Ajedrez

La India como origen del ajedrez ¿También como destino?

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«Cruzamos el infinito a cada paso; nos encontramos con la eternidad en cada segundo»

Rabindranath Tagore

Un invisible hilo une estrechamente al ajedrez con India desde el propio origen del juego hasta nuestros días. En esa geografía pudo haber nacido. Y allí hoy se desarrolla con absoluta y creciente potencia. En ese contexto, extremando el ejercicio de la clarividencia, podríamos creer que serán cultores de esa tierra quienes habrán de dominar el panorama internacional. Como de hecho ya se viene insinuando.

Empecemos por el presente, solo para alterar el orden de la cronología y dar cuenta de inmediato del poderío indio. Al observar el panorama, comprobamos la presencia de numerosas figuras jóvenes nacidas en el subcontinente, prometiendo tomar la posta del noruego Magnus Carlsen, el mejor de todos (aún) pero ya no el campeón del mundo.

Los casos de prodigios ajedrecísticos indios son múltiples y elocuentes. El GM más joven de la historia es un norteamericano de familia de esa procedencia, Abhimanyu Mishra (nacido en 2009), quien obtuvo el título máximo del ajedrez, el de Gran Maestro (GM), con doce años, cuatro meses y veinticinco días.

Mas, dentro de los diez más precoces en ser GM en la historia (en listado que integra el propio Carlsen, y en el que ya no aparecen ni Bobby Fischer ni Judit Polgár, entre tantos otros, que supieron ser en su tiempo los más precoces en obtener tamaño título), figuran otros cuatro jugadores provenientes de la India.

Se trata de Dommaraju Gukesh (nacido en 2006), que lo fue a los doce años, siete meses y diecisiete días; Pameshbabu Praggnanandhaa (nacido en 2005), a los doce años, diez meses y trece días; Parimarjan Negi (nacido en 1993), a los trece años, cuatro meses, y veintidós días, y Raunak Sadhwani (nacido en 2005), a los trece años, nueve meses y veintiséis días.

Por otra parte, si se revisa el ranquin de la FIDE de los últimos tiempos, ese que mide la fuerza comparativa de todos los jugadores del planeta, hay un sexteto de jugadores indios que se suelen ubicar en el top30. Y otros que vienen ascendiendo desde posiciones por ahora inferiores.

Entre ellos se destacan especialmente Gukesh y Praggnanandhaa, por su progreso y juventud. Aquel, estuvo hasta hace poco en el top10 (al que seguramente regresará pronto tras el pronunciado bajón experimentado en los recientes torneos en Catar y en la Isla de Man), con apenas diecisiete años, llegando incluso a desplazar en cierto momento de la condición del mejor de su país al mítico excampeón del mundo ViswanathanVishy´ Anand (nacido en 1969).

Dommaraju Gukesh, figura del ajedrez de la India
Dommaraju Gukesh

Anand, en su veteranía, permanece vigente en la alta competencia, además de su proverbial papel como difusor del juego y, más recientemente, en tanto prominente dirigente de la Federación Internacional del Ajedrez (¿la que algún día presidirá?). Una figura legendaria del panteón ajedrecístico que marca un camino a todos sus compatriotas que pretender asomarse a la gloria.

Lo de Praggnanandhaa, con apenas dieciocho años, también es cosa seria. Es sabido que, desde el renunciamiento histórico de Carlsen a la posibilidad de defender la corona que supo ostentar por una década, tenemos un nuevo campeón mundial en la figura del chino Liren Ding quien, en el 2024, será desafiado por el vencedor del Torneo de Candidatos, instancia que habrán de disputar los ocho ajedrecistas que se clasifiquen a esa prueba.

Pues bien, dentro de los que ya consiguieron una plaza aspirando a ser el mejor de todos, tenemos a Praggnanandhaa, quien obtuvo ese derecho al ser finalista de la Copa del Mundo que se disputó recientemente en Bakú, en la que Carlsen le ganó la final a su joven rival en ajustada definición. El indio, antes de ello, había superado a rivales muy difíciles en etapas previas, entre ellos a los norteamericanos Fabiano Caruana y Hikaru Nakamura, quienes acechan al noruego en la cúspide del escalafón mundial.

