Ajedrez

El origen de la reina en el ajedrez (que no es español, sino de todos)

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Museo Nacional de Escocia (Foto: Cordon Press)

«Bajo los reyes, gobiernan las mujeres, bajo las reinas, los hombres» (John Stuart Mill)

Hay dos cuestiones fundamentales históricas sobre el milenario ajedrez. Una radica en tratar de determinar supropio origen; la otra reside en desentrañar el momento en que se dio la tardía aparición de la pieza de la reina la cual, en su ulterior evolución en términos de su movimiento sobre el tablero, dará paso a la aparición del ajedrez moderno.

Parafraseando a Simone de Beauvoir, para quien «No se nace mujer, se llega a serlo», podríamos decir que el ajedrez no nace con la pieza de la reina más, solo a partir de su presencia, el juego llegará a serlo. Al menos en su versión definitiva. Revolucionándolo.

Hanna Arendt dijo que «contar historias revela un significado sin cometer el error de definirlo». Siguiendo ese postulado hablemos, entonces, sobre cómo, desde cuándo y bajo qué características se verificó esa tardía aparición de la pieza de la reina en una actividad que por tanto tiempola había ignorado, reflejo especular de otras realidades más amplias en las que ellas también fueron excluidas o postergadas en sus reivindicaciones.

En búsqueda de precisiones, desde luego que procuraremos apartarnos de miradas reduccionistas, muchas veces teñidas de localismos con los que se pretende adjudicar a un pueblo, a una figura o a una locación, todo el mérito de un hecho que, en todo caso, se dio en forma sucesiva en sitios diversos.

No se trata de forzar los hechos, solo procurar describirlos y ponerlos en contexto, sabiendo que estamos en presencia de un fenómeno que, por su complejidad y relevancia, adscribe a un proceso cultural de tracto sucesivo y no a actos de creación puntuales debidos a una fuerza unívoca y providencial.

Eso sucedió con el origen de un ajedrez que tiene claros signos de haber surgido por aportes civilizatorios concurrentes, en el marco de un sincretismo cultural que se verificó en oriente en algún punto de la ruta de la seda. Y, adelantándonos a las conclusiones de este trabajo, eso mismo sucedió con la aparición de una pieza con rostro de mujer en el diseño intrínseco del juego.

Una primera pregunta que nos podríamos formular es por qué no se la tuvo en cuenta en los prototipos originales. Probablemente, más allá de las tendencias patriarcales de muchas sociedades, antes, ahora y después, y no solo en aquellas en donde pudo el pasatiempo surgir o primeramente evolucionar (India, Persia, China, el mundo árabe), todo haya tenido que ver simplemente por la asociación del ajedrez con la batalla. Como en las acciones armadas no participaban las mujeres el juego, para ser fidedigno, no debía tener una pieza femenina en su diseño.

En la Europa cristiana el juego se fue adaptando asignándosele un cariz general que, sin olvidar su primitiva asociación al hecho bélico, pasaba ahora a convertirse mejor en metáfora social por lo que las piezas se fueron adaptando en su nombre y configuración a los nuevos signos culturales.

La torre, por caso, reemplazará al carro o buque; el obispo al elefante y, siendo así, el visir era la figura más exótica, por lo que bien podía ser eliminado dejándole el espacio a otra que resultare más cercana. ¿Y qué mejor que ese lugar fuera ocupado por una de rostro femenino siguiendo el modelo cultural y políticovigente en el que las reinas en las cortes acompañaban, cuando no reemplazaban, a los imperturbables reyes?

Lo hemos dicho muchas veces. El ajedrez no solo es parte de la cultura, sino que también la refleja. En Europa en la Edad Media, fue una perfecta imagen de la sociedad y, para que ello sucediera, la reina debía de irrumpir. De aquella omisión del pasado oriental pasamos sin escalas a esta necesidad que exige el presente. El visir, entonces, desaparecerá, para darle espacio a la majestuosa reina.

Al principio, la nueva pieza heredó el movimiento restringido de aquella a la que reemplazaba (solo un paso en diagonal) mas, con el tiempo, habrá de ser empoderada (se desplazará como torre y alfil), dándose entonces la aparición del ajedrez moderno. Mas, como veremos, entre un fenómeno y otro transcurrió mucho tiempo.

Podría entonces decirse que la pieza de la reina tardó unas cinco centurias en aparecer y otras tantas en asumir su poderío definitivo. En cualquier caso, la pieza de la reina es una contribución de la Europa cristiana que se dio solo a partir del segundo milenio, dándole formato cultural definitivo al viejo ajedrez.

¿Cuál fue la primera vez en que la pieza de la reina es mencionada en la literatura medieval?

El primer registro escrito que mencionó al ajedrez en continente europeo corresponde a un poema en latín titulado «Versus de Scachis» («Poema de Einsiedeln») que, si bien no tiene datación exacta, se lo puede ubicar a fines del siglo X. Surgió en el marco de la Abadía de Einsiedeln en donde de hecho al día de hoy se lo conserva, el que fue hallado en sendos manuscritos (códices 319 y 365), de autor anónimo (muy probablemente un monje), en cuyos versos ya se contempla la existencia de la pieza de la reina (regina) en el ajedrez.

Abadía de Einsiedeln, en Suiza (Foto: Kecko/Wikipedia/CC)

Estamos ubicados en el corazón del Sacro Imperio Romano-Germánico, en una locación que actualmente pertenece a Suiza (cantón de Schwytz). Como el ajedrez había ingresado a Europa por los lindes (Bizancio, España e Italia; y, también, siguiendo el curso del río Volga), que estemos en un sitio tan central del continente habla a las claras de que para comienzos del segundo milenio ya el juego estaba muy difundido.

Tampoco es de extrañar que estemos en presencia de un sitio que constituye un cruce de caminos. Así como en la ruta de la seda había nacido el ajedrez, en otro punto de confluencia cultural aparece la pieza de la reina. Es que esta locación europea pertenecía a la ruta de peregrinación cristiana hacia y desde Italia, teniendo como punto de referencia la antigua diócesis alemana de Constanza y como destino final Roma.

