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Júlio Baptista: «Roberto Carlos le podía meter esa rosca al balón porque calzaba un 36»

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Brilló en Brasil, escaló desde las categorías inferiores al primer equipo del São Paulo, y compartió equipo con piezas del nivel de Kaká, Luis Fabiano o Leonardo. El nivel mostrado en la escuadra paulista provocó el nacimiento de un interés por parte de varias escuadras europeas y el salto de Júlio Baptista (1981, São Paulo) a nuestro continente. La rompió en su primera experiencia en las filas de Sevilla con cincuenta goles en dos temporadas y por ahí apareció el Real Madrid  para llevárselo a golpe de talonario y reunirlo con Ronaldo, Roberto Carlos, Zidane, Beckham y compañía.

Con muchas lesiones, el equipo de los «Galácticos» no terminó de arrancar y con la llegada de Fabio Capello, Júlio Baptista se vio forzado a salir cedido al Arsenal. Regresó a la capital de España para ser clave en un título de Liga y volver a hacer las maletas para aterrizar en la Roma. Volvió a España para ser la primera cabeza visible de un Málaga que se coló entre los grandes y disputó unas semifinales de Liga de Campeones con sabor amargo.

Volvió a su país para convertirse en bicampeón brasileño y ganar todo en el Cruzeiro, más tarde pasó Estados Unidos y cerró su carrera en Rumanía antes de comenzar su faceta como entrenador. Ahora, Júlio Baptista nos dedica más de dos horas para analizar su infancia, una brillante carrera en los terrenos de juego y el salto a los banquillos, donde se encuentra su siguiente desafío.

¿Quién es Júlio Baptista?

Era un niño que, como otros muchos, tenía un sueño: jugar al fútbol. Siempre me encantó y siendo ya muy pequeñito lo tenía en la cabeza. Era mi vocación. Creo que todo el mundo nace con una vocación. Todo el mundo tiene algo dentro. Soy una persona muy creyente, y pienso que Dios da a cada uno un talento distinto. Lo que sucede es que en muchas ocasiones esas personas no saben desarrollar esa capacidad.

Yo he tenido la cualidad de jugar al fútbol y me encantaba desde pequeñito. Tenía tres años y ya le estaba dando patadas al balón. En casa de mis abuelos había un pasillo en el que siempre estaba dando balonazos todo el día y las paredes quedaban completamente destrozadas. Llegaba a tal punto que mi abuela me quitaba los balones, por lo que tenía que hacer otros con medias, calcetines y todo lo que encontraba allí para seguir jugando.

Mi madre lo supo y, junto a mi abuelo y mi tío, me metieron en una escuela de fútbol, que es donde comenzó todo con cinco o seis años. Ya con once años se volvió todo un poco más serio, pues comenzaron a verme jugar, me llamaron para una prueba con el São Paulo, les gustó lo que vieron y firmé mi primer contrato como federado. Curiosamente, hasta entonces siempre había jugado en campo de fútbol once, pero esta oportunidad fue en fútbol sala, por lo que aproveché para compaginar.

Antes de que esto sucediera, ya había tenido la oportunidad de viajar a Europa con esta escuela de fútbol y hubo interés de muchos equipos por ficharme. Tras jugar una temporada al fútbol sala, que por desgracia termina en el mismo año, me tuve que pasar por fuerza a fútbol once. Pero fue ahí donde llamé la atención de un director de la cantera precisamente en un partido en que hice tres goles. Ese fue el inicio de todo.

Imagino que tu madre prefería que estuvieras en una escuela en vez de la calle.

Sí, ella no quería que pasara mucho tiempo en la calle, pero lo más importante de todo es la educación. Ella fue madre soltera, no conocí a mi padre, por lo que la labor de padre la tuvieron que hacer mis abuelos. Ella trabajaba en un hospital y mucha parte de mi tiempo lo he pasado con mis abuelos.

Me crie con ellos y tuve una educación un poco más rígida, más dura, en el sentido de: lo blanco es blanco, lo negro es negro y lo rojo es rojo. En otras palabras, tenía muy claro las líneas que podía pisar y las que no. Eso me ayudó mucho en el aspecto de centrarme en lo que quería de verdad.

¿Y tú cuándo te das cuenta de que eres mejor que el resto de niños con los que juegas?

Se ve. Todo el mundo tiene un talento y ves cuando un niño sobresale con respecto a los de su misma edad. De hecho, muchas veces, en la calle para equiparar o para igualar, con once o doce años jugaba contra chicos de diecisiete o dieciocho. En categoría profesional ya está todo más igualado, porque todos los niños tienen nivel.

¿De chaval también destacabas físicamente?

No demasiado. Al principio, aunque era fuerte, era más delgado.

En aquellas inferiores del São Paulo había un tal Kaká…

Kaká tiene un año menos que yo, pero ambos llegamos desde la parte social del club. Nuestra amistad llega precisamente de ahí. De hecho, recuerdo que siempre nos enfrentábamos los equipos de 1981 y 1982 y eran unas riñas increíbles.

¿Y cómo termina de fraguarse tu llegada al primer equipo?

Pasé por varios procesos y no fue fácil. Uno de los cambios que más me marcaron en aquellos años fue el de posición. Por aquel entonces tenía catorce o quince años, siempre había sido delantero, pero llegó un momento en que había una competencia muy grande para ocupar esa posición, empecé a perder un poco de espacio debido al nivel que había ahí.

Por fortuna, mi parte física estaba mucho más desarrollada que la del resto, quizá era una de las mejores de todas las categorías inferiores y retrasaron mi posición. Comencé a jugar de mediocentro y fue ahí cuando de verdad aprendí a jugar, a entender un poco el fútbol desde otra posición. Fue precisamente esa modificación de posición la que hizo que mi vida cambiara totalmente, pues apenas un año después ya estaba en la selección brasileña.

En aquella época, aunque mi posición seguía siendo la de mediocentro, cuando los partidos se quedaban bloqueados, el técnico me colocaba como una especie de falso 9, algo que ocurrió después en el Sevilla.

Tu primer título con Brasil es el Sudamericano Sub-20. ¿Fue ahí cuando empezó el interés de los clubes europeos por ficharte?

Fue un poco antes, pues ya había ido con el São Paulo a un torneo en Europa donde me nombraron mejor jugador y me intentó fichar un equipo de Alemania. Mi fútbol, al ser físico además de técnico, era muy vistoso y quizá se adaptaba más a lo que se jugaba en Europa que en Brasil. Sin embargo, siempre lo tomé con mucha tranquilidad: no quería salir de Brasil, prefería tener un poco de paciencia y, aunque mi vida pegó un giro cuando comencé a ser convocado con las categorías inferiores de la selección, no quise precipitarme.

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¿Cómo recuerdas tu debut con el primer equipo de São Paulo?

