Comenzó a jugar al fútbol con apenas cuatro años, a los nueve ya estaba en las categorías inferiores del Girona y con once ingresó en el FC Barcelona. Allí superó etapas, fue capitán en el equipo juvenil que logró un recordado triplete, jugó en el filial a las órdenes de Luis Enrique y Eusebio e incluso entrenó con Pep Guardiola en el primer equipo aunque no llegó a debutar en partido oficial.
Consciente de las dificultades que iba a encontrar para tener continuidad, Ivan Balliu (Caldas de Malavella, Girona, 1992) hizo las maletas para jugar dos años en Portugal y cuatro en Francia antes de regresar a España, firmar primero por el Almería y luego dar el salto a un Rayo Vallecano donde es uno de los jugadores más queridos por la afición.
El lateral diestro nos abre su casa durante más de dos horas junto a su mujer Marta y sus dos hijos, Nil y Pol, para repasar su carrera con nosotros, su presencia en la selección de Albania, los planes de futuro y nos mete en su particular museo de camisetas. Spoiler: es tan simpático y tan accesible como se puede ver desde fuera.
Naces en Caldas de Malavella.
Fue allí donde empecé a jugar al fútbol a los cuatro años. Todo fue por medio de mi abuelo, pues a mis padres no les gusta nada el fútbol y él era el que me llevaba. Mi madre, Marta, tenía una zapatería en el pueblo y mi padre, Salvador, era taxista, por lo que los fines de semana tenían que trabajar.
Mi abuelo, Salvador, era el que me acompañaba todos los sábados para que yo pudiera jugar. Además, le encantaba el fútbol, así que iba encantado. Por aquel entonces, cuando empecé con el equipo del pueblo en esos campos de tierra todavía no podía jugar por el tema de la edad, ya que no había equipo de mi categoría, así que tuve que hacerlo con los niños que tenían un año más.
En aquella época jugaba como delantero, así que imagínate todo lo que he ido perdiendo con el paso de los años (risas). Imagino que al jugar con chicos que eran más mayores destacaría de algún modo, pues vino un ojeador de Girona, me vio y me fichó cuando tenía unos nueve años.
Allí ya cambié de posición en el campo y comencé a jugar en banda como extremo porque era muy rápido y en el último de los dos años que estuve allí también jugué como medio. Después de pasar aquellos dos años en el Girona, me fichó el Barça.
Pero antes firmas por el Real Madrid.
Es verdad que en esa época me llamó también el Espanyol, pero yo estaba muy bien en el Girona y pensé que si estaban en la misma Liga no tenía sentido cambiar de equipo, ya que prefería quedarme con mis amigos. Realmente, no veía un cambio grande y dije que no. Tras esto contactó el Real Madrid e incluso vinimos a ver todas las instalaciones.
Fue en la antigua ciudad deportiva, aunque me advirtieron que ahí no iba a ser donde iba a estar, pues ya se había hecho la nueva en Valdebebas. Después, estuvimos haciendo el Tour del Bernabéu, visitamos el colegio al que iba a ir y el resto de cosas, y decidimos quedarnos.
Al cabo de una semana aproximadamente fue el FC Barcelona el que nos llamó y no sé cómo se las apañaron con el Madrid para finalmente no ir. Al final, ir al Barça fue también por un tema familiar, de cercanía con ellos, pues entre Girona y Barcelona hay apenas una hora y es mucho más sencillo.
De cualquier modo, mis padres sí que pusieron una exigencia al Barça para firmar: ellos querían que estudiara y lo que hacía el club era poner el típico taxi que hacía una ruta, recogía a los niños de la zona de Girona y los llevaba a entrenar.
Pasaban por el colegio a buscarte a las cinco de la tarde, ibas al entrenamiento y te traían de vuelta a las diez y media u once a tu casa por la noche. Mis padres veían que así iba a ser imposible que yo estudiara, por lo que marcaron como condición que estuviera en La Masía. Fue así como llegué allí con once años.
¿Tu abuelo Salvador era del Barça?
¡Qué va! era del Espanyol. Fue de los primeros en jugar en el equipo del pueblo y, como no tenían dinero para camisetas y todo ese tipo de material, contactaron con el Barça a ver si les daban ropa, pero les dijeron que no. Sin embargo, cuando fueron con esta misma petición al Espanyol sí que les dieron material, así que desde ahí siempre los apoyó.
¿Cómo es esa etapa en la Masía para un chaval de once años? No me imagino a mi hija dejando mi casa tan pequeña…
Ahora que tengo hijos también lo pienso. Sin embargo, en ese momento no me lo tomaba así. Era muy bonito, como estar de colonias y de excursión con amigos. Los mismos chicos con los que jugaba al fútbol era con los que iba a clase y estábamos siempre juntos, por lo que era diversión todo el día.
Para mis padres quizá sí que fue un poco peor, pues mi madre incluso se escapaba a verme una vez cada semana: los miércoles cogía el tren, venía, íbamos a merendar, pasábamos la tarde juntos y luego se marchaba de vuelta. Pero la verdad es que en esa época nos lo pasamos muy bien.
Tuve fortuna, pues en mi primer año en el Barça hicieron una limpia espectacular: echaron a doce jugadores y nos quedamos tres que pasamos de Infantil B a Infantil A, pero después todos los que entraron íbamos subiendo juntos y, de hecho, mantenemos todavía la amistad.
Tuvimos la suerte de llegar muchos y encima nos llevábamos muy bien. Por ahí estaban Sergi Roberto, Marc Muniesa, Sergi Gómez, Uri Rosell, que se fue a la MLS, Carles Planas, Marc Bartra… tuvimos un grupo espectacular que vivíamos juntos, íbamos subiendo de categoría, luego compartimos piso… y así hasta el día de hoy, que todavía nos vamos juntos de vacaciones.
Me hablas con mucha ilusión de aquellos años y me choca, por ejemplo, con lo que le pasó a Isi, que lo pasó muy mal cuando estuvo aquel año en la cantera del Real Madrid. ¿Qué puede influir en esto?
