En los años ochenta, el ciclismo español vivió un periodo de crecimiento notable, tanto en número de corredores profesionales, como en equipos, en medios y también en el seguimiento de los aficionados. Los Perico Delgado, Ángel Arroyo o Álvaro Pino abrieron el camino para el fenómeno social que significaría en los noventa la eclosión de Miguel Indurain. En esta generación, Marino Lejarreta (Berriz, 1957) fue uno de los máximos protagonistas, uno de los ciclistas más exitosos y también uno de los más queridos por la afición.
Nos encontramos con el Junco de Berriz en el Café Iruña de Bilbao. Evenepoel acaba de igualar su récord de victorias en la Clásica de San Sebastián. Marino llega dispuesto a hablar de sus inicios en el ciclismo, de los años en Italia, del Orbea y también de la ONCE. Cuenta las cosas con la seguridad de quien ha vivido en primera persona unos años clave en la historia del ciclismo español. Con la autoridad de quien ha ganado una Vuelta a España, dos Vueltas a Cataluña, tres Clásicas de San Sebastián y etapas en Giro, Vuelta y Tour, entre otras muchas carreras. No es casualidad que en el Café nos permitan ocupar una mesa, teóricamente reservada para comidas, cuando ven que estamos entrevistando a Marino Lejarreta. Un ciclista que llegó a la élite del deporte sin cortar el vínculo con su tierra; a la que volvió y en la que sigue viviendo. Un ciclista que sigue despertando admiración y simpatía entre los aficionados que hace años se acercaban a las carreteras a animarle.
¿Sigues viviendo en Berriz?
En Durango vivo ahora. Me marché de Berriz cuando me casé. Estuvimos unos años en un caserío en Oleta, al lado de Otxandiano y ya cuando el hijo tuvo edad de escolarizarse bajamos a Durango.
¿Cómo era tu vida en Berriz cuando eras niño?
Una vida como la de cualquier chaval. Con la particularidad de que mi padre trabajaba en Iberduero y tenía becas de estudios para los hijos. Por eso mis hermanos y yo hemos estado en colegios internos desde niños. Íbamos en octubre y no volvíamos a casa hasta Navidades. Después de las fiestas volvíamos a ir hasta semana santa y luego ya hasta final de curso. Era lo habitual entonces.
¿No se te hacía duro?
No, que va. Recuerdo una vez que estaba Urkiola nevado y me acompañó la madre hasta Malzaga para coger el tren. Llegué a Vitoria y allí ya me arreglé para encontrar el colegio. Entré en las Corazonistas de Vitoria, con nueve años o por ahí, porque mi hermana estaba en el colegio de chicas. Pero no me enteré de la fiesta; suspendí todo. La primera vez que fui, entré en una clase, primero de bachiller recuerdo que era, pero no aparecía en ninguna lista. Me apuntaron allí, pero, después de un mes, vino una hermana y me dijo que yo no tenía que estar en esa clase y me llevaron a iniciación. Ya con doce años, creo, como mis dos hermanos estaban en los Salesianos de Deusto, me metí ahí e hice dos años de iniciación, tres de oficialía y dos de maestría. Ahí ya me empecé a enterar de la fiesta.
¿Cuándo empezaste a andar en bici?
En los Salesianos los primeros deportes que hice fueron beisbol y atletismo, porque era lo que hacían mis hermanos. Luego ellos empezaron a andar en bici y yo con ellos. Lo que pasa es que, estando interno, era complicado. Salía los lunes de Berriz con una bolsa con mis cosas y venía en bicicleta hasta Deusto y los viernes volvía a casa en bicicleta. Pero, aunque tenía permiso de mis padres, en el colegio no me dejaban salir a entrenar. Más adelante, la federación metió un poco de presión a través del Consejo Superior de Deportes para que me dieran permiso. Pero el horario era muy complicado, porque, para cuando terminaban las clases, quedaba poco tiempo antes de anochecer y apenas podía entrenar.
Porque ya estabas en el equipo ciclista de Amorebieta.
Sí. Yo desde el principio entré en el equipo de Amorebieta, porque mis hermanos ya corrían ahí. Quise empezar a los quince años, pero entonces no se permitía hasta los dieciséis.
¿Hasta entonces, para ti, la bici sólo había sido un medio de transporte?
Un medio de transporte, pero no para trabajar. Si, por ejemplo, queríamos ir al Aizkorri, íbamos hasta Aranzazu los tres hermanos en bicicleta y desde allí subíamos al monte y volvíamos en bicicleta. O si queríamos subir el Gorbea, íbamos hasta Zeanuri, subíamos el monte y luego igual volvíamos por Urkiola.
El Aizkorri está un poco lejos de Berriz.
Bueno, salíamos por la mañana con la mochila que nos preparaba la madre con el bocata y la bota de vino. Porque entonces al monte se iba con la bota de vino.
¿Qué edad teníais?
Yo era un niño, pero ellos son cuatro años mayores que yo. Iba a rueda de ellos, sentado en la barra del cuadro, porque no llegaba al sillín.
¿En esa época seguías el ciclismo profesional?
Me acuerdo que, una vez, un vecino me llevó en coche a ver una etapa de la Vuelta a España al puerto de San Miguel, que está entre Markina y Elgoibar. Tengo el recuerdo de ver a los corredores del KAS y poco más. También vi alguna carrera que pasaba por Berriz. Pero no tenía esa afición por el ciclismo.
¿En la tele no daban ciclismo entonces?
Tenis sí que había. Santana y todo eso. Recuerdo que mi abuela se pasaba el día viendo tenis y toros. En el ciclismo yo empecé de otra manera.
Porque en el equipo de Amorebieta entraste con 16 años.
Sí, ahí ya hacíamos el calendario de juveniles. El problema para mí era que las competiciones empezaban en abril y yo no podía entrenar, porque estaba interno. Sólo andaba en bici los lunes y los viernes para ir y venir del colegio a casa. Y si estaba lloviendo cogía el tren. Con ese entrenamiento, iba a las competiciones y las pasaba canutas para aguantar el ritmo. Sin entrenar y con lo pardillo que era, me costaba mucho. Luego, cuando terminaba el curso, quedaban sólo tres o cuatro carreras. Eso sí, me cundían mucho, porque, como ya podía entrenar regularmente, andaba mucho mejor.
En tu carrera hay un cambio cuando te vas a hacer la mili a Valladolid.