Las principales menciones específicas que se hacen en esos manuscritos a la novedosa pieza femeninason las siguientes: «In quorum medio rex et reginalocantur y Nam sic concordant: obliquo tramite, desit   Ut si regina, hic quod et illa queat», es decir señalando que «el rey y la reina se colocan en el medio iguales en apariencia pero no en alcance». Lo del alcance alude a que, como fuera dicho, la reina se desplaza un paso en diagonal (como el visir), mientras que el rey lo hacía uno en cualquier sentido posible.

En el texto se contempla asimismo que,cuando el peón llega a la octava fila, solo si la reina original previamente se había perdido, puede tomar el lugar de esta a la hora de una movida que, desde este momento, bien se podrá designar, como se la consagrará ulteriormente, de «coronación».

Fragmento del códice 319, Einsiedeln, Stiftsbibliothek, Codex 319-645 (Foto: e-codices.ch)

Siguiendo la pista histórica, la escritora norteamericana Marilyn Yalom (1932-2019) llegó a la conclusión de que la incorporación de esta figura femenina constituye un homenaje a Adelaida de Italia (931-999) y/o a la bizantina Teófano Skleraina (960-991), esposas respectivas de los emperadores OtónI (912-973) y Otón II (955-983), protectores todos ellos del Monasteriode la orden de los benedictinos.

Pero, además de esta primera mención, el proceso de aceptación del trebejo femenino debería consolidarse. Para suprogresiva aceptación en diversas geografías, tuvo mucho que ver el reconocimiento y la visibilidad de notables exponentes femeninas en las cortes, particularmente la de tal vez la más poderosa de ellas de la época medieval, Leonor de Aquitania (1122-1204), quien fuera reina de Francia y de Inglaterra (además de mecenas cultural y aficionada al juego). Además, mucho influyó la difusión del culto mariano en la baja Edad Media (particularmente en Francia) y la valoración de otras mujeres relevantes como Juana de Arco (c. 1412-1431).

Estatua de Adelaida de Italia, en Seltz, en Francia (Foto: Ralph Hammann – Wikimedia Commons)

La presencia de la mujer se hacía sentir. Ahora desde dentro y desde hacía un tiempo fuera del tablero. Aún en planos espirituales, tal el caso de una María a quien se veía como Reina de los Cielos y, en ese carácter, epítome de la pieza de la reina en el ajedrez.

Relieve en marfil que representa a Otón II y Teófano/Theofania coronados por Cristo (Museo Cluny, París, Francia)

La pieza de la Reina invocada tempranamente en la literatura europea

A esta primera mención conocida de la pieza de la reina en «Versus de Scachis» se le pueden agregar otras, de puntos distintosdel continente europeo, dando cuenta de una aceptación crecientemente generalizada.

Más tarde, estas expresiones de la cultura serán llevadas a la forma de libros, gracias a la invención de la imprenta, lo que asegurará una mayor circulación de los conocimientos y, en este caso, la difusión de la práctica del juego, por supuesto que preferentemente en las clases cultas de la época, que podían acceder a esas fuentes y que disponían de espacio para el ocio.

Merece, con todo, hacerse algunas precisiones sobre el alcance analítico de estas fuentes. Por lo pronto, no habría que dejar de considerar queestamos en presencia de testimonios en los que el autor en todo caso registra una realidad, mas no la crea. Podríamos verlos como copistas, observadores atentos de lo que sucedía y/o compiladores, mas no en calidad de demiurgos. Que un monje benedictino registre la aparición de la pieza de la reina no implica que sea el generador de ese hallazgo.

Además, sabiendo que estamos recurriendo a escritos de la Edad Media, tampoco deberíamos ignorar que en ese tiempo solo los eventos de mayor relevancia para la iglesia, la nobleza o los gobernantes podían ser registrados rápidamente por escribas profesionales más, en el resto de las situaciones, y el concepto aplica desde luego para el ajedrez, la reproducción escrita de un fenómeno de la realidad debería inexorablemente esperar. De esto se deriva que un registro ubicado en un tiempo seguramente corresponde a un hecho previo y que,siendo ubicado en un lugar, no necesariamente excluye otras fuentes territoriales posibles.

En consecuencia, siguiendo el ejemplo, que la pieza de la reina sea mencionada por vez primera en Einsiedeln a fines del siglo X, no lleva a la conclusión de que ese fue el sitio y el momento cronológico de su aparición. Pudo haber sido otro el lugar y, seguramente, bien antes el tiempo de su primera presencia. En todo caso, nunca hay que dejar de lado que estas cuestiones civilizatorias y culturales deben ser entendidas como proceso.

Esta relativización, que vale para «Versus de Scachis», es de aplicación, nos adelantamos a decirlo, para todo lo que tenga que ver con la muy posterior consagración del ajedrez moderno y su vinculación con Isabel la Católica (1451-1504) con el empoderamiento del trebejo. Al decirse esto no puede dejar de consignarse que la monarca española nada tuvo que ver con la aparición de la pieza de la reina, a pesar de que se ha llegado a esgrimir esa anacrónica y errada hipótesis.

Siguiendo la cronología, tras aquella mención a la pieza de la reina, la que en ausencia de toda evidencia en contrario debe ser considerada fundacional, se sucederán otras en diversas geografías europeas, dando señal de una aceptación cada vez más generalizada del juego con la incorporación de un trebejo femenino.

Para el investigador inglés Harold Murray (1868-1955) los textos en los que en la Edad Media se invocó al ajedrez fueron de tres tipos: didácticos; moralizantes, y de problemas del juego. Dentro de los primeros,tenemos «De naturisrerum et in Ecclesiasten», trabajo filosófico que se lo ubica para el año 1180, del inglés Alexander Neckam (1157-1217), en el que se incluye un capítulo (el CLXXXIV) titulado «De scaccis».

Allíse describen las reglas del pasatiempoincluido los movimientos de todas las piezas. Al hablarse de la de la reina (reginae), se consagra su forma oblicua de proceder: «Reginaegeminatcursum, gressumobliquans, tanquaminsidiator» («Dobla el curso de la reina, girando el paso, como una emboscada»).