No tengo ni idea, la verdad. Depende un poco de cada persona, cada niño o la infancia que ha tenido. Recuerdo que tenía compañeros que lloraban cada noche porque echaban de menos a sus padres y hubo alguno que incluso se fue de la Masía por eso.
¿Tú nunca tuviste ese momento de «me quiero volver a casa»?
No. Me lo pasaba tan bien, disfrutaba tanto y me gustaba tanto el fútbol que nunca lo pensé. Además, no lo reflexionaba. A mi hijo le gusta mucho el fútbol y muchas veces pienso que lo voy a pasar yo peor en una situación de ese tipo.
Hasta los dieciséis, momento en que ya podías firmar por más tiempo, cada año a final de temporada tenías una reunión en la ciudad deportiva del Barça y ahí te decían si seguías o no. «Sigues. No sigues». En aquel momento yo no era ni consciente de eso, pero ahora echo la vista atrás y supongo que mis padres seguro que también lo pasaron mal.
Este año está siendo espectacular la irrupción de varios canteranos en el primer equipo del FC Barcelona que apenas han notado el salto. ¿Esto se debe a que todas las categorías juegan igual?
Todo es llevar una metodología. En el Barça, los lunes todos los equipos entrenan lo mismo, los martes igual… juegos reducidos de posesión, etcétera. Esto provoca que aunque te suban a un equipo de más edad, no notes la diferencia. Y eso es lo que le está pasando a todos estos chavales: juegan casi de memoria.
Entre tanto cambio de posición. ¿Cómo llegas al Barcelona?
Llego de pivote defensivo. Sin embargo, hubo el típico partido en el que faltaban laterales y me pusieron en el derecho, entiendo que jugué muy bien y ahí me quedé. Ya era mayor, porque fue por la época en la que jugaba en el Cadete A o el Juvenil.
¿Con el cambio al lateral no echabas de menos tanto contacto con el balón?
En esas categorías, pese a que en Catalunya hay mucho nivel, cuando estas en el Barcelona, a excepción de cuatro o cinco partidos que ves que te va a costar, en el resto estás todo el rato atacando y da igual donde juegues porque la vas a tocar mucho. Sí que es verdad que ahora a veces me pongo en el medio y pienso «madre mía», no sé ni por dónde ir.
En la Masía se hace mucho hincapié en el tema de los fundamentos del mediocentro, controles orientados, etcétera.
Sí, se trabajaba mucho. Recuerdo que una vez a la semana sacaban a todos los medios del entreno, ibas con otro entrenador y hacías un trabajo extra enfocado a esa posición. Se hacía mucho eso: te pasaban el balón, controlabas, te ponían un número y tú tenías que decir que número había detrás y orientarte con el pase.
Eres capitán de un Juvenil muy recordado que logró el triplete y en el que también estaban Rafa Alcántara y Gerard Deulofeu.
¡Uf! éramos tan superiores. Hoy estaba hablando con Pelayo (central que llegó en verano al Rayo Vallecano desde la cantera del FC Barcelona, ndr) después de entrenar y le estaba dando algunos consejos, porque él es buenísimo con el balón y, quizá, lo único que le falta es esa mala leche que ya tenemos todos después de tantos años.
Vives en esa burbuja del Barça en la que no eres consciente de nada, estás en un momento en el que no valoras ni ganar ni nada, sino que lo sientes como algo natural. Es cierto que era capitán y ganamos el triplete, pero lo recuerdo como algo muy fácil.
El técnico de aquel equipo era Óscar García.
Tuve a Pimi, García Pimienta, en todas las categorías inferiores, pues prácticamente él iba subiendo junto a nosotros. Fue así hasta el Juvenil, en el que ya tuve a Óscar cuando ganamos el triplete. Más tarde ya me entrenaron primero Luis Enrique y más tarde Eusebio en el Barça B.
¿Has visto el documental de Luis Enrique? Es mi entrenador favorito.
Me encantó. Él es así. En mi primer o segundo partido con el filial estaba Nolito, que era la estrella de ese Barça B, pilló un atasco en las Rondas y llegó diez minutos tarde. Pues recuerdo que Luis Enrique lo desconvocó. Iba a jugar y lo desconvocó por llegar tarde. Luis Enrique a mí me cae genial. Yo prefiero entrenadores que van así de cara y no esos que dicen algo y luego hace una cosa diferente. Ver a un tío transparente es bueno para todo el mundo.
Para él no hay estrellas. Hay un equipo en el que los jugadores se tienen que adaptar a lo que él quiere.
Correcto. El ejemplo que te he puesto de Nolito es el mejor, pues él era la estrella, ese año era el mejor del Barça B y lo desconvocó. Mira cómo ha pasado también con Dembélé. Está claro que en un primer momento eso puede perjudicar al equipo, pues son jugadores que te acercan a la victoria, pero a él le daba igual porque marcaba sus normas y lo dejaba claro: da igual quien seas, lo que cuenta es el equipo.
Durante esa temporada tú jugaste poco. ¿Él tuvo conversaciones contigo preocupándose de explicarte qué pasaba?
Sí. Conmigo sí. A lo mejor en mi caso era diferente al de los que llevaban todo el año allí, pero la verdad es que conmigo hablaba mucho. De hecho, me lo he cruzado un par de veces cuando he jugado contra él en la selección y después estuvo cariñoso conmigo, me saludó y estuvimos hablando. Espectacular.
Ya en la segunda temporada empiezas a jugar más en aquel filial.
Cuando estaba en el Barça B tenía a Montoya por delante de mí, pero él lo estaba haciendo tan bien que yo pensaba: «Ojalá siga así porque va a subir al primer equipo». Él estaba un poco a caballo entre los dos, pienso que lo llegó a convocar la selección española y ahí ya dije: «Espectacular. Ya no creo que vuelva al filial».
A partir de ese momento fue cuando pude jugar casi todos los partidos. El entrenador entonces era Eusebio, que tenía un perfil muy del estilo Barça. Era un tío muy tranquilo, pausado, con mucho sentimiento y que nos trataba superbién. Con él también había un ambiente sensacional y lo cierto es que tengo muy buen recuerdo de él.
