con él, igual fueron dos veces.

Estábamos en el restaurante.

Recuerdo que él preguntaba. Estás casado, tienes novia… y yo que no… Perfecto, otro que casamos aquí. No hablamos nada de contrato, hablamos de fútbol, de otras cosas. Yo tenía unas ganas de irme a dormir del copón, porque el viaje había sido…

El Dépor era entonces un recién ascendido.

Sí, pero para mí era jugar en Primera División, ya te dije que pasé dos días fuera del fútbol profesional, mi idea era buscar trabajo, terminar lo que estaba estudiando, que era peritos, y jugar en Tercera, en el Velarde o cualquier sitio. No iba a dejar el fútbol, pero no sería futbolista profesional.

El primer año en el Deportivo es complicado, os salváis en la promoción contra el Betis.

Para mí, además, fue duro porque a mitad de temporada tuve una rotura del abductor y a partir de ese momento… Empezamos la temporada con Marco Antonio Boronat de entrenador, y teníamos la base del año anterior en Segunda. Yo había jugado contra ellos con el Sestao, recuerdo que paré dos penaltis y nos ganaron por uno a cero de chiripa. Igual por eso no tenía mal cartel en Coruña. Pero aquel año, al principio… a nivel de instalaciones y material, por ejemplo, era menos de lo que yo había conocido en el Racing.

En Santander teníamos unas instalaciones públicas, pero en el Depor… nos cambiábamos en el estadio de Riazor y en autobús nos llevaban a entrenar a la Torre de Hércules, que había allí unas infraestructuras municipales. Cuando llovía y estaba lleno de barro teníamos que hacer algo en el polideportivo de Riazor, donde juega el Liceo de hockey, que había una pista de atletismo. Pero todo esto para mí… estabas en Primera, ibas a jugar contra el Barça, y contra el Betis, y contra el Sevilla, y contra el Valencia, el Athletic, la Real Sociedad… era lo que siempre había soñado.

¿Cómo fue el comienzo?

Yo empiezo de titular, había llegado por la lesión de un compañero, y mi primer partido con el Dépor es contra el Ajax de Ámsterdam, semifinal del Teresa Herrera. Para un enfermo de fútbol como yo… el Ajax, con el Deportivo, en Riazor, el campo prácticamente lleno, el Teresa Herrera, que era de los mejores trofeos de verano junto con el Carranza… me sale un buen partido, ganamos… (abre los brazos). Felicidad.

Era el único campo con vistas al mar, con aquel fondo vacío…

Si, en lo que llaman Maratón, que no había gradas. Bueno, aquello era la locura, la felicidad, yo flotaba. Estuve unos días viviendo en el Hotel Riazor, hasta que encontré una pequeña vivienda que alquilé, y para mí el ir paseando a diario desde el hotel por todo el paseo marítimo hasta nuestro campo…

¿Cómo era vivir en A Coruña cuando sucedió todo aquello, cuando crecéis?

Yo he tenido la suerte de vivir el mejor momento futbolístico de Coruña, creo que ni cuando quedaron campeones de Liga la gente… Yo me sentía como el marido que toda madre quería para su hija, o el nieto de todas las abuelas… Tardaba cinco minutos desde mi casa hasta el estadio, iba a entrenar andando, y después de los partidos me seguía una multitud de niñas.

Recuerdo ir a la iglesia y en una ocasión el cura pidió un aplauso para mí en mitad de misa. Era una parroquia que estaba donde tienen ahora el busto de Arsenio, haciendo esquina con Riazor. El gallego, además, tiene un carácter más afable que el de los cántabros, que somos más distantes. Ellos son súper cariñosos, hasta en la forma de hablar, y nosotros, los futbolistas, éramos los héroes en aquel pueblo.

¿Te regalaban cosas?

Sí, sí, yo por casa tengo una colección de crucifijos y medallas de la Virgen de Pastoriza que… Y luego cositas pequeñas de cerámica, de esas de Sargadelos. Y amuletos, la gente en Galicia es mucho de meigas… infinidad de cosas. Pero muy amable, muy amable… Para ellos, para el gallego, nosotros éramos gente que… dábamos una imagen positiva en un momento en el cual Galicia…

Si ahora me dices un sitio para vivir fuera de Cantabria, sin lugar a dudas te respondo que Coruña. Es un ambiente muy similar, pero es que a mí me quiere mucho más la gente allí. Y mira que me traje hasta Cantabria a mi mujer, que es gallega, fíjate si tenía claro dónde quería establecerme. Pero me aprecian más allí, con diferencia. Cada vez que puedo me escapo a ver un partido del Dépor y flipas… El cariño, el ambiente.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Vosotros sois casi iconos sociales en aquel tiempo, cuando todos los niños tenían al Deportivo como segundo (o primer) equipo.

Ahora mismo es imposible de explicar… que el Deportivo tenga 28.000 socios estando en el escalafón en que se encuentra, yo no sé cuántos equipos de España tienen tal volumen de socios. Y ellos van por el cuarto año consecutivo en la antigua Segunda B, y jugando de forma horrorosa al fútbol. El año que se hizo el playoff de ascenso allí fui a verlo… más que por el fútbol es por vivir el ambiente, y tal. Al segundo partido se vino mi hijo, que tiene veinte años, también juega… En el día, salimos a las siete de la mañana de Cantabria y volvimos a las tres de la madrugada.

Él no lo conocía y alucinó, volvía preguntándome que qué era aquello. Y eso se sembró un poco en mi época. No ganamos la Liga, ganamos la Copa, luego hubo unos años un poco de transición, con Lendoiro fichando mucho, y después Irureta, y quedaron campeones, y jugaron varias Champions, pero si tú preguntas a la gente, a los deportivistas, te dirán que la mejor época fue la del Superdépor.

El gran cambio llega en el verano de 1992… ¿Cómo lo vivís desde dentro? ¿Sois conscientes del salto de calidad?

El año que ficha Lendoiro a Bebeto y a Mauro. Encima tenemos un comienzo de temporada que, sin nadie esperarlo, nos pusimos arriba de la tabla, y eso psicológicamente fue un empujón. Imagínate cómo creció aquello, Lendoiro se siguió sintiendo fuerte. Seguro que has oído que hablaban de si el Dépor se financiaba con el narcotráfico, lo habrás escuchado infinidad de veces… Aquello era todo más legal… (silba entre dientes), allí no había posibilidad de cobrar un euro… pesetas, que entonces eran pesetas, en dinero negro.

Y Arsenio.

Empezaron a salir las cosas, con Arsenio, que dirigía los clubes a la antigua usanza… Buen descanso, buena comida, buena siesta, si tenías tos te decía «toma miel, niño, toma miel, que la miel es muy buena».

Nos contó Alfredo que iba por las mesas quitando el azúcar para los yogures y cambiándolo por miel.