Si no me equivoco, fue contra el Flamengo y en un partido complicado. Salí y disputé veinte o veinticinco minutos de la segunda parte. Cuando vas a entrar, quieras o no estás con esos nervios, pues tienes diecinueve años y es normal cuando vas a saltar a un estadio tan grande con sesenta o setenta mil personas. Pero lo importante es que conseguí hacerlo bien y ya te liberas de esa tensión de debutar.

En aquel debut me ayudaron mucho todos esos jugadores de experiencia con los que contaba el equipo y me dieron tranquilidad y los típicos consejos: «Procura no equivocarte en los primeros pases», «no pienses en la grada»… luego ya, cuando estás en el campo, no piensas en nada más que estar centrado en el partido.

Aquel era un equipazo.

¡Sí! Durante mi etapa en el São Paulo compartí equipo con Kaká, Luis Fabiano, que luego estuvo en el Sevilla, Juliano Belletti, que también estuvo en España, Leonardo, que había pasado por Paris Saint-Germain y Valencia…

Y, de repente, el Sevilla.

En aquella época ya estaba yendo mucho con la selección y llevaba un año o año y medio haciéndome un seguimiento muy importante. Mi agente, que por aquel entonces era Juan Figer, que en paz descanse, me transmitió: «Júlio, nos ha llegado una oportunidad de ir a España. El equipo es el Sevilla y creemos que puede ser un inicio espectacular para ti en Europa».

No era el Sevilla de años después, sino un Sevilla que estaba empezando, un equipo de mitad de la tabla que no andaba muy bien, pero mi agente me dijo que con mi llegada el club podría ganar bastante e iba a ser un hombre importante, pues no lo había. Y fue exactamente lo que pasó: llegué y en seis meses fue un boom.

¿Cómo recuerdas tu etapa en el Sánchez Pizjuán?

Como algo increíble. Debo mucho al Sevilla, pues fue el club que me abrió las puertas del fútbol español, donde la gente de aquí comenzó a conocerme y donde prácticamente nace todo: mi forma de jugar, el apodo de La Bestia debido a lo que vio la gente de ese jugador potente que jugaba entre líneas y era difícil de parar…

Una pieza clave es Joaquín Caparrós, que te cambia de posición para devolverte al ataque. ¿Es el entrenador más importante que has tenido?

Tuve dos. El primero fue Pita en el São Paulo y el segundo Joaquín Caparrós, que me llevó a la posición en la que triunfé en Europa. Él vio en los entrenamientos que tenía mucha facilidad para meter goles, habló conmigo y me comentó: «Creo que tu posición no es la de un 9 jugando de espaldas, pero tampoco la de mediocentro o la de 8. Tu posición natural es la de ser un jugador libre, un mediapunta llegando con libertad a los espacios que deja el delantero». Tras esto se produjo el cambio y todo el mundo sabe qué pasó después.

Sin embargo, a lo largo de mi carrera también hubo otros entrenadores importantes que me hicieron pensar de forma distinta. Viéndome hoy en esta función, considero que el entrenador está para extraer lo mejor de cada futbolista. Y cuando el entrenador consigue entender la mente del jugador es cuando logra sacar lo más destacado que tiene dentro. Durante mi carrera como futbolista tuve técnicos como Arsene Wenger, Pellegrini o Spalletti, que me ayudaron bastante al darme una forma distinta de ver el fútbol, que es lo que me ayuda a día de hoy.

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¿Cómo se le iluminó la bombilla a Caparrós?

Unas cosas siempre van unidas a otras. En aquella época, nosotros teníamos una cierta carencia de goles, los delanteros que más goles hacían eran cinco o seis por temporada, veía aquello y pensaba: «¡guau!». Además, nosotros hacíamos muchos partidos en espacios reducidos y yo tenía una enorme facilidad para finalizar, no me ponía nervioso.

Luego, cuando acababan los entrenamientos, todos los mediocentros se marchaban y me quedaba allí con los delanteros tirando a puerta y finalizando. El equipo jugaba con un 4-4-2, con los extremos abiertos, pero en el centro te estabas enfrentando al delantero.

Personalmente, ese dibujo no lo entendía demasiado porque en Brasil los extremos jugaban dentro y el pasillo normalmente era para los laterales. Así, cuando un extremo iba a centrar, como tengo una capacidad física fuerte siempre llegaba a finalizar junto a los dos delanteros. De este modo, siempre sumábamos a un futbolista más en el ataque que los rivales no conseguían marcar.

Era una situación que preocupaba a Caparrós porque se quedaba más desguarnecida la zona de atrás, por lo que tuvimos la charla que te decía antes en la que me dijo que mi posición no iba a ser la misma para la que me había contratado, sino que si actuaba diez metros por delante de los dos mediocentros y detrás de un 9, iba a marcar muchos goles.

Me transmitió que el fútbol español se jugaba en líneas y que con mi potencia, la fuerza con la que llegaba desde atrás y mi facilidad para finalizar iba a ser imposible pararme. Empezamos a trabajarlo, llegó un partido en pretemporada en el que el equipo iba perdiendo por 1-0, me metió en el campo, marqué dos goles, ganamos 2-1 y ya no me moví más.

Por si fuera poco, unas semanas después, en mi debut en Liga ante el Atlético de Madrid marqué el gol de la victoria (1-0, ndr), eso me consolidó todavía más dentro del equipo y pasé a ser una pieza importante, la gente y el entrenador confiaban mucho en mí, me sentía tremendamente fuerte y ahí arranqué.

Con esta vuelta a la infancia en su posición en el campo, explotaste en Sevilla.

En mi primera temporada marqué veinte goles en Liga y quedé el segundo en la clasificación de máximos goleadores por detrás de Ronaldo, que hizo veinticuatro. Luego en la siguiente fueron dieciocho. Sumando todas las competiciones, entre las dos temporadas marqué cincuenta goles.

Por aquel entonces el Sevilla no era ni el tercer equipo de España, quedamos sextos los dos años y estábamos muy lejos de lo que podían hacer Real Madrid, FC Barcelona o Valencia… pero fueron números muy buenos y que me ayudaron a consolidarme como un gran jugador.

Dos años en Sevilla, más de 80 partidos oficiales… ¿con cuál te quedas?

En esos dos años hubo partidos muy impresionantes. Hubo uno en Copa del Rey frente al Villarreal en el que marqué dos goles y uno fue impresionante: el balón venía de Dani Alves, lo controlé con el pecho y sin dejarla caer la coloqué por encima del portero.

Hay un hat-trick con el Athletic de Bilbao, un póker frente al Racing de Santander… hay muchos partidos memorables, tantos que es difícil elegir uno. Además, en el Sánchez Pizjuán con la afición del Sevilla, que conecta a la perfección con el jugador y me hizo sentir tremendamente bien.

A la vista de tu rendimiento, el equipo se fue poblando de brasileños.

Cuando llegué estábamos Dani (Alves) y yo, pero luego llegaron Renato y luego Adriano.

