
Miembro del Salón de la Fama de la NBA y dos veces campeón, Pau Gasol ha repasado toda su trayectoria en Knuckleheads. Y sus primeras palabras han sido para Shaquille O’ Neal. Jugó contra él uno de sus primeros partidos y se quedó de piedra cuando le vio. Pensó «no va a haber manera de que pueda marcar a este tío». Eran sus años de dominio y aquello no era cosa de Pau, era misión imposible, explica: «Nadie podía marcarle realmente, en esa época, los equipos tenían dos o tres tipos grandes en sus plantillas solo para hacerle faltas».
Luego tuvo que catar a Cliff Robinson y a Kevin Garnett, que le dijo: «Bienvenido a la liga». Como había estado por lo alto del draft, todos se habían fijado en él y eso le metió el miedo en el cuerpo: «Todos querían ver de qué pasta estaba hecho. Me estaban poniendo a prueba, y pensé. ‘Vale, si esto va a ser así, voy a tener que defenderme y enfrentarme a estos tíos’».
Pau Gasol, pésimo futbolista
Pero, antes de meterse en materia, cuenta cómo fueron sus primeros años. Confiesa que antes que al baloncesto jugó al rugby y también al fútbol, aunque el deporte rey no se le daba bien, «era… digamos, basura (risas) era demasiado alto y demasiado delgado». De hecho, cuando llegó al Draft Combine de la NBA, medía 2,13 metros y pesaba 99 kilos. En la prueba de press de banca hizo el ridículo: «No pude levantar la barra ni una sola vez. Cero repeticiones. Así de débil y delgado era».
Incluso antes, le costó lo suyo fichar por el Barça: «Jugué de los 13 a los 15 años en un club pequeño, afiliado al FC Barcelona, pero luego empecé a recibir ofertas e interés de otros clubes grandes de España para unirme a ellos. El Barça, de hecho, no tenía interés en que yo entrara en su equipo junior, el de 16-17 años, y les dije ‘mirad, quiero jugar con vosotros, pero si no contáis conmigo, me voy a ir a otro equipo’. Les metí un poco de presión y al final me ficharon. Porque además de ser, para mí, el mejor club, jugar en el Barça me permitía quedarme en casa, con mi familia. Con los otros clubes tendría que haberme mudado a otra ciudad a los 16 años, y no quería eso. Así que fui con todo, apreté un poco y reaccionaron bien. Me ficharon. Fui el último jugador en entrar en el equipo con 16 años, pero me gané un puesto».

En cambio, su madre no se dejó seducir por los cantos de sirena y le exigió que diera la talla en los estudios: «Mi madre fue muy clara: hasta que no firmes tu primer contrato con dinero serio, vas a seguir estudiando. Así que no estaba claro aún que iba a poder ganarme la vida con el baloncesto. Me encantaba la medicina, la salud… y tuve la oportunidad de entrar en la facultad de medicina. Hice un año, compaginándolo con el baloncesto. Pero eso me hizo pensar: ‘Si quiero dedicarme a esto [al baloncesto], tengo que demostrarme —a mí mismo y a mi familia— que soy realmente bueno y que puedo lograrlo’. Y eso me hizo trabajar aún más duro, para poder decir con confianza: ‘Papá, mamá… voy a por esto a tope’».
Del Dream Team en Barcelona 92 a estar él en la NBA
Sobre su llegada a la NBA, la vincula al impacto que le causaron los Juegos Olímpicos de 1992: «Sentía que la NBA era lo más grande, el sueño. Eso es lo que quería hacer y adónde quería llegar desde que era adolescente y empecé a soñar. Desde que el Dream Team vino a Barcelona 92, ese equipo le enseñó al mundo cómo se podía jugar a un nivel distinto. Yo era un niño, un chaval de 12 años. Ni pude ir a los partidos, pero los vi por televisión y pensé: ‘Estos tíos están en mi ciudad, en mi casa… y son increíbles! Yo quiero jugar con ellos, quiero estar con estos tíos».
No hizo falta que lo quisiera él, pronto empezaron a seguirle. «En la temporada 1999-2000 empezaron a venir los scouts a torneos importantes. Mi agente me decía: ‘Oye, este partido, sobre todo contra el Real Madrid, en los playoffs, van a estar mirándote’. Y yo pensaba: ‘Vale, voy a hacerlo lo mejor que pueda’. En una situación así, no es que vayas a jugar más fuerte de lo normal, pero quieres hacerlo bien. Luego, en la temporada 2000-2001 exploté, dominé y jugué muy bien. Y ahí ya había muchos ojos sobre mí».