¿Cómo es el proceso de salir de la Masía e irte a vivir solo?
A los dieciocho años dejas de estar en la Masía y el Barcelona te da un piso. Lo que pasa es que compartes con dos compañeros más del equipo. Sin embargo, la verdad es que el primer año sí que estás ahí, pero luego ya el siguiente te buscas un poco la vida y valoras irte a vivir solo y tener tu espacio. De este modo, ya con 19 años, alquilé un piso en Barcelona, aunque lo alquilamos todos en la misma calle para seguir estando juntos, pero cada uno con su espacio.
Es casi como dar el paso de niño a hombre. ¿Notaste el salto?
¡Qué va! Es como te decía antes: lo vivíamos igual, como si no pasara nada. El paso por el filial me pilló en Segunda División y luego cuando estuve en esa misma categoría con el Almería años después lo pensaba: «a mí me daría una rabia que los chavales estos que no se juegan nada me peguen un baile cuando yo me estoy jugando subir a Primera…».
Nosotros lo vivíamos todo con una tremenda naturalidad: nos juntábamos, entrenábamos, después nos íbamos a comer a algún restaurante, luego hacíamos algo por la tarde, más tarde nos poníamos a jugar juntos a la Play… al vivir todos en la misma calle era todo así. Era superdivertido y cada vez que pienso en aquellos años los recuerdo espectaculares.
Ahora que hablas del filial en Segunda División. ¿Qué ha pasado para que prácticamente no haya rastro de filiales en esa categoría desde hace tiempo? Me parece que Villarreal y Real Sociedad fueron los últimos.
El nivel de Segunda es espectacular y cada vez es más difícil. Si echas un vistazo a los partidos de esta categoría piensas que prácticamente todos los equipos podrían estar en Primera.
Pero volvemos a lo de antes: ves a los Cubarsí, Casadó, Héctor Fort y compañía y piensas que el filial debería haber arrasado con ellos.
Al final, para los jugadores de esos filiales es más fácil jugar en Segunda o Primera que meterse a un campo de Primera RFEF donde hay más contacto y todo se complica.
Pep Guardiola te llamó para la pretemporada de 2011 con el primer equipo. ¿Cómo lo recuerdas?
Una locura. Vivir en una dimensión enorme. Pasar de compartir habitación de hotel a viajar acostado en un vuelo. Te daban la ropa que querías, ya fuera de manga larga, manga corta, tres cuartos o tirantes; pantalón largo, pirata… algo completamente increíble.
Flipaba con todo lo que tenía alrededor y recuerdo que, como eran habitaciones individuales, me ponía cincuenta alarmas y casi ni pegaba ojo por las noches por el miedo de quedarme dormido y llegar tarde al desayuno.
El nombre de Pep está grabado en letras de oro.
Un colgado del fútbol. Hay cosas que ahora veo en Iñigo Pérez y me recuerdan a él. Lo tenía todo tan estudiado que antes del partido te decía: «va a pasar esto y vosotros tenéis que hacer tal, tal y tal», que nosotros lo hiciéramos y funcionara todo. Tenía unas lecturas de partido sensacionales.
A nivel de juego, prácticamente lo pasó al siguiente nivel. Y desde el punto de vista motivacional también era espectacular. Lo que es Guardiola en rueda de prensa, con ese don de palabra que tiene… tiene un discurso que te entra. Y te lo crees.
¿Y para mantener enganchados a los que menos jugaban?
Estar en el Barça es como cuando lo hablamos con Fran cuando se fue al Real Madrid: ¿Lo tendrá difícil? Sí, pero son equipos que juegan tantos partidos al año que disputar veinticinco es fácil. Siempre te caen algunos cuando ya se ha ganado la Liga, si tienes suerte y se han clasificado para la siguiente ronda en Champions juegas ese par de partidos de más en la fase de grupos… vas a acabar jugando.
Xavi, Iniesta… ¿cómo te acogieron?
Espectacular. Recuerdo que estábamos un día entrenando y al acabar Xavi nos preguntó a los jóvenes: «Chavales, ¿dónde vais a cenar?». Nosotros le respondimos que en nuestra casa y él nos dijo que nos fuéramos con ellos. Estuvimos en un restaurante con el propio Xavi, Víctor Valdés, Alexis y algún otro más. Yo estaba alucinando con que nos invitaran a cenar todos estos.
¿No hicieron el juego de la tarjeta que contaba Gerard Piqué?
No, por suerte no (risas).
Hablar de Messi son palabras mayores.
A mí siempre me trató muy bien. Yo por aquella época tenía un representante argentino que se llevaba muy bien con su padre y el trato conmigo en el tiempo que estuve allí fue siempre espectacular.
Es un tío que desprende aura.
Increíble. Era muy reservado, se sentaba en su taquilla allí con su móvil. Es eso que dices, que es un don. Para salir a entrenar yo voy dos horas antes a la ciudad deportiva, me paso una máquina, me muevo, hago bici, un poco de gimnasio… y él nada: dejaba el móvil, subía a entrenar y luego te hacía lo que quería.
¿En esos años en la Masía tenías un referente? ¿Un espejo en el que mirarte?
Realmente me fijaba mucho en Dani Alves, que era el que estaba en la posición en aquella época, o Carles Puyol, que también me gustaba mucho. Pero nunca he sido de tener un referente.
¿Te quedó el pellizquito de no debutar en un partido oficial?
Sí, pero era muy consciente de que era difícil por todo el nivel que había delante de mí. A veces hablo con Fly, el fisio, y me dice: «tú estuviste en la época mala del Barça, porque mira ahora como debuta todo el mundo». Cuando jugué allí tenía por delante a Montoya y a Dani Alves, un tío que de ochenta partidos jugaba setenta y ocho.
Esa imposibilidad de jugar imagino que motivó que te marcharas.
Tenía la posibilidad de renovar un año más, pero vi que era el momento de salir y decidí marcharme a Portugal para jugar en Primera División. Es verdad que te marchas a la máxima categoría y piensas: «espectacular poder jugar en Primera», pero te das cuenta que es un nivel mucho más bajo que la Primera División de aquí. Era un club mucho más pequeño y humilde.
