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No sé por qué soy del Depor, pero aquí estoy celebrando un ascenso

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(Foto: @LigaF_oficial)

La primera vez que pisé Arteixo fue para recibir un saco de goles. 8-2 terminó aquel partido. Y, aún así, no sé por qué, me hice del Depor Abanca. Las vi nacer, aquel 30 de julio de 2016. Las sufrí en Nacional como rivales, pero aquel sufrimiento se mitigaba por la sensación de que era jugar contra lo inalcanzable. Qué plantilla tenía aquel equipo de Manu. Qué manera de jugar al fútbol en una categoría en la que a muchos nos costaba bajar del autobús y tener las piernas frescas para 90 minutos. 

Aquel Depor acabó subiendo a Primera por justicia. Fue en la 17-18. Los nombres se los saben, aunque vistan otras camisetas: Iris, Peke, Tere, Nuria… Qué cantera ha supuesto este equipo para el fútbol español. Cómo no nos íbamos a enamorar todos de aquel rombo del centro del campo, de aquel estilo de mimar la pelota, de aquellas jugadoras que lo daban todo para rendir al máximo nivel. En Primera: Athenea, Misa, Pecas, se sumaban a Alba Merino, Michelle, y aquella Kika que remontó con su gol al CD Tacón en un partido agónico.

Pero sería el 26 de febrero de 2020 cuando el resto de aficionados entenderían lo que duele este amor. 119 minutos y 40 segundos aguantó aquel Depor al Barça. Sulli dio un recital en portería. Nadie había llevado al coloso blaugrana a la prórroga con un 0-0. Solo un cabezazo de Hamraoui evitó la gloria. Aquella tarde, sentada en el sofá de casa de mi sobrina, mientras ella gritaba y celebraba enfundada en su camiseta de María León, yo apreté los puños con rabia. No hablé hasta el día siguiente. Tan cerca y a la vez tan lejos. Perdón por recordar. 

Ayer era yo la que gritaba en el gol de penalti de Millene Cabral, una jugadora que llegó a España de la mano del Sporting de Gijón y que hoy es una de las heroínas del ascenso. De aquella plantilla de 2016 solo queda Cris, la eterna Cris. Los nombres que se corean en Abegondo ahora son otros: Inés, Charle, Lucía, Sara, Ainhoa, Henar, Laurina… El Depor Abanca vuelve a enamorar, pero por encima de todo queda la memoria de un equipo querido y admirado del que todo el mundo se alegra en esta celebración.

Qué bonito fue abrir Twitter ayer. Todas las jugadoras que vistieron la blanquiazul felicitaban a las que ya no son sus compañeras en este ascenso. Rivales, periodistas, aficionados de otros equipos, dejaban sus palabras de bienvenida. ¿Cómo ha conseguido el Depor ser tan querido en tan pocos años de historia? 

Sencillo: humildad, talento, trabajo y sacrificio. El descenso nos dolió a todos, el ascenso se celebra por unanimidad. Queda para el recuerdo aquella temporada en la que irrumpieron en Primera Iberdrola batiendo rivales jornada tras jornada. Todos éramos un poquito del Depor. Dolía dejarte puntos, pero era un dolor agridulce. Yo lo sufrí en Segunda, lo disfruté en Primera, me apuñaló de vuelta al infierno, y espero vivirlo otra vez en el cielo. El fútbol es para los humildes. Para las chavalas que salen a disfrutar como lo que son: una familia que juega a la pelota. Y eso se contagia. 

Hay mucho trabajo que hacer para competir en una Liga F que no da tregua y en la que sube el nivel temporada a temporada. Hay renovaciones que no pueden escapar, fichajes con los que apuntalar una plantilla llena de nombres propios. Este Depor puede ser otra vez la cantera de España, el trabajo que se ha hecho estos años sigue la misma línea que en 2016.

Pero hay que saber retener y fichar. Le deseo a Irene Ferreras la mayor de las suertes confeccionando una temporada nueva. Yo, Irene, sé que tienes lo que necesitas para poder regalar el espectáculo que sabemos que puedes ofrecer a una afición que hoy salta de alegría, pero que exige también. Ayer 14 mil gargantas se dejaron la voz en celebrar. Que el año que viene presuman también el orgullo de decir que son de este Depor al que todo el mundo quiere, y no se sabe por qué.

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