Anand y a un niño Praggnanandhaa juegan al ajedrez (Foto: Time of India)
Anand y a un niño Praggnanandhaa (Foto: Time of India)

Es notable que Praggnanandhaa (cómodamente instalado ya en el top20 mundial), con este logro, se convierta en el tercer jugador en la historia más joven en clasificarse a un Torneo de Candidatos, nómina en donde solo es superado por Fischer (lo hizo en Bled, Zagreb, Belgrado, 1959, cuando contaba con dieciséis años) y Carlsen (con diecisiete años llegó a jugarlo en Elistá, 2007).

Praggnanandhaa, natural de la India, vs. Carlsen en la Copa del Mundo de ajedrez de Bakú, 2023
Praggnanandhaa vs. Carlsen en la Copa del Mundo de ajedrez de Bakú, 2023

Otros jugadores indios notables de la actualidad son Pentala Harikrishna (nacido en 1986); Santosh Gujrathi Vidit (nacido en 1994), y Arjun Erigaisi (nacido en 2003). Al recorrer esta nómina se advierte que se acaba de dar otra gran novedad para el ajedrez indio ya que, en el Torneo Abierto disputado en la Isla de Man, Vidit se alzó con la victoria, habiendo sido segundo fue el norteamericano de origen japonés Hikaru Nakamura, por lo que ambos sacaron el pasaporte rumbo a la corona mundial.

El ajedrecista Vidit, de la India, uno de los dos jugadores de ese origen clasificado para el Torneo de Candidatos de ajedrez 2024
El ajedrecista indio Vidit, uno de los dos jugadores de ese origen clasificado para el Torneo de Candidatos 2024

Dentro de los ocho finalistas del Torneo de Candidatos que se hará en 2024 en Toronto (Canadá), entonces, ya hay dos jugadores indios: Praggnanandhaa y Vidit. Y se podría agregar un tercero, Gukesh, quien está pugnando con el neerlandés Anish Giri la plaza que se adjudicará desde el Circuito FIDE.

A fin de 2023 se dilucidará esta cuestión más, por lo pronto, y en otra evidencia del poderío indio, de los diez primeros lugares de una nómina que refleja las mejores actuaciones de los jugadores en el año, en el presente cuatro corresponden a hijos de ese suelo: Gukesh (tercero); Erigaisi (quinto); Praggnanadhaa (octavo) y Vidit (décimo).

Erigaisi, por su parte, quedó a solo un paso de esa cumbre, al finalizar en el tercer puesto (junto a otros contendientes), a un punto de su compatriota y medio del escolta y cuando en la Copa del Mundo llegó a cuartos de final (si pasaba de ronda era otro ajedrecista indio en el Candidatos).

Lo importante, en todo caso, de cara a analizar la proyección, es ponderar la ubicación actual en términos de la juventud de varios de los mencionados jugadores (en el contexto de un fenómeno al que  hemos hecho referencia al analizar la vigencia de la generación de los smartphones), lo que hace pensar que estamos solo en el comienzo de la curva ascendente del predominio indio en el ajedrez mundial.

Todos los jugadores mencionados oscilan de los diecisiete a los treinta años. Y hay varios más, en posiciones por ahora expectantes, evidenciando una situación de una extraordinaria fluidez en términos de creciente protagonismo de unos representantes indios que en forma creciente se vienen destacando en las pruebas internacionales.

Es interesante, desde un punto de vista de la localización, poner el foco en lo que sucede con la ciudad india de Chennai (antes Madrás). Es ahí donde nacieron Anand, Gukesh y  Praggnanandhaa, por lo que esa urbe, que para más en el 2022 albergó las últimas Olimpíadas, podría ser considerada una virtual Meca donde surge parte de los mejores talentos ajedrecísticos de escala mundial.

Orígenes del ajedrez en India: Imagen del Templo Sri Parthasarathy de Chennai, por Kartshutterarts
Imagen del Templo Sri Parthasarathy de Chennai, por Kartshutterarts – Own work, CC BY-SA 4.0.

En dicha Olimpíada, el segundo conjunto del país (hubo otro considerado principal), liderado por Gukesh, fue medalla de bronce. Y este, en la faceta individual, obtuvo la presea de oro por el brillante desempeño en el siempre muy exigente primer tablero (la de bronce por caso le correspondió a Carlsen, para tener magnitud de las cosas).

