Entrevistas

Alfonso Reyes: «Las medallas son buenas, pero traer jugadores no vinculados con nuestro baloncesto no es el camino»

Es noticia

Alfonso Reyes Cabanás (Córdoba, 19 de septiembre de 1971) surge en el vestíbulo del hotel con su pinta de ogro bondadoso. Ha terminado llevando con naturalidad ser «el hermano de Felipe Reyes» y no al revés, como ocurría a mediados de los años 90, cuando era el pívot español más fiable. Ha tenido un carrerón también con 140 internacionalidades gracias a su pelea bajo los tableros, con más hombros que estatura. Retirado en 2007, ahora su lucha se centra en dos escenarios: una más profesional como presidente de la Asociación de Baloncestistas Profesionales (ABP) y otra personalísima en Twitter, donde genera una polarización muy de unos tiempos que él mismo juzga como desalentadores. Casi como refugio, en su casa de Boadilla del Monte le espera una pila de libros, su «único vicio».

Háblenos de su niñez. Se suele pensar que los Reyes son de Córdoba, pero su origen hay que buscarlo en un pequeño pueblo de Jaén llamado Canena…

Mi padre es canenero, como toda mi familia paterna. Es un pueblo muy bonito, cerca de Úbeda y Baeza. Es imprescindible una visita a la zona, la comarca de la Loma, porque es el tesoro del Renacimiento español. Mi madre nació en Peñaflor, un pueblo de Sevilla donde ejercía mi abuelo de veterinario pero mi familia materna es de Córdoba y yo nací allí y viví hasta los siete años. Fue entonces cuando trasladaron a mi padre, que era militar, concretamente, artillero, a Madrid. Mi madre era profesora de EGB y pidió también plaza allí. Mi hermano Felipe nació también en Córdoba aunque ya vivíamos en la capital.

¿Era uno de esos niños que les tiraba piedras a los perros?

No. Era un niño muy bueno, aunque está feo que yo lo diga.

¿Marca tener un padre militar?

Sí. En mi caso, marca para muy bien, como creo que para todos los hijos de militar. Lo que pasa es que mi padre no era el típico militar. Además, la artillería tiene una vertiente más científica, matemática, física. Era también geodesta militar e incluso estudiando yo Caminos me explicaba conceptos que para él eran pan comido y yo no comprendía del todo. Menudo genio. Casi toda su vida profesional estuvo en el Servicio Geográfico del Ejército, que es donde se elaboran los mapas militares. Lo que le gustaba era salir al campo a medir con el teodolito y demás bártulos. Y lo que le gustaba su pueblo, madre mía. Era un fuera de serie, un fenómeno. Tanto él como mi madre han forjado nuestro carácter. A ella afortunadamente todavía la tenemos y espero que nos acompañe muchos años más. Otra crack.

Sobre usted, siempre llama la atención que completase, aunque fuese ya retirado del baloncesto, una carrera de ciencias complicada como Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos…

Cada cosa tiene su dificultad, pero tampoco voy a ser modesto. Caminos, cuando yo entro en 1989 sin ser todavía profesional del baloncesto, era de las carreras más difíciles que había. Era lo que yo quería hacer. Luego me dieron los primeros palos y me fui enterando. Fui campeón de España juvenil con el Estudiantes y en el Europeo junior del año siguiente (1990) me eligieron mejor jugador del campeonato. Empecé a subir con el primer equipo y vi posibilidades de ganarme la vida con el baloncesto, pero siempre tuve claro que tenía que terminar la carrera. Me costó mucho tiempo, pero lo hice. Y es de lo que más orgulloso estoy, por encima de cualquier cosa que haya logrado en el deporte. Es algo que me sirve mucho ahora como presidente de la Asociación de Jugadores para decirles que tienen que estudiar, que formarse. En eso soy muy pesado: con los jóvenes y con los no tan jóvenes, que se preparen para lo que vendrá después, que va a ser muy duro. Cuanto mejor preparado estés, mejor afrontarás ese futuro, que va a ser de muchos años fuera del baloncesto.

