Ciclismo

¿Por qué prefiero el ciclismo de antes? (o leve reivindicación de la mediana edad)

Es noticia
Stephen Roche y Sean Kelly, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Stephen Roche y Sean Kelly (Foto: Cordon Press)

Me comentan los amigos de Jot Down: oye… ¿tú prefieres el ciclismo de antes o el de ahora? Y yo, de natural gruñón, me dejo llevar por los demonios. Pero cómo… PERO CÓMO. ¿Hay que explicarlo, hace falta? Luego tomo aire, hago dos o tres ejercicios respiratorios, dejo que todo pase, el sol se está poniendo, el sol está cada vez más bajo, etcétera. Y reflexiono.
Oye, me han preguntado… Tendremos que responder a estos paisanucos tan amables.
Así que allá va.

Prefiero el ciclismo antiguo por la ética

Ummm…. vamos a ver… ciclismo clásico ¿y ética? No, venga… ¿en serio? ¿Ética? El deporte de Anquetil, el de Maertens. El de vender sprints, el de Roche traicionando, el de Lemond a por Boyer, el de Van Looy haciendo vacío a quien no le dijese «tú que eres tan guapa y tan lista, tú que te mereces un príncipe, un dentista». El de van Looy llamando paleto a Eddy, joder, para qué quieres más. El deporte de Stefan Schumacher, Riccardo Riccò, Danilo di Luca, Santi Pérez. El de David Millar y sus confesiones lacrimógenas. El de Lance Armstrong, innombrable.
Ese deporte.
Y ¿me hablas de la ética?
Pues miren sí. Pero nos explicamos.

Danilo di Luca, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Danilo di Luca (Foto: Cordon Press)

Vale, premisa inicial… no voy a meterme yo hoy con lo del dopaje (meterme, dopaje… ¿lo pillan?) porque tampoco es plan, porque no toca, porque ya hablo mogollón de veces, porque el cinismo va fatal para el cutis, porque no sé qué del fútbol y los baloncestistas americanos. Así que olviden rollo ético relacionado con jeringuillas y pastillucas…
(Qué desgracia, qué enorme desgracia, lo de las jeringuillas y las pastillucas).

Aclarado el asunto… el ciclismo de antes me parecía más ético. Y me parecía más ético en su desvergonzada, tronchante y descaradísima falta de ética. Porque esta peña iba de frente incluso cuando los veías venir de costao. O sea… citamos arriba a Roche, pero yo no creo que Visentini flipase con Sappada. Pero si Stephen era un mercachifle de saldos, un «dónde está la bolita, dónde».

No hubo, no, videos pidiendo disculpas, no hubo reivindicaciones de honestidad en redes sociales, no hubo mascaradas más gordas que la vijanera para esconder lo que todos habían visto. Miren la Vuelta de Kuss… pues lo contrario.
Así que sí, el ciclismo de antes era más ético.

Stephen Roche, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Stephen Roche (Foto: Cordon Press)

Pero es que también lo era (o lo parecía) desde otros ángulos. El currele, por ejemplo. Que antes había auténtico proletariado a pedales, tíos que sacaban perras en invierno poniendo paredes o descargando mercancías. Y eso te deja un poso que se traslada, después, al asfalto. Uno de mirar honesto, uno de saber cuánto cuesta lo que cuesta.

Está bien que ya no ocurra, no me malinterpreten, está bien que los contratos te den para vivir (y para sacarte buenos ahorrillos), está bien cobrar doce meses en vez de diez, tener garantizados subsidios, cotizar jubilaciones. No les hablo de esas cosas, sino de lo otro. Lo otro. Una… sí, ética. Multipliquen si provenías de lugares poco afines a esto de la bici.

Países, zonas. Los irlandeses, por seguir ejemplos… pues si estaban ahí es porque valían un huevo. Quienes escaparon de la pobreza, los que debían ordeñar vacas antes de entrenar, cuando éstas mugían, nerviosas. O Agostinho. Directamente, Agostinho. Siempre, Agostinho.

Las obsesiones, también, esa mezcla de francotirador y hombre orquesta. Flandiers que siempre serán flandiers, no importa el momento. Tíos grandes, acostumbrados a salir sin amanecer, a nieves y légamo. Hombros inmensos, barriguita en diciembre, muelas que se aprietan antes de Wevelgem. Frente a ellos… campeones.

