
El fallo de Roberto Baggio en el Rose Bowl de Pasadena, la picadita de Antonin que dio su único título a la República Socialista de Checoslovaquia, los más de 20.000 euros que costó el Roteiro que Beckham mandó a las nubes en la Euro 2004, o lo que podría costar si llegan algún día a encontrar el que desapareció Ramos en aquellas semis de Champions contra el Bayern. Los penaltis, tan emocionantes y aburridos, han marcado la historia del fútbol y también la carrera de algunos jugadores. De Panenka no se acordaría ni Dios, y Baggio seguramente le hubiera levantado el Balón de Oro a Hristo en 1994.
Aquella noche invernal del 17 de enero de 2001 en el Nuevo Los Cármenes no cambió la historia del Granada CF ni la carrera de Cervián, pero si fue un penalti el que viralizó aquel derbi granadino de octavos de Copa del Rey. Por contextualizar rápidamente, el Guadix había sido séptimo la temporada anterior en 2ªB, la mejor de su historia. Por su parte, el Granada había logrado el billete copero tras ser campeón de liga. Con todo de cara, había perdido el ascenso a 2ª en la última jornada frente al Murcia en la otrora capital del Reino Nazarí.
Las cosas no pintaban igual de bien para los dos equipos granadinos en aquel mes de enero del año 2001. Los accitanos iban penúltimos a once de la salvación. Y eso, que en la ronda anterior se habían cargado al Valencia, que esa temporada sería finalista de Champions. El Granada por su parte, estaba fuera de los puestos de promoción, sumaba su tercer entrenador y ya florecían los impagos entre la plantilla. Aún así, se había fumado al Villarreal en los dieciseisavos de Copa.

Con este caldo de cultivo, todo se decidiría en Granada capital. Y digo todo, porque en la ida en Guadix el derby no pasó del 0-0. En la vuelta no hubo tanto miedo, con varias ocasiones y hasta un penalti a Huegún que el linier acabó anulando. Pese a todo y con prórroga incluida, no hubo manera de meter un puñetero gol.
¿Alguna forma cruel de resolver un derby granadino en octavos de Copa? Si, a penaltis. Tan emocionantes y aburridos. Como siempre. Y nada más empezar la tanda llegó el momento mágico de la historia. Ese penalti que en el fútbol actual haría TT al #GranadaGuadix, cuyo vídeo rularía por los grupos de whatsapp de media España y 500 expertos en el reglamento del fútbol español llenarían los pseudo programas deportivos de este país. Vaya, lo mismo que hubiese pasado en 2001 si existiese Twitter.
El primer penalti de la tanda lo lanzó Cervián, lateral zurdo del Granada. Juan de Dios, canterano del Sevilla y que la temporada anterior, la del campeonato, había sido suplente. El disparo lo desvió el portero Peramos, envenenándose de tal manera que pegaría en el larguero y tras subir hacía arriba volvería a bajar para dar un bote en el césped y colarse en la portería.
Lo describo literalmente porque recuerdo verlo al día siguiente en el telediario matinal de Televisión Española antes de ir al colegio. Es más, diría que aquella noticia rocambolesca de la noche anterior en la Copa del Rey, la presentó la Reina. Quizá haya alguien con buena memoria que lo pueda corroborar. O yo qué sé, Paco Grande.
De aquella, o veías las cosas en directo o andabas vivo para verlo en el telediario del día siguiente. Como dije antes, no te llegaba el vídeo por Whatsapp con la etiqueta de «reenviado muchas veces», como pasaría ahora.
Bueno, volvemos al Nuevo Los Cármenes, con la tanda 1-0 para el Granada y un frío de cojones. Si, 1-0 porque el colegiado murciano Pereñíguez Pérez lo había dado por válido sin ninguna protesta visitante. El Guadix empezó mal, pero tras un fallo de Tabuenka en el quinto penalti, logró llevar la eliminatoria a la muerte súbita.
Mientras tanto, empezó el runrún y las protestas de los jugadores del Guadix por el penalti de Cervián. Los comentarios de un ex-árbitro en Canal Sur, el único medio que televisaba el partido, hicieron saltar las alarmas. Pero el colegiado murciano seguía inamovible. Era gol. Punto.
Y no sería hasta el 14º penalti de la tanda cuando Pedro mandó el balón fuera y el Granada se clasificaba para los cuartos de Copa. Sí, era gol. Pese a la querella que remitió el Guadix a la federación y pese a aquellos comentarios de Canal Sur. La ley a la que se agarraban había cambiado ya en 1986.