¿Cuándo terminó? Llegó a ejercer, ¿no?

Acabé con 35 o 36 y trabajé en ello siete años, en una constructora, Copcisa, de la que tengo muy buenos recuerdos. Mis compañeros eran estupendos y mi jefe, Miguel Ángel García, un fenómeno y un profesional como la copa de un pino.

¿El baloncesto siempre fue su deporte?

Mis padres tenían claro que teníamos que hacer algo. Yo empecé con judo y luego natación… El baloncesto fue relativamente tardío con 13 años, en 1º de BUP. Mi padre me llevó a hacer una prueba al Real Madrid. Yo no tenía ni idea de jugar, pero algo me verían y me mandaron al Colegio Decroly, en la calle Guzmán El Bueno. Yo no iba a clase allí, sino que seguí a mi madre a Cuatro Vientos, al colegio donde ella estaba destinada. Vivimos dos años en Aluche al llegar a Madrid y seguí yendo allí al colegio y al instituto, aunque nos trasladamos posteriormente a la calle Ferraz, a un piso militar.

¿Cómo llega al Estudiantes?

En el Decroly, donde José Canales fue mi primer entrenador, alguien se fija en mí. Estudiantes tenía a gente atenta en todos los sitios y les llamaría la atención.

Destacaba en categorías inferiores, pero a la hora de asomarse al primer equipo jugaba muy poco. Necesitó irse al Unicaja para demostrar su valía y volver por la puerta grande años después…

Estuve en el equipo que ganó la Copa del Rey en Granada en 1992 pero no disputé ni un minuto allí. Miguel Ángel Martín no me dio muchas oportunidades. Descanse en paz, pero a mí no me ayudó. Por eso decidí irme a Málaga tras la llamada de Javier Imbroda. Estaba convencido de que podía hacerlo bien y fue un acierto. Suponía salir por primera vez de casa y seguir con la carrera al mismo tiempo. Tenía que tirar de apuntes de amigos y fue muy duro, pero nunca dejé de matricularme y de examinarme presencialmente.

Aquel equipo de Imbroda fue un soplo de aire fresco, ¿no?

Éramos un grupo de nacionales, bastante jóvenes la mayoría: Curro Ávalos, Dani Romero, Nacho Rodríguez, Gaby Ruiz, Manel Bosch… Tras un año de transición llegaron tres extranjeros que aportaron una calidad tremenda: Mike Ansley, Kenny Miller y Sergei Babkov. Había talento, un ambiente increíble, mucho trabajo… e Imbroda, que era un maestro llevando al equipo.

Diga la verdad, que ya ha prescrito. ¿Aquel triple de Mike Ansley en el cuarto partido de la final 94-95 ante el Barcelona fue la decisión correcta?

Absolutamente. Cada vez que lo veo pienso que va a entrar. Estuvo bien tirado. Subió el balón y le defendía Darryl Middleton, pero estuvo bien tirado. Yo estaba en el campo y no pensé que me fuese a dar el balón. Para eso estaba él. Estaba clara la jerarquía. Lo que yo podía haber hecho era coger el rebote ofensivo y meterla.

En un baloncesto tradicionalmente de bajitos, tuvo que luchar contra el complejo de que un pívot no podía medir 2,02…

Gracias por lo de 2,02. Ahora creo que estoy en un poquito menos. Con la edad, uno se va achaparrando. Ese prejuicio también lo sufrió Felipe, pero ya se rompió hace tiempo, porque ha habido muchos buenos pívots no muy altos. La altura no lo es todo. Sí que hay que tener tamaño para jugar por dentro. Lo que se ha perdido prácticamente es el juego de espaldas al aro. Y es una pena.

¿Nunca probó como «3», que era la moda de la época para jugadores de su estatura?

No. Lo mío estaba claro que era pelear y estar lo más cerca posible del aro. Y cuanto más cerca tiras, más posibilidades tienes de meterla.

¿Le gustaba el apodo de «Robocop»? Por lo visto, usted siempre ha sido más de cine clásico…

Sí, lo recuerdo con cariño. Era un mote de La Demencia. Cada uno teníamos uno. El mío no era de los peores.