Yo ya había terminado maestría industrial y me apunté en ingeniería. Empecé yendo a clases, pero cada vez iba menos y me dediqué más a andar en bicicleta. Me tocó hacer la mili en mi último año de amateur, con veinte o veintiún años. Antes había pasado al equipo Súper Ser, que lo dirigía Miguel Madariaga y consiguió aplazar mi entrada en la mili. Yo quería que me tocara Valladolid, porque los del equipo Novostil me habían dicho que, si me destinaban allí, me cogían en el equipo.
Porque tu hermano Ismael estaba allí.
Sí, Ismael ya había fichado por ellos.
¿Qué influencia tuvo la presencia de tu hermano para que el Novostil se interesara por ti?
Bueno, en categoría amateur ya había dado suficiente nivel, aunque la mili siempre es un impedimento. No tenía tanto tiempo para entrenar. De hecho, ese año hice 15.000 kilómetros, que es la mitad de los que suele hacer un profesional. Tenía permiso del capitán general de la región, pero él no estaba en el cuartel. Allí quienes estaban eran otros; gente que tenía ciertos celos y no te lo ponía fácil. A veces me negaban el permiso para ir a alguna carrera, me presionaban y a última hora, ya me lo daban. En la mili las cosas funcionaban así y en esa época el estamento militar era el que era. El mejor permiso era el del que estaba justo encima tuyo y yo tenía un sargento muy celoso. Me solía hacer cargar con los maletines porque tenía algunos privilegios para poder entrenar. Me decía «no sé qué tenéis los ciclistas, no sé por qué ganáis tanto». Debía pensar que yo ganaba más que ellos, pero en realidad ganaba una miseria.
A pesar de todos esos problemas, ese primer año en profesionales fue bueno para ti.
Sí. Hice una buena Vuelta a España. Empecé muy mal, la primera semana lo pasé fatal. Pero la última semana iba como un tiro. La pena es que no duró una semana más. Una de las etapas empezaba justo delante del cuartel y yo me escondía. Si hubiera tenido más cara, podía haberles dicho a los de la televisión que me sacaran con los militares y a lo mejor al volver me trataban mejor, pero yo no valía para esas cosas. De hecho, terminó la Vuelta en Madrid un mediodía y esa misma noche dormí en el cuartel.
¿Dices que la etapa terminó al mediodía?
Sí. Entonces la etapas empezaban a las ocho o las nueve de la mañana y terminaban sobre la una, las dos como mucho. Hasta que no se empezó a retransmitir en directo por televisión, era así.
A nivel de entrenamiento, de alimentación… ¿cómo era el ciclismo entonces?
El tipo de entrenamiento lo adquirías viendo a los veteranos. Salíamos a hacer kilómetros. Y las series que hacíamos eran los piques que teníamos entre nosotros. El entrenamiento específico ya lo hacíamos en la misma competición, que es cuando te apretaban. Entonces participábamos en muchas carreras para coger el punto de forma. Y la alimentación no se cuidaba. Te levantabas a las cinco o seis de la mañana y el desayuno era sopa de arroz. Bueno, arroz con mucho caldo. Luego se comía carne, que podía ser un entrecot o una chuleta.
Entiendo que la carne comíais después de la carrera.
No, no, se comía antes. Y luego, por la noche, también.
¿Y no os pesaba durante la carrera?
Bueno, en ese momento es lo que se pensaba que era bueno. Luego se empezó a extender el tema de los cereales, pero cada uno se tenía que comprar los suyos. Ahí ya empezamos a sustituir la carne por los cereales.
¿El Teka se fijó en ti gracias a esa Vuelta a España que hiciste con el Novostil?
No. Mi hermano tenía más relación con Peru (Txomin Perurena), porque había estado en el KAS con él y ya nos dijo que al año siguiente iba a ir como director al Teka y que nos quería llevar.
¿Fichar por el Teka era un salto importante?
Sí. Era un equipo con mucho nombre. Aunque a nivel de organización era un poco chapucero. Pero tenía más presupuesto que otros equipos.
De hecho, en el equipo corría Thévenet.
Thévenet vino al año siguiente. Pero vino en horas bajas. Lo ficharon porque andaba con problemas en Francia.
¿En el Teka ya empiezas a destacar?
Sí, al final del primer año conseguí ganar la Vuelta a Cataluña, que en aquel tiempo, a nivel nacional, después de la Vuelta era la carrera más importante. También gané en Montjuic, que hacía tiempo que no ganaba un ciclista nacional.
Solías correr muchas carreras que en ese momento tenían prestigio, como la Escalada a Montjuic, la Clásica de Ordizia, el Circuito de Getxo… ¿No crees que a este tipo de carreras el World Tour les ha perjudicado?
No, el World Tour no. La UCI. La filosofía de la UCI moderna les ha perjudicado. Porque, si aparece una carrera en los Emiratos con mucho dinero, hacen grande esa carrera. Pero el alma es importante en todo. Es lo que da continuidad, lo que da vida a cualquier persona, a cualquier entidad y eso no se paga con dinero. Y en el ciclismo, el alma está en Europa. Las carreras importantes, las carreras centenarias, las que tienen tradición, hay que apoyarlas y la UCI no lo hace. Porque cuando los Emiratos Árabes digan se ha acabado, no nos interesa más porque ahora nos interesa el tenis o el golf, ¿qué haces? Las carreras con más tradición no se van a dejar de hacer, pero intenta apoyarlas. No les pongas trabas, ni le des importancia a aquella carrera que la han inventado ahora porque tienen mucho dinero, pero no tienen nada de alma.
Manolo Saiz fue uno de los promotores del World Tour y su idea era que fuera europeo exclusivamente, ¿no?
Bueno, es que es donde estaba el ciclismo de verdad. Pero eso no significa que no estuviera abierto a otros sitios. Luego ya es la UCI quien ha asumido el poder, bajo los mandatos de quien sea. Porque el Tour tendrá la permisividad que tiene porque es el amo de casi todo. Manolo quiso hacer una cosa diferente, quitarle gran poder al Tour y estaban rabiosos con él. Cuando salió la Operación Puerto les vino muy bien. Ya habían quitado el cáncer que tenían, porque el Tour estaba perdiendo poder. Hasta entonces imponían los coches, imponían los bidones… hacían lo que querían. No podías llevar el coche que quisieras, ni bidones de tu propio equipo. Eran todos de Coca-Cola. Ellos se encargaban de todo y venía muy bien, pero a nivel publicitario perdías muchas posibilidades. Con el Pro Tour los equipos se unieron y cortaron algunos privilegios que tenía el Tour.
