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Tete Rodríguez: «Si el bolo palma montañés cae en Catalunya o País Vasco ya sería deporte olímpico»

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Tiene, el bar, aire setentero. Abigarrado de cosas, carteles con helados a medio desteñir, mesas de madera, sillas que hacen ruido al mover, una barra y detrás botellas de licores que igual ya ni existen. Fuera jardín, praos, piscinas, pistas de tenis y fútbol. Ah, y el corro. Cuántas veces no habrá ganado aquí concursos…

Llega con su corpachón grandote, con sus canas, con esa mano que rodea la tuya al saludarte. Llega y algunos le miran de reojo, porque los más le conocen. Tú dices, en Cantabria, «Tete» y sobran apellidos, sobran detalles. Te refieres a él, porque Tete solo hay uno, tan grande es su figura.

Emilio Antonio Rodríguez Seara (Treceño, 1950) es un mito. Icono generacional, alguien cuyo aura trascendió al mundo de los bolos (del bolo palma montañés). Allí, desde el rincón de este juego que es tradición y raíz, de este deporte que es pueblitos e infancia, se fue construyendo Tete el mayor palmarés que jamás ojos hayan contemplado. ¿Inalcanzable? Pues habrá de verse, pero será en décadas que vengan. Es, a día de hoy, absolutamente incomparable.

Pero tiene, Tete Rodríguez, algo más. Algo que engancha, que atrae, que seduce. Algo que, sí, le hizo saltar boleras hasta ser figura social, alguien querido y reconocible desde Unquera hasta Mioño, de Suances a Mataporquera. Carisma, si quieren, ese carisma auténtico y desinteresado, ese que no cultivas sino que sale así, solo, sin esforzarte. El que vive aun por encima de su poseedor.

Hablamos con Tete de todo eso. Del público pidiendo emboque, de Seve Ballesteros o Emilio Botín. También, claro, de tomarse tres frascas, de los viajes hasta Madrid en moto (dos personas), de cómo era Cantabria antes y cómo es hoy, de boleras y pueblucos. De todo eso, quién mejor que él para contarnos.

No todos los días puedes entrevistar a alguien que es el mejor de todos los tiempos en lo suyo. Hoy hemos tenido esa fortuna, espero que no me tiemblen la voz…

En las fotos me puedes sacar bien, pero guapo ya… Tenías tú un flequillo en los ochenta que… Madre mía, es verdad… en cada bola que tiraba tenía que hacer así (hace gesto de apartar el cabello de los ojos). De toda la vida. Y mira tú en lo que hemos quedado (sonríe), ahora me corto el pelo yo solo, maquinita y fuera.

¿Emilio Antonio o Tete?

Me da igual, como prefieras.

¿De dónde viene lo de Tete?

Pues no lo sé, no sé si es diminutivo de Antonio, porque en el pueblo había otro que se llamaba igual que yo, Emilio Antonio, y nos llamaban Tete a los dos allí, en Treceño. Tete el de Nuria y Tete el de Susa, de críos. Eso o que nos gustaba chupar del chupete hasta mayores, yo qué sé. No tengo ni idea, la verdad.

Pero tu hijo, por ejemplo, es Miliuco (su hijo se llama igual que él, Emilio Antonio).

Sí, Miliuco, pero oye, cada uno… No sé porqué será, no tengo ni idea.

¿A ti te lo empiezan a llamar en Treceño?

Sí, yo he sido Tete toda la vida, de chaval si me llamaban Emilio no miraba para atrás. Yo el Tete.

Tú sabes que ahora en Cantabria decir «Tete» es referirse a ti… solo hay uno.

Sí, Tete Rodríguez y nada más. No me gusta lo de «el»… cuando me llamaban «el Tete». Eso no me gusta, suena como a caco, a delincuente. Ahora ya me lo han quitado, y es Tete a secas.

Y en casa ¿cómo te dicen? Tu mujer, por ejemplo.

Emilio.

¿Y cuando se enfada?

Entonces me llama de todo (ríe). Y muchas veces tiene razón, ¿eh? Muchas no, casi siempre…

Tú naces en 1950, en Treceño.

En Treceño, sí, en el barrio de Hualle. La casa donde nací sigue existiendo, la tiene mi hermana. Teníamos dos casas allí, al morir mis padres ella quedó con casa y yo con cuadra.

¿A qué se dedicaban tus padres?

Mi padre era un obrero mixto, como antiguamente… Tenía sus cuatro o cinco vacucas y trabajaba en tejeras, en canteras, en la construcción, en todas partes. Primero fue a Cádiz, a hacer fortuna, pero tuvo mala suerte.

Un jándalo (cántabro que emigra a Andalucía).

Sí, estuvo trabajando allí, de encargado en la cantina de la estación de Cádiz. Pero, bueno… no sé por qué o por qué no, creo que era un poquitín vivachas, que le gustaba la juerga, y no hubo… Se volvió para acá y se dedicó a trabajar, sus vacas, sus empresas…

¿Eran de Treceño?

Sí, los dos. Uno de Hualle y mi madre de más arriba, de La Herrería.

¿Cómo era aquel Treceño cuando Tete Rodríguez era niño?

Treceño es un pueblo que tampoco ha crecido mucho, la verdad. Entonces era el clásico pueblo de toda la vida… diversiones estaban los bolos y poco más, de jovenzuco íbamos a pasear con las chavalas por la carretera, para arriba y para abajo, no había otras cosas. Así que todos los de la edad mía saben jugar a los bolos, ahora ya hay muy pocos que sepan, es una pena.

A ti no te gustaban mucho, los bolos.

Me han gustado ya de mayor, cuando ya casi no podía ni jugar (sonríe). Pero de joven no, de joven… yo creo que la liga de invierno se inventó por mí, porque no empezaba a entrenar hasta casi el verano, no tocaba una bola, estoy convencido de que hicieron aquello para que yo entrenase antes.

Es que hasta San José no hacía nada de nada. Y entrenar lo justo, eh, no aguantaba más de media hora. Mira, yo he ido a jugar concursos por ahí, tiraba lo que me tocaba a mí y después me largaba, a dar una vuelta, a pasear, para un lado, para otro… Después ya, con la edad, sí… siempre me ha gustado mucho la Liga, concursos individuales bueno, vaya… pero la Liga sí.

Es curioso con tu palmarés, pero me dices que has sido más jugador de Peña que individual.

Sí, me ha gustado más, es muy bonita… La Liga es preciosa.

¿Cómo recuerdas al Tete niño?

Yo era un chaval muy tímido, como soy hoy… muy delgadín, cuando fui a la mili pesaba sesenta y seis kilos, ahora estoy más fuerte, imagina cómo estaría con diecisiete años. Y, lo que te digo, jugábamos a los bolos en el pueblo, no había otra cosa. Mi familia tuvo un bar, el bar de Nando Rubín, y yo armaba muchos bolos, eso siempre me ha gustado, el armar.

Antes es que se jugaba mucho a los bolos, después de salir de misa jugaban todos los vecinos, arriba los gananciosos (modalidad en que se mantiene en la bolera la pareja que gana una partida, como ocurre en futbolines o billares), y venga y venga, y yo armando. Y por las noches hasta las tres de la mañana estaban. Me recuerdo porque mi tío dejaba una caja de vino y dos cajas de cerveza fuera, en la bolera, y al día siguiente le pagaban.

¿Y a ti cuánto te pagaban por pinar bolos?

Me acuerdo de que en los partidos de Liga pagaban quince pesetas y una cocacola. Y cuando armaba a gente del pueblo pues depende… uno me daba dos reales, otro quince céntimos, igual otro me daba una peseta.

Era dinero, quince pesetas.

Sí, entonces sí. Fíjate si me gustaba armar que junto al campo de fútbol, donde juega el Valdáliga, había una bolera al lado de la carretera general. Pues hasta allí bajaba a armar, todos los días. Y a medio camino había una cueva… Yo soy muy cagón, siempre he tenido un miedo de la madre que lo parió… Iba por allí, pim, pim, donde estaba la iglesia, subía un poco hasta la cueva y esperaba a que viniera un coche, que entonces pasaba uno cada mucho tiempo, imagina… y eso, esperaba y cuando venía el coche, ras, echaba a correr como un tiro para pasar la cueva con el coche, por el miedo que tenía. Así era la cosa, pero bajaba todos los días a armar y volvía para casa con dos, cinco pesetas.

¿Tú recuerdas la primera vez que jugaste a los bolos?

Pues no sé, toda la vida, de chiquillos… Competiciones a partir de juvenil, ahora van infantiles, alevines, benjamines… Yo eso nada, yo empecé en juvenil.

Que marchaste a San Vicente del Monte, ¿no?