Lo que no quita que pudiera creerse que iba a entrar en el draft y encima en posiciones elevadas: «Aun así, me sorprendió. Fui a Nueva York al draft de 2001. Pensaba que iba a ser elegido en el top 10, quizá 9 o 10. Pero la noche anterior mi agente me dijo: ‘Si te eligen en el top 5 ¿te vienes ya el año que viene?’ Y yo dije: ‘¿Top 5?’. Nunca antes un jugador europeo había salido entre los cinco primeros. Pensaba que quizá me quedaba un año más para estar listo. Pero a veces en la vida el tren pasa por tu estación, y tienes que decidir si te subes o no. Pensé: ‘Sí, claro, lo haré’. Porque económicamente tenía sentido. Iba a poder pagar la cláusula de rescisión con mi club y aún ganar dinero. Así que dije: ‘Vale, adelante’. Y al día siguiente fui elegido con el pick número 3.
Lost in Memphis
Inicialmente, se sentía perdido. No se adaptaba a los entrenamientos y necesitó que su familia estuviera cerca de él: «Mis padres se quedaron en España al principio porque tenían que gestionar el visado. Así que pasé un par de semanas solo en Memphis. Mi primer entrenamiento fue mal. No sé si fue el jet lag o qué, pero no entendía todo lo que se decía, mi inglés no era muy bueno todavía, y me costaba. Pero sabía jugar al baloncesto, así que me agarraba a eso. En un entrenamiento antes del training camp me dieron una paliza mis compañeros y al día siguiente volví preparado, quería demostrar por qué estaba allí. Y cuando por fin llegaron mis padres y hermanos, alquilamos un apartamento y vivimos juntos los siguientes años. Eso me dio estructura y apoyo. Me ayudó a adaptarme rápido y creo que por eso jugué bien desde el primer año».

Mucha gente dudaba que fuera capaz de dar la talla en el campeonato. Gasol, ante la adversidad, se tuvo que conjurar: «Me dije, ‘voy a hacerlo por mi familia, por mí y por mi país. Poco a poco, con trabajo, me gané el respeto y jugué bien. Pero sí, al principio fue de pensar: ‘Vale, esto no es exactamente como me lo imaginaba’, pero luego viajas, juegas en canchas diferentes, contra equipos diferentes y empiezas a sentir que esto es especial».
Tuvo que muscularse, aplicarse en el gimnasio y adaptarse a una competición extrema. Hubo momentos en los que lloró, pero también supo aprovechar sus oportunidades: «Mi objetivo era ganarme el respeto de mis compañeros y entrenadores. Para eso necesitaba ponerme más fuerte, jugar más duro y adaptarme al juego físico de Estados Unidos. Tenía que enfrentarme a tíos grandes y fuertes como Tony Massenburg, Lorenzen Wright, Ike Austin… Nick Anderson me decía: ‘¡Tienes que bloquear a esos tipos! ¡No les dejes coger rebotes ofensivos!’. En cuanto me gané su confianza, ya podíamos ir al siguiente paso. Shane Battier fue clave, también rookie ese año. Íbamos a cenar juntos, me ayudaba. Me decía dónde comprar los donuts para el equipo: Krispy Kreme, tienen que estar calientes. Cosas así. También Lorenzen Wright fue un apoyo importante. Después de tres partidos en los que estuve demasiado tenso, bajé al gimnasio y rompí a llorar. Él vino y me dijo: ‘¿Qué te pasa?’ Le dije: ‘No sé, no estoy jugando bien, estoy nervioso’. Y me dijo: ‘Tranquilo. Eres muy bueno. Ya llegará’. Eso me marcó mucho. Luego, en el cuarto partido, Stromile Swift, que era titular por delante de mí, se torció el tobillo en el calentamiento. Y el entrenador me dijo: ‘Pau, hoy arrancas tú’. Ese partido metí 27 puntos y cogí 14 rebotes contra Phoenix. Y nunca más miré atrás. Desde ahí, fui a por todas».