Más, lo acontecido en la penúltima de las once rondas previstas, empañó este logro. Ese día, se enfrentaron los locales contra una Uzbekistán de también muy joven y fuerte representación. Gukesh, para entonces, venía de obtener ocho triunfos consecutivos, precediendo una única igualdad, lo que era absolutamente espectacular, aunque no inédito.

Es que existe un antecedente aún más asombroso, que se remonta a las Olimpíadas de Hamburgo 1930, cuando el ruso-francés Aleksandr Alejin terminó con nueve puntos sobre igual cantidad de cotejos. Aunque, hay que recordar, el entonces campeón del mundo, a diferencia de lo que sucedió ahora con Gukesh, se preservó de jugar frente a los rivales más fuertes.

El indio ahora, jugando en casa, sin darse respiro alguno, venía de derrotar, por caso, al español (de origen letón) Alexei Shirov, al armenio Gabriel Sargissian y al norteamericano Caruana. En esa décima, y a la sazón fatídica ronda, enfrentaba a Nodirbek Abdusattórov. Por el desarrollo de la partida, parecía encaminarse nuevamente al triunfo, que hubiera sido el décimo para su alforja personal.

Con todos los ojos puestos en su actuación, y por ende muy presionado por la situación, comete un error fatal en cierto momento del juego, siendo a la postre derrotado, con lo que el match quedará empatado. Lo que hará que Uzbekistán conserve la punta, una ubicación que ratificará en la despedida.

Para peor, Abdusattótov había incluso ofertado tablas al envalentonado Gukesh y, de haberlas este aceptado, su país hubiera vencido en la porfía, asumiendo el liderato a una ronda de la definición. India, de ese modo, no será medalla de oro colectiva (y hasta ahora nunca lo ha sido), habiendo estado tan cerca. Pero, sin dudas, más temprano que tarde lo será.

Gukesh perdiendo ante Abdusattórov  una oportunidad histórica que inclinó la balanza paraqué  Uzbekistán se imponga en las Olimpíadas de ajedrez jugadas precisamente en la India en 2022.
Gukesh perdiendo ante Abdusattórov  una oportunidad histórica que inclinó la balanza paraqué  Uzbekistán se imponga en las Olimpíadas jugadas precisamente en la India en 2022.

Queda instalada entonces, una deuda para India y para Gukesh, la de ser campeón olímpico. Esta competencia, nacida oficialmente en 1927 (hubo previamente dos oficiosas en París 1924 y Budapest 1926), recién vio a la nación asiática debutar en 1980 en Lucerna para, cuatro años más tarde, en Tesalónica, dar acto de presencia su figura más relumbrante, Anand, en ese momento desde el lejano cuarto tablero.

La que habrá de convertirse en figura legendaria, habrá de encabezar la delegación de su patria en ediciones futuras, desde 1986 en Dubái, registrando en total ocho presencias olímpicas, la última en 2018 en Batumi, sin medallas colectivas ni individuales. Aunque, en Calviá 2004, registró la segunda mejor performance del torneo, con un rendimiento medido en espectaculares 2.824 puntos ELO.

En el 2000 en Estambul la constelación india, sin la estrella de Anand, logra un muy estimulante octavo puesto, evidenciando que el país ya era una potencia colectiva más allá de una mirada centrada en lo individual. Subiendo la vara, fue medalla de bronce en Tromsø 2014 (la mejor actuación a la par de la última de Chennai) y finalizó cuarta en Bakú 2016.

Lo de Anand tiene ribetes míticos. Fue nada menos que cinco veces campeón del mundo, la primera vez en el 2000, en competencia organizada por la FIDE (en tiempos del cisma), para serlo en forma indiscutida en el 2007, revalidando su condición al año siguiente ante Vladímir Krámnik, en 2010 frente a Veselin Topalov y en 2012 derrotando a Boris Gélfand para, en su propia Chennai, en 2013, caer ante el genio emergente de Carlsen.

Arnand, el ajedrez de India
Arnand

Anand, es el único ajedrecista de la historia que llegó al pináculo por tres formas distintas: en 2000, bajo la modalidad de eliminación directa; en 2007, por sistema de liga a doble vuelta, y en 2008, 2010 y 2012, por encuentro directo contra el retador.