¿Siempre supo que Felipe sería mejor que usted?

No, qué va. Yo jugaba en Málaga y venía a verme con mis padres siendo todavía un niño. También me hizo una visita a París y Bozidar Maljkovic, que era el entrenador del equipo, se fijó en él, aunque no le viese jugar. Fue en Estudiantes poco después cuando empieza a llamar la atención. En el Europeo y el Mundial junior ya empieza a demostrar lo que sería. Es uno de los mejores jugadores españoles de la historia, sin duda.

Hay pocas cosas que le enfaden más a usted que escuchar que el éxito de Felipe se debe solamente al coraje…

Cualquiera que sepa un poco de baloncesto sabe que solo con testosterona no se va a ningún sitio. Debes combinar talento, que en su caso es inmenso, con fuerza de voluntad. Ha habido muchos ejemplos de jugadores que solo tenían una de las dos cosas y no han llegado a nada.

Para usted, que parece que le gustaba ejercer de hermano mayor, jugar con él en el Estudiantes y en la selección debió ser un orgullo…

Sin duda. Maravilloso. Yo al principio le tenía un poco debajo del ala, porque él era muy impulsivo. Luego se ha ido moderando muchísimo. Había que templar su fuerza e ímpetu, que eran inmensos.

¿Y cuando jugaban uno contra otro en los entrenamientos se respetaban?

No solíamos coincidir en los emparejamientos, pero cuando así era, había que pegarse. Ahí no distinguíamos.

Al hilo, resulta inevitable preguntarle por aquel episodio en el que su compañero en el Real Madrid Kaspars Kambala se encaró con Felipe, que jugaba en el Estudiantes, y usted se puso de parte de su hermano, pese a estar en el equipo rival…

Volvería a hacerlo. Ves otra vez las imágenes y lo que hice estuvo justificado. Además, era algo que venía de antes. No sé por qué, cuándo jugábamos contra el Estudiantes la tomaba con él. En aquel partido, que era el último del playoff, ya no aguanté más. Conmigo en los entrenamientos no se atrevía a eso. Luego se ha demostrado que era un tío que no estaba bien.

Felipe parece otro perfil, quizás con menos inquietudes…

Sí. Es una persona extraordinaria. Su inquietud es la familia. Es una cosa que nos inculcaron nuestros padres. Siempre le he reprochado que no terminase la carrera universitaria y me respondía que él no tenía la misma fuerza de voluntad que yo ¿Cómo que no, con la fortaleza que es estar 23 años en la élite? No me jodas. Es así. Somos diferentes, pero tiene un corazón inmenso, es un ejemplo. Tenemos dos hermanos más: Rafa, que es arquitecto y oficial de bomberos y también es muy mediático porque ha impulsado una campaña de prevención de incendios en la Comunidad de Madrid y ahora está cada dos por tres en la tele, y Miguel, ingeniero industrial que trabaja en Airbus.

Por cierto, no se suele recordar que usted jugó un par de años en el Madrid…

No lo sé. Como en el resto de los equipos en los que he jugado, estoy orgulloso de haber pasado por el Real Madrid. Lo que pasó allí es que me lesioné al empezar la primera temporada y me costó recuperarme. No fueron los mejores años de la sección, está claro, pero la atención y el cariño con el que me trataron los llevo dentro también.

Al principio de su carrera se comparó su estilo con el de Fernando Martín…

Menudo orgullo, ¿no? No era mi ídolo, porque no los he tenido, pero sí un grandísimo referente. Me hubiese gustado jugar contra él. Hubieran saltado chispas en el buen sentido. Me gustan los jugadores así, lógicamente.

Hablando de la selección, ¿está con la opinión de que con los jugadores que había en los 90 no se podía aspirar a más que a aquella plata en el Eurobasket de 1999?

Pasar de cuartos de final era un éxito y subir al podio, increíble. Pero era lo que había. Debíamos ir construyendo lo que ha venido después con el talento que ha surgido. En los últimos 24 años nos hemos malacostumbrado con la cantidad de éxitos que se han logrado a raíz de incorporarse mi hermano y la gente de su edad, pero también hay que recordar a los anteriores.