Siguiendo con Manolo Saiz. Tengo la sensación de que, en general, con el doping ocurrió como con la corrupción. Han saltado varios escándalos, algunas personas han pagado y otros se han se han ido de rositas.
Manolo Saiz era un grano en el culo para muchos y no sabían cómo quitárselo de encima. No digo que aquello no fuera como fue, es complicado hablar de ese tema, pero si hubiese sido otro, igual no hubiera sigo lo mismo. Al estar Manolo involucrado, pensaron que era lo mejor que les podía haber pasado.
¿Está sancionado de por vida?
Sancionado no está. Él puede ejercer cualquier función, pero, si lo intenta, seguro que le cortan de alguna manera. Si mañana tuviera un sponsor como el Ineos, por ejemplo, seguro que no le dejarían salir. Es como el caso de Nairo Quintana. Yo no sé lo que ha pasado, algo habrá, pero lo que se ve desde fuera es que hay un boicot absoluto, que nadie le quiere.
Volviendo a tu etapa con el Teka. Entonces participaste por primera vez en el Tour. ¿Qué sensaciones te dejó?
Bueno, vas con pretensiones de hacer algo y luego te llevas decepciones, porque no estás a la altura que esperabas. Es una carrera que hay que correr de una manera diferente. Hay que guardar mucho, controlar mucho los esfuerzos y yo corría con el alma y luego lo pagaba.
¿Ese cambio en la manera de correr lo fuiste haciendo en todas las carreras o sólo en el Tour?
En las grandes vueltas, pero sobre todo en el Tour, porque te vas llevando una decepción detrás de otra y te das cuenta de que algo falla.
Eras un ciclista generoso en el esfuerzo, que no medía si tiraba más que el resto.
Por eso te digo. En el Tour tienes que controlar los esfuerzos. Yo también abusaba mucho de los desarrollos, solía ir con desarrollos duros y mucho tiempo de pie. Como tenía poco peso sí podía andar así, pero, para las subidas largas que hay en el Tour, no es bueno y el músculo termina acusándolo. Tienes que ir más tiempo sentado, con mayor cadencia. Al final, todo esto lo fui aprendiendo.
En el año 82, con el Teka, ganaste la Vuelta después de una batalla con Arroyo.
Nosotros cometimos una gran equivocación en una etapa que acabó en la zona de Sabadell. Ese día Arroyo entró escapado con un extranjero, Nilsson creo que se llamaba. Nuestro error fue dejar aquella escapada, pero entre las guerras de equipos y esas cosas, consiguió sacar ventaja. No le dábamos a Arroyo el carácter de ganador de la Vuelta. De hecho, a nivel de grandes vueltas, Arroyo se descubrió ahí. Ya al año siguiente, en el Tour, fue un corredor importante. Pero ese día sacó ventaja y luego pensábamos que le meteríamos caña en la contrarreloj y aguantó. Después de eso pensamos que nos habíamos equivocado dejándole ir el día de Sabadell.
¿Cómo sienta ganar una Vuelta por descalificación del rival?
Tú acabas la Vuelta como segundo y ya está. A la semana siguiente te llaman y te dicen que ha dado positivo y que el ganador eres tú. Pues sí, está bien, pero la carrera ya se ha acabado. El sentimiento no existe.
¿Con el tiempo te sientes ganador de esa Vuelta?
Siempre me he sentido ganador, pero no tienes la sensación de haber disfrutado esa victoria.
¿No se hizo una ceremonia de entrega del maillot amarillo, aunque sea informal?
Se hizo una en Televisión Española y salió mal. Porque él decía que le habíamos robado, pero nosotros no habíamos hecho nada. Fueron los jueces los que le hicieron el control antidoping y dio positivo. No fui yo quien le hizo el control, ni nada. El culpable eres tú. Yo soy una víctima de esa situación también, soy un perjudicado. Es la típica historia de que le pillan a uno y echa mierda sobre todos los demás. Pero bueno, en el palmarés está, aunque yo he disfrutado mucho más del segundo puesto del año siguiente.
¿Sentiste que la victoria en la Vuelta a España cambió tu prestigio?
No, porque yo llevaba una trayectoria buena. Tampoco la Vuelta a España tenía el prestigio que tiene ahora. En ese momento, ganar una etapa del Tour era más valioso. Ese es un cambio que le ha costado mucho dar a la Vuelta. Luego, con la televisión y todo eso, ha ido cogiendo más prestigio.
La televisión empieza a emitir la Vuelta en directo en el 83, pero ¿el cambio crees que se dio entonces o se ha conseguido en los últimos años?
Con la televisión la Vuelta cogió otro aire. Poco a poco se ha ido valorando cada vez más y hoy en día se valoran todas las carreras. Sólo hay tres grandes vueltas y eso tiene mucho valor. Luego, la repercusión que tenga la carrera depende del nivel que haya, de los ciclistas que compiten y cómo la ganan. Comparativamente, creo que el Giro todavía tiene más prestigio.
En el Campeonato del Mundo del 82 terminaste en quinta posición. ¿En algún momento te viste con opciones de ganar?
Yo flipaba cuando iba solo en la última vuelta. Pero no, creo que no. En el último kilómetro también me encontré solo y estaba en una nube, pero no me veía ganador. ¡Cómo voy a ganar yo un Campeonato del Mundo!
¿Con qué conciencia afrontaba en esos años la selección española el Campeonato del Mundo?
Participar y que cada uno hiciera lo que podía. No había ninguna estrategia. Para entonces yo ya había llegado a un acuerdo con el Alfa Lum. El día anterior habíamos hablado. Luego me contó el director que estaban acojonados. Pensaban «¡A ver si va a ganar el Campeonato del Mundo y ya no viene a nuestro equipo!». Pero, yo por lo menos, cuando doy la mano es como si hubiera firmado el contrato.
¿Por qué tomaste la decisión de irte a Italia? En ese momento, en el ciclismo español no era algo habitual.
El año anterior, Mendiburu (seleccionador español) nos mandó a Miguel Mari Lasa, a Juan Fernández y a mí a correr un tríptico de clásicas con un equipo italiano para preparar el Mundial. Siempre habíamos mirado a Italia con admiración, pero vi el funcionamiento del ciclismo italiano y me quedé con la idea de que me gustaría correr un año allí. Más tarde me encontré con Boifava, el director de aquel equipo, y le comenté mi idea. El tema fue madurando y ya en el Campeonato del Mundo, me dijo Gabino Ereñozaga «ya me he enterado de que vas a firmar por el Alfa Lum». Yo había hablado con Boifava, pero pensaba que iba a ir a otro equipo. El Alfa Lum no sabía ni que existía. Franchini (director del Alfa Lum) vino al Mundial y nos reunimos mi hermano Ismael, Txomin Perurena y yo con él.