Hablé con Renato antes de tu entrevista y me dijo que fuiste clave para que llegara al Sevilla y no se fuera a Alemania.

Bueno, él tenía la posibilidad, pero los jugadores siempre nos preguntamos en estos casos y cuando nos llamó a nosotros le dijimos la verdad: que el Sevilla era un gran club, la ciudad muy buena… al final, es un factor importante, cuando un jugador llega de fuera, lo que se encuentra va a hacer que la adaptación sea más sencilla o más complicada. Y Sevilla es muy fácil.

Dani Alves fue otro descubrimiento tremendo de Monchi, que lo reclutó desde Bahia. ¿Qué tenía Monchi para encontrar estas joyas?

Detectar el talento es analizar lo que tienes delante, estar horas y horas delante de la pantalla viendo al jugador y observando qué es lo que se puede extraer de ese jugador. Hay que mirar más allá y dónde puede llegar. A veces te puedes equivocar, pero si cuentas con una guía con el perfil de los jugadores que buscas, sus posiciones, cómo tienen que ser y su adaptación al equipo, es mucho más sencillo.

Por ejemplo, junto a mi staff, incidimos mucho en este aspecto. Para mis equipos no valoro un perfil de laterales muy defensivo, pues me he criado con un tipo de laterales que son carrileros y necesito uno que sepa defender, pero otro que esté subiendo durante todo el partido. La idea para mis equipos es la de tener el balón…

¿Sevilla es el equipo en el que se vio tu mejor versión sobre el césped?

En Sevilla tuve mucha libertad, pero en el Arsenal también estuve muy bien con Wenger. Por eso te recalcaba antes la importancia que puede tener un entrenador en un futbolista y ser capaz de hacer que ese jugador entienda lo que quieres en el campo. Si lo pienso, estoy muy agradecido, porque supieron extraer lo mejor de mí.

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En verano de 2005 salta la bomba: fichas por el Real Madrid.

Nosotros estábamos intentando renovar con el Sevilla, pero no se concretó por ciertas cosas que ocurrieron. Al llegar, firmé un contrato por cinco años y el presidente Del Nido tenía la intención de renovarme, pero la cosa se fue dejando y dejando. Cuando observamos que esta renovación no iba a darse, entraron algunos equipos en escena interesándose por el fichaje, como el Arsenal. También entró el Chelsea, pero lo tenía hecho con el Real Madrid.

Ellos llamaron directamente a mi gente, pero personalmente no quería cambiar de país, porque estaba adaptado a España y acabé yendo al Madrid. Cuando te llama el mejor equipo del mundo es imposible decir que no. Pienso que si las cosas se hubieran hecho de otra manera podría haber estado uno o dos años más en el Sevilla, pero el fútbol es cuestión de momentos, a mí me tocó ese y para mí fue un salto importante.

El Real Madrid es otra dimensión. ¿Cómo fue tu adaptación?

Había bastantes brasileños, por lo que en ese aspecto no fue tan complicado. Sin embargo, cuando llego, Luxemburgo tiene tantos jugadores para poder utilizar que no sabía ponerme exactamente. A él le gustaba jugar en rombo y al principio en esa punta del rombo por detrás de los dos delanteros comenzó a usar a Zinedine Zidane, con David Beckham en la derecha y a mí me metía en la izquierda.

Luego, un poco más atrás colocaba a Guti o algún otro. Yo hacía esa labor, pero nunca fui un jugador de creación pura y eso me alejaba de la portería. Luego, él hizo un cambio y metió a Zidane un poco más por esa zona de creación en la izquierda y a mí me dejó más adelante, que fue cuando comenzó a funcionar un poco.

Zinedine Zidane.

Una persona supersencilla. Algo que he aprendido al compartir vestuario con las principales estrellas es que, cuanto más grandes eran, más sencillos. Zidane, David Beckham, Ronaldo…

Esas giras galácticas.

Espectaculares. Sin embargo, a esas alturas ya estaba con la selección de Brasil y también era complicado, pues donde llegábamos también había mucha gente esperándonos para recibirnos en cualquier sitio. Esto se acentuaba en el Real Madrid, pues se reunían muchas estrellas en un solo equipo.

Siempre se ha hablado de la importancia de Raúl.

Él fue siempre un futbolista con unas tremendas dotes de liderazgo, pues había estado allí durante mucho tiempo y dentro de sus posibilidades intentaba ayudar a todos los que llegaban al equipo. Era también un poco tímido e introvertido, como Zidane, pero muy buena persona.

A mí me daba la impresión de que tu posición chocaba con la suya.

Depende. Si es la de mediapunta, sí, pero si es en un rombo no, porque estaba por detrás de los delanteros. Todo dependía de la táctica que usara el entrenador.

Competir con él por un puesto debía ser complicado.

No. Cuando llegas a un nuevo sitio lo haces para formar parte de un equipo, no para ocupar una posición. Además, yo era un jugador que podía ocupar dos o tres posiciones, por lo que no me preocupaba esto. A mí lo que me preocupaba era el poder jugar habitualmente y tener estabilidad.

Roberto Carlos.

Para mí ha sido el mejor lateral izquierdo de la historia. Tengo algo claro: cuando un futbolista en una determinada posición hace que cambie el modo en que lo hacen el resto que ocupan esa misma zona, es un jugador precursor de la posición. Por eso, para mí Cafú y Roberto Carlos son los precursores de su posición, pues han hecho que a partir de ellos los laterales cambiaron tanto la forma de jugar como la perspectiva de entender el fútbol.

Antes se entendía al lateral simplemente como un defensa y, a partir de su aparición, se entendió que era un jugador que también podría sumarse al ataque y aportar ahí.

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La bomba inteligente contra Francia, aquel gol casi desde el córner en Tenerife… ¿eso lo entrenabas o era innato?

Es exactamente lo que te comentaba antes: es un don, un talento. Nadie te enseña a golpear el balón como él lo hacía, pues es un don… ¡y también porque tenía un pie 36! Tener un pie así de pequeño le permitía entrar así de bien en el balón y meter la rosca espectacular. Por eso ha sido el mejor lateral de la historia, pues nadie ha logrado alcanzar este nivel.

Y del mejor lateral, al mejor delantero: Ronaldo. ¿Cómo era el día a día?

Él siempre fue un tipo diferente, muy distinto a todos los demás. Le encantaba gastar bromas a los compañeros, era tremendamente sensible y muy buena persona.

Roberto Carlos y Ronaldo le tuvieron que decir a Luxemburgo que no prohibiera el vino en las comidas. ¿Cuándo tú llegaste, sí que había?

Sí, eso para mí siempre fue una cosa normal. De hecho, cuando llegué al Sevilla también había una copa de vino para el jugador con la comida. Hoy día la cosa ha cambiado bastante y a lo mejor no sucede. Hace quince o veinte años era todo muy distinto.

