
La cadena de televisión danesa, DR, ha emitido una serie documental titulada Hijos de la elite que sigue a varios jóvenes que han tenido padres que han sido deportistas famosos. El elenco lo forman Jan Magnussen, Camilla Dalsgaard, Thomas Dresler y un ciclista con una de las carreras más polémicas, Bjarne Riis.
En su caso, lo más destacado no es su relación actual con su hijo, Christian Riis, esquiador, sino lo que revela de cómo fue la suya con su padre. Según revela, sus padres se divorciaron cuando él era muy pequeño. Desde entonces, se quedó con su padre, Preben Riis, y ya no tuvo mucho más contacto con su madre.
Para el pequeño Riis aquello fue duro e incluso traumático. Hasta el punto de que el ciclismo no fue solo una afición para él, sino un punto de escape. En este punto, coincide con la infancia y adolescencia de Lance Armstrong, con quien casualmente también mantiene paralelismos en cuanto al dopaje.
Según revela: «Tuve años muy duros con la familia. Es probable que montase en bicicleta para escapar». Sin embargo, su padre era un fanático del ciclismo y, de esta manera, encontraron una forma de comunicarse: «Si pienso en la relación que tuve con mi padre, casi podría decir que fue una relación profesional, centrada principalmente en el ciclismo, era ahí donde él me daba su apoyo como padre, y casi podría decir que, fuera de eso, no hubo mucho más».

Su padre fue más entrenador que padre y el ciclismo se convirtió en su relación entre padre e hijo: «Así era como recibía el cariño de mi padre. Todo el mundo busca eso: El reconocimiento de sus padres. Y eso era lo único que podía obtener de él y lo único que realmente teníamos en común».
De esta manera, el vínculo que se estableció entre ellos fue, por lo que se deja entrever, tóxico y altamente lesivo para la salud mental de un menor. Los recuerdos que Riis va desglosando son traumáticos: «Podía hacer una contrarreloj de 10 kilómetros y, cuando llegaba a la meta, tenía espuma en la boca. Mi padre solía decirme que, si no tenía espuma en la boca, era que no había ido lo suficientemente rápido».
Lo sorprendente llega después, cuando en un episodio Riis se lleva a su hijo al sótano de los recuerdos, donde conserva los maillots y recortes de prensa de su carrera. Trozos de periódico que su padre fue recopilando meticulosamente. En ese momento, Riis dice que pudo llegar tan lejos como lo hizo en su carrera gracias a su padre y la «relación profesional» que mantuvieron.
El problema, lo más emotivo para el ciclista, fue que llegó un momento en el que le pidió a su padre que se apartara de su carrera. «Fue el mayor error que he cometido en mi vida», dice emocionado. Tomó esa decisión porque ya se vio fuerte: «En algún momento, durante esos años de juventud y cantera, cuando empecé a cogerle el gusto a la selección nacional, le dije a mi padre: ‘Papá, para. Ahora soy yo el que controla’».

No obstante, recapacitó, le readmitió y… «mi carrera cambió cuando volví a contar con él. Y boom: entonces empecé a despegar». Ya metido en materia, se dio cuenta de que echaba en falta el apoyo de su padre para rendir más fuerte. Tras una mala racha de resultados mediocres, su director deportivo le pidió que volviera a Dinamarca y corriera durante una semana con su padre al lado. Con esa terapia, según cuenta, inició su ascenso hacia la cima.
Juegos Olímpicos de Atlanta
En la serie también aparece su mujer, Anne Dorthe Tanderup, a la que conoció en los Juegos Olímpicos de 1996. En Atlanta, ambos estaban en lo más alto. Él venía de desbancar a Miguel Induráin del trono del Tour de Francia, en los que fueron los años dorados del dopaje, y ella iba a llevarse el oro con el equipo de balonmano. Se enamoraron, fueron los Beckham daneses, y Riis rompió su matrimonio con Mette, madre de sus dos primeros hijos. Uno de ellos, Thomas, fue ciclista.
Ahora, el hijo de ambos presume en esta serie de que no le gustan ni el ciclismo ni el balonmano. Sin embargo, también le condicionó su familia. Cuando vivía en Suiza, hizo deporte de niño y se enamoró del esquí. En cuanto lo detectaron sus padres, le mandaron a una academia a Estados Unidos. Tenía solo 14 años. Ahora, sigue condicionado: «Admiro mucho a mis padres y sé lo ambiciosos que han sido, así que quiero mantener el nivel en la familia».
Hace cinco años, la revista Roleur completó el retrato de Riis. En una entrevista-reportaje, Mortel Okbo escribió sobre él: Cuando está de mal humor, puede volverse oscuro y molesto. El sarcasmo desagradable sustituye al humor, perturbando a quienes le rodean. A veces, parece que está intentando en serio convertirse en el hombre más solitario del mundo. Tal vez su instinto no sea confiar en las personas. La historia le ha enseñado que confiar puede significar un fracaso enorme».
En este encuentro, en cuanto a la familia, apuntan a lo contrario. Su madre no estuvo, pero su padre tampoco. Era un trabajador que apenas veía a su hijo. Lo crió su abuela, que fue quien «le inculcó valores de trabajo duro, disciplina y un sentido innato de justicia y equidad».
Eso coincide con otra entrevista en DR, donde Riis dejó recuerdos más amplios de esta etapa. Sobre su padre, lo que recordaba en esta ocasión es que se pasó la vida esperando que llegase a casa. Y eso más que al ciclismo, a lo que le aficionó fue a la música, concretamente la de Roger Whittaker. Eso también le supuso un trauma. A los 13 años quiso poner sus temas en una fiesta escolar y todos se burlaron de sus gustos.