Sí, sí… Y luego iba mesa por mesa con la botella de vino, y preguntaba si querías un poco… era lo único que podías beber. A mí me escogían los veteranos para sentarme con ellos porque yo no bebía vino, me decían que pidiera la copa y ya se la repartían. También te quitaba el pan, no te dejaba comer mucho… Si parabas en un restaurante y tardaban mucho en servirte, él entraba a la cocina y empezaba a sacar los platos… Se desvivía porque sus niños estuvieran atendidos.

¿Y lo de ir por las habitaciones para recordaros que ya era hora de dormir?

Sobre eso hay mucho mito, y le hicieron mucho cachondeo cuando estuvo en el Real Madrid, decían que pasaba para arropar a Raúl

Siempre pensé que no había entrenador menos «Real Madrid» que Arsenio Iglesias…

Total… no tenía nada que ver con aquello. Arsenio era mucho más listo de lo que aparentaba, sucede que a él le gustaba ir de pailán. Pero era un tío leído, formado, más sabio por viejo que por zorro. Entonces, lo de ir por las noches habitación por habitación… Arsenio lo hacía, pero con el médico, para preguntarnos si alguno tenía algún problema, que el médico indicase, y luego decía que el desayuno era a tal hora, que si alguien quería algo lo pidiera en la habitación… Era una forma, antigua por así decirlo, de preocuparse por los jugadores.

¿Y tú crees que le salía de forma natural o era estrategia planificada?

Era su forma de entender la profesión. Cuando marchaba del vestuario dejaba escrito en la pizarra «buena comida, buen descanso, buena siesta». Su forma de ser, que se le ridiculizaba a veces por ello.

Y con mucho más sentido del humor del que translucía.

Sí, sobre todo en las ruedas de prensa, que parecía un tío así, como muy melancólico. Pero a él le gustaba tener una imagen muy contenida.

Es muestra de inteligencia.

Mucho, muchísimo. Pero tú estabas con Arsenio y, a poco que hablases con él, te dabas cuenta que manejaba unos registros muy superiores a los que luego expresaba en público. Prefería dar imagen de tío con pocos recursos, campesino venido a más, pero la realidad es que tenía, tenía… Y luego gastaba esa retranca gallega, ese humor gallego… Casó muy bien con los brasileños, por ejemplo. Con los nuestros, vaya, no sé cómo hubiera casado con Djalminha, que responde más al tópico de fiestero, discoteca…

Arsenio tuvo a Mauro, completamente distinto.

Mauro era el futbolista brasileño más antitópico brasileño del mundo… Un tío cultivado, serio, muy formado, venía con su carrera de Económicas o de Empresariales, o algo… y luego Bebeto, que era el niño, un niño que lo único que necesitaba era cariño para sentirse bien. Bebeto era un tío que si tú le dabas cariño, él te devolvía todo, necesitaba sentirse valorado, sentirse un poco especial dentro del grupo. Estábamos en una comida, y era el primero que se levantaba y se iba para su habitación. El resto esperábamos hasta que el entrenador decía que ya podíamos irnos, pero él no, él se iba. Venía acostumbrado a estas cosas de Brasil, donde ya era figura…

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

¿Cómo pudo fichar Lendoiro a esos dos? Porque ambos eran estrellas.

Bueno, Mauro no tanto como Bebeto, aunque ya era un jugador muy reconocido allí en Brasil, con el Bragantino. Pero Bebeto había jugado el Mundial, era un goleador, una figura. Recuerdo que cuando Bebeto llega a Coruña va a una tienda de muebles, su mujer escoge todo, y se marcha. Los de esa tienda tuvieron que ir a su casa a reclamarle varias veces para que pagase, porque a él no le entraba en la cabeza. En un concesionario de coches igual, pensaba que le iban a regalar el coche, o al menos prestárselo, porque era Bebeto.

La leyenda dice que Lendoiro convenció a su mujer diciéndole que Riazor era como Copacabana…

Lendoiro… hay gallegos por todo el mundo, y en Brasil también, y entonces hablaban de que Lendoiro tenía mucha amistad con un representante de Caixa Galicia que vivía en Brasil, un tal Lito Míguez. Y fue a través de él que hicieron la gestión.

¿Cómo era entrenar con ellos?

Mauro era una bestia, entrenaba al cien por cien, porque él destacaba sobre todo por lo físico.

Aquel centro de gravedad tan bajo.

Una cosa impresionante, unas piernas que eran acero. Mira, un ejemplo… mi mujer es fisioterapeuta, y en su momento hizo prácticas de fisioterapia en el Dépor… eso fue cuando empezamos a tener fisioterapeuta, al principio no teníamos… Bueno, pues ella recuerda que en una ocasión le tocó tratar a Mauro, y dice que intentaba clavar el dedo para hacer masaje y resultaba imposible. Mauro era fortaleza, le veías entrenar y Dios te librase de chocar con él…

Y Bebeto ¿un fantasista?

A ver… creo que la gente tiene una imagen de Bebeto que no se corresponde con la realidad. Él era un profesional íntegro, llegó casado y con una hija, era muy familiar, estaba muy enamorado de su mujer Denise, que además ella era súper celosa, y Bebeto era un tío muy agradable, muy cariñoso, le encantaba que le dijeran cosas bonitas y tal… Y luego tenía obsesión por el gol, Bebeto ganabas cinco a cero sin marcar él y se iba para casa cabreado como una mona, perdías cinco a uno, había metido el gol, y era feliz…

Suena a egoísmo.

Objetivamente lo es, pero es que él vivía del gol, era feliz cuando marcaba y se sentía importante. Recuerdo que a mí había días que me tenía una hora en la portería cuando acababa los entrenamientos, ensayando faltas. Poníamos la barrera aquella de los muñecos y venga… otra, y otra, y otra. No he visto a muchos marcando goles de faltas como Bebeto, era impresionante. Pero yo tengo parte de culpa, porque echamos una pila de horas allí, en el estadio de Riazor, hasta venía Arsenio a decirle que ya, que se le iban a cargar las piernas…

Alfredo nos dijo que Bebeto se quejaba en el vestuario… que cómo ibais a ganar si Arsenio estaba todo el rato cagándose en dios.

Yo eso no lo recuerdo, y hasta me choca… Arsenio tenía un pronto, pero lo de cagarse en dios no me acuerdo yo… Pero hablamos de hace treinta años, puede que me haya olvidado. Los brasileños en general eran todos muy religiosos, Mauro menos, pero Donato y Bebeto estaban con la biblia y todo eso… Yo la blasfemia, según el contexto, creo que no tiene tanto de blasfemia como de… Sí recuerdo los juramentos de Arsenio, pero él con Bebeto era súper cariñoso, yo creo que poca gente le habrá tratado a Bebeto en su vida con tanto cariño como Arsenio.

Es otra muestra de inteligencia, porque dices que él lo necesitaba.

