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Soy muy malo jugando al fútbol (Manual de autoayuda)

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(Foto: Malojavio El Saucejo, Flickr CC BY-SA 2.0)

El fútbol es un juego sencillo, no requiere más que un balón, preferiblemente esférico, y un espacio situado entre tres palos, dos jerséis o dos piedras, como si se pinta con tiza en un muro, que se denomina portería. Solo con eso ya se puede disputar un Mundial de selecciones. Ahora lo único que importa son sus conocimientos técnicos y tácticos sobre la práctica del balompié en aras del entretenimiento que pueda obtener. Los medios de comunicación y las redes sociales a menudo reflejan la falsa idea de que cuanto mejor juegue uno al fútbol, más se va a divertir. Eso, como tantas otras mentiras sobre estética, sexo y estilo de vida que se vierten sobre la opinión pública, es falso. Usted, sin tener ni puta idea, puede sentirse Dios. Sí, como Diego Armando Maradona. Solo tiene que seguir nuestros consejos.

En primer lugar, veamos su destreza. Si usted no es malo en el alma para jugar al fútbol, de nada le servirán estos consejos, porque saber algo, aunque solo sea un poco, ya le convierte a usted en un jugador aficionado contaminado. En primer lugar, dé unos toques al balón para mantenerlo en el aire, a ver cuántos es capaz de dar. Uno, dos, fuera. Perfecto. Si da más de dos, o más de tres sin ser  este tercero causa de una luxación inverosímil con caída a peso muerto de boca contra el suelo, usted no es malo, malo de verdad.

Si ha pasado la prueba de dar toques con un resultado inferior a dos toques, o tres con caída en el suelo, enhorabuena, es usted inútil. Acaba de pasar a la siguiente prueba. Se trata de la conducción. No pondremos ni conos. Es sencillo, solo tiene que ir en línea recta y, luego, recorridos diez metros, girar en ángulo recto a la derecha o la izquierda, como prefiera, según cuál sea su pierna, ejem, buena. Bien, veamos. ¿Se ha caído al suelo? Pasa a la siguiente fase y por la puerta grande, felicidades. Al girar, le ha salido un tiro a puerta y el balón ha salido despedido a decenas de metros de donde usted se encuentra, pasa a la siguiente fase. Usted ha girado, pero el balón ha seguido recto, excelente, nos vemos en la siguiente fase.

(Foto: UKBERRI.NET Uribe Kosta eta Erandioko agerkari digitala, flickr CC BY 2.0)

Esta es la última prueba. Tiene usted que interceptar una bola, controlarla y dejarla muerta con el pie apoyado encima. Vamos a ver. ¿El balón le ha dado en la cara y ha quedado desorientado unos segundos vagando en círculo con las manos en posición zombi? Tiene madera, ha completado el test con éxito. ¿La pelota ha atravesado su posición sin tocarle ni macharle, como un rayo de sol atraviesa un cristal, como nació Nuestro Señor sin detrimento de la virginidad de María? Excelente, ha sido seleccionado. ¿El esférico ha rebotado en su persona y regresado botando al lanzador que ha ejecutado el pase? Bienvenido.

Con este sencillo test aprobado se puede asegurar que una persona es mala jugando al fútbol, mala de necesidad, pero al mismo tiempo, un privilegiado, pues solo con estas características se podrá, siguiendo nuestros consejos, convertirse en un verdadero astro.

Lo más normal cuando concurren estas circunstancias es que esa persona se ponga de portero. Bajo palos o entre jerséis, los consejos son sencillos. Cuando tiren, no se aparte. No hay más. En la literatura científica sobre penaltis hubo un estudio publicado en Journal of Sports Sciences en 2013 que la mera existencia de un ser vivo bajo palos, hace que el lanzador tienda a centralizar el disparo. Teniendo en cuenta el nivel que va a desplegar la gente que quiera jugar con usted, con estarse ahí, quieto, atajará muchos balones y, si se la quieren colocar, la inmensa mayoría irá fuera. Enhorabuena, ya es usted un portero aceptable. Si por casualidad una bola va dentro y no contra usted, piense en el móvil, en que se le cae el móvil. Esos rápidos gestos gatunos para salvar un iPhone o forzar su caída contra un sillón cercano y no contra el suelo, eso mismo vale para ser portero e intentar sacarla.

