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Amaya Valdemoro: «Siempre me han gustado los partidos calientes, advertían al público que no me pitasen porque iba a ser peor»

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Amaya Valdemoro Madariaga (Alcobendas, 18-8-1976) aparece por la cafetería del Centro Deportivo Puerta de Hierro sonriente. Acaba de hacer una sesión de pesas, ahora ya que su cuerpo no protesta tanto como cuando se vio obligada a retirarse del baloncesto en 2013. “¿Te haces una foto con nosotros?” Venga. Cuando se sienta, advierte que tiene un día ocupadísimo: un acto promocional aquí, un tema de Movistar+ allá… Terminará hablando hora y media montada en una especie de tobogán emocional, siempre “muy natural”, como le gusta verse a sí misma. Hace unos pocos meses su padre falleció y todavía está muy tocada. «¿Me firmas aquí, por favor? Es para una sobri que te admira mucho». Venga. Y al fin uno de los mayores iconos de la historia del deporte femenino español se pone a responder sobre absolutamente todo.

¿Comprende mejor a los periodistas desde que está al otro lado?

Siempre les he comprendido y siempre me han tratado con muchísimo cariño. Entiendo bien su trabajo y estoy superagradecida del trato recibido. Sí que es verdad que hubo una época en la que sentía que si ganábamos, todo muy bien, y que los focos estaban muy dirigidos a mí. Y también que, cuando perdíamos, me llevaba los palos. Parecía que yo era la única jugadora y no era así. Es porque he sido la única imagen visible del baloncesto español, yendo a la WNBA, a Rusia… Pero no me importaba porque en las derrotas he sido, y sigo siendo, muy exigente.

Tiene fama de ser cercana, pero también algo chula…

Me lo dice mucha gente, sobre todo cuando jugaba, pero no me considero para nada chula. Me ha encantado jugar tanto al baloncesto, y he sido tan expresiva que he resultado muy directa, muy natural. Si me caes bien se me va a notar al segundo. Y si me caes mal, lo mismo. Eso choca.

A ver, diga la verdad. ¿Se siente la mejor baloncestista nacida en España?

No me corresponde a mí decirlo, claro, pero sí que me he dado cuenta, una vez retirada, de que me ha tocado abrir muchísimas puertas. No he sido la mejor en nada, pero he hecho de todo y muy bien. He tenido muchísimo carácter dentro de la pista y a nivel competitivo sí que he sido diferencial. Sí que creo que estoy en un número determinado de jugadoras más destacadas. He estado en equipos ganadores y he ganado muchísimos títulos.

¿Le gusta verse más como jugadora competitiva que como anotadora?

Es que creo que en eso, en competir, sí que he sido la número uno. Muchas jugadoras españolas han hecho cosas que yo no he hecho, pero a nivel de competitividad, no.

¿Las compañeras son las primeras rivales?

No, pero dentro de un equipo hay rivalidad. Te estás jugando el puesto, pero ahí entra la inteligencia humana de saber que debe haber un compañerismo y una humildad. Cuando empecé en el baloncesto, viniendo del atletismo, yo quería ser la que más anotaba, la que más rebotes cogía… Pero tuve un punto de inflexión cuando fui a la WNBA y me encontré a 20 tías en la pretemporada que eran iguales que yo y que me daban las mismas pastillitas que inconscientemente daba yo en España. Muchas veces no nos damos cuenta de lo que generamos sin hacer nada: esa forma de andar, esa competitividad… Eso genera a veces miedo. Es lo que me pasó en Estados Unidos: tenía miedo a fallar porque mis compañeras eran unas depredadoras, unos animales competitivos. Por eso pegué un giro tremendo en mi carrera para saber lo que es un equipo. Estoy diciendo esto y me habré equivocado unas 200.000 veces, pero no puedo cuando la gente se escaquea.

Como buen rostro conocido y con carisma, habrá tenido ofertas de la política…

Muchas, y de distinto signo, pero yo paso. Me gusta hacer cosas por la gente, pero esto no es algo que me atraiga.