Aquí en España también me surgieron posibilidades, pero eran más en Segunda. También hubo algo en Primera, pero te ponen esta etiqueta de «Barça» y que sólo puedes jugar en un perfil determinado de equipos. Es una etiqueta un poco negativa para los jugadores que están ahí, porque parece que sólo juegas bien con el balón, que te falta ser más duro… y eso cuesta.
Portugal.
Estuvimos muy bien. Cuando salí del Barcelona lo que quería hacer era marcharme a un equipo en el que pudiera jugar todos los partidos y tuve la suerte de apostar bien, pues me salió todo fenomenal. Jugué dos temporadas completas y el recuerdo es muy bueno.
Arouca es una villa que tiene cinco mil habitantes, teníamos Porto a treinta y cinco o cuarenta minutos en coche y yo me adapto muy bien a todo. Fui allí con mi mujer, Marta, que también lo hace todo más fácil, pero yo soy una persona muy casera.
Desde ahí surge la posibilidad de marcharte a Francia.
Yo firmé por dos temporadas, había terminado contrato, no quería renovar y me llamó un director deportivo que era portugués, había firmado por el Metz y me fui para allá. En Francia, la experiencia fue espectacular: era un club grande, tenías unas instalaciones buenísimas, todo muy cuidado y el trato fue fantástico.
Nada más llegar me pusieron una profesora de francés, a mi mujer le hicieron la tarjeta sanitaria y también le pusieron una profesora… el trato fue increíble y pasamos allí cuatro años fabulosos.
He visto por ahí una foto en la que estás cubriendo a Mbappé.
Mbappé, Neymar… sí, tuve una época que… (risas). Pillé al Mbappé del Mónaco y luego al del Paris Saint Germain. ¡Uf! Aquel Mónaco en el que también estaban Falcao, Bernardo Silva… iban volando. De hecho, ganaron la Ligue 1. En Francia hay mucho nivel y, de hecho, yo me saqué el curso de director deportivo y es una liga en la que yo me fijaría bastante, pues hay mucho jugador bueno y hablamos de un mercado mucho más económico.
A ti te gusta estudiar mucho a los rivales con los que te vas a enfrentar. ¿Cómo se prepara uno para enfrentarse a Mbappé?
Sí. Miro un poco todo: los datos físicos de cada jugador, sus velocidades… y me gusta profundizar en los rivales. Pero con este tipo de jugadores… ¿cómo vas a parar a un tío que corre a treinta y siete kilómetros por hora y encima es bueno con el balón? Son esos futbolistas un poco tocados que si tienen el día da igual cómo estés tú porque lo vas a pasar mal.
Tu periplo en Francia coincide con una llamada de Albania para jugar en la selección.
Es curioso, porque antes de eso siempre había recibido muchos mensajes por Twitter en albanés y pensaba que eran de gente que se confundía. Pues ya estando en el Metz me contactaron desde la Federación de Albania, que venía de disputar la Eurocopa de Francia.
Me comentaron que el apellido Balliu era supertípico en Albania y que si tenía parientes cercanos allí. Desde ese momento, empezamos a buscar con su ayuda, encontramos un hilo del que tirar con un bisabuelo que emigró, pude hacerme el pasaporte y debutar con la selección.
Así como te lo estoy contando parece bastante sencillo, pero la verdad es que costó bastante poder hacerlo, pero el primer paso fue así: nos reunimos con el presidente de la Federación en París, fuimos a comer y allí me presentó un proyecto y transmitió que les encantaría que les ayudase a crecer.
Como hay tanta gente que emigró de Albania a otros países, en la propia Federación hay un departamento que se encarga de buscar a jugadores que tengan raíces albanesas y hay un montón. De hecho, casi en cada parón de selecciones vienen dos o tres jugadores que no habían jugado nunca y prácticamente los hacen debutar para poder decir, como mínimo, «ya es nuestro».
Personalmente, jugar con Albania lo vi como una oportunidad enorme. Era una posibilidad que personalmente me iba a aportar mucho y a sumar, pues iba a tener también la posibilidad de poder jugar un Mundial, una Eurocopa… En cuanto surgió la opción, no me lo pensé.
El seleccionador de Albania era Christian Panucci. Cuando jugaba lo recuerdo como alguien muy enérgico.
Era igual que cuando jugaba. Recuerdo que pegaba muchos gritos, pero es verdad que esa etapa no fue muy bien en la selección. Todavía estábamos creciendo y no era la misma selección que ahora, en la que puedes ver a un jugador del Inter de Milán, uno de la Atalanta, otro cedido por el Chelsea… nuestro nivel ha subido mucho y no es lo que era antes.
Recuerdo que cuando llegué el bloque era muy parecido, porque venían de jugar la Eurocopa, y yo era un poco de los nuevos. Pero ahora ya soy de los veteranos.
¿El idioma?
Hay mucha mezcla. Yo tengo la suerte de hablar bien inglés, francés… y ahí hay mucho jugador cuya familia está en Suiza y otros en Bélgica, por lo que con el francés no hay dificultad. Luego, la mayoría juega en la Serie A y entre el italiano y español… La verdad que con el tema del idioma no tengo ningún problema.
Imagino que cuando te llaman por primera vez, Albania sería algo desconocido para ti, pero ahora será muy distinto.
Sí, hemos puesto mucho foco en saber más y más e incluso cuando vamos allí mi mujer va a hacer tours para poder conocer cuanto más mejor y empaparse de todo lo posible. Mis padres estuvieron también en el país hace apenas un par de meses para visitar varias zonas tanto del norte como del sur y ya tenemos preparado también el siguiente viaje para el próximo verano.
Ahora el país se ha puesto de moda e incluso hay amigos que se van allí de vacaciones y me piden consejos para ver qué visitar.
Siempre que estamos allí nos tratan muy bien y recibimos muchísimo cariño. Es verdad que estos últimos años han ido muy bien con la clasificación para la Eurocopa y poder jugarla. El país está volcado con nosotros y te sientes como un rey, porque te tratan espectacular en todo. La verdad es que siento mucho cariño y orgullo de ser albanés.