En el Eurobasket de 1999 estábamos prácticamente eliminados en la primera fase porque para no quedar fuera necesitábamos que Francia ganase a Eslovenia. Llegaron a ir perdiendo por 20 puntos y nosotros estábamos en el hotel, casi con las maletas en la puerta, pero remontaron. Ese golpe de suerte nos permitió jugar las eliminatorias, ganar a Lituania contra todo pronóstico con aquel marcaje de Iñaki de Miguel a Arvydas Sabonis y jugar la final contra Italia.

Al menos usted pudo disfrutar de la incorporación posterior de los «juniors de oro», yendo a los Juegos del 2000 y al Eurobasket de 2001, su último gran torneo…

Ayudamos a que ellos se adaptaran bien. Había poco que enseñarles porque venían con todo aprendido, pero sí esa cultura de buen ambiente, de que era la selección, de que representar a tu país es lo máximo, un premio. Primero Lolo Sainz y después Javier Imbroda contribuyeron a ello como seleccionadores.

¿No siempre fue bueno el ambiente en la selección?

No era el mismo cuando yo entro, en 1995. Había algunos jugadores que no querían ni ir porque era un momento duro después de perder contra Angola en los Juegos de Barcelona y contra China en el Mundial de Toronto dos años después. Para mí siempre fue una gran ilusión.

En 1992, antes de los Juegos de Barcelona, los baloncestistas españoles estuvieron a punto de ir a la huelga por el tercer extranjero, pero lo que acabaría cambiando todo sería la «ley Bosman», a partir de 1996…

Sí, eso fue lo que varió todo. Pero sigo pensando lo mismo: si queremos que nuestro baloncesto sea brillante, debemos tener jugadores. Y los jugadores se hacen en la cancha, compitiendo con los mejores. Nosotros defendemos a todos los jugadores independientemente de donde vengan, pero también creemos que tiene que haber una buena base de españoles. Estamos en un 27% en la Liga Endesa, que objetivamente es bajo. El más bajo de cualquier liga del deporte mundial, no solamente de baloncesto. Cuando lo comentamos con los propios extranjeros se sorprenden. Sigue habiendo mucho talento porque ganamos en categorías inferiores internacionales, pero si ese talento no se desarrolla luego en la cancha, mal vamos.

¿Pero por qué se produce esto? Se suele apelar a que es una medida contra la inflación de los contratos de los baloncestistas españoles, como ocurría en los 80 y 90…

Creo que no es más barato tener a un jugador extranjero que a uno español. Contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. El español crea un vínculo con la afición que a priori no crea el extranjero, aunque hayamos tenido muchos casos en los que sí lo hayan conseguido al final. Antes nos sabíamos las alineaciones de todos los equipos de la ACB y ahora nos cuesta el del nuestro. Cuanto más clase media haya de jugadores españoles, mejor para todos. El valor de un jugador no es solo su salario, sino también su implicación y su conexión con la afición.

Pues usted fue de los primeros que se aprovechó de la «ley Bosman» y se fue a París en 1996, pero solo estuvo un año ¿Qué pasó?

Fue una experiencia que deportivamente estuvo bien y aprendí mucho de Maljkovic, pero también fue muy dura porque echaba mucho de menos España. Está muy bien viajar y conocer otros sitios, pero yo no podría vivir fuera. París me parece la ciudad más bonita del mundo, pero no es un sitio para vivir para mí. Me deprimía que se hiciese de noche tan pronto en invierno, por ejemplo. Empecé a apreciar mucho más lo que tengo.