A la gresca con Kevin Garnett
Otro de los momentos que marcó el inicio de la carrera de Pau Gasol en la NBA fue su recordado enfrentamiento contra Kevin Garnett, El Ticket. Pau rememora cómo en uno de esos partidos, que recibió amplia atención mediática en ESPN, logró una jugada icónica: «Recuerdo uno de los enfrentamientos que más destacaban en ESPN era contra ‘el Ticket’. Yo fui por la línea de fondo y le hice un mate a KG. Creo que ganamos ese partido…», comenta, antes de ser corregido por uno de los entrevistadores: «No, no ganaron».
Gasol revela que de lo que sí que se acuerda con seguridad es de que la celebración que hizo fue motivo de burla dentro del vestuario: «Cierto. No, no ganamos. De hecho, mis compañeros me echaron la bronca por cómo reaccioné después del mate. Para mí era como decir: ‘Estoy aquí y no me voy a ningún lado’. Él me estaba poniendo a prueba. Así que fui a por él con todo». El problema fue el contexto: el equipo estaba siendo ampliamente superado en el marcador. «Pero íbamos perdiendo por 20 o 30 en ese momento, así que cuando empecé a hacer gestos con las manos en la oreja para animar al público, me dijeron: ‘Pau, buen mate… pero vamos perdiendo de 30, tío. Relájate’».
Sin embargo, para Pau esa jugada marcó un punto de inflexión en su estatus dentro de la liga. Por fin se ganó el respeto de uno de los grandes: «Aun así, fue un momento clave. Me gané su respeto. Nunca más volvió a provocarme ni a hacerme trash talk. Sabía cómo iba a reaccionar, y eso no le convenía ni a él ni a su equipo».
Rookie del año
Convertirse en el primer jugador no estadounidense en ganar el premio al Rookie del Año fue un logro que Gasol recuerda con orgullo, pero le llegó en un momento complicado: «Sí, me sentí muy orgulloso. Fue una temporada dura desde el punto de vista del equipo: nueva ciudad, nueva franquicia, reconstrucción… No ganamos mucho, tuvimos 22 o 23 victorias, algo así».

En mitad de esa mala racha, Pau se centró en lo único que estaba bajo su control: su rendimiento y actitud. «Pero lo que sí podía controlar era mi esfuerzo y mi rendimiento cada noche. Y lo di todo. También fue un reconocimiento a mis compañeros, porque realmente me acogieron como necesitaba». Dentro del vestuario, se apoyó en los bases: «Jay Williams y Brevin Knight eran grandes bases, muy generosos». Aunque hubo alguno que le marcó el terreno, como Lorenzen Wright: «’Haz lo tuyo, consigue tus puntos, pero no toques mis rebotes’. Era como, ‘todo bien, pero mis rebotes son míos’».
Disparados al playoff
La llegada de Hubie Brown al banquillo de los Grizzlies en la segunda temporada de Pau Gasol fue un cambio espectacular en el equipo. El veterano técnico, que ya estaba jubilado y decidió volver a las canchas, trajo una visión, paradójicamente, refrescante: «Fue genial desde el punto de vista de que… bueno, Hubie se unió al equipo en mi segunda temporada. Él… acaba de retirarse, ¿verdad? Era un OG [Original Gangster] muy especial, era un ser humano especial, un entrenador especial, una persona especial».
Brown no solo trajo experiencia, sino también estructura y disciplina a un equipo joven y aún en construcción. «Nos ayudó a estructurarnos, a ser más disciplinados. Nos dio una forma de jugar juntos, de trabajar juntos, y de tomarnos el juego en serio y de la manera correcta».
En la primera temporada con Hubie al mando se sentaron las bases; en la siguiente, llegaron las victorias. «En esa primera temporada con él, pusimos los cimientos. Y luego, en la siguiente, conseguimos 50 victorias y entramos en playoffs. Nos mudamos del estadio ‘Pyramid’ al FedEx Forum, lo cual también fue importante. Era parte del crecimiento de la franquicia».
Pau nunca olvidará a los compañeros con los que vivió esa experiencia: «Nos sentimos orgullosos, los que estuvimos ahí en esos años, porque pusimos las bases de lo que los Grizzlies son hoy. Shane Battier, Mike Miller, Bonzi Wells —que fue un gran fichaje para nosotros—, James Posey… tuvimos un buen equipo, competimos, encontramos cómo jugar juntos y ganar partidos».
El único problema fue la inexperiencia: «Fue emocionante estar en playoffs. Por desgracia, nos barrieron contra Phoenix. De hecho, en los tres primeros años que llegamos a playoffs… nos barrieron. Pero también era nuestra primera vez: el nivel de físico, de experiencia, de intensidad era mucho más alto de lo que habíamos vivido. Aun así, fue una gran experiencia, parte de nuestro crecimiento, y algo de lo que estar orgulloso».