¿Qué es lo que te llamó la atención del ciclismo italiano?
Todo. Era más profesional. Los días de carrera pasaba el masajista por las habitaciones y se llevaba toda la ropa para lavar. Hasta entonces siempre nos habíamos lavado la ropa nosotros mismos a mano. Mínguez fue quien empezó a cambiar eso, pero entonces no se estilaba. El avituallamiento también estaba mejor organizado. La comida, el desayuno… todo funcionaba de otra manera. Cómo trataban al ciclista era impresionante.
Yo también necesitaba un cambio a nivel mental. El ciclismo aquí estaba muy triste. Mucha gente pensaba «para los sueldos que ganamos, mejor ir a trabajar». Todo eso tocó fondo en el 78 y en el 79 empezó a levantar. Pero aquí estabas medio quemado. No había un calendario establecido, no había un control para nada. Si estabas en forma te llevaban a todas las carreras. Tampoco había un control médico. En el Teka a veces venía un médico amigo de Revuelta y, aparte de mirarte la tensión y las pulsaciones, tampoco hacía mucho más. Sí es cierto que aquí empezamos algunos ciclistas a tener más control médico con Astorqui, Irigoyen y Félix Cabezas, que eran los médicos de la Vuelta. Ellos se interesaron por ayudarnos y ahí fue cambiando un poquito. Llevaban un control analítico, nos decían cuando estábamos reventados o teníamos el hematocrito por lo suelos y necesitábamos parar o tomar vitaminas, hierro… Ellos aprendían y a nosotros nos venía fenomenal.
¿El ciclismo español estaba en un nivel tan bajo?
Muy bajo. De hecho, cuando Maertens vino a la Vuelta, no vino nadie más y de alguna manera, se reían del nivel que había. Escalando no, pero en el llano se ponían a 30 kilómetros de meta a preparar el tren para el sprint y no había nadie que pudiera atacar. Todos los demás asustados a rueda. O provocaban un abanico y se iban solos. Luego, ya en el 79, salió el equipo Novostil, el Moliner-Vereco… salieron varios equipos. Aquello fue evolucionando. Al haber más competitividad nosotros también empezamos a coger más nivel, empezaron a venir más equipos extranjeros… Todo eso hizo que fuera subiendo al nivel que necesitábamos, porque a nosotros nos faltaba preparación. Hoy en día ya no es así. Hay entrenamientos específicos, todo se hace en condiciones. A las carreras se va a competir, ya no se va a entrenarte.
¿El boom que se vivió con el ciclismo en los años 80 en España también es consecuencia de todo este proceso?
Una cosa lleva a la otra. Hubo un mayor interés por parte de la afición porque había mejorado el nivel de los ciclistas, de las carreras…
¿Qué importancia tuvo en este desarrollo la Vuelta a España del 83?
Ahí entró la televisión y aumentó el prestigio. El día que llegué a la salida de la Vuelta yo no había firmado un autógrafo en mi vida, pero según pasaban las etapas me daba cuenta de que cada día firmaba unos pocos más y la última semana estaba igual una hora en la salida firmando autógrafos. Me acuerdo que, cuando acabó la Vuelta en Madrid, ganó la etapa Wilson, mi compañero de equipo. Nos tocó control antidoping a los dos y el director del equipo me dijo que nos esperaba en Chamartín, porque teníamos que irnos ese mismo día a Italia. Cuando salí del control antidoping me encontré con una marabunta, una locura de gente y los seguratas haciéndome hueco. Wilson debió de salir también, pero yo no me di cuenta. Cogió la bici y yo qué se para dónde se fue. Después de firmar autógrafos, me fui para Chamartín y me preguntan a ver dónde está Wilson. No aparecía por ningún lado y teníamos que coger el avión para Italia. Llamaron a la policía y no aparecía. Al final lo encontró un taxista y lo trajo a Chamartín.
¿Cómo fue el duelo con Hinault en esa Vuelta? De primeras, enfrentarse a Hinault ya era todo un reto.
Para mí Hinault era imbatible. Pero, ya en la etapa de Viella, demostró un poco de flaqueza, porque se puso a tirar y terminó quedándose atrás. Él había ganado la Vuelta en el año 78 y creía que le bastaba con ese estado de forma, pero el nivel ya era más alto. Era el número uno, pero no vino al nivel que necesitaba y se le fue escapando la carrera. De hecho, perdió la contrarreloj de Panticosa (ganó Marino) y se dejó mucho tiempo. Lo que pasa es que tenía mucho orgullo y ya se buscó la manera de terminar ganando. Pero no estaba al nivel que tenía que haber estado, si no nos hubiera sacado los ojos.
Una vez le escuché decir que atacaba cuando se sentía más cansado porque pensaba que sus rivales estarían peor.
Sí, pero siempre tiene que tener algo. Cuando atacas, si te vas para adelante es que estás mejor que los demás. Es cierto que él tenía un nivel muy superior y el día que estaba un poco mal, todavía era más fuerte que el resto. En el Campeonato del Mundo de Sallanches ya te digo yo que estaba bien. ¡Hizo de motorista y ganó!
Ganaste en los Lagos de Covadonga. ¿Por qué tuvo tanta repercusión aquella etapa?
Porque fue a mitad de la Vuelta y ya estaba cogiendo aquello un aire importante. Por el entorno también. La etapa fue espectacular, visualmente muy atractiva y el desenlace, con una escapada que llevaba mucho tiempo y se les fue pasando… Fue una etapa muy bonita.
Ese día, cuando llegas a la meta te rodea una marea de periodistas. Muy diferente a lo que pasa hoy en día, que llevan al ganador a un box para entrevistas.
Pero eso era lo típico entonces. En eso José María García fue un innovador. Le dio un gran impulso a la Vuelta a nivel de radio y en cuanto a interés. Al final, te enterabas de todo lo que ocurría en la carrera cuando conectaba la televisión, pero todo lo anterior lo contaba la radio. Yo he visto cinco helicópteros de radio en una carrera. Radio Nacional tenía uno, la COPE otro, la SER… todos tenían helicóptero y todo eso lo revolucionó García. Ponía un stand en la meta y hacía un programa en directo con los protagonistas de la etapa. Todo eso le dio mucha importancia al ciclismo.