Yendo un poco al detalle de su carrera… Llevaba muy poco tiempo jugando, pero fichó por la Universidad de Salamanca con 14 años, viviendo con dos jugadoras que eran cuatro años mayor que usted y cobrando 40.000 pesetas al mes…

Me fui de Madrid a Salamanca por casualidades. Fui a acompañar a Raquel Ros, que la habían fichado, y mis padres apostaron con los suyos que, si me veían en una prueba, me iban a fichar. Y así fue. Ellos hicieron el esfuerzo de dejarme cambiar de ciudad a esa edad cuando solo llevaba dos años en el baloncesto. Compartí piso con Raquel y con Pilar Delgado. Era muy joven, pero se portaron muy bien conmigo y tenía mucha gente protegiéndome.

Acabó la siguiente temporada en el Dorna Godella, que fue el primer equipo español en ganar la Copa de Europa femenina… Usted estaba en la de 1993, la segunda consecutiva…

En esa primera etapa en Salamanca solo estuve un año. Ascendimos, pero no entendí que propiciasen mi salida con la oferta que me hicieron para seguir cuando había sido clave en los partidos decisivos para el ascenso. Con 15 años pasé la prueba que me hizo el Dorna Godella. Jugué poco, pero en los entrenamientos me enfrentaba a las mejores, algo así como un Dream Team: Paloma Sánchez, Ana Belén Álvaro, Katrina McClain, Natalia Zassoulskaia… Yo estaba en el quinteto de las reservas y siempre perdíamos los partidos contra ellas. Mejor aprendizaje que ese no lo hay porque los minutos se ganaban mediante la defensa. Recuerdo que cuando llegué, lo primero que hice fue sacarme el pasaporte porque fuimos a Brasil a jugar el Campeonato del Mundo de clubs, que ganamos jugando la final contra el Leite Moça, donde estaba Hortencia Marcari. Me vino muy bien y conocí a Miki Vukovic, que era un entrenador espectacular.

No le pega para nada estar rezando para que en la final europea ante el Como una compañera no cometiese la quinta falta y tener que salir, como ha contado. ¿Se reconoce en ese momento, con lo segura que parece de sí misma?

Sí. Rezaba, pero si hubiese salido todo eso hubiese desaparecido y hubiese sido superagresiva.

¿Qué tenía Miki Vukovic para que dijese de él que era “el mejor entrenador que he tenido jamás”?

Es el que más me ha entendido. Era muy duro y eso me encantaba. Me vas a sacar el máximo diciéndome las verdades, no andando con curvas. Me dijo todo lo bueno y todo lo malo y fue quien me hizo ver todo lo que podía llegar a ser en el baloncesto. Ese año fue un clinic constante. Ser hombre y tener carácter es muy guay, pero ser mujer y tener carácter es poder ser problemática. Con Miki podía hablar las cosas claras. Era muy duro dentro de la pista, pero fuera era como un padre para mí.

El Dorna Godella se convirtió en el Pool Getafe y usted vivió el último año de Antonio Díaz Miguel en los banquillos (96-97). ¿Cómo le recuerda?

Muy bien. Le sorprendió muchísimo y le costó llevar el vestuario, pero a mí me gustó muchísimo la experiencia y su personalidad. Aprendí mucho y me lo pasé bien.

En aquella temporada, según cuenta en su libro Nací luchando, Blanca Ares le hacía la vida imposible…

Chocábamos muchísimo y nos parecemos a nivel competitivo. Ahora mismo pones a Blanca a jugar y se come a cualquier jugadora. Prefiero a doce tías como ella que a doce que vayan a medio gas. Ha sido brillante y está entre las mejores de España de largo, pero no nos llevábamos bien. Es una pena que fuese así, pero es la realidad. Era un huracán: tenía tiro exterior, jugaba de espaldas, se comía al rival… Aparte de sufrir, aprendí mucho con ella.

¿Lo comenta con su marido, Sergio Scariolo, cuando coinciden?

Sí. Y le he dicho siempre que su mujer es una gran jugadora. Es el tío más educado que me he encontrado en mi vida. Si está con Blanca es por algo. ¿Tuvimos nuestras movidas? Obvio, todo el mundo lo sabe. ¿Que era buenísima? Obvio. ¿Que entiendo que haya gente que diga que ha sido la mejor jugadora de España? Obvio. Para gustos, los colores. El último contacto que he tenido con ella ha sido tras la muerte de mi padre, hace tres meses. Me escribió unas cosas preciosas y desde aquí le mando un beso y estoy agradecida. Lo pasado, pasado está. Hay que pasar página. Ojalá en un futuro podamos hablar tranquilamente.

