Baloncesto

Chus Mateo y el «Síndrome del impostor»

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Chus Mateo

Empiezo mojándome, dos reflexiones:

  1. España es un lugar perfecto para padecer “El síndrome del Impostor».
  2. Chus Mateo merece una oportunidad real.

Quién no esté al corriente de dicho síndrome, posiblemente, sí esté familiarizado con su sintomatología. Siendo así, como a mí mismo me ocurrió, a partir de entonces recordará esa etiqueta para siempre. Más relevante, podrá ser consciente cuando lo sufra. La siguiente definición valdría: «Se trata de un fenómeno psicológico que hace que aquellas personas que lo padecen sientan que nunca se encuentran a la altura de las circunstancias o que sean incapaces de aceptar que merecen lo que han obtenido como fruto de su trabajo».

Equivocado o no, cuando revisé la cuenta personal en twitter de Chus Mateo y vi que no publicó nada tras ganar la Supercopa pensé que, por ahora, sobrevive en el ecosistema perfecto para desarrollar la afección en cuestión. Por no ahondar aún en el aluvión de hostias que día sí y día también recibe desde que suplió oficialmente a Pablo Laso en el cargo de primer entrenador en el Real Madrid, me gustaría trasladarme, precisamente, a la figura de su predecesor. Pablo Laso Biurrun, un hombre que se puso a la altura en éxitos de un legendario Pedro Ferrándiz, pero en tiempos mucho más modernos y, por consiguiente, en los que había más profesionalidad, igualdad y competencia. En junio de 2011, el técnico vasco entró por la puerta de atrás para, de puntillas, estampar su firma en pos de un hercúleo ejercicio que sacase al equipo capitalino de una acentuada y larga crisis de resultados. Entre otros medios, el diario AS informó en ese momento que la peña más numerosa del RM, Berserkers, convocó una manifestación para el día de la firma del contrato de Laso.

Las razones apuntaban a los recortes de presupuesto del club y a su fichaje, como motivos principales. Todo preparado para que Laso tuviera que luchar contra el síndrome explicado. Que difíciles debieron ser aquellas primeras temporadas, sobre todo la finalización de la 2013-14, en la que Laso estuvo con pie y medio fuera del equipo. Poco antes, sus entrenadores ayudantes, Jota Cuspinera y Hugo López, habían sido despedidos. Habían alcanzado cuatro finales, pero como es habitual en un club de esas dimensiones, lo único que retumba es perderlas, no alcanzarlas. El siguiente curso acabaría siendo, seguramente, el mejor de la historia de la sección de baloncesto del club, con la consecución de todos los títulos que disputaron el primer equipo y todos los de los equipos de la cantera. Sí, lo que leen. Laso acabaría entrenando al Real Madrid siete años más para un total de once.

Haciendo parada en este último verano, es cierto que las relaciones, a veces, se queman. No me creo que la mala gestión de los últimos 45 segundos en la semifinal de la Final Four de 2022 de la Euroleague ante el Efes fuera razón suficiente. Desconozco quién o quiénes, cómo, cuándo y dónde se perdió el feeling y la confianza en Laso, pero lo que es irrefutable es que el club, ante un palmarés tan brutal como el suyo, tiró de sus problemas de corazón para que no siguiera. Claro intento para que marchara por donde había llegado, la puerta de atrás.

Mateo sabía qué supondría intentar suplirlo. Hay una suculenta lista de técnicos con mucho más caché y recorrido que él que habían fracasado en inicios menos adversos. Léanse los casos de George Karl, Ettore Messina, Javier Imbroda o tirando, ya muchas más décadas atrás, Robert Busnell. Pero ¿estamos locos? ¿Qué coach diría «NO» a una oportunidad así?

Como ha expresado públicamente él mismo, la máxima de Laso es no pensar en ganar sino en estar. Y es fácil de entender, que no de interiorizar. Cuantas más finales juegues, más posibilidades tienes de ganar alguna/s. Así se lo transmitía a sus jugadores, técnicos, directivos y presidente. Entre otras herramientas, esa mentalidad provocó un desahogo psicológico de lo más efectivo para ayudar a colocar muchos trofeos en las vitrinas blancas.

