Ajedrez

¿Pero quién fue el primer campeón mundial de ajedrez y cómo hay que contarlos?

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Fotograma de la película El séptimo sello, 1957 (Foto: Cordon Press)

Hace poco se dio una noticia espectacular en el mundo del ajedrez cuando, por primera vez en la historia, un jugador nacido en China, Liren Ding, obtuvo la corona mundial tras su triunfo en el match sostenido en Astaná, Kazajistán, ante el ruso Yan Nepómniashchi.

Si se consulta el abordaje que se hiciera sobre el resultado de esa contienda en medios periodísticos internacionales, se puede apreciar una divergencia en cuanto a la posición que se le asigna a Ding entre todos los campeones mundiales.

Mientras algunos consideran que es el decimoséptimo, y así incluso se lo señaló en el respectivo acto de premiación, otros aseguran que es el vigésimo primero de la prestigiosa nómina, postura que asumimos al hablar del tema en este espacio.

En este trabajo, aportaremos los elementos de juicio que sustentan esta postura.

Campeones mundiales antes de la existencia de la FIDE: Steinitz, Lasker y Capablanca

La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) fue fundada en 1924. Como entidad reguladora del ajedrez mundial, a partir de su existencia, la organización y/o supervisión de las pruebas por los campeonatos mundiales quedaron bajo su tutela. ¿Pero qué se puede decir de lo sucedido antes de su aparición?

Solo existen tres campeones mundiales considerados incontrovertidos en tiempos previos a la existencia de la FIDE, son los casos de Wilhelm Steinitz, Emanuel Lasker y José Raúl Capablanca, quienes obtuvieron ese reconocimiento por parte de la comunidad ajedrecística mundial en competencias que se resolvieron bajo la modalidad de matches. Con todo, ninguno de ellos obtuvo el cetro bajo reglas establecidas por autoridad que pueda ser considerada competente.

Sin embargo, podríamos decir que hay un implícito reconocimiento retrospectivo. Es que la FIDE habrá de aceptar a Capablanca como campeón (a pesar de que este fue ungido en tiempos previos a la existencia de la entidad) y, como el cubano había obtenido ese reconocimiento a expensas de Lasker y, a su vez, el prusiano lo había logrado al derrotar a Steinitz, previamente, podría interpretarse y hay absoluto consenso, que ellos fueron los tres primeros campeones mundiales de la historia del ajedrez.

Steinitz, quien nació en Praga cuando la ciudad era parte del Imperio Austro-Húngaro, es reputado como el primero de la serie tras vencer al polaco (residente y representante por entonces del Reino Unido), Johannes Zukertort, en encuentro disputado en los EE. UU. en 1886. Ambos eran, y con margen, los mejores de ese tiempo. Su confrontación, de personalidades, de estilos y de historial ajedrecístico, fue objeto de escrutinio por parte de los medios especializados y otros de repercusión más general los cuales, en todo momento, pusieron el acento en que se estaba discutiendo quién podía asumir el carácter de ser considerado el primer campeón mundial de ajedrez de la historia.

Radicado en ese país del norte del continente americano, jugando ahora bajo esa bandera, Steinitz defenderá el título en dos ocasiones ante el ruso Mijaíl Chigorin y frente al también austro-húngaro Isidor Gunsberg, antes de caer derrotado por el prusiano Lasker quien, en 1894, logra derrotar a alguien que se veía tan dotado a punto de atreverse a asegurar que había vencido a Dios.

Wilhelm Steinitz, el primer campeón mundial de ajedrez de la historia

El segundo campeón mundial de la historia logrará retenerla por un tiempo muy prolongado (veintisiete años), estableciendo un récord que nunca será superado, manteniendo el título una y otra vez, ante el propio Steinitz primero y, más tarde, dejando en el camino al norteamericano Frank Marshall, a su compatriota Siegbert Tarrasch, al austriaco Carl Schlechter (en definición algo controversial), y al francés (nacido en territorios de la actual Bielorrusia) David Janowski.

Emanuel Lasker, el segundo campeón mundial y el del más largo periodo de reinado

Ese prolongado liderazgo de Lasker habrá de caer en 1921 cuando le arrebate la corona el genial jugador cubano José Raúl Capablanca. De ese modo, llegaba a lo más alto, por primera vez en la historia del ajedrez, y al cabo de todo será la única, un ajedrecista de origen latino.

