
Djokovic se va a estrenar en el Masters 1000 de Madrid rodeado de rumores sobre el final de su carrera. Ya faltan sus dos grandes rivales, Federer y Nadal, y parece como que a un sector del público le sobra él, quieren pasar página y que impere el orden de la nueva generación. Al serbio se le imputa que ya no tiene motivación, que entrena menos y que solo sigue en la pista para cumplir compromisos publicitarios.
Sin embargo, en la rueda de prensa a su llegada a Madrid, un periodista de Eurosport le preguntó directamente si ya había perdido la motivación ante la ausencia de sus grandes rivales, a lo que contestó «puede ser», para luego matizar «Si no tuviera motivación para estar en los torneos, no estaría, habría dejado la raqueta. Sigo sintiendo ganas de jugar, la pasión por competir siempre está ahí».
Aunque no ha ganado títulos del circuito ATP desde noviembre de 2023, sigue con la mira puesta en rendir bien en los Grand Slams: «Creo que seguiré luchando. Son los torneos que más me motivan». Quizá no sea el favorito en Madrid, por ejemplo, pero eso no le importa. Sigue optimista: «Este año no estoy teniendo buenos resultados, peor el nivel que busco puede llegar aquí o en Roland Garros. Ojalá sea aquí».
Ese deseo de demostrar quién es en la capital de España, tal vez venga motivado por los pequeños incidentes que tuvo en la Caja Mágica con el público, aunque declarara riéndose: «Siempre tengo buenos recuerdos cuando vuelvo aquí». Lo cierto es que Madrid no es la ciudad más favorable para su tenis. La altitud de la Meseta, 650 metros sobre el nivel del mar, hace que la pelota vuele más rápido, lo que favorece a los grandes sacadores.

Pese a aquellos incidentes, como vecino de Marbella que es, no tiene más que buenas palabras para el público español: «Es una tierra que quiero mucho. He jugado grandes partidos aquí contra Nadal y Alcaraz. He estado poco en los últimos años, pero echaba de menos al público español: conoce muy bien el deporte y respeta mucho el tenis».
Lo que quizá no entiendan sus detractores que le quieren retirar es que si ganase este torneo, serían 100 en su carrera. Viene de perder contra Alejandro Tabilo en tierra batida, pero cada gota de sudor que derrama en la pista está orientada a legar unos récords que otros no pueden ni siquiera soñar.
Uno de sus posibles sucesores es Carlos Alcaraz. Ya se ha enfrentado a él en Wimbledon y Cincinnati y sabe cómo se las gasta, por no mencionar el cruce que tuvieron en los Juegos de París de 2024. Van 3 a 5 a favor del serbio, pero eso es suficiente para que verles juntos ya despierte cierto morbo.
Una rivalidad que sigue con el sello añejo de la caballerosidad que tenía su pique con Federer y Nadal. Tras la derrota de Alcaraz ante Holger Rune, quien ha salido a defenderle ha sido Djokovic: «Pero si tiene 21 años, cuatro Grand Slams, muchos torneos ganados… ¿Qué más queréis? Para su edad, lo que ha logrado es increíble».
Djokovic: ¿Por qué me odian?
Desde hace años, Djokovic se ha visto cuestionado por su carácter y, por qué no decirlo, porque ganaba. Combinados ambos factores, cuando se negó a vacunarse en la pandemia de Covid, la animadversión hacia él fue incontenible. Lo pudo notar también en los Juegos Olímpicos y, si navega en redes sociales, encontrarse con memes con una de las reacciones que tuvo, le dará pistas de por dónde van los tiros. La gente todavía sigue riéndose.

En una entrevista que dio hace dos meses en GQ reflexionó públicamente sobre este problema que ha arrastrado toda su carrera. Mencionó su deseo de sentarse algún día con Rafael Nadal y Roger Federer, sus grandes rivales históricos, a compartir una rato y hablar de todo aquello que quizá nunca dijeron en público. «Me gustaría tomarme una copa o dos con ellos y hablar abiertamente de las cosas que les molestan de mí».
Y aunque se reía al decirlo, no estaba de broma. Cree seriamente que deberían hacerlo y, con ello, no solo encontrarse a sí mismos, sino también lanzar un mensaje: «Estar los tres reunidos enviaría un gran mensaje a la gente que sigue el tenis y el deporte». Para Djokovic, la relación con Nadal y Federer ha sido siempre compleja. Los define como figuras esenciales para su desarrollo como tenista y como persona, aún recuerda que en los primeros años no le recibieron nada bien, aunque admite que en parte fue porque llegó con una confianza que podía confundirse con osadía en un entorno tan estirado como es el tenis. Pero había un problema en el que no quería caer: «Muchos salían a jugar contra ellos, no a ganar».
El tiempo, sin embargo, suavizó las tensiones. Aunque ahora no son amigos cercanos, Djokovic considera que existe un respeto mutuo que trasciende la competencia. Asegura que, en los grandes momentos del tenis, los tres supieron coordinarse, hablar con una sola voz y actuar como líderes en decisiones clave para el circuito.
En privado, confesaba, aún le gustaría acercarse más a ellos, conocer mejor lo que piensan y lo que sienten y compartir recuerdos, dudas y lecciones. «Me encantaría aprender de ellos y entender en qué pensaban cuando estaban en la cima, cómo manejaban la presión».
Djokovic imagina ese encuentro en un ambiente relajado, lejos de los focos y las pistas, quizá en un barco, como símbolo de un viaje compartido. «Un suizo, un español y un serbio suben a un barco con una botella de vino esloveno…», decía realmente deseando que algo así se produjera. Se nota que quiere formar parte, no quedarse también al margen una vez retirado. «Escuchar directamente de su boca cómo llevaban la presión sería increíble», dice. Porque en el fondo, sabe que fueron tres solitarios enfrentando la misma tormenta cada uno como buenamente podía.
Política
Otro punto complicado para él ha sido la política. Siempre ha sido un defensor de la integridad territorial serbia tras la independencia de Kosovo, pero luego ha vendido una imagen más yugoslavista, cargada de fraternidad. Los motivos, su madre es de origen croata y dice ver a todas las naciones de la región con los mismos ojos, además de que comparten idioma y cultura: «Si alguna vez fuimos uno, ¿por qué no enfocarnos en lo que nos une?».

Como prueba de que es sincero, citaba que en el Mundial de 2018 apoyó a Croacia, lo que le sirvió para cosechar críticas en su país. Es un incomprendido en algún lugar del mundo cada vez que abre la boca. Pero insistía en 2025: «Tengo familia en Croacia, eso lo siento en el corazón. ¿Cómo voy a apoyar a alguien lejano antes que a un vecino con quien comparto tanto?». Además, en esa entrevista también subrayaba su cercanía con Bosnia y Herzegovina, país que visita con frecuencia y al que ha apoyado con donaciones en situaciones difíciles.
Pero lo más relevante de esas confesiones era por qué competía, la respuesta a por qué se ha plantado en Madrid para seguir peloteando. Ahora ya no se trata solo de trofeos, ni de ejercer un dominio absoluto, sino de comprensión, equilibrio y legado.