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Iker Irribarria (Arama, 1996) ha sido un tremendo pelotari. También uno con una trayectoria llena de obstáculos. Cuando se convirtió en el campeón del Manomanista más joven de la historia, su vida cambió de arriba abajo y aparecieron varios problemas con los que no contaba. Un joven Iker afrontó estos monstruos con coraje y encarando la situación. Mostrando el mismo valor que ha demostrado más tarde para hablar de ello.
Aunque le cueste reconocerlo, ha dejado tantos y partidos para la historia. Ha sido campeón del Manomanista y del Campeonato por Parejas. Más tarde debió de hacerle frente a una pelea mucho más dura. Buscó todos los tratamientos existentes para superar una grave lesión, aunque al final no ha tenido más remedio que aceptar que le apartaba de la que había sido su afición y su profesión.
Nos encontramos con Iker en Zumarraga; en el corazón del Goierri y muy cerca de su pueblo natal. No le gustan demasiado las entrevistas, pero nos trata con sinceridad y honestidad. Siendo un donostiarra y dos goierritarras, la conversación se da casi siempre en euskera, aunque la hayamos escrito en castellano. Hablamos del mundo de la pelota, un deporte que tiene gran importancia en el País Vasco, pero que no es tan conocido fuera de estas tierras. Hablamos también de la manera de afrontar el éxito cuando no eres más que un joven y de las dificultades que te pone la propia vida.
Hoy en día no tienes ningún problema para hacer una vida normal, ¿verdad?
Bueno, una vida normal… No sé qué es una vida normal para un joven de 28 años. Yo veo a mis amigos de la cuadrilla corriendo o en el monte y yo no puedo hacer eso. Me he adaptado a mi propia vida normal.
¿No puedes ir al monte?
Sí, ir al monte sí, pero corriendo no. En llano tampoco puedo correr y no puedo hacer algunos ejercicios del gimnasio. Al final, me he adaptado a una vida normal, pero yo creo que con 28 años una vida normal es hacer lo que tú quieras y yo tengo que andar con mucho cuidado. Aparte de eso, he encontrado una manera de hacer deporte sin sentir dolor y sobre todo, sin sufrir en los días siguientes y estoy contento con eso.
Hoy en día no tienes dolor, ¿no?
No tengo dolor porque no hago ejercicios que me provoquen dolor. Pero, si corriera un poco, enseguida sentiría dolor e intento, al menos, evitar ese tipo de cosas.
¿Hay alguna opción de darle la vuelta a esa situación y que puedas volver a hacer deporte en condiciones normales?
Bueno, lo veo difícil. Al final, con una patología de la rodilla las opciones siempre son las mismas, ¿no? Poner una prótesis. Y ahora mismo no se me pasa por la cabeza. Tengo 28 años y en este momento todavía puedo hacer un poco de deporte, llenar esas necesidades. La verdad, volver al frontón no se me ha pasado por la cabeza.
Luego volveremos al tema de tu retirada, pero, por ahora, vamos a empezar por el principio. ¿Recuerdas cómo empezaste a jugar a pelota en Arama?
Pues no me acuerdo. Mi aita y mi ama dicen que, con tres años, sólo quería ir al frontón. Que me decían de ir a cualquier otro sitio y yo sólo quería ir al frontón. Si no era con el aita, con la ama y si no, con el aitona o la amona. Mi vida era ir al frontón y jugar allí.
¿Y era habitual eso en Arama?
No. No ha sido normal. Arama es un pueblo que está muy cerca de Ordizia y mucha gente tiraba para allí. Pero en Arama, por casualidad también, nos juntamos media docena de deportistas. Algunos jugaban al fútbol, otros iban a correr, otros hacían ciclismo, yo hacía pelota… Y se creó una remesa bonita. Aunque el frontón no sea lo que mejor se le de a todo el mundo, tiene algo, será el agua del pueblo o algo (risas).
Entonces, tú salías de la ikastola y te ibas al frontón. Allí te encontrabas con tus amigos y os pasabais el día jugando a pelota.
Bueno, tenía pocos amigos que solieran ir al frontón. Más tarde empecé en la escuela de pelota de Ordizia y los fines de semana siempre había un par de partidos. Y si no había partidos, muchas veces me quedaba en Arama. Al final, mi objetivo y mi deseo eran jugar a la pelota. Al lado de la iglesia había un frontón pequeño y ahí pasaba un montón de horas.
¿En ese momento qué era lo que te atraía de la pelota?
Pues no lo sé, no sé que es lo que me atraía. Al principio es imposible saberlo, porque no tengo recuerdo. Lo que sé es que mi familia era aficionada a la pelota y teníamos la costumbre de ver partidos por la tele los sábados y domingos. Yo creo que la afición me ha debido venir de ahí. Pero luego, viendo que tenía un buen nivel y que era competitivo, supongo que todo eso genera una retroalimentación.
¿Hoy en día los niños juegan a la pelota en Arama?
Bueno, cada vez menos. Creo que pasa lo mismo en Arama, en Ordizia y en todas partes. Esa tradición se está perdiendo y creo que, al final, se hace muy difícil competir con todas las opciones que hay; se trate de otros deportes o de tecnología. Creo que en estos últimos años la vida en general ha cambiado mucho.
¿Y cuál es mayor competencia, la del fútbol o la de la tecnología?
No es fácil responder a esa pregunta. Yo creo que es todo. Al final, la repercusión que tiene el fútbol no se puede comparar con nada. Al margen de eso, en el Goierri hay un montón de opciones para practicar cualquier deporte y la pelota, por el hecho de estar ahí, muchas veces queda arrinconada. Además de eso, tienes también la Play Station, el móvil… Alrededor de la tecnología ha habido muchos avances, que bajo mi punto de vista son más retrocesos, pero hoy en día es bastante difícil luchar contra eso.
Una vez le escuché a Pablo Aimar, el futbolista, contar que, cuando era niño, se pasaba el día jugando al fútbol en la calle y luego, todas las trampas que había aprendido allí, se las corregían en el club de fútbol. ¿Pasa lo mismo en la pelota?
Es difícil de comparar, porque en la pelota no hay contacto entre los rivales, entonces esa malicia no es demasiado importante y no hace falta corregirla. Pero bueno, al final, quieras o no, un niño siempre aprende vicios malos. Tanto en la forma de jugar como en la postura y a mí me enseñaron a corregir esas cosas. Creo que toda esa técnica se mejora más adelante, cuando ya tienes conciencia de lo que haces, cuando empiezas a hacer entrenamientos específicos. Hasta los doce, trece años lo que hay que hacer es jugar. Allí había un grupo en el que todos tenían bastante buen nivel y en el que fuimos mejorando, pero sin ninguna presión. En mi opinión, en esa época nos trataron como hay que hacerlo con los niños.
En esos años jugabas al baloncesto también. ¿Con cuántos años empezaste?
Pues no lo sé. Desde muy pequeño. Mi aita también jugaba a baloncesto y empecé a jugar con él. Cuando llegué a la edad mínima para entrar en la escuela de baloncesto de Ordizia, ahí entre yo. Probé el fútbol también, pero no me gustó y dije: «yo quiero seguir con el baloncesto, pero también con la pelota».
Además, el baloncesto también se te daba bien. Por lo menos llegaste a jugar en la selección de Euskadi.
Sí, sí. Jugué en la selección de Euskadi. La verdad, hice grandes amigos con los que todavía mantengo el contacto y yo me quedo con eso. También con todo lo que me ayudó el baloncesto para el mundo de la pelota. Son dos deportes que se compaginan bien; uno en equipo y el otro individual, y yo creo que me dio muchas herramientas. Y bueno, pasé muy buenos años, que, de verdad, nunca voy a olvidar.