Sin embargo, aquel Real Madrid «Galáctico» terminó naufragando.

Fue un poco duro, porque tuvimos una serie de lesiones muy seguidas en el equipo y cuando pierdes a varios jugadores a la vez, el equipo se queda débil. No teníamos una plantilla tan extensa y con jugadores tan cercanos y parejos, por lo que si no estaba Zidane, se notaba mucho. Y eso mismo sucedía con Ronaldo o Roberto Carlos.

En mi opinión, ese fue parte del problema que tuvimos, aunque personalmente lo tomo como un aprendizaje. Estábamos en una transición de los «Galácticos», de esos mejores jugadores del mundo terminando su etapa y nosotros, jóvenes, llegando con hambre y ganas de hacer algo grande.

Viendo con la perspectiva del tiempo, en primer lugar creo que debíamos haber tenido la plantilla más compensada. En segundo término, considero que no tuvimos un entrenador para esa plantilla, pues en caso de haberlo tenido podríamos haber hecho cosas importantes.

Cuando echan a Luxemburgo, llega López Caro como entrenador, poco después Benito Floro es nombrado director deportivo y un día aparece en el vestuario y se puso a daros una charla táctica.

Fue un momento de turbulencias. Cuando el gran rival está bien, como sucedía con el FC Barcelona, y tú no lo estás tanto, se nota. Como te decía antes, la plantilla no estaba tan compensada como debería y no tuvimos un entrenador que diera estabilidad a una idea en concreto que todos pudiéramos seguir. Hubo mucho cambio de técnico y eso da muestra de que fue un año complicado.

A nivel personal, ¿cómo definirías aquella primera temporada 2005-2006 en el Real Madrid?

Adaptación a un sitio en el que llegas y cada uno de los jugadores que están son los mejores en sus respectivas posiciones. Estás jugando con los mejores, y cuando lo haces tú también mejoras.

Florentino Pérez.

Él tenía una relación directa con los jugadores, fue el que me trajo al Real Madrid y siempre que coincido con él le doy las gracias por haberme dado la oportunidad de llegar al mejor equipo del mundo y haber podido ser parte de la historia del Real Madrid. Es curioso, porque la gente siempre cree que estuve mucho más tiempo en el club del que realmente fue.

Pienso que es porque era un jugador que lo dejaba todo en el campo, pero es increíble la conexión que tengo con los aficionados del club que hoy, después de tanto tiempo, me siguen tratando con tanto cariño. Hay un sinfín de jugadores que han estado muchos más años que yo y no tienen ese cariño de la afición.

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Acaba la temporada y te marchas cedido al Arsenal.

Esa transición en el Real Madrid, estar en el banquillo, no jugar… hizo que me perdiera el Mundial del 2006. Eso me dejó un poco tocado, pues uno de mis grandes objetivos era jugar en los principales equipos del mundo, pero también poder disputar un Mundial.

Tenía la posibilidad en el de 2010, pero después de perderme el de 2006 vi que me alejaba. Precisamente al acabar aquella temporada en el Arsenal, con Dunga como seleccionador de Brasil, Ze Roberto pidió una dispensa porque ya no quería jugar más en la selección y me llamaron a mí.

Fui como un tercer suplente para jugar la Copa América y terminé como un jugador importante, siendo titular y haciendo una buena final. Eso provocó que pudiera dar la vuelta a todo y poder acabar jugando el Mundial de 2010.

¿Cómo fue tu vida en Londres?

Fui allí junto a Silvia, mi mujer. Los primeros cinco o seis meses fueron más complicados, pues tuve que adaptarme y no sabía demasiado inglés, pero a partir del sexto mes fue mucho mejor: ya me comunicaba, estaba más tranquilo, más acostumbrado… Tenía mucha amistad con Gilberto Silva, pues lo conocía de la selección y me ayudó mucho. También Cesc Fàbregas, Thierry Henry

¿No echabas de menos el sol?

Más que el sol, es el tema de la cultura. Cada país tiene su cultura y sus particularidades, por lo que hasta que no entras en la cultura de un país, no te adaptas, pues vives dentro de tu burbuja. Tuve que meterme dentro de verdad para poderme acostumbrar y cambiar algunas cosas.

Arsene Wenger.

Era el líder. Su figura estaba por delante de todo el mundo. No hacía falta ni que se hiciera notar, pues, pese a ser una persona muy tranquila, tenía las ideas muy claras y sabía extraer lo mejor de cada futbolista. Lo que más recuerdo de mi etapa en Inglaterra es el papel del entrenador. Pude vivir de cerca y conocer más qué es un mánager, su labor y cómo vigila y cuida de cerca todas las áreas del club. Todo pasaba por él y se hacía de la manera en que él quería y entendía. Eso era muy positivo para los jugadores, pues no notábamos la presión.

Era una vida mucho más tranquila, pausada, no había toda esta locura de la prensa, todo estaba mucho más estructurado. En Inglaterra, un mánager controla desde la forma en la que tiene que progresar un jugador de las categorías inferiores y el trabajo que tiene que hacer en el equipo filial para estar preparado para acudir al primer equipo, hasta la forma en que llega un nuevo jugador, cómo se le recibe, la paciencia que se va a tener con él, cuándo es el momento correcto para que empiece a jugar… muchas veces se quema a los jugadores por no tener una metodología de cómo estructurar sus primeros pasos. En ocasiones, los equipos grandes no tienen ese tiempo.

Hay una anécdota muy buena. Unas semanas después de llegar a Inglaterra, cuando ya estaba bien, le comenté a Arsene Wenger que me encontraba a tope y él me respondió: «Tú tranquilo, quiero meterte cuando estés realmente bien, pues el ritmo de los partidos es muy rápido y por más que lo hayas jugado en España, lo vas a notar».

Interiormente creía que ya estaba perfecto, pero en el primer partido que jugué, nada más entrar al campo vi como el equipo cogía el balón y empezaron a sucederse las transiciones defensivas, ofensivas, para arriba, para abajo… y llegó un momento que ¡buff!

La salida de este tipo de entrenadores tan influyentes y que están tanto tiempo en un club provoca que se quede una especie de agujero del que es difícil salir en un tiempo.

Tiene que hacerlo alguien desde dentro, pues cuando un club sigue tantos años una misma filosofía no lo vas a poder cambiar. Por lo tanto, es mucho más sencillo traer entrenadores con un perfil similar al del que estaba. Por eso, el Arsenal ha empezado a funcionar cuando ha llegado alguien de un perfil un poco más parecido al de Arsene Wenger, como lo es Arteta: alguien más tranquilo, con las ideas muy claras de cómo debe jugar el Arsenal…

Haces un partidazo en un 3-6 ante el Liverpool.

Sí. De hecho allí fue la primera vez que salí aplaudido de un campo rival. Fue en Anfield después de un partido en que marqué cuatro goles… y podía haber marcado cinco, pero fallé un penalti que me paró Dudek.