Me hablas con mucho cariño de la afición albanesa.
Es una locura. Tengo la suerte de disfrutar el fin de semana en Vallecas y después irme con la selección y que sea lo mismo. Además, han hecho un nuevo estadio que está supercerrado y a la mínima que gritan hay un eco increíble.
Las entradas siempre están vendidas mucho antes de que juguemos porque tenemos la suerte de llegar siempre vivos a todo en las últimas jornadas como en la Eurocopa o ahora en la Nations League y vuelan. De hecho, en el partido definitivo para la clasificación de la Eurocopa un concesionario sacó una promoción por la que si comprabas un Smart te regalaban un par de entradas y la gente se compraba el coche para poder estar. Para que veas la locura.
Te he visto cantando el himno…
Es lo primero que me aprendí.
En Instagram también veo que publicas mensajes en albanés. Ya lo chapurreas o tiras de traductor de Google.
No, no. Me ayudan, pero es verdad que hace tiempo que lo he empezado a estudiar y voy entendiendo bastantes cosas aunque todavía no me atrevo a hablarlo. Tenemos un miembro del staff que es traductor y es cuarto entrenador de la selección y él da las charlas, nos explica un poco al equipo rival y cuando estás un poco en el contexto lo vas entendiendo.
Tu primer partido internacional con Albania fue contra España.
Sí. De hecho cuando nos reunimos con la Federación ellos me transmitieron que querían tenerlo todo preparado precisamente para ese partido, pues lo querían mostrar como una victoria debido a que un jugador había escogido a Albania, aunque ya ves tú con los pedazo de jugadores que tiene la selección española…
En la previa de aquel partido sonaba el «Que viva España» y tenías miedo de que se te metiera, cantarla un poco y te grabaran.
Fue en el campo del Hércules, empezó a sonar la canción y yo pensaba: «que no se me pegue».
Seguro que conocías a más jugadores del equipo rival que del tuyo…
En esa época estaban Piqué, Isco, Jordi Alba… sí, los conocía a todos. De hecho, acabó el partido, me quedé hablando con ellos en el túnel y cambiando la camiseta.
Tienes una colección espectacular de camisetas
Es verdad que empecé un poco tarde con el tema de cambiar las camisetas, pues al principio sólo lo hacía con los amigos o gente con la que había jugado, pero ahora quiero tener camisetas de todos los equipos. De hecho, aquí en la planta de abajo tengo una colección y en mi casa de Girona hay otras cuantas. Tengo un montón.
¿Firmadas?
No, las cambio y ya está.
¿Y después las lavas?
¡Sí! Si no, mi mujer me echa de casa. Es verdad que a veces alguien me pide una camiseta y me dice «fírmamela». «¿Pero la tendrás que lavar, no?». «No, no, así» (risas).
Ya habías estado en las inferiores de España.
Yo había jugado en la sub’16 y la sub’17 de España. Tenía a Isco, Iker Muniain, Pablo Sarabia, Morata…
En Vallecas eres un tío súper querido. Por lo que me dices, en Albania te pasa igual.
Sí, me siento querido en todos los lados. Es cierto que la conexión que he tenido en Vallecas en muchos clubes no la ha habido, pero también me siento muy identificado con todo lo que es el barrio y la afición.
El pasado verano juegas la Euro.
Espectacular. Fue una experiencia increíble, todo organizadísimo y casi como vivir un sueño: no fallaba nada. Vivíamos como en una ciudad deportiva dentro de un hotel con campos perfectos, nuestro gimnasio… aunque verdad que estás muchas horas ahí y se hace duro, pero lo disfruté muchísimo.
En fase de grupos precisamente jugáis contra España. ¿Qué pasa ahí con la familia?
Está clarísimo: todos con Albania. Allí estaban todos con sus camisetas y animando, aunque al final nos alegramos de que España ganara la Eurocopa. Además, que España gane y le vaya tan bien es bueno para todos: para la Liga, para los jugadores que jugamos aquí… todo suma.
En aquella Eurocopa te vimos a ti con Albania, a Ratiu con Rumanía… ¿Qué falta para ver a un internacional con España?
Yo creo que son decisiones. Es verdad que ir con España es muy difícil, pues hay muchísimo nivel. Sólo hay que ver al nivel que están ahora todos los chavales del Barça. A veces puede haber ese miedo de convocar, aunque hay jugadores que han estado cerca como Isi o Alvarito y entraban en las prelistas. Luego hubo otros como Fran, que también estuvo en las prelistas, firmó por el Madrid y justo fue.
Hace siete años de aquella primera convocatoria con Albania en 2017. ¿Cómo ha cambiado desde entonces?
Cuando yo llegué, lo primero que me encontré fue llegar a un hotel con el típico campo. Sin embargo, ahora tenemos nuestra ciudad deportiva, todo enorme, muy bien hecho, equipadísimo, sala de fisios con todo lo último, zona de aguas, el nuevo estadio nacional que te comentaba…
Cuando el equipo va creciendo, ha ido un poco de la mano: como el nivel ha subido, tú no puedes traer a un tío que viene del Chelsea y llevarlo a un campo «de patatas».
Después de cuatro años en el Metz vuelves a España. ¿Hubo otras opciones antes?
En mi tercera temporada en Francia descendimos y ese mismo verano en el que me quedaba un año de contrato salió la opción de marcharme al Girona en Primera División, pues estaban buscando un lateral y yo pensé que podía hacerse.
Sin embargo, iban pasando los días, el Metz no me dejó irme, comencé la temporada y ese mismo año subimos otra vez a Ligue 1. Desde la directiva se quiso mantener el mismo equipo del descenso y recuerdo que arrasamos y logramos el ascenso dos meses y medio antes de terminar la temporada. Fue un paseo porque fuimos muy superiores.
Tu destino es el Almería en Segunda, pero cuando te marchaste del Barça tú no querías jugar en esa categoría…
Sí. De hecho al principio les dije que no. Sin embargo, lo que me enseñaron desde un principio fue muy atractivo. Entré con la nueva propiedad y me mostraron un proyecto enorme y muy interesante: había un equipazo, también a nivel económico… fue ahí donde me convencieron, porque no me quería meter en Segunda.