Tengo un amigo que tocaba en un grupo de música. Una vez me contó que, de niño, le daban envidia los amigos que jugaban en algún equipo y que cuando empezó con el grupo de música, para él fue como ese equipo de fútbol o de baloncesto.
Sí, como que se sintió parte de algo. Al final, para mí la pelota es el deporte más bonito y yo me siento una persona solitaria. Quiero decir que soy una persona a la que le gusta estar solo. Y bueno, la pelota me ha dado muchas herramientas, pero hay otras que no te las puede dar. Entonces, a mí también me gustaba tener un grupo de amigos y compartir objetivos con ellos. Al final, en la pelota, aunque formes parte de un equipo, cada uno tiene sus objetivos y formar parte de un grupo que los comparte, creo que también fue importante para mí. Aprendí mucho, conocí a mucha gente y eso también te aporta valores para la vida.
En la escuela de pelota de Ordizia jugabas contra chicos de los pueblos de alrededor y entre ellos estaba Jokin Altuna. ¿No es así?
Sí, somos de la misma quinta, de la misma edad y nos conocemos desde muy pequeños. Al final, en la pelota, igual que en el baloncesto, se organizan campeonatos entre los pueblos de alrededor y no lo sé, pero Altuna y yo llevamos enfrentándonos desde los siete, ocho años.
¿En esa época ya destacabais los dos?
Bueno, Jokin vino muy tarde y al principio era muy pequeño. Pero ya tenía esa malicia, aunque luego le solía costar. Pero siempre he dicho que desde muy pequeños nos fijamos el uno en el otro y solía decir «cuidado con este, que en cuanto coja un poco de fuerza…» Y mira ahora dónde está.
Creo que eres un pelotari bastante deportivo.
Bueno, he intentado hacer el menor número de gestos y que la mayoría de la rabia y del autoanálisis me los quedara yo mismo. Pero no sé, yo sí sentía pena por las derrotas y alegría por las victorias y ya sabes, seguramente le habré contestado mal a mucha gente en algún momento crítico y no les habrá gustado mi manera de contestarles. Pero sí, lo hemos intentado. En casa, al menos, siempre me han dicho que, si eres bueno dentro y fuera de la cancha, eres dos veces bueno y hemos intentado cumplir con eso.
El otro día, cuando terminó la Milan-San Remo, se vio a Pogacar y Van der Poel hablando juntos, reconociéndole el uno al otro que le había llevado al límite. Yo te he escuchado a ti palabras de ese tipo sobre tus rivales.
Sí, es que, al final, yo creo que, de alguna manera, esa es la filosofía del deporte. Todos sentimos envidia de los demás porque tienen algo que nosotros no tenemos, pero también sientes una admiración. Puedes pensar «si yo tuviera eso» y luego ves que el otro lo tiene, pero también porque se lo ha trabajado y es algo que ha conseguido. Entonces, siempre respetas eso. Tú también recibes críticas y no quieres que te hagan eso a ti. Al final, piensa que el mundo de la pelota es muy pequeño también. Yo hoy juego contra ti, mañana contigo y semana tras semana coincidimos en los vestuarios. Por ese lado, nunca me ha gustado generar mal rollo y con algunos me he entendido mejor que con otros, pero creo que he intentado hacer las cosas bien, no crearme enemigos.
En 2010 cambiaste de equipo y te fuiste al Zazpi Iturri de Amezketa. ¿Qué importancia tiene un equipo en un deporte como la pelota?
Cualquier persona necesita siempre un buen equipo para mejorar. Necesitas un grupo que tenga más o menos tu nivel y yo, en ese momento, me quedé solo en Ordizia. Sí que venían algunos más jóvenes, pero no tenía rivales de mi nivel para seguir mejorando y por eso tomé esa decisión. Al final, como en todas partes, más que un grupo de amigos, lo que necesitas es que ese grupo de amigos te permita mejorar. Y en ese momento, esa situación se daba en Zazpi Iturri. Varios de ese equipo hemos llegado a debutar e igual que hicimos al principio en Ordizia, en Zazpi Iturri logramos que aquel grupo mejorara.
Por esa época tuviste que operarte de la mano. ¿Qué es lo que te pasó?
Tenía problemas de circulación. No sentía los dedos y no se me calentaban. Al final, es un mal por el que pasamos muchos pelotaris. Y bueno, si quería seguir en la pelota, tenía que buscar un remedio y en ese momento, era la única solución que veíamos. Por eso me operé.
¿Y con la operación olvidaste por completo esa lesión?
No, no. Eso no se ha solucionado nunca y todavía tengo los dedos fríos hoy en día. Pero bueno, sí que dimos un paso adelante importante y eso me permitió continuar en la pelota. Si no, en esa situación, no creo que hubiera tenido ninguna posibilidad.
¿En ese momento se hablaba de que tuvieras posibilidades de pasar a profesionales?
Bueno, entonces tenía 15-16 años y andaba a buen nivel en aficionados. No sé cuándo se empieza a hablar sobre las posibilidades de alguien, pero yo, a mí mismo, sí que me veía opciones.
¿Y oías algo?
No, tampoco demasiado. Es verdad que, de ese grupo que estábamos en Zazpi Iturri, algunos empezaron a debutar y es verdad que yo me veía a mí mismo con opciones de llegar a ser profesional. Pero, por otro lado, también sentía un poco de envidia. Mientras yo entraba en una sala de operaciones, algunos compañeros con los que hasta ese momento había estado entrenando, estaban dando el salto para pasar a profesionales.
¿Esa lesión retrasó mucho tu paso a profesionales?
No creo. Piensa que tenía 18 años cuando debuté. Aunque me hubieran ido muy bien las cosas, no creo que hubiera debutado antes o no creo que hubiera tenido la necesidad de debutar antes. No creo que aquello retrasara mi debut, pero posteriormente sí que me ha traído bastantes problemas. Al final, tener una cicatriz en la mano no ayuda demasiado en tu juego.
Debutaste en 2015 con Aspe. ¿Cómo te cambia la vida el pasar de aficionados a profesionales?
A ver, cambia. Al final, en mi caso pasé de ser un mero estudiante de ingeniería a, de repente, formar parte de una empresa y cambia todo. Los entrenamientos son más serios, tienes objetivos cada semana y aparte de eso, pierdes ese anonimato. Ya apareces en televisión cada semana y la gente te empieza a reconocer por la calle. Yo creo que es todo eso lo que más cambia tu vida.
¿Y ese cambio se da a partir del mismo día del debut?
Yo el cambio más grande lo noté después de ganar la txapela. Pero sí, cuando debutas ya te conoce mucha más gente, aparecen los medios de comunicación en tu vida y todo eso, al final, son cosas nuevas para ti.
Cuando debutaste estabas estudiando ingeniería. ¿Es posible hacer las dos cosas a la vez?
Posible es seguro. Yo lo he hecho y es posible. Pero no me preguntes cómo. Ahora lo miro y pienso «¡uf, qué locura!». Pero debuté cuando ya estaba estudiando, en el segundo año gane la txapela y sí, fue una locura. Además, ten en cuenta que la situación de cada deportista profesional no es la misma. A nivel de sueldo, no hay ninguna comparación posible con el sueldo de una estrella del fútbol o del baloncesto y desde otro punto de vista tampoco. Al final, vivía en casa de mis padres, todos los partidos eran en el País Vasco o en lugares que en coche quedaban a un paso y entrenaba cerca de casa también. No necesitaba tomar ningún avión y todo eso, ayuda mucho para los estudios. Pero sí, a nivel de tiempo y de sacrificio, exige mucho. Tienes que poner mucho de tu parte.