Estás un año y regresas a Madrid.

Volví con muchas ganas, pero estuve muy bien allí. Arsene Wenger me transmitió que, pese a que le gustaría ejercer la opción de compra de la que disponían, no estaban muy bien de dinero y regresé con mucho gusto, pues todavía no había tenido la oportunidad de demostrar lo que quería. Y fue justo lo que sucedió, pues durante esta temporada pude mostrar algo más de mi fútbol, ganamos la Liga, jugué muchos partidos, fui un futbolista mucho más decisivo y ahí la gente pudo conocerme mucho más.

Marcas un gol en el Camp Nou que rompe una racha de veinte años sin ganar en Liga allí.

Un gol como ese te sirve para demostrar que estás haciendo un buen trabajo y sigues la dirección correcta. Ese partido, a nivel personal, me dio mucha visibilidad. Fue mi mejor momento en el Real Madrid. Estaba jugando muchos partidos consecutivos, marcando goles importantes y, sobre todo, estabilidad, que es lo que buscaba. Ese segundo paso por el club fue mucho mejor que el primero, pues tuve mucha más incidencia.

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¿Cómo era el Bernd Schuster entrenador?

Alemán (risas). Muy serio y con las cosas claras. El equipo jugaba muy bien y tenía grandes jugadores. Sneijder, Diarra, Marcelo, seguía Raúl, también Guti, Van Nistelrooy, Robben… era un equipo con grandes piezas. Él, en el campo me pedía que cuando no teníamos balón cumpliera con mis obligaciones a la hora de ayudar: jugábamos con trivote con Sneijder, muchas veces con Guti… Y con balón, que me soltase, llegase, finalizase y, sobre todo, que diese esa fuerza en el centro del campo al equipo.

¿Cómo me explicarías qué es jugar en el Santiago Bernabéu?

Tienes que estar ahí abajo para saberlo, pues es algo indescriptible. Entrar en el campo, noventa mil personas animando… estás en el mejor sitio posible para demostrar que eres parte de los mejores jugadores del mundo.

Pero te vas a Roma…

Comenzó la pretemporada del año siguiente y hubo un momento en que jugaba, otro en que no, y empecé a ponerme nervioso porque veía que me podía pasar lo mismo que me había sucedido en el Mundial 2006 cuando me lo perdí. Necesitaba jugar todos los partidos y me llamó Luciano Spalletti desde Roma porque quería que fuera para allá debido a que creía que era la única pieza que le faltaba a su equipo para funcionar bien.

Apostó mucho por mí, también había muchos jugadores brasileños allí, todos me llamaban para que me marchara… Lo cierto es que fue una decisión complicada, pero me acabé decidiendo.

De una forma u otra, irme allí también me ayudó, porque me dio más estabilidad, la mayoría de los futbolistas que estaban en la Roma eran casados y todo era mucho más tranquilo. Me centré más y en verano de 2010 me casé después del Mundial.

Además, en Italia el fútbol es también distinto, tenía sus matices. Hay un gol que marqué contra la Sampdoria en que vengo conduciendo el balón desde el centro del campo, por la banda, voy entrando hasta que llega un momento en que aumento la velocidad y ellos ni me atacaban, pues te dejaban para ver si vas a intentar driblar o no.

¿Y cómo es el salto entre campeonatos? Porque precisamente desde Italia llegó Fabio Cannavaro y le costó muchísimo.

He sido un jugador al que no le costó adaptarse a ninguna Liga. Pero es verdad que mucho depende de la posición y cambia bastante en función de dónde juegues en el campo. Personalmente actuaba en una posición más centrada, en la que tienes mucho contacto con el balón. Por lo que respecta a Italia, ahí debes aprender la posición en la que el entrenador quiere que estés cuando no tienes el balón. En España también se aprende, pero hay una mayor libertad.

Sin embargo, nada más comenzar tu segunda temporada allí echan a Spalletti y llega Claudio Ranieri, que tenía una concepción del fútbol y el futbolista muy distinta.

Viéndolo ahora desde mi faceta al otro lado, los entrenadores que más cosas supieron sacar de mí fueron aquellos dialogantes, que les gusta observar qué es lo que tiene realmente el futbolista y no encorsetarlo en una posición o en una fórmula de juego. El Claudio Ranieri entrenador, no la persona, era más dictatorial, autoritario, aunque es algo que se está perdiendo y ahora los técnicos son más «situacionales», pues en ciertos momentos pueden ser autoritarios si lo requieren, pero no siempre.

Aquellos que saben dar una hostia en la mesa cuando la situación lo requiere pero también tratar a cada jugador en su contexto. En la manera que concibo el fútbol, este tipo de entrenador autoritario no va a saber extraer la mejor versión del futbolista.

¿Y cómo era Luciano Spalletti?

Precisamente entre ambos. Era un poco autoritario, pero no tanto.

Francesco Totti señalaba en su biografía que a él se lo hizo pasar mal, le faltó al respeto y casi se pegan.

Ahí no puedo decirte nada y sólo puedo referirme a lo que viví. Cuando me entrenó, lo sentí como un entrenador autoritario en ciertas cosas pero con el que podías dialogar. De los que se acercaban a ti para preguntarte qué pensabas y podías hablar con él. Cuando un entrenador dialoga contigo y desea saber lo que piensas, no es porque lo vaya a hacer, pero sí que va a asimilarlo y poder extraer lo mejor de ti. Y ahí está la llave.

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Hablando de Totti, tenía que salir con casco y en moto para que no le reconocieran.

Sin duda, uno de los jugadores más importantes de la historia de la Roma. Y a nivel personal, alguien súper tranquilo. Como te decía antes, todos los jugadores grandes a los que he tenido al lado como Henry, Totti, Ronaldo, Roberto Carlos, Zidane o Beckham, eran sencillos.

¿Y cómo era un entrenamiento con De Rossi?, porque debía dar miedo…

Él era un jugador al que le gustaba jugar al límite y entrar duro, pero siempre de una forma honrada. Fue un jugador muy leal.

Has estado en otros países como Italia o Inglaterra. ¿Se nota más el problema del racismo en España o es un mal generalizado del mundo del fútbol?

La verdad es que no lo veía así de intensificado desde hace mucho tiempo. Actualmente hay muchos casos juntos, pues antes podía ocurrir de una forma más aislada: una vez en Italia, otra vez en Inglaterra, alguna en otro lado o como sucedió aquí con Dani Alves o Roberto Carlos. Sin embargo, observo que ahora aquí se está intensificando y eso no es bueno.

El racismo es un tema de educación y a mí no me gusta hablar de eso, pues cada uno tiene una forma de pensar, pero por desgracia el ser humano solo interpreta las cosas si hay miedo. Las personas que están haciendo eso no entienden que de una forma u otra están haciendo daño a otras personas, por lo que la única forma que veo es que el fútbol se vuelva fuerte de verdad y que la Federación Española, junto al Gobierno, hagan algo en el sentido de que esos comportamientos no queden impunes.