Conocía cómo era la categoría y sabía que si te metes luego es muy difícil salir de ahí. Firmé dos años allí y si te digo la verdad, estuve muy bien. Mi mujer estaba encantadísima y, de hecho, cuando nos marchamos, ella lo hizo jodida. Sin embargo, tuvimos la suerte de venir a Madrid y jugar en el Rayo, así que fíjate.
En Almería te entrena Guti.
Creo que me entrenaron todos los técnicos. Pienso que el momento en el que peor estuvimos fue una cuarta o quinta posición, pero el dueño era muy exigente. Con Guti, la verdad es que muy bien, pues era un tío espectacular. Es verdad que era una de sus primeras experiencias como entrenador, pero muy bien. Lo echaron yendo tercero.
¿Qué personalidad tiene el José María Gutiérrez entrenador? Él siempre ha intentado desligarse del Guti futbolista al que se recuerda también por alguna fiesta además de lo que hacía sobre el césped.
Era muy cercano. Nos contaba historietas suyas e incluso cosas que había liado y era muy divertido. Pero claro, su figura imponía.
¿Cómo surge la posibilidad del Rayo Vallecano?
Fue gracias a Cobe (David Cobeño, director deportivo, ndr). Tuve alguna que otra oferta más de Primera, pero él me vendió muy bien el proyecto. Además, la llamada de Iraola hizo que me decidiera, apostamos por venir aquí y hasta hoy, que estamos encantadísimos a todos los niveles.
De hecho, Cobeño ya me mandó un mensaje antes del partido de vuelta de playoff contra el Girona en el que me decía: «Ivan, nos encantaría contar contigo para la siguiente temporada». Mi respuesta fue: «Pues sácame la bufanda que aquí os animamos».
Recuerdo que ese día del partido de vuelta después del 1-2 de Vallecas estaba con Marta y mis padres en la casa de Girona, pedimos unas pizzas para comer y estuvimos celebrando los goles de Alvarito y de Trejo. Imagínate lo que pensarían los vecinos: «¿y estos locos?».
¿Tú familia va a los partidos?
Sí, mi mujer va con mis hijos. El pequeño todavía no va mucho, porque aún es muy complicado aguantarlo noventa minutos en un sitio, pero el Nil, que tiene seis años, es un loco del Rayo, ha convencido a todos sus amigos y en su clase hay pocos que sean del Barça o del Madrid.
Cuando firmas por el Rayo, ¿pensabas que lo que ibas a ver aquí es lo que luego has visto?
Es verdad que cuando firmo era en la época del COVID, que cambió todo en los clubes: el poder ir al gimnasio, hacerte test cada día, que pudieran fallarte dos compañeros durante dos semanas por un positivo… pero el grupo de jugadores es tan bueno que estabas muy a gusto y te lo pasabas muy bien. Yo venía del Almería, en el que tenía de todo, y aquí faltaban muchos recursos, pero una cosa compensa a la otra y en los años que he estado he disfrutado más que en cualquier otro club.
¿A nivel infraestructuras es peor el Rayo Vallecano de lo que viste en Almería?
Sí.
Tus dos primeros años son con Andoni Iraola en el banquillo.
Es un entrenador espectacular. Casi se lo debo todo a él. Sacó mi mejor versión, en la que me lo pasé mejor y disfruté más jugando al fútbol. Me trató muy bien desde el primer momento y en verano cuando jugamos el partido de pretemporada frente el Bournemouth me quedé hablando con él y disfruté mucho. De hecho, no me pierdo ningún partido de su equipo por televisión. En nuestra casa, en mi familia, se celebra que le vaya bien.
¿Era bueno a nivel motivacional, de esos de pegar tres gritos que os hicieran salir enchufados?
Más que motivacional, lo que yo destacaría de él es que la preparación que hacía de los partidos era espectacular. El tema de presión, decir dónde hacerla según en qué lugar estuviera el balón, el salir rápido por banda, el ritmo… era un entrenador que lo prepara todo a la perfección.
Con Francisco el equipo empezó bien porque él se adaptó muy bien a todos lo que Iraola había dejado el año anterior, pero luego vais cayendo.
Pienso que cuando una idea no es la tuya o no te sientes a gusto, es mucho más difícil transmitirla a largo plazo. Los jugadores veníamos un poco de ese discurso de Iraola que nos conocíamos, pero cuando no lo escuchas cien por cien es difícil que al jugador no se le olvide.
Fue un año difícil, de cambio y en el que no salían las cosas. Defensivamente estábamos muy bien, porque Dimi creo que hizo el récord de porterías a cero, pero no hacíamos gol a nadie. Podíamos estar noventa minutos de ida, noventa de vuelta, prórroga y penaltis, que no metíamos gol. No tuvimos esa suerte que a lo mejor años anteriores sí teníamos y se juntó todo.
Ahora está Iñigo. ¿Es tan parecido a Iraola?
Sí, con sus matices, pero la idea es igual. Es un auténtico loco del fútbol que lo estudia al dedillo, ve todo… te da todas las pautas para que puedas jugar y todo salga en los partidos. Y lo tiene todo tan estudiado que ves que sale. Estoy seguro que de aquí a unos años va a ser un entrenador top, top.
¿Lo veremos en un futuro en Inglaterra o en un grande de España?
¿O por qué no en el Rayo, que vayamos creciendo y convertirnos en un equipo top 10 o top 6 en España?
Para eso sería necesario que pase lo mismo que me comentabas que ha sucedido en Albania: crecer también desde otros aspectos que no están en el terreno de juego.
Yo he visto un crecimiento en el Rayo desde el día en que llegue hasta hoy. Está claro que todavía nos falta mucho por crecer, pero a nivel de infraestructura estamos mejorando: la ciudad deportiva se va arreglando, han invertido en máquinas de fisioterapia que antes no teníamos… en Vallecas se celebra cada victoria como si fuera la última y nosotros también celebramos esas pequeñas victorias que tenemos ahí dentro.
A nivel grupal, os veo después de los partidos, esos momentos que compartís en redes, esa complicidad. ¿Os lleváis tan bien como parece?
