
Salió el debate sobre los desarrollos hace unos días.
Bueno, a ver, que les explico.
Estamos fuera de temporada. Fuera de temporada, ciclismo en ruta. Y, vale, hay Cx, y el Cx mola cantidad, y ahora todos sabemos la hostia de Cx, por lo de Wout y Mathieu, pero el Cx es Cx, y aquí lo que mueve hordas son Galibieres y Anglirus (y permítanme hiperbolizar, que es muy de estos meses). Así que salió el debate hace unos días. A raíz de cierta entrevista, a raíz de comentarios y respuestas de otros implicados. Tiene bemoles, el rollo…
Tiene bemoles porque la entrevista fue en Sporza, y la entrevista se la hicieron a Wout van Aert. Wout van Aert es un fenomenal rutero y un fenomenal especialista en ciclocross. Por ruta destaca, sobre todo, en adoquines flamencos y arenberguianos (Hautacames al margen). En Cx goza cual cochino en barro cuando… en fin, cuando hay mucho barro, cuando es casi imposible mantenerse sobre la bici, cuando debes traccionar cual tractor John Deere para un avance de cuatro metros. Que él, precisamente él, venga con estas chuminadas de pitiminí…
La chuminada en cuestión era, grosso modo, que si no deberíamos limitar los desarrollos en el ciclismo profesional, porque, de esa forma, también se limitaría la velocidad que alcanzan los ciclistas, disminuyendo (supongo que proporcionalmente) el número de caídas y la gravedad de estas. A su opinión, fundamentada como fundamentan los deportistas estas cosas, se sumaron otros del gremio, incluyendo exprofesionales como Chris Froome. Ah, también hubo monigotadas de monigotes, es lo que toca…
Vale, al lío. Porque yo creo que esto es la clásica tontuna que dices a principios de año, y que cuando lleguen La Cipressa y el paso por Bourg d´Oisans andaremos todos a lo realmente importante, olvidando milikadas de fría cellisca… Pero, precisamente por eso, porque ha de olvidarse como lágrimas en la lluvia (o en las pozas del Carrefour de l´Arbre) creo que puede molar darle una vuelta al rollo. Por aclarar conceptos. Por desenmascarar falacias…
Bien, viene lo de van Aert (que, insisto, trae bemoles que saque él tal asunto) por el «aumento» (luego vamos) de caídas en el ciclismo profesional, así como por el «aumento» (luego vamos) en la gravedad de las mismas. El primero nos importa, sobre todo, cuando afecta a los «grandes líderes», porque si hay hostión y se raspa el culo Anastasio Greciano pues no sale Wout a decir no sé qué (Froome igual sí, porque entrenar hora y media al día deja mucho tiempo libre). Vamos, que piensa en Itzulia, aun tanto tiempo después, creo, porque la (pos)modernidad es de un cínico bien bruto.
Vayamos por partes. ¿Van los ciclistas de fondo en carretera rápido? Sí, es su profesión, es su labor, es su anhelo. ¿Van más rápidos que hace años? Pues, miren, aquí voy a tocar un poco las narices… las medias han subido (y han subido dramáticamente, y lean el adverbio en lo que significa… dramáticamente), pero las velocidades máximas… no sé.
Hablen, hablen con cualquier pro de los ochenta, y les contará historias sobre bajar puertos en el Tour a más de cien kilómetros por hora. Hay una recta en Tourmalet, camino de Baréges, donde todos pillaban esa locura. Vean, ahora, videos sobre cómo estaban las carreteras entonces, y díganme si aquello no era «casi» suicida. O, por venirme cerca, los descensos criminales de La Sía y Alisas, más ochenteros que los Hombres G, que tenían bostas de vacas (antes había más vacas), baches como socavones (antes había más baches) y agua para aburrirte (antes llovía más). A mí aquello me parece más peligroso que lo de ahora, pero qué sabré yo.
(Ah, iban sin casco. Que no me entere yo de nadie que vaya sin casco).