A continuación hay una época especialmente dorada a nivel individual: constantes recitales anotadores en su segunda etapa en Salamanca, con algunos partidos rozando los 50 puntos, y el salto a la WNBA los veranos…

¡Las metía! Hay días que ves el aro como una piscina y hay que aprovecharlos. Durante el confinamiento pusieron partidos míos de aquella época y, viéndolos, también me daba cuenta de que los porcentajes no eran malos, que no abusaba del tiro. Empecé a ser la primera alero alta fuerte del baloncesto español, tirando en carrera, reboteando, dando asistencias, jugaba de espaldas al aro… Cosas que no estaban permitidas para chicas. Veía mucho cómo lo había hecho Drazen Petrovic. Sí que es verdad que como equipo no dábamos el paso, pero es que la mayor era yo, con 20 o 21 años. Había vuelto a Salamanca para poder terminar mis estudios. Fue una época muy feliz, importante para desarrollarme como jugadora, dándome un protagonismo y un liderazgo que luego me vendría muy bien.

Luego cuando iba a Salamanca como rival la abucheaban con especial saña…

Conozco a esa afición y entiendo que estuviesen dolidos, pero el baloncesto femenino no está remunerado como el de los hombres y tienes que aprovechar muchísimo tu carrera. Esos que me pitaban luego me pedían fotos. Y siempre me han gustado los partidos calientes. Había gente que advertía al público de que no me pitasen porque iba a ser peor para ellos. La mayor motivación es jugar ante un pabellón lleno.

¿Fue demasiado para usted tener que competir con Sheryl Swoopes, Cynthia Cooper y Janeth Arcain en Houston? Cuando se enfrentaba a similares rivales en la Liga Femenina incluso solía superarlas…

Era imposible competir ni por nombre ni por edad. Al entrenador, Van Chancellor, le metían mucha presión. En Estados Unidos potencian lo suyo. Había contratos en juego. Ellas tres eran las mejores del mundo en el mismo puesto que yo. Me pasó lo mismo que a Fernando Martín, que en la NBA no se confiaba tanto en los europeos. Cuando salí, lo hice bien y gané tres anillos con el que creo que es el mejor equipo de la historia de la WNBA, y es algo que me vino increíble. Houston Comets tenía mis derechos y el entrenador, que no era tonto y que de verdad que me parecía un tío majísimo, no me dejó irme. Me decía que prefería tenerme en el banquillo que reforzando a un equipo rival. Los cinco años que estuve allí recibieron ofertas, pero no hubo manera.

¿Compensa haber estado en un equipo campeón?

Sí, aunque me da pena no haber estado en un equipo con más minutos. Recuerdo lo que pasó cuando Estados Unidos nos eliminó en cuartos de final del Mundial de 2002, en el que fui la máxima anotadora. El seleccionador americano era el propio Van Chancellor, que me dijo sobre la pista en los saludos del final que la temporada siguiente me quería otra vez en el equipo. Tina Thompson, que también jugaba en Houston, pasaba al lado y le pidió que me dejase en paz, que me había estado fastidiando todos los años anteriores. Repito que cuando salía a jugar, lo hacía muy bien. Y cuando ya estaba libre me siguieron llamando clubs, pero no quise ir. No tuve un solo día de vacaciones porque el calendario no estaba como ahora y había que enlazar la temporada europea con la de allí.

Eso debe desgastar muchísimo…

Es que me acabo operando de las dos rodillas. Tenía los tendones rotulianos destrozados. Me pasaron factura todas las lesiones que tuve. Tampoco respeté los tiempos de recuperación. Me han forzado mucho. En baloncesto masculino no hubiese pasado. Me han llegado a decir que no quería entrenar. Durante años he tenido dolores cuando me despertaba y apenas podía levantarme de la cama. Ahora ya no tanto.

Ganó tres anillos de campeona (1998, 1999 y 2000) y fue recibida por Bill Clinton, que la trató con gran cercanía por lo que parece, y George W. Bush…

Los dos chapurreaban el español y hablaron conmigo una barbaridad. Las americanas se partían de risa y alucinaban cuando Clinton me contaba que tenía una hija estudiando en Granada y que le encantaba ir a verla a España. Decían que qué pasaba conmigo. Yo les respondía que las españolas somos muy simpáticas. Nos hicieron un tour por la Casa Blanca. En las películas el Despacho Oval parece gigante pero es enano. Apenas cabe el escritorio.