Y terminaste ingeniería e hiciste el máster siendo pelotari.
Sí, hice el máster para ser profesor y todo siendo pelotari profesional. No sé cómo lo hice, pero que es posible, te lo aseguro.
¿En ese momento ya tenías idea de lo que querías hacer cuando dejaras la pelota?
Bueno, para empezar, ingeniería empecé antes de ser pelotari profesional. Entonces, ahí ya, de alguna manera, elegí un camino.
Pero empezaste poco antes de debutar, ¿no?
Sí, sí. Debuté durante mi primer año. Ese curso lo pasé bien y vi que, a ese nivel, podía seguir con los estudios. Luego, ya en el segundo curso, gané la txapela y las cosas cambiaron mucho. Vengo de una familia humilde. A la que no le ha faltado nada, pero a la que tampoco le ha sobrado nada. Poder terminar ingeniería ha sido un gran trabajo y bastante sacrificio. Y ya sabía que no lo podía dejar así como así. Por otro lado, no sabía económicamente cómo iba a estar después de retirarme. Entonces, ya sabía que algo necesitaba sí o sí. Tuve muchos momentos en los que pensé en dejarlo, pero hoy es el día en el que tengo que darles las gracias a mi aita y a mi ama.
Bueno, tú también demostraste una gran madurez. Seguro que en muchos momentos lo más fácil sería dejar los estudios.
Sí, que era lo más fácil está claro. Pero, en mi caso, he tenido que dejar el deporte con 26 años. Entonces, nunca sabes cuándo se va a terminar. A nivel de sueldo no hay ninguna comparación con el fútbol y yo ya veía eso. Conocía a muchos pelotaris y casi todos han tenido que trabajar después de retirarse. No sabía durante cuántos años iba a ser deportista, ni qué sueldo iba a tener y sabía que tenía que sacarme algo. Por otro lado, en el Goierri, que es donde vivo, hay empresas muy, muy potentes y he encaminado mis estudios por ahí.
Yo tengo el recuerdo de que se hablaba bastante de ti. Frases como «¡Irribarria, ojo con este!» y similares se escuchaban bastante.
Bueno, en ese momento yo no lo noté demasiado. Una vez que gané fue cuando más lo noté. Entonces sí que me generó un lastre. Pero jugando en Segunda todavía estaba tranquilo y no escuchaba demasiadas cosas. Ese año compartí unos entrenamientos con Irujo mano a mano y aunque perdí, creo que le obligué a esforzarse. Pero, la verdad, no noté nada de «ojo con este que va a ganar la txapela» ni comentarios similares. Fue más lo que yo mismo me generaba en mi cabeza. Te ves con la posibilidad de hacer un buen campeonato, de pelear en Primera y cosas así. Pero «de aquí a dos años tengo que quedar campeón» o similares, no he pensado nunca.
En 2016 tuviste que jugar una previa para entrar en el Manomanista de Primera. En ese momento, ¿cuáles creías que eran tus opciones en el campeonato?
Te voy a decir la verdad. Esperaba jugar esa previa, porque ese año había jugado el campeonato de parejas como titular y, aunque no conseguí buenos resultados, formamos una pareja bastante fuerte.
Con Zubieta, ¿verdad?
Sí, pero Zubieta se lesionó en el tercer partido y jugué con Miguel Merino. Y al final, siendo él un suplente y yo, que estaba en mi primer año, tampoco podíamos esperar lograr grandes resultados. Pero bueno, en muchos partidos estuvimos ahí, peleando por la victoria. Les dimos mucho trabajo a algunos rivales y yo me quedé con buenas sensaciones. Entonces, tenía ilusión, incluso esperaba poder disputar esa previa. Recuerdo que, en entrenamientos y así, le comenté a mi padre: «este año tengo opciones de hacer un campeonato muy bonito. A ver si llego a enfrentarme con Aimar Olaizola». Eso era todo un logro para mí. Y a ver si podemos ponerle las cosas un poco difíciles a Aimar. De ninguna manera podía pensar que tuviera opciones de ganarle.
Ese partido contra Aimar fue en los cuartos de final. Él ya era un súper-campeón y 17 años mayor que tú. ¿Después de ganarle ya pensaste que podías tener opciones de ser campeón?
Pues sí. Después de ganarle a él, claro. Al final, te plantas en semifinales después de ganar a un Aimar y de haber ganado otros tres partidos. Ahí piensas «si hasta entonces el favorito era Aimar y le he ganado, tengo opciones de ganarle a cualquiera». También podía perder contra cualquiera, pero ya tenía opciones muy grandes. Además, durante los partidos, los pensamientos siempre eran positivos y le sacaba el lado positivo a todas las cosas. La verdad es que todo iba fluyendo y salió todo perfecto.
¿Antes de llegar a la final sentías presión?
No, y en la final tampoco. Yo creo que no era consciente de lo que estaba haciendo y ahora empiezo a darme cuenta, en estos últimos años, después de dejar la pelota. Cuando han pasado dos años desde que dejaste la pelota y la gente todavía te menciona las txapelas que has ganado, entonces empiezas a pensar que igual es que has logrado algo importante. Pero sí, hasta entonces sentía cero presión y todo era disfrutar. Al final, quería hacerles daño a todos y terminé ganándoles.
Después de ganar la final tuviste un gran impacto y se hablaba mucho de que había campeón para largo.
Sí, ahí ya sí, en cuanto gané. Ese verano jugué todos los partidos y la verdad, yo mismo no encontré la manera de hacer un punto y aparte. Después de ganar algo así, hay que dejar que el cuerpo lo asimile y disfrutar de verdad lo logrado. Al final, tengo la sensación de que, en el tiempo que he sido pelotari, no he disfrutado las cosas que he logrado y que esa bola ha ido haciéndose cada vez más grande. De repente, pasas a ser campeón, juegas todos los partidos de verano, luego viene el Cuatro y Medio, luego el Campeonato de Parejas… Me vino todo muy seguido y empecé a sentir la presión. Porque en verano ya tenía la obligación de ganar, llegó el Cuatro y Medio y en ningún momento estuve a mi nivel. Y al final es eso… Poco a poco, en mi cabeza, igual que hasta entonces todo había fluido, empezaron a complicarse las cosas.
¿Todo eso empezó nada más ganar la final?
No, no es una cosa que surja de un día para otro. Al final, ¿tú cuándo sientes presión? ¿Hoy no y mañana sí? No funciona así. Pero, poco a poco, va creciendo en tu interior una especie de obligación de ganar. Llegas y las cosas no te salen bien. Sigues adelantes y no te sale bien. Ahí ya aparecen los miedos y poco a poco esos fantasmas se van haciendo más grandes.
Para esa primera final salieron desde Arama dos autobuses llenos de gente. ¿Qué importancia tiene para un pelotari el apoyo de la gente del pueblo y qué importancia tiene para el pueblo tener un pelotari en la final?
Por hacer una comparación, se podría comparar con cualquier final de fútbol. Al final, para el pueblo ha sido una ilusión tremenda que yo haya estado ahí peleando y yo creo y espero que haya sido así, que el pueblo lo ha disfrutado y espero que mis seguidores hayan disfrutado conmigo. Ha habido momentos de sufrimiento, pero también ha sido un momento muy, muy bonito. Para mi el pueblo es como un refugio. La verdad, en el pueblo me siento muy, muy tranquilo y muy, muy bien. Claro que ha habido comentarios sobre pelota, pero siempre me han apoyado y siempre me han visto como Iker y no como Irribarria. Al final, creo que es importante que en tu pueblo y en el pueblo en el que vives, se te trate como una persona más. Para mí fue un orgullo llevar a tantos aficionados a mi primera final. La verdad, no me arrepiento de lo que he hecho.