 Bernard Hinault, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Bernard Hinault (Foto: Cordon Press)

Grandes, polivalentes, que pueden con todo. Eso diferencia el palmarés de la leyenda: no temer medirte al otro en su terreno. Y derrotarlo. Eddy amasando adoquines frente a de Vlaeminck. Hinault enfadado por Arenberg. Coppi, Bartali. Y, viceversa, clasicómanos clavaos arriba de Fedaia, reptando en Torri di Vajolet, Rik en El Escudo, Sean en Puy-de-Dôme.
Eso es la ética.
Y por eso me gusta más el ciclismo antiguo.

Prefiero el ciclismo antiguo por la estética

También por la estética, claro, porque la ética, guay, pero tendemos a estetas, que leímos a Baudelaire cuando jóvenes y nos caló hondísimo, oye, nos caló hondísimo.

Miren, de la estética es que hay tantas cosas… Están las bicis, y las carreteras, y los coches, y los comentaristas, y también quienes van dando pedales, y quienes dirigen a los que van dando pedales, y quienes escriben sobre los que van dando pedales, que el periodismo de hoy, con tanto chaval haciendo diez mil kilómetros para escribir luego cuatro mierdas felatorias al dominador de turno, da vergüencita…
Así que… la estética.

Jean Marie Leblanc y Pedro Delgado, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Jean Marie Leblanc y Pedro Delgado (Foto: Cordon Press)

Las máquinas, por ejemplo. Yo entiendo que hoy las bicis son mejores, y pesan como un primer plato de Michael Rasmussen, y llevan adelantos técnicos para llevar al hombre hasta La Luna, y cada uno de sus ángulos ha sido ajustado por la My Tanned Balls University con el fin de maximizar pedaladas… Pero a mí me gustan más las antiguas, qué vamos a hacerle.

A mí me gustan las bicis de acero (aunque tenga también de otros materiales), y me gustan las piñoneras chicas (aunque con ellas no pueda subir Mijarojos), y me gustan las palancas del cambio en los cuadros (aunque dé pereza, en pleno puerto, andar con esos asuntos), y me gustan los rastrales (aunque sea hostia fija las primeras veces, a no ser que tengas habilidad de circo).

Y me gustan… qué digo, me encantan, me apasionan, me rechiflan los cables por fuera, esos picachos con forma de medio velódromo que se alzan por encima de manillares, que parecen un perfil «Stelvio-Gavia», que te dan puntos de vista así, como si estuvieras detrás del camarógrafo. Ya sé que es mejor lo otro, y que soy un nostálgico de algo objetivamente superado, pero qué quieren…

Martial Gayant, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Martial Gayant (Foto: Cordon Press)

Y el entorno… todo lo que rodea. Miren, miren, nada que ver. A mí, las carreteras, me gustaban más las de antes. No para rodar, ojo, que esquivo Lunada como Murakami al Premio Nobel. Pero a nivel estético… pues nada que ver. Cada una tenía asfalto distinto, y veías grija, y parches, y zonas más pálidas, y otras más oscuras, y todo era reconocible y, también, asalvajao. Perfecto para teles y fotos.

Que esa es otra… lo de alrededor también lucía, eh, porque los espectadores tenían otras pintas, y no había imbéciles con bengalas, y no había imbéciles todos vestidos igual, y no había imbéciles con mamadas hasta el suelo y volver. O, si los había, se les notaba menos, porque no teníamos móviles y a nadie le rentaba correr junto a los ciclistas enseñando el culo, disfrazado de Felipe el Hermoso o gritando la dirección de su blog-canaldeyoutube-síndromedepeterpan. Ánimos, sí. Chiflaos, sí. Pero sin tanto gilipollas.

Luego están los detallitos. Automóviles, por ejemplo, que a mí me gustaban mucho los de antes (ahora se me hacen todos el mismo). Con ventaja adicional… al ser cacharros sin ningún confort (y no contemplarse ni lejanamente eso del aire acondicionado) propiciaba imagen icónica de directores, mecánicos y similares con medio cuerpo fuera del coche, pecholobo al viento, gritando tropelías. Porque eso del pinganillo es para hacer artículo aparte, huelga decir…

Yvon Madiot y Marc Madiot en el muro de Berlín (Foto: Cordon Press)
Yvon Madiot y Marc Madiot en el muro de Berlín (Foto: Cordon Press)

Así que los coches también me gustaban. Esas subidas del Tour con mogollón aparcados en cunetas, matrícula negrísima, casi siempre Peugeot, Renault o Citroën. Si hasta las fotos a color de cuando Merckx, por ejemplo, molan locamente, con esos amarillos que nunca se vieron tan amarillos, con los focos refulgiendo, con ciclistas patilludos y sudorosos…

Ciclistas a los que podías ver. Servidor defiende de manera irreductible el uso del casco, tanto en carrera como para los aficionaos (yo no lo dejo en casa ni aunque baje a por el pan). Pero, habremos de reconocer, la prenda resta glamour a la imagen. No hay cabellos que se pegan sudorosos a la sien, no hay calvas asomando, no hay patillas hasta medio maxilar. Busquen, busquen fotos de Ocaña y díganme.