La era pre-Steinitz

En el siglo XIX, antes de Steinitz, brillaron diversos jugadores, aunque ninguno de ellos puede ser reconocido como campeón del mundo. La figura más relumbrante de todas fue la del norteamericano Paul Morphy, de tan brillante como efímera carrera, la que se concentró entre los años 1858 y 1859 cuando barrió a todos sus rivales europeos, menos al renuente Howard Staunton (que evitó la confrontación con quien venía del otro lado del Atlántico). Este jugador inglés había dominado el panorama antes, en particular en los años 40.

Paul Morphy, uno de los mejores ajedrecistas de siempre (pero no un campeón mundial)

Otros nombres notables de ese siglo fueron los del prusiano Adolf Anderssen, vencedor del primer torneo de la era moderna, el de Londres en 1851, en el que prevaleció respecto de Staunton. Aquel, años después, caerá sin atenuantes ante Morphy en su enfrentamiento en París. A inicios de esa centuria, por cuatro décadas, habían sido los franceses Alexandre Deschapelles y Louis de Bourdonnais quienes primaron.

Otro galo, el gran Francois-André Danican, conocido como Philidor (excelso músico, por otra parte), no solo que fue el mejor ajedrecista del siglo XVIII, superando rápidamente a su maestro Legall de Kermeur y luego al sirio Philipp Stamma (y a todos los que se le cruzaron en el camino) sino que, con su contribución divulgativa y su estilo diferente de juego, le dio forma moderna y definitiva al ajedrez.

Philidor, jugador y libro de ajedrez que deben considerarse fundacionales

Antes del ajedrecista-músico, en el siglo XVII, había sido el tiempo de los italianos Alessandro Salvio y Gioachino Greco y, en la centuria anterior, de los también originarios de esa península Paolo Boi y Leonardo da Cutri; estos últimos, compartiendo el escenario con el español Ruy López Segura. A este, en algunas concepciones, se lo suele sindicar como «el primer campeón mundial de la historia», título que no se ajusta para nada a las circunstancias. Primero ya que nadie podía conferir esa clase de mérito; y más aún ya que, en el primer torneo internacional del que hay registro, el de 1575 organizado por el rey Felipe II en las afueras de Madrid, López de Segura salió tercero, detrás precisamente de Da Cutri y Boi.

Tiempo antes, no obstante, el español, en excursión por Italia, había vencido a sus contrincantes del país anfitrión, siendo ese el mérito que se podría en todo caso esgrimir, extendiendo las interpretaciones, para señalarlo como el mejor de todos en los albores del ajedrez en los primeros tiempos en los que comenzaba a ser visto en su práctica competitiva.

Siempre, en el marco de un juego milenario, es posible remontarnos aún más en el tiempo y, orientando la mirada hacia el este, decir que en la época del shatranj (el inmediato antecedente del ajedrez de diseño musulmán, el que a su vez venía de la tradición oriental india-persa), entre los mejores ajedrecistas de entonces, podemos entre otros mencionar los casos de al-Adli, as-Suli y al-Lajlaj, los que incluso eran contratados por los califas por esos méritos.

Estamos en presencia de los aliyah (expresión árabe que significa «el más elevado»), nombre con el que se aludía a los mejores ajedrecistas de la corte con sede en Bagdad los que, si siguiéramos con premisas especulativas, podrían ser considerados campeones mundiales de fines del primer milenio.

Sin embargo, ninguno de estos nombres, muy prestigiosos todos por cierto, pueden ser considerados campeones mundiales. Los primeros tres que pueden reputarse de oficiales, aún sin que se hubiera fundado aún la FIDE, tal cual fuera dicho, son entonces Wilhelm Steinitz, Emanuel Lasker y José Raúl Capablanca. Desde esos antecedentes hay que proseguir encolumnando la respectiva secuencia de quiénes llegarían a lo más alto en el ajedrez.

Los campeones mundiales de la FIDE (antes del cisma)

Capablanca, quien en su tiempo de esplendor era considerado casi invencible, cae no obstante, sin atenuantes e inesperadamente, frente al ruso (que a poco se nacionalizará francés) Aleksandr Alejin, en el match realizado en Buenos Aires en 1927, por lo que este se convierte en el cuarto campeón mundial de la serie y el primero en obtenerlo en tiempos en los que la FIDE ya tenía existencia real.

