
Tony Allen y Zach Randolph han llevado a su espacio Out the Mud a Marc Gasol, campeón de la NBA, medallista olímpico y uno de los grandes de la historia de los Memphis Grizzlies. Una charla distendida en la que el jugador español ha repasado toda su trayectoria con sus idas y vueltas a Estados Unidos, problemas de adaptación, todo ello sin ahorrar en confesiones y, ni mucho menos, en anécdotas.
El primer tema a tratar ha sido su relación fraternal. Desde sus primeros años en España, Marc Gasol creció compitiendo con su hermano Pau Gasol, cinco años mayor. Según relata Marc, el trato estaba marcado por una rivalidad constante: «Pau siempre intentando ser el hermano mayor, cinco años más que yo, intentando ganarme, ser mejor que yo en el baloncesto, y fastidiarme. Odiaba eso. Me quemaba ese sentimiento de perder contra mi hermano, y que se quedó conmigo toda la vida».
Con el tiempo, cuando alcanzó un desarrollo físico y técnico suficiente, esa frustración inicial se transformó en una competición de tú a tú. Marc relata el momento en el que cambiaron las tornas: «cuando empecé a putearlo un poco más, a defenderlo, supe que tenía una posibilidad de ganarle», y esa experiencia se convirtió en su filosofía de vida: «Esa fue mi mentalidad en todas partes: tengo que encontrar la forma de competir, tengo que encontrar la forma de vencer al otro tipo».
Shock al llegar a Memphis
El salto a Memphis supuso un cambio radical en su vida. Ocurrió cuando Pau fue elegido en el Draft de la NBA de 2001 por los Atlanta Hawks y traspasado inmediatamente a los Memphis Grizzlies. Toda la familia se trasladó a Tennessee. Marc recuerda que entonces «no era aún una promesa», y que la llegada a EE. UU. fue aparecer «como en otro mundo. No hablaba inglés, no entendía nada, no conocía la cultura».

El contraste cultural y lingüístico fue total, y según él mismo reconoce, fue el baloncesto lo que le ayudó a adaptarse: «Me permitió hacer amigos, expresarme cuando no sabía el idioma, me permitió encajar y encontrar mi camino».
Durante ese periodo, estudió en Lausanne Collegiate School, un colegio privado de Memphis. Según explica, en un principio iba a estudiar en White Station, una escuela con mejor reputación deportiva, pero estaba fuera del área en la que Pau estaba buscando casa. Lausanne, en cambio, «Al principio, Lausanne no tenía realmente un programa de baloncesto. No eran buenos. Era un grupo de chicos que… no eran buenos. Solo tenían a dos tipos de Frayser que habían traído con una beca y que sí los hacían buenos, porque esos sí sabían jugar. El resto de los chicos, digamos que todavía no estaban al nivel…». A pesar de ello, Marc y esos dos jugadores mejoraron el rendimiento del equipo: «Empezamos a construir algo ahí. Lausanne empezó a ganar muchos partidos».
Cuando empezaron los problemas con el peso
El nivel competitivo, sin embargo, no se acercaba a lo que había experimentado en el FC Barcelona, donde había crecido como canterano. «Estaba promediando 25 o 30 puntos por partido. Era demasiado fácil», recuerda. Esta falta de exigencia derivó en una pérdida de forma física: «Ahí fue cuando empecé a subir de peso, y di algunos pasos hacia atrás en mi desarrollo como jugador». No obstante, Marc identifica esta etapa como una fase de crecimiento personal, al margen de lo que lograra hacer con el rendimiento: «Aprendí a adaptarme y a salir adelante de otras maneras. Aprendí a encontrar caminos, a decidir qué quería hacer con mi vida».
El regreso a España
Pese a que su rendimiento en el instituto le había abierto múltiples opciones, incluyendo ofertas de universidades como la propia Memphis, él tenía claro que no quería continuar por esa vía: «Para mi segundo año de secundaria ya tenía ofertas de muchas universidades… incluso la Universidad de Memphis me quería. El entrenador John Calipari me quería en su equipo. Mis padres querían que me quedara en Memphis. Pero yo sabía que eso no era para mí».
La decisión de volver a España supuso para Marc el inicio de una nueva. «Sabía que tenía que volver. Tenía que empezar de cero. Tenía que hacer mi propio camino. Ese era el camino de mi familia, eso era lo que Pau estaba haciendo: el camino americano, el camino Memphis. Yo tenía que regresar y empezar otra vez».