Efectivamente, en la peña de San Vicente del Monte. Mi primer torneo recuerdo que fui en bicicleta, desde Treceño hasta Barcenaciones.

Ese le ganaste.

Sí, le gané, la bolera estaba al lado del bar, en una plaza, todavía está allí. Fuimos otro chaval y yo en bici, él también se llamaba Tete. Quedó cuarto y yo gané.

Y para subir a San Vicente del Monte también en bici, imagino.

O andando, cuatro o cinco kilometritos, sí. Recuerdo que aquel año ganamos la Liga imbatidos, no perdimos ningún partido.

¿Conservas amigos de aquel tiempo? Los del pueblo, digo.

Todos, hombre, todos. Ahora voy poco, antes iba más, pero es que ya no tengo a nadie allí. Familia, primos, pero voy poco. A parte de que mi familia es un poco… cómo se dice… descastada. La familia de mi mujer están todos muy unidos, la mía somos… nos llevamos, y tal, pero nada más.

Muy cántabro, ese carácter.

Eso es.

Y con esos amigos que conservas… ¿Cómo quedáis, qué hacéis?

Pues a tomar el blanco, los vinos por las tardes. Ahora, por ejemplo, quedamos todos los jueves una cuadrilla buena, los que somos de bolos y tenemos ya unos años. Pues todos los jueves, en Torrelavega, a tomar un vino, estamos allí dos horas o tres… Vienen Fuentevilla, Marcos, Ahijado, Fidel Linares… Todos los jueves. Primero tomamos un vino en Torres, en Sampedro, y después a Torrelavega.

No habrás jugado pocas veces en Sampedro tú…

No tantas, yo solo iba con partidos de Liga. Mis hijos mucho, que ellos jugaron en la Peña.

Pero tú cuántas veces has podido enfrentarte a Sampedro en la Liga de Bolos.

Ah, pues no sé… desde que empezó la Liga, en el cincuentaitantos. No sé exactamente cuántas Ligas habré jugado, pero igual treinta o así, alguna más.

Federado estuviste casi medio siglo.

Son años, sí.

Volvemos a los principios, a San Vicente del Monte. Entiendo que también trabajas, aunque eras un chaval.

Sí, porque yo empecé a trabajar de joven, de albañil. Estuve también vendiendo vinos con uno de Comillas, un tal Vallín… fue la primera vez que me dieron de alta en la Seguridad Social, por el setenta o así, que antes trabajabas… ya sabes, tenían asegurados un número de obreros sin nombre ni nada, y cuando alguno se ponía malo metían a otro y ya.

¿Vas hoy por la zona y aun ves casas que has levantado con tus manos?

Sí, hombre, claro… Sobre todo en Ruente, en Cabuérniga hicimos unas cuantas, en Vernejo…

¿Eras bueno como albañil?

Me defendía, de hecho en mi casa poco a poco he ido haciendo cosas yo.

Y después estuviste vendiendo vinos.

Pero poco tiempo, porque no valía. Soy muy parco en palabras, y para ser vendedor hay que tener mucha jeta, mucho papo. Lo dejé enseguida. Eso fue cuando estuve en Comillas jugando… primero jugué en la Peña Corral de Treceño, luego fui a La Rabia, después La Rabia se pasó a Comillas, a El Chozo, que era una bolera preciosa, con una finca alrededor, un muro alto… En el Casal de Castro, estaba (hotel clásico de Comillas, hoy cerrado).

¿Sigue existiendo esa bolera?

No lo sé, no lo sé… Existirá pero estará perdido, lleno de bardas. El otro día leí en la prensa que el edificio se está cayendo a pedazos, y es una pena.

¿En Comillas coincides con Tinín?

No, en La Rabia. Tinín vivía en Madrid, como Murillo, y venían los dos cada quince días a jugar los partidos. Supongo que les pagarían el desplazamiento y tal. La Rabía lo llevaba un hombre que tenía mucho parné, le decían Pepe Bolo. Él fue quien me fichó a mí… mi primer fichaje. Un seiscientos, me dieron. Un seiscientos de tercera mano o así, no vayas a pensarte.

A ti te han fichado siempre por especies, ¿no? Primero un coche, luego un piso y después una casa.

Más o menos. Primero trabajo en la Textil, después fui a Rotella y me dieron un piso, y luego al renovar me hicieron una casa. Salimos mal y fue un asunto desagradable, prefiero no recordarlo, no quiero más jaleos. Después fui a Roper, a la empresa y a los bolos. Y allí me retiré de las dos cosas.

En la Textil te dan trabajo y además cobrabas en la peña.

Sí, hombre, un dinero cobrabas, de aquella muy poco. Ahora para acá hubo un momento que más, con el boom de la construcción, ya sabes, porque todas las peñas estaban patrocinadas por empresas del sector. Luego la construcción se vino abajo y bajó mucho el asunto. Antes un jugador igual se aproximaba a los 55.000 euros por jugar la Liga tres meses, eso es ganar dinero. A mí ya no me cogió, yo gané la mitad. Pero mis hijos algo rasparon (sonríe).

Tú en la fábrica, en la Textil, tienes que dar el callo, no eres el típico que está figurando…

Ah, no, yo es que como no estudié… pues me tiraba las ocho horas de trabajo de pie. Físico no era mucho, estaba en la engomadora, donde se le echa la goma al hilo para poder tejerlo. Allí estuve diecisiete años. Ocho horas, y si podías meter alguna hora la metías, porque tenías tres hijos y el sueldo de la Textil era muy bajo. Ahora también está algo mejor.

Y después pasas a Santa María del Sel, a Helguera.

Sí, allí jugamos uno o dos años, y después bajamos a Torrelavega.

La bolera de Santa María del Sel ya no existe.

Yo creo que sigue, pero no juegan. Al lado de la iglesia, con sus gradas y todo. Si no la han tirado, claro, no lo sé exactamente.

Tú irás por un montón de pueblos y recordarás boleras donde ahora ya no hay, o boleras que se han perdido.

Por desgracia, sí, muchísimas. Donde vivo hoy, en Mazcuerras, no hay bolera, fíjate, con todos los campeones de España que han salido de ahí… y no hay bolera. En Treceño tampoco… bueno, donde me pusieron a mí el busto sí que hay una, pero de bares. Que está bonito, eh, por lo menos van todos los viernes a jugar y lo pasa bien la gente. Eso se ha recuperado. Antes se jugaba en Tercera, pero hay que pagar unos dineros a la federación y tal, muchos no podían. Así que ha surgido lo de la Peña de Bares, que lo hacen entre ellos. Una cosa seria, no vayas a pensar. Todos los viernes a las ocho de la tarde, yo voy a verlos a veces, lo pasan bomba. Me río muchísimo con ellos, porque sufren…

¿Son muy malos?

Muy malos, muy malos… para tirar dos sufren como que…

Ahora en Cantabria eso que decías antes de ir al blanco y echar una partida de bolos… es complicado. Casi no hay boleras en bares y demás.

No, se juega más en Torrelavega y Santander que en los pueblos, ya no hay boleras en los pueblos.

¿Y por qué crees que pasa eso?

Yo creo que es porque en todos los pueblos hay una pista de tenis, una pista de baloncesto, un campo de fútbol, y a los chavales lo de pinar bolos y tal les cuesta. En lo otro aunque seas malo corres, te diviertes… Han venido las escuelas de bolos, pero no acaban de cuajar. Las escuelas, además, creo que están mal montadas, porque parecen más guarderías que escuelas, te vienen los padres con el chaval, «oye, aquí te lo dejo, a qué hora vengo a buscarle», se largan y te dejan con veinte o treinta chiquillos… Te ves loco para que no hagan alguna, peguen con bolas… No te ayuda nadie y es difícil, una persona sola con treinta chiquillos, ¿qué haces? No te da tiempo a explicar nada.

¿Tú siempre has vivido en un pueblo?

Sí, por suerte. A mí Torrelavega y Santander nunca… Yo prefiero campo, a mí me meten ahora en un piso y no sé… Lo llevaría porque tienes que llevarlo, pero ¿tú sabes lo que es pasear por las callejas, por las pistas?

¿Cuál es la bolera más rara donde has jugado?

Una en Aloños, creo, que estaba en una cambera. El tiro estaba a un costado, hacía un poco de curva y tenías que ponerte a un lado para ver de frente los bolos.

¿Y boleras techadas?

La de Teka, también una en Beranga, otra hubo en Sarón, que yo no la conocí. La de Beranga estaba ya abandonada, pero a uno se le antojó recuperar y nos llevó a unos cuantos invitados para jugar allí. Y luego en Hoznayo, la de Los Pasiegos. Y así rara en La Casa de los Bolos, que debajo hay garajes.

¿Más boleras «distintas»?

En El Dueso, me acuerdo, en la cárcel de El Dueso.