Al final te quedaste a un minuto de ganarle a Hinault.
Sí, por la etapa de Soria, que nos sacó casi tres minutos. Habló con los equipos de Kuiper, de Saronni y organizó un abanico para pillarme. Nosotros nos organizamos para tirar, pero Fignon y Lemond se metían en medio, nos desorganizaban, te frenaban… Fue un poco desesperante. A Fignon lo tuve agarrado de la pechera para tirarlo a la cuneta.
¿No te habrían descalificado por tirar a un rival?
En esa época no era así. Era ilegal, pero se hacía. Si no te ve el juez árbitro, ¿cómo te van a descalificar? Yo he visto a gente agarrando a rivales del manillar y tirarlos al suelo.
En el Alfa Lum corriste con tu hermano Ismael. ¿Fue petición tuya?
Sí, petición mía. Yo las negociaciones siempre hacía con mi hermano. Además, no hacíamos esta cantidad para uno y esta para el otro. Hacíamos una bolsa y nos la repartíamos.
¿Qué importancia ha tenido tu hermano en tu trayectoria?
Era la cabeza pensante. Yo era muy impulsivo y el me controlaba un poco más. En la carrera yo iba según me pegara el aire y él me orientaba un poco. Luego, a la hora de atacar en un puerto, muchas veces iniciaba él el ataque y yo continuaba.
Le he escuchado decir que eras demasiado buena persona para el ciclismo.
Yo corría con el corazón y él era más práctico.
¿En ese momento fichar por un equipo italiano implicaba vivir allí?
Sí, claro. Nosotros vivíamos en San Marino, que es de donde era el equipo. De hecho, el maillot era la bandera de San Marino. Vivíamos en un hotel familiar y al final me hice casi, casi de la familia. Me acuerdo que, cuando venía de las carreras, la señora insistía en lavarme la ropa. Pero ella ya tenía suficiente trabajo con lavar todas las sábanas del hotel, llevar la cocina… Llevaba todo ella. Una vez me pillo limpiando mi ropa a escondidas y me echó una buena bronca. Hice muy buena relación con ella y con toda la familia.
Con el Alfa Lum debutaste en el Giro. ¿Qué diferencias encontraste entre las tres grandes vueltas?
El Giro tenía mucho prestigio. No te digo nada en Italia. Allí era mucho más importante que el Tour y muchos corredores italianos ni iban al Tour.
En el Giro del 84 terminaste cuarto y Fignon se agarró un gran cabreo porque creía que la organización había favorecido a Moser. ¿Crees que tenía razón?
Ese año Moser había batido el récord de la hora. Había empezado a usar la rueda lenticular, la cabra, a estudiar la aerodinámica, la alimentación… Empezaron los pulsómetros también. Llegaba a las carreras con una preparación parecida a la que tienen hoy en día.
Ese Giro fue un poco particular a nivel de dureza. Estaba preparado para que Moser pudiera ganar. Pero eso, cuando vas a una carrera, ya sabes lo que hay. A Fignon le fastidió que el helicóptero le pudo perjudicar en la contrarreloj. Pues igual sí, no me extrañaría. En una etapa había que subir el Stelvio y no se subió porque decían que había nieve. Seguramente habría, pero si hubiera sido Pantani el que disputaba el Giro, habrían hecho un agujero en la nieve.
Tú también estuviste peleando la victoria.
Sí, pero no. Un poco más el año anterior, cuando ganó Saronni. Pero llegué al Giro un poco pasado de vueltas. No me veía yo con posibilidades de ganar. Sí lo intenté en la montaña y si hubiera habido más montaña no sé qué hubiera pasado. Igual hubiera ganado Fignon. Vete a saber. Pero justo esos años fueron los Giros más suaves.
Tú, al menos aquí, has sido uno de los ciclistas más queridos. ¿En Italia también dejaste la misma huella?
Sí. Tengo la fortuna de haber sido querido también en Italia y me han seguido mucho. Igual por el tipo de ciclista que era; que era valiente, siempre atacaba e igual rompía la carrera. También porque muchas veces no conseguía la victoria, pero sí me apreciaban. De hecho, cuando iba a los Dolomitas venía mucha gente de la zona de San Marino y me animaban más que a los corredores italianos. Ahora ya, la generación más joven no me conoce, pero la que vivió mi etapa me sigue reconociendo.
Con el Alfa Lum volviste a ser tercero en la Vuelta al País Vasco, igual que habías sido con el Teka. ¿Es una espina clavada no haber ganado esa carrera?
La Vuelta al País Vasco era mi carrera, la carrera de casa, la que más querías ganar. De chaval también es la carrera que más he vivido. La oías por la radio y te emocionaba. Lo que pasó es que se disputaba en un periodo poco adecuado. También le faltaba un poco de dureza para mí. No había etapas de alta montaña. A mí me beneficiaban los puertos de hasta diez kilómetros y sobre todo, de pendiente dura. Aquí, con los puertos que había, era muy difícil hacer una selección.
En el año 85 haces quinto en el Giro de Lombardía, pero luego te descalificaron.
Sí. Di positivo por una equivocación mía. Sin más. Pensaba que no daba positivo y sí daba. Cuando me lo dijeron me llevé una gran decepción, pero cuando metes la pata hay que aceptarlo.
¿Tenías condiciones para haber ganado un Giro de Lombardía o una Lieja?
Sí, pero también es cuestión de entrenar adecuadamente. Yo recuerdo que hice tercero en Lombardía estando en el Caja Rural. Pero, una vez pasada la Vuelta a Cataluña, a finales de septiembre y octubre, no era fácil entrenar. Yo salía con el grupo de ciclistas de aquí. Ellos hacían 100 kilómetros y se iban para casa, pero yo seguía unos cuantos kilómetros más. A mí el cuerpo me aguantaba bien hasta final de temporada, pero, para hacer una carrera de 260 kilómetros, si no entrenas bien no hay nada que hacer. Y la Lieja era un poco temprano para mí. Yo necesitaba hacer una de las grandes vueltas para coger la forma y la Lieja era siempre después del País Vasco. También empecé a correrla un poco tarde. Hasta que no corrí en el Orbea no fui a la Lieja, Flecha y todas esas.
¿El que aquí no haya cultura de clásicas influyó para que no las prepararas tanto?