Fue el FC Barcelona quien le dio la oportunidad. Marc recuerda que el equipo acababa de ganar la Euroliga y que, a pesar de llegar fuera de forma, el entrenador Stetislav Pešić le dio confianza: «Me vio jugar durante el verano, yo estaba completamente pasado de peso, y dijo: ‘Veo algo en ti que me gusta, quiero desarrollarte’». Eso sí, tuvo que intervenir su padre llevándole el papeleo y haciéndole tomar una decisión inédita: «Me hizo firmar un contrato el primer año en el que no iba a cobrar. Sabía que si cobraba, la NCAA no me dejaría jugar. Mi padre pensaba que iba a fracasar».

El hecho de que no cobrara le permitía mantener la opción universitaria como plan B. Pero ese plan nunca se activó. «Por suerte, funcionó. Me quedé allí, encontré la manera». No fue un proceso cómodo. En el vestuario del primer equipo del Barça, algunos compañeros lo identificaban más por su vínculo familiar que por su propio potencial: «Algunos de los del vestuario no querían mucho a Pau, pensaban que era un poco… ya sabes cómo era Pau… y a mí me trataron de una manera… pero bueno, está bien. Encuentras la forma de competir, y cuando empiezas a competir con esos tíos, y les ayudas, y les demuestras cada día quién eres, entonces te ganas el respeto».
De Girona a Memphis
Su evolución fue rápida. En la temporada 2007-08, ya en el Akasvayu Girona, fue nombrado MVP de la Liga ACB. Su rendimiento atrajo de nuevo el interés de la NBA, aunque sus derechos ya habían sido traspasados. «Fui drafteado por los Lakers con el número 48. Me invitaron al training camp, pero todavía tenía un año de contrato, así que decidí quedarme en Girona. Pensaba que me quedaría en Europa el resto de mi carrera. Pero en febrero Pau fue traspasado a los Lakers, y mis derechos pasaron a Memphis. De repente vi el camino. Memphis era una ciudad que conocía, en la que me sentía cómodo. Sabía que era el momento. Ya no tenía que pagar cláusula de rescisión a ningún equipo. Chris Wallace vino a pasar una semana conmigo a Girona para convencerme. Al final, el dueño Heisley dio luz verde y me fui a Memphis. Fue sencillo, ya conocía la ciudad, sabía cómo era todo allí. Solo tenía que concentrarme en el baloncesto», ha relatado.
En Memphis se convirtió en uno de los pilares del equipo durante más de una década, formando parte del núcleo conocido como Grit and Grind, junto a Zach Randolph, Tony Allen y Mike Conley. Esa filosofía, basada en la defensa, la entrega física y la resistencia, marcaría su carrera y su identidad como jugador. Memphis no alcanzó las Finales, pero compitió al más alto nivel en el Oeste durante años, convirtiéndose en una franquicia temida y respetada. Gasol fue elegido All-Star y Defensor del Año, además de integrar el Mejor Quinteto de la NBA en 2015.
Su última gran etapa en la NBA llegó en 2019, cuando fue traspasado a los Toronto Raptors a mitad de temporada. Allí, bajo las órdenes de Nick Nurse, integró un equipo plagado de talento y ambición, liderado por Kawhi Leonard. «Cuando me traspasan a Toronto vi un equipo hecho para ganar ya. Kawhi Leonard acababa de llegar. Tenían grandes titulares, un banquillo joven con hambre, un gran cuerpo técnico… Nadie necesitaba decirme nada. Sabíamos a qué íbamos. Tenía que adaptarme rápido, ser parte de ese engranaje. En playoffs me tocó defender a Vucevic y luego a Embiid. Me decían ‘Mark, tienes que ser más agresivo’, y yo pensaba: ‘¿Qué haría Z-Bo en esta situación?’. Eso me daba energía. Cuando ganamos el anillo, grabé dentro del trofeo las letras ‘G&G’ de Grit and Grind, en honor a Memphis y todo lo que construimos allí. Ese campeonato también es de ellos».
Años mágicos con la selección española
La trayectoria de Marc con España coincidió con los mejores años de la selección en toda su historia. Formó parte de la plantilla que conquistó el oro en el Mundial de Japón en 2006. En aquel torneo, aunque su papel entonces no era tan protagonista, el líder era su hermano Pau -que no disputó esa final por lesión-, Marc ya era parte del núcleo: «Yo no iba a ir, pero me dieron la oportunidad… jugué la final, defendí a Baby Shaq… ganamos el oro».