Sigue habiendo bolera allí, están todo el día jugando.

Pues yo con un miedo de la madre que lo parió, tú. Saltaron, le daban patadas a las bolas, cogían los bolos, a uno que iba con nosotros le mangaron la chaqueta, había unos trofeos y de repente desaparecieron los trofeos. Y yo, «Tete, Tete, tú aquí ni te muevas». Luego hablaron con los cabecillas y volvieron a aparecer los trofeos. Después fuimos abajo, hubo un lunch, recuerdo, y mira el miedo que tendría que me estaba meando y digo «no entro al baño a mear ni loco, hay uno allí escondido, me coge y dice que si no le dejan salir pringaba al Tete». Fíjate qué miedo. Aun vuelven todos los años y yo no volví más.

¿Y la bolera más bonita donde ha jugado Tete Rodríguez?

Para mí la de Selaya, una bolera antigua, de toda la vida, con unos árboles enormes… Y muy difícil de jugar, que tiene birle larguísimo, casi tienes que jugar de birle como de tiro. Catorce metros tiene de birle… tenía, que ahora ya no…

Es que no todas las boleras son iguales, es algo que sorprende al recién llegado a los bolos.

No, no tienen nada que ver unas con otras. Ahora te exigen unas medidas mínimas y máximas, eso sí.

Siempre se dijo que la de Puente San Miguel era muy complicada.

La Bolerona, otra bolera preciosa. Birle largo, pero de ancho normal. Tenía, creo, diecisiete metros de birle y como treinta de tiro. Se jugó hace poco una competición desde veintidós metros (el máximo habitual es veinte), pero no cuajó. Igual antes hubiera cuajado mejor… ahora es que se tiran muchos bolos, y ponerte allí a ver como hacen doce, trece, pues no tiene gracia. Hubo un desafío de veintiséis metros, creo, que jugó Ramiro con Salas, pero son cosas que he oído, no llegué a verlas.

Ahora que hablas de Ramiro, siempre se dijo que él tiraba unas bolas enormes… ¿Las bolas tuyas cuánto pesaban?

Para dieciséis metros estaban en dos kilos doscientos cincuenta gramos, y para veinte uno novecientos cincuenta, o así.

Nunca has sido de bolonas, tú.

Bueno, en aquella época no tiraba nadie más que yo. Antiguamente Ramiro tiraba dos cuatrocientos, dicen, como Florentino, que coincidí con él, pero es que Florentino tenía una fuerza… Tiraba de veinte metros y las dejaba ahí, con bolas de dos cuatrocientos… los demás teníamos que echarlas a rodar para que llegasen.

¿Quién te hacía las bolas?

Te lo voy a contar y no vas a creértelo… yo nunca he tenido bolas propias, nunca en la vida, me las hacían en la Peña. Pero mías… a última hora, que empezaron a jugar mis hijos y tenía las suyas. Recuerdo una vez, cuando quedé campeón de España de Segunda, que el alcalde de Valdáliga me regaló la mejor encina que tenían en el pueblo, de un encinar encima de Treceño, para que hiciera bolas. Y sí, fui con dos o tres a cortar el árbol y sacamos como cuarenta tacos para cada uno.

Te regalaron una encina…

Sí, sí, entonces ya sabes… Bueno, pues me quedé sin esas bolas… me dijeron que era muy bueno meterlas en serrín después de talladas, para que secasen. Pasó que las metí en serrín verde y se pudrieron todas. Los que fueron conmigo tenían unas bolas de la madre que lo parió y yo me quedé sin ellas, y eso que el árbol me lo habían regalado a mí.

Volvemos a tu vida… Estabas en la Textil Santanderina, trabajabas tus ocho horas, te levantabas a las seis de la mañana…

Todos los días, todos. Ahora ya aguanto hasta las nueve en la cama, pero yo en aquella época no dormía más de cuatro horas ningún día. Me levantaba a las cinco de la mañana, no a las seis, porque a las seis entraba. Salía a las dos, comía, y a jugar a los bolos. Y luego tenía la manía esa de que era el último en volver a casa… Antes los bolos era algo mucho más bonito, llegabas a los pueblos y después del concurso daban una sardinada, o una barbacoa, y nos quedábamos allí cantando, con la gente, ellos lo vivían, lo agradecían muchísimo. Tú ibas a un bar, invitabas a cuatro viejos allí y quedabas como un señor por cuatro pesetas, «bah, me invito fulano». Lo pasábamos bomba. Antes de la una no marchaba ningún día. Es triste lo que te estoy diciendo, pero es así. Yo veía a los hijos los fines de semana, y poco… por las noches llegaba a casa, les daba un beso, estaban dormidos, y por el día en el colegio.

Era como un trabajo.

Sí, como un trabajo, en aquella época hacía falta, se ganaba poco. También se ganaba poco con los bolos, pero eran ayudas, oye.

Y luego te quedabas a las verbena.

Esa es la puñetera.

Me han contado historias tuyas, de verte con actitud relajada en los concursos… pero luego eras muy competitivo.

Eso sí, mucho. Recuerdo un Regional de Parejas, jugaba con Fuentevilla. Empezamos el sábado y muy mal, iríamos los sextos, nos sacaban veintitantos bolos. Y «venga, niño, vamos a Suances»… hasta las cuatro de la mañana en Suances, un hombre como yo, casado… Total, que fuimos a jugar y… empezamos a tirar bolos, sacamos como cincuenta a los segundos… Es un milagro.

Igual en vez de nueve bolos veíais dieciocho y por eso caían tantos.

Es que antes… cubalibres habremos tomado, madre de mi vida… como una cisterna de esas que pasar por la carretera. Y como yo la cuadrilla, no creas, a los demás también les gustaban. A veces, en los bolos, llegaba un momento que estaba agotado y en las finales tomaba un cubalibre. Una lata de cocacola y echa aquí un poco de ginebra. La gente pensaba que era cocacola, pero… Es que te daba un poquitín de aire, si no estás agotado, todos los días madrugones y tal. Pero lo de siempre, tú sales y piensas «hoy a las nueve estoy en la cama», y a las nueve empezaba la fiesta, y te quedabas con los amigos. Con Fuentevilla, con el otro. Miguel (García Alonso, que fue campeón de España en 1979), por ejemplo, cuantas veces no pasaría la Collada de Carmona a las tres de la mañana para ir hasta Puentenansa, y después a trabajar. Me dijo una vez Lucas Arenal que si llevara una vida como la mía le sería imposible jugar a los bolos, no podría. Y los de hoy igual, que todos tienen un puesto de trabajo curioso, poco físico, y así pueden jugar mejor. Yo no sé si hubiera jugado mejor con otro trabajo o cuidándome un poquitín más.

Pero ¿qué más quieres haber ganado?

Sí, es verdad, porque además yo aguanté cuatro generaciones, todo el cambio. Yo ganaba con ciento veinticinco cuando empezaba, después ciento treinta y cinco, después llegó toda esta cuadrilla, la de mis hijos, Salmón y Haya, y tenías que hacerte ciento cuarenta y cinco, y los hacía. Según me iban exigiendo yo subía de nivel.

Sin irnos de las fiestas… a mí me han dicho que tú has cantado mucho, y bien.

Bueno, bien… Tengo bastante oído, y a la segunda lo hago más o menos… Pero, lo que hablábamos, soy tan vergonzoso que solo canto cuando tengo algunos cafés de más, entonces sí. Solo tengo dos o tres canciones, no hay mucha variedad.

Y qué canciones son.

Alguna montañesa, la de Cueto, «quisiera vivir en Cueto y tener una casuca»… Montañesas bastantes, sí. Con Benito, el Sarruján de Carmona, cantaba mucho cuando veníamos de juerga, hacíamos un dúo bastante curioso. Me decía «cuando te jubiles a los bolos vamos a cantar los dos en el tren y luego pasamos la gorra».

Y en casa ¿no cantabas?

No, qué va, en casa soy muy serio. Ahora que tengo nietos creo que lo soy menos, a los hijos no los pude disfrutar pero ahora con los nietos… Mis hijos jugaban y bajaron mucho porque dejaron de entrenar, mira Emilio, por ejemplo… Emilio le pasaba como a mí, que sin entrenar… jugaba. Luego se casaron, tuvieron hijos y me dijeron «mira, papa, yo voy a disfrutar de los hijos». Antes abusábamos un poquitín, eran otros tiempos.