Sin embargo, le queremos a usted mandando en el campo, que no se conforme con la portería. Para ello, si ha pasado todas las fases de la prueba con éxito, le pediremos que se juegue de defensa. En una pachanga todo el mundo estará encantado de que usted se sitúe atrás. Por culpa de los medios de comunicación y las multinacionales que venden souvenirs balompédicos, las masas al jugar al fútbol quieren emular a sus ídolos en la zona media y alta del terreno de juego. A usted ahí no se le ha perdido nada.

Ser defensa cuando no se tiene ni puta idea de jugar al fútbol es fácil de aprender. Al menos, bastante más sencillo de interiorizar que meter faltas con barrera. Solo tiene que hacer dos cosas. Una, correr; correr como si le fuera la vida en ello. Y dos, no meter el pie. Da igual lo que le digan, lo que haya oído, lo que se supone que hacen los defensas, usted no le haga una entrada a nadie, nunca jamás meta el pie.

Verá, nunca entre y trate de estar siempre enfrente del rival que pretende atacar. Si el delantero corre con el balón en los pies para superarle, usted no se altere ni meta el pie, corra más y esté siempre delante. Si él gira sobre sí mismo, hace cabriolas o lanza amagos a ambos lados, también bicicletas, por sus muertos no haga nada, siga enfrente. Por pura probabilidad, la inmensa mayoría de las personas autopercibidas como cracks, pero que están jugando en un descampado entre chutas y condones, no van a ser capaces de regatearle completamente si usted siempre se mantiene en medio, corriendo, como hemos dicho, sin parar. Si pueden regatearle sin que usted meta el pie, tranquilo, el que no debería estar ahí es su rival. Coma muchos plátanos y agua con azúcar para poder correr mucho.

(Foto: Joan Guasch, Ajuntament de Vilanova i la Geltrú, flickr CC BY-ND 2.0)

El rival, o se verá arrinconado sin ángulo para atacar o tirará de mala manera. Si chuta, le será fácil poner el pie delante y cortar el disparo, siempre y cuando, repetimos, haya corrido lo suficiente para estar siempre delante de él, entre él y la portería. Si el delantero en cuestión ejecuta un pase, no se coma usted la olla. Si el que lo va a recibir está solo, eso es culpa de otro. Ponga las palmas de las manos hacia arriba, junte los meñiques, y estire ambos brazos en dirección a sus compañeros y diga: «Que está solo, hijos de puta, que está solo». Con esto, les podrán meter gol, y podrán perder, pero nadie reparará en lo manta que es usted, que es de lo que se trata.

Con esta técnica, le ocurrirá, sorpresa, que se llevará un montón de balones. Tiros realizados a la remanguillé de rivales incapaces de superarle, pseudoregates que no le será fácil interceptar, estas situaciones de delanteros impotentes le pondrán muchos balones en los pies. Muy bien, esta es una fase crítica. Toda su vida depende de esto. Cuando un lance así suceda, usted coja ese balón y con un golpeo sutil, fácil, sin estrés, como el putt en un hoyo de golf, se la da al compañero más cercano. No levante la vista pensando en un mañana mejor para dársela a un delantero que en el acto esté trazando un desmarque en diagonal, no, no, no… y una mierda para él. Se la da muy, muy, muy suave al que esté al lado y, rápidamente, con un trotecillo, vuelve a situarse en el centro de la defensa. Ese momento es bueno para que usted señale algo. Solo procure que su dedo apunte a algo dentro del terreno de juego si puede ser y diga «Eh, eh» o «ahí, ahí». Ulúlelo con generosidad alveolar. Así puede hacer referencia a la puesta en marcha de una evidente estrategia de ataque o conminar a sus compañeros a conservar sus posiciones defensivas. Da igual. Nadie le va a hacer caso sepa o no lo que diga o venga o no a cuento. Lo importante es que parecerá Beckenbauer, que es a lo que hemos venido.

A esto de llevarse el balón ante delanteros impotentes que no saben que hacer si usted no mete el pie a las primeras de cambio, se le puede coger gustillo. Si ya domina la técnica de dársela a un compañero que esté a dos metros sin romperse nada, le vamos a proponer un salto de calidad. En lugar de ese toquecito, le animamos a que tire a puerta. Esta técnica es muy sencilla, solo hay que darle una hostia a la pelota. El secreto del éxito de los jugadores que tiran a puerta reside en hacerlo entre los tres palos. El disparo lejano ofrece múltiples ventajas. La principal es que nadie te puede reprochar que no lo metas. Luego puedes tener suerte y que alguien meta un zanco por medio y desvíe lo justo para despistar al portero y que entre. Así, algún día, quién sabe, podrá conseguir un gol. Todo ello siendo nulo, solo siguiendo estos cómodos pasos. El público, o los presentes, se estremecerá cuando usted marque ¿No ve lo fácil que es ser deseado por las gentes?