Neckam, profundamente católico, en el contexto de los valores imperantes en la época, dio espacio a debates morales vinculados a la coronación del peón. Es que en ese acto se podía generar una situación de bigamia (también de poligamia), además de una evidente transexualización desde su masculino origen. Para lo primero, se lo resolvió denotándolo al peón coronado con el mitológico nombre de iphis(en línea de un juego que se creía inventado por el griego Ulises); para lo otro, se aclaró expresamente «sed sexus privilegio destituividetur», por lo que se prescribía abandonar el privilegio del sexo.

De naturisrerum de Alexander Neckam.

Afincados en una isla que desde el siglo XI había caído bajo la influencia normanda, tenemos de mediados del siglo XII el denominado «Poema de Winchester» («De Shahiludio: Poema tempore Saxonumexaratum») que consta de treinta y seis líneas escritas en latín, en donde se menciona a la regina como pieza, ubicándola al inicio a la derecha del rey (rex). Para evitar la cuestión de la multiplicidad de consortes reales al peón coronado se lo denomina ferzia, nombre queremite fonéticamente al farzin persa o al firzān árabe con los que se denominaba al visir en las versiones orientales.

Esta presencia de la pieza de la reina en Inglaterra es consistente con la influencia normanda, un pueblo que llevará al ajedrez en sus excursiones de dominio por otras geografías, incluida la distante Sicilia. Esto lo veremos reflejado en cómo una pieza con rostro de mujer podía ser tallada en tiempos bien tempranos en la porción meridional de Italia, por lo que el modelo con la pieza de la reina se podía ir extendiendo, gradualmente, de un punto a otro del continente.

Del siglo XII (o incluso previo), correspondiente a una geografía y a un autor no determinado, existe un texto en latín denominado «Elegia (‘Quicupit‘) de Ludo Scachorum» (casi homónimo con la posterior obra de Luca Pacioli), del que hay diversos manuscritos, en donde también se menciona la figura femenina. Murray conocía la existencia de varios de estos, pero seguramente se basó en el MS Digby 53que está en Oxford (otros se ubican en Múnich, Wolfenbüttel, Reims, Nápoles y Florencia), en el que se habla del rey y de su cónyuge en estos términos: «Rexmanetincaptus, subtractaconiugesolus, / Coniugesubtracta, nilualet in tabula» («El rey permanece sin ser capturado / su esposa en cambio puede serlo. / Si eso sucede, nada tiene valor sobre el tablero de ajedrez»).

Elegia de Ludo Scachorum, manuscrito: MS Clm 14836, MS Mun. Emeram K 6

De este parágrafo surge una idea conmovedora: la reina puede ser eliminada, pero, si ello ocurriera, la desolación invadiría el espacio escaqueado en su conjunto. Gracias al poeta advertimos algo en lo que no siempre se repara: la introducción de la pieza femenina puede conducir, como contracara, la posibilidad de su pérdida. La mujer en su dimensión sacrificial, a diferencia de un rey al que se lo puede acorralar (darle jaque mate),aunque nunca capturar.

Por su parte, respecto de la coronación de peón en reina, en el poema se dice: «Et si quandodatur tabule sibi tangere summa, / Reginesolitumpreripitofficium. / Virfactusmulierregiferusarbiterheret, / Imperat et regnat, hinccapit, indelabat» («Y si alguna vez {un peón} llega al extremo del tablero de ajedrez, / toma para sí los deberes habituales de la reina, / El hombre hecho mujer, como árbitro feroz se mantiene cerca del rey, / Mandatos y reglas, aquí se apodera, allá produce»). «Hombre hecho mujer», toda una definición epocal para una figura que en su evolución deja de ser masculina.

La pieza de la Reina se consagra definitivamente al ser incluida en el influyente «Ludus Scacchorum» de Iacoppo da Cessole

Uno de los textos más emblemáticos de la Edad Media estuvo referido al ajedrez. Se trata de la recopilación de los sermones del fraile dominico Iacoppo (Jacobo) da Cessole (1250-1322) en un manuscrito titulado «Libellus de moribushominum et officiisnobiliumacpopulumsuper ludo scacchorum» (abreviadamente «Ludus scacchorum») que tuvo mucha trascendencia, a punto tal de que fue el segundo libro editado en Inglaterra, solo por detrás de la Biblia, una vez que llegara la imprenta. Es de claro tono moralizante, volviendo con la referencia a aquella clasificación dada por Murray.

Ludus Scacchorum de Cessole en el libro impreso en 1474 por William Caxton en Inglaterra

Su importancia radica porque el ajedrez en ese contexto es visto como modelo de la sociedad medieval, asumiendo cada pieza, incluidos los peones, posiciones sociales, analizada en sus comportamientos deseables y evitables. Por otra parte el tablero era una representación de la mítica ciudad de Babilonia con sendas comunidades dispuestas a ambos lados conformadas por la nobleza (las piezas principales) y el pueblo (los peones).

Se le dedica un capítulo a cada trebejo, incluyendo uno, y muy detallado, a la reina, pauta clara de que su inserción en el juego ya para entonces (el manuscrito original es de comienzos del siglo XIV) era muy difundida.

A ella se le asigna (y esto debe ser considerado una novedad), una movilidad ampliada en la primera jugada, momento en el que puede desempeñarse como alfil (anciano o juez, se denomina aquí a la pieza respectiva), es decir dos casillas en diagonal, salteando la intermedia; o también como torre, en sentido ortogonal, pero solo hasta dos escaques. Es decir, en cualquier caso, conserva la coloratura original (un detalle, Cessole al explicar el movimiento de las piezas siempre asume que está describiendo a las negras y no a las blancas).

Esto es posible, asegura el autor, ya que la sabiduría de la soberana es similar a la de los ancianos, y su poder es comparable al de las torres. Vemos aquí un claro adelanto respecto de la tan restringida posibilidad de desplazamiento del visir que venía siendo reemplazado por la reina. Más, se dice que no moverá como los caballos, ya que la naturaleza de estos es peleadora y guerrera (una energía típicamente varonil).