Un pequeño salto… a ti te ficha Rotella y hacéis una Peña con grandes nombres que recordaba a La Partidona, los de Las Helgueras. No sé si llegaste a conocerlos…

Yo era pinche, entonces, en Treceño, y recuerdo a los cuatro grandes, los cuatro colosos… Ramiro, Salas, Cabello y Escalante. Y yo llegué a jugar contra ellos, sí. La primera competición que gano en Primera se la gané a Salas, en Selaya. Tenían mucha discusión Salas y Cabello, porque Cabello nunca creyó en mí, decía que solo tenía fuerza, nada más. Me lo confesó años después Cabello, que nunca confió en mí. Y Salas pensaba que… Se lo decía a Arenal, a Linares, que se dieran prisa para ganar cosas porque venía después yo. Y tenía toda la razón del mundo. Yo he aguantado tanto porque lo hago muy fácil, creo…

Pero para ti es muy fácil decir que «lo haces muy fácil»… no sé cómo podrías explicar a una persona que nunca hubiera visto el bolo palma la dificultad del juego… Es que lo ves desde fuera y parece imposible no tirar un bolo, pero después juegas y…

Sí, todos piensan que no es tan difícil… y luego no cuelan ni una.

Y tú cómo lo explicarías.

Y yo qué sé, cómo decirte… yo es que lo veo tan fácil.

Pero ¿eso lo has tenido siempre? Quiero decir, sin entrenar, te sale de forma natural lo de tirar bolos.

Siempre, siempre, no sé porqué. Yo entrenaba la mitad de la mitad que el resto, jugaba ocho días y ya estaba en forma.

Cogiendo algo muy concreto… ese birle de media bolera tuyo, que tiene media vuelta al pulgar, que era infalible, caían siempre cuatro… ¿Eso lo entrenas o naces con él?

No, ese he nacido con él. De hecho es un contraste, porque al pulgar de tiro soy regular… bien, regular. Pero a la mano no habrá jugador que haya tirado como yo. Se parecía mucho mi hijo Rubén… Y sin embargo a la mano no acertaba a birlar, birlaba bien, claro, pero no acertaba a… Y al pulgar… y sobre todo al medio, mira qué curioso. Cuando empezaba a jugar a los bolos siempre quería que me quedasen al pulgar al medio, no quería que me quedasen fuera. Y yo al medio… cuatro, cuatro, cuatro. No fallaba ni una bola.

Y eso es lo que te convierte en un jugador de Peña infalible, porque los birles complicados los clavabas.

Sí, esas eran mías todas. Lo que te decía antes del medio… me recuerdo en una competición que eché fuera a Ramiro y Escalante, jugaba con Fidel. Y me quedaban doce con las tres últimas bolas, todas al medio. Y los eché fuera. Se quedaron los hombres con la boca abierta.

¿Y nunca te ha venido alguien diciendo «pero si esto es muy fácil»?

Sí, y yo les explico, pero es que es muy difícil… los bolos tienes que jugar, diciéndote cómo es no hacemos nada. Es como el mus, si no juegas no aprendes.

¿Y otros juegos de precisión se han dado bien?… no sé, el billar, por ejemplo, los dardos.

Se me da muy bien el bowling.

Coño, claro… no habrás tirado para arriba, ¿no?

(Risas) Me recuerdo que estuvimos en Buenos Aires y fuimos a una bolera de esas, había una competición. No era de Primera… de Segunda, creo. Y nos pusimos Florentino y yo a jugar con los demás… coño, se pasaron a vernos a nosotros, hacíamos plenos como… Y sin darle efecto a la bola, no hacía falta, a base de fuerza. La bola por el medio y zaaaas. Me recuerdo que Florentino tuvo que acercarse a arreglar el cacharro que pina los bolos, que lo había…

¿Estabais jugando en Buenos Aires?

Había mucha afición entonces, ahora ya…

Y cómo era… Me refiero, hace cuarenta años, dos chavalucos de Cantabria que fueran a Buenos Aires a jugar a los bolos…

Iba la selección, ocho o diez personas, una bolera que estaba muy bien, por cierto, en el Centro Asturiano. Aquello era de película, era para verlo. La Casa de Cantabria era una casuca, pero el Asturiano… cuatro campos de fútbol, dos boleras… Me recuerdo que igual había setenta mesas jugando al dominó, un escándalo de la madre que lo parió.

¿Os iban a ver jugar?

Bueno, los cántabros, los asturianos, igual alguno que pasaba…

Tú has jugado en Buenos Aires, en México…

En Venezuela, en Chile.

¿Salíais después a cantar?

Algo sí, me recuerdo una vez que a Miguel y a mí nos detuvieron, en Chile. Estaba Allende aun, y andaban con el toque de queda, nosotros nos entretuvimos en volver al hotel y… Menos mal que nos vieron que nada y…

Influencias… ¿Tú te fijabas en algún jugador de los anteriores a ti?

Yo siempre fui Linarista, de toda la vida. Fidel Linares… para mí es el jugador más espectacular, yo lo comparo a Federer en tenis, que ni suda jugando. Pues Linares igual… Aquellas bolas que iban al aire, que te daba tiempo a tomar un vino, volver y aun no bajó la bola.

¿Rogelio, el Zurdo de Bielva?

No le conocí, no lo vi jugar… Estuve en su casa, que jugamos una competición allí, y nos llevaron a ver sus trofeos y tal. Me han contado hazañas suyas, pero no…

Sabes que cuando bates el récord de bolos se dice que él tenía otro anterior más alto, sin «acreditar»… Aquel récord tuyo, en El Malecón, ¿cómo fue?

Eran 169, subir todas de tres, birlar todas de cuatro y aun falta un bolo, hay un birle de cinco. Debes tener un poquitín de suerte, había bolas que pasaban esto, lo justo, quedaban encima de la raya. La tercera y la cuarta mano las subí todas de cuatro y las birlé todas de cuatro, fíjate. Recuerdo que me quedaban tres con la última para batir el récord y tiré cuatro, un escorzo al medio.

Y esa tarde, ¿qué te pasó? Porque tuviste un concurso horrible…

Bueno, se me quedaron tres bolas, hice 122 con tres quedas, que está muy bien. No llegué…

No llegaste a las salchichas que dan todos los años en ese concurso.

No, a esas sí, esas sí las comí.

El récord ese que te decía de Rogelio es con varios emboques, Óscar González también tiene con emboques… Tú el emboque no lo trabajabas mucho…

Bueno sí, y alguno decisivo, pero yo es que jugaba muy retrasado, abusaba de tirar bolas gordas, y las adelantaba menos.

¿Qué se siente al meter un emboque?

Sobre todo si te hace falta, fíjate… La mayoría de ellos embocas sin querer y es una sensación rara. Pero queriendo… Yo emboqué, recuerdo, en la quinta mano de la final del Campeonato de España, jugando con Mallavia, y me hacía falta. Otra vez con Alfonso en el Regional, otra vez necesitaba embocar la última bola en Noriega y lo hice… Pasan tantas cosas. A veces también tenía bolas al dos para ganar y se iban de uno. Para jugar la final del Torneo del Millón me quedaban a dos por bola para pasar a Castanedo. Yo si juego con Peña y me quedan dos tiro a la panoja (el bolo del medio, que vale doble si cae solo), pero jugando solo jamás de los jamases lo hice y…

¿Por qué no tirabas al dos?

Porque me gustaba dar espectáculo, yo voy fuera y, si tiro uno, pues mala suerte.

La diferencia entre individual y Peña… Yo te he leído que en Concursos nunca te pusiste nervioso pero con la Peña sí que sentías presión.

Bueno, también en individual me ponía nervioso, eh, antes de empezar a jugar devolvía… Al principio, te hablo, en una ocasión llamaron a mis padres para decirles que había devuelto y eché hasta sangre, eran los esfuerzos esos que hacía. Después tiraba dos bolas y el Tete ya estaba bien. Pero antes de empezar… Cuando venía la Semana Bolística en casa ni palabra, porque saltaba como un… Casi todas las Semanas Bolísticas reñía con mi mujer, porque no me podían decir ni una cosa, dejadme quieto, y ellos, claro, no lo vivían así. Tenía tantas opciones de ganar y había una presión que…

¿Y supersticiones?

Sí, sí, dicen que todos los fenómenos tienen… Yo las playeras… Está mal decirlo, pero las playeras no se podían lavar, se limpiaban por fuera, pero por dentro nada. O el pantalón, jugaba bien con un pantalón un día y tenía que llevar ese siempre. Así que lo lavabas deprisa y corriendo para que estuviera siempre listo. Esas maniucas sí que… Es más, yo soy muy supersticioso, y si veía algo que tal antes de jugar… Ya está, hoy no tiro un bolo… y no tiraba un bolo, se me metía esa cosa y…

¿Y meter presión a algún otro jugador? Esa guerra psicológica…

No, eso nunca… Y a mí me lo hicieron, eh, me lo hizo Lucas, en el primer Campeonato de España que gané, en La Albericia. Lucas Arenal me dijo «chaval, ¿quieres que te diga los que vas a hacer?» Y yo «no, no me lo digas, porque igual te confundes». Y él nada, lo dijo. «No vas a llegar a las tres cifras». Y le gané, mira.