Su primer encuentro con Kobe Bryant, en español
Pero el cambio más profundo llegó en 2008, cuando le ficharon Los Angeles Lakers: «Todo fue muy rápido. Estaba en la oficina de Chris Wallace (GM de los Grizzlies), me dice que me han traspasado, y tres horas después estoy volando. Me tengo que ir al aeropuerto, hacer el reconocimiento médico, y el equipo está de gira, así que tengo que alcanzarlos en Washington DC. Después del reconocimiento, me uno al equipo directamente. Era de noche, llegué al hotel cerca de la medianoche, y el equipo tenía partido al día siguiente a las 12. Le dije a Kobe: ‘Podemos vernos mañana en el desayuno’. Y me dice: ‘No, no. Te quiero ver esta noche’».

El encuentro con Kobe Bryant, que se produciría esa misma madrugada, marcó el inicio de una relación profesional y personal muy especial. «Le dije: ‘Pero me van a hacer entrevistas en el hotel cuando llegue’. Y él: ‘No importa. Mándame un mensaje cuando llegues a tu habitación y voy para allá’». Gasol comprendió enseguida que no se trataba solo de dar la bienvenida. «Y así fue. Quería dejarme claro desde el primer minuto que yo estaba allí para ganar un campeonato. Me quería enchufado desde el primer día».
Lo que más sorprendió al catalán en ese primer cara a cara fue que Kobe le hablara en español. «Para él, era la oportunidad de volver a lo más alto. Me recibió hablando en español, lo cual me sorprendió. Su esposa, Vanessa, es mexicana, y él hablaba perfectamente italiano y bastante bien el español. Empezamos a usarlo en los partidos, a modo de código secreto, para despistar a los rivales. Ese primer año, en cuanto llegué, conectamos muy bien. Él me buscaba en el pick and roll, me encontraba siempre. Me decía: ‘Pau, necesito que produzcas’. Desde el principio me integró, me dio confianza».
Todo funcionó a la perfección: «Fue todo muy natural. Encajé de inmediato. Pasamos de estar sextos en la clasificación a acabar primeros. En ese primer partido de playoffs, recuerdo que mis compañeros me buscaban mucho más. Metí 36 puntos y 15 rebotes. Y por fin conseguí mi primera victoria en playoffs tras 0-12 con Memphis».
El detalle de la medalla
Algo que tampoco puede olvidar Pau es cómo le motivaba Kobe, con detalles muy meditados: «Cuando volvimos de los Juegos Olímpicos de 2008, después de que nos ganaran en la final, lo primero que hizo en el training camp fue poner su medalla de oro en mi taquilla. Me quedé en shock. Me giré y ahí estaba él, mirándome. Le dije: ‘Enhorabuena, tío. Ahora puedes llevarte tu medalla’. Y él solo me respondió: ‘Esto es para que lo recuerdes. Perdiste con la selección, y perdiste con nosotros en 2008. No pierdas también este año’. Todo estaba pensado. Quería ponerme en el estado mental adecuado desde el primer día».
Y luego estaba Phil Jackson y su triángulo ofensivo, que no podía ser más sencillo. «Phil Jackson tenía un sistema donde todo salía de una jugada. Literalmente, un folio. Todo el libro de jugadas era un folio. Pero había muchísimas variaciones y lecturas». Lo esencial del sistema no estaba en la cantidad de jugadas, sino en la inteligencia colectiva, en la capacidad de leer al rival y reaccionar con fluidez.
Aunque no era un sistema apto para cualquiera: requiere inteligencia. «Necesitas jugadores que lean bien el juego, que entiendan los matices, que sepan moverse sin balón, elegir la mejor opción según lo que haga la defensa. Lo disfrutaba mucho. Me daba libertad para crear, para pasar, para atacar. Me venía como anillo al dedo. Me encantaba».
Los años dorados de la selección española
Al margen de triunfar en la NBA, la carrera de Pau Gasol siempre ha estado vinculada a la selección española. De hecho, dejó muy claro en Estados Unidos que nada le iba a impedir acudir a su llamada: «Bueno, yo iba a jugar con España cada año pasara lo que pasara. Me encantaba jugar con mi país. El orgullo que sentía representando a España era muy especial. Siento que fuimos parte de una generación única, donde jugamos con grandes, grandes, grandes compañeros. Teníamos un gran equipo».

