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Diario de Catar III: «En Buenos Aires sí que hay clima mundialista, no como en Catar, no como en España»

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El viernes, durante el partido que cerraba la primera fase del Mundial entre Camerún y Brasil, no pude evitar contenerme y casi comienzo una gresca en la grada de Lusail. Durante el primer tiempo, un grupo de brasileños ubicado a dos filas de mi asiento comenzó a cantar el tradicional «Mil gols, mil gols, mil gols… só o Pelé, só o Pelé. Maradona cheirador!», que además de hacer referencia al falso dato de los mil goles de Pelé, tilda a Maradona de drogadicto. Indignado, los llamé varias veces para preguntarle qué significaba «cheirador». La idea era obtener como respuesta lo que yo ya sabía que significaba esa palabra y poder así llamarles la atención. Y que pasase lo que tenía que pasar. Afortunadamente para mí, porque eran muchos y muy grandes, no me escucharon y la cosa quedó en nada. Eso sí, no me fui sin gritarles en la cara el gol de Camerún sobre el final del encuentro.

El sábado fue un calco del miércoles anterior. Argentina jugaba contra Australia por octavos de final y, sin entrada, fui nuevamente al Centro de Prensa a verlo. La victoria de Argentina volvió a poblar las calles de argentinos, indios y fanáticos de Messi. Durante los festejos, y en medio de una conexión telefónica con España, el mítico Claudio Marchisio se detuvo justo a mi lado a sacarse fotos. Quedé tan fascinado por su traje como por los mocasines sin calcetines que llevaba, como para que luego hablen de la elegancia de los italianos.

El domingo me perdí los primeros 23 minutos del Francia-Polonia de octavos de final por culpa del chofer del autobús que nos trasladaba hacia el estadio Al Thumama, uno de los dos a los que no se puede llegar en metro. Al subir al autobús me apoyé contra la ventana y a los pocos minutos me quedé dormido. Catar es lo que tiene, ya sabéis: se duerme poco, se camina mucho y se hacen filas, muchas filas. Cualquier momento y lugar debe ser aprovechado para descansar. Al despertar, vi muchas camisetas de Francia y ambiente de partido y me alegré. Habíamos llegado. Bueno, no. Estábamos en el lugar en el que nos habíamos subido al vehículo. El chofer se perdió a mitad de camino y en vez de orientarse o preguntar, decidió volver al punto de partida e iniciar nuevamente el recorrido. Sí, como leéis. El tipo volvió al punto de partida. Por si fuera poco, una vez en los aledaños del estadio tuvimos que caminar unos dos kilómetros. Llegamos justo a tiempo para escuchar entonar el «Cielito Lindo» y la del Chucky Lozano a los miles de mexicanos que presenciaban el partido y ver la exhibición de Lewandowski. El polaco, además de autopercibirse mejor jugador del mundo, debe autopercibirse brasileño. Lo digo por la manera en la que pateó el penal que, por suerte, le hicieron repetir.

 

El lunes, mi último día en Catar, aproveché para recorrer el mercado de Souq Waqif de Doha y comprar imanes. Me llamó poderosamente la atención lo vacía que estaba la ciudad. El final de la primera fase hizo que las selecciones eliminadas se llevasen a sus aficiones y, con ellas, el clima de Mundial. Desolador. A la noche, y después de ver por televisión el Croacia-Japón de octavos mientras preparaba la maleta, partí hacia el aeropuerto para tomar un vuelo hacia Madrid con escala en Londres. Llegué a la capital española justo a tiempo para ver España-Marruecos. O intentarlo, porque me quedé dormido durante el segundo tiempo. Cuando desperté, Luis Enrique estaba compareciendo ante los medios. La selección española había quedado eliminada. Salí a recorrer las calles de Madrid y me decepcioné. No vi banderas, lágrimas o protestas. Esperaba más, la verdad.

Es viernes y estoy escribiendo estas líneas, después de vivir una experiencia maravillosa de casi tres semanas en el país en el que se disputó la Copa del Mundo, en Buenos Aires. Aquí sí que hay clima mundialista, y me encanta. No como en Catar. No como en España. Hoy, en el que fue uno de esos días en los que uno no se levanta del sofá, acabo de ver perder a Brasil contra Croacia y ganar a Argentina contra Países Bajos, no sin sufrir, para confirmar que, cuando ganan los tuyos, el fútbol es el deporte más hermoso del mundo.

 

 

 

 

 

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