El match de Buenos Aires 1927 entre José Capablanca y Aleksandr Alejin, el primero en realizarse en los tiempos de la FIDE

Hay una cuestión que aclarar sobre este periodo, y también respecto de lo que venía sucediendo desde antes, y que se proyectaría por varios años más (hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial): los campeones mundiales primaban, fijando las condiciones, a la hora de establecerse quiénes serían sus desafiantes. Además no había sincronía preestablecida en la realización de los encuentros ecuménicos, ni tampoco secuencias clasificatorias previas. El campeón podía ser desafiado y era aquel el que terminaba por aceptar (o no) los rivales, la fecha de realización de los encuentros y las condiciones generales bajo las que se dirimían.

La FIDE, en estas condiciones, meramente avalaba lo que se disponía en otros ámbitos. En ese contexto, ni Capablanca tuvo más tarde su merecida revancha ante Alejin, ni tampoco tendrá ocasión de obtener el derecho de enfrentar al campeón, por caso, el estonio Paul Keres, vencedor del gran torneo de AVRO 1938.

José Raúl Capablanca, el primer campeón mundial reconocido por la FIDE

Ya antes, demostrando que no había nada nuevo bajo el sol, el polaco Akiba Rubinstein no había tenido oportunidad de desafiar a Lasker a pesar de que, en las primeras décadas del siglo XX podía aquel indudablemente ser considerado el mejor del mundo.

Alejin, en su reinado, se ocupó en defender exitosamente en sendas ocasiones el título ante el ucraniano-germano Yéfim Bogoliúbov y ante el neerlandés Machgielis (Max) Euwe, quien en 1935 se convirtió del todo inesperadamente en el quinto campeón de la secuencia. Aunque el ruso-francés volverá a serlo rápidamente, al imponerse en la revancha, para luego no volver a exponer el título, el que se lo llevará a la tumba.

Aleksandr Alejin, el único campeón mundial absoluto que se llevó el título a la tumba

En este punto, debemos hacer una aclaración. Cuando en aquella época se decía campeón mundial se pensaba de inmediato en los varones que podían acceder a esa consideración. Las mujeres quedaban fuera del radar por su bajo nivel comparativo respecto de los integrantes del otro sexo y tampoco existían pruebas máximas a nivel de juveniles o de cualquier otra clase (hoy tenemos, sin ir más lejos, las destinadas a personas con discapacidades, las que se celebran vía correspondencia, o las que corresponden a ritmos de juego más veloces que el convencional).

Por ende, ni era la edad ni el sexo ni ninguna otra circunstancia los que marcaban la diferencia. Solo debía primar el talento frente al tablero para determinar quién era el mejor de todos en partidas disputadas al ritmo convencional. El campeón mundial de ajedrez era solo uno, se aludía al mejor del planeta por lo que, tras esa enunciación, no se tenía que hacer aclaración alguna.
Mas, en 1927, apareció la prueba ecuménica a nivel de mujeres, en la que se impondrá, como fuera un canon en el transcurso de su vida, hasta su trágica muerte, la recordada ajedrecista rusa-checa-británica Vera Menchik. Desde ahora se podría hacer una precisión y, para la prueba principal, hablarse de campeonato mundial absoluto.

Vera Menchik, la primera campeona mundial de mujeres. Desde ahora, a los otros se los deberá considerar campeones mundiales absolutos

Hubo, además, otra circunstancia especial en esos tiempos en que comenzaba a dar los primeros pasos la FIDE, en el sentido de diferenciarse los ajedrecistas aficionados de los profesionales. Es más, en las primeras ediciones de las competencias colectivas, esas que luego fueron llamadas Olimpíadas, que comenzaron su recorrida en forma oficial en 1927, solo participaban los primeros. A nivel individual se organizaron solo dos campeonatos mundiales amateurs en los que se impusieron el letón Hermanis Matisons en Paris (1924) y el neerlandés Max Euwe en Ámsterdam (1928) quien posteriormente, como fuera dicho, también será efímero campeón mundial absoluto.

Max Euwe, el único campeón mundial de la historia tanto a nivel de aficionados como absoluto

Siguiendo con la secuencia de los campeones mundiales absolutos, tras la Segunda Guerra Mundial, en 1948 se hizo un torneo pentagonal para consagrar al sucesor de Alejin, en el que se impuso el soviético Mijaíl Botvínnik, quien se convierte en el primer campeón mundial de la posguerra, el sexto de la nómina y el primero en obtenerlo bajo una modalidad diferente a la de los matches.