Ese dinamismo inicial queda ulteriormente restringido, en la consideración de que no debe alejarse demasiado ya que, en casa (al menos para la sociedad medieval), tiene mayor libertad. Para más, no debe sentarse en las puertas de los jardines, evitar aventurarse por las calles y no olvidarse de sus modales de dama.

Se asegura que la reina, como el rey, cumple funciones honoríficas, y que «tiene por gracia lo que el rey tiene naturalmente». Está dotada de cuatro virtudes: la de comportarse en forma madura, con impecables maneras (modesta y pensativa, pero no audaz); la de ser pura y casta (siendo de ese modo el espejo en el que se reflejen las conductas de las demás mujeres); la de ser reservada (hablando cuidadosamente y siendo capaz de guardar los secretos) y, como era esperable para el Medioevo (con repercusiones futuras), la de ocuparse en educar a los hijos (en el camino de la virtud, las buenas maneras y la pureza).

La reina y el rey en el trabajo de Cessole

El religioso tuvo a la vista el formato del ajedrez lombardo (eran épocas en que el juego no tenía una única codificación por lo que diferían sus prácticas en las diversas geografías). Como su lugar de actuación se desarrolló en la zona septentrional de la península itálica (terminó sus días en Génova) hay que colegir que, al menos en esas comarcas, para fines del siglo XIII y comienzos del XIV, en que se dieran estos sermones, la introducción de la pieza de la reina estaba bastante consolidada.

El texto de Cessole tuvo múltiples traducciones, por caso la que hicieron Jehan Ferrron y Jehan de Vignayllevándolo al francés a mediados del siglo XIV. Hayalgunasen dialectos italianos y neerlandés, en versiones anónimas, que aparecieron para esa fecha y, solo poco después, otra en alemán. La pieza de la reina, entonces, aparecerá crecientemente en todos los puntos del continente.

En el caso de España, conforme el investigador José Antonio Garzón Roger, existe una traducción al idioma catalán, fechada en 1385, en donde se emplea la grafía regina (aunque en futuras versiones se habrá de incorporar adicionalmente la denominación de reyna). Es con esta incorporación con la que se habría producido la primera mención de la pieza de la reina en ese territorio, a partir de un texto ajeno al país, y no por uno propio.

Podría concluirse que, para el siglo XIV, la pieza de la reina ya predominaba en buena parte del continente europeo, con la única excepción tal vez de una Rusia en donde esa situación se dio más adelante, en un proceso que fue garantizado, aunque ya se conocía desde tiempo previo, gracias a la emblemática zarina Catalina la Grande (1729-1796).

Otras menciones a la pieza de la Reina en textos literarios de los siglos XIII y XIV

A partir de un hallazgo del siglo XIX en Benediktbeuern, Baviera (Alemania), se supo de la existencia de «Carmina Burana» («Códex Buranus»), una colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII que son una insustituible fuente cultural medieval. Dentro del extenso poemario aparece mencionado el ajedrez.

En cuanto a las piezas, se habla de la reina, a la que se le brindan tres denominaciones: femina, para aludir a su primera aparición; regina, cuando surge producto de la coronación de un peón, y conjunx, cuando es capturada.

Si bien el trebejo femenino puede ser puesto en circulación del juego lejos del punto de origen, dado a su natural apego al rey se asegura que aquella situación le genera a su esposo la posibilidad de una pérdida irreparable, según la mirada del preocupado poeta.

Carmina Burana

En el caso de Francia, una referencia muy antigua a la pieza de la reina es la que hace el monje Gautier de Coincy (1177-1236) quien, recogiendo viejas leyendas marianas, escribe en el siglo XIII un poema de unos 30.000 versos, llamado «Les Miracles de Nostre Dame» («Milagros de la Santa Virgen») en el cual se la presenta en tanto Virgen.

En tiempos de auge del culto mariano, sobre todo en esa geografía, se presenta una partida de ajedrez entre Dios y el Diablo siendo la Virgen feroz (fierce), además de virgen (vierge). Al cabo de todo, será ella quien aseste el respectivo jaque mate al Maligno, denotando su relevancia, y su ferocidad a la hora de defender los valores del Bien.

Por la forma en que se la presenta, y por ese desenlace en el que juega un rol tan relevante, aunque no es posible afirmarlo a ciencia cierta, da la impresión de que puede desplazarse la pieza en forma más ambiciosa respecto de la por ese tiempo convencional. De hecho, se distingue a la Virgen respecto de otros fers (autresfierces), esos que sólo asumen el radio de acción de una casilla a otra.

Les Miracles de Nostre Dame

Permaneciendo en territorio galo, en este siglo XIII, conocemos otro texto de esa procedencia en latín, «De vetula» («La vieja dama»), que se cree se le debe al filósofo y trovador francés Richard de Fournival (1201-1260). En este trabajo, al explicarse el movimiento de las piezas, la reina surge con su movimiento oblicuo restringido.

En Inglaterra aparece «Quaedam Moralitas de Scaccario» («Moralidad en ajedrez»), atribuido en su tiempo al papa Inocencio III (1160-1216), aunque ahora se asume que su autoría corresponde al monje franciscano Juan de Gales (fallecido en 1285). En esa obra, también de tono moralizante, en la que se prescribe que cada persona/trebejo debe comportarse alejado del mundo de los pecados, se incluye a la pieza de la reina.

Se asegura que todo movimiento horizontal o vertical es virtuoso, mientras que uno oblicuo es inmoral. Dado que la reina se desplazaba en diagonal, ¿cómo habría que interpretar la esencia que se atribuía a su carácter dada la etiología de su movimiento? Más amable y omnicomprensivamente, en la obra se acuña la famosa y hermosa sentencia en cuanto a que «El mundo es un tablero de ajedrez» («Mundus iste totusquoddamSchachariumest»).

Ya hemos visto que, al menos para la primera movida, en algunos textos, incluido sobre todo el de Cessole, se admitía un desplazamiento ampliado de la pieza de la reina, con lo que se hace un corte abrupto respecto del visir oriental al que vino a reemplazar. Esta posibilidad también se expresa en «Gesta Romanorum», un escrito en latín de fines del siglo XIII o comienzos del XIV, de autoría y procedencia difusas, pudiendo provenir de Inglaterra, Alemania o Francia. Por su inmensa popularidad, contribuyó mucho a la difusión continental de su visión del juego.