Entonces… todo es opinable, digo. Aunque sí es verdad que lo de Wout va más por «velocidad sostenida» que por descensos loquérrimos. Vamos, que él nos habla sobre mover platos de sesenta dientes durante veinte kilómetros finales de cada llegada llanita, avanzando cual locomotora…
Otra vez al lío. Primero… hay que ver cómo mueven estos muchachos los platos de sesenta dientes, oigan, cuando hace dos décadas (que no es tanto, que yo sigo siendo joven, hostias) los culogordos metían un cincuenta y cinco en las cronos y ya nos flipábamos bastante. Ejem y otrosí. En segundo lugar habría que entrar a lo de si más desarrollo significa más velocidad, que va a ser que no, como han explicado con paciencia varios especialistas del asunto a raíz de las palabras de van Aert. Meter tuerca no se traduce automáticamente en avanzar rapidísimo, y bien lo sabe cualquier globero con ínfulas. Y si limitas los desarrollos… en fin, modificaremos las bielas, la postura, el entrenamiento para optimizar más revoluciones por minuto… y acabaremos (casi, creo) en la línea de salida. Porque el origen de estas velocidades no es (o no es sólo) mecánico. Y tener claro esto es mirarnos con sinceridad…

Primer inciso: también podríamos pensar si más velocidad equivale a más espectáculo, y si el espectador medio, desde su tele, distingue entre paisanos que hacen veintiún días a más de cuarenta de media o a treinta y cinco. Que de eso nunca se habla.
Debatíamos, dije, sobre limitar los desarrollos. Como con los chavales, como en categorías de formación. De limitar, pues, el porvenir y lógico proceso evolutivo de las bicis y los atletas. Ojo, es prohibir los «bañadores mágicos», es prohibir «las zapatillas saltarinas», así que tampoco nos llevemos a escándalo, ya sucedió antes. Meter mano a las bicis para lograr que nuestros muchachos vayan más seguros. O, mejor, que vayan más lentos y (en causalidad que analizamos ahora) más seguros.
Porque, pongámonos tiquismiquis, a lo mejor hay que meter mano a las bicis, pero no de esa forma. A ver, a mí lo de limitar desarrollos me parece fenómeno, pero yo lo haría al revés… qué coño son esas coronas con treinta dientes atrás, amigo, qué coño son. Luego ves que suben Fedaia como si fuera San Cipriano, y pierdes muchas gracias de este deporte, tanto a nivel estético (los chepazos son icono ciclista, y ya no hay chepazos) como deportivo (ya no hay posibilidad de clavarte y ya no hay, tampoco, petadas gordísimas de perder minutazos, salvo excepciones). Así que sí, limitemos los desarrollos, pero en lo bajo. Y devuélvanme mis paisanos tirando de riñones como perros…
Modulemos, también, otras cosas en las bicis. Los manillares estrechísimos, por pensar en algo, que pierdes fluidez. O esa chorrada de llevar las manetas de freno mirando a las dos menos siete, que no entiendo yo esa chorrada, que me parece peligrosa esa chorrada. Sobre peso, medidas y ángulos ya decide la UCI, porque se nos marchó el asunto hace un tiempo, e íbamos a terminar con monstruosidades que te levanta un lulú de pomerania.
Primer paréntesis: qué miedo cuando decide la UCI.
Segundo paréntesis, con anécdota… una vez un pez de gordo de cierta marca de bicis me contó sobre una máquina, hecha por encargo, que pesaba justos los cuatro kilos. El comprador hubo de firmar un documento en el que se comprometía a no usarla bajando o en llanuco, porque podía partirse. A eso nos dirigíamos.