Uno de los momentos fundacionales de esa historia llegó en la categoría Sub-19, cuando España se coronó campeona del mundo. Aquel triunfo, inesperado para muchos fuera del país, marcó el inicio de lo que pronto sería conocida como la generación dorada del baloncesto español. «Incluso cuando ganamos la Copa del Mundo Sub-19, vencimos a Estados Unidos en la final en Portugal, creo que fue en el 98 o el 99…».
Ahora ese dominio estadounidense es cada vez más relativo. «Sí, creo que las selecciones están alcanzando a Estados Unidos. Ya no hay miedo. No hay complejo. Cuando estás en los Juegos Olímpicos o en un Mundial y ves al Team USA enfrente, ya no piensas que son imbatibles. Piensas: ‘este es el equipo que me impide ganar un oro’, y vas a por ellos».
La ventaja de las selecciones nacionales es que están más cohesionadas que el equipo estadounidense, que tiene menos continuidad: «Las selecciones internacionales tienen ventaja en algo: llevamos más tiempo juntos. Jugamos años con los mismos compañeros. Nos conocemos mejor. Los equipos de EE. UU. son muy talentosos, pero no tienen esa continuidad, ese nivel de compenetración. En los últimos torneos ha quedado claro que todo está más parejo. En los últimos Juegos Olímpicos, Estados Unidos tuvo que trabajar muchísimo para ganar. Serbia jugó muy bien. Francia también. Fue una final igualada hasta el final».
Su hermano Marc sigue sus pasos
Marc Gasol declaraba recientemente que su hermano le forjó el carácter ganador desde que era niño. Siempre quiso ser mejor que él y eso le espoleó para luego convertirse él también en un profesional. Eso para Pau ha sido otro de los grandes orgullos de su carrera: «Estoy extremadamente orgulloso. Como hermano mayor, estoy tremendamente orgulloso de lo que Marc ha hecho, de quién es, del impacto que ha tenido, de cómo lo han querido sus compañeros, de cómo ha influido en las comunidades, especialmente en la ciudad de Memphis».
Marc Gasol, según Pau, es mucho más que un gran jugador: «Marc ha dejado huella. No hay juego de palabras —aunque lo parezca—: ha dejado una huella real. Sus compañeros lo adoraban, era generoso, jugaba con dureza, siempre les cubría las espaldas. Es un tío auténtico. Muchos compañeros me han dicho que lo quieren mucho. Es un competidor duro, tiene una vena muy fuerte dentro, pero también tiene un gran corazón. Es un gran esposo, padre, hermano, hijo…».

El anillo de campeón logrado por Marc con los Raptors en 2019 también ocupa un lugar especial en la memoria de Pau: «Y sí, haber ganado un campeonato con Toronto fue increíble. Lo que aportó a ese equipo desde el principio fue fundamental». Y luego está el momento mágico, irrepetible: el All-Star de 2015. «Lo de ser titulares en el All-Star Game de 2015… todavía me parece surrealista. Fue algo histórico. Es difícil asimilar lo que significa».
Pau lo recuerda con emoción contenida: «Este año se ha cumplido el décimo aniversario de ese momento. 2015. Madison Square Garden. Los primeros hermanos en la historia en ser titulares en un All-Star Game» Y concluye, aún asombrado: «Y para colmo, hacernos el salto inicial… eso no se puede escribir. Es como de película. Un momento único, para nuestra familia, para nosotros. Todavía cuesta creerlo».
Hall of Fame
Por último, Pau comenta el mayor hito de su carrera, haber entrado en el Hall of Fame: «es algo increíble, me emocionó, te hace pensar en todo tu recorrido, en toda tu carrera, en lo que has vivido, en cómo has llegado hasta ahí y en todas las personas que te han ayudado».
Solo hubo un problema. O mejor dicho, una ausencia: «Para mí fue difícil no tener a mi hermano Kobe conmigo en ese momento. Él fue una parte crítica en mi desarrollo, en convertirme en el jugador que llegué a ser, en que recibiera ese tipo de reconocimiento».
Pau y Marc. Enormes en la cancha y un ejemplo para todos fuera de ella. Humanidad, generosidad, compañerismo y solidaridad. Gracias.
Vale, este artículo es un resumen de otro artículo ¿no?
Pues eso, vale.
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