Aquí, cuando se habla de la forma de desplazarse las piezas de ajedrez, se describe que la reina puede acceder por primera vez a casillas de ambos colores, con lo que se podría deducir que ya no tan solo se desplaza en diagonal como otrora. Pero el párrafo no es conclusivo ni claro ya que, más tarde, se advierte alguna contradicción a ese punto.

El pasaje en cuestión es el siguiente: «Quintus, qui in istoscacarioludit et nominatur, estregina, cujusprogressusest de albo innigrum, et poniturjuxtaregem; et quandorecedit a rege, capitur. Que cum mota fuerit de proprio quadronigro, ubi primo fuitlocata, non potestprocedere, nisi a quadro in quadrumunum, et hoc angulariter, siveprocedat, siveretrocedat, sivecapiat, sivecapiatur» («La quinta pieza del juego es la reina; se mueve de blanco a negro y se ubica junto al rey; y, cuando se aleja de él, es capturada. Cuando se mueve de la casilla negra donde está al inicio, no puede moverse excepto desde un cuadro a otro y en diagonal, sea que avance o retroceda, sea que capture o sea (amenazada de serlo) capturada». En «Gesta Romanorum» la figura del rey es asumida por Jesucristo (el Rey de Reyes, tanto en el Cielo como en la Tierra), mientras que la de la reina le corresponde a la Virgen María, a quien se la define en su característica y espíritu de ser misericordiosa con todos.

La pieza de la Reina es ignorada en los libros de divulgación emblemáticos de la Edad Media

Contrastantemente a lo ya indicado hay que decir que, a la hora de revisarse los libros técnicos,la tercera clase de los textos medievales sobre el ajedrez conforme la clasificación de Murray, es decir los que incluyen problemasy partidas, advertimos que se ignora a la pieza de la reina, debiéndose aguardar a los surgidos a fines del siglo XV para que ello suceda.

¿Cómo podría interpretarse esta divergencia? Esta clase de textos, muy escasos, por cierto, en el caso de los pioneros, eran más bien traducciones y adaptaciones, en algunos casos ampliaciones, respecto de bibliografía que provenía de Oriente, en particular sobre problemas (los reconocibles mansubat).

Como en esta fuente primigenia desde luego era el visir quien acompañaba a los reyes, en las ulteriores transcripciones realizadas por copistas europeos se decantaba por seguir con el modelo original. En cambio los poetas, filósofos, intelectuales, metafísicos, no tenían esta clase de ataduras por lo que, en Cessole, y en todos los otros trabajos ya referenciados, se podía hablar sin ambages de la existencia de una pieza con rostro de mujer, permitiendo extender los alcances de la metáfora.

Y en esto no observamos contradicción alguna, pese a lo que en principio pudiera aparentar. Culturalmente, la pieza de la reina reemplazó al visir progresivamente, y así sucedería, no solo en la literatura que podríamos denominar no especializada, sino también en los diseños de los trebejos que se usaban (como veremos más adelante). Paralelamente, a nivel técnico o de divulgación, podía seguir apareciendo, aún, el visir, con nombres que iban mutando progresivamente, para ir aproximándonos a lo que debía inexorablemente de acontecer: que la pieza de la reina definitivamente irrumpiera en el ajedrez.

En esta línea de análisis,en el que se considera el primer texto de ajedrez divulgativo surgido en Europa, «Bonus Socius», que pertenece a Boncompagno da Siena (c. 1165/1175-muerto después de 1240), escrito en latín, a la pieza respectiva se la sigue llamando ferso fercia, por lo que la influencia del oriental visir está muy presente.Este trabajo fue traducido más tarde a varias lenguas romances, en algunas de las cuales, poco a poco,dando cuenta del inevitable recambio, irá siendo referenciada la pieza respectiva en tanto reina.

En la porción más occidental del continente, por otra parte, cuando Alfonso X de Castilla, el Sabio (1221-1284) ofreció el precioso «Juegos diversos de Axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del Rey don Alfonso el sabio», en el que se procedió a codificarlos juegos de la época, entre ellos y con particular interés al ajedrez, en ningún momento se alude a la existencia de una pieza de la reina.

Juegos diversos de Axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del Rey don Alfonso el sabio

Se habla en cambio del alferza, es decir, un nombre emparentado fonéticamente con al-firzān, el visir árabe (en árabe andaluz al-farza,y en catalán alfersa), una figura masculina que aludirá al portador del estandarte real, que es presentada en el texto así: «Ell alferza anda a una casa en sosquino, e esto es por aguardar al rey e no sen partir d´él…».

En estas condiciones, queda claro el movimiento restringido de este trebejo, aunque, para el inicio, se admite que puede saltar «a tercera casa o en derecho o en sosquino, e aunque estéotrotrebejo en medio…». Además, cuando el peón corona, se da lo que se considera «alferzada», momento en el que puede darse el salto de dos casillas, pero luego sólo podía marchar oblicuamente hacia adelante o atrás, dando un único paso.

La pieza de la Reina en los hallazgos arqueológicos a partir del siglo XI

Además de la literatura, es posible indagar sobre el momento en el cual la pieza de la reina irrumpió en el juego a partir de los hallazgos arqueológicos. Si bien hay técnicas relativamente sofisticadas para llegar a la más correcta datación, hay que decir que no siempre se ha documentado su uso. Pero, en todos los casos que habremos aquí de citar, existen inferencias investigativas fuertes como para sostener que tenemos piezas de ajedrez con rostro femenino que corresponden al menos al siglo XI y época inmediata ulterior, lo que es perfectamente consistente, por las geografías en las que fueron hallados los objetos, con los registros escritos que ya revisamos (y otros concordantes).