¿Le costó retirarse? Llegó a jugar en la LEB con el Breogán a los 35 años…

No, porque tenía ganas de terminar la carrera y empezar a ejercer. Por eso mismo hago tanto hincapié en la formación. Es bueno tener ganas de empezar con otra cosa. Mi transición fue casi inmediata. Recuerdo que cuando me incorporé a la constructora, mis compañeros, que eran poco cabroncetes, me dijeron algo así como «ahora vas a empezar a trabajar». Y les respondí: «he estado trabajando 17 años de un modo más jodido al que estáis haciendo aquí: sin casi vacaciones, sin fines de semana, con el cien por cien de tu tiempo pensando en baloncesto…». Allí había un horario y los fines de semana desconectaba. Está claro que el sueldo no es el mismo, pero la exigencia en el deporte profesional es enorme. Para mí era mucho más duro entrenar cuatro horas al día que pasar toda la jornada en la oficina.

En Lugo acabó mal con el ex seleccionador Moncho López, del que dijo que era «un puñetero desastre», pero no era usted un hombre conflictivo…

No lo era, pero cuando tengo que decir algo, lo digo. Y en aquel momento dije lo que tenía que decir. No soy rencoroso, pero tampoco soy hipócrita. Olvido y me cuesta llevarme mal con la gente. Las distancias cortas arreglan muchas cosas. Eso sí: el que es un cabrón, es un cabrón siempre. No lo digo por aquel caso, sino en general, eh.

A veces da la impresión de que el jugador se aferra a las pistas. ¿Por ego o por dinero?

Puede ser por dinero porque muy pocos jugadores pueden vivir de las rentas. Los que pueden hacerlo tienen que ocupar su mente porque no puedes estar 40 años así. Muchos jugadores viven al día y hay que tener suerte en las inversiones, que no te engañen. El entorno, como la familia, los agentes y demás, es fundamental.

¿Cómo se decide a presidir la Asociación de Baloncestistas Profesionales?

Me llamaron algunos jugadores pidiéndome que entrase. Y me lancé a la piscina. Me fui de la constructora un viernes y el lunes salí como presidente. Ya había estado involucrado en la asociación, Joe Llorente había hecho un gran trabajo y necesitábamos que siguiera siendo fuerte e independiente, defender al máximo posible al jugador. Intento contar mi experiencia a los jugadores de cara a la retirada. El día siguiente te cierran el grifo, ya no te saluda nadie y tu físico cambia también. Hay momentos de zozobra pensando en cómo te van a ir las cosas.

¿Son una asociación o un sindicato?

Somos una asociación casi siempre, excepto cuando tenemos que pelearnos, que entonces somos un sindicato. Nuestra independencia tiene que ser absoluta. Siempre sale el tema de la financiación. Nosotros nos financiamos a través de un fondo social que está dentro del convenio colectivo. Se paga a través de la ACB, pero no es dinero de la ACB, sino que viene de una pequeña parte de lo que generan los jugadores. Una pretensión de la ACB en el último convenio era eliminarlo y así se hubiese acabado con la asociación y los jugadores se negaron. Me fastidia a veces que, a diferencia de la NBA, no haya una simbiosis perfecta. Allí para asuntos trascendentes los comunicados los firman en común la propia NBA y la asociación de jugadores.

Pues perdone, pero tiene usted pinta de que le gusta muy poco la NBA…

Reconozco que no soy capaz de ver un partido entero. La última vez sería en alguna final de los Lakers en los años 80 o 90. Ni siquiera lo conseguí estando allí Pau, que me parece un tío excepcional. Tengo admiración por los jugadores y demás, pero los partidos…

Permítame que le diga que la ABP no tiene la misma beligerancia que en los años 80 y 90…

Claro, pero es que entonces faltaban muchas cosas por conseguir. Entonces hubo que luchar por muchos derechos que ahora sí hay. Hace cinco años conseguimos un mejor convenio colectivo gracias al apoyo de los jugadores. También para la ACB porque cuanto mejor le vaya a los jugadores, mejor le irá a ella. Ahora la pelea está en mantener esos derechos y ampliarlos, pero no solamente por el bien de los jugadores, sino de la propia ACB. Y en sentido contrario, cuanto mejor le vaya a la ACB, mejor le irá a los jugadores. Sin embargo, parece que la ABP es el objetivo a batir y ahí están equivocados. Hablo con muchos presidentes de clubes y me reconocen que una asociación de jugadores fuerte e independiente es muy necesaria.