Mejor todavía. Muchas veces en Instagram nos cortamos con las fotos, pero es superdivertido. Semanalmente hacemos cosas en grupo y, por ejemplo, ayer estuvo Sergi Guardiola aquí en mi casa, con Choco (Trejo, ndr) nos vamos a comer un día cada semana y pasamos tiempo juntos, los fines de semana siempre hacemos cosas y nos reunimos incluso con los que no tienen niños…
Ahora, antes de los partidos, Isi, Sergi Guardiola, Trejo y yo nos juntamos a tomar un café en la casa de alguno de nosotros y vamos rotando. La verdad es que hacemos un montón de cosas juntos. Todo esto te une más y tener un grupo de amigos ayuda.
Te cuento mi caso: yo estaba acostumbrado siempre a jugar, este año no lo estoy haciendo tanto y he tenido mis momentos de pasarlo mal. Pues tener a gente como Isi, que te manda un mensaje a las dos de la mañana después de un partido para decirte: «Tranquilo, que esto va a salir adelante», recibir una llamada de Trejo porque va a venir a traerte algo… eso hace que te des cuenta que tienes amigos de verdad.
¿Y la gente que va viniendo nueva se integra bien a este grupo?
Sí, todos. El que más mérito tiene en todo esto es Trejo, que desde el primer día te abre las puertas de su casa y organiza todo lo de los asados, invita a todo el mundo con sus parejas y llega a meter ahí a cuarenta o cincuenta personas.
Son de esas cosas que la gente no sabe pero que tienen un mérito enorme, pues para él podría ser mucho más sencillo pensar: «yo no estoy jugando y me da igual». Pero no. Él a todo el mundo que llega nuevo lo lleva a su casa, lo ayuda en todo y mucha parte del mérito en que las cosas vayan tan bien es de tíos como Trejo.
¿No le podéis convencer para que vuelva a coger el brazalete?
Lo hemos intentado, pero él es muy fiel a sus ideas. Es un tío de principios y todo lo que decida está bien.
Lo que no se pierde es ese contacto con la gente, aparcar al lado del campo, estar con los aficionados… ¿os sale así? Es muy extraño ver esto entre futbolistas profesionales.
Es que al que no le salga… tiene que pasar por el tubo cien por cien. Es lo que te comentaba antes: este grupo va por ese ese camino y quien se aleja, se queda fuera. Ahí que ir por ahí o lo pasarás mal, porque todo lleva a eso. Somos una familia. Por ejemplo, Lola me trae las magdalenas, lleva regalos a los niños… es increíble. El Rayo es un equipo de barrio que compite contra transatlánticos, pero eso es lo chulo de Vallecas y que hace que te sientas así de bien.
El gran nombre propio del mercado fue el de James Rodríguez, que llegó después de ser nombrado mejor jugador de la Copa América pero no ha jugado mucho.
Ha tenido una adaptación muy buena. Sí que es verdad que llegó un poco más tarde por el mercado y sin hacer esa pretemporada, pero todo va muy bien. Muy bien con el grupo, con el equipo, con el resto de jugadores… Está muy adaptado, es un tío muy de hacer grupo, de reírse, de la broma… Personalmente estoy muy sorprendido, pues todos sabemos el jugador que es y lo que representa, pero se ha integrado como uno más.
Uno de los nuevos es Pelayo, del que me hablabas antes. ¿Cómo está siendo su adaptación?
Muy buena. Es un central de mucho futuro y siempre le digo: «tú espabila que nos vas a apañar el estadio cuando te vendamos» (risas). Es un central de estos modernos, fuerte, rápido, muy bueno con balón que en cuanto coja esto de competir, de tener un poco de mala leche, se va a salir. Al final, estás luchando con Muriqui y tíos así cada fin de semana, pero eso te lo da la competición.
El nivel de la pareja de titulares Lejeune – Mumin está siendo sensacional.
Este año está muy caro tener minutos en el Rayo. Y eso siempre es bueno. El entreno de ayer, por ejemplo, fue brutal: estamos a un ritmo que veo que es increíble. Yo, que cada cierto tiempo me voy con la selección y me junto con tíos que están en la Serie A o la Premier League, sí que es verdad que es distinto, pero vamos volando.
Tú compartes banda con Isi.
Nos llevamos superbién y como siempre comento, es muy fácil jugar con futbolistas así, porque yo sólo tengo que darle el balón, que él invente y a ver si me da alguna. Es una suerte llevarte así de bien con alguien fuera del campo y tener la oportunidad de jugar dentro.
El propio Isi habló hace varios meses de un tema de ansiedad. ¿Cómo se intenta ayudar a un compañero en esa situación?
Al final, es pensar lo mínimo en el fútbol y hacerlo en el día a día. Yo tengo la suerte de tener a estos dos terremotos y te hacen estar ocupado. Ahora que estoy participando menos está claro que vengo cabreado, sin ganas de hablar con nadie.
Pero llegar a casa, estar con estos dos que no se enteran de nada y ponerte a jugar al fútbol con uno, dar de cenar al otro, ducharlo o dormirlo, te distrae y es una suerte. Es verdad que cuando no tienes esa «distracción» le das muchas más vueltas.
Yo se lo conté a Choco y creo que también a Óscar Valentín: el primer partido de la temporada contra la Real Sociedad, que no jugué y luego tuvimos libre el lunes, llevé a los niños al cole y me sentía incómodo al hacerlo o ir al supermercado por la vergüenza de ser suplente y no jugar.
Habíamos ganado y dices ¡joder! Pero esa noche ni dormí de las vueltas que le di por no haber jugado. Todo tiene su parte buena, pero también mala, pues todo lo vivimos mucho.
Me parece que en psicología es algo así como «juicio por la propia emoción»: uno está enfadado por no jugar, pero se enfada todavía más por el hecho de haberse enfadado antes.
Sí, eso es. Pero me he dado cuenta que tengo muy buenos amigos dentro del equipo. En mi carrera he jugado con mil futbolistas y sabes que con muchos de ellos cuando acabas la temporada ya no vas a tener relación, pero con el grupo que he hecho aquí sé que es una amistad que va a ser para toda la vida.