¿Cuánto hiciste?

No me recuerdo… recuerdo que en la cuarta mano, con la última bola de birle, me quedaban siete para igualarle. Y los tiré. Entramos a cero en las cuatro últimas tiradas, en la quinta hizo él catorce y yo veintiséis a bolos. Ahí ya…

Era zorro jugando, Lucas.

A Calixto le metía una presión… Calixto se hacía el valiente, pero era muy nervioso. Lucas le decía, «mira Calixto, si juego contigo una final del Campeonato de España y hago noventa no me ganas». Es que Calixto jugó seis o siete finales del Campeonato de España y las perdió todas. Y el otro se ponía…

Y engarradas ¿no viste nunca?

No, yo no… ha habido alguna por ahí, de pegar al árbitro alguna vez… en Barreda, un primo de Mallavia, con un emboque. Pero eso no lo he visto.

A ti los árbitros, a última hora, te tocaron un poco la moral.

Sí, había uno que decía que movía el pie, y tenía su punto de razón, pero es que como yo lo movían otros. El artículo 21 (dice, entre otras cosas, que no puedes mover el pie de apoyo durante el birle) nos lo ponen cuando ya éramos mayores, y tú estás acostumbrado a jugar de una forma… Las bolas tienes que pensarlas, si estás pensando en el pie… Aparte que yo me iba un poco al pulgar, a la mano no me tendrían que anular ninguna bola, porque yo a la mano, de tiro, me cerraba, y eso es perjudicarme. Pero eso los árbitros no lo veían… Anda que no se armaban follones con eso. Recuerdo en El Malecón, en un Campeonato de España, la última bola, había subido cuatro con la primera, cuatro con la segunda y tres con la última… y nula. Me dijo que me había avisado antes, qué coño, no me he enterado, si me entero tengo más cuidado, la tiro a pies juntos, ya tengo la jugada hecha. Y allí se armó un folklore de la madre que lo parió, tuve que parar y mandar callar a la gente, porque se armaba gorda… Yo nunca discutía, eso no, porque comprendo que tenían razón. Pero algún árbitro me cogió a mí… Los otros me llamaban la atención, coño, Tete, ten cuidado… pero este nada, este zas.

¿Qué son para Tete Rodríguez los bolos, juego o deporte?

Primero era un juego, pero ahora mismo ya creo que es un deporte. Es que ahora se juega muchísimo, antes jugábamos cinco o seis concursos en todo el año, primero San Juan, después San Mateo, San Antonio y pocos más. Ahora ya es todos los días, y hay que prepararse.

Pero tú has jugado muchísimos concursos, varios al día incluso.

Sí, yo sé jugar en Villacarriedo por la mañana, en Sarón por la tarde y por la noche en Cóbreces. Aquel día tiré nueve concursos y gané los tres premios. Y por la noche ya un poquitín alegre, porque parabas a comer y tal…

¿Eres consciente de que los bolos en Cantabria son algo más que un juego, son algo cultural?

Yo creo que sí… yo siempre he dicho que hemos tenido mala suerte de que los bolos cayeran en Cantabria, si caen en Catalunya o en el País Vasco ya eran deporte olímpico. Así de sencillo.

En los Juegos de 1992, que metieron algunos deportes tradicionales como exhibición ¿no hubo acercamientos con el bolo palma?

Se rumoreó algo, algo escuché, pero finalmente no se hizo.

¿Te hubiese gustado aquello?

Claro que sí, coño, a quién no le gusta ir a una Olimpiada, mecagonlamar. Aquí faltaron… igual las apuestas, lo que hay en el País Vasco con la pelota y tal. Se hizo un par de veces, en partidos nocturnos por Los Pinares, en El Sardinero, hubo apuestas, pero no tiró… También una quiniela de la Liga. Pero aquí somos reacios a apostar, yo no juego a nada, ni lotería, ni bonoloto, nada. Juego en navidad porque todo el mundo lo hace y tienes que…

Y siendo consciente de ese patrimonio cultural que tienen el bolo palma, ¿tú te ves como la cara de los bolos, su figura reconocible?

Sí, sí… es que para mí es una cosa muy seria. En las boleras la gente tiene que estar callada, necesitas una seriedad. Tampoco me molesta mucho que la gente hable, sí tú estás centrado en lo que estás haciendo no te molesta que muevan, que hablen, no te enteras. Aunque hay jugadores que madre mía… Cabello en cuanto se movía una mosca bramaba. Pero imagina cuando íbamos a Potes, que subíamos una vez al año y bajaba toda la gente de los pueblos y tal, pueblos muy lejanos, gente que solo se ven en la bolera, unos a otros, eh, fulano, tal, mientras jugábamos. A mí eso me gustaba, yo allí tiraba muchas a emboque, porque les gustaba la jugada máxima. Así que venga a tirar a emboque, a zambombazos, un día cuatro emboques, otro día tres, en ese plan. Allí no iba a ganar, iba a divertir a la gente, que es lo que siempre me ha gustado, divertir a la gente. Y siempre he dado el máximo, hay jugadores que a veces se dejan ir un poquitín, yo nunca. Iba a ganar… no, a jugar bien, iba a jugar bien, luego si no ganabas porque otro jugaba mejor… Y recuerdo en Noja, que la bolera estaba siempre llena, una bolera preciosa, en la plaza, pero había mucho turista, poca gente de los bolos, y a veces te aplaudían jugadas que eran malas, emboques que no son… Eso nunca me molestó, qué coño.

¿Cine, televisión?

No veo mucho, la verdad… me gusta mucho el fútbol y la radio, escucho la radio más que ver la tele. Escucho deporte, y el parte, como decíamos antiguamente. Pero sobre todo deportes, todo el día a las once ahí con el transistor en la cama.

¿Se puede preguntar de qué equipo es Tete Rodríguez en el fútbol?

(Suspira). Soy catalán, del Barça, toca sufrir. No sé si me hice del Barcelona por el espíritu de la contradicción, porque como todo el mundo era del Madrid, pues…

¿Te ha gustado llevar la contraria?

Bueno, de vez en cuando. Sobre todo en el deporte, en lo demás no. En política, por ejemplo, ya me metí una vez y salí escaldado.

¿Cómo entraste?

Estuve haciendo eso del puerta a puerta, con el PSOE, y allí me sacrificaron. Era a nivel regional, estaba con Matilde y Guerra, que vino aquí. Íbamos por los pisos de Santander y tal. Pero nada. A los hijos siempre les he dicho que la política mejor no meterse…

¿Y después no se te arrimó nadie?

Después no… Hay jugadores que han entrado, pero ninguno se atrevió a proponerme nada. Y yo nunca lo pedí y nunca… si yo hubiera sido listo de aquella me hubieran enchufado en algún lado.

¿Qué más deportes te gusta ver?

Todos, todos… baloncesto, voleibol, fútbol, tenis… el tenis me gusta muchísimo.

Cuando coincidías con Severiano Ballesteros o con Iván de la Peña en alguna Gala del Deporte Cántabro… ¿ellos te reconocían?

Sí, hombre, sí… los de aquí me conocían todos. Con Seve coincidí mucho, con Abascal, que ganó un Premio por votación y quedé yo segundo. También con Alfonso Gutiérrez, que volví a quedar segundo. Ahora le dan a cada deporte un premio, antes era uno para todos.

Y con el exsuegro de Seve (Emilio Botín), ¿te llevabas bien?

(Ríe) Le daba la mano cuando me daba los premios, nada más.

A él los bolos le gustaban mucho.

Creo que jugaba muy bien, sí. Además que el viejo, el padre del que se murió ahora (habla de Emilio Botín Sanz de Sautuola y López) era grandón, más grande que yo, y jugaba muy bien, muy bien. Pero cuatro veces que habré hablado con él, porque ya ves que soy parco en palabras y no tengo el hábito de hablar con la gente allí de arriba.

No pareces parco en palabras…

Sí, sí… a mí es que se me juntaba la gente porque lo mismo paraba con uno, con otro, el que estaba un poquitín borracho también hablaba con él… Creo que por eso me quería la gente, por lo de hablar con todo el mundo. Y más con los de abajo que con los de arriba.

Ahora que dices lo del borracho, ¿nunca nadie te ha vuelto loco en una bolera? Con indicaciones, con comentarios.