Claro, tenías que decirle qué guapo eres, y qué buen jugador eres, y él era feliz. Luego tenía un problema de saudade, porque cada vez que se iba para Brasil la costaba volver… que si su abuela, que si la familia. Y eso que en Coruña su familia era feliz, porque los niños podían salir a la calle, iban al colegio sin ningún problema, lo que nos contaba de Brasil es que no podían salir del contorno de la urbanización privada por inseguridad. Allí vivían en zonas residenciales y en Coruña vivía en pleno centro.

¿Todos vivíais en la ciudad entonces?

Más o menos… una mayoría vivía en la zona de Oleiros, con playa y tal…

Pero un sitio normal, nada de los búnkeres del Real Madrid, La Finca y esas cosas.

No, no, había gente que vivía en un piso, Mauro Silva vivía en un ático del hotel María Pita, que está en una esquina de Riazor, Bebeto vivía en un piso de lujo en mitad del paseo de Riazor. Yo vivía a cinco minutos del estadio, tirando hacia el obelisco viejo.

Antes te pregunté si los brasileños salían mucho de fiesta y me dijiste que no… ¿Y el resto?

Yo poco, la verdad.

Tú, por lo que cuentas, no vas a ser bueno para este tipo de anécdotas nocturnas.

(Ríe). En ese Deportivo se salía muchísimo, claro. Piensa, por ejemplo… Alfredo, Nando, López Rekarte… También con las mujeres, no pienses raro. Cuando jugábamos en Riazor estaban Paco Jémez y Claudio Barragán

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Haces gestos.

Yo he visto muchas comidas y cenas en aquel equipo. Claro, es que iba todo bien, y en esas condiciones es cuando más ganas tienes de celebrar. Yo recuerdo que cuando jugábamos en Riazor, y no había partido entre semana…

Coruña es de las pocas ciudades que los domingos por la noche tenía discotecas, había una en concreto, por la zona de Santa Cristina, que era terminar el partido y un grupo de futbolistas se juntaban para cenar en La Cabaña del Pescador, lo abrían expresamente para que cenaran ellos… digo ellos, porque yo no era de los que iba, yo marchaba con otro grupo, más pequeño, que íbamos a una bodega de unos amigos, cenábamos ahí y a veces bajábamos a Santa Cristina.

Pero poco, porque yo no era de tomar copas. Había futbolistas que llegaban el lunes al entrenamiento habiendo pasado un par de horas por cama, y encima a las copas les invitaban, porque cuando tú ganas te invitan a las copas. Así que se salía, claro, pero luego había rendimiento.

¿Quién es el mejor futbolista con el que has jugado?

Mauro para mí probablemente sea el mejor, sobre Mauro Silva podías sostener un equipo.

¿Y de calidad pura?

Fran, de calidad pura Fran. Lo que pasa es que Fran tenía un carácter muy apocado. Cuando yo llegué al Deportivo ya estaba Fran, pero de aquella era el hermano de José Ramón. Pasa que éste duró un par de años, y Fran tuvo su crecimiento… Le faltó, por así decirlo, tener un carácter un poquito más abierto. Hoy no me cabe duda de que estaría jugando en Madrid o Barcelona, porque será su nivel. De hecho se dice que llegó a firmar un doble contrato… alguien le orientó mal y firmó con el Real Madrid estando en el Dépor, aquello costó dinero a Lendoiro. Pero ya te digo que era un jugadorazo.

¿Fran salía?

No, en mi época no. Pero él duró mucho, y pillo otras épocas, así que no te sé decir. De entonces hay mil leyendas, con Tristán, y eso, que sí salía…

Tristán igual ni entraba…

Pero yo ya no estaba, en el Deportivo jugué cinco años, y luego vino aquella etapa de transición que dijimos antes, y después ya fichan a Irureta y es cuando llega la Liga.

El cabezazo de Donato.

Yo estaba en Riazor, como un aficionado más.

¿Y sientes ese título un poco tuyo?

No, no, lo viví con alegría, estaba comentando con Germán Dobarro, y muy bien, pero no la viví como mía, ya no estaba allí, no participé de aquello. Sí que me considero un poco en el germen del Súper Dépor, y para la gente que vivió ese crecimiento creo que es la época más bonita.

Te preguntaba por el mejor jugador con el que entrenaste… ¿y el mejor que hayas tenido enfrente?

Hombre, nosotros nos enfrentamos por ejemplo a la Quinta del Buitre, también cogimos la época del Barça del Dream Team… es que no tuvimos el camino fácil, je… Decirte el mejor jugador con el que me he enfrentado no es fácil.

Mira, yo pensaba que me ibas a decir Romario.

Estaba pensando, sí, pero también hemos jugado con Stoichkov, o contra Laudrup

Y Maradona.

Sí, pero el Maradona del Sevilla, que estaba más en la mala leyenda que… Cogimos una época muy buena de fútbol, sí, es verdad.

¿Por qué crees que ese Deportivo no funcionó igual de bien en Europa?

Bueno, el Súper Dépor eliminó al Aston Villa y después caemos en Frankfurt, contra el Eintracht… Nos tocó ir a jugar a Alemania ya en invierno, con un frío… Era la primera vez que Bebeto jugaba con nieve, salíamos del hotel y estaban las calles blancas, él no quería siquiera asomarse. Recuerdo que la primera parte tenían puesta la calefacción, pero, como no nos podían ganar, en la segunda lo desconectaron, era imposible mantenerse en pie sobre aquello. Hacía un frío…

Aprovecho que has dicho «Súper Dépor»… creo que Arsenio llevaba fatal el mote…

A él lo que no le gustaba es que la gente se descentrará, lo planteaba todo desde la humildad, un equipo sencillo. Todo el ruido que había alrededor le molestaba, pero es que el Dépor… fíjate, empezamos como un equipo que iba a entrenar en autobús, y eso se mantuvo todo el tiempo que yo estuve, porque no conocí instalaciones propias del Deportivo. Lo que te decía… Riazor, la Torre de Hércules, a veces nos dejaban el campo del Betanzos.

Y esa era la humildad. Pero claro, aquello va creciendo, llegan jugadores que empezaron a poner distancias entre futbolistas y prensa, gente que venía de otros sitios… Rekarte, Julio SalinasAldana venía del Madrid, donde había unas costumbres, donde se debían marcar zonas con los periodistas, de aquí no pasáis. En los viajes ya no iban los periodistas con nosotros en el autobús, en los hoteles tampoco… Y toda aquella situación empezó a saturar a Arsenio.

A Arsenio no le gustaba todo el asunto de la prensa.

Él cumplía porque tenía que hacerlo, pero no era feliz dando ruedas de prensa cada tres días. Él como era feliz es en el campo, con sus zapatillas, diciéndote «niño, llega la primavera, que no te dé mucho el sol, que es malo»… Él se manejaba mejor en sus registros, y cuando aquello empezó a crecer… Eso le gustaba más a Lendoiro.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

¿Por qué crees que a Lendoiro sí? ¿Por un tema político?