¿Es verdad que las Houston Comets rezaban antes de los partidos?

Sí. Y muchos equipos en Estados Unidos lo siguen haciendo. Entiendo que, a quien le vaya rezar, lo haga.

¿Qué le llamó la atención de la cultura del deporte norteamericano?

Veía a mis compañeras en anuncios en televisión. No había un hueco en el Compaq Center con 20.000 personas. A nivel social éramos estrellas. Nos invitaban a comer en todos los sitios donde íbamos, incluso si iba yo sola. Hasta me perdonaron una multa de tráfico. Vaya maravilla. Flipé.

Pero la WNBA no ha terminado de ser lo que se esperaba. Pierde alrededor de 10 millones de dólares al año y sus estrellas cobran más en Europa que allí…

Fue importante en su momento que todas las grandes jugadoras acabasen en la misma liga y que los pabellones estuviesen petados. Hubo un momento en que las audiencias bajaron, pero han vuelto a subir. Sobre el dinero, cuando las mujeres generemos lo mismo que los hombres, podremos pedir lo mismo. Yo lo que digo es que nos den todas las herramientas para hacer que lleguemos a la excelencia y que la competición llegue a la excelencia. Y eso es no jugar en pabellones de mierda, que en una retransmisión televisiva lo que se vea delante no sea una pared. En Estados Unidos está cuidado al máximo: las luces, las equipaciones, es muy visual para venderlo mejor… En esta sociedad consumista todo tiene que estar bonito para que se pueda vender. Hay una transición y vamos poco a poco. Es una carrera de maratón y todavía vamos por el kilómetro 15. Más siento yo no haber ganado lo mismo que los grandes jugadores que hemos tenido y tenemos en España, pero estoy contenta de que las nuevas generaciones vayan a tener más visibilidad que yo y las cosas se vayan haciendo bien. De cuando empecé yo a cómo está ahora hay un mundo.

En España en 2001 ficha por el Ros Casares, otra vez cerca de Valencia. Allí tendría dos etapas. Como sucedió con el Tintoretto, donde usted empezó, y el Dorna Godella/Pool Getafe, el club terminaría desapareciendo. Parece que el baloncesto femenino en España depende de este tipo de iniciativas aparentemente efímeras. ¿Cuándo los Roig en Valencia o los Recio en Salamanca se cansen pasará igual?

Hay que agradecerles lo que están haciendo porque otros millonarios prefieren tener yates. La sociedad está obligando a que haya cada vez más proyectos fuertes, de clubs grandes de baloncesto con sección femenina. El camino a seguir es el que han emprendido Casademont Zaragoza, Valencia Basket, Joventut, Unicaja… En el fútbol está pasando y cada vez arrastran más a más gente.

De 2005 a 2008, tres años en Rusia, dos en Samara y uno en Moscú. Por lo que cuenta, apenas podía hacer nada más que entrenar y estar en casa debido a la climatología.

Cuando empezaron a fichar a buenas jugadoras sabía que yo iba a acabar allí. Lo que lloré cuando firmé… Lo pasé muy mal porque no había móviles, no había videollamadas, internet iba fatal, Netflix no existía… Hoy puedes estar cerca de todos aunque estés en Rusia. Pero como experiencia humana y deportiva fue excepcional. Estar sola mucho tiempo te hace pensar. Del país no puedo decir nada malo, por mucho que estuviese a -45 grados.

La situación por la que ha pasado Brittney Grider…

Ha sido una desgracia porque la ha pillado en medio del conflicto y todos hemos sufrido mucho, pero afortunadamente se ha solucionado ya y el baloncesto está de enhorabuena. Me encanta ver el cariño con el que se la ha recibido y que haya tenido la fuerza de decir que quiere jugar este verano en la WNBA. Llegué a hablar con Miguel Méndez, el seleccionador español que fue su entrenador en Rusia.

258 internacionalidades. La selección parece haber sido muy importante en su carrera. ¿Cuándo empezó a sentirse la líder indiscutible del equipo?

Con el liderazgo pasa que al final, te eligen. Disfrutábamos muchísimo. En mi época no teníamos el talento que hay ahora, pero éramos supercompetitivas y luchadoras, todas a una. Los bronces que conseguíamos eran como oros. No se podía llegar más alto.