Ya sabemos que ustedes no tienen mucho que ver con UGT o CC OO, pero… ¿el sindicalismo no está desprestigiado en España?

A veces. Es que por desgracia algunos… Yo por eso digo que un sindicato tiene que ser independiente y tener las manos lo más libres posibles para defender a sus representados. Y puede dar la sensación de que algunos sindicatos no son precisamente así.

¿Está satisfecho de su labor? Como usted reconoce, cada vez hay menos jugadores españoles en la Liga Endesa…

No dejaremos de clamar en el desierto y que nadie pueda decir que no lo reivindicamos. Es muy difícil. Trabajamos por todos los jugadores y nos vamos a partir la cara por cualquiera, pero la cuestión del jugador español depende de otros ámbitos.

Usted ha sido crítico con la ELPA (Asociación de jugadores de la Euroliga)…

Es que su propio origen hay que buscarlo en la Euroliga, por lo tanto… Antes de la pandemia, las asociaciones de Francia, Israel, Italia y España tuvimos una reunión con Jordi Bertomeu [entonces, CEO de la Euroliga] en la que le dijimos que queríamos ser los interlocutores de nuestros jugadores en todos los temas laborales. Él nos respondió: «perfecto, siempre que hagáis lo que digamos nosotros». Nos levantamos de la mesa y nos fuimos. A la semana siguiente, Boki Nachbar [el líder de la ELPA], ya estaba visitando a los equipos. ¿Con qué financiación? Ahí lo dejo. No puedo estar de acuerdo con un sindicato que no es independiente.

¿Se entiende bien con los otros ex pívots que dirigen la ACB, Antonio Martín, y la Federación Española, Jorge Garbajosa?

Sí, pero… con Jorge he tenido diferencias por la inclusión de Lorenzo Brown en la selección española el pasado verano. Lo que hicimos desde ABP fue expresar el sentir de los jugadores españoles, que no compartían ese movimiento. Garbajosa no lo entendió, aunque intenté explicárselo. No estamos en la mejor sintonía.

Al final la selección ganó el oro y todos los que fueron críticos tuvieron que callarse…

No, no. A Jorge le di la enhorabuena, conocí a Lorenzo y me pareció muy buen chico. Todo lo que sea medallas para nuestro baloncesto es bueno, pero seguimos pensando que traer a jugadores sin ninguna vinculación con nuestro baloncesto no es el camino. La discrepancia es saludable y no por eso hay que tomárselo mal.

Vamos con su personaje en Twitter (@alfreyes14), que suele generar no poca controversia…

¿Personaje por qué? Pongo mi nombre, pongo mi cara…

Porque mucha gente incluso le ha empezado a seguir sin que le conociese demasiado por el baloncesto y porque no rehúye la polémica…

Intento ser siempre respetuoso y ponerle ironía y sentido del humor, que es algo que no debe faltar en la vida. Y también desahogarme yo un poquito en ocasiones, sin faltar nunca a nadie.

¿No se ha preguntado si en su posición no debería tener un perfil más institucional, más plano? ¿O no le sale?

Quien lea objetivamente todo lo que pongo no creo que pueda molestarse. Y hay muchísima gente que está de acuerdo conmigo.

¿Le molesta que le suelan identificar con posiciones conservadoras?

Si algún día no me llaman «facha» me siento regular. No sé… Es simplemente sentido común. O mi sentido común. Pensamos muchos lo mismo, de un lado y de otro. Digo cosas que son bastante compartidas. Está claro que podría estar callado, pero hablar es algo que me ayuda. Es mi esfera personal y sé diferenciar. El mundo real es este, no el de Twitter. Quien crea que es Twitter, lo lleva mal.

Dio mucho que hablar cuando estuvo ingresado por covid y defendió enérgicamente la sanidad pública…

Es que me parece fundamental. Y la sanidad pública es mejorable, pero la de toda España, no solamente la de Madrid. Yo estuve en un hospital público y no tuve ninguna queja, como siempre. Habrá gente que sí la tenga, pero mi experiencia es esta. Por cierto, me encantó la comida, especialmente los yogures que me retrotrajeron a la infancia. Y cuando llegué a casa y me comí unos huevos con patatas hechos con todo el amor, fui el más feliz del mundo.

