La mañana de noviembre del 91 en que Magic Johnson enfrentó al mundo tenía un aire peculiar, estaba en sintonía con los acontecimientos que iban a suceder. El sol brillaba con una intensidad excesiva para la época del año, pero hacía un frío que pelaba en Los Ángeles. Parecía un presagio.
El Great Western Forum, escenario de tantos triunfos, tenía pinta de tanatorio. Magic no estaba rodeado de sus compañeros de equipo, ni había una multitud enloquecida coreando su nombre. Le acompañaban, en cambio, caras serias, cámaras ansiosas y un silencio muy elocuente que solo generaba ansiedad a todos los presentes para nadie acertaba a romperlo.
Earvin Johnson Jr., mejor conocido como Magic, le echó valor y no tembló delante del micrófono. De hecho, empezó sonriendo un poco, pero rápido se le borró de la cara esa mueca agradable. El anuncio no era solo la noticia de una retirada prematura, era una bomba en la opinión pública. El tabú de final de siglo, había llegado al baloncesto.
«Debido al virus del VIH que he contraído, me retiro del baloncesto profesional a partir de hoy», dijo Magic, con firmeza, pero visiblemente afectado.
Incluso los que ya lo sabían, se llevaron un disgusto. Y el silencio, bastante cruel, siguió helando a todos los presentes. Unas semanas antes, Magic había recibido la llamada de su médico, el Dr. Michael Mellman. El jugador tuvo que abandonar la pretemporada y recibir el diagnóstico: «Eres VIH positivo». Su mujer estaba embarazada de siete meses.
En ese momento, la enfermedad estaba asociada a la homosexualidad y el consumo de drogas. Su imagen pública iba a quedar hecha añicos. Pero dio la cara. Podría haberse escondido, retirado de los focos y haber llevado una vida discreta, pero la prensa no iba a perdonar una jubilación anticipada con sordina. Mirarían en su basura, le seguirían en su barco de pesca y no le dejarían en paz hasta saber cómo uno de los jugadores más importantes de la NBA había tomado esa decisión.
Quizá por eso dio un paso adelante. Aceptó entrevistas y se dedicó a educar a la población sobre el VIH y el SIDA. En Time Magazine lo dejó claro: «Quiero ser una luz en la oscuridad». Creó la Fundación Magic Johnson para la prevención del VIH/SIDA, especialmente centrado en las comunidades latinas y afroamericanas. Eso no quiere decir que fuese entendido, Por ejemplo, Karl Malone se quejó de que a través del sudor podría contagiarle en un partido. El tiempo iba a dejar a cada uno en su lugar.
En 1996, cuando Magic regresó al Forum, el público rugía enfervorizado. Daba la impresión de que habían viajado en el tiempo unos años atrás. En una jugada que sería recordada durante años, engañó a la defensa amagando un pase y luego se deslizó hacia la canasta para un tiro fácil. Metió 19 puntos, dio 10 asistencias e hizo 8 rebotes.
Simbólicamente, aquello fue un hito para todas las organizaciones que defendían la dignidad de los enfermos. Sin embargo, conforme avanzaba la temporada la realidad se abrió paso y se notó que ese jugador ya no era el que era. De hecho, llegó a tener roces con sus propios compañeros.
Al cabo de 32 partidos, decidió no estorbar y se retiró por segunda vez. Esta, la valentía con la que afrontó públicamente el VIH, podríamos decir que fue la primera inversión exitosa que realizó. Y la más importante, porque fue en sí mismo, pero lo que siguió fue algo inenarrable. El jugador de la NBA se convirtió en empresario y siguió mereciéndose su apodo de Magic. Multiplicó el dinero.
Hay gente que nace con un talento innato y gente que nace con varios. Para Johnson, pasarse de lleno al mundo de los negocios no tuvo ninguna dificultad. Lo hizo con la misma facilidad, habilidad y dotes con los que jugaba al baloncesto. Encima, con una gran sonrisa. En el mundo del business, de corbatas y reuniones a las ocho de la mañana, también logró desplegar un magnetismo personal incomparable.