Claro. Aquí estábamos acostumbrados a vueltas y vueltas. Cuando empecé a animarme con las clásicas, no era un corredor adaptado a este tipo de carreras, me faltaba punta de velocidad. En Italia era justo al revés. No había vueltas, era todo carreras de un día y allí empecé a apreciar las clásicas y sobre todo, a amar la Milán-San Remo. Para los italianos es la carrera más importante. La clásica de las clásicas. Y hoy en día sigue siendo así.
Antes con el Poggio era suficiente, pero el año que ganó Moser metieron la Cipressa. Esa fue la vez que mejor estaba, pero me caí con más gente en una curva a derechas bajando la Cipressa precisamente.
En la época del Teka corríamos la París-Niza y luego íbamos a Milán y aprovechábamos para comprar material. Italia era el centro del ciclismo entonces. Íbamos a la Milán-San Remo y el autobús volvía lleno de componentes. No teníamos sitio para nosotros.
¿Por qué corrías siempre a la cola del pelotón?
Porque era la zona más tranquila. Allí no me estorbaba nadie, nadie me metía el codo. Cuando había que hacer kilómetros, allí estaba a mi aire. Hoy en día no es lo más recomendable, pero entonces se podía ir bien.
Creo que Txomin Perurena te solía pedir que corrieras un poco más adelante.
Sí. Manolo también (Manolo Saiz). Pero luego me entendían. Porque atrás hay que saber correr también. Cuando veía cosas raras en el pelotón, ya me movía y me iba para adelante.
¿Por qué decidiste volver al País Vasco y fichar por el Orbea?
Había cumplido un ciclo. Ya conocía aquello y quería volver a casa. No a un equipo español, quería estar en casa. Y Orbea es una marca con la que siempre he tenido feeling. Además estaba Txomin en el equipo, así que hice lo que podía para volver. El Alfa Lum iba a desaparecer y en Italia había equipos que querían ficharme, pero yo lo tenía claro.
¿Qué importancia ha tenido Txomin Perurena en tu carrera?
Mucha, porque le he conocido siendo todavía ciclista. Cuando debuté, él todavía corría y luego es el director con el que más tiempo he estado. Tres años con el Teka y cuatro con Orbea. Nos entendíamos muy bien y además éramos amigos.
Tengo la sensación de que has sido un ciclista que se ha llevado bien con los directores que has tenido, porque con Manolo también te has llevado bien.
Con Manolo he tenido muy buen feeling, porque me respetaba mucho y me ha permitido cosas que a otros no ha permitido. Él era un novato y yo ya tenía veteranía, entonces había cosas que a mí no me gustaban y le hacía entender por qué. Mi valentía era muy compatible con la suya y teníamos buena comunicación. Hablábamos y le decía lo que no me parecía bien. Atacar en los controles de avituallamiento, por ejemplo. Yo le decía ¿cómo vas a atacar en un avituallamiento? Eso es para corredores débiles. Si estás con fuerzas ataca de cara, no a escondidas. A mí no me parecía bien y él terminó aceptándolo.
Tampoco me imagino que hayas sido un ciclista conflictivo, difícil de tratar.
No, lo que pasa es que con algunas personas tienes más feeling que con otras. Pero no he tenido ningún problema. Mis directores han sido Germán Martín, que estuvo en Novostil, que poca historia podía tener con él. Luego en el Teka con Txomin y Antxon Barrutia, con el que igual no me entendía tan bien. En Italia, con Franchini más o menos me llevaba bien. Ahora me llevo mejor que entonces (risas).
De ti también he oído decir que has sido muy profesional y muy trabajador.
Profesional en la competición sí he sido. Luego, en el entrenamiento, tampoco he sido algo exagerado. No he sido como Alberto Fernández, por decir un nombre, que él sí que trabajaba, trabajaba, trabajaba. A mí, igual mi hermano me obligaba un poco más, pero ya he salido de fiesta, en invierno me iba con los amigos… En la época de Alfa Lum, que no corríamos el Tour, me iba a los sanfermines. La vida hay que vivirla también, no puedes reprimirte de todo y estar como un monje.
Cuando vuelves al Seat-Orbea tienes rol de líder, ¿no?
Bueno, tenía un prestigio, pero estaba Cabestany también, que era otro gallo. Pero me consideraba un poco veteranillo. Aunque, en la época del Orbea, te ganabas el liderazgo en la carretera día a día.
En esos años empezaste a disputar las tres grandes vueltas el mismo año, que era algo muy poco frecuente.
Eso vino por un corredor de Berriz, José Luis Uribezubia. Nos solíamos juntar con él y otros aficionados al ciclismo en un txoko y él contó que hizo las tres grandes vueltas el mismo año y que era un horror, que terminó el Tour como un sonámbulo. Ahí se me quedó en la cabeza y pensé que algún año tenía que probar. Me lo planteé como un reto. Se lo comenté a Peru y no me puso problemas. Fui a la Vuelta sin estar en buena forma, me salió un Giro bueno y el Tour también me salió bien. No sé si hice el décimo clasificado.
¿Crees que a día de hoy sería posible ganar las tres grandes el mismo año?
No sé el desgaste que tiene a día de hoy un ciclista. No sé con que sensaciones puede acabar una gran vuelta. Sí hay más tiempo de descanso, porque antes la Vuelta y el Giro eran seguidos. Este año parece que Kuss, el americano del Jumbo, quiere hacer las tres. Vamos a ver, porque él hace buenos puestos. Aunque yo creo que la intensidad de las grandes vueltas es mayor que en nuestra época, no hay etapas de transición. Nosotros solíamos tener alguna etapa que se iba más despacio. Hoy en día se machacan mucho.
En el Giro hiciste cuarto, quinto, sexto y séptimo puesto. ¿Qué te faltó para entrar en el pódium?
Estuve muy cerca, pero me faltó un poquito de suerte. Un año se cortó el pelotón en un sprint y perdí un tiempo que al final fue clave. Fue una pena.
En el 89 conseguiste terminar quinto en el Tour. ¿Eso fue un salto de calidad?