¿Tuvo miedo a la muerte?

No sé si es frivolizar con mi covid, porque lo tuve, pero no llegué a estar en la UCI. Tuve neumonía bilateral aunque no tenía la sensación de respirar especialmente mal. Yo no lo supe, no me lo dijeron, menos mal, pero mi mujer sí a través de una amiga que trabajaba en el hospital y lo pasó muy mal porque la gente se estaba muriendo de eso y no podía estar conmigo. Tampoco me quiero hacer la víctima. Fue una experiencia muy jodida y ya está. Me acordaré siempre y de los que se llevó. Y fue otro momento, como el de París, en el que volví a apreciar lo que tenía, pero los humanos somos así y se nos olvida.

Se la voy a poner botando. ¿Hemos salido mejores?

No. No vamos a mejor. El móvil nos está deshumanizando. Tengo dos hijos, de 18 y 13 años, y es muy difícil con ellos, una lucha continua. Nosotros teníamos otras inquietudes. Estábamos mucho más en la calle. Y luego está esa sensación de que la gente va a lo suyo. Todo lo que nos rodea. Ahora estás mucho más restringido en todo. Ya no puedes ceder el paso a una mujer porque te van a tildar de… Tienes que hacer todo con un cuidado… Antes éramos más libres. A mí no se me ha ocurrido nunca maltratar a un animal o a una mujer, es algo tan básico… Si todos respetáramos a nuestro prójimo iría todo mucho mejor. La igualdad es algo que he vivido en primera persona. Mi madre ha trabajado siempre, tengo una hija, una mujer… A mi hija le ofreceremos lo mismo que a mi hijo, como no puede ser de otra manera, dentro de nuestras posibilidades. Que haga lo que quiera. Es increíble que haya que decir estas cosas en 2023.

8 Comentarios

  1. Jose María Feria

    Muy buena entrevista pero ni una sola propuesta para que el 27% de jugadores nacionales en ACB aumente. Tenemos chicos Campeones de Europa U18 y U20 en LEB Plata y EBA en un país donde compatibilizar deporte y estudios es complicadísimo. Mucho talento en ambos casos se marcha a USA para estudiar. Muy triste todo, vamos a peor con jugadores no nacionales que son mediocres y mercenarios.

    • Es una entrevista a Alfonso Reyes, la persona, quien habla de su vida. No es una entrevista al presidente de la ABP, puesto representado por Alfonso Reyes, en la cual se ahondaría en las preocupaciones de la ABP.
      Este constante «¿qué hay de lo mío?» y juzgar a todo el mundo es muy tóxico.

  2. Siempre he sostenido que es un verdadero placer escuchar (en este caso, leer) a un hombre inteligente. Y Felipe lo es. Y mucho. El problema del 27% nacionales es difícil de resolver porque la afición ¿prefiere resultados sin importar la españolidad o prefiere jugadores nacionales aunque luego no respondan los resultados? Difícil responder. En particular, yo prefiero nacionales.

  3. Perdón: Alfonso, no Felipe, pero como él mismo dice, su hermano fue más famoso y su popularidad eclipsó la de Alfonso. Nuevamente, gracias ALFONSO

  4. Estupenda entrevista. Interesante personaje, inteligente, humilde y con las ideas claras. Respetuoso y educado hasta en la diferencia, como al hablar del tema Lorenzo Brown; le engrandece mantener su postura, independiente del buen resultado (el fin no justifica los medios). Un crack, y una joya de entrevista

  5. Pingback: Sin Ricky Rubio ni Lorenzo Brown, España expone su Talón de Aquiles

  6. Pingback: Nacho Rodríguez: «Estoy muy arrepentido, fue un gravísimo error dejar a Heurtel en Estambul»

  7. Pingback: Danko Cvjeticanin y el día en que Sabonis se lió a puñetazos

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*