Un oro en el Europeo del 2013, además de una plata y cuatro bronces anteriores en torneos internacionales. ¿Se imaginaba algo así cuando debutó en 1993 con apenas 16 años?

No. En aquel entonces todavía había muchos equipos de la antigua URSS que eran prácticamente intocables. Es verdad que 1993 España ganó el oro en el Europeo de 1993, pero no fue un torneo al uso, con solo ocho equipos. Era una selección increíble que sorprendió a todo el mundo porque no se sabía el trabajo bien hecho que había detrás. La competitividad de Blanca, de Wonny (Geuer), de Mónica (Messa), de Marina (Ferragut)… era increíble. Fueron ellas las que nos allanaron el camino.

La generación posterior a las dos anteriores, con jugadoras como Alba Torrens, Silvia Domínguez, Laura Nicholls o Laura Gil, ha sido superior en resultados…

Pero el salto de calidad lo da Sancho Lyttle. Era lo que nos faltaba en el juego interior. Su generación ha sido increíble, pero yo personalmente no me cambio por nadie ni por ningún momento. Me tocó lo que me tocó y estoy superorgullosa.

Le quedó cierta espina con los Juegos Olímpicos, ¿verdad?

Sobre todo en Atenas 2004, que pudimos haber ganado en cuartos de final a Brasil y no lo hicimos. Teníamos que hacer auténticas heroicidades para poder pasar ronda.

Allí llevó el apellido de su madre, Madariaga, en lugar de “Valdemoro” en la camiseta…

Sí, especial y emotivo, un homenaje. Tuve que pedir permiso para poder hacerlo a la federación. En Estados Unidos pensaron que me había casado y que era el apellido de mi marido.

Su madre, también llamada Amaya, falleció cuando usted tenía 18 años tras un fulminante cáncer de hígado…

Se murió 19 días después de que le diesen el diagnóstico. Fue durísimo. Hace unos meses también perdí a mi padre, que me apoyó muchísimo en mi carrera. Era mi amigo, mi confidente, incluso mi agente una época. Me decía las verdades como puños. Le he llamado tantas veces para que levantase el ánimo… Aquí donde me ves, he tenido mucha inseguridad. Sin ellos dos no hubiese llegado a nada.

Antes de la pelea de los jugadores de los Pacers con el público de los Pistons, usted ya se lio a mamporros con aficionados del Ensino tras un partido de semifinales ligueras con el Halcón Viajes (abril de 1999)…

Mi padre, Álvaro, era policía nacional y tuvo que sacar la placa en medio del tumulto que se creó. Invadieron el campo y un chico me cogió la coleta y me golpeó en la nuca. Me volví y le di un puñetazo. Al marido de mi compañera Emma Bezos le estaban pegando. Se nos fue de las manos toda la situación. Fue el primer partido de baloncesto femenino declarado de alto riesgo.

Su madre era una vasca de toda la vida de Urretxu (Gipuzkoa) y él un policía nacional destinado en Euskadi. Allí se conocieron…

No fue una historia fácil, pese al flechazo instantáneo que tuvieron. Se enamoraron en un momento difícil, pero al final ganó el amor. Estoy orgullosísima de lo que se han querido.

Su mala relación con el seleccionador en los Juegos de 2004, Vicente Rodríguez el Cholas, es mítica. «No volveré a la selección si él sigue», dijo después de los Juegos. Y no siguió. ¿Qué consejo les daría a las jugadoras de la selección de fútbol que se han rebelado contra Jorge Vilda?

No sé demasiado sobre eso más allá de lo que he leído. Solo ellas y la federación saben lo que está pasando. Lo único que les diría es que aprovechen el momento que está viviendo el fútbol femenino. Ha dado un giro tremendo. Están arrasando en categorías inferiores y solo falta un poquito para que hagan cosas importantes en la senior. Tienen suerte de que haya grandes clubs apoyándolas y eso me da mucha envidia. En el baloncesto llevamos 30 años luchando por eso. Que vayan todas a una con la federación para conseguir lo mejor, pero no sé toda la historia. A lo mejor ellas tienen toda la razón. No me meto en eso.

¿Se refrenda en que Vicente Rodríguez una vez la agarró por la pechera y otra le dijo que su madre no estaría orgullosa de usted?

Lo hizo. Y delante de mucha gente. En ese momento no se lo conté a mi padre porque no sé lo que hubiese pasado.