Tus amigos de la cuadrilla también han estado en todas las finales que has jugado y luego han aparecido en los vídeos de las cenas de celebración que se han publicado los medios. ¿Qué importancia ha tenido para ti el apoyo de tu cuadrilla?
Yo he sentido un apoyo tremendo detrás de mí. No creo que hubiera podido ganar ninguna txapela yo solo. Siempre me han animado, siempre han estado ahí y qué menos que, una celebración como esa, hacerla con ellos. Al final, tanto el pueblo, como la cuadrilla y qué decir de la familia, han sido mi apoyo y mis pilares. Al final, se trata de celebrar un día que es importante para ti con la gente que quieres. Luego se han publicado videos de esas cenas, pero no son del final de la cena. Esos los guardo para nosotros (risas).
¿Ser el campeón más joven de la historia supuso una carga?
No creo. Al final, para mí, ser el más joven, el segundo más joven o el tercer más joven, es algo que estará ahí hasta que alguien consiga superarlo. Más que eso, fue el día a día y la falta de herramientas lo que supuso una carga. Cuando consigues una repercusión así con 19 años, te quedas un poco desubicado y no creo que esa desubicación me la provocara el ser o no el campeón más joven. Creo que fue más el hecho de ganar siendo joven, de ganar sin tener las herramientas apropiadas lo que me lo generó.
Más tarde empezaste una terapia de coaching, pero, ¿durante los meses siguientes a ganar el Manomanista te sentiste sin herramientas?
Al principio no. A lo largo del año siguiente los resultados todavía fueron buenos. Yo no era consciente de que no estaba preparado, pero no lo estaba. Cuando te ocurre algo bueno, hay que asimilarlo y a lo largo de un año, yo no lo hice. Entonces, me costó darme cuenta de que no contaba con herramientas. Te he comentado que en 2017 gané la txapela de Parejas, en el Manomanista llegué a la final también y los resultados seguían siendo buenos todavía. Pero esas herramientas las necesitas más cuando los resultados no ayudan tanto y cuando empezaron a fallar, sentí de verdad que no las tenía.
En ese 2017 te convertiste en el campeón más joven del Campeonato por Parejas también. ¿Eso no supuso una carga mayor?
Me he enterado hace poco de que era el campeón de Parejas más joven. Ahí se ve todo lo que leo los periódicos (risas). Pero no, eso no me supuso ninguna carga.
¿Y qué supuso ganar esa final de Parejas?
Bueno, para mí fue un campeonato muy bonito, que lo disfruté mucho y que me sirvió también para autolegitimarme un poco. Una vez que has ganado las txapelas del Manomanista y por Parejas ya es otra cosa. Ya no es que has ganado una vez de casualidad. Además, aparte de eso, fue un campeonato muy bonito. Todo nos salió redondo a Beñat y a mí y lo recuerdo perfectamente. Además durante ese campeonato falleció un tío mío. Ese de 2017 fue un campeonato muy potente.
Con Rezusta formasteis una pareja muy sólida. ¿Para tener buenos resultados es importante llevarse bien fuera del frontón también?
Sí, al final pasas muchas horas fuera del frontón también. Bien sea en los entrenamientos o en la selección de material. Y es normal compartir tiempo durante el campeonato de parejas. Pero eso no garantiza que luego todo vaya a salir bien. Unos años después jugué otro campeonato con Beñat y no fue para nada bien. Ahí tienes el ejemplo.
Cuando jugaste la final contra Bengoetxea, sacó desde el txoko en varios tantos. Yo no recuerdo que lo haya hecho nadie más. ¿Es habitual hacer algo así?
No, no es lo más habitual. Pero Bengoetxea es un pelotari bastante especial también. Para mí siempre ha sido el mejor o de los mejores adaptándose a las circunstancias y potenciando los errores de los demás. Creo que vio ahí una oportunidad de hacer unos tantos y sin duda, acertó.
La semana pasada volví a ver esa final y creo que la perdiste tú más que ganarla Bengoetxea.
Me lo ha dicho mucha gente y no tengo esa espina clavada. Igual debería analizarlo mejor. Es verdad que no he vuelto a ver mis partidos. Ni la final de 2016, ni la que jugué contra Bengoetxea. Él es mi amigo también, más de una vez lo hemos hablado y él me dice que ese podría ser el mejor partido que ha jugado nunca en un mano a mano. Eso también indica algo. Igual lo perdí yo, tendré que analizarlo mejor, pero cuando Oinatz dice algo así, ¡cuidado! Yo ese día le vi muy, muy fuerte. La sensación que tengo yo y puede que me equivoque, pero es que, con la izquierda, le daba altura desde muy atrás y realmente lo alargaba. Y cuando un Oinatz está así pues es muy complicado. Yo creo que le obligué a sacar lo mejor para ganarme.
En tenis se habla muchas veces de errores no forzados. En pelota, ¿hasta qué punto crees que se trata de errores no forzados?
Yo creo que todos los errores son forzados. Al final, no estás en tu casa tranquilamente o en un entrenamiento. Tienes público, te estás jugando tu sueldo, tienes un rival delante siempre… Entonces, no forzado, no forzado, no sé hasta qué punto es. Yo creo que todos los tantos tienen un punto de forzados. Aparte de eso, te entrenas para eso, para convertir esa situación en familiar y acostumbrarte a ella. Pero bueno, en pelota también hay algunos errores a la hora de tomar decisiones, por querer terminar el tanto, igual que en el tenis y hay otros errores que los cometes después de pasar dos minutos detrás de la pelota y al final tienes que darte por vencido. Hay de todo, como en el tenis y en la bici, ¿no? Cuando llevas el deporte al límite, muchas veces parece que no es forzado, pero cuando estás ahí arriba siempre estás forzando la máquina. Yo creo que ahí, tranquilo no está nadie.
¿Qué supuso para ti perder aquella final?
Pues en el momento nada. No recuerdo qué me generó. Y además, te digo que, más tarde, también he valorado mucho haber llegado hasta la final. No es fácil llegar a una final y que a un Bengoetxea como aquel le costara tanto ganarme. Porque Oinatz estaba impresionante y le di mucho valor a aquella final. Pero bueno, luego me han echado mucho en cara haber perdido yo aquella final más que que la ganara Bengoetxea y oír eso sí que me ha generado dudas.
Dices que no tenías herramientas, pero reaccionaste muy rápido, porque al año siguiente ya empezaste con la terapia de coaching y no tenías más que 21 años.
Y no es sólo eso. Ten en cuenta también que en la pelota, la figura de un coach o de un psicólogo no se veía o no se comentaba. Yo lo comenté y reconocí que tenía falta de herramientas y ese es un punto positivo. Pero ya los últimos dos años, aunque han sido dos años muy, muy intensos, me ha costado mucho darle la vuelta a todos los daños que surgieron entonces.
¿En qué sentido fueron intensos esos años?
En todo. Al final, ser un deportista de élite siempre te pasa una factura importante, tanto física, como emocionalmente. Y además de eso, ganar la txapela y jugar tres finales en dos años, jugar tantos partidos y de tanta exigencia… Va un poco por ahí. Tanto en el aspecto físico, como mental.
¿Hasta qué punto tienes libertad para elegir cuánto juegas y hasta qué punto te lo exige la empresa?