Si existe una ley en vigor por la que una persona que evidencie racismo y sea identificada se quede diez años sin entrar en cualquier recinto deportivo, la vida de esa persona va a cambiar. Ahí estaríamos haciendo un bien, no solo para el mundo del fútbol, sino también para la sociedad. No me gusta esta fórmula, pues es con miedo, pero vas a educar a esta persona para que cuando entre a un estadio no lo haga, por más que lo sienta. Si se encuentra en esa situación, va a tener que respetar, que es lo que nosotros queremos que haga la gente.

Estuviste tres años en Roma, todo fue un poco de más a menos y te fuiste a Málaga.

Cuando salió Spalletti, luego llegó Ranieri, caí lesionado y ya no jugué tanto con él. Fue ahí donde me llamó Manuel Pellegrini porque quería hacer un equipo importante y contaba conmigo como una de las primeras piezas. Él era un entrenador fantástico, de la misma sintonía que Arsene Wenger, pues ambos eran un tanto introvertidos pero con un gran sentido del humor y una forma de entender el fútbol y sacar lo mejor de sus futbolistas.

Lo considero un entrenador infravalorado para todo lo que ha aportado al fútbol.

Creo que no. En mi opinión es un entrenador muy bien conceptuado y por todos los clubes por los que ha pasado ha dejado muy buenos números: hizo jugar al Villarreal como nadie lo había hecho, ahora en el Real Betis, donde el equipo ha tenido una estabilidad importante gracias a él… A lo mejor, donde no ha tenido tanto éxito ha sido en el Real Madrid, porque el contexto de este equipo ya te obliga a ganar y si no lo haces puede pasar factura. Pero no creo que por eso sea un peor entrenador.

Has dicho en algún sitio que tu fichaje sirvió de imán para la llegada de las siguientes estrellas al equipo. ¿Cómo fue ese crecimiento del club?

Se acertó en los fichajes que se trajeron, algo que provocó que el equipo estuviera formado no solo por buenos futbolistas, sino también por buenas personas. En una plantilla ambas cosas están muy relacionadas y a la hora de formar un grupo es muy importante tener información de cómo son los jugadores y, de este modo, tener la idea de qué jugadores estás poniendo en esa plantilla y evitar la llegada de alguien conflictivo que pueda provocar que la cosa no funcione.

Ese fue uno de los mejores en los que he estado. La mayoría de los jugadores que llegamos allí éramos importantes, nos lo pasábamos muy bien en el entrenamiento, había una afinidad entre todos y eso se traducía en resultados los fines de semana. En aquel equipo unos se complementaban a otros y eso era muy importante, pues durante tu carrera profesional pasas casi más tiempo con tus compañeros que con tu familia.

En aquel vestuario estaba Joaquín y es imposible no preguntarte por un tema. ¿No te cansa que se repita tanto todo este tema del Hulio?

No, porque ya pasó. Es una cosa que ya está ahí, fue en un momento dado, salió, fue gracioso y a toda la gente cuando lo ve le puede resultar simpático. Pero no deja de ser algo como otras muchas cosas graciosas que salen en los programas. Surgió de una forma natural, Joaquín es un superamigo, nos llevamos muy bien, hablamos siempre que podemos y siempre le deseo lo mejor.

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En Málaga precisamente le quemasteis los calzoncillos a un compañero.

Sí, a Recio. Fue Joaquín (risas). Bueno, él empezó y nosotros le ayudábamos, porque las ideas las tenía él.

¿Cómo vivió la ciudad ese boom del equipo?

Fue increíble. La ciudad nunca vivió una cosa así, nunca había pasado nada similar.

La peor pesadilla fue la noche ante el Borussia Dortmund. ¿Cómo se vive eso?

No se vive, se pasa. Fue un mal momento y un trago horrible perder como perdimos, pues se vio como los goles fueron robados. Evidentemente, se siente mucha frustración, pero en el fútbol solo existe sitio para uno, que es el ganador, y ese día nosotros salimos perdedores.

Allí sufres una lesión importante y estás mucho tiempo fuera.

Fue duro, pues estuve un año sin jugar. Tardas un tiempo, pero tienes que asumir la situación y ver qué es lo que hay. En esos momentos debes tener mucha fuerza mental y la familia también te apoya mucho, pues ves pasar el tiempo mucho más lento de lo normal y debes pensar en que vas a ponerte bien aunque tarde un poco más.

¿Eras un jugador de los que iba mucho al gimnasio o te pasa como a mí y era todo genético?

(Risas) Era todo genético.

Pues ahora estás como cuando jugabas.

Bueno, más o menos (risas).

¿Haces mucho deporte?

Un poquito. Aunque tengo la rodilla un poco fastidiada, intento hacer todo lo que puedo.

¿Y el tema de la alimentación?

Siempre he comido bien. No tanto como lo que pasa hoy día en que está todo calculado, saben muy bien lo que comer, hacen análisis de lo que va mejor… pero sí que he comido bien y me he controlado.

¿Entonces tú no eras un habitual en los cumpleaños de Ronaldo?

La verdad es que siempre he estado bastante centrado en todos los sitios por los que he pasado. Por eso tengo las puertas abiertas en los equipos donde estuve.

Estás tres temporadas en Málaga y te marchas en 2013.

Empezaron a salir todos los futbolistas, el club no podía hacerse cargo de mi contrato, me llegó una oferta de mi país para jugar en el Cruzeiro. Soy muy competitivo, y por más que en Málaga estaba muy a gusto, no quería estar en un equipo para luchar por no descender después de haber estado en la Champions League. De hecho, en Brasil gané todo y fui bicampeón brasileño con el Cruzeiro. A mí siempre me gustaba jugar y hacerlo para ganar.

Y de Brasil, a Estados Unidos para jugar en Orlando.

Ya había hecho todo. Había pasado por los mejores equipos del mundo y quería ir a un país que me permitiese hablar inglés para perfeccionar un poco el idioma y que esto me ayudara en el siguiente paso tras mi retirada. Ya estaba pensando en la parte final de mi carrera y quería tener algunos valores añadidos que otros compañeros no iban a poseer.

Luego, a nivel deportivo, estaba mucho más relajado. Allí no se vivían las cosas con la misma intensidad con la que se hace en el fútbol europeo y estaba muy tranquilo con mi familia. Aunque siempre he sido competitivo, allí era de otra manera, pues en Europa es todo fútbol y fútbol y te acabas olvidando incluso de los que tienes alrededor, pues todo gira alrededor del balón.

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Última parada, el Cluj.

Me iba a retirar en Orlando, pero en un momento determinado llegó un nuevo entrenador que no me quería, salí del club y estuve ocho meses sin equipo. No estaba muy convencido de la posibilidad de seguir jugando, pero llegó una propuesta de Rumanía y como a mí me gustan las aventuras y no tengo miedo de nada, firmé por seis meses. Sin embargo, pasado este tiempo ya no tenía la cabeza para seguir jugando y decidí dejarlo.