Cuesta imaginarse a un seleccionador haciéndole eso a Pau Gasol…

Es que con Pau Gasol no se atreven. Eso es machismo, es abuso de poder. Hoy no me pasaría. Mi reacción fue decirle que no me dirigiese la palabra nunca más y me tuve que callar porque mi sueño era ir a los Juegos Olímpicos. Al Cholas le gustaba el enfrentamiento. No solo conmigo.

¿De qué parte está en el conflicto entre el exseleccionador nacional Lucas Mondelo y las jugadoras Anna Cruz y Marta Xargay, que le acusaron de maltrato psicológico?

De las jugadoras. A ellas las creo totalmente. Con Lucas no he tenido ningún enfrentamiento, pero había cosas… Y cuando hablaba con otras jugadoras no les hablaba de la misma manera.

Esto nos lleva a la cuestión de por qué hay tan pocas mujeres como entrenadoras de equipos incluso femeninos… Apenas tres o cuatro en la máxima categoría de España…

Nunca he tenido a una sola entrenadora en mi carrera, pero es que para que eso habría sido necesario que le hubiesen tenido que dar la oportunidad a una. En Estados Unidos hay un montón. Aquí cuando echan a un entrenador tienen mucho miedo a coger a gente nueva en su puesto, lo que se suele llamar la rueda. Y es mucho más difícil apostar por una mujer. Me quedo loca… ¿Por qué una mujer tiene que ser peor entrenadora? No entiendo por qué cuesta tanto fichar a una mujer porque nuestros cerebros son exactamente iguales que los de los hombres. Lo que faltan son oportunidades, pero yo creo que van a llegar. Todo el mundo sabe que las que están cerca de ello tienen baloncesto en la cabeza. Animo a todas las mujeres para que no desistan porque todo se irá normalizando. Las que están ahí ya, están en un mundo muy duro y muy difícil.

A su amiga Becky Hammon no le han terminado de dar la oportunidad de dirigir un equipo en la NBA…

Ha estado muy cerca y creo que lo acabará consiguiendo porque es una persona brillante, trabajadora y que sabe lo que quiere, pero hay muchísimos asistentes en la NBA que optan a lo mismo.

¿Usted no pensó en entrenar?

Lo tengo descartado. No creo que sea algo para mí.

Otra muerte que la devastó fue la de su agente, Nico San José, de Prodep…

Sí, era mucho más que un representante. Sobre todo me ayudó cuando estaba en Rusia y vino un montón de veces a verme y animarme. Se dejaba las comisiones en estos viajes. Su fallecimiento me afectó mucho.

Al principio lo que hizo fue atletismo. Y parece que muy bien…

Es que si yo he sido alguien en el baloncesto ha sido gracias al atletismo. Cuando era niña soñaba con el oro olímpico en los 1.500 metros. El atletismo, e hice distintas disciplinas desde cross a lanzamientos, pasando por salto de altura, me dio el suficiente fondo y la fortaleza como para afrontar con muchas garantías las exigencias del baloncesto. El ambiente que se vive en el atletismo es especial y quien quiere dedicarse a ello tiene que hacerlo con una disciplina total. A mí me encantaba.

¿Conserva el autógrafo que le firmó Carl Lewis a sus padres para usted?

Pues lo debo tener por ahí todavía, sí. Se lo encontraron un día en la pista de Vallehermoso, cuando vino para un mitin, y le pidieron un autógrafo para mí, que sabían que me haría mucha ilusión, como así fue. Luego le he conocido e incluso hace poco estuvimos en Madrid y nos estuvimos riendo con la historia del autógrafo. Es un grandísimo atleta, de los mejores de todos los tiempos.

En el colegio le llamaban «marimacho», pero no lo dice en tono victimista, sino que más bien fue algo que le ayudó a superarse, a competir.

Desde que llegué al colegio, el Príncipe de Asturias, hacía siempre juegos con los chicos, el «pilla pilla», por ejemplo. Los de mi clase nunca fueron reticentes. Yo era una más. Iban a muerte conmigo, me protegían, porque sabían que yo también les protegía a ellos, y se fueron incorporando chicas a nuestros juegos. Todos nos queríamos mucho. Éramos un grupo muy unido y todavía hoy en día quedamos dos o tres veces al año.