Es, además, de los pocos exponentes que alguna vez superaron la barrera de los 2.800 puntos (tuvo 2.817 en el 2011). Ya en 1987, había prenunciado su promisorio futuro cuando se convirtió en campeón mundial juvenil en Baguío, Filipinas, país en donde había años atrás perfeccionado el ajedrez de la mano de su padre quien trabajaba en la isla.

Un joven Anand, de India, cuando se consagró campeón mundial juvenil de ajedrez
Un joven Anand cuando se consagró campeón mundial juvenil

El «expreso de Madrás» (aludiendo a la rapidez con la que toma sus decisiones en las partidas), es tan célebre en su país a punto de que fue elegido como el deportista del milenio en 1998, recibiendo el Sportstar Millennium Award otorgado por la principal revista de deportes local.

A nivel mundial, recibió el Oscar al mejor ajedrecista en los años 1997, 1998, 2003, 2004, 2007 y 2008, seis reconocimientos (solo lo superan en el historial Gari Kaspárov y Anatoli Kárpov). Su influencia ha sido y sigue siendo absoluta baste decir que, cuando disputó en su ciudad natal el match ante Carlsen en el 2013, en el estado de Tamil Nadu (la capital es Chennai), había once millones de niños que recibían clases de ajedrez en los colegios.

Hay otro caso de una figura india de nota a la que puede ser considerada como una virtual campeona del mundo sin corona. Nos referimos a Humpy Koneru (nacida en 1987), múltiple aspirante al título, que vio frustradas sus posibilidades una y otra vez, a pesar de ser la máxima favorita en varias oportunidades, en particular en el 2008, cuando fue desplazada por la china Yifan Hou. En prueba de sus quilates, es de destacar que Koneru fue la segunda ajedrecista mujer, detrás de la mítica Judit Polgár, en atravesar la barrera de los 2.600 puntos ELO.

Su precocidad fue proverbial. Con apenas quince años, un mes y veintisiete días, se convirtió en la mujer más joven en obtener el título de GM en todo el historial. En el 2001 se transformó en campeona mundial juvenil entre las mujeres, reconocimiento que antes había obtenido para las cohortes de menos de diez, doce y catorce años.

El premio mayor no obstante nunca llegará y, si bien actualmente su nivel competitivo la sigue manteniendo en lo más alto (de hecho suele ocupar posiciones dentro del top5 mundial) pareciera que, en presencia de nuevas y jóvenes figuras que vienen pidiendo pista, ya no se dará para Koneru la recompensa máxima.

Con todo, sin dudas, estamos en presencia de una de las mejores ajedrecistas mujeres de toda la historia. Una campeona mundial sin corona con todas las letras, un mérito que, en varones, se le suele atribuir a las figuras notables (entre otras) de Akiba Rubinstein, Paul Keres y Víktor Korchnói.

Humpy Koneru, la campeona mundial que no fue. (Foto: Cordon Press)

Hay algunas figuras mujeres indias que, como sus colegas varones, también vienen asomando con fuerza. Después de Koneru, la mejor actualmente es Dronavalli Harika, GM desde 2011.

Mas, las miradas se pueden mejor concentrar en la hermana de  Praggnanandhaa, Rameshbabu Vaishali (¡otro talento surgido en Chennai!) quien, a sus veintidós años, está evidenciando progresos a pasos agigantados.

De hecho Vaishali acaba de resultar triunfadora (hizo 8.5 puntos sobre 11) del muy competitivo Torneo Abierto disputado en la Isla de Man 2023 y, con ello, se clasificó (como le sucedió ya a su hermano en la categoría general) para el próximo Torneo de Candidatas de mujeres, con lo que se colocó en la ruta inicial que la pueda llevar a ser la campeona mundial india que aún ese país no ha podido tener. ¿Y si dos hermanos llegan casi al unísono ser campeones del mundo? Sería un episodio simplemente mágico y desde luego inédito.

Rameshbabu Vaishali de brillante desempeño en el Torneo de la Isla de Man 2023

En Olimpíadas de mujeres, la India consiguió precisamente su primera medalla colectiva en Chennai. Fue una de bronce (las de oro y plata le correspondieron a Ucrania y Georgia), un logro algo amargo ya que su delegación era la primera clasificada. Otra deuda pendiente que le queda al país, una que seguramente habrá de saldarse.