Mijaíl Botvínnik (a la izquierda), el patriarca soviético y primer campeón mundial en la posguerra

De ese modo, comenzó el amplio dominio soviético en la posguerra con un jugador que, además de ser considerado el patriarca soviético por su calidad e influencia, era el preferido de un régimen estalinista que hizo todo lo posible para que fuera la cara visible del éxito del modelo en el campo del ajedrez.

En ese contexto, incluso se especuló que el siempre postergado Keres pudo no haber jugado esa vez (la de 1948) con la enjundia debida, facilitándole las cosas a Botvínnik. El estonio, por lo hecho a lo largo de su trayectoria, ha sido considerado un campeón mundial sin corona, como antes podía haber sido conceptuado en ese carácter también Rubinstein y, más tarde, entre otros, el disidente soviético, devenido en ciudadano suizo, Víktor Korchnói.

El predominio de la URSS siguió por un buen tiempo, con Botvínnik como estandarte, a pesar de que por momentos perdía el título, ante los soviéticos Vasili Smyslov y Mijaíl Tal (este letón, aquel ruso), para recuperarlo de inmediato; o los empataba (una vez ante el propio Smyslov, otra ante otro soviético, David Bronstein, quien estuvo a un paso de derrotarlo). Hasta que en 1963 el soviético (armenio) Tigrán Petrosián lo venza, en el contexto de que la FIDE había eliminado el derecho del excampeón a tener revancha, por lo que Botvínnik sale de escena.

Más tarde, llegará a lo más alto Boris Spaski, el último de esta ininterrumpida serie de representantes soviéticos al mando del ajedrez mundial quien, en 1972, perderá el cetro ante el norteamericano «Bobby» Fischer, el undécimo campeón mundial del milenario juego, en Reikiavic, en el considerado «match del siglo», que se adscribió a la lógica del enfrentamiento que en el marco de la Guerra Fría confrontaba los modelos de la URSS y los EE. UU.

Boris Spaski (izquierda) y Bobby Fischer (derecha), el soviético que cedió el cetro al norteamericano en el contexto de la Guerra Fría

Fischer cederá su puesto sin jugar, retomando el control la Unión Soviética, con Anatoli Kárpov primero, y con Garri Kaspárov después, quienes protagonizaron entre ellos una lucha por momentos encarnizada, en situación que se prolonga hasta la década del 90 (la de implosión de un país que tendrá como principal heredero a Rusia), en que se produce un inopinado cisma en el ajedrez.

Por ende, los campeones mundiales de este periodo en que la FIDE tuvo existencia sin ser interpelada por entidad alguna, son Aleksandr Alejin, Max Euwe, Mijaíl Botvínnik, Vasili Smyslov, Mijaíl Tal, Tigran Petrosián, Boris Spaski, Bobby Fischer, Anatoli Kárpov y Garry Kaspárov. Diez figuras que se suman a las tres previas de los tiempos en que no había una entidad mundial rectora.

Anatoli Kárpov, el campeón que recuperó la corona para la URSS

Cameones mundiales durante el cisma: los oficiales de la FIDE y los oficiosos de la Professional Chess Association PCA)

Será Kasparov, precisamente, quien pateará el tablero al liderar el nacimiento de una nueva entidad, la Professional Chess Association (PCA), que existió entre 1993 y 2006 (ya había habido otro intento secesionista previamente con la creación de la Asociación de Grandes Maestros -GMA-), poniendo más claramente en discusión la supremacía de la FIDE, organizando sus propias pruebas y dando sus propios campeones.

El propio Kaspárov lo seguirá siendo bajo sus propias reglas hasta el 2000, en que será derrotado por el ruso Vladímir Krámnik, el segundo y último campeón para la PCA. Ambos, a pesar de sus pergaminos, solo pueden ser considerados oficiosamente, pero de modo alguno como campeones mundiales oficiales.

En aquel 1993 en el que la PCA inicia su propio camino, la FIDE organiza un match por el título entre Kárpov y el neerlandés Jan Timman y, como aquel se impone, vuelve a convertirse en campeón para la entidad mundial, condición que retendrá hasta 1999.