Casi 50 veces internacional, dos Copas Confederaciones, dos Copas América… ¿lo hubieras cambiado todo por ganar un Mundial?

(Duda y sonríe) Sí. No hay nada como ganar un Mundial. Recuerdo que siendo pequeño una persona me vio jugar y se acercó para preguntarme si estaba en algún equipo y decirme que si seguía así a lo mejor acabaría siendo profesional. Por aquel entonces tendría unos catorce años y le respondí que iba a jugar en los mejores equipos del mundo e iba a disputar un Mundial. Esa fue una de las primeras cosas de las que me acordé cuando jugué contra Portugal en aquel Mundial de 2010.

Pero aquella final de la Copa América de 2007 en que ganáis a Argentina en la final por 0-3…

Creo que nunca he perdido un partido de selección contra Argentina. Había mucha rivalidad, creo que jugamos tres finales -Copa Confederaciones, Copa América 2004 y Copa América 2007- y ganamos las tres. Además también disputamos algunos partidos para la clasificación para el Mundial y tampoco perdimos.

Tú estabas casi en tu mejor momento para poder jugar ese Mundial de 2006. ¿No se quedó la espinita?

No, lo asumo con naturalidad. Si el entrenador no lo vio y consideró que otro jugador lo podía hacer mejor en mi posición. No hay más.

¿No consideras que con un poco más de confianza del club o los entrenadores podrías haber sido mucho más importante en el Real Madrid?

Es lo que te comentaba antes: si hubiéramos tenido un entrenador que estuviera durante más tiempo y tuviera una mayor estabilidad, la cosa podría haber sido distinta. Qué hubiera sucedido nunca podremos decirlo, pues lo que ocurre es porque tiene que ser así y hay uno arriba que escribe todas las cosas bien y se trata de experiencias que nos ayudan a ser mejores.

Sevilla, Real Madrid, Arsenal, Roma, Málaga, salir al extranjero otra vez… ¿lamentaste alguno de los pasos en tu carrera profesional?

No, pues todo lo que va ocurriendo en tu vida es porque lo estás sintiendo y vas viendo lo que sucede. Estás sintiendo esas cosas que ocurren en ese preciso momento y por eso tomas las decisiones.

Después, a toro pasado puedes pensar «me he equivocado, podría haber seguido un poco más en el Real Madrid y podría haber ido también al Mundial…», pero nunca lo vas a saber. Obviamente, que si me dieran la oportunidad, de no tener esa inquietud de perder el Mundial, a lo mejor me hubiera quedado, claro. Estaba muy a gusto en el Real Madrid y hubiera seguido uno, dos o tres años más.

¿Cuál es el mejor amigo que te ha dejado el fútbol?

Tengo una amistad con Kaká porque viene desde muy pequeños. Nos conocemos desde los trece años, por lo que somos amigos desde hace mucho. Pero tengo otros muy buenos como Roberto (Carlos), Elano… todos los brasileños con los que he jugado me he llevado muy bien. Pero también de aquí como Sergio Ramos, Joaquín, Santi Cazorla… una de las cosas bonitas del fútbol son los amigos que te va dejando por donde pasas.

¿Y el mejor jugador?

Entrenando conmigo, Zinedine Zidane. Y si es un futbolista al que he tenido en contra, Ronaldinho. No te imaginas las cosas que hacía, no solo en los entrenamientos, sino también en los partidos.

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¿Cuándo te das cuenta de que después de colgar las botas vas a ser entrenador?

Según avanza tu carrera vas teniendo inquietudes en distintos aspectos, piensas por qué un entrenador logra sacar lo mejor de ti y otro no puede… empiezas a tener preguntas que consigues resolver, otras que no. Luego, cuando estuve en Estados Unidos, con el primer entrenador que tuve (Adrian Heath) noté que tenía una cierta capacidad de interpretación del juego, a veces incluso más alta que él.

Veía que él no conseguía extraer todavía más de mí, pues un jugador de treinta y cinco años todavía está aprendiendo. Fue algo que también me sucedió en los seis meses que estuve en el Cluj, pues vi que no aprendía nada. Al tener ya ciertas inquietudes previas y darme cuenta de esto, consideré que trabajando, estudiando y formándome podría dar forma a esta vocación para entrenar.

Tu primera etapa en el banquillo es con los chavales del Leganés, donde todavía no tenías carnet de entrenador.

Como soy embajador de LaLiga fui a un evento en el que conocí al que ahora es mi segundo, José Luis Rueda. Él me invitó para verlo entrenar y como había empezado a hacer el curso, él me ofreció la posibilidad de estar con él, trabajar y llevar el equipo para que pudiera foguearme e ir aprendiendo. Todo nació un poco desde ahí.

De ahí, a la cantera del Valladolid.

Así es. Terminé el curso de entrenador en la misma promoción que Xavi, Xabi Alonso, Raúl o Luis García y recibí la propuesta de Ronaldo, que me invitó para coger a uno de los equipos de la cantera y fui a Valladolid. Todo el mundo quiere comenzar un poco más alto, pues se cree que no hay que empezar desde esos niveles, pero a nivel personal pienso que me ha hecho crecer.

Me ha hecho ser mejor entrenador, pues empecé en Liga Nacional, pude analizar y probar cuáles de las cosas que quería introducir funcionaban o no y esto también me permitió equivocarme. Más que cualquier otra cosa, el Valladolid me ha dado la oportunidad de errar y, sobre todo, crecer dentro de la estructura: estuve en juveniles, hicimos un buen trabajo en División de Honor siendo campeones, algo que no es sencillo en un club como este.

Luego, en los tres años que estuvimos en el Promesas hicimos debutar a quince futbolistas en el primer equipo. Además, gran parte de los futbolistas que pasaron por nuestras manos están ahora en un equipo profesional. Eso me deja muy tranquilo, pues hicimos un buen trabajo con los chicos.

¿Cómo era en Valladolid el Ronaldo amigo?

No he tenido el Ronaldo amigo, sino el Ronaldo presidente de un club. Lo veía muy poco. Ronaldo, más que cualquier otra cosa, era un presidente que delegaba bastante. Mi labor era ayudar y mejorar a los futbolistas y que ellos estuvieran preparados para estar en una categoría por encima y luego convertirse en profesionales.

Cuando nosotros llegamos allí había un déficit importante de jugadores de Valladolid que llegasen a la etapa profesional, y nosotros logramos que esto cambiase y hoy haya varios que empezaron con nosotros desde juveniles: Arroyo, que ahora está en el Osasuna Promesas, Chuki en el propio Valladolid, Maroto, Aceves, que está en la selección… todos esos jugadores que empezaron con nosotros, tuvieron una evolución y ahora están ahí.

¿Y ahora qué?