Esta temporada, la máxima de Chus Mateo debe ser intentar no acercarse a las redes sociales, ni siquiera, cuando gana. Sabe que no tiene margen de error, se entiende que éste ya lo ha gastado por él Juan Carlos Sánchez, director deportivo de la sección de baloncesto del Real Madrid, y aquellos que también impulsaron la controvertida despedida de Laso. Nadie va a entender que los jugadores y el propio Mateo necesiten un periodo de adaptación después de estar más de una década con otro entrenador. Por tanto, tampoco que no pasara de las semis en la Copa. Que, a estas alturas, ser colíder en la ACB no tiene prácticamente valor. Que no está en una posición lo suficientemente fuerte como para que le hayan fichado a otro base por la lesión que tuvo Llull, precisamente, en la semifinal perdida de la Copa. Y que, por mucho que influya la figura del entrenador en el baloncesto moderno, nunca acabará poniéndose las zapatillas para anotar canastas e impedir que los rivales las anoten.

El Real Madrid es el vigente campeón de liga. Se hicieron con ella por el gran trabajo de Pablo Laso. También el de todo el equipo técnico, -ahí incluimos a Mateo-, directivos, médicos, fisios, preparadores físicos, delegados y, claro está, jugadores. Que levante la mano quién se acuerde de que en la parte final de los playoff era este señor el que estaba en la banda como entrenador principal tras el infarto de Laso. Quién valora que estuvo a la altura para ganarla.

Volviendo al ABC de Laso: «Estar es poder ganar». Ese mismo foco es el que ha mamado Mateo. ¿Se quiere ver realmente de lo que es capaz este tío? En España, lo habitual es que haya una delgada línea separando el héroe del fracasado. Fácil es pasar del primer estatus al segundo. En el proceso inverso, abunda aquello de tirar del típico achaque a la suerte sobre el éxito ajeno.

Decía el genial actor Luís Zahera, galardonado con dos Goyas, el último por su excelente y reciente interpretación en la película As Bestas, que hay veces que tiene miedo a que le «pillen el truco» y crean que no es tan bueno actuando. Otro claro caso del «Síndrome del Impostor».

Pasada mi adolescencia y ya habiendo viajado a los Estados Unidos varias veces por trabajo y por placer, hace mucho que rompí con aquella impresión de que todo lo estadounidense era superlativo. Soy muy crítico con el modelo social yankee propuesto, pero no me cabe duda de que son mil veces más meritocráticos de lo que lo suele ser la mayoría de la sociedad española. Se dice que en España, para bien y para mal, todo se olvida rápido. Si realmente es lo común, repetiremos muchos errores y carecemos de visión global, por lo que se entorpece cualquier aprendizaje o reflexión.

Como todo proceso, tener paciencia y ganar experiencia es básico para mejorar y conseguir así el máximo rendimiento posible. Se debe tener en cuenta que este síndrome, si es prolongado, puede llegar a convertirse en un obstáculo para cualquier desarrollo profesional y personal. Chus Mateo y su equipo, por el momento, ya han asegurado el factor cancha en los playoffs de la Euroleague. Poca broma, cuando redacto este artículo sólo dos de sus dieciocho equipos tienen balance positivo fuera de casa en esa brutalidad de competición de clubes. La mejor del mundo después de la NBA. En lo que a táctica se refiere, supera con creces a la todopoderosa liga estadounidense. Como era de esperar, un desierto de comentarios positivos hacia Mateo. Creo que toda esa masa social cargada de prejuicios contra el técnico madrileño debe pensar que hay truco. Mi deseo es que Mateo aleje lo máximo posible de su pensamiento esas sensaciones y que, si es descubierto, sea por su gran conocimiento del juego y entrega por su trabajo. Tal y como ocurrió con Laso.

3 Comentarios

  1. Chus Mateo, ya no es un principiante aunque se comporte como tal, no se trata de paciencia se trata de cualidades y con la plantilla que le han confeccionado debería de hacer un baloncesto más compacto, con más sensación de equipo y jugadas más trabajadas, pero ahí está el problema, no sabe usar todas las armas que tiene y noto que algunos jugadores (Nzonia, Yabusele, Poirier, Cornelie e incluso a Musa) ya se han cansando de su ostracismo y pasan de el. La afición ya no asiste al Wizink porque se aburren y el juego no engancha. Así que dejémonos de trapos calientes y pedir disculpas a Laso (quién corresponda) y hacerle un contrato nuevo, para volver a disfrutar de su baloncesto y sus Lasinas.

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