Por tema político y por tema de ego, pienso. A Arsenio le iba mucho más lo otro… lo rústico, si quieres ponerle nombre. Pasar la tarde en su casa leyendo, irse a pasear por la playa de Barrañán, en Arteixo, o por cualquier playa tipo Liencres, para andar y andar. Era un hombre frugal no, lo siguiente, vivía con nada, era feliz con nada, los trajes que le daba el Deportivo creo que le duraron toda la vida, porque los ponía para viajar y ya… Un hombre humilde, que no necesitaba más para vivir. Luego coincides con otro tipo de personas y te das cuenta que…

Porque, tras Arsenio, llega al Deportivo Toshack…

A mí Toshack me decepcionó como profesional y como persona. Él venía con una fama estupenda, como alguien a imitar, todo aquel tiempo en la Real Sociedad, luego en el Madrid, su segunda etapa en Donosti… Pero a mí me decepcionó, porque me pareció… como decirlo… un vividor. Con Toshack llegué a perder la ilusión de levantarme por la mañana para ir a entrenar, porque me sentía maltratado en los entrenamientos.

A los porteros solo los utilizaba para hacer ejercicios de puntería… ponte ahí, que vamos a ensayar disparos a puerta. Y luego le gustaba hacer partidillos con porterías en las cuatro esquinas, y a los porteros nos mandaba al córner con un preparador físico, o con el segundo… Yo, que me reconozco enfermo del fútbol, me costó… Para mí lo más bonito que me daba el fútbol era el día a día, levantarme por la mañana, ir a entrenar, estar con mis compañeros, cuidarme, jugar…

Y con Toshack me costaba levantarme por la mañana. Y luego a mí me decepcionó… por ejemplo, hubo una época que jugábamos el domingo, el lunes hacíamos entrenamiento de recuperación, y después él se iba a Mallorca o a Barcelona, a jugar al golf, y el martes no se entrenaba, el miércoles no se entrenaba, y a lo mejor se volvía el jueves y, dependiendo de cómo le hubiese ido a él en Mallorca, se hacía una cosa u otra…

Cómo es eso, explícame.

Si ganaba al golf había entrenamiento frugal, si venía torcido nos daba palizas a correr que muchas veces nos dejaba las piernas temblando para el domingo. Igual él estaba en lo cierto, y no es necesario entrenar tanto, y es obsesión mía, pero a la larga, le tuvo que echar Lendoiro y dejó un triste recuerdo.

Y eso que, fíjate… Toshack llega después de Arsenio, de la Copa del Rey, que él se marcha… Hay una imagen de la fiesta de celebración que Arsenio se va, sale sin hacer ruido, ocultándose. Y llega Toshack, y esa pretemporada se gana todo, le metemos ocho goles al Bayern de Múnich, la gente del Deportivo alucinaba, pensaban que iba a ser el salto de calidad. Y luego fue un fracaso.

Fue, también, un fichaje muy estético, ¿no?, una forma de «modernizar» la imagen.

Sí, Lendoiro tenía que apagar el fuego de haber prescindido de Arsenio, y lo hace fichando a un entrenador cinco estrellas, eso parece que será lo que le faltaba el Dépor para… Luego se demostró que fue justo lo contrario. Volviendo a mí, lo que te dije, Toshack me quitó la ilusión de levantarme cada día para entrenar, y solo la recuperé a finales de ese año, cuando firmé por el Sporting. Fue entrar en Mareo y recuperar el espíritu del fútbol más próximo, el que defiendo, el de cantera y humildad.

Volvemos atrás, a la temporada 93/94, la más recordada de vosotros. Estáis más de media Liga líderes, y eso es un orgullo, pero, para un equipo como el Dépor, ¿también pudo ser presión excesiva?

No sé, desde mi punto de vista era disfrutar todos los días. A mí me ha tocado más veces pelear por permanencias y situaciones peliagudas…

Pero ¿veías a algunos compañeros agobiados? Siempre se ha dicho que os pudo la presión.

A ver, bendita presión… no tiene nada que ver la presión de salir a jugar un domingo en Riazor, lleno, o en cualquier otro sitio con no sé cuántos seguidores y no sé cuánta gente apoyándote, sin tener además la obligación de ganar porque… Al final, el resumen de aquella temporada es que cualquier futbolista del Dépor valía mucho más que a principios de año. Estuvo la frustración final, claro, pero para mí fue un año de disfrute total, pero de disfrute total, salvo los momentos posteriores al famoso partido. Pero ni siquiera eso lo puedo meter en el lado de las tristezas de verdad, y mira que vi llorar a más gente…

¿Tú lo viste hecho en algún momento? El penúltimo partido, por ejemplo, que ganáis en Las Gaunas con goles de Donato y Manjarín.

No, no… Lo sueñas, te imaginas cómo puede ser, pero como tampoco me había visto nunca en una de esas… Yo me había criado celebrando permanencias, y habíamos ganado en Las Gaunas, pero también habíamos empatado contra Rayo y Lleida, y el Barça estaba haciendo una segunda vuelta que lo ganó todo, siempre intentaban jugar antes que nosotros para forzarnos, para meter presión. ¿Que algún futbolista pudo sentirla? Probablemente, pero mi visión es que aquello era una fiesta en cada partido, una ilusión. Y apenas recibíamos goles, además.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

¿Cómo es la semana antes del Valencia? ¿Os concentráis, hacéis algo distinto?

Sí, nos concentramos, pero como siempre. En aquella época dormíamos en el Hotel Riazor, que está allí, a pie de la playa. Así que nos concentramos, dormimos y por la mañana sí me acuerdo que suspendimos el paseo porque había tanta gente delante del hotel para…

Pero tú esa semana, por ejemplo, ¿salías de casa? ¿hacías vida normal?

Sí, sí, yo no cambié ningún plan de mi vida rutinaria. Por la mañana iba a entrenar andando, volvía a mi casa andando, me hacía mi comida, descansaba en casa. Me pasaba las tardes descansando, porque de aquella yo tenía un problema en el abductor, así que no tenía muchas fuerzas para nada que no fuera cuidarme.

Sí que recuerdo de aquel año cómo, a medida que se iban jugando los últimos partidos, el traslado en autobús desde el hotel hasta el campo lo hacíamos rodeados de una multitud de gente que acompañaba al bus. Desde donde nos concentrábamos a Riazor habrá unos trescientos metros, y el chófer los hacía a paso de peatón, porque no podía más. La gente saludando, animando, una ilusión enorme. Sinceramente, el mayor miedo que tuve en aquellos momentos era la decepción que se pudo llevar la gente, en mi vida he visto a más personas llorar.

Allí habían puesto como unas flores… en A Coruña es muy típico hacer frases con flores y tal, y en el aparcamiento de Riazor pusieron una que ponía «Campeones»… A Arsenio le entro un cabreo enorme, ya estamos con no sé qué, celebrando lo que no hay que celebrar… Pero es que ibas por la ciudad y todos los balcones, todos, tenían banderas del Deportivo, banderas blancas y azules. Era una locura, una auténtica locura.