Eso no, pero ponerme a parir sí… Me recuerdo, en un pueblo, cerca de Liencres. Fuimos allí con invitación y de esto que tienes un día malo… un día malo, no hay forma de tirar un bolo. Y allí gritándome. «Sinvergüenza, ladrón, como vienes con fijo no te esfuerzas». Todo el rato. Fíjate la presión que a un rato no hice el movimiento bien y me rasgué todo el pantalón entero, raaas, entero. Total, que seguí allí como buenamente pude, y después de terminar nos liamos a tomar cubalibres con el que me gritaba… nos hicimos amigos de toda la vida, sí, sí. Pero aquel día me puso a parir, mecagüenlaleche, qué turra me ha dado este hombre.

¿Tú sabes cuántas competiciones has ganado?

(Piensa) En la prensa vienen 579, pero he ganado más, bastantes más. Antiguamente yo gané muchos concursos que no estaban regulados, que no estaban en la Federación, tú ibas a jugar a este sitio y a este otro, y en la Federación ni lo sabían. Yo creo que habré ganado más de seiscientos.

Eran esos concursos de la verbena, del Patrón.

Esos, esos. Y muchas veces ni se sabía. Por Asturias… madre mía, cuántos concursos habré ganado yo… Venía Manolo Sousa en un seiscientos y nos íbamos a Asturias a jugar… yo era un crión, tendría dieciséis años o diecisiete. Así que nos tirábamos todo el día jugando concursos, porque además en Asturias te podías reenganchar si pagabas. Concursos en pueblos pequeñitos, con un viejuco allí apuntando los bolos en una libreta, que igual ni se sabía el juego… Había bola queda y tú le decías «bonita bola, niño», y él la daba como buena. En Asturias, además, el emboque con caballo valía quince, me recuerdo que metí uno en Ruenes, un puebluco al lado de Alles, y estaba ya jurando, «caballo, hostia», y Sousa que no, que buenísima, quince más el que tiraste, dieciséis.

¿Cómo eran aquellos viajes? Porque a mí me han dicho que a tu primer Concurso de San Isidro, en Madrid, bajaste en moto… y acompañado.

Sí, con Isidoro en una Lambretta, imagínate. Me recuerdo que íbamos ahí, por las carreteras, y llegamos hasta arriba, a Corconte, que estaba el Pantano del Ebro lleno. Y allí que coronamos El Escudo con la Lambretta, y yo empiezo a gritarle «Isidoro para, para, que nos hemos confundido de carretera, que mira dónde está el mar, que vamos mal».

¿En serio?

Coño, como lo oyes.

Y cómo ibais los dos en la moto, si no entráis.

Pues fíjate tú… él era pequeño, pero yo era grande y… Ojo, de aquí a Madrid. En la Peña iba con Cebada, íbamos por Valladolid, por Guadarrama, ahora hay un túnel y para pasar el túnel te cobran peaje. Antes había un casetuco allí, pequeño. La primera vez que lo vimos nos pusimos nerviosos y paaaam… contra el caseto, echamos el caseto abajo, Cebada y yo. Se aceleró, se conoce que se puso nervioso, empezó a frenar, frenar y puuumba. Con un seiscientos, fue…

Cuando ibais a Madrid, con Sidorín, ¿os quedabais en una pensión?

Sí, sí, en una pensión que ya teníamos reservada. Y con la Lambretta… no sé yo las veces que pararíamos, subiendo El Escudo se calentaba como la madre que lo parió. El seiscientos también se calentaba…

Por eso El Escudo tiene un bar de mitad de subida, está bien pensado.

Yo creo que sí (risas). Me acuerdo yo salir de Burgos para acá, veníamos de Madrid. Paramos a cenar en Aranda, lechazo, sin prisa… nos pusimos bien de lechazo, de vinillo, y a la salida de Burgos… a soplar. Si seré tonto que no me habían hecho las señas, pero me paré allí a soplar. Y dimos lo justo, en el límite, mira qué suerte. Nos ha pasado también en Carmona, que todos los años hace el Partido Regionalista una comida allí donde invitan deportistas, y ponen caracoles, tortos, torreznos y luego a comer.

Me encanta lo de «caracoles, tortos, torreznos y luego a comer» (risas).

Después a comer el cocido montañés, digo. Y unos chorizos pusieron, todavía. Tomamos la de dios de vinos, que me notaba que iba un poco… Pues justo en el cruce antes de mi casa, a soplar. Oye, mira, que vengo de comer con Revilla, y tal. Me parece muy bien, señor, que haya comido con Revilla, pero tiene que soplar. Pues bueno, que soplo, y cero-cero. Cero-cero, como lo oyes. Y le digo al guardia civil, «oye, que este cacharro tiene que estar mal», ya ves tú. Tira, tira… Uno de la pareja era árbitro de bolos, y no me dio la cara hasta que no vio que había dado cero-cero. Antes ni saludarme, que podías haber saludado.

Para no parecer que te ayudaba, será.

Será cabrón, estando al lado de casa no le podía haber dicho al compañero…

Es complicado explicar a la gente de hoy cómo se vivían los bolos en tu tiempo.

Entre los pueblos mismos había piques, era muy bonito.

¿Quién te ha gustado más como pareja para jugar?

Fuentevilla, con muchísima diferencia. Nos llevábamos muy bien, y él era más alegre en la bolera, más… Yo he tenido grandes compañeros, he jugado con Calixto, con Ingelmo que lo hemos ganado todo… Pero yo con Ingelmo tiraba una bola de uno y le miraba a ver qué cara ponía, con Calixto igual, y Fuentevilla en cambio te decía «venga, niño, la otra tirarás tres». Nos repartíamos muy bien el birle, yo tiraba todas las del pulgar, él todas las de la mano.

¿Y con los jóvenes?

Con Salmón también lo ganamos todo, con Óscar jugué, con Agustín, que quedamos subcampeones regionales y de España, creo que es con el único que no he ganado. Recuerdo que en el Campeonato de España fue por una bola clave, una de esas que yo normalmente tiro cinco bolos y cayó solo uno. Perdimos por dos bolos. Pero bueno, gajes del oficio.

¿Nunca has reñido a la pareja cuando no rinde?

Jamás, jamás, todo lo contrario… animar. Riñendo no sacas nada, pones las cosas peor.

Tu primer Nacional absoluto lo ganas al año de estar en la mili.

Recién licenciado, sí. Estuve en Burgos, en el Parque y Maestranza de Artillería. Allí estuve bien, aunque yo estaba en cuenta de venir a Santander, pero la cosa se torció y me mandaron a Burgos. Me pusieron de encargado en el garaje y como dios, ni guardias ni nada.

¿Podías jugar a los bolos de alguna forma?

No, nunca jugué, nunca. Ni me acordaba de ellos, porque me gustaban muy poco, en aquellos años… Es que nunca me han gustado los bolos hasta última hora, ya te digo.

Tu primer Nacional, en 1973, ¿es el torneo que más ilusión te ha hecho ganar?

Sí, porque además viniendo de la mili jugué la final del Regional, en la bolera de la Mutua Montañesa, en Santander. Aquella final me la ganó Linares, creo que será la vez que más bolos sacó el campeón al segundo… setenta y cuatro, setenta y seis o así. Una media de ciento dieciocho hice yo, o así. Así que al Nacional fui a ver qué pasaba, y oye… gané al famoso Lucas Arenal. A Lucas le ganaba yo fácil, hay jugadores que, siendo buenos, les tienes… Linares casi siempre me ganaba, a Lucas casi siempre lo ganaba yo.

Y fuera de los Campeonatos, ¿qué concurso te ha hecho más ilusión ganar?

Para mí el concurso de los concursos es La Patrona, en Torrelavega. El mejor de todo el año, tiene un don. No lo he ganado muchas, no te creas, cuatro o cinco veces.

Joder, no muchas.

Sí, no tantas. Pero es que tenía un don ese concurso. Me gustaba mucho subir a Reinosa, también, a San Mateo. Recuerdo un año que subí a jugar, ya tarde, a la clasificación. Cuando llegué se había marchado la gente de la bolera, pero me vieron llegar y… mecagüendiez, se llenó la bolera otra vez, de bote en bote. ¿Sabes cuántos hice? Ciento seis bolos… cago en la madre que lo parió, ciento seis, ojo. Madre mía… allí lo pasé mal, lo pasé mal.

Tú con ciento seis ¿volvías a casa de mala hostia o seguías quedándote a la fiesta?

No, yo sabía que un día jugabas mal porque un día puedes jugar mal, es un juego de pulso y el cuerpo no está siempre igual. Hay jugadores que tienen mal perder, no te voy a dar nombres, pero yo no. Luego me preguntaban y les decía… qué hiciste, y yo «gané», y «gané», y «gané». Qué vas decirles…

¿Hay un momento que sientes como si todos jugasen contra ti? Te llamaban «La Máquina».

Pues sí, más o menos, y la gente iba a las boleras no a verme ganar, porque sabían que ganaba casi seguro… iban a ver los que hacía. Yo llenaba las boleras, por eso me llevaban.