O Roger de Vlaeminck, que no puedes ser más cool que Roger de Vlaeminck. Gorrita, como mucho, posición perfecta sobre la bici. El resto es innecesario. Las gafas tampoco ayudan a este tema, salvo si son tan sumamente mamarrachescas como para multiplicar actitudes. Mamarrachescas tipo «Pinchada de Chimo Bayo, luego after en el parking» (véase las de Virenque) o tipo «Gafas para soldar buques» (véase Phil Anderson en TVM, con el pelo de Phil Anderson en TVM, la cinta para el pelo de Phil Anderson en TVM y el maillot de TVM que tenía Phil Anderson en TVM… todo ello alcanza cotas de horteridad difícilmente igualables).

Acácio da Silva Mora, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Acácio da Silva Mora (Foto: Cordon Press)

Lo de maillots y coulottes es otro asunto. Miren, yo les seré claro… con Carrera aun podía entenderlo, por las gracieta del jeans y tal, pero… Todo coulotte que no sea un coulotte negro debería estar penado con cárcel. Todo. Si son blancos la cárcel debería estar en una isla, o algo así. Si se combina con un arcobaleno directamente pido garrote. Tranquis, es una broma. Aunque dos bofetones a Cipollini no le hubiesen venido mal (él bien que los repartía, y hoy algunos le siguen jaleando tontunas). Recuerden, coulotte negro, por favor.

En cuanto a los maillots… pues me vas tú a comparar. Miren el BIC, o el Molteni, miren el Brooklyn, miren esa preciosidad tan icónica de La Vie Claire. Y contrasten. Se te cae el alma al suelo. El maillot más bonito que llevó Indurain era el de Reynolds; después llegaba Banesto, temporada 1990.

Cómo pasaron de algo tan sobrio a meterle una caperuza roja en Follonica es objeto de estudio, la decadencia estética más acusada desde Kirk Cameron… Los años noventa fueron durísimos, sí, para todo lo que no fuesen horrores, intensidad y mucha tontería (citar a Nirvana es tan evidente que queda hasta feo), y se llevaron belleza y dignidad como lágrimas en la lluvia.

A mí denme el jersey del Peugeot, coño. Bueno, mejor se lo guardan, que es blanco y engorda…
Cómo no gustarte más el ciclismo de antes.

Prefiero el ciclismo antiguo por el espectáculo

Porque era más divertido. Y esa es la causa principal. Yo aquí vine por los gozos, que para sombras ya tengo libros y diretes. Así que quiero divertirme, y antes las bicis se ponían de una diversión brutal. Vamos, que había más espectáculo.

También del bruto, no vayan a pensar, con líderes caneando manifestantes (ese Bernard Hinault), con líderes insultando a otros (ese Bernard Hinault), con líderes enseñando sus testículos para responder preguntas de periodistas (ese Bernard Hinault), con líderes quedándose insensibles de las manos tras cabalgadas bajo la nieve (ese Bernard Hinault). En fin, si quieren un nombre pues… Eddy Merckx. Por cambiar.

Daniel Mangeas y Riccardo Magrini, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Daniel Mangeas y Riccardo Magrini (Foto: Cordon Press)

Y eso, que llevamos dos o tres añucos de jacarandas ciclistas, pero es que veníamos de un desierto desolador, uno que te quitaba sonrisas, uno con trenecitos chucuchús y ataques a 200 de meta (a 200 metros, claro) entre gritos de la tele y bochorno generalizao. Todos diciendo que la sociedad cambió, que el deporte cambió, que no se puede ganar De Ronde y luego subir al pódium del Tour (ejemplo aleatorio). Dos décadas como para poner la bici en wallapop…

Pero antes nanai, antes espectáculos gordísimos, antes era el asunto como para sacar dvds cada pocos días. Mira lo de Chiappucci. O lo de Pantani. O esas Clásicas, ay, esas Clásicas. La Vuelta en abril, tú, que era una carrera con menos desnivel que mis salidas del sábado, con menos puertos que una crono Palencia-Valladolid, y que gastaba furores cual concierto de Blur (pero sin pijos… vamos, muy diferente a un concierto de Blur).