Fueron tiempos turbulentos, de cuestionamientos, críticas y cambios reglamentarios que hicieron modificar la forma en que se podía acceder a la corona mundial. Pero, y pese a las desprolijidades que pudieran invocarse, y eso también hay que decirlo, la FIDE en ningún momento dejó de tener campeones mundiales, aún con los cambios de las reglas de juego, por lo que los que surgieron en pruebas bajo su organización son los que deben ser, en cualquier caso, considerados como oficiales.

Así, tenemos varios torneos en los que participaron numerosos jugadores, quienes se iban eliminando en las sucesivas instancias hasta arribar dos de ellos a un match final, cuyo ganador habrá de ser ungido como campeón del mundo.
En esas condiciones llegarán a lo más alto el ruso Aleksandr Jálifman en Las Vegas en 1999, el indio Viswanathan Anand en Nueva Delhi y Teherán en 2000 (con lo que tenemos el primer asiático en llegar a la cima proviniendo, para más, de la tierra del chaturanga), el ucraniano Ruslán Ponomariov en Moscú en 2002 (logra el título con apenas dieciocho años, por lo que es quien lo consiguió a la edad más temprana en un hecho que se suele ignorar), el uzbeko Rustám Kasimyánov en Trípoli (el primer título del mundo disputado en tierra africana) en 2004 y, en competencia cerrada a ocho jugadores, llevada a cabo en 2005 en Potrero de los Funes (Argentina), el búlgaro Veselin Topalov.

Foto: Aleksandr Jálifman y Ruslán Ponomariov (arriba); Rustám Kasimyánov y Veselin Topalov (abajo), campeones mundiales surgidos gracias al cisma

De esta forma, con los nombres de Jálifman, Anand, Ponomariov, Kasimyánov y Topalov, algunos de ellos tal vez accediendo a pergaminos inesperados gracias a que el cisma alteró el curso natural de los acontecimientos, arribamos por lo pronto a un número de dieciocho ajedrecistas que lograron convertirse en campeones mundiales oficiales, en listado comenzado por Steinitz.

Campeones mundiales de la FIDE pos-cisma

En 2006 se acuerda reunificar el título, siendo Krámnik quien se consagre campeón mundial (antes era oficioso, ahora será oficial, el decimonoveno de la nómina), tras superar a Topalov en el respectivo match disputado en Elistá.

Esto, retrospectivamente, podría ser interpretado como que los campeones mundiales de la PCA pudieran objetivamente ser considerados mejores que los que propusieron sincrónicamente la FIDE. Mas, insistimos, lo que importa es quiénes fueron los campeones oficiales y no quiénes fueron en todo caso los mejores en cada tiempo.

Foto: Vladímir Krámnik, solo ahora campeón oficial (antes lo había sido para la PCA cuando superó al mítico Kaspárov)

Más, en el 2007, será Anand quien vuelva a la cumbre, primero en una competencia definida mediante un torneo, y luego en otras oportunidades en que mediaron matches en los que derrota a Krámnik, Topalov y al israelí (nacido en Bielorrusia) Borís Gélfand.

Hasta que, en su propia ciudad natal, Madrás, Anand pierda el cetro en 2013 ante el noruego Magnus Carlsen, el vigésimo ajedrecista de la historia en convertirse en campeón del mundo.

El noruego Magnus Carlsen, un campeón que lo será hasta que se lo propuso serlo

Ya lo sabemos, el nórdico predominó claramente en el panorama por una década. Y, aunque sigue liderando el ranquin mundial, prefirió desistir de defender el cetro en este año de 2023, lo que dio por resultado que se consagrara Liren Ding como el vigésimo primer campeón mundial oficial de la historia del milenario ajedrez, el primero procedente de la tierra del xiang-qi.

Foto: Liren Ding, el 21° (y no el 17°) campeón mundial de la historia del ajedrez

Desde aquellos tiempos de la última porción del siglo XIX hasta nuestros días, se ha generado una nómina notable de campeones mundiales del ajedrez, a pesar de algunos matices, que pueden invitar a las controversias, en particular si reparamos las figuras que emergieron en los tiempos recientes del cisma.

Pero, y eso es una realidad que aplica a momentos diversos, no necesariamente los mejores jugadores del mundo son los campeones. Allí entran a jugar juicios de valor y no la correspondencia fáctica de las situaciones. Desde que se consagró la existencia de la FIDE, es campeón mundial el que quedó ungido en los torneos organizados al efecto por esa entidad. Y punto.