En el curso del siglo XX, hubo un único caso notable de un jugador indio que se destacó en el universo del ajedrez, si se exceptúa a Anand que mostraría la fuerza de todo su talento sobre sus postrimerías (con mayor proyección en la centuria siguiente). Se trata de Mir Sultan Kahn (1905-1966), nacido en la región de Punjab quien, siendo autodidacta, cuando el subcontinente seguía bajo dominio inglés, se convirtió en triple campeón británico (1929, 1932 y 1933), tras ser campeón de la India en 1928.

En ese contexto, Kahn fue primer tablero de Inglaterra (delante de Frederick Yates y Sir George Thomas, quienes lo habían perfeccionado en la práctica del juego) en las Olimpíadas de Hamburgo, Praga y Folkestone de 1930, 1931 y 1933, respectivamente, dándose el lujo de vencer en ellas, por caso, a los grandes ajedrecistas Rubinstein y Salo Flohr, y empatar con el campeón del mundo Aleksandr Alejin (al ex campeón José Capablanca le ganó por su parte en el torneo de Hastings 1930/1).

La carrera del nacido en la India lució tan meteórica (abarca apenas algo más de un lustro) como espectacular. Pero, claro, sus habilidades rápidamente aprendidas para el ajedrez, provenían de su conocimiento previo de las reglas de un chaturanga, práctica de su cultura que le era muy cercana.

Habría que aclarar que lo de Sultan es nombre y no título. De hecho, el jugador provenía de un entorno muy pobre, ganándose la vida en su rol de sirviente. Una anécdota pinta el cuadro: tras la prueba de 1933 en Inglaterra, los integrantes del equipo campeón olímpico de los EE. UU., fueron agasajados por el Coronel Nawab Sir Umar Hayat Khan, ayudante de campo del rey Jorge V.

Grande fue la sorpresa (o no tanto) cuando Isaac Kashdan (y los otros integrantes del conjunto norteamericano vencedor), quien había empatado con Sultan Kahn en la competencia, ahora era agasajado por ese mismo jugador en tanto parte de la servidumbre. El tablero los igualaba, los roles sociales establecían, en cambio, impensadas distancias.

Imagen en el torneo británico disputado en Ramsgate 1929, donde se dio el primer gran éxito de Sultan Kahn

La pujante India de las figuras emergentes (entre otros) Gukesh y Praggnanandhaa de hoy, esa que comenzó a insinuarse desde el siglo XX con Kahn, para luego mostrar todo su poderío con el mejor de sus hijos, Anand, de inclaudicable actuación a caballo del fin de un milenio y comienzo del otro, es heredera de un proceso de transmisión cultural que remite a las profundidades de los tiempos, en particular a la tradición del chaturanga. Se trata del proto-ajedrez indio que, conforme la teoría histórica clásica, es el antecedente directo de un ajedrez que evolucionó desde aquella fuente oriental.

Si adscribimos a otra tesis explicativa, la que pone el acento en el sincretismo cultural y, por ende, en los aportes civilizatorios concurrentes de diversos orígenes, de todos modos cabe adjudicarle a la India un rol primordial, ya que ese enfoque alternativo sostiene que fue en la ruta de la seda, en algún punto del noroeste de las fronteras actuales de ese país, en que se dio el proceso de que un juego de este origen, junto a otros procedentes de China y del mundo griego (el liubo y el petteia, respectivamente), dieron paso a un pasatiempo que es el antecedente principal de nuestro ajedrez.

En cualquier caso, hay muchos hilos conductores entre aquel chaturanga y el moderno ajedrez, ese que llegó a nuestros días tras un proceso en el que medió primeramente su apropiación por persas (lo denominaron čatrang), árabes (el shatranj), su divulgación en Europa, con los cambios profundos que se le introdujeron a su práctica en España e Italia a fines del siglo XV, los que le dieron formato definitivo.

Uno de los vasos comunicantes que une aquel pasado con el ajedrez que habrá de evolucionar ulteriormente, remite a la teoría de las aperturas del juego. Son muy conocidas desde un punto de vista de las aperturas del juego las Defensas Indias, las que se presentan en diversas variantes (India de Dama, India de Rey, Nimzoindia, Bogoindia, India Antigua, y tantas más). Pero, ¿cuál es la raíz de esas denominaciones en donde está presente la India?

Es sabido que, en el chaturanga, además de no existir una pieza de la reina, que es de aparición tardía, ya que la que ocupaba ese espacio era la figura del visir, había otras diferencias respecto de la práctica moderna.