Pero lo importante fue el vínculo que se estableció entre esa generación: «Algunos como Rudy, Ricky, Calderón, Felipe… eran familia. Con mi hermano Pau, claro, era aún más especial. No todo era perfecto, pero sabíamos cómo convivir, y eso nos dio estabilidad»

Uno de los episodios más recordados de su carrera internacional fueron las finales olímpicas de Pekín 2008 y Londres 2012 frente al equipo de Estados Unidos. La primera, en especial, quedó marcada como una de las mejores finales olímpicas de la historia, un choque de enorme nivel táctico y emocional, que España perdió por apenas 11 puntos: «La final de 2008 fue una locura. Ellos tenían a Kobe, LeBron, Chris Paul, Deron Williams… y nosotros no nos arrugamos. Jugamos con una intensidad brutal». Llegaron a haber momentos de provación: «Era un partido muy reñido. Kobe metió ese tiro y mandó a callar. Tuvimos nuestras opciones. Fue un partido competido».
Para Gasol la épica estuvo en enfrentarse a ellos en condiciones de inferioridad sin descomponerse como equipo, al contrario, siendo una piña: «Sabíamos que no podíamos igualarlos en uno contra uno, pero nuestra ventaja era otra. Nos conocíamos con los ojos cerrados. Habíamos entrenado juntos tanto tiempo que no hacía falta hablar para saber dónde iba a estar el otro. Nos apoyábamos mucho. No había egos, y si los había, se aparcaban».
La continuidad de ese grupo les permitió mantenerse en la élite durante más de una década. Tras el oro mundial de 2006, llegaron las medallas olímpicas —plata en 2008 y 2012, bronce en 2016—, así como los títulos europeos de 2009 y 2011. Pero había algo más: «La selección no era solo baloncesto. Era la convivencia, los rituales, las bromas, las canciones. Felipe siempre traía su música horrible, y protestábamos, pero al final la poníamos. Ricky imitaba a los entrenadores…»
Para Gasol, el hecho de compartir tantos años con el mismo núcleo convirtió a la selección en un segundo hogar. Además de la amistad, también había un desafío por delante en cada convocatoria. Como él dice, iba «más allá del resultado». «Cada verano era un reto. Y tenías que llegar bien. Nadie venía a pasearse. Había una responsabilidad, porque sabíamos que mucha gente nos estaba mirando. Cuando empezamos a ganar, todo cambia. Hay expectativas, presión… pero también orgullo. Te haces responsable de lo que representas».
Y en cuanto a la familia biológica, vivir todo aquello junto a su hermano, para él también fue una experiencia inolvidable. «Jugar con Pau fue un privilegio. De pequeños competíamos mucho, nos peleábamos, pero en la selección nos entendimos muy bien. Sabíamos cuándo tocaba hablar y cuándo no. Aprendí mucho observándolo, viendo cómo lideraba, cómo se preparaba, cómo cuidaba a los demás».
Al final, la mezcla de amistad, talento y sacrificio es lo que más orgullo le aportó en esta etapa. «Ganar está bien, pero lo importante es cómo ganas. Nosotros fuimos fieles a una idea, a una forma de estar juntos. Y eso es lo que más me emociona cuando lo pienso ahora. No los títulos, sino el grupo, la identidad, el respeto mutuo».
Fue la gran experiencia de su carrera: «La selección me dio muchísimo. Desde 2006 hasta 2021, estuve prácticamente cada verano con los mismos compañeros, uno de ellos siendo mi hermano. No era como en los clubes, ahí no hay traspasos, no hay cambios. Jugabas con la misma gente, vivías seis semanas juntos, todo era más intenso. Eso me marcó. Me dio amistades muy fuertes y también valores»
Los amigos americanos
Con Tony Allen, tuvo a un maestro. Le dice «Kawhi Leonard me recordaba mucho a ti en muchas cosas: no querías tenerlo cerca del balón porque te lo quitaba de las manos. Veías cómo le ponían sobre Giannis Antetokounmpo y no hacía falta una muralla cuando Kawhi estaba en pista, no hacía falta construir el muro. Kawhi ya era el muro».

Los éxitos que cosechó con los Grizzlies, más que al juego, opina que se debieron a esas amistades: «Creo que parte de lo que hicimos en Memphis fue gracias a esa química. No necesitábamos grandes nombres o estrellas mediáticas. Éramos currantes. Grit and Grind. Luchábamos por cada balón dividido, por cada rebote. Era nuestra identidad, y nos unía».