Pero cada vez que Iñigo habla de ti lo hace con muchísimo cariño, sobre todo de tu importancia en grupo y que eres un ejemplo en el que todos deben mirarse.
Es verdad que se agradece. Pero, al final, lo que le gusta a cada uno es jugar. Y ya me gustaría que no hablaran tan bien de mí y jugar un poquito más (risas). Está claro que Iñigo me quiere un montón, lo sé y este año quizá me toca desde otro lado e intento ayudar al máximo en todo lo que pueda y que cuando me toque jugar que no se note ese cambio.
También se te ha visto en banda izquierda. ¿Cómo es la adaptación?
Sí que cuesta. De hecho, cambia todo. Parece que es sólo jugar en otro lado, pero estás acostumbrado a correr para ese lado o arrancar, y cambiarlo se nota. Para los primeros partidos tuve que entrenar ya en la izquierda y el correr e impulsarme para saltar me costaba mucho después de toda la vida en el otro sitio.
De los extremos a los que te has enfrentado, ¿cuál es el que te ha generado más quebraderos de cabeza?
Rubén García, de Osasuna. Es un jugador muy listo, que te choca fuerte, rápido… ese perfil de jugadores es muy complicado jugar contra ellos, pero la exigencia de tener a Vinicius, Abde, Raphinha… cada fin de semana tienes alguno y es muy difícil. Cada uno tiene sus cosas, tú puedes estar bien ochenta y nueve minutos que Vinicius te la lía en una y te deja en ridículo. ¡Es tan difícil!
Todavía me acuerdo de aquel partido de 2022 contra Vinicius. Te cayó de todo en redes.
Sí, y todavía me siguen mandando mensajes. Cada vez que pasa algo con Vinicius vuelve a salir el hilo, todo mío.
¿Y cómo te lo tomas?
Entiendo que hay jugadores a los que les sienta mal, pero a mí como me va tanto el jueguecito este, el rock and roll, me lo paso superdivertido. Entiendo que haya futbolistas a los que les pueda afectar la crítica, pero siempre he sido muy fuerte, tal vez por esto que te decía del Barça sobre que cada año tenía que pasar un corte y me da un poco igual. Incluso pensaba: «Mejor, que así me sigue más gente y tengo más comentarios en las fotos. Todo suma» (risas).
Aludías antes a que estudias a los rivales a los que te vas a enfrentar…
Suelo decir que en los partidos casi siempre me toca bailar con la más fea, pues los mejores suelen ser extremos zurdos. Yo veo un montón de fútbol, todos los partidos. De hecho, cualquier día mi mujer me echa de casa y tienes que acogerme en la tuya (risas). Y como te decía, me gusta preparar todo con el tema de los datos físicos.
Por ejemplo, hasta 900 o 1000 son mis datos de alta intensidad, que son las carreras, los metros, que hago a más de 21 kilómetros/hora. Entonces, le pido a Óscar, que es el que me manda todos estos datos, los extremos del fin de semana y el lateral y él me comenta, por ejemplo, que el lateral izquierdo corre de media 500 metros de alta intensidad y el extremo 600.
Entonces, en la primera parte, aunque por ejemplo sé que Isi no va a darme el balón, le voy a tirar cincuenta desmarques al extremo para que me llegue a 400 o 500 metros. Y sé que en la segunda parte, en el minuto 60, lo van a tener que cambiar, pues lo que hace normalmente en un partido yo se lo estoy exigiendo en 50 minutos.
Ahí es donde tengo ese arma y Dimi siempre me lo comentaba el año pasado: «Ivan, el primer cambio siempre es tu extremo». Y era verdad, si ves los partidos, mi extremo es el primero que sale.
¿El tema alimentación también lo tienes tan estudiado?
Ahora mismo, en el fútbol se mira todo al milímetro. También el tema de la alimentación. Está todo tan igualado que la diferencia que te da el comer bien, cuidarte o estar bien físicamente puede ser clave. Tengo mi nutricionista, miramos todo el tema de la grasa… sí, está todo medido.
Me hablabas del curso de dirección deportiva, ahora el análisis de rivales. ¿Te ves cómo entrenador?
No me veo en esa vida, porque observo las horas que le dedica Iñigo, lo duro que es para la familia… Es muy bonito estar en Primera en Madrid, donde los niños que van al cole y tal, pero la incertidumbre de que te echen en tres meses, qué hacer con los niños en el cole… es un trabajo en el que pasas muchas horas solo y muchas veces sin tu familia.
He estado mucho tiempo fuera, mi mujer ha sacrificado también muchas cosas porque ella estudió la carrera y no ha podido trabajar de lo que le gusta por mi trabajo y cuando deje el fútbol me dedicaré un poco más a la familia.
Ahora que me hablas de tu mujer, cuando llegan las nueve de la noche y metéis a los niños en la cama, ¿sois de Netflix, leer un poco…?
Tengo la suerte de que hay fútbol todos los días, yo me pongo mi partido y Marta se pone con alguna serie. Pero sí, también nos gusta aprovechar nuestro momento, ponernos algo en televisión y tomarnos un té tranquilamente.
¿Cómo es tu relación con la prensa?
Es buena. Tú que eres fan de Luis Enrique, no me pasa como a él. Siempre me han tratado muy bien.
¿Tienes pensado quedarte en Madrid cuando te retires?
Sí, seguiremos viviendo aquí.
Para el final, la pregunta más difícil: ¿Ganar una Eurocopa con Albania o ganar una Europa League con el Rayo?
¡Hombre! Ganar la Europa League. Uno se lo pasa muy bien en la selección pero es consciente de que en el club es donde paso el día a día y donde estoy mejor.
Este carnicero pegacoces tiene como único mérito el haber cosido a patadas y manotazos a Vinicius. Fue convenientemente jaleado por la lamentable prensa deportiva española (como el autor de la entrevista) y sigue viviendo de eso, porque nivel futbolístico, muy mediocre.
José Andrés tu si que eres mediocre
Terrible dictadura madridista. La peor testosterona.
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