En el caso del peón, no podía en la primera jugada desplazarse dos casillas (tan solo una). Por ende, cuando quienes practicaron el chaturanga comenzaron a jugar al ajedrez con formato europeo, solían mover el peón de caballo una casilla, de forma tal de poder sacar al alfil a las ubicaciones b2 y g2 (de las blancas) y de b7 y g7 (de las negras), movimientos típicos de todas las defensas que hoy bautizamos como Indias. Son los fianchettos, como lo denominarán los italianos en expresión que se hará universal.

Esta modalidad, la conocemos gracias al gran ajedrecista escocés John Cochrane (1798-1878) quien, teniendo destino laboral en la India, en tiempos de dominio británico al territorio, fue protector del Club de Ajedrez de Calcuta, donde supo jugar entre los años 1848 y 1860 con el bengalí Moheschunder Bannerjee (Mahesh Chandra Banerjee) y otro adversario de nombre Saumchurn Guttack (alias Somacarana), quienes le propusieron ese estilo de juego lateral, que incluía aquel más restringido avance del peón en los inicios de cada partida.

Recreación de una partida de Cochrane con Banerjee en Calcuta (India) a mediados del siglo XIX

Otro rastro que conecta a la India del ayer con el ajedrez moderno, se da en el campo de la composición ajedrecística. Es bien conocido el problema matemático que consiste en dar soluciones a la recorrida del caballo por las sesenta y cuatro casillas del tablero, sin reiterar escaque alguno, una cuestión que mereció la atención de personalidades muy destacadas, como las del suizo Leonhard Euler (1707-1783) y del norteamericano Benjamín Franklin (1706-1790).

Resulta que esta cuestión ya había sido planteada por el matemático Rudrata en un texto del primer cuarto del siglo IX llamado «Kavyalankara». Por ende, a ese recorrido del corcel a lo largo y ancho del tablero, se lo conoce como «El camino de Rudrata», «El problema de Rudrata» o, quizás atendiendo a la cosmogonía india, «El ciclo de Rudrata».

Algunos recorridos del caballo por el tablero conformes estudios de la tradición oriental.

Por supuesto, ese texto remite a la tradición del chaturanga, juego que se podía disputar para dos o cuatro jugadores (este se denomina chaturaji), y que podía contar con el auxilio de los dados para su práctica esos a los que en el antiquísimo «Rigveda» se les pedía: «Haced amistad con nosotros, / y tenednos compasión, / no nos hechicéis /con vuestra cruel magia…»).

Chaturanga para cuatro jugadores (chaturaji).

Cabe preguntarse, ¿cuándo apareció el juego primero que fue constitutivo del vínculo de la India con el ajedrez? Gracias a manuscritos en idioma pahlavi (persa medio) y otros textos muy influyentes de Medio Oriente de fines del primer milenio, tales los casos de «Las praderas de oro y las minas de gemas» del árabe Al Masudi (896-956) y el «Shāhnāma» («El Libro de los reyes») del persa Ferdousí (935-1020).

Sabemos que un proto-ajedrez, es de entender que el chaturanga (catur-aṅga, चतुरङ्ग en sánscrito), ingresó a la capital del imperio sasánida de Ctesifonte en el siglo VI después de Cristo desde una comarca del nordeste, como parte de los preciosos regalos que le envía un rajá indio que deseaba congraciarse con Cosroes I, el poderoso Rey de reyes persa.

Desde ese punto iniciático, que marca una línea de tiempo definitiva que se puede establecer con claridad de allí para adelante, cuando tratamos de extremar la mirada sobre lo sucedido con el ajedrez hacia atrás, todo ingresa en cambio en  el manto de la duda. Por lo que surgen las especulaciones, las teorías alternativas y, en cualquier caso, la necesidad de profundizar las investigaciones y extremar la calidad de  las interpretaciones.

Puede creerse, más allá de las múltiples leyendas que aluden a creaciones debidas a demiurgos o vinculadas a episodios míticos (sin anclaje por definición en hechos de la realidad), que el juego pudo haber surgido, muy probablemente ya en la era cristiana, en un territorio en donde se dio el fenómeno de sincretismo cultural, a partir de la convergencia de expresiones concurrentes de fuentes indias, griegas y chinas.