Subyace, a las palabras de van Aert (y las respuestas de otros) una búsqueda de lo que podríamos llamar «falsa sensación de seguridad». Esa que nos lleva a suspender cualquier carrera con nieve o amenaza (no hablo del Gavia, que aquello no puede volverse a repetir… hablo de una tarde tonta por Palencia), esa que nos lleva a suspender cualquier carrera con lluvia (pero no tocamos las que se corren en Andalucía, pleno agosto… o las que pasan por esos países tan democráticos de Oriente Medio donde viven nuestros patrocinadores), esa que nos lleva a suspender (porque sí, porque queremos) las etapas largas (aunque hayamos acudido, como profesionales que somos, a esa prueba sabiendo previamente su composición), esa que nos lleva a suspender los descensos antes de un meta (o, peor aun, los dejamos en la disputa del parcial, pero que no cuenten tiempos entre los favoritos, porque si se nos esmorra un Gómez Pérez, verbigracia, nos la filfa bastante). Esa que, en definitiva, nos hace mancillar la entrada de una Trouée histórica poniendo obstáculos del Gran Prix solo para justificar… en fin, supongo que una buena pasta y algo de notoriedad pública…
Esa falsa sensación de estar seguros. Tan de hoy, también.
(Después, en las redes privadas de nuestros artistas, te encuentras con videos chulísimos a rebufo de camiones, rodando con diez centímetros de nieve, lijando curvas con tráfico abierto, haciendo caballitos en plena carretera y otras idioteces que dan mal ejemplo, dan mala imagen y dan mal rollo. Eso sí, luego en el Giro que no me entere yo que hay ningún Passo a menos de cinco graducos).

Pero, realmente… ¿hay más caídas en la actualidad? Yo creo que no… yo creo que hay más cámaras en todas las carreras y en todos los sitios, y así vemos casi cualquier cosa que pasa (aunque los vendehumos nos quieran contar lo contrario). Vamos, que esto es como pasar del sembrao en el XIX al Gran Hermano de Telecinco… pues claro que verás más folgueo… Llama también la atención que el problema de las caídas, si lo hubiere, sea «ir más rápido», y no otros perfectamente palpables (vuelvan a hablar con antiguos pros, que ellos saben de estos asuntos), como el pasar chavales tan jóvenes al pelotón (con su consiguiente falta de habilidad y madurez), los pinganillos apretando todo el rato (antes no tenías a un pesao diciendo «hay que entrar en cabeza en este barrio» tras cada curva), la incorporación al ciclismo de tíos que solo tienen buenos números en pruebas de esfuerzo, pero carecen de cualquier experiencia rodando en grupos grandes (se lo cuentas a Roger de Vlaeminck y te escupe en la cara), o esos frenos de disco que, de tan eficientes, nos prestan aura de invencible que provoca riesgos cada vez más grandes.
No sé, igual el asunto es más multifactorial de lo que nos quieren hacer ver.
Porque, volvamos a lo de antes… si queremos reducir velocidad quizá estamos enfocando mal el tiro. Que no todo es meter dientes al plato. Dan Bingham, ex Ineos y actualmente en Red Bull, apunta en esa dirección. Aumenten el peso de las bicis, dice, carguen obligatoriamente un bidón lastrado (mira, la vieja aspiración de Desgrange se hace realidad), introduzcan elementos que jodan la aerodinámica… No dejen que esto se convierte en el Grupo B de los rallys ochenteros. La velocidad puede (y solo puede) hacer las caídas más severas, pero la velocidad no es (o no es únicamente) la causa de tales caídas. Solo que, quizá, es la parte en la que queremos fijarnos, porque las otras nos señalan al emperador desnudo. O a las marcas y los ciclistas felices…
Es, en el fondo, el viejo dilema entre la modernidad y lo clásico, entre seguir avanzando, como parece dictar el impulso lógico, y no querer asumir las consecuencias que tal avance acarrea. O, si quieren verlo, es un debate de gran interés… pero que hemos asumido de forma chapucera.
Porque nadie quiere oír conclusiones, sino solo reafirmar prejuicios.
Desarrollos… como echo de menos al ciclista que iba clavado o retorciéndose. (Lemond coronando el Tourmalet 91)
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