Empieza el partido contra el Valencia y es todo un poco raro, porque el Barcelona encaja rápido contra el Sevilla, y a vosotros os vale el empate… pero ellos remontan al final, casi no os queda tiempo.

Sí, ni éramos capaces de… Fue un partido en el que me tocó trabajar, además, al día siguiente el único «tres» del Marca me lo dieron a mí…

Toda la semana escuchando que el Valencia iba a jugar primado.

Y vino, lo sé porque al año siguiente un jugador de ese equipo fichó con nosotros. Sabemos perfectamente que el Barça les primó, pero de aquella era habitual.

¿A ti te han primado alguna vez por ganar?

Una vez cobré una prima por ganar, sí, pero es que no hicimos nada diferente a lo que demandaba aquel partido. Fue víspera de la Copa del Rey, un encuentro contra el Albacete. Ganamos por dos goles a ocho.

El famoso partido de Molina.

Sí, ese. El Atlético de Madrid se jugaba el descenso y nos primó. Para que ganásemos. No hicimos nada raro, era antes del partido más importante de nuestras vidas, nadie iba a meter la pierna más de la cuenta. No teníamos presión, ellos sí, y mira cómo acabó.

¿Y por perder? ¿Te han insinuado?

Jamás, nunca.

A ti lo de pagarte dinero por ganar ¿te parece lícito?

Sí, ya te digo, solo fue una vez, y no hicimos nada que no hubiésemos hecho en un partido normal.

Volvemos al partido del Valencia.

Un partido de mucha tensión, un campo lleno, el equipo estaba atenazado, igual ese día sí que sintió la presión, no era capaz de generar peligro ante un rival que, efectivamente, veías que estaba un poquito más motivado de lo que demandaba el calendario, porque ellos en aquel partido no se juegan absolutamente nada. Es lo que resume el gesto de González cuando para el penalti.

Recuerdo que tú dijiste aquello de «arrieros somos».

Sí, después nos hemos vuelto a encontrar con el Valencia. Pero bueno, yo saldé aquella deuda cuando les ganamos la final de la Copa del Rey. Nada tiene que ver, porque la Liga se perdió y ya está, pero… Curiosamente el Valencia se ha cruzado siempre con el Dépor.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

El descenso con Lotina de entrenador, ¿no?

Sí, eso.

Con González… ¿vuelves a hablar después de aquello?

No, no hemos vuelto a coincidir. Somos de la misma quinta, y nos conocemos desde juveniles, pero después no… Nada, es que no tengo nada que… Insisto, si el año siguiente tuve a Voro de compañero. No sé cuánto dinero cobraron exactamente, no sé si serían dos millones o millón y medio de pesetas, que era dinero, pero es que eso era algo sabíamos existía en el fútbol, no se asustó nadie, se daba por supuesto. Sucede que ese día no estuvimos afortunados, pero como no lo estuvimos contra el Rayo, por ejemplo. Se nos acabaron las pilas.

Vale, minuto noventa, Nando entra en el área y penalti. ¿Miras?

No, yo estoy mirando a la grada.

¿Recuerdas algún rostro en concreto?

No, solo una imagen general de gente llorando. Se tira el penalti y prácticamente acaba el partido, hay invasión de campo y yo recuerdo eso, la gente llorando, Lendoiro desde el palco con lagrimones, saludando a la gente. También recuerdo que nos costó salir del campo por la invasión que hubo.

Y el vestuario.

Llanto, llanto. Teníamos una cena ya preparada, una cena de celebración, en un restaurante del Corte Inglés. Se decidió que debíamos ir, y fuimos con las mujeres. Menos yo, que estaba soltero. Recuerdo, también, que nos regalaron un viaje a todos los jugadores y casi nadie fue.

Nos ha contado Paco Jémez que ese día se emborrachó como nunca en su vida, que acabaron algunos jugadores tocando los instrumentos de una banda de música que estaba por allí.

Yo no, yo me fui pronto a casa, pero allí había mucha gente, directivos, plantilla. El gesto al principio era de mucha tristeza, pero luego va pasando la cena, las conversaciones… Pero yo me fui temprano, siempre era de los primeros en irme.

Y aquel vestuario… la historia de que Bebeto se llegó a marear.

Es otra cosa que no recuerdo, no digo que no ocurriera, pero… Sí que al principio el más afectado era Djukić.

Alguien tan frío como él, además… ¿cómo se arropa a un compañero en ese trance?

Pues mostrándole cariño, oye, no pasa nada, las frases típicas, tópicas, tampoco hay mucho más que decir. Yo tenía muy buena relación con él y su familia, gente norma, muy amable, muy humilde. Creo que el venir de una vida tan dura te ayuda asimilar mucho mejor este tipo de cosas. Y él lo tenía perfectamente asumido, le tocó y ya está.

Yo he dicho muchas veces que lo más triste de esta situación es que Djukić haya pasado a la historia como el futbolista que falló el penalti, cuando ha sido de los mejores líberos que hubo. Y luego en el Valencia se le recuerda más por sus enfrentamientos con Cañizares, que no se llevaban muy allá. Eso es lo más triste… se asocia a Djukić con un penalti y yo lo asocio con uno de los mejores futbolistas con los que he podido jugar.

En el año 95 estáis, por así decirlo, de resaca… Sois segundos, pero más lejos del Madrid, campeón. Y todo parece haber cambiado un poco, ¿no?

El ánimo, seguramente. El 95 es un año más duro, porque se dejaba ver la tensión de Lendoiro con Arsenio. A Lendoiro le gustaba mucho fichar jugadores, y Arsenio empieza a no estar cómodo con eso. Ese año se trajo, por ejemplo, a Émil Kostadinov, que llegó con barriguita, y no era un futbolista que a Arsenio…

Luego Lendoiro quiere seguir creciendo, y el míster no está muy a gusto con eso de que meta demasiada gente en el vestuario, gente con un rol más de estrellita, individualista, empiezan a verse pequeñas discrepancias, se habla de que será la última temporada de Arsenio, el vestuario tiene otro perfil, jugadores con más callo, es menos agradable, hay grupos más marcados, menos familia.

Y luego los resultados no son malos, pero venías de pelear por el título hasta el último momento, y ya parece que quedar segundo detrás del Madrid no valía nada. Fue el año que ganamos la Copa del Rey, que al final lo arregla todo y es un poco la despedida.

¿Arsenio estaba más cansado o superado por las circunstancias?

Pues no sabría decirte, la verdad. Él no estaba a gusto, porque al final eso que hablábamos de estar todo el día en ruedas de prensa era lo que más le agotaba, y el hecho de jugar en Europa tiene una demanda. Y los viajes… eran viajes muy largos, no de vuelos chárter, muchas horas tirados en aeropuertos, cogiendo enlaces… Eso agota, yo tuve una época en Coruña que a veces no sabía en qué ciudad me estaba despertando. Yo veía que Arsenio era mucho más listo de lo que podía parecer o de lo que él quería dejar ver, y esa distancia se empieza a marcar.