¿Cuántos concursos pudiste ganar en tu año más exitoso? ¿Treinta? ¿Cuarenta?

O más, piensa que algunos años el cincuenta por ciento de las competiciones las ganaba yo. Los cuatro títulos (Regional y Nacional, parejas e individual) el mismo año solo los tenemos Lucas y yo, creo.

Pongo contexto… ganas cuarenta premios en un juego que se practica cuatro meses al año, cinco… Es ganar casi cada dos días.

Sí, por ahí. Aparte de que antes había menos concursos, ahora hay casi a diario, es fácil ganar más veces.

¿Qué has hecho con todas esas copas?

Bueno, si te lo cuento no lo crees… la mayoría están en el desván, metidas en cajas. En la oficina tengo muy pocas. He estado a veces para hacer una habitación donde meter los trofeos, pero van pasando los años y no… Tendría que hacerlo, pero…

¿Y recuerdas alguno así por llamativo?

Bonito era el «Botín» (Memorial Marcelino Botín, una competición con más de medio siglo), era una ensaladera muy guapa.

Y un cheque de la hostia, también.

Sí, estaba bien entonces, ahora ya se ha quedado más pequeño.

Llegó a los dos millones, ¿no?

No, hombre, no, qué coño va a llegar… quién te ha contado eso. Cuando yo jugaba serían treinta mil pesetas, que era mucho, claro, pero… Había concursos por ahí que ganabas… El del Banco Santander son dieciocho mil euros.

Confundí el «Botín» con el «Banco Santander»…

Yo gané el primer año allí, le gané la final al hijo mío, a Rubén. En Ruiloba lo hicieron.

Y premios en especie, ¿recuerdas alguno?

Yo gané en Santoña, que te daban bonitos… a la mayor jugada, al primer emboque. Y gané un Regional en Laredo, batiendo el récord de bolos, que si batía el récord me daban en octavillas de anchoa todos los bolos que hiciera. Setecientos seis bolos hice, setecientas seis octavillas de anchoas.

Joder, todavía tendrás.

No, yo soy como tonto, regalé todos… que si amigos, que si el otro, que si… cagonlamar, llegó la hora y casi me quedo sin probarlas. Y también gané una becerra en Boo de Piélagos.

¿Viva?

Viva, sí. Y te daban pavos, y corderos, y cabritos.

Y eso ¿qué? ¿Al coche y para casa?

Sí… Bueno, la becerra la vendí allí en la bolera, a un ganadero. Otra vez gané un cabritín que traje para casa y se encariñó con el suegro, iba detrás de él como un perruco. Luego lo matamos y no fuimos capaces de comerle, del cariño, se lo regalamos a un vecino para él. Lo queríamos tanto, al animal… También gané otra vez dos escopetas, en Barreda, que patrocinaba La Buena Fe, una tienda de allí. Las vendí en el acto, una era de tiro al plato y otra de caza.

Y en Madrid, Barcelona, por ahí… ¿qué daba de premio?

Nada, trofeos y dinero, no había nada…

¿Cómo era juntaros en esas cosas? Es que yo me imagino, no sé, en 1975 o 1976 veinte cántabros por Madrid y… Ya solo el metro debía ser una cosa…

Sí, sí (ríe), me recuerdo que el Campeonato que gané allí fui con otro del pueblo, Verdeja… él hizo tercero y yo campeón. Imagina, no salíamos casi de casa, así que en Madrid, el metro… de Sol a Argüelles y de Argüelles a Sol, no nos atrevíamos a hacer más cosas. Y en coche sé de meternos por direcciones prohibidas, madre mía. Una noche recuerdo que arrancamos, una avenida de la madre que lo parió, y empiezan a venir de frente coches, y coches, y coches… dónde vas, pero dónde vas. Se nos caló el coche y la virgen, y uno decía «tranquilo, tranquilo»… no, no, si tranquilo estoy. Unas hazañas…

Pero conocéis más mundo que la mayoría.

Sí, sí, claro. Yo he ido a Madrid por los bolos, a Barcelona por los bolos. En Cádiz nos quedábamos más días, ibas con la familia, era el último concurso del año y aprovechabas para estar un poco. Yo gané en Cádiz una vez o dos nada más, porque a mí me gustaba mucho el tema de los vinos por allí, el blanco… Me recuerdo que una vez empezamos, las dos primeras tiradas y llevaba más ocho, y entonces que se pone a llover y se suspende. Venga, vamos a comer a Sanlúcar de Barrameda. Sanlúcar de Barrameda… que si los langostinos, que si esto, que si lo otro, que si los blancos, que si no se va a jugar, que si la madre que lo parió… Pues paró de llover y vuelta a la bolera. No hice once en ninguna tirada. Noventa y cinco total. Y de esas muchas te contaría, qué sé yo. Qué bonitos eran los bolos entonces…

¿Ahora ya no lo son tanto?

No, antes jugabas un partido de Liga y después te quedabas con la gente, comentabas el partido, esta bola, aquella, tal… Ahora no hay nada de eso, juegas y para casa. Le falta la salsita esa.

Ahora se tiran más bolos que antes, pero ¿se juega mejor?

Se tiran más bolos, sí, pero jugar mejor o peor… cada época tiene su… Las boleras están mucho mejores, antes las estacas eran más grandes que los bolos, movías el bolo pero no caía, ahora nada más tocarle cae, vacían los bolos para abajo, para que pesen más arriba que abajo. Pasas al lado del bolo y casi cae con el aire.

Crees que quienes fuisteis buenos antes lo seríais ahora también.

Sí, yo creo que sí. A mí me preguntaron en una ocasión si era mejor Víctor González o yo mismo, y contesté que no se pueden hacer comparaciones, pero ¿tú no crees que ahora haría esos bolos yo? Las boleras están muy blandas, algunas parecen playas. Hay bolas que suben blancas y no llegan al tablón, antes para dejarlas cerca… madre mía. Antes se birlaba mucha bola lejos, mucha al centro, ahora el birle lo tienen como con barriga, casi si no se nota, pero el medio está un poquitín más alto y las bolas caen. La bola que va despacio ves que va haciendo así, se hacen muchísimos más bolos… Yo antes subía muchas bolas de cuatro que iban para abajo, pero subiendo cuatro que vayan a donde quieran.

¿Qué es lo más raro que has visto en una bolera?

Igual alguien con subidas de tensión, en alguna Semana Bolística, en El Malecón, que siempre hace muchísimo calor. Pero poca cosa más. Pero es que antes en la Semana Bolística jugábamos en El Malecón, en la bolera Severino Prieto, y no cogía la gente… tres mil quinientas personas entran y no cogían, estaban los pasillos llenos, a las cuatro y media de la tarde ya no te dejaban entrar porque era imposible. Este año se jugo en el Galas, que entran mil, y sobraban sitios. Qué triste es eso… Recuerdo un campeonato que gané en Laredo y la gente se subía a los árboles, no entraban en la bolera y se subían a los árboles para verlo. Era precioso, aquello, unas fotos… Ahora cogen muy fácil.

¿Tú crees que eso puede cambiar? No sé si la afición que había, pero que vuelva a tener tirón. Sobre todo entre jóvenes, que ahora hay mucho viejo en las boleras.

Coño, si yo voy a las boleras y soy de los jóvenes, de la edad mía para arriba. Quitando la Semana Bolística, que van muchos al postureo, lo demás… Es una pena. A ver con las escuelas, no sé, yo no digo que salgan jugadores buenos, pero que salgan al menos aficionados, que no se pierdan. Nunca se van a perder, siempre seguirá habiendo bolos, pero en este plan… Yo ahora a los bolos los veo en un momento muy difícil, en un momento crítico. Lo dice Milio, el hijo mayor mío, «papa, en diez o doce años esto se va al garete, lo vas a ver». Y yo también echo un poco de culpa a los jugadores, porque ahora se creen que son Messi y Cristiano Ronaldo, te miran por encima del hombro.

Hay jugadores que se concentran tanto que no prestan atención a nada.

Claro, terminan y se van, no charlan con la gente.

¿Tú a quién veías como tu sucesor? Cuando jugabas, digo.

A Óscar González.

¿Más que Salmón?

Sí, sí, por la forma de… Mira, quien pensé que iba a ser aun mejor que yo era mi hijo el mayor, Milio, pero a él no le gustaba, él era muy… no sé si cohibido, pero siempre fue el hijo del Tete, la gente lo comparaba, «buenísimo pero no va a llegar al padre», y eso le fue pesando, pesando, y se aburrió. Rubén, el otro hijo, jugaba a los bolos, y no era el hijo de Tete, porque el hijo de Tete era Milio… Es que Milio jugaba como yo, exacto… Más bonito aun, creo. A Milio le quería muchísimo la gente, cada vez que se le quedaba una bola lo sentía hasta el árbitro. Era un hombre que daba ejemplo, ni un mal gesto, ni nada, amable con todo el mundo, tirase uno o seis.