Bueno, la empresa siempre exige. Te exige ganar, pero, sobre todo, que seas siempre competitivo. Porque, seguramente, a la empresa tampoco le conviene que ganes siempre. Le convendrá más que gane uno o el otro, para que atraiga más al público. Pero sí es algo que sientes. Que todos quieren que juegues en su pueblo. Y tú también quieres ir allí y dar un buen nivel. Y no es fácil, ¿verdad? Siempre se habla de que somos nosotros mismos quienes nos creamos nuestros propios miedos. Que hay que obviar los comentarios de fuera y pensar lo que uno mismo crea. Eso es lo más fácil, pero ¿qué herramientas tienes para dejar fuera las cosas de fuera y dentro las de dentro? A mí, esas perspectivas y esas expectativas externas me han pasado factura y ahí sí que sufrí mucho.
Con 20 años sería muy normal que hubieras pensado en tirar para adelante y en aguantar como puedas. Además esa es una mentalidad muy vasca.
Sí, creo que a los hombres vascos nos ha costado mucho pedir ayuda. Para mí fue un paso importante, pero también un paso que, al principio, lo di con mucha vergüenza. Yo tenía los mismos problemas que tenían mis amigos de 20 años de la cuadrilla, más los que me creaban la pelota y el deporte profesional. Y sí, mira a qué punto llegué para dar ese paso. Después, me siento totalmente orgulloso de haberlo dado y de haber dicho «¡hasta aquí!», pero en el momento fue muy, muy duro.
¿El coaching te ayudó desde el principio?
Sí sí. No creo que le perjudique a nadie. Luego, cuando entras en ese mundo, igual lo mejor no es lo primero que encuentras. Hay que intentarlo, probar algunas cosas… Uno mismo también tiene que adaptarse. Pruebas con una persona, con otra persona, una técnica, otra técnica y al final, parece que acertamos. Costó dar el paso, me costó ponerme a ello, pero bueno, estoy contento con lo que he hecho.
Muchas veces los aficionados no son conscientes de que meten presión. ¿Es muy grande esa presión que ellos meten?
Sí, la de los aficionados y la de los de casa también. Yo sentí mucha presión, pero soy consciente también de que el objetivo de un aficionado o un padre, un hermano o una hermana, no es crearte esa presión. Saben que eso es perjudicial para ti, pero, no soy técnico y no sé exactamente cómo decirlo, pero, muchas veces, un comentario que te han hecho o algo que han dicho con la intención de ayudar, lo que genera es un bucle. Y yo sé que han sido los de mi entorno quienes me han metido más presión o que es de ellos de quienes más la he sentido, pero también sé que ellos han sido los menos conscientes y que han sido ellos quienes han estado siempre dispuestos a ayudar. Y luego he podido confirmar que, en los momentos más duros, han sido ellos quienes me han ayudado. Entonces, eso que sientes no sé si viene sólo de los aficionados, de la gente de casa, de ti mismo, de la empresa… No es fácil de descifrar y no es algo que llegue hasta un punto. Al final, creo que es una larga serie de factores.
La empresa no te puso ningún problema para empezar con el coaching, ¿no?
No, no. Es verdad que lo comenté en la empresa, pero no me pusieron ningún problema. ¡Solo faltaba!, ¿no?
Te lo preguntaba también porque la pelota es un mundo bastante conservador. O al menos eso es lo que parece desde fuera.
Sí, sí, siempre dicen que la pelota está todavía en el año de la alpargata. Pero yo creo que es algo que hoy en día se ve en todos los deportes. Por ejemplo, cada tenista tiene su propio coach, cada equipo de fútbol tiene su coach o su psicólogo. Al final, se ha demostrado la importancia que tiene la salud mental para un deportista y yo creo que no puede ser un problema o un obstáculo. Si tú quieres mejorar algo y muestras una predisposición, no creo que sea bueno poner un problema a ese rendimiento. La empresa me dijo desde el principio que estaba bien y ya está.
¿Crees que abriste una puerta para otros pelotaris?
Bueno, no sé si ha sido abrir una puerta. Yo abrí mi puerta y mis ventanas para ver cómo hacía para salir de esta situación. Pero sí, rompimos ese tabú y ahí que se fue. Ahora sé que algunos andan con temas similares y yo creo que es un trabajo que todos debemos hacer.
En 2019 volviste a ganar la txapela del Manomanista. ¿La fortaleza mental te ayuda a lograr buenos resultados o son los resultados buenos los que te ayudan mentalmente?
No es una cosa o la otra. Yo creo que para que uno mismo vea resultados, hay que sentirse bien de verdad y tienes que ver que hay opción de lograr cosas. También hay que ver resultados. Al final, si tú te sientes fuerte y vas de bofetada en bofetada, es difícil darle la vuelta a eso. Yo creo que es algo que hay que ir construyendo poco a poco. Yo me sentía fuerte, con muchas cosas trabajadas y con otras mil por trabajar. Y bueno, también sentía a mi alrededor, en casa, que las cosas iban mejor y sentía otra paz en mi interior para que las cosas salieran bien. Pero luego tenía que ver también que las cosas estaban saliendo bien para confirmarlo. Entonces, unos dicen ver para creer y otros creer para ver, ¿no? No creo que sea una cosa o la otra. Creo que hay que creer en las dos. Hay que ver resultados y seguir construyendo a partir de eso y yo creo que hay que creer. Pero, si no ves resultados, ¿hasta cuándo vas a seguir creyendo, no?
Ese año en cuartos de final le ganaste a Altuna. Igual que, tres años antes, ganarle a Aimar te llevó a pensar que tenías opciones de ganar el Manomanista, ¿te pasó lo mismo ese año después de ganarle a Altuna?
Pues puede ser, porque el partido anterior contra Víctor lo gané justo, justo, después de jugar un mal partido. Y en ese momento fue una liberación. El primer partido del Manomanista siempre es el más difícil, porque si lo pierdes te vas para casa y todo tu trabajo de varios meses se pierde, ¿no? Y después de ganar contra Víctor fui más tranquilo contra Jokin. Al final, Altuna era el campeón y pensaba que era él quien tenía toda la presión.
Yo, el año anterior, había perdido contra Ezkurdia. Me dio una buena paliza y entonces, no tenía nada que perder. Así que fui tranquilo. Para entonces ya había hecho mis deberes, estaba bien psicológica y mentalmente y salió un partido buenísimo. Ahí sí que saqué mi nivel más alto y ya me quedé tranquilo. Para entonces ya sabía que era capaz de ganarle a Jokin. Al final, yo también había ganado dos txapelas. Pero no sabía si ese era el año, si ya debía empezar a fluir o todavía seguía con ese bloqueo mental. Y ahí vi que no y luego ya gané otros dos partidos y volví a lograr la txapela. Pero sí fue un momento para pensar «este año también soy un candidato serio».
¿Y qué importancia tiene para ti esa segunda txapela?
Pues para mí es más importante que la anterior y tiene más valor. Porque, la otra fue así, lo que se dice de sopetón y no le di el valor que realmente tenía. Se puede decir que gané sin darme cuenta. Pero luego vi todo el problema que había detrás, todo el trabajo que había detrás y cuando gané la segunda final sí que fui consciente. ¡Ostras! Cuánto trabajo hay detrás de esto, cuánto sufrimiento hay y cuánto cuesta llegar a una final. Y entonces, yo creo que la gente se queda con esa primera, pero yo le doy más valor a la segunda.
¿En la pelota qué diferencia hay entre la manera de disfrutar en aficionados y la manera de disfrutar en profesionales? No sé si en ese campeonato de 2019 llegaste a disfrutar.
Sí, disfruté porque las cosas salieron bien. De todas formas, era consciente de que lo vivido anteriormente había sido un sufrimiento también. Al final, yo decía ¿qué he hecho para llegar hasta aquí? A mí lo que me gusta es jugar a pelota, a mí no me gusta la prensa…
¡Muchas gracias! (Interviene Andoni Lubaki)
No, no (risas)
A mí no me gusta que luego me critiquen. O sea, yo vengo aquí a disfrutar y encima, no disfruto. Entonces, igual lo que es tu afición, se convierte en tu oficio. Al final, es algo con lo que ganas dinero y empiezas a pensar «hago esto porque gano dinero. Si no, no lo haría».