Detrás de ese espíritu, estaba Lionel Hollins, el técnico que consolidó la estructura del equipo y dio forma a su estilo: «Lionel Hollins, Train, fue fundamental para eso. Un entrenador duro, exigente, pero justo. Nos dio estructura. Nos enseñó a ser disciplinados. A veces era difícil, porque no era precisamente el tipo más simpático, pero con él sabías lo que tenías que hacer y por qué. Nos convirtió en un equipo competitivo de verdad. Cuando se fue, fue muy duro. Sentíamos que nos quitaban una parte esencial. El vestuario cambió. No era solo un entrenador, era parte del ADN del equipo. Nos costó adaptarnos, y aunque seguimos siendo competitivos, ya no era igual».
El baloncesto de la actualidad
Sobre el basket de hoy, Marc sostiene que las diferencias entre el baloncesto europeo y el estadounidense no radican en su esencia, sino en la manera de ejecutarlo. Para él, «el baloncesto es baloncesto», pero reconoce que en Europa prima la precisión y la disciplina táctica. «La diferencia está en la ejecución y en cómo se vive cada posesión. En Europa tienes que ser muy preciso. Cada sistema tiene un propósito claro, y si te sales de eso, el equipo se resiente. En la NBA hay más libertad, más uno contra uno, más improvisación. Pero cuando llegan los playoffs, los equipos buenos se parecen más al estilo europeo. Todo se ralentiza. Todo se vuelve más táctico. Por eso me gustaba tanto jugar esos partidos: era cuando el juego se hacía más puro, más mental».
En su visión del juego moderno, Gasol también expresa una crítica al uso excesivo del triple y a la dependencia de la analítica. No rechaza el enfoque estadístico, pero reivindica una lectura más matizada del juego. «A veces siento que se ha perdido el equilibrio. Todo el mundo tira triples, todo el mundo quiere el extra pass, pero no siempre es necesario. Hay veces que lo mejor es jugar al poste, atacar la pintura, desgastar al rival desde dentro. Me gustan los datos, claro, pero no puedes dejar que dicten cada decisión. El baloncesto es también intuición, lectura del momento. No todo entra en una hoja de cálculo».

Ante esta situación, el que le parece que rompe la pauta y le fascina es Nikola Jokic un ejemplo de inteligencia y visión táctica aplicada desde la posición de pívot. Lo más curioso es cuando cuenta cómo le conoció: Conocí primero a sus hermanos. Estaba en una boda en Serbia, la de Darko Miličić, y veo a estos dos tipos… estábamos de fiesta, todos contentos, divirtiéndonos… y me dicen: ‘Eh, tío, tenemos un hermano que juega como tú’. Y yo les digo: ‘Vale, sí, muy bien, tiene mucho talenteo, qué bien. Ojalá le vaya genial’. Brindamos, bebimos un poco de rakia y seguimos con la fiesta. Dos o tres años después, estamos jugando en Denver… veo a los mismos dos tipos y me dicen: ‘¡Marc, Marc!’, y entonces caigo: ‘Ah, de eso me hablaban. Ese es su hermano: Nikola Jokić’»
Gasol se reconoce en algunos aspectos del juego del serbio, a quien considera un heredero de su estilo. «Me encanta ver cómo juega. Veo similitudes en lo que hace, especialmente en cómo lee el juego. No hay ninguna jugada en la que él no esté implicado. Si el equipo no sabe qué hacer, le dan el balón a Nikola y todo empieza a fluir».
Está enamorado de su juego: «Puede jugar en el poste bajo y darte 20 puntos fácilmente. Nadie puede con él uno contra uno. Usa su cuerpo de manera increíble. Nunca he visto un toque como el suyo cerca del aro. Tiene las manos como las de Z-Bo, pero con la derecha. Es muy eficaz desde todos los ángulos».
Y considera que es imposible vencerle: «No puedes hacerle un dos contra uno porque siempre encuentra al jugador libre. Esa ha sido la fórmula para muchos equipos: intentar defenderlo uno a uno y cortar las asistencias. Pero es casi imposible».
Sencillamente, gracias Marc por todo. Desde Zamora con profunda admiración.
El nombre del podcast es Out the mud, por si lo quieren corregir. Saludos
Me ha encantado escuchar a marx gasol. Hombre talentoso y sencillo y claro. Menos estiraillo que Paul- sin acritud-. Dos tipos que nos han hecho pasar ratos inigualables.
Gran articulo, Oriol!
Felicidades!!