Ahí también se dice que, en opinión de uno de sus hijos, si corría tanto con la bicicleta de niño era para llamar la atención de su padre. Incluso hoy, él tampoco se explica la obsesión que cogió con la bicicleta: «Debe haber habido una razón por la que lo llevé al extremo y me puse a entrenar de la manera en que lo hacía. Y lo disfrutaba. No era como si no quisiera hacerlo o lo odiara. Era mi vida, lo que estaba destinado a hacer. La pasión estaba ahí».
Luego lo que ocurrió fue que el entrenador nacional danés le dijo que no era suficientemente bueno, que tenía que abandonar el deporte y buscarse la vida. Eso le llevó a insistir más y, si no era en Dinamarca, marcharse del país: «El entrenador nacional me había dicho que pensaba que debía colgar la bicicleta. Es decir, que debería dejarlo. Dijo que no era lo suficientemente bueno. Así que pensé que había dos opciones: o dejarlo o irme del país. Porque no podía aceptar que el entrenador nacional me dijera que no era lo suficientemente bueno. También podría ser que lo dijera solo para presionarme y hacerme tomar una decisión. A veces eso también es bueno».
Un nuevo Bjarne Riis
Firmó su primer contrato en Luxemburgo y ahí ya no le quedó más remedio que darlo todo de sí porque no tenía otra opción en la vida: «sin tener idea de en qué me estaba metiendo. No era un gran salario, 800 euros al mes. Con eso no puedes ni vivir ni morir, así que necesitaba conseguir resultados para ganar un poco más de dinero».
Y ahí entró en shock: «También me di cuenta de que solo por firmar un contrato profesional, entras en un juego completamente diferente. Aunque hayas sido bueno como amateur, el mundo profesional es completamente distinto».

En Luxemburgo el ambiente no fue fácil, porque estaba plagado de «carreras amañadas, promotores mafiosos, dinero y drogas». Al principio, fue un shock, pero luego Riis «supo moverse en ese entorno». Acabó con Helicobacter, dice que por el estrés. Aún así, no fue hasta que se colocó como gregario de Laurent Fignon que encontró su lugar y aprendió a correr como un verdadero profesional.
Lo que ocurrió después es bien conocido. Se le atribuye la autoría de la frase «nunca he dado positivo» para defenderse de las acusaciones de dopaje, una confesión involuntaria que a estas alturas resulta hilarante. Su sucesor, Jan Ulrich optó por el «todos los hacían».
En Roleur confesó que, al contrario que muchas otras estrellas, a él todo esto le pilló sin saber cómo reaccionar: «Estaba solo cuando todo se vino abajo, era joven, no tenía mucha experiencia en la vida y no tenía ni idea de cómo manejar eso. Telekom me abandonó, no tenía a nadie alrededor que pudiera ayudarme como le pasó a muchos otros ciclistas».
Casualmente, con lo único que se emociona este ciclista caído en desgracia –que siguió recibiendo acusaciones de dopaje cuando pasó a ser director de equipo tras la retirada- es con la música. En la entrevista de DR casi llora al recordar la muerte de Whittaker y añade que la única forma con al que ha logrado encontrar el equilibrio musical en su vida ha sido con la música. Aparte del cantautor inglés, entre sus favoritos cita Christopher Cross, Spandau Ballet y Michael Jackson.
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