Martín Navarrete, el que soltó la liebre en la televisión autonómica, había quedado ya un poco desfasado. Además, que la denuncia tenía poco recorrido tras haber dado validez el árbitro al penalti durante el partido. Vamos, que era gol. Y punto.
Pero aquel penalti del que casi no había imágenes llenó la prensa deportiva de los días siguientes. Hasta hubo manifestaciones en Guadix por semejante agravio. Al Granada le tocó el Atleti en cuartos, donde quedaría eliminado.
En liga se quedó a las puertas de la liguilla de ascenso, lo que hubiera dado algo de oxígeno a un muribundo histórico. El Guadix por su parte descendió de categoría esa misma campaña. Dura poco la alegría en la casa del pobre.
La fiesta que parecía aquella eliminatoria de octavos de Copa se había convertido en desgracia pocos meses después. Al punto de que el Granada CF descendería administrativamente a Tercera por impagos la temporada siguiente.
Solo un año después se volvían a ver las caras en el barro. Era el guión que muchos mangantes al mando de una SAD habían escrito durante los años 90 y principios de siglo. Y esa película se estrenó en los cines de Granada, de Oviedo, de Logroño… Y en Tercera se empieza de 0. No hay galones, porque no hay un duro.
Así fue, que la afición granadina vio como el primer año les levantaba el título el Granada 74, un equipo de cantera que venía haciendo buenas temporadas desde su ascenso en 1995. Pero vaya, un equipo de cantera. Punto.
No había rival pequeño. Y pese a ser campeón en el 2º año en Tercera, el Play-Off era más jodido que sobrevivir a los túneles de Cu Chi. Mientras tanto iban subiendo a 2ªB otros equipos de la provincia como el Baza y Arenas de Armilla, lo que dramatizaba aún más la situación.
El Granada CF era un muerto en vida y en la primavera de 2005 ni siquiera hubo el placebo de jugar el Play-Off. No hubo playa aquel verano. Al menos se podía conformar con ser el principal equipo de la capital, tras el descenso del Granada 74 a Primera Andaluza. Pero… cosas de la vida, el Guadix volvía a aparecer en la vida del Granada tan solo 4 años después.
El Guadix, que tampoco pasaba por su mejor momento económicamente, le «vendería» la plaza a un nuevo club: El Granada Atlético. Como pasó por otros lares de la Península, con el enfermo agonizando la mejor solución del alcalde y notables empresarios de la ciudad es apostar por un nuevo club.
Un club sin alma. Un engendro. El Granada Atlético debutó a lo grande, jugando en el Nuevo Los Cármenes, subcampeón de liga y con un ataque de lujo formado por Emilio Guerra, Sergio Cruz y Thierry. Pero por fin el Granada CF pudo celebrar algo. Pese a que el Granada Atlético tenía la liga en el bolsillo, en la última jornada se acabaron las «Angustias».
Un gol de Sergio Gómez, ex-del Granada CF el año anterior, dio el triunfo al Imperio Albolote en el último minuto y con ello el título de liga al Granada. Al histórico. Al de siempre. Si bien es cierto que de aquella ser campeón no daba ningún privilegio, si sirvió de impulso para que el Granada está vez jugase el Play-Off con el convencimiento de que podía subir. Y así fue, aquel doblete de Ramón frente al Guada y ascenso por fin a 2ªB. Volver a empezar.
Pero seguía la calma tensa, con el Granada Atlético gastando buenos euros para ascender. El año siguiente cayó el campeonato, con el flamante fichaje del killer Rafa Payán. Esta vez sí hubo ascenso, pero no fue ni del Granada Atlético ni del Granada CF.
Volvemos pues, a hablar del Granada 74. Aquel histórico club de cantera que le había ganado una liga al Granada CF y blablaba… Su presidente, Carlos Marsá, hizo una mezcla de Monopoly y Football Manager y aquel verano de 2007 compró el Ciudad de Murcia de Quique Pina, lo trasladó a la provincia de Granada y lo llamó Granada 74.
El Granada 74 de toda la vida, seguiría en Tercera, como filial del «nuevo» y con bastantes treintañeros en la plantilla. Aquella operación tan «murciana» que devolvería el fútbol de Segunda a Granada después de casi 20 años acabaría mal.
Bueno, es que ya empezó mal. El sueño de Marsá, de jugar como local en el Nuevo Los Cármenes como ya había hecho el CP Granada 74 en Tercera no salió bien. Esta vez ya estaba ocupado por el Granada Atlético. El Granada 74 se fue a jugar a Motril, a un estadio semidesierto en el que lucía cada jornada un cartel gigante con la foto de María Teresa, una joven motrileña desaparecida desde hacía 8 años.

Todos esos ingredientes terminaron con el descenso a 2ªB. Todo ello unido al tercer fracaso del Granada Atlético en el Play-Off. El Granada CF se le había escapado el billete a Segunda, pero había ganado la partida. Un año después el Granada 74 y el Granada Atlético habían desaparecido.
A veces solo hay que aguantar para ganar. Como Miguelón en los Pirineos. La montaña rusa a la que se había subido desde aquel famoso penalti de Cervián, seguiría con dos ascensos seguidos a Segunda y a Primera. Los cuartos de final de Copa no fueron el techo del conjunto nazarí. El año de la pandemia llegaría a semifinales, tras eliminar curiosamente al Valencia, víctima del Guadix en aquella histórica competición del KO del año 2001.
Ese torrente de emociones culminó con aquellos cuartos de Europa League. Al Nuevo Los Cármenes ya no iba el Vandalia Industrial, iba el Manchester United. Realmente, nunca hubo épica en penar por Tercera y pegartela en cada Play-Off. Pero ahora viéndolo con otros ojos, lo que hubo fue supervivencia.
Aquel penalti de Cervián salió escupido por el larguero cerca de 5 metros. Durante la espera interminable hasta que el balón golpeó el suelo, a muchos granadistas seguramente se les pasó por la cabeza aquellos gloriosos años 70 con Fernández y Aguirre Suárez dando palos.
Aquel penalti no cambió sus vidas a corto plazo más allá de la leve anestesia de jugar contra el Atleti en cuartos de Copa. Aquel penalti era solamente el comienzo. Y al final de todo, el Granada había ganado. Vaya que si había ganado.
El resto daba igual. Como dijo Pereñiguez Pérez aquella noche del 2001: «Me importa un pijo lo que diga Navarrete».
Pues eso.