¿A ti te pesó que él lo dejase tan pronto?

Sí, pero también lo reconocí. No le gustaba, no tenía mis facultades, era delgaduco, le costaba de tiro. Pero es que lo hacía facilísimo, llevaba el brazo muy atrás… Para mí es el que mejor ha jugado a los bolos de siempre. El que mejor ha jugado, no el que más ha tirado.

Estando tú en activo, siendo once veces Campeón de España, juegas contra tus hijos, que son ambos, también, Campeones de España. Yo no creo que haya otro caso así en ningún deporte.

No creo, no. Al principio se me ponía la carne de gallina, jugar contra ellos.

Cuando ganó Rubén el Nacional me han dicho que se te escapó alguna lágrima.

Muchas, muchas. Yo es que con las alegrías lloro enseguida. Con las penas no, pero con las alegrías… Rubén ha tenido que hacerlo todo base de entrenar y entrenar. Y ojo al palmarés que tiene, que igual está entre los cinco mejores de la historia de los bolos. Todo a base de entreno.

¿Cómo puede un padre enseñar a sus hijos a hacer algo donde ha sido el mejor de siempre?

Yo los enseñé muy poco, porque no tenía tiempo. He tenido la gran suerte de que a mis cuñados les han gustado mucho los bolos, y les han enseñado ellos, les han llevado a concursos ellos, todo, todo. Mis hijos juegan a los bolos por mis cuñados, no por mí.

¿Nunca les dejaste ganar?

No, no, me recuerdo que jugando en Roiz la final contra Emilio… Tenía que embocar para ganarle, metí un emboque y le gané. Él decía «coño, joder, pero cómo haces», y yo le contestaba que tenía muchos años para ganar, que supiera también lo que es perder. Es que yo nunca me dejé ganar, nunca, si me ganaban era porque tiraban más bolos que yo, porque jugaban mejor. Hasta en amistosos, siempre jugaba con la misma intensidad. Por eso me quería tanto la gente. Pero volvemos a las mismas, te querían cuando tirabas bolos, ahora que estás retirado te quedan los verdaderos amigos.

¿Sigues sintiendo el cariño de la gente?

Sí, a mí me reconocen, en Cantabria sí. Yo voy a Torrelavega ahora y me saluda así de gente. Y en Santander lo mismo. Iba el otro día por El Sardinero y «hasta luego», tal, y no los conozco. «¿Quién es ese?», decía mi mujer, y yo ni idea. A veces tienes que mentir, «hombre, cómo no te voy a conocer», y luego das el chasco, porque te hacen una pregunta y no sabes… Pero «hasta luego, hasta luego, que tengo prisa», y no lo conozco de na. Es que además soy muy poco fisonomista, no me quedo mucho con el aspecto de la gente.

Vamos terminando… ¿tu mayor rival?

En los años jóvenes Santos, con mucha diferencia. Y después pues Linares, Arenal… había muchos entonces, es que ahora hay dos o tres, entonces tenías doce o catorce que podían ganar… Linares, Arenal, Calixto, Santos, el Belga, Miguel, Ingelmo, Quintana… En el momento en que te despistaras te podía ganar cualquiera de ellos, ahora sabes que si uno falla va a ganar el otro, antes no, costaba más ganar. Mira el Campeonato de España, iban solo los ocho primeros del Regional, ahora van todos. Costaba mucho más ganar el Regional que el Nacional.

¿Qué te hubiese gustado mejorar en los bolos?

¿Como jugador? Yo creo que el tiro del pulgar, lo demás creo que lo tenía todo bien. Bueno, y el castro, siempre fui bastante mal jugador al castro, porque yo jugaba un poquitín fuerte y sacaba los bolos de la caja. Los que birlan suave, Salmón y esta gente, birlan muchas bolas de cinco al castro, yo no… yo tres, tres, cuatro, porque sacaba los bolos. Por eso me gustaba muchísimo Santos, porque acariciaba los bolos, derribaba los bolos y se quedaban allí. Yo birlaba muchas bolas de cinco, pero muy pocas de seis y de siete, porque se me iban fuera los bolos, le daba con fuerza y se despedían.

¿Te quedó la espinita de no birlar nunca una de ocho?

Lo he soñado, muchas veces… Lo he soñado, me despierto y cagüendiez, es mentira. Me hubiera hecho una ilusión…

¿Y entrenando tampoco?

Nada, nada, siete muchas veces, pero ocho nunca. He visto caer ocho unas cuantas veces, el año pasado en La Acebosa, por ejemplo, que cayeron todos así, bruuum, solo quedó uno.

Dicen que es físicamente imposible tirar los nueve.

Estuvo una vez a punto de tirarlos Peña, en Cabezón. Tiró los ocho y quedó el bolo al lado del noveno, pegado completamente. Media vueltina más que hubiera dado…

¿Crees que eres el mejor jugador de siempre en los bolos?

Sí.

¿Sí? ¿Rotundo?

Sí, ahora mismo, mientras no se demuestre lo contrario, ahí están los títulos, las competiciones ganadas… Creo que sí. Y me fastidia decirlo, porque yo he sido una persona que no… Pero ya llega un momento en que oye, creo que he sido el mejor. Y ahí está, en los libros está. ¿Que sea el mejor alguno de los de ahora? Pues seguramente, pero cuando salga veremos, tiene que ganar mucho todavía, tiene que ganar mucho, mucho, mucho. Yo estuve hasta los sesenta todavía ganando, el año que me retiré gané cuatro competiciones, mira cuántos jugadores ganan cuatro competiciones… ¿Y sabes por qué lo dejé? Por lo que me pasó en Cádiz, que entré al baño y se trancó la cerradura, no había forma de abrir, tuve que llamar para que vinieran a abrirme, y me entró allí una presión… Se conoce que eso me alteró de una forma que me puse a jugar a los bolos y no sabía dar el paso, tiraba y no acertaba a dar el paso para adelante. Ochenta y cinco hice. Se me olvidó jugar a los bolos, tiraba casi a pies juntos. Y dije «Tete, no vuelves a hacer ochenta y cinco bolos en una bolera». Y lo dejé.

¿Con los amigos juegas?

¿A los bolos? Nada, nada. No he vuelto a coger una bola desde entonces. ¿Sabes cuándo las cojo? Cuando hay el Birle Solidario (exhibición con fines benéficos), allí en Torrelavega, o en San Vicente.

¿Y te ponen a birlar de media bolera?

No, de donde birlan todos, casi en la caja. Una vez gané una cena, birlé catorce. Cinco, cinco y cuatro. Era en un bar de Torrelavega, pero no fui porque me daba apuro.

¿Cómo te gustaría que se te recordase?

Pues como soy, como era el Tete. Un hombre sencillo, un hombre que hablaba con todo el mundo, un hombre querido. Yo no cambiaría nada, porque si cambiase algo ya no sería el Tete. Estoy muy contento con lo mío.

¿Ahora qué haces?

Pues muchas cosas. Tengo mi huerto, siembro unas cebollas, unos tomates, unas coliflores, paso el tiempo allí, en la huerta, más bien que la leche. Y más cosas… después de jubilarme fui a hacer un curso de cocina, y ahora soy un cocinillas, y, bueno, tengo mano al cocinar. Más con la presentación de los platos, curiosamente.

Y los nietos.

Los nietos… los nietos estoy enamorado de ellos, tengo cuatro. Y estoy enamorado.

La última, ¿qué te gustaría ser de mayor?

¿De mayor? Pues lo que soy… El hombre sencillo de siempre, el que va a echar la partida con la gente del pueblo. A la flor, porque a mí me gusta el mus, pero en los pueblos solo se juega a la flor.

¿Y eres bueno?

¿A la flor? Soy mejor que a los bolos. Te lo digo yo.

 

 

 

 

 

 

 

2 Comentarios

  1. Bernardo Muela Mirones

    Emilio Antonio Rodríguez » TETE»el mejor jugador de la historia del bolo palma y mejor persona. Aquellas tardes de bolos y después de los bolos hacían mucha afición.

  2. Paco Rivero Higuera

    Muchas gracias por hacerme recordar mi infancia acompañando a mi padre y a mi abuelo a ver bolos. Ingelmo, Calixto, Salas, el zurdo de Bielva, Fuentevilla, Tete….. nombres que salían de la boca de mi padre y de su buen amigo el belga en innumerables comidas en casa. Mi padre ya no está, pero leyendo la entrevista lo he sentido muy cerca. Gracias Marcos, gracias Tete.

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