Sí. Fue una demostración para mí mismo de que podía ser un corredor válido para el Tour. Lo que pasa es que ya estaba en el final de mi carrera. Pero ya había adquirido una experiencia y sabía que tenía que hacer las cosas de una manera. La clave fue el año que terminé décimo, que empecé a ver cuándo me interesaba levantar el pie, coger el grupito que viene más atrás, reservar un poco. Aprendí cómo se debía correr el Tour. Ya no me empecinaba en estar siempre adelante. La etapa que ganó Miguel Indurain en Luz Ardiden llegamos los tres muy cerca (Indurain, Lemond y Marino), sin embargo, en el Tourmalet no había pasado con el primer grupo. Si levantas un poco el pie en un momento, sabes que luego puedes empalmar y tener una oportunidad.
Ese Tour lo corriste con el equipo Paternina, que entró como nuevo patrocinador a mitad de temporada. ¿Qué había pasado?
Caja Rural dijo que iba a dejar de patrocinar. De hecho, en la Vuelta pasamos penurias, estuvimos a punto de dar la vuelta al maillot porque no nos pagaban. Yo no sé cómo era el contrato con el patrocinador, pero teníamos dificultades importantes. Ya para el Tour, Peli Egaña (gerente de Orbea) encontró el patrocinio de Paternina, que parecía que iba a seguir toda la temporada y luego fue sólo para el Tour. Pero es que Marcos Eguizabal era otra persona para darle de comer aparte. De hecho, llevamos maillots de Paternina hasta el final de temporada, pero sólo nos pagó hasta el Tour. Luego gané la Vuelta a Cataluña y vino al set de Televisión Española como sponsor del equipo, pero a la hora de pagar no respondió.
Yo tenía contrato con el equipo, pero no había patrocinador y no salió el tema para adelante. Intenté mantener el grupo, hablamos con Fagor a ver si patrocinaba, pero no salió nada. Marcos Eguizabal me ofrecía seguir conmigo y pagarme las deudas, pero yo con este tío no iba a ninguna parte. Luego sacó equipo con Peru de director, pero ya era un equipo de tercera división.
Te pasaste a la ONCE y con ellos ganaste tu única etapa en el Tour.
Sí. Estaba andando bien en ese Tour. Fue un día de calor que terminaba en alto. Había una escapada de varios corredores, entre los que estaba Cabestany. En la última subida ya íbamos pasando a los que quedaban de esa escapada. Yo me encontraba bien. En el primer ataque no me marché, pero en un segundo contraataque ya conseguí escaparme y ahí ya fui a tope hasta meta. Me imaginaba que iba el primero, porque iba el coche rojo de la organización conmigo, pero por detrás venían cerca y no me daba tiempo para preguntar. Por eso no estaba seguro al 100% de ir primero y preferí no levantar los brazos.
Con Peio Ruiz Cabestany también has coincido bastante a lo largo de tu carrera.
Sí, primero en el Orbea y luego en la ONCE. Lo que pasa es que no encajábamos muy bien. Él quería su libertad y yo tenía otra forma de entender y a veces no compaginábamos bien esas diferencias.
En ese mismo Tour de 1990 terminas quinto en la general, muy cerca de Perico Delgado, que terminó cuarto. ¿Fue tu mejor actuación?
Yo creo que sí. Podía haber hecho algo más, pero creo que fue la mejor.
Un año más tarde terminaste tercero en la Vuelta, por detrás de Mauri y de Indurain. Me sorprende que ese año la ONCE antepusiera el liderato de Mauri a tus posibilidades en la carrera.
Yo era el jefe de filas del equipo, pero en las contrarreloj Mauri quedó muy bien clasificado. En la etapa de Benasque se suponía que perdería el liderato. Yo ataqué, Miguel me aguantó y Melchor es verdad que aguantó muy bien también y seguía primero en la general. Luego hablamos Manolo y yo y comentamos que el objetivo no era que ganara Marino Lejarreta, era que ganara la ONCE.
¿Eso te lo dijo Manolo?
No, yo se lo dije a Manolo. Lo hablamos y quedamos en que lo más importante era que ganara la ONCE. Para eso lo mejor era que yo estuviera en una posición que le quitara argumentos a Miguel para atacarle a Melchor y para eso yo tenía que mantener el segundo puesto en la general. Estuve segundo hasta la última contrarreloj de Valladolid y si lo hubiera mantenido, en la última etapa de la sierra de Madrid no hubiera habido ataques ni nada. Pero Miguel atacó, yo le aguanté, el grupo se fue por delante y se pasó un poco de susto. Miguel sabía que, estando yo ahí, podía atacarle y perder la Vuelta igualmente. Mi guerra fue con Miguel, pero no por ganar la Vuelta, sino por mantener el segundo puesto y asegurar la victoria de Melchor.
¿En ese momento tú pensabas que Indurain podía llegar a ganar cinco Tours?
Yo no veía a Miguel como un escalador y para ganar un Tour de Francia, si no subes bien los puertos más altos, es muy complicado. No pensaba que pudiera ganar un Tour de Francia.
¿En esa Vuelta lo considerabais como un rival serio?
Sí, aunque en la montaña yo le podía batir. De hecho, quitando el Tour de Francia, en las otras carreras que hemos coincidido, en la montaña le solía batir. Él tenía el argumento de las contrarreloj y que en la montaña se defendía bien. Pero el Tour de Francia es diferente. Hay que tener resistencia, aguante, controlar el tiempo que has ganado… Es otro tipo de carrera.
¿Hay un cambio en el ciclismo español con los triunfos de Indurain? ¿Os facilita a los demás conseguir patrocinadores, mejores medios…?
El ciclismo español venía creciendo mucho, pero, ya con las victorias de Miguel, se salió todo del tiesto y eso repercute a todos, claro. Todo el mundo se beneficia de algo así.
En el 92 habías anunciado ya que iba a ser tu última temporada y tienes la caída en Autzagane.
Sí, yo iba en el segundo grupo y no tenía intención de disputar la carrera. Corrí porque la corría todos los años, porque era el club en el que había nacido como ciclista. Iba a correr esa clásica de Amorebieta y luego me iba concentrado a Navacerrada para preparar la Vuelta. Iba a mi aire, el suelo estaba mojado y en una curva sentí algo extraño que me hizo resbalar la rueda. Intenté frenar, pero salí recto, forcé la curva y me metí un peñazo.
¿Cómo viviste toda la recuperación? Porque en un momento se habló de que podías tener algo serio.
Sí, en el primer momento sí. Cuando recibí el golpe pensé que había sido serio. Luego, cuando me hacían el TAC, me salió un coágulo y en ese momento estaba acojonado. Luego ya, poco a poco te van informando de la situación, si puede estar afectado o no el nervio. Había dos opciones, pero decidieron dejar como estaba y no operar y luego la recuperación fue más o menos buena.