Ya se había metido en el mundo de los negocios bastante antes de retirarse. Era muy consciente de que otros como él, después de haber vivido como reyes durante su carrera, acababan sin un duro sus años como profesional cuando no llenos de deudas. A veces por malas decisiones financieras, a veces por falta de previsión. Aquí a Magic le vinieron bien los consejos de su padre, que había sido toda su vida un abnegado trabajador de General Motors y había puesto al corriente a su hijo de que te puedes buscar la vida, pero siempre es mejor ganártela.
Antes de retirarse en 1991, Magic ya había comenzado a experimentar con pequeñas inversiones. Tenía una empresa de camisetas, y tras la victoria de los Lakers en 1988, más de 150.000 fans compraron las que él y sus compañeros lucieron durante la celebración. Fue una lección temprana y reveladora: las marcas, cuando se manejan correctamente, tienen un poder que puede mover a las masas. O mejor dicho, mover el dinero de su bolsillo al del propietario de los derechos de la misma.
Pero lo sorprendente fue que Magic tuvo una visión que trascendía las dinámicas más rudimentarias del capitalismo. En los muchos viajes que hizo en Estados Unidos de ciudad en ciudad no le faltaron muestras de la degradación que supone la desigualdad que reina en ese país. Había barrios enteros que se caían a cachos. Ahora es un lugar común, que se ha dicho en películas y series, pero los niños afroamericanos cuando veían vídeos de escenarios bélicos en las noticias, se quedaban sorprendidos: «Están mejor que nosotros».
El movimiento clave lo hizo en los 90, cuando se asoció con Howard Schultz, el hombre que estaba detrás de Starbucks. Ambos se complementaban perfectamente, querían llevar su modelo de negocio, que desprendía sofisticación y servicios, a los barrios donde no había nada. En determinadas zonas, un lugar para degustar café tranquilamente y echar la tarde era un lujo inalcanzable.
La propuesta no estaba exenta de riesgos. Los ejecutivos de Starbucks temían que las tiendas en zonas desfavorecidas no tuvieran el mismo éxito que habían tenido en las zonas residenciales de la clase media. Pero Magic, con su sonrisa contagiosa y su habilidad innata para seducir a los demás, convenció a Schultz de que valía la pena intentarlo: «Mira, Howard», dijo Magic, acercándosele a la cara en una sala de reuniones de Seattle, «la gente en nuestras comunidades quiere lo mismo que todos los demás. Quieren un lugar limpio, cómodo, donde puedan disfrutar de un buen café y sentirse respetados».
Con esa idea como bandera, Magic abrió docenas de Starbucks en los barrios más dejados de la mano de dios de todo Estados Unidos. Y fue un éxito rotundo. Las tiendas no solo generaron ingresos impresionantes, sino que también se convirtieron en centros de reunión muy frecuentados. Lo que nadie se atrevía a hacer es lo que hizo Magic, y donde nadie querría haberse metido. El dinero pensaba que introducirse en esas zonas iba a ser enfrentarse a la marginalidad y fue lo contrario, Magic demostró que eran mercados suculentos si se sabía acceder a ellos con la sensibilidad necesaria para leer lo que necesitaban sus vecinos.
Siguiendo con esa línea, mientras sus Starbucks triunfaban, dio un salto de nivel y se puso a abrir cines. La falta de oferta de entretenimiento en estos lugares no se reducía solo al café. En 1995 abrió los primeros, los Magic Johnson Theatres, en Crenshaw, un barrio de Los Ángeles que llevaba décadas degradándose.
Antes de inaugurar el cine, organizó reuniones con líderes comunitarios, también con los miembros de las pandillas locales. Les pidió que respetasen su negocio. Les dijo que no era solo un negocio, que iba a ser un servicio para todos. Y funcionó otra vez. Se llenaron. Los vecinos acudieron en masa. Levantaron los barrios antes de que la gentrificación los pusiera en órbita.