Esto pudo acontecer probablemente en territorios de la región de Bactria, ocupada sucesivamente por griegos, persas, los que estuvieron bajo el dominio de los Imperios Kushan (de influencia china) y Gupta (uno de los principales de la historia de la India). De hecho, los vestigios arqueológicos más antiguos que remiten al ajedrez que se conocen, remiten a las proximidades de Samarcanda, la antigua Maracanda, una de las ciudades-estado más importantes y punto central de la ruta de la seda.

Podría creerse que, a partir de esa comunión de intereses, pudieron haber nacido simultáneamente en ese contexto, tanto el chaturanga indio cuanto el xiang-qi chino, otro proto-ajedrez que, a diferencia del primero, se sigue disputando popularmente hoy día con absoluta fruición.

Es en ese contexto que algunos suponen que la versión china pudo haber sido incluso anterior a la india. En cualquier caso, ambas son importantes, están interrelacionadas y terminan siendo fuente primigenia de ese ajedrez que luego habrá de ingresar a Ctesifonte, con el vector de difusión ulterior del todo reconocido.

Yendo a fuentes literarias primeras de la propia cultura india, sabemos de la indubitable existencia del juego por textos algo tardíos, que comienzan con el «Harṣacarita» («Las hazañas de Harṣa»), de Bāṇabhaṭṭa (Bāṇa), un poeta y escritor de la corte con capital en Kanyâkubja (Kannauj), biografía del emperador budista de ese nombre, quien rigió los destinos de un reino del norte de la India en la primera mitad del siglo VII. Nótese ese dato temporal cuando, por la literatura persa y árabe, sabemos que el juego existía por lo menos desde la centuria anterior.

En ese texto, al describirse la fisonomía del sabio Durvāsas, un ser por naturaleza excesivamente colérico que era «hermano de la Luna», aludiendo a uno de sus clásicos raptos de enojo se aclara que «…frunciendo el ceño oscureció el tablero de ajedrez de su frente, como si se estuviera en presencia del dios de la muerte…», trazándose el paralelismo entre las líneas del tablero y los surcos en el rostro del personaje. Las expresiones en idioma sánscrito utilizadas son aṣţāpadam (por ashtāpada, es decir el tablero) y caturaṅgaphalakam (por chaturanga, es decir el juego).

Otras alusiones previas del subcontinente, en rigor parecen corresponder precisamente al ashtāpada, que no solo podía ser visto como tablero (superficie donde, además del chaturanga, se arrojaban los dados), sino también en tanto propiamente juego, uno del tipo de carreras y no de estrategia (como en definitiva será el ajedrez, en particular cuando se abandone el uso de los dados).

Hay una cita al respecto en el «Vinaya-piṭaka» («Cesto de la disciplina»), obra de los siglos IV a III antes de Cristo que forma parte de los «Diálogos de Buda»; y otra en «Sūtrakṛtāṅga», que sería de la misma época, aunque en este caso corresponde a la tradición del jainismo y ya no del budismo.

Por su parte, dentro del hinduismo, el propio «Rāmāyaṇa», texto fundacional atribuido a Vālmīki, que es de aproximadamente el siglo III a. C., al considerarse la regularidad de las calles y las casas de la sagrada ciudad de Ayodhya, se la califica de colorida, se ensalza la belleza de sus mujeres, y se mencionan los edificios palaciegos de una urbe que «está dispuesta como un tablero».

Al hacerlo, el término que exactamente se usa es el de astapadakaram. Una referencia a un tablero de sesenta y cuatro escaques que es muy importante tanto para los hinduistas como para los budistas. Es que, para ambas creencias, los templos debían disolver los límites entre el hombre y lo divino, por lo que eran concebidos como una miniatura del cosmos.

El sacerdote-arquitecto, confeccionaba su planta en tanto cuadrícula, formada por cuadrados y triángulos equiláteros dispuestos en forma de red, representando un mandala (un modelo o mapa del cosmos) que tenía sesenta y cuatro figuras (para los templos) y de ochenta y una (para las casas). Se trata del vastu-mándala, espacio que simboliza la existencia y la acción de los poderes divinos, en donde combaten los devas contra los asuras (ángeles contra demonios). Y, en el centro, se ubica el dios creador: Brahma.