En el erróneamente denominado «ajedrez de Carlomagno», que se exhibe en el Cabinet des Médailles (Département des Monnaies, médailles et antiques) de la Biblioteca Nacional de Francia en París, aparece una pieza femenina, esculpida en marfil de elefante, que es del siglo XI (y no desde luego del siglo VIII o IX en los que gobernó el emperador), la cual muy probablemente fue diseñada en la ciudad italiana de Salerno (o en Amalfi), de estilo nórdico (recordar el dominio de ese pueblo en la porción meridional de Italia desde el año 1076).

La pieza de la reina (a la izquierda, nótese la diferencia con la del rey a su lado) en el «ajedrez de Carlomagno» (S. XI),Cabinet des Médailles, París (Francia)

A propósito, conforme la leyenda, Irene de Atenas (c. 752-803) se lo habría obsequiado al galo aclarándole que la incorporación de la pieza de la reina tenía asimismo movilidad ampliada, sinécdoque del propio peso que la emperatriz se reservaba en caso de que se concretasen los esponsales con un Carlomagno que, sabiamente, sintiéndose amenazado en su poderío absoluto, rechazó el convite.

A esa misma centuria correspondería otro hermoso objeto, que representa a la pieza de la reina, exhibido en el Museo Nacional de la Edad Media o Museo Cluny de París, confeccionadotambién en marfil, que procede de la Catedral de Reims, una ciudad amurallada en prevención, precisamente, de las invasiones normandas. Sin embargo, la iconografía podría en esta ocasión no ser vikinga, ya que se presenta una escena alusiva a Jesucristo, por lo que podría adscribirse a un culto mariano tan en boga en la zona.

Pieza de marfil (S. XI) en el Museo de Cluny, París, Francia

A pesar de que, al menos por las referencias literarias, la pieza de la reina aparece en la tradición hispánica en forma algo tardía, se da el muy interesante caso de una que correspondería a esa cultura, que podría ser del siglo XII, expuesta en el Walters Art Museum de Baltimore, EE. UU.

Siendo de estilo románico, con influencias bizantinas, se cree que es de ese origen atendiendo al tocado, que es del estilo de las reinas y damas españolas de ese momento(una capucha apretada que rodea la cara la que es sostenida por una diadema). Sin embargo, como fue construida con marfil de morsa, se ha sostenido que podría tener un origen alternativo, quizás germano.

Podrían enumerarse muchos otros casos evidenciando que, al menos a nivel ornamental, la pieza de la reina estuvo presente en los juegos de ajedrez desde los primeros siglos del segundo milenio. Demos uno más, el de otra de marfil, que sería del siglo XII, que podría aludir a Matilde de Canossa (1016-1115), una mujer influyente de la Toscana, que es parte de la Colección de Esculturas del Museo Estatal de Berlín (Alemania). Sin embargo, tampoco sería originaria de la zona, sino que provendría de Salerno, ratificando la importancia de la conexión vikinga.

Pieza de la reina ¿española? (siglo XII) en el Museo de Arte Walters de Baltimore, EE. UU.

Frente a estos aislados descubrimientos de trebejos con rostro de mujer, hay un hallazgo espectacular y masivo que no deja dudas sobre la plena incorporación de la pieza de la reina, al menos en la cultura nórdica, desde tiempos muy pioneros.

Pieza de la reina (S. XII) en el Museo del Estado de Berlín, Alemania

La referencia es a las denominadas piezas de Lewis, descubiertas en el siglo XIX, que corresponden a un vasto conjunto de catorce tableros y de noventa y tres piezas (ochenta y dos se exhiben en el Museo Británico y once en el Museo Nacional de Escocia, siendo setenta y ocho en forma de estatuillas y catorce discos planos)que serían de la segunda mitad del siglo XII.Lewis es una isla integrante de las Hébridas, al oeste de Escocia, en el Mar homónimo (brazo del Océano Atlántico) y, de nuevo, estaba para entonces bajo dominio vikingo (lo fue entre 1079 y 1266, perteneciendo al Reino de Mann).

Los trebejos, de estilo románico, fueron confeccionados en su mayoría en marfil de morsa (probablemente procedente de Groenlandia), siendo otros de dientes de ballena, tallados en Noruega, en la ciudad de Nidaros (actualmente Trondheim) aunque, en alguna otra hipótesis, se ubica el lugar de origen en Islandia.

Frente a estos aislados descubrimientos de trebejos con rostro de mujer, hay un hallazgo espectacular y masivo que no deja dudas sobre la plena incorporación de la pieza de la reina, al menos en la cultura nórdica, desde tiempos muy pioneros.

La referencia es a las denominadas piezas de Lewis, descubiertas en el siglo XIX, que corresponden a un vasto conjunto de catorce tableros y de noventa y tres piezas (ochenta y dos se exhiben en el Museo Británico y once en el Museo Nacional de Escocia, siendo setenta y ocho en forma de estatuillas y catorce discos planos)que serían de la segunda mitad del siglo XII. Lewis es una isla integrante de las Hébridas, al oeste de Escocia, en el Mar homónimo (brazo del Océano Atlántico) y, de nuevo, estaba para entonces bajo dominio vikingo (lo fue entre 1079 y 1266, perteneciendo al Reino de Mann).

Los trebejos, de estilo románico, fueron confeccionados en su mayoría en marfil de morsa (probablemente procedente de Groenlandia), siendo otros de dientes de ballena, tallados en Noruega, en la ciudad de Nidaros (actualmente Trondheim) aunque, en alguna otra hipótesis, se ubica el lugar de origen en Islandia.

En ese conjunto hay ocho imágenes que corresponden a la reina, que es retratada entronizada en sillas ornamentadas (similares a las usadas por los reyes), coronadas en forma simple, llevando un velo sobre el pelo, que cae sobre los hombros.

En todos los casos viste una túnica, con mangas cortas por debajo, usando adornos similares a bandas en las muñecas. La mano derecha, que se apoya en la mejilla, en una expresión que se considera de sorpresa, es muy emblemática, y recuerda un dibujo hallado en las ruinas de un palacio noruego en la mencionada ciudad de Nidaros, entonces capital del reino.

Reyes y reinas (abajo) y la asombrada reina (arriba) del conjunto de piezas de Lewis

La conexión nórdica es tan potente en su vínculo con la pieza de la reina que nos invita a preguntarnos sobre porqué pudo haberse dado el fenómeno de su rápida aceptación y difusión en ese pueblo.