A continuación, Magic fue a por la vivienda. Eran, como bien advertían los citados críos, escenarios bélicos. Los descampados eran insalubres y muchos edificios se encontraban en estado de ruina. Su empresa, la Canyon-Johnson Urban Funds hizo negocio rehabilitando viviendas. De paso, como responsabilidad social corporativa, se puso a dar becas universitarias con la Magic Johnson Foundation a los estudiantes de estos barrios. Ha dado más de diez mil.
Había empezado con una fortuna que no llegaba a los 200 millones de dólares. Actualmente, según Forbes, cuenta con 1200 millones. Es el cuarto deportista más rico de la historia detrás de Michael Jordan, Tiger Woods y LeBron James, pero con una diferencia importante, cuando él jugaba no se habían desarrollado las fuentes de ingresos por publicidad y derechos audiovisuales que hay en la actualidad. Magic se ha forrado, pero después. Cuando ha invertido lo ganado.
Una de sus últimas inversiones, en 2015, fue hacerse con EquiTrust Life Insurance, una aseguradora especializada en jubilaciones, ahora es la mayor del país en manos afroamericanas. Magic se encarga de dejarlo claro en su web. Su target siguen siendo los que menos tienen.
Ocurre lo mismo con el deporte, su cartera de equipos de fútbol está presente en todas las disciplinas: cuenta con los Washington Commanders de la NFL, Los Angeles Dodgers de la MLB, Los Angeles Sparks de la WNBA y el equipo de eSports Team Liquid. Sin embargo, uno de sus últimos movimientos, hacerse con el equipo de fútbol femenino Washington Spirit. Ha visto que el fútbol femenino es un negocio emergente y con un gran futuro, sobre todo en Estados Unidos. Se forra, sí, pero nunca abandona la senda de enfocar sus negocios a inversiones dirigidas a quien más lo necesita.
¿Por qué? Pues porque los ancestros de Johnson hay que buscarlos en los campos de algodón de Carolina del Norte y Mississippi. Hay registros de una tal Ferebe, madre de Willis Staton, uno de los tatarabuelos del jugador, en una plantación de Cool Spring. Los documentos que se pueden consultar son ni más ni menos que la herencia que legaba en su testamento: 250 esclavos, con nombre y apellidos.
Aquel lugar, de cool no tenía nada. Era un espacio de brutal explotación. Otro antepasado de Johnson fue Ben Jenkins, que logró escapar de las plantaciones enrolándose en el Ejército de la Unión en 1863. Llegó a sargento, pero la liberación por la que luchó fue muy relativo. Todos los derechos quedaron rápidamente conculcados por interpretaciones sui generis de la Constitución que llevaron la segregación hasta el siglo XX, a menudo acompañada de escenas de violencia, como las del Ku Klux Klan.
En la Gran Migración en la que las familias negras huyeron del sur, los Johnson se asentaron en Michigan. El padre, como se ha dicho, fue a parar a una fábrica, pero la vida tampoco fue tranquila. Lo mismo que ocurrió en el Boston de Larry Bird, cuando los niños negros pudieron ir a la escuela con los blancos, se desató una violencia urbana sin precedentes. En ese ambiente y con ese pasado se crió Magic, nunca lo olvidó.
Lo que es impresionante es cómo ha llegado a enriquecerse tratando de hacer negocios que beneficiaban a familias como la suya. Magic Johnson Enterprises, la empresa que lleva su nombre, en 2000 empleaba a más de 20.000 personas. A todos los negocios citados, a su imperio hay que añadirle la adquisición de SodexoMagic, una firma de alimentos sostenibles, la compra venta de centros comerciales y la renovación de infraestructuras como aeropuertos.
De remate, da conferencias millonarias para explicar lo bien que se lo ha montado, pero es cierto que no es fácil encontrar a alguien que haya sido capaz de enriquecerse de esa manera teniendo en cuenta las luchas de sus ancestros, la ética de trabajo de su padre y la promesa de un futuro mejor para las nuevas generaciones que crecen en entornos degradados.
En el 91 los Bulls ganaron a los Lakers, no al revés.