Por lo pronto, próximamente se abrirá espacio para que la egregia nómina que hoy tiene Ding como referente, eventualmente se expanda a la brevedad. Es que bajo los auspicios de la FIDE, en el 2024 se hará un nuevo Torneo de Candidatos.
En ese marco, el ajedrecista chino deberá aprestarse oportunamente a defender el atributo que supo este año obtener. ¿Lo mantendrá?; ¿reaparecerá Carlsen para recuperar lo abandonado? o, quizás, ¿habremos de tener el próximo año el vigesimosegundo nombre de un ajedrecista que se consagre como campeón mundial a lo largo de la historia?

En este último supuesto, o inexorablemente en algún momento más adelante, la nómina iniciada por Steinitz en 1886 nos ofrecerá un nuevo nombre que se sumará a los de Lasker, Capablanca, Alejin, Euwe, Botvínnik, Smyslov, Tal, Petrosián, Spaski, Fischer, Kárpov, Kaspárov, Jálifman, Anand, Ponomariov, Kasimyánov, Topalov, Krámnik, Carlsen y ahora Ding.

En todo caso, prosiguiendo con la marcha irrefrenable, surgirá una y otra vez el nombre de renovadas figuras que podrán enorgullecerse, como las ya consagradas, por alcanzar a ser campeones mundiales del milenario juego.

Nómina de campeones mundiales oficiales de ajedrez

1. Wilhelm Steinitz (Imperio austro-húngaro/Estados Unidos de América): 1886-1894
2. Emanuel Lasker (Prusia): 1894-1921
3. José Raúl Capablanca (Cuba): 1921-1927
4. Aleksandr Alejin (Rusia/Francia): 1927-1935, 1937-1946
5. Max Euwe (Países Bajos): 1935-1937
6. Mijaíl Botvínnik (Unión Soviética): 1948-1957, 1958-1960, 1961-1963
7. Vasili Smyslov (Unión Soviética): 1957-1958
8. Mijaíl Tal (Unión Soviética): 1960-1961
9. Tigrán Petrosián (Unión Soviética): 1963-1969
10. Boris Spaski (Unión Soviética): 1969-1972
11. Bobby Fischer (Estados Unidos de América): 1972-1975
12. Anatoli Kárpov (Unión Soviética/Rusia): 1975-1985, 1993-1999
13. Garri Kaspárov (Unión Soviética/Rusia): 1985-1993 (fue campeón no oficial, para laPCA, entre 1993 y 2000)
14. Aleksandr Jálifman (Rusia): 1999-2000
15. Viswanathan Anand (India): 2000-2002 y 2007-2013
16. Ruslán Ponomariov (Ucrania): 2002-2004
17. Rustám Kasimyánov (Uzbekistán): 2004-2005
18. Veselin Topalov (Bulgaria): 2005-2006
19. Vladímir Krámnik (Rusia): 2006-2007 (fue campeón no oficial, para la PCA, entre 2000 y 2006)
20. Magnus Carlsen (Noruega): 2013-2023
21. Liren Ding (China): desde 2023

17 Comentarios

  1. Una impresionante nota. Cómo nos tiene acostumbrados Sergio Negri.
    FELICITACIONES!!

  2. Para leer detenidamente.

  3. José Copié

    Muy interesante nota histórica, para renemorar los singulares acontecimientos del mundo del ajedrez y de la no menos singular política que lo ha regido en el tiempo.
    Felicitaciones Sergio

  4. Enrique Arguiñariz

    Otra de las minuciosas investigaciones históricas del ajedrez a las que nos tiene acostumbrados el autor. Muy valiosa nota.

  5. Muy agradecido a los colegas por tan conceptuosas palabras. Me honran con su amistad.

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  7. Muy grata e interesante nota del amigo Sergio Negri, con quien hace muchos años compartimos equipo jugando en representación del B.C.R.A..

  8. Mario Petrucci

    Impactante resumen histórico
    Fotografías imperdibles
    Nivel académico para uso educativo

    • Sergio Negri

      Muchas gracias Mario por tus conceptuosas palabras.

      • Jose Rosales

        Extraordinaria investigación y escritura-narración cautivante. Artículos ideales para sembrar interés a jugar al ajedrez desde la perspectiva: historia, deporte,arte, psicología…etc. Felicidad y salud al señor Sergio porque diga escribiendo tan dedicados yestimulantes artículos.Se los transmito a mis queridoalumnos. Saludos

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  12. Muchas gracias Jorge por sus conceptuosas palabras. Abrazo

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