Siendo un bebé usted tuvo una grave enfermedad llamada púrpura trombocitopénica que afecta a la producción de plaquetas…

Tenía un año y estuve mucho tiempo en el hospital, aislada. Me cuentan que estaban desesperados y le llegaron a decir a mi padre que estaba a horas de morir, pero muy a última hora encontraron la solución a lo que me pasaba.

¿Cómo se siente delante de un micrófono?

Me encanta. He tenido una suerte increíble poder estar en Movistar. Ya llevo diez años. Es una televisión donde se ha cuidado muchísimo el deporte. Empecé haciendo únicamente partidos, pero cada vez he hecho más cosas. Cada maestrillo tiene su librillo. Yo lo que intento es explicar a la gente el baloncesto de un modo sencillo. Igual solo un 10% entiende lo que es un «carretón» el «step back», el «pick and pop»… Los tecnicismos son para los que juegan, pero los que están sentados en el sofá de casa no los entienden. A mí me gusta intentar decir lo que veo con un lenguaje sencillo. Seguro que en estos diez años me he equivocado, pero no pasa nada. Delante de un micrófono lo que intento es ser natural, como en la vida.

¿Le enfada que le digan que es parcial a favor del Real Madrid?

Es que a mí me da absolutamente igual quién gane. Mi equipo es Movistar, en mayúsculas. Yo disfruto con el baloncesto y cuando comento intento decir lo que veo. Lo que me he dado cuenta es que nunca lo haces bien a ojos de los seguidores. Siempre se acuerdan de lo que has dicho que no han hecho correctamente sobre su equipo, porque les duele más, pero no recuerdan cuando dices lo que han hecho bien. Durante tu carrera deportiva es imposible ser de un equipo porque te cambias de equipo.

¿Lo pasa peor cuando la insultan aficiones ahora que antes, cuando jugaba?

También me da igual, pero es que me parece tan machista que me insulten… Cuando lo hacen con mis compañeros de retransmisión es diferente. A mí me mandan a fregar, a la cocina… . Ya está mal que insulten a un jugador cuando está jugando, pero que lo hagan con alguien que está comentando es que es tremendo. Si les hace felices hacerlo, pues adelante. Me parece ridículo. Cuando jugaba, me encantaban los partidos calientes y me motivaba. Ahora me da lo mismo y de hecho no suelo escucharlo porque estoy con los cascos. Es el peaje que a veces se tiene que pagar cuando estás en un trabajo público. Es un problema de educación.

 

16 Comentarios

  1. «Mi padre, Álvaro, era policía nacional y tuvo que sacar la placa en medio del tumulto que se creó. Invadieron el campo y un chico me cogió la coleta y me golpeó en la nuca. Me volví y le di un puñetazo. Al marido de mi compañera Emma Bezos le estaban pegando. Se nos fue de las manos toda la situación. Fue el primer partido de baloncesto femenino declarado de alto riesgo.»

    Su actitud durante todo el partido fue impresentable, una hooligan en corto. Lo sigue siendo hoy, retirada ya, visto lo visto. Un gilipollas le cogió del pelo. En el pabellón había policía que ni pudo intervenir antes de que el madero de su padre tuviera que sacar la pipa. Pudo pasar una desgracia. De tal padre, tal astilla. Qué gentuza los Valdemoro. Lo más lejos posible. Igual habría que preguntar qué hizo el padre en Euskadi.

  2. Una auténtica impresentable dentro y fuera del campo.

  3. Sonia do Ensino Lugo

    La antideportistas. Una impresentable.

  4. Lo cuenta como víctima y esuna macarra provocadora todo él partido me acuerdo como se encaraba con él publico
    Lo q no quita q él él.que le tiro del.pelo sea un impresentable y mala deportista

    • Juan Antonio Paz Irueste

      Tube la suerte de entrenarla en la selección de Madrid y hablando con su padre(gran persona), llegué a decirle que sería una gran jugadora, entonces no sabía casi botar, era infantil, corría y saltaba más que nadie y ya era supercompetitiva y apuntaba muy alto. Gracias Amaya por todo lo que diste por el baloncesto femenino español, sigues siendo un ejemplo para muchas niñas qué juegan actualmente y doy las gracias por haber podido entrenar dos años. 💪🏀💪🏀.

  5. Una entrevista a una deportista directa, honesta que ha sido valiente luchando por el deporte español femenino y llegando a la NBA.
    Alvaro Valdemoro siempre ha sido una persona sosegada, amable y educada.
    Entiendo que haya comentarios negativos, Amaya no hace la pelota a nadie, no es hipocrita, ni pide perdón por triunfar. Eso provoca envidias.