¿En qué momento empezaste a sentir que para ti la pelota era un oficio?
Pues bueno, para empezar, ya cuando debutas te hacen pasar por el aro y luego, una vez ganada la final dices «¡ostras! Pues yo tengo dolores». Y al final, como te he dicho antes, vas forzando la máquina. Sea un dolor de manos, un dolor de cintura o una contractura, estás obligado a jugar. Y al final, dices «yo quiero jugar sin dolor». Empiezas así y ya no le das el mismo valor. Y poco a poco, la bola se empieza a hacer más grande.
Cuando Gravesen estaba en el Real Madrid recuerdo que no aceptaba según qué tratamientos para recuperarse de algunas lesiones. ¿En la pelota existe esa misma presión?
No creo que sea para tanto. No he vivido el Real Madrid desde dentro, pero con el nivel de dinero que mueve, no creo que se pueda comparar con la pelota. Pero bueno, al final te ponen en aprietos. Tú quieres dar lo mejor de ti mismo también, pero en algunos momentos crees que necesitas más tiempo e igual no lo hay. Las fechas de los campeonatos suelen estar puestas, muchas veces no puede haber atrasos y eso, muchas veces, te empuja a hacer algo que no quieres. Pero no creo que la cosa vaya por ahí. Si realmente tienes una lesión, una lesión grave, yo creo que en la pelota se respeta el tiempo que hace falta. No creo que sea comparable con la presión que se puede vivir en un Real Madrid.
¿Alguna vez te ha importado el lugar que fueras a ocupar en la historia de la pelota?
No. Te voy a decir la verdad. Ya tenía suficiente trabajo haciendo mi vida y asimilando todo mi cacao mental. Mi objetivo no ha sido, de ninguna manera, ser lo que sea en la historia de la pelota. Justo al contrario. En ese sentido soy bastante vergonzoso y si puedo pasar desapercibido, mejor.
¿No te comparabas con Retegi, Aimar o Irujo?
No. Y además no me veo a mí mismo a la par de ellos, en absoluto. Los que han marcado una época antes de nosotros han sido Irujo y Aimar. No tengo dudas. Y me parece que yo no puedo compararme con ellos. Igual en una final sí, pero ellos han estado muchos años llegando a la final o a las semifinales año tras año, siempre rondando la txapela y yo no he hecho tantos méritos como para compararme con eso. Sólo en cuanto al tiempo, he estado mucho menos tiempo en el mundo de la pelota. Al final, he pasado ocho años como profesional. Uno en Segunda, luego con el periodo de la pandemia en medio también. Creo que no he tenido tiempo como para marcar una época como han hecho ellos. Y no ha sido mi objetivo para nada.
Teniendo en cuenta esa perspectiva, ¿qué importancia tuvo para ti la final que perdiste en el Campeonato de Parejas de 2019?
Pues bueno, ese día la final no salió como queríamos. Como siempre, lo celebré con todos los de mi entorno y luego hice un buen Manomanista y me puse de nuevo la txapela. Creo que la importancia, más que perder, fue que, a diferencia del 2018, en 2019 me volví a sentir competitivo y volvía a verme a mí mismo en las finales.
¿En los campeonatos del Cuatro y Medio el frontón se te hacía muy pequeño? (risas)
No sé si pequeño es el término más preciso. Las medidas están determinadas y es verdad que no me he sentido para nada cómodo en esa modalidad.
Te lo pregunto porque tienes un gran golpe de zurda, seguro que has escuchado eso muchas veces. Pero, como delantero, también eres capaz de poner la pelota donde quieres. Buscas las esquinas, juegas dos paredes…
Sí, pero luego mi estilo es más de alargar el golpe y en esa delantera tan corta, necesitaba más potencia. Con la bolea y así sí, pero mi golpe siempre ha sido de pegarle arriba y enseguida me pasaba del cuatro y medio. Aparte de eso, creo que, para un cuatro y medio, la bolea de derechas es muy importante para meter presión y en mi caso, no tenía ese arma y me costaba mucho defenderme. Por eso pienso que, en general, no le he sacado demasiado rendimiento al cuatro y medio.
¿Para ti es una pena no haber ganado el Cuatro y Medio?
No, una pena no es. Una pena es que ahí tuve un bloqueo y que en el Cuatro y Medio no di para nada mi nivel. En entrenamientos y así me veía, no te voy a decir como para ganar un campeonato, pero sí como para darle al público un nivel mucho más alto del que le di. Me he sentido competitivo y luego, los días de partido, no me he sentido igual. Eso es lo que me da pena, no ganar o no ganar una txapela. Sí que ha quedado la sensación esa de «no valía para el cuatro y medio». Creo que no es mi fuerte y que ha sido la modalidad que más me ha costado. Si jugaba por parejas y a la semana siguiente había un partido mano a mano, yo iba tranquilo, porque sabía que era capaz de dar mi nivel. Pero en el cuatro y medio necesitaba una preparación larga y que luego salieran las cosas bien. No me salieron bien y no conseguí darle la vuelta a esa situación. Me quedo con esa pena.
Alguna vez te he escuchado decir que te daban envidia los ciclistas porque se les permite tener un día malo. ¿A los pelotaris no se os permite?
Creo que hice la comparación porque, en la pelota, si tienes un día malo ya te vas a la calle, no tienes la opción de ganar una etapa. Sobre todo en el Manomanista. Ahora han cambiado la modalidad y hay una liguilla, pero tú te preparas para eso y si no te sale, eso queda ahí. Los ciclistas, por ejemplo, si no dan la talla en una etapa dura, se suele decir que les ha dado una pájara. Creo que eso está aceptado. Claro, luego llevan su cuerpo al límite y ese es otro tema, pero creo que aceptamos mejor que a un ciclista le salga mal una gran vuelta, porque tiene que ser así. En otros deportes, no sólo en la pelota, en el fútbol o en el baloncesto, si el resultado no es el esperado, se critica más, ¿no? Y me da envidia que un día puedas jugar un partido malo y todo el mundo lo entienda. «Ha jugado un partido malo y no le pasa nada».
¿Has hablado con tu primo sobre la presión que soportáis los deportistas? (Su primo es Aritz Elustondo, jugador de la Real Sociedad?
Sí. He hablado con Aritz, tanto sobre mis momentos duros, como sobre los suyos. Además de primo, lo considero un amigo también. Pero al final, no creo que sean deportes parecidos, no creo siquiera que tengan algún parecido. Sé que él trabaja las cosas que de verdad importan con gente que sabe mucho y sé también que él da el 100% en el fútbol. Entonces estoy tranquilo. Le deseo lo mejor y ojalá aguante muchos años ahí arriba.
Desde fuera al menos, da la sensación de que no le afecta la presión.
Sí, es un chico con casta. Pero salir al campo y darlo todo no es hacer nada especial, ¿no? Todo lo que ha logrado ha sido con trabajo y yo sé que ha pasado momentos buenos y malos y espero que siga teniendo momentos buenos y malos. Eso es importante.
El año de la pandemia para ti fue bastante malo, ¿no?
Sí. Bueno, yo creo que fue malo para todos. Estuvimos metidos en casa y no fue agradable para nadie. Yo en principio estaba tranquilo, seguía igual con mis ejercicios. Estaba entretenido en casa y las cosas iban bien. Todo lo bien que se podía, al menos. Pero sí, luego el Manomanista y el Campeonato de Parejas no salieron como quería y la verdad es que me ha quedado una pena por ello.