Pero al final de temporada ganáis la Copa al Valencia, precisamente. Aquella mítica final que dura tres días. Parece que el Deportivo estaba abocado a las cosas raras…

Era un día de estos de bochorno de Madrid, tremendo. Por la mañana recuerdo estar en el hotel, que habían venido mis padres desde Cantabria a ver la final, y todos diciendo que qué calor hace en Madrid, y tal, y a mí se me ocurrió decir «lo mismo esta tarde pega un tormentón que nos ahogamos» (sonríe). Era el segundo tiempo, y yo estaba en la mitad del campo que correspondía a la afición del Valencia.

De repente noto que algo me da en la espalda, miro atrás, veo que es un hielo. «Ya están estos cabrones tirándome los cubitos del cubalibre». Pensé eso y ya no hubo tiempo para más… Empezaron a caer piedras y yo me tapaba la cabeza con los guantes. Dolía, porque caían unos pedrolos… luego los granizos se convirtieron en agua pero… Cuando entramos en el vestuario nos llegaba el agua por la cintura, porque para acceder al césped del Bernabéu hay una escalera, y todo el agua se escapó al sitio más bajo, cayendo a los vestuarios.

Es toda una imagen, los futbolistas de élite con el agua por la cintura.

Sí, sí, imagina. Cuando el árbitro suspende el campo ya está completamente inundado.

Eso es un sábado, y se termina la final el martes. ¿Qué haces esos días? Porque debe ser psicológicamente duro.

Durísimo, durísimo. Piensa que teníamos la ropa justa, la ropa de calle… En aquel entonces teníamos un chándal de viaje, una camiseta, una americana, una camisa, una corbata y los zapatos de cada uno, nosotros no éramos el Madrid ni el Barcelona. Ni siquiera habíamos llevado mudas para más allá del sábado, ¿eh? Y menos mal que había habitaciones en el hotel, porque…

No estaba previsto entrenar al día siguiente, y recuerdo que lo hicimos en el Calderón, ya no había Liga. Y después está la duda de cómo jugar un partido de ocho minutos, uno que probablemente iría a prórroga. O la gente, la gente que había venido desde Coruña, que son seiscientos kilómetros de Coruña a Madrid, y la mayoría vino en autobús, o en tren, o en coche, cuántos habrá en el campo, cuántos podrán volver, fíjate que pensamientos.

Pero luego llegas allí, al Bernabéu, con el autobús, y volvemos a ver otra riada de gente de Coruña, sobre todo gente joven, porque muchos habían cogido entrada de quienes no pudieron volver entre semana a desplazarse, prácticamente la misma cantidad de aficionados de Coruña que habían ido para ocho minutos, para verte. Eso aumenta la responsabilidad, vamos a ganar aunque no sea más que por esta gente.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Es el famoso ambiente festivo de esos ocho minutos, con mucha chavalería.

Mucha, mucha. Se suspendieron hasta clases en Coruña para facilitar desplazamientos. Y luego los que se saltaron el día de trabajo, y los gallegos de Madrid, que hay muchos. Cuando salté al campo a calentar fui donde la gente de Coruña y lo único que me salió fue aplaudirles. A mí personalmente me impresionó muchísimo.

Y el gol de Alfredo.

Y la celebración… Abrazos, felicitaciones, había gente que cogía la Copa y no había forma de que la soltase, la foto, se la ofrecías a la gente. Son momentos, si me apuras, casi absurdos, una situación emocional que no puedes controlar. Y la locura de que eso era absolutamente inesperado… nada más empezar la reanudación consigues el gol, y a partir de ahí quedan nada, cinco minutos, y se te hacen eternos…

Salió todo tan redondo, tan redondo… Lo normal es que se hubiese jugado prórroga y hasta penaltis, pero no fue necesario. Y después cena en ese sitio de Madrid donde celebran todos los equipos, el Asador Donostiarra, que allí había más gente que en las gradas, yo no sé de dónde salieron todos aquellos, jugadores, familia, directivos, alguno que veías por allí sin saber ni quién era.

Y luego a la Joy Slava, donde nos cruzamos con los jugadores del Albacete, que venían de ganarle al Salamanca en la ida de Promoción. Fíjate, les habíamos mandado allí nosotros, y hasta nos primó el Atlético, que nos pagó estando en Madrid, en el hotel, concentrados para la Copa, y mira…

Perdona que insista, pero es que me fascina el personaje, porque le adivino muchas más aristas de lo que suele contarse… ¿Cómo lo celebra Arsenio?

Feliz, al hombre lo veías feliz. Recuerdo ver el abrazo que pega a Mauro Silva, por ejemplo, que casi no le daba para rodearlo, pero la sensación de abrazarse a su Mauro… Yo creo que Arsenio en ese momento ya se veía fuera, él sabía que era llegar a Coruña, con el recibimiento en el Aeropuerto, y directos al estadio, y de allí todos a sus vacaciones.

Y estaba planificando en su mente cómo iba a ser su escapada, ni siquiera salida, sino escapada. Sin que lo viera nadie, con discreción, cuando todo el mundo celebra yo hago mutis, salgo por la puerta y a ver si no me pilla nadie hasta que llegue a mi casa. Y muchos arroparon a Arsenio en esa celebración, porque ya sabíamos que se iba y era despedir a una figura que todos sabíamos que era fundamental en el manejo de lo que se consiguió aquellos años.

Dos Zamoras en Primera, a sumar el que ganaste con el Sestao, prestigio, regularidad… ¿nunca te llamaron Real Madrid o Barcelona?

Yo nunca me consideré apetecible para ninguno de esos clubes, porque tampoco es lo mismo jugar en el Deportivo, aunque estés peleando con ellos, que en Madrid o Barcelona. Eso demanda estar en otro escalafón futbolístico.

¿Crees que no hubieras encajado en lo futbolístico allí, o que estarías fuera de lugar en todo lo ajeno al campo?

Yo creo que para jugar en Madrid y Barcelona, además de tener capacidad futbolística, hay que tener mentalidad, una capacidad mental para asumir esa responsabilidad que supone estar en un club tan grande, con la presión que supone. No sé si hubiera tenido esa capacidad, no lo sé, pero nunca me he visto tampoco en la situación. De esa época sí que me frustró el hecho de no haber sido siquiera convocado con la selección, porque el año 94, cuando el Zamora del récord, pienso que no fui peor que ninguno de los porteros que fueron al Mundial.

Y ¿por qué crees que no te llaman?