En principio, digamos que no se sabe a ciencia cierta cómo ingresó el ajedrez a esos territorios septentrionales del continente europeo, pudiendo haber ello ocurrido por dos vías lógicas, dada la proximidad: desde Alemania a Dinamarca (y luego más al norte) o, complementariamente, por una ruta con inicio en Rusia, pasando desde allí directamente a lo que será el Reino de Noruega y el resto de Escandinavia. También se ha especulado que podría haber sido la vía de contacto inicial Bizancio, habida cuenta de que en el siglo IX solían haber guardias noruegos en un mundo bizantino en el que el ajedrez llegó como se sabe muy tempranamente (probablemente desde el siglo VII u VIII).

Lo cierto es que el poderoso rey Canuto II (995-1035) de Dinamarca (lo fue también de Inglaterra, Noruega y Suecia) es recordado como aficionado al ajedrez. Aunque algunos entienden que el pasatiempo aludido en los relatos era el hnefatfl, otro juego de tablero que terminó por ser desplazado en el mundo nórdico por aquel.

De lo que hay absoluta certeza es de cómo los vikingos (los nórdicos que se orientaban a ultramar), en el marco de sus conquistas, llevarán el ajedrez, emulando lo que habían hecho mucho antes los musulmanes al hacer llegarel shatranj a Europa. De ese modo, contribuyeron a su difusión, o directamente fueron los responsables de su ingreso, en territorios tan distantes que van del sur de Italia a Inglaterra, pasando por Islandia, Francia y los Países Bajos. En todos esos casos sus tableros y piezas incluían a la pieza de la reina.

Otra pregunta que podemos formularnos es por qué pudo haberse dado que el reconocimiento a la pieza de la reina fuera tan generalizado en la cultura nórdica. Estamos en presencia de una sociedad que, en muchos sentidos, era más igualitaria desde la perspectiva del género que otras contemporáneas del continente. Sus mujeres, por caso, participaban en las batallas sin demasiados remilgos (aunque en el contexto del predominio de valores patriarcales).

Quizás, en esa posibilidad, la de que una mujer pudiera participar de acciones bélicas en el mundo vikingo, y dado que el juego era visto desde sus orígenes como imagen de batalla, el reemplazo del visir oriental por una pieza con rostro femenino pudo haber sido facilitado.

Para más, por ejemplo, en los relatos islandeses, las mujeres más representativas tienden a ser fuertes, independientes y agresivas, como se muestra en Heiðarvíga, una antigua saga que sería del siglo XI.

Una mujer más presente y empoderada, entonces, merecía aparecer en un ajedrez del que estaba ausente. Los nórdicos fueron tal vez los primeros en comprenderlo.Y el pueblo principal en difundirlo.

La pieza de la Reina habrá de empoderarse con los textos técnicos que consagren el ajedrez moderno

Es materia de análisis para otro trabajo los detalles de cómo se fue dando la aparición del ajedrez moderno, proceso que se dio desdelas postrimerías de la Edad Media, a fines del siglo XV, básicamente a partir del aporte español, aunque también en Italia hay registros pioneros sobre el punto.

Jade Regner mueve la Reina (Foto: Cordon Press)

Dado que una de las características centrales del nuevo ajedrez, que es herencia del previo (y de los primeros prototipos, comenzando por los lejanos chaturanga y xiangqi, pasando por elchatrangy elshatranj), es que la pieza de la reina fue dotada de mayor movilidad, muchos investigadores adscriben este fenómeno a la figura de Isabel I de Castilla, la reina poderosa del periodo alguien que, junto a Fernando II de Aragón (1452-1516), logró la expulsión de los invasores musulmanes consolidando la integridad territorial de un reinoque habría de proyectarse como una de las principales potencias emergentes.

En cualquier caso, los textos primeros en donde se consigna el ajedrez moderno, corresponden a comarcas españolas, comenzando por el poema «Scachsd´Amor», el primer escrito en el que se la menciona a la pieza de la reina en su movilidad ampliada (cosa que también aconteció con el alfil). Está en idioma valenciano, siendo sus autores Francesc de Castellví y Vic (c. 1435-1506), Narcis de Vinyoles (c.1442-1517) y Mossén (Bernat de) Fenollar (1438-1516).

A partir de sus versos se puede representar una partida, de cabo a rabo, en donde la reina se mueve majestuosamente, muy lejos de su casa original y asestando, en el caso de las piezas blancas, el mate a su rival. Se suele fechar la obra en el año 1475 aunque, esta datación, es materia de contrastación, estando en presencia en cualquier caso de un trabajo correspondiente a la última porción de la centuria.

Es interesante que aquí se menciona en forma ambivalente en su carácter de reina (en rigor reyna) y de dama, un concepto este que solo más tarde se dará en su evolución, en particular en el mundo latino (en el poema por caso se incluye un verso que reza Juga lo roch del rey en la casa de la dama).

Saliendo del campo poético, será en la península ibérica donde surgieron también los primeros textos de divulgación del ajedrez moderno. Uno perdido, que es de 1495, atribuido a Francesch Vicent (1450-1512), también en idioma valenciano, titulado «Llibre dels jochs partits dels schacs en nombre de 100»; y otro que ha atravesado la frontera del tiempo, que es de 1497, escrito por alguien apellidado Lucena (c.1465-c.1530), publicado en Salamanca, bajo el nombre «Repeticion de Amores e Arte de Axedrez con CL iuegos de partido».

En ambos (en el primero se lo especula, en el segundo se lo sabe a ciencia cierta), luce una pieza de la reina reemplazando definitivamente al visir, y ya con su desplazamiento ampliado. Esa novedad, con todo, corresponde a una referencia que excede a la península ibérica habida cuenta de que Lucena en cierto momento asegura que las aperturas que presenta son las mejores que ha visto jugar en Roma, resto de Italia, en Francia y en España.