Sigo analizando las ligas junto a mi staff a la espera de un proyecto que nos pueda llegar y nos dé la oportunidad de hacer un buen trabajo de verdad que tenga visibilidad. Cuando estás en una cantera, por más que trabajes, no vas a tener esa visibilidad, pues estás debajo de un primer equipo que es el que acaba acaparando todos los focos.

Quiero encontrar un proyecto en el que trabajar, implementar nuestras ideas, progresar y que la gente vea que hay unas ideas buenas, que los jugadores progresan, tengo un buen manejo del vestuario y hay una metodología que lo sostiene.

Me hablabas antes de algunos compañeros de promoción. Repasando, Xavi ya ha entrenado al FC Barcelona, Xabi Alonso está en el Leverkusen, Luis García estuvo en el Espanyol y Raúl lleva tiempo en el filial del Real Madrid. ¿Qué te ha faltado a ti para tener una oportunidad?

Para unos llega un poco antes y para otros un poco después. Xabi Alonso, por ejemplo, también comenzó en juveniles, luego pasó por el filial, tuvo un gran año, luego descendió, salió y al tiempo le llegó la posibilidad del Bayer Leverkusen. Cogió el proyecto de un equipo que estaba muy mal y él hizo un trabajazo. Con respecto a Xavi, estaba en Catar, terminó de jugar, le dieron un equipo ahí y luego llegó el salto al FC Barcelona.

Los otros dos casos son jugadores de la casa que han terminado entrenando al equipo. Si lo miras, de todos esos casos, el único que ahora mismo está es Xabi Alonso. Prefiero que la oportunidad tarde en llegar un poco más pero que cuando lo haga sea estable.

No me gustaría llegar, tener problemas e irte a otro sitio y que suceda lo mismo, porque entonces el mundo del fútbol considera que no eres un buen entrenador. Quiero llegar más tranquilo, pero con las cosas claras: si no tengo que coger un proyecto porque entiendo que no me van a dar la estructura necesaria que necesito para hacer un buen trabajo, voy a echarme atrás.

Y el Júlio Baptista entrenador, ¿cuál sería el gran jugador con el que le gustaría contar?

Con dinero es fácil. Lo más difícil es no tener medios y hacer que el equipo funcione. Eso es mucho más complicado que coger a un jugador que valga mucho y ponerlo a jugar, porque en la mayoría de los casos ese tipo de futbolistas va a funcionar.

Si observas el fútbol actual, hay muchos jugadores de primer nivel, pero a la hora de decantarte por uno, debes pensar también en cómo complementarlos y ver cómo combinan. Es muy fácil decir Mbappé, Vinicius, Lamine Yamal o cualquier otro, pues todo el mundo va a acertar. Yo, si tuviera que hacer un equipo empezaría por una espina dorsal con jugadores más veteranos y varios jóvenes con ganas y hambre para complementarlos.

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¿Te miras en algún espejo a la hora de entrenar?

Personalmente, te vas construyendo como entrenador tú mismo: con lo que has visto y las distintas experiencias que has tenido y vas teniendo. De esa forma te vas moldeando, vas viendo lo que funciona y lo que no y, en base a eso, te formas. Yo soy yo, no quiero ser otra persona. Soy exactamente las vivencias que he tenido en mi carrera. Ese es Júlio Baptista. No copio a nadie, pues si copias a alguien realmente no eres tú y no eres natural. Y lo natural funciona, algo que no sucede con lo forzado.

¿Y en cuanto a estilo después de pasar por tantos campeonatos?

Un mix. A lo largo de todos los años que he jugado, los distintos países en los que he estado te dan algo y eso te ayuda. El fútbol español es mucho más técnico pero con las líneas más juntas, por lo que normalmente si controlas mal no vas a poder jugar aquí. ¿Por qué? Porque un mal control es un balón perdido. En Brasil no es así, pues se juega mucho más posicional, por detrás del balón y con las líneas más anchas.

En Inglaterra, ahora con la llegada de los entrenadores españoles ha cambiado un poco la forma de juego con balón y se parece un poco más a España en este aspecto, aunque no se ha perdido la esencia, ese juego vertiginoso por bandas y atacar, que es algo que a mí me encanta.

También está el fútbol italiano, que es mucho más táctico en el sentido en que nunca ataco al jugador, sino que siempre dejo al contrario elegir y tomo la decisión después de lo que él haga. En Estados Unidos es un fútbol mucho más físico, como también sucede en Brasil.

¿Qué pregunta crees que no te he hecho y te gustaría responder?

Creo que me has hecho muchas preguntas (risas). Quizás, dónde me veo dentro de cinco años, que sería en una categoría profesional.

¿Y tienes que esperar cinco años, o puede ser antes?

Puede ser antes. No sé cuándo, pero si fuera en tres sería en tres y si fuera en dos, en dos.

¿España? ¿O no te cierras puertas?

No me cierro puertas. Es imposible saber las opciones y el lugar en el que puedes hacer un buen trabajo. A lo mejor te llaman un día desde otro lado y lograr progresar allí más rápido que en el sitio en el que tú habías pensado.

8 Comentarios

  1. Jose Andres

    «y por ahí apareció el Real Madrid para llevárselo a golpe de talonario» No podía faltar la pullita negativa contra el Madrid. Debe ser que al Sevilla le tocó el jugador en un sorteo del Carrefour al comprar dos packs de yogures y que el resto de equipos del mundo no utilizan el talonario. En fin, es lo que le pasa a los bobos que son devorados por el relato culerdo.

  2. ¿Todos los entrevistados utilizan «pues» como conector doscientas veces en la entrevista o es un latiguillo de quien transcribe? Se hace un poco pesado, pues resulta repetitivo.

  3. Jiningense

    La entrevista, ni fu ni fa. Iván Vargas tiene buenas entrevistas últimamente (muy buenas las de Balliu y Calderón) así que creo que esto es cosa de Baptista, que no suelta gran detalle de nada y me parece que responde como si estuviese en una rueda de prensa.

  4. Pingback: La poca vergüenza y ética periodística de Mediaset parasitando el trabajo a medios pequeños e independientes como Jot Down - Jot Down Cultural Magazine

  5. Habría que corregir la mención a que el gol de Baptista al Barcelona le sirvió al Real Madrid para romper una racha de 20 años sin ganar en liga en el Nou Camp, que es erróneo. Esa racha la rompieron 4 años antes en la temporada 2003-04 en un partido que el Real gana 1-2 con dos goles de Ronaldo Nazario

  6. Teniendo en cuenta lo que hizo en el Sevilla, me parece que el resto de su carrera fue decepcionante. En el Madrid lo recuerdo como un jugador con dificultades para controlar, conducir, o pasar la pelota.

  7. El Málaga fue eliminado (con muchas jugadas polémicas, entre ellas varios fueras de juego inexistentes) en cuartos de final de la Liga de Campeones, no en semifinales.

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