La pelota fue el primer deporte en volver a los partidos con público incluido. Pero luego se declaró una huelga en la otra empresa, que tenía que ver con las condiciones laborales que tenían después de la pandemia. Vosotros no secundasteis la huelga, pero, de alguna manera, les mostrasteis vuestra solidaridad a vuestros compañeros.
Sí, al final, ten en cuenta que en la pelota hay dos empresas y esa es una situación muy rara. Nosotros, como pelotaris, debimos hacer un gran esfuerzo para ponernos de acuerdo con nuestra empresa y éramos conscientes de que no había público y de que, en ese momento, no existía esa entrada de dinero. Lo que no podíamos hacer era seguir cobrando lo que cobrábamos y llegamos a un acuerdo con la empresa. En nuestro perjuicio, pero bueno… Al final, nosotros queríamos salir de ese mundo y empezar a jugar un poco. Coger de nuevo el ritmo y de alguna manera, volver a la normalidad.
Y los otros… no hay comparación. Si empezamos a comparar, nosotros estábamos mucho mejor. Nosotros hablamos, estuvimos negociando y a nosotros desde luego, nos trataron como a personas y a los otros no. Nosotros no queríamos eso tampoco. Pero si jugábamos, les perjudicábamos a ellos y bueno, nuestra situación se convirtió en una pesadilla, la verdad. Todos los pelotaris lo pasamos muy mal, porque nosotros no teníamos ninguna culpa y se nos criticaba. Y nosotros habíamos llegado a un acuerdo con nuestra empresa, en nuestro perjuicio. Fueron momentos muy, muy negros para todos. Pero bueno, algo debimos aprender de aquello.
¿Todo ese problema le perjudicó a la pelota?
Sí, fue un momento crítico. Y creo que los pelotaris pusimos todas las cartas sobre la mesa y no creo que fue un episodio bonito ni para la empresa, ni para los pelotaris. Yo creo que todos salimos perjudicados. Sin embargo, conseguimos condiciones laborales más dignas, no dignas todavía, pero sí más dignas. Y bueno, a ver si esa solidaridad y esa unidad de los pelotaris se mantiene para largo.
¿Crees que las condiciones laborales no son dignas?
Bueno, en la pelota hay muchas cosas que pueden mejorar y que deberían mejorar. Yo creo que hay muchas cosas ahí, pero entras ya en cuestiones empresariales y las cosas que son normales en otras empresas, en la pelota no lo son. Cambiar determinadas cosas suele costar.
También en 2020, la empresa te dejó fuera del campeonato de parejas. ¿Cómo viviste ese momento?
Pues muy mal. Recibí un golpe impresionante. Creo que en todo el campeonato yo no di la talla de ninguna manera y anduve muy lejos de mi nivel, pero también creo que la empresa no debía de haberlo hecho y que fue una decisión mala y vergonzosa por parte de la empresa. Lo recuerdo como un momento muy duro. Recuerdo con quién estaba y dónde estaba cuando me llamaron, también cómo pasé la semana. Creo que es el momento más duro que he pasado en el mundo de la pelota y como deportista profesional. Sólo la sensación… Tuve la sensación de no estar valorado y eso no se lo deseo a nadie.
Aún así, en el siguiente partido decidiste ir a animar a tus compañeros. Ese fue un gesto que se valoró mucho en los medios de comunicación.
Si te digo la verdad, lo sentía así. Piensa que pasas trece semanas a tope ¿no? Igual que en 2017 salió todo perfecto, ese año con Beñat, no salía nada bien. Lo intentábamos y no salía nada bien. Cambiábamos cosas, estuvimos trece semanas juntos probando cosas nuevas. Al final, ahí surge una pareja y en el último partido, todavía con opciones de pasar y cuando Danel Elezkano iba a jugar de mi parte, pues quería que pasara Rezusta, porque había sido mi pareja. Eso era lo que le deseaba y qué menos que aparecer en el frontón y estar con él. No creo que lo hiciera obligado. De verdad sentía que debía hacerlo por Beñat. Y luego sí, se escribió bien sobre mi gesto, pero yo lo hice para apoyar a Beñat y porque sentía que tenía que hacerlo.
Hemos hablado mucho sobre tus problemas psicológicos, pero en esas situaciones, haciendo frente a los problemas también demuestras que eres muy fuerte.
Bueno, esa semana fue bastante dura y afronté la situación con mucha ayuda. Quería ser yo quien le hiciera frente a la situación y no la situación a mí. Entonces, yo también intenté darle la vuelta al asunto, encararlo desde otro punto y hacer lo que se dice «agarrar el toro por los cuernos». Yo tengo suficiente legitimidad y suficientes valores como para afrontar mis problemas. Le di muchas vueltas y al final, eso fue lo que salió. Igual eran problemas normales, en algún momento tendría un punto de depresión, como es normal, pero, por otro lado, veo que fui capaz de afrontar todos esos problemas y eso también lo valoro.
En 2021 pasaste por otra operación, en la rodilla esta vez. ¿Cuándo empezaron tus problemas en la rodilla?
Pues los he tenido siempre y nunca me han dicho nada claro. Desde pequeño sentía dolor en las rodillas, pero me decían que estaba creciendo y cosas así. Ese año ya el dolor era bastante insoportable. Al principio me dijeron lo de siempre, pero el problema cada vez era más grave y llegó un momento en el que ya no podía soportar el sufrimiento. Entonces decidí ir a ver a otros especialistas y tuve claro qué problema había.
He leído que era «rótula bipartita». ¿Qué es eso?
Pues que tenía la rótula en dos trozos.
¿Pero rota?
Sí, de nacimiento o qué sé yo. Y bueno, al final ese no es más que el diagnóstico. El problema era que había dolor. La rótula bipartita puede ser sin dolor o con dolor. Yo tenía dolor y eso no me dejaba entrenar. Después de un partido, tenía que pasar tres o cuatro días descansando, haciendo bicicleta estática y al final, pensaba que esa situación no era soportable y que, éticamente, no era normal. Que una persona pague 35-40€ por una entrada, cuando yo no podía entrenar como corresponde… Yo también me quedé más tranquilo.
¿Conoces el libro Open de Agassi?
Sí, sí. Lo he leído.
Mientras contabas tu historia me ha venido ese libro a la cabeza. ¿Te ayudó leerlo?
Sí. Me sentí muy identificado. Al final, cada uno tiene su propia historia y no hay que victimizar a nadie, pero ves que no es algo que te pase sólo a ti. Ves que es algo que les ocurre a casi todos y que el dolor es muy mal amigo. Si ya es malo para poco tiempo, imagina para mucho tiempo.
¿Crees que el deporte profesional, de alguna manera, te obliga a soportar el dolor?
Sí. El deporte es muy bueno para el cuerpo, pero el profesional es muy malo. Yo pensaba que vivía tranquilo, pero es ahora cuando vivo tranquilo. Ahora, si tengo lio, no voy a hacer deporte. Ya iré al día siguiente y no tengo esa obligación. Yo creo que las obligaciones son malas. Cuando tienes partido la próxima semana y sabes que vas a estar casi sin poder andar hasta el viernes, ya empiezas a comerte la cabeza, a entrenar con dolor… Y eso, en un momento puntual se puede llevar, pero a largo plazo no es posible.
¿La operación en la rodilla te mejoró algo?
Sí, sí. En el momento me mejoró y la verdad, pasé seis o siete meses muy buenos. Sin dolor en la rodilla y volviendo a disfrutar. Pero poco después volvieron los dolores. Fui a ver al mejor especialista y ya me dijeron que el asunto pintaba mal.
¿En qué momento te dijeron que la mejor opción podría ser dejar el deporte profesional?