Porque en esa época era distinto. Si hubiera sido ahora creo que al menos menos hubiera sido convocado, porque se atienden más a los méritos del momento que al grupo ya formado. Clemente, en aquel entonces, tenía un grupo de jugadores a los que era fiel, en la portería estaban Zubizarreta y Cañizares, pero de tercero pues… Entonces fue Lopetegui, y a mí me quedó esa frustración, porque entiendo que por méritos… No digo para ser el titular, pero creo que había hecho méritos más que suficientes para haber ido.

¿Nunca lo hablaste con Clemente?

No, nunca. Nunca hemos coincidido, no he tenido la oportunidad. Con el paso del tiempo sí me quedó una pequeña frustración.

Tú dejas el Deportivo tras el año de Toshack y vas al Sporting. Decías que allí recuperaste la ilusión pero juegas muy poco.

Prácticamente nada, sí. Mira, ese verano se reúne Toshack con Lendoiro y le dice que deben irse dos jugadores… Uno es Bebeto y el otro soy yo.

¿Te lo dice personalmente?

No, a mí no me lo dice, empiezo la pretemporada pero soy consciente de esto que está pasando. Sucede que en aquel entonces yo tenía un cartel, y mi representante de ese tiempo, Alberto Toldrá, se pone a buscar salida cuando le explica Lendoiro la situación. En aquel entonces entrena al Sporting Benito Floro, y él me consideraba pieza importante para el proyecto que estaba montando.

Así que el Sporting paga setenta millones de pesetas al Deportivo… mira qué negocio, setenta millones por éste, que en todo el tiempo que ha estado conmigo le he pagado menos, y encima cumplo uno de los deseos de Toshack. Y bueno, con mucha tristeza me voy a Gijón. El Sporting me ofrece un contrato muy superior a lo que yo había ganado en toda mi vida en el fútbol, incluso peleando títulos.

¿Quién sería el que más cobraba en aquel Dépor?

Pues posiblemente Bebeto, y luego Fran.

¿Había mucho salto salarial de las estrellas a los futbolistas importantes, pero sin ese rango, como podías ser tú?

Más que ahora, piensa que en el fútbol de entonces… Para que te hagas una idea, Bebeto podría ganar de aquella el equivalente a un millón de dólares, y yo ganaba diez millones de pesetas. A Fran le pusieron cien millones cuando pasó aquello con el Real Madrid, pero la media de aquel equipo estaría en cincuenta o sesenta, y luego estábamos los que llegamos antes, los recién ascendidos…

Entonces a mí me viene el Sporting, y me ofrecen cuarenta kilos… fíjate, no los había visto yo juntos en toda mi vida, y encima con posibilidades de jugar, y de acercarme a mi casa. En el Dépor no iba a jugar, porque habían firmado a Peter Kouba, el portero de la República Checa en aquella Eurocopa tan buena que hicieron ese verano, y luego también fichan a un portero que venía de la liga francesa, Jacques Songo´o, que fue quien finalmente acabó de titular, porque Kouba había llegado con una lesión y prácticamente no jugó. A mí no me echan, pero me estaban abriendo la puerta.

Te retira del fútbol una lesión.

Nada más llegar al Sporting empecé a tener problemas, me fallaban las piernas. Entre septiembre del 96 y diciembre del 97… problemas cervicales, cinco hernias a nivel cervical, una de ellas con protrusión que me invadía la zona medular… En diciembre quedo de baja, y para marzo ya estoy liquidado.

Eso para un enfermo del fútbol como tú…

Fue impactante, sí. Además, me coincidió con un año especialmente malo en lo familiar, porque mi padre estaba ya bastante enfermo, y cada dos por tres andaba ingresando en Valdecilla. Me vino así, de repente, en Gijón, muy solo, porque mi familia no podía venir, y yo iba siempre que podía hasta Santander para ver a mi padre. Fue un año tremendo en todos los sentidos. Estuve los dos años que firmé con el Sporting, que se salvó de bajar a Segunda por los pelos, y la temporada siguiente descendió batiendo todos los récords negativos de puntuación.

Cuando gana en la jornada veintitantos por ver primera, contra el Racing de Santander.

Eso… yo de aquella ya estaba jubilado de todo, pero tenía que cobrar el contrato, no tenía más remedio que estar allí presente todos los días, en el vestuario. Recuerdo que iba a Mareo, hacía un poco de bicicleta en el gimnasio para no engordar, me duchaba y me iba a mi casa, que la tenía allí, en El Muro. Daba paseos por la playa y mi vida era eso, llenar el tiempo hasta completar el contrato y tratar de cobrar, porque para mí era el futuro, era lo que me iba a proporcionar la casa que hoy tengo y la vida tranquila que hoy tengo.

Paco Liaño, del Racing de Santander, Sestao, Deportivo de la Coruña y Sporting de Gijón

Te retiras, no quieres entrenar, como nos dijiste antes, y empiezas a hacer colaboraciones en prensa.

Sí, nada más dejarlo me empezaron a llamar gente de mi época, sobre todo de Coruña, Germán Dobarro y tal, que me conocían por esa familiaridad que comentábamos con los periodistas al principio del Dépor. Era la época en que el Deportivo empezó a jugar en Europa regularmente, la mayoría de medios nacionales tienen un especialista de equipo, y ahí encajaba yo. Primero en la Cadena Ser, luego en la Cope, después colaboraciones en Tiempo de Juego, hago partidos del Deportivo para la Cope y Galicia en local… eso es lo que hago ahora mismo.

Y deporte… sigues en peso.

Estuve dos años que los médicos me dijeron de no hacer nada por las cervicales, pero llegó un momento en que me dije que no podía vivir así, todo el día sentado, y entonces empecé a correr un poquito, a andar en bici, a nadar, a esquiar. El esquí ha sido mi salvación para la cabeza, porque tras dejar el fútbol empecé a subir a Alto Campoo y tengo una buena enganchada. Lo que me gusta es hacer una vida tranquila, para mí la palabra «felicidad» viene asociada a tranquilidad.

Pero has estado en tinglados menos tranquilos… Te quería preguntar sobre tu paso por el Racing.

Dos ocasiones… La primera fue cuando el plante de los futbolistas y toda aquella movida. La persona que desgraciadamente da mi nombre, por interés y porque estaba todo programado, fue el periodista Walter García. Él, bajo cuerda y con esos manejos que le caracterizan… Un periodista local, cómo podía tener este hombre esas influencias, en el Racing, en el Ayuntamiento de Santander, en el Gobierno… debía tener contactos en todos los sitios.

Recuerdo que me llamó un día y me dice «oye, esta es una llamada que no ha existido, pero que sepas que he dicho que debes entrar ahí, en la junta gestora del Racing», junto con Felisuco (Félix Álvarez), Manolo Higuera y otros. Manolo es una persona enferma de racinguismo, enferma absoluta, y lo digo en el mejor de los sentidos, lo tengo en muy buena consideración, pero también te digo que ese racinguismo muchas veces le ciega, le pierde, le lleva a hacer cosas que no debería.