    • Sonia do Ensino de Lugo

      Sosegada… típico madero que saca la pipa (la placa dice la hija…) en lugar de dejar que sus compañeros actúen. Unos fulleros de tomo y lomo. Ninguna ex-jugadora habla bien de ella y su ego, compañeras inseparables. Por favor, que algunas jugamos a esto y todas nos conocemos.

  6. ya estamos con el machismo , justificación absurda , pésima entrevista

  7. Es muy querida en Lugo. Le van a poner su nombre a una calle, no sabemos si la que lleva al tanatorio municipal o al basurero.

  8. « Es que con Pau Gasol no se atreven.»

    Es que Pau Gasol era un dechado de buenas formas. Tú… tú… en fin.
    Entrenadores masculinos a hostias literalmente con jugadores hay unos cuantos. Tres conocidos en España: Kurtinaitis, Obradovic o el mítico Manel Comas. Por no citar casos salvajes como el de Bobby Knight en la NCAA. No lo defiendo, solo es una constatación.

    Como en el caso de las semis en Lugo, Amaya haciéndose la víctima. Podrá ser todo lo grande que quiera, la mejor en la historia de España, una comentarista buenísima… pero como ser humano Amaya es de lo peor. Y en el fondo es lo que cuenta. Igual, solo igual, Cholas no estaba tan desencaminado con esa frase… si es que la pronunció, que esa es otra.

  9. Fui y soy aficionada Valenciana, yendo todos los fines de semana a ver al Dorna Godella en Godella (cuando fue Anecoop, Popular de juguetes, Ros Casares…) y sigo yendo a la, Fonteta. Siento decir que Valdemoro no representa los valores de este deporte, era chulesca, soberbia y con perdón marrullera. Disfrutaba viendo a ABBA, Laura Grande, Piluca Alonso, Ana Andreu, Marta Fernández, Noemi Jordana, Berea Ibarburu, Ana Montaña… sin necesidad de provocar jaleo. Mi recuerdo para Vukovic, vecino d Godella y María Dolores Escamilla por su labor. Aún así te he seguido Amaya, y valoro toda tu superación, pero podrías expresarte mejor y seguir buscando la humildad.

  10. No es lo que dice en las retransmisiones, es la cara que ponen ella y Carnicero cuando parecía que iba a ganar el Madrid y la enfocan después de que metan la canasta decisiva Mirotic o Higgins.
    Lo afirma ella misma en la entrevista: «Si me caes bien se me va a notar al segundo. Y si me caes mal, lo mismo». Su cara es el espejo de un alma más vikinga que Toñín El Torero.
    Aparte de que para ella todo lo que pasa en la zona cuando ataca el Madrid es FALTA a gritos, claro.

  11. Fue una gran jugadora y, al mismo tiempo, una deportista para olvidar. Como comentarista es plana y tendenciosa, algo más habitual en el fútbol que en el basket. Si no hubiera sido la jugadora que fue, no estaría en Movistar+. Y si no fuera mujer, ya se la habrían cepillado, como ocurrió con Carnicero al que tras hacer pasillos durante un año, lo sacaron del baloncesto en Movistar+. Lo dicho, gran jugadora, mala deportista y comentarista de cuota. Me quedo con su talento en la cancha.

  12. Una jugadora impresionante. Me encantaba.
    Y con muchas cosas interesantes que decir. Cierto que tenemos que aprender de los yankees y de que la imagen por la tele de un pabellón con gradas en un lateral y una pared en el otro no es buena, pero Amaya tiene que comprender que no todas las localidades se pueden permitir el pabellón de Zaragoza o el de Valencia (y no por eso hay que tildarlos de pabellones de m…).
    Por otro lado, en su etapa de jugadora, coincido con la mayoría. No la voy a insultar pero su comportamiento me parece indefendible. En baloncesto masculino por ejemplo he visto pitar técnicas por hacer gestos al público. El problema es que a ella se le consentía todo porque era la estrella de la liga y necesaria para su difusión. No sé si en Rusia le aguantaban todas sus conductas poco deportivas.

  13. Años atrás utilizada el «comodín» de la bandera y el patriotismo españolista ahora utilizada como buena interesa el «comodín» del feminismo no se igual se a vuelto hasta progre.

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