El recuerdo que tengo, por lo menos lo que transmitía la ETB, es que estaba Euskadi entera pendiente de tu situación.
La verdad es que el tiempo que estuve en el hospital fue una locura. Al final me pusieron en una habitación para mí solo, porque al que le hubiera tocado conmigo, no hubiera estado tranquilo. Me traían todos los días un montón de cartas, vino el lehendakari a verme, hicimos una conexión en directo con la ETB… Hicimos de todo.
Sí quisiste volver a la competición, aunque fuera de forma testimonial.
Sí, por lo menos quería tener el recuerdo de retirarme como ciclista, aunque fuera de mala manera.
Luego entraste como director deportivo de la ONCE.
Pradera (Diputado General de Bizkaia) andaba con la idea de sacar la Fundación Euskadi y quería que yo fuera como director. Pero yo lo que quería era seguir en el ambiente, disfrutar del ciclismo y qué mejor manera que con un equipo como la ONCE. Sin grandes responsabilidades y disfrutando del ambiente del ciclismo. Si hubiera aceptado la oferta del Euskadi ya te metes en una vorágine de responsabilidades que no era lo que quería. Les dije que prefería seguir tranquilo y entró Madariaga con ellos. Entré en la ONCE un poco de turista. Luego, poco a poco, empecé a ir a alguna carrera de director y llegué a ir al Giro de director con Jalabert. Pero nunca con demasiada responsabilidad.
Y ya en un papel de aficionado al ciclismo. ¿Cómo ves a esta nueva generación de Pogačar, Evenepoel, Van der Poel, Van Aert…?
La verdad es que sorprendente y me encanta, porque hemos vivido el ciclismo de Indurain o de Armstrong, que era una carrera de control y con estos ciclistas ves que en cualquier momento atacan. En las clásicas es una pasada el espectáculo que dan. Pero yo creo que está basado en su juventud, que muchas veces corres más con el corazón, que con la cabeza. No sé qué futuro tendrán, hasta dónde llegarán, pero de momento nos hacen disfrutar y yo estoy encantado.
¿Por qué ahora se debuta antes en profesionales?
Yo creo que la clave está en que, ya desde infantiles, están haciendo series, trabajando la potencia… Claro, un cuerpo joven responde a las cargas de trabajo que le metes. Supongo que será por eso. Lo que no sé es cuánto van a durar. Igual Pogačar da un bajón con veintitantos años. Pues igual no compensa tanto empezar tan joven. Ahora está de moda eso, les está dando resultados y sólo buscan corredores juveniles. Un corredor de 23 años ya parece que es veterano.
¿Qué supone para ti que Evenepoel te haya igualado el récord de victorias en la Clásica de San Sebastián?
Ya sabes que tarde o temprano alguien te va a batir todos los récords y a mí, que lo haga Remco, me parece fenomenal. Porque es un corredor que me gusta; es valiente y tiene mucho prestigio. Prefiero que sea él a que sea otro corredor que no haya ganado apenas. Y lógicamente, todo apunta a que me superará. Aunque en la vida nunca se sabe. Pero la manera que tiene de correr, cómo lo hace… Va a las carreras a ganarlas, no a ver si hay suerte y sale algo.
¿Cómo ves el futuro del ciclismo vasco y del español?
Yo creo que a nivel estatal viene una buena generación. Corredores como Ayuso o Carlos Rodríguez tienen muy buena pinta y van a ser protagonistas. No sé si llegarán al nivel de Contador y estos, pero por lo menos van a estar ahí disputando carreras. Y a nivel de Euskadi, Landa seguramente ya ha pasado su ciclo y Pello Bilbao ya tiene unos añitos, aunque está progresando año tras año. Este no es como los jóvenes de los que hablábamos. Este ha ido progresando paulatinamente y supongo que aguantará todavía unos años.
Cuando era niño y jugábamos a las chapas,yo iba con mi chapa de Marino Lejarreta del Orbea😊.Le veíamos en la tele..Ciclista de Raza!!!
Excellente personnalité de l’histoire du cyclisme.
Muy buena entrevista a un muy buen ciclista y mejor persona. Enhorabuena
Posiblemente uno de los corredores que más me a emocionado en su época, una época muy vibrante para el ciclismo
Fantástica entrevista. Eskerrik asko Xabier eta Marino.
El ídolo de mi niñez. Soy de los que recuerda su victoria en los Lagos de Covadonga y eso me marcó profundamente haciendo del ciclismo mi deporte favorito al que luego dedicaría varios años de mi vida.
Grande Marino, gracias por tu calidad deportiva y humana.
He tenido el honor de conocerle personalmente y es y siempre será mi «Dalai Lama».
Creo que la valoración que hace Marino de la Vuelta 1982, no es muy justa. El ganó porque, en la etapa que pasaron control los que iban delante de él, Marino fue el único que no lo pasó.
Por lo demás, un corredor que, sin grandes resultados, fue muy querido por los aficionados.
La entrevista muy completa y agradable expresa bien si carrera.
Saludos desde México aquí nos enterábamos 6 meses después de lo que ocurría en Europa con la revista de ciclismo a fondo y aunque en la época dorado de Indurain Marino siempre hacia las 3 grandes y eso muy pocos lo conseguían desde luego la admiración por Él era o se veía pequeño y frágil al lado de los gigantes de 1.90 m pero destacaba en la montaña con mucha facilidad después lo ví en la titan desert mi admiración y distinguido personaje
Excelente entrevista y muy buena gente con todas las vibraciones de emoción que nos hizo vivir en sus carreras este gran ciclista el excelentísimo Sr Mariano l’estreta que tuvo como compañero en aquellos años a otro gran amigo Celestino Prieto en el Kas.
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La verdad es un placer una entrevista a una persona como Marino.
Era uno de mis ídolos y no he tenido muchos en mi vida en casi ningún ámbito, pues sobre todo me gustan las personas y no los triunfos.
Para mí Marino era un ejemplo de discreción, trabajo, alma, pasión y sobre todo humildad.
No olvidaré un día charlando con él lo menos 15′ en el Espolón en Burgos.
Un profesional hablando con un joven aficionado de la manera más cercana y amable que nadie puede esperar.
Las personas triunfamos cuando a las personas que nos siguen, en cualquier ámbito de la vida les mostramos nuestro agradecimiento y somos sabedores de ello.
Marino Lejarreta, un placer verle con la misma actitud de siempre.
Un grande del ciclismo.
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