Y me alegro que esté ahora en el Racing, porque prefiero que esté en sus manos antes que en las manos de otra gente desalmada, de un fondo de inversión que no sabes a dónde te lleva… Y, en fin, que esa fue mi primera vez en los despachos del Racing.

Sales casi señalado, ¿no?

No, no, de ahí me marcho yo cuando Montalvo nos dice que recupera el mando del club, y en ese momento, junto a Pedro Alba, que estaba sentado a mi lado en aquella conversación, digo que conmigo no cuente. Yo a Montalvo lo tengo como uno de los principales artífices de la situación catastrófica en la que estaba el Racing.

Entonces le digo que puedo trabajar gratis en el Racing, porque siempre lo he hecho, a mí me ha costado dinero el Racing. Poco, pero me ha costado dinero, y me ha costado muchas horas de dar la cara, y mucho quitarle tiempo a mi familia… Todo eso lo puedo hacer gratis, pero no con ese señor. Abandono la habitación donde estábamos reunidos, en el hotel Palacio del Mar, y hasta allí llega mi primera experiencia.

¿Vuelves a hablar con Walter García después de eso?

No, porque, una vez salgo del Racing, él me pone en la lista de enemigos a los que despellejar.

¿Nunca has pensado en contestar?

No, porque yo te lo cuento a ti, y me podrás creer o no, pero yo no tengo un micrófono todos los días para estar lanzando mentiras y mentiras. Yo me he sentido utilizado por Walter muchas veces, yo he sido colaborador suyo en infinidad de ocasiones, empeñando mi opinión, en sitios donde él cobraba dinero… Jamás en mi vida me ha dado un euro, jamás.

Mira, tengo borrado el dial de su emisora, he sido oyente en su momento, pero no comulgo con su forma de hacer periodismo, me he prohibido escuchar a una persona tóxica como él. A veces me llega, claro, alguien te dice, que el otro día te puso Walter pingando. Pero yo no lo escucho.

Esa es tu primera experiencia… ¿Y la siguiente?

Es cuando entran Esteban Torre, y José Ceballos, y Pedro Alba… Me llaman, me dicen que quieren contar conmigo, con Manuel Higuera, quieren que sea el que asuma un poco el rol de secretario técnico, por mi vinculación con medios. No para que tome decisiones como tal, sino para que sea el portavoz de todos. Pero ese tema empieza mal desde el principio, porque a un lado estábamos los fieles de Quique (Setién) y de la idea del Racing que tiene Quique, y la visión del club de Quique, y luego los de Manuel Higuera, que es mucho más personalista, más suya.

Recuerdo que en cada reunión con Pedro Munitis y Gonzalo Colsa, primer y segundo entrenador, sobre cómo y a quién fichar, había muchas discrepancias. Yo recuerdo hablar con un entrenador para pedir informes de cierto jugador y cuando cuelgo el teléfono enterarme que ese jugador está fichado por Manuel Higuera. Cosas raras. Y se lo dije a Quique, que a mí esto no me gusta, veo que por un lado vamos nosotros y por otro lado otra gente.

Aguanto un año, el año que dura la gestión de los jugadores, pero desde que Quique se marcha de Santander, que ni siquiera es a mitad de temporada, va ganando peso en el día a día lo que hace Higuera, y Esteban Torre, Ceballos, Alba y yo pasamos a ser meros comparsas. Y así hasta final de temporada, cuando Quique vuelve, se reúne con Higuera y le dice que el entrenador para el año que viene debería ser Esteban… Ahí se rompe todo.

Y tú también te vas.

Sí, porque yo allí estaba con Quique, no estaba por Manolo. E, insisto, no quiero criticarlo, es un enfermo del Racing, perderá todo su patrimonio y todo lo que tiene por el Racing, pero su visión futbolística… No se puede ser presidente y secretario técnico.

Y encima te montan ese episodio tan feo cuando coinciden en Segunda B Deportivo y Racing.

Yo era un personaje que estaba en mitad del pim, pam, pum. Mira, cuando el Racing estaba segundo, a nueve puntos del Deportivo, yo dije algo así como que el Racing debería preocuparse antes de mantener distancias con el tercero que de mirar arriba. Creo que lo dije de forma educada, pero me llovieron críticas por todos los lados.

Tenía una cuenta de twitter con ciento y pico mil seguidores, que yo no publicaba nada, solo las colaboraciones en radio, y tal. Acabé cerrando la cuenta, era una enfermedad. Y hasta hoy, que vivo mucho mejor sin escuchar a Walter, oyendo música, con emisoras de información… Ya te dije, la palabra «tranquilidad» es «felicidad».

No meterme en berenjenales, disfrutar de mi tiempo lo mejor posible. El domingo estuve en El Sardinero, viendo al Racing, y fui feliz, lo pasé como un indio con mi hijo al lado. Yo sigo sacando mi carnet, voy todo lo que puedo… Eso pretendo, ser un racinguista más, un racinguista de grada.

Vamos acabando… ¿El Deportivo tiene solución?

Yo espero que sí, aunque no sea más que por salud mental, porque… Es que hablamos de 28 mil socios este año, que han tenido que cerrar el cupo de socios… Ahora mismo el Deportivo no puede tener más socios, y trae lista de espera de 500. Eso estando en Segunda RFEF, jugando de la manera tan pobre en que están jugando.

Y eso que el proyecto de este año, a mi modo de ver, está bien tirado, porque ha vuelto gente de fútbol, está Fernando Soriano de secretario técnico, tienen un entrenador que habla de estilo, de humildad, de buen trato… Pero que no salgan los resultados duele, a mí personalmente me duele. A día de hoy veo que el Racing está más o menos bien enfocado, y es el Deportivo lo que me genera malestar.

Y la última… ¿alguna vez has soñado que entraba aquel penalti de Djukić?

No, pero es lo que te dije… eso no lo tengo como un drama. Yo ese año me lo pasé fantástico, fui la persona más feliz del mundo, porque se cumplieron todos mis sueños de niño…. jugar al fútbol, jugar en Europa, estar en el escalafón importante. No fui campeón de Liga, como casi el cien por cien de quienes juegan a esto, y no he escrito ninguna historia en el fútbol, pero formó parte de ella aquel Deportivo de La Coruña.

7 Comments

  1. José Francisco

    Gracias por recordar en esta entrevista al mítico Pedro Camus por ser en su día un gran defensa central y con mucha fuerza.
    Hoy no está muy bien de salud .
    Gracias Liaño por recordar su fuerza en el campo cuando tú eras un niño que te gustaba el fútbol.

  2. Está despistado este hombre. Voro fichó por el Dépor en 1993 y, por tanto, también sufrió como blanquiazul el famoso penalty. El Deportivo no fichó a ningún jugador del Valencia en 1994.

  3. Grande, no des pie a los que se creen más por se unos ignorantes y manipuladores, cuando se habla DESDE el corazón y lo vivido se cree MAS a la gente normal
    Saludos

  4. Xabier N

    El cabezazo de Djalminha, no de Donato.

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