La Gran Maestro china, Hou Yifan (Foto: Cordon Press)

En este país se sostiene, muy probablemente no sin razón, que el empoderamiento de la reina tuvo mucho que ver con la influencia de Isabel la Católica, tal como se ha reflejado en muchos textos históricos y aún en los de ficción (como sucede en la reciente novela «El tablero de la reina» de Luis Zueco Giménez, 2023). Pero, como dijéramos antes, si hay alguna monarca a la que se podría atribuir la propia aparición del trebejo, en rigor la mirada debería dirigirse a dos, de otra geografía y de otro tiempo: Adelaida de Italia y TeófanoSkleraina, las consortes de los emperadores Otón I y II.

De la menos monárquica Italia, para aproximadamente el mismo tiempo en que ejerció su gran influencia la reina Isabel y la de las menciones escritas primeras al ajedrez moderno, proviene otro trabajo en el que la reina luce empoderada.

Ello acontece en «De Ludo Scachorum» (o «Schifanoia») de Luca Pacioli (1447-1517), que contiene preciosas imágenes atribuidas al gran Leonardo da Vinci (1452-1519), en cuyo marco existen transcripciones de partidas de la forma antigua («ajedrez del viejo», con la reina desenvolviéndose en forma restringida) y de la forma moderna («ajedrez a la rabiosa», aludiendo al ahora considerado alocado andar de la dama).

En estas condiciones, y ya desde la Edad Moderna con estos aportes, y muchos otros que sobrevendrían a lo largo y ancho de Europa en forma subsecuente y consistente, la pieza de la reina quedará definitivamente instalada en su versión definitiva, empoderada y dando cabida al definitivo ajedrez moderno.

Hoy, ya nadie recuerda al antiguo visir. Hoy, ya nadie duda de que la reina es la pieza más importante del juego, teniendo en cuenta su potencia, y si se exceptúa a un rey que nunca debe caer en desgracia. Hoy, es la reina la que acompaña al rey desde el mismo momento en emprender la batalla.

Podría creerse que el movimiento ampliado de la reina, cuando se lo forjó, reflejó en su salida de casa la posibilidad ,no solo de atribuirle más poder sino, mejor, la de dotarla de la posibilidad de explorar nuevos horizontes, lejos de casa, muy en línea con una Edad Moderna que se animará a explorar otras geografías.

Eva Braun es la reina en este ajedrez creado por John Robertson, un taxista de Londres (Foto: Cordon Press)

Una Edad Moderna que, a partir de la llegada a América por parte de los conquistadores europeos, comenzará a dar la posibilidad de cabida a un mundo que comenzaba un primer proceso de globalización. El mundo se ampliaba y se volvía más fluido (más allá de los claroscuros). También el ajedrez se empoderaba y se tornaba más dinámico (con sus intrínsecos claroscuros, esos que tan bien reflejan el contraste entre casillas y piezas blancas y negras).

De aquel lento y rígido ajedrez, expresión prototípica de la Edad Media, vemos cómo se ha pasado a este otro diseño, mucho más dinámico, que se activaba a partir de una pieza de la reina que podía salir fuertemente de su posición inicial, mostrando su adquirida agresividad, en clara parábola de un mundo que desde la Edad Moderna comenzará a extremar los límites de lo dado para tratar de conquistar lo lejano (incluso a sangre y fuego).

La mujer, entonces, solo desde la Edad Moderna, y con el aporte occidental, se integraba al mítico juego, de raíz oriental, ese que no la contemplaba.

Una pieza, la de mujer que, al aparecer, revolucionará la práctica del ajedrez, permitiendo explorar nuevos horizontes y asumir renovados desafíos en tanto juego.

Y, ante todo, permitiendo completar, desde una perspectiva cultural,para un juego que siempre ha sido y será espejo de la realidad, la calidad de la metáfora. En esas condiciones, el ajedrez no podía ni tenía el derecho de seguir ignorándola.

 

 

8 Comentarios

  1. Otra vigorosa y extensa nota de Sergio Negri sobre la evolución histórica de la mujer en el ajedrez.
    Llena de datos. FELICITACIONES SERGIO!!

  2. Pingback: El origen de la reina en el ajedrez (que no es español, sino de todos)

  3. Otra brillante nota de Sergio Negri.
    Gracias por la excelente investigación.
    Un gran abrazo Sergio.

  4. Un aporte importante a la historia del ajedrez, a su constante evolución; que además de complementar una nota anterior con más datos documentales, desmitifica , pone en contexto historiográfico lo que se tenía, casi dogmáticamente, por inmodificable: La figura de la mujer, la Regina, irrumpe en el ajedrez mucho antes de lo que se daba por cierto.
    La historia no es una ciencia exacta… esta nota de Sergio Negri, así lo confirma una vez más!!

  5. Pingback: The origin of the queen in chess (which is not Spanish, but of all)

  6. Muy agradecido a los amigos y prestigiosos investigadores del ajedrez, Luis Scalise, Leo Szloss y José Copié, quienes me honran con sus palabras y cercanía.

  7. Es cierto que la resignificación del alferza con la reina medieval aparece en el siglo X en el centro del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero coexiste con el alferza al Oriente (Rusia) y al Sur de Europa (Castilla, por ejemplo, y ribera sur del Mediterráneo) . La Reina no se difunde universalmente hasta que su figura lleva asociada la modificación de las reglas de juego, y de esa asociación no tenemos otra huella primigenia más que el poema Scachs d’amor y el libro de Francesc Vicent. El libro posterior de Lucena, muy importante, no deja de ser otra cosa que el primer jalón de su éxito fulgurante, y el libro de Damiano su culminación. Las conexiones entre Francesc Vicent, Lucena y Damiano quedaron sobradamente establecidas por Yuri Averbaj y posteriormente por José Antonio Garzón.
    Si tuviéramos que dar una patria de origen al ajedrez moderno, deberíamos reconocer que sus primeros practicantes conocidos eran judíos o judeo conversos valencianos y castellanos, y que el desgraciado sino de este colectivo arrojado a la diáspora puede haber sido el instrumento de su difusión

  8. No se porque tiene tan importancia que una pieza de ajedrez tiene que ser presetante de una mujer. ¿Que va a cambiar de la valor de una mujer? Es como un equipo de Football que meterles una portera en el sitio de un portero

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