Aquellas Vueltas… castañas deportivas con equipos sacaos del Rastro… sacaos de entre los vendedores del Rastro, digo, tú, tú, tú y aquel, comprad maillot estándar por Pryca y a ver si no hacéis el ridículo en la crono. Pero luego… pillabas cariño. Como a las cámaras que dejaban en las cimas de los puertos. O los ataques loquísimos de escarabajos c(h)ampanudos. Una maravilla.

Ya si nos ponemos pretéritos… si hablamos de Bernard, o de Anquetil, si te mentan a Tarangu, y a Orcières Merlette, a Lejarreta en los Lagos, Alberto Fernández, lo de Merckx bajando Allos y subiendo Pra Loup…
Jo.
Que noche la de aquel día.

¿Por qué prefiero el ciclismo antiguo?

Supongo que es hora del resumen. De recapitulación, conclusiones y similar. ¿Por qué prefiero el ciclismo antiguo? En pocas frases, Marcos, que no son fechas…

Marc Madiot, ciclismo de antes (Foto: Cordon Press)
Marc Madiot (Foto: Cordon Press)

Vale, les daré dos causas. Incontrovertibles, grabadas en piedra, imposible no respetar. Prometido.

Primero… me gusta más el ciclismo antiguo porque de ciclismo antiguo llevamos siglo y cachuco… en siglo y cachuco es fácil encontrar historiones, encontrar escapadas épicas, encontrar golfos, sinvergüenzas, asaltadiligencias, malandrines. Inocentes y culpables. En siglo y cachuco tiene usted todo lo que quiera… y mucho más. Ah, y con ventaja adicional… ¿sabes esas etapas aburridísimas, esas con las que cabecea irremediablemente? Pues de esas no nos acordamos. Son todo novelas-río.
Viva.

Y segundo… me gusta más el ciclismo antiguo porque… en fin… porque es el que hubo cuando yo era más joven. Y la nostalgia es sentimiento inherente al ser humano. Qué le vamos a hacer.

Bueno, y es que los maillots son preciosos. Regalen a sus seres queridos maillots del Molteni.
Nunca fallas.

4 Comentarios

  1. Jota down y sus nostalgias. Esto parece cada vez más «yo fui a egb». Cualquier tiempo pasado fue anterior pero fue cuando te desvirgaste en sexo, cine, música, libros y seguís buscando esa sensación.

  2. Domingo Ortiz Ortiz

    Yo fui ciclista del año 68 al 75 y me parece buenísimo esto que has escrito sobre el ciclismo de antes.En el año74 corrí 2 vueltas con el equipo Teka-Enero, Aragón-Bearn y 3 días de Leganés .Que fue de ese equipo??

  3. Estoy de acuerdo en lo poco que he podido leer. Arriva Italia es un libro interesante Pereda porque ahí TE MOLESTAS EN ESCRIBIR Y CUIDAR LA REDACCIÓN.

    Porque en los artículos como este no escribes: escupes palabras y es francamente desagradable leer constantes chascarrillos y sucesiones de palabras sin la más mínima construcción de frases. Con independencia de que esté bastante de acuerdo en cuanto al fondo.

    Para mí es un suplicio leer a este hombre. Una cosa es utilizar de vez en cuando un lenguaje coloquial y otra muy diferente hacer esta demostración de vulgaridad, impropia además de un paraíso como Cantabria.

    Yo no puedo leer a este hombre, pero bueno que él mismo. Si este es su estilo, casi barriobajero y él se cree por eso más auténtico y cercano al «pueblo», pues adelante. Lo bueno de todo esto es que estás en los estantes de deportes de una librería y cuando ves un libro de Marcos Pereda ya sabes qué es lo que no debes comprar

  4. Se te olvida lo más importante: ¡Antes salían a correr y si había una escapada a la aventura y a ver qué pasa!

    Hoy con las cámaras en todas partes, pinganillos y con los medidores de watios, oxígeno y su-puta-madre es todo un agobio porque intentan que esté todo supercontrolado… Y eso mata el espectáculo. Desde luego para mí desde los pinganillos murió el ciclismo real (y los medidores de todos esos valores lo remató)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*