Pues no sé a cuántos médicos fui. Una vez hecha la ecografía, fui a la consulta y el primero me dijo: «yo no le veo una solución. Todavía puedes tenerlo bien para tu vida diaria, pero, para el deporte, olvídate».
¿Desde el principio te dijeron eso?
Sí. Al año y medio de operarme fui de nuevo con dolor y tres, cuatro médicos me plantearon lo mismo. Ya con ese replanteamiento recibes el primer tortazo. Vas a un segundo médico a ver qué te dice y lo mismo. El tercero lo mismo, el cuarto lo mismo y ya piensas que es así.
Imagino que ahí tendrías una lucha contigo mismo para aceptar que dejar el deporte era la única solución.
No es una elección, que tienes que elegir una cosa o la otra. No tenía nada que elegir. Al final, si todos te plantean lo mismo, la única opción es dejar el deporte profesional.
¿Pero no hay una resistencia a aceptar eso?
Sí, sí. Pero pensando en frío y haciendo un planteamiento psicológico, piensas «no tengo otra opción. Tengo que dejarlo sí o sí». Luego viene el trabajo de aceptarlo. Eso sí, eso sí que fue un buen tortazo y me costó. La verdad, antes de hacerlo público, pasé tres, cuatro meses con los médicos. Preguntando, informándome…, también en conversaciones con la empresa.
La empresa lo aceptó sin problema, ¿no?
Sí. La empresa lo aceptó y la verdad, llevó muy bien mi retirada. Llegamos a un acuerdo muy fácilmente y por esa parte, no me he quejado nunca del comportamiento que tuvo la empresa, de ninguna manera. Y ese sí que ha sido un proceso de duelo. Hasta entonces lo único que sabía hacer era jugar a la pelota.
Bueno, también eras ingeniero.
Sí, sí, has estudiado ingeniería, pero no has trabajado como ingeniero. Estás de nuevo en esa situación que se dice «de perdidos al río». Tenía la sensación de que no sabía hacer nada más. Y sí, he hecho cosas y puedo arreglármelas bien o no. Pero, hasta ese momento, has pasado toda tu vida preparando durante la semana el partido del fin de semana y de repente, el fin de semana no tienes nada que hacer. Pasa la semana y te preguntas «¿Y ahora qué? ¿Cuál es mi objetivo?». Y es difícil incorporar unos objetivos nuevos.
Ahora mismo hago deporte, sin dañar la rodilla, claro. Ando en bici y sobre todo, me cuido el cuerpo y la rodilla. Y luego también tengo un pilar importante. Tengo una hija y quiero pasar tiempo con ella. Estar metido en el deporte me ha quitado mucho tiempo y quiero dedicarle a mi hija todo el tiempo que pueda y estar un poco encima suyo. La verdad, hasta ahora no me he aburrido (risas).
¿Tu familia cómo se tomó tu decisión?
Pues la familia, sobre todo el núcleo de mi casa, se lo tomó muy bien. Ya sabían lo que me pasaba. Después de un partido, venían a tomar un café al día siguiente o iba yo a su casa y veían cómo estaba. Al día siguiente de jugar un partido yo no podía bajar las escaleras de mi casa con mi hija en brazos. Necesitaba las dos manos para apoyarme. Eran conscientes de mi realidad y creo que para ellos también fue un alivio. Al final, tú no quieres ver sufrir a tu hermano o hermana, a tu pareja, a tu hijo, aunque sea pelotari profesional, sea el presidente de España o lo que sea. A quien realmente quieres, no quieres verle sufrir y yo creo que para ellos fue una pena. Pero, por otro lado, pensarían “ahora podemos disfrutar con él”. Creo que se lo tomaron muy bien.
¿Y entre los aficionados?
Pues lo de los aficionados es más difícil. Muchos han tenido una pena grande. Luego me lo han transmitido y ese es un cariño que agradezco de verdad.
¿Cómo recuerdas tu partido de despedida?
Bueno, como un Dragon Khan de emociones. La verdad, pasé los cuatro, cinco meses anteriores pensando en la despedida y lo vas asimilando poco a poco. Hice mucho trabajo con el psicólogo, mucha meditación. Pensé muchas veces en cómo quería que fuera el partido y creo que salió muy, muy bien. Se acercó mucha gente, mostrándome mucho amor y cariño. Tanto los pelotaris, como los compañeros de la empresa y ¡joe! para mí eso fue muy, muy bonito. Antes lo he comentado y no he sido capaz de volver a ver mi último partido. Dos veces he empezado a verlo y todavía no estoy preparado. Pero fue un día curioso. Creo que me voy a acordar toda la vida de ese día.
En su momento se comentó mucho tu último tanto y creo que fue un final muy cinematográfico. Terminar con un pelotazo que mandaste hasta el ocho, que ha sido tu seña de identidad.
Sí, fue bonito. A eso yo no le he dado importancia, pero mucha gente se quedó con esa idea. Cómo mi carrera terminó con un pelotazo que mandé al rebote, cuando yo siempre he sido pegador. Al final, que la gente te recuerde así es un honor. Que recuerden quién he sido con ese pelotazo y me gustaría quedarme con eso. Yo tengo que continuar mi camino. He tenido una repercusión y que esa repercusión sea algo bueno y positivo me alegra. Al final, todos los finales tienen un duelo que pasar, pero hay una diferencia en cómo pasas ese duelo y quedarse con ese tipo de cosas bonitas es muy, muy agradable.
¿Dónde guardas las txapelas que has ganado y qué importancia tienen para ti?
Las txapelas están en casa de la ama y el aita. En el mismo lugar que las dejamos. Además, físicamente no creo que tengan ninguna importancia. Cuando voy a casa y subo al cuarto donde están las txapelas con mi hija, igual me pregunta «aita, ¿eso qué es?». Pero no creo que tenga ninguna importancia. Lo que me han dado no lo voy a olvidar nunca. Todo lo que ha surgido a mi alrededor, todo lo que ha disfrutado mi familia… y me quedo con eso. Las txapelas las tengo «grabadas» en la mente y creo que eso es mucho más importante. Al final, desde pequeño he ganado muchos trofeos y de verdad, quiero restarle importancia a esa parte física. Cuando las veo, de repente sí me viene una especie de subidón, pero bueno… ahí las tengo, escondidas.
¿Qué lugar sientes que tienes en la historia de la pelota? No me refiero al que crees que tienes, sino al que te hacen sentir los aficionados, la prensa…
No creo que tenga ningún papel.
Bueno, cierta importancia sí que tienes.
Pero el deporte, para bien o para mal, es muy efímero. De la misma forma que cuando gané fue impresionante, algo histórico y que tuvo tanta repercusión, luego se pasa enseguida también. Y creo que la vida también es así. Ahora algo tremendo y luego nada de nada. Y creo que mi repercusión se ha apagado mucho, a mi alrededor al menos no siento nada parecido. Sé que muchos aficionados me van a recordar y espero que así sea, no quiero que me olviden. Al menos eso espero (risas). Pero no creo que tenga ningún papel. Muchos me recuerdan por ser el pelotari más joven en ganar una txapela, pero, más que eso, me gustaría que se me recordara por eso que has dicho antes. Por ser un pelotari honrado, respetado, que cuida dar buena imagen por televisión, que durante la huelga hizo cosas positivas por sus compañeros… Prefiero que se me recuerde así.
Me apenó mucho su retirada. Soy un aficionado tardío pero siempre me ha gustado cómo jugaba, ahora solo me queda Altuna. Suerte
Eskerrik asko Iker, elkarrizketa irakurri ondoren, are handiagoa. Zorte on. Disfrutatu.
Gran deportista y excelente persona.
Zorionak, elkarrisketa ederra.