En estas condiciones, el tablero debe ser visto no como una mera representación espacial o un lugar en el que se concreta una actividad humana sino, más amplia y profundamente, como un cosmograma.

India: Kṛṣṇa jugando al ajedrez (al chaturanga) sobre el ashtāpada,
Kṛṣṇa jugando al ajedrez (al chaturanga) sobre el ashtāpada,

Sin embargo, con el tiempo el chaturanga, y sus sucesores, estuvieron más asociados a la guerra, y no al campo de la cosmogonía o de la divinidad. Es que a la partida se la veía en tanto representación especular de una batalla y, de hecho, cada pieza aludía a una de las fuerzas que participaban en ella.

Entramos en el campo de los cuatro angas (fuerzas), número que corresponde asimismo a la cantidad de castas, a los rostros que podía asumir el dios Brahma y a las etapas de la vida. Esos angas remitían a la infantería (los peones), los elefantes (que devendrían con el tiempo en alfiles), la caballería (presencia desde siempre del corcel) y, en lugar de la medieval torre (otra incorporación europea ulterior), se podía ver a carros o buques, conforme se tratase de una disputa terrestre o acuática.

En ese orden podría recordarse que, cuando el rey indio Porus se enfrentó al macedonio Alejandro Magno en el año 326 antes de Cristo en la batalla de Hidaspes, lo hizo al frente de veinte mil  hombres de infantería, utilizando trescientos carros, doscientos elefantes y dos mil caballos. Un chaturanga reflejado perfectamente en esa contienda por las cuatro fuerzas intervinientes de las tropas indias.

Junto a ellas, desde luego que siempre se debía ubicar al imperturbable rey (el rajá indio y el shah persa), quien dirigía las acciones y que debía ser protegido a toda costa (una referencia a la pieza que no podía perderse ya que eso significaría el fin de la partida).

A su lado, la presencia de un visir que lo aconsejaba, figura que con el tiempo habrá de desaparecer, para darle espacio a la reina o dama, ya en Europa en un proceso progresivo que se dará desde el siglo X en adelante. La pieza original, masculina, y la otra, la primera femenina que habrá de surgir, ambas, protegiendo al rey a toda costa (con su consejo, compañía y, a veces, su propio sacrificio).

Hoy, instalados en un tercer milenio en el que dentro de la circularidad del destino vemos cómo la práctica del ajedrez a nivel magistral y popular se está volviendo a enfocar en la emergente fortaleza del mismo continente asiático en donde todo surgió, al mirar hacia aquel pasado, apreciamos en toda su dimensión cuánto le debemos a la India.

Podríamos creer que el ajedrez en definitiva es tributario de la generosidad de aquella comitiva en camello que, en el siglo VI, ofrendó a los persas, desde un reino indio, un precioso juego con piezas de esmeraldas y rubíes, el que se ponía a consideración de una cultura que, como habrá de suceder una y otra vez en el futuro, en todo tiempo y lugar, se habrá de enamorar de una práctica que pasó a convertirse en una de sus preferidas. La cultura india, con aquel acto iniciático, terminó por compartir con el mundo todo uno de sus máximos tesoros.

Por otra parte, podría creerse que el pionero Kahn, el mítico Anand, y en definitiva todos los jóvenes y brillantes talentos nacidos en tierras en donde todo pudo haber comenzado, de rampante presencia actual en el escenario internacional, son parte indivisible de un misterioso hilo conductor que une aquel prodigioso origen con este espléndido presente. Y de su aún más esperanzador futuro.

En este orden de análisis podría barruntarse que el ajedrez, no solo que tuvo a la India como protagonista en el origen del juego sino que, tal vez, en su actual estado de evolución, y eso solo el tiempo lo determinará, probablemente sea esa misma tierra en la que pueda ubicarse lo mejor de su destino.

Triángulo equilátero actual en la India milenaria: ajedrez; entusiasmo y juventud
Triángulo equilátero actual en la India milenaria: ajedrez; entusiasmo y juventud

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  1. Curioso lo del ajedrez de la India. En esta nota Sergio Negri nos atrapa con detalles históricos que demuestran que el polo del ajedrez mundial está en Asia, dónde nació.
    Otra interesante nota del maestro Sergio Negri.

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  4. Otra excelente investigación de Sergio Negri sobre el origen del ajedrez
    Esta vez nos tocó estar en la India.Gracias

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