Si pasado cierto tiempo, observa usted que eso de tirar a puerta no se le da mal y consigue que el balón vaya dirigido a la portería una de cada tres veces, no lo dude: pegue el salto de calidad. Póngase de delantero centro. Esta posición, ilegal en las pachangas infantiles (Artículo 4.09/7 «no se vale palomero»), está permitida para mayores de edad. En ella, usted tiene que hacer exactamente lo mismo que hacía cuando era defensa. Lo primero, correr. Cuando la tenga un defensa de ellos, corra hacia él. Y no, tampoco le entre. Dé por saco todo lo que pueda sin meter el pie. Todo lo que logre interceptar de esta manera, no lo pase al compañero más cercano como hacía atrás, lo enchufa a puerta directamente. Ese es su único cometido en la vida a partir de ahora, además de correr más que los demás. Nunca olvide esos plátanos. Toda bola que se le acerque, por alto o por bajo, la intenta poner entre los tres palos a las primeras de cambio. Créame, muchos dioses dorados de la historia del fútbol solo sabían hacer esto. En caso de esta nueva posición no se le dé bien y sus tiros a puerta salgan por la banda, no pasa nada. Vuelva atrás, donde estaba antes.

(Foto: ukberri, flickr, CC BY 2.0)

Ya ve, en tres cómodos pasos usted puede pasar de ser un inútil al que manda en el campo y mete algún gol de bella factura de disparo lejano, cuando no un infalible goleador, un puto 9. Todo esto siendo más malo que la tiña.

Piense una cosa. Como se decía en Chinatown, de Roman Polanski, «Politicos, edificios feos y putas se vuelven respetables si duran lo suficiente». Si usted repite como defensa en todos los partidos que juega en el descampado, las gentes le empezarán a identificar con esa posición y tan banal es la opinión pública que no sería de extrañar que se le empiece a respetar. Aparte, juega con la ventaja de que a ni dios le gusta defender en una pachanga, por lo que sus servicios serán solicitados e incluso agradecidos por los saltimbanquis del balón.

Llegado este punto, es hora de dar el salto a competiciones oficiales, esto es, liga municipal. Una vez obtenida la respetabilidad como ese freak que siempre se pone de defensa, siempre y cuando haya aullado los lamentos que se le han indicado -«uno solo ahí, joder», «eh, eh ¿y ese?, eh, eh»-, las gentes considerarán su fichaje para todo un Nottingham Prisa. Por su condición de peón sobrio y abnegado, con ascendente sobre los jugadores de personalidad más frágil con sus grititos -«que estoy con dos, hostia, que estoy con dos, joder»-, en ese momento será inevitable que usted sea nombrado capitán. Píllese el brazalete y custodie las fichas del Maccabi de Levantar como si fuesen los registros de la caja B del Partido Popular. No le garantizamos trofeos, pero le aseguramos que tendrá que firmar el acta después de cada encuentro. Un documento oficial. Con toda humildad, podrá decir que comanda a todo un Esfínter de Milán y que, lejos de conformarse con ello, forma parte del vasto entramado burocrático de la Unión Europea que le está plantando cara mirándole a los ojos a Vladimir Putin. Todo sin tener ni puta idea de fútbol, en tres cómodos pasos. Sin olvidar los plátanos.

5 Comentarios

  1. Fantástico , una obra de arte del humor y de la realidad

  2. Fernando Berlanga Onó

    ¡Maravilloso documento!

    • Dios!
      Era un matao en el fútbol en colegio e instituto.
      En la liga laboral evolucioné de central aguerrido a delantero centro tanque, sólo a base de correr, poner el pie en medio, y hablar («estoy con dos, cojones»).
      El secreto de mi éxito al descubierto en esta pieza.

  3. Pingback: Onésimo Sánchez: «Era impredecible, si ni yo sabía lo que iba a hacer, cómo lo iba a saber el defensa»

  4. Una obra maestra. Nunca me sentí tan identificado

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