
Pocos defensas ha habido en la NBA como Tony Allen, ha sido «El defensa» y quien acuñó el lema de los Grizzlies de «Grit and Grind». En una entrevista en Club 520, el ex jugador ha repasado toda su carrera, en la que sufrió lesiones graves, tuvo que aprender a redefinir su juego, pero también se llevó éxitos como el anillo de 2008 con los Celtics.
Si hay un jugador que respeta es Kobe Bryant. Cuando recuerda sus enfrentamientos y cómo tuvo que trabajar para poder estar a su altura, se nota que está contando una de las hazañas más épicas de su vida. En sus primeras experiencias contra Kobe, Allen admite que fue completamente superado. «Mi año de novato, le hice seis faltas en ocho minutos».
Con el tiempo, Allen aprendió a estudiar a Kobe en detalle, observando su juego y buscando formas de limitarlo. «Me llevó años y años estudiarlo después de que James Posey se fuera. Ahí fue cuando realmente aprendí a defenderlo». Se dio cuenta de que todo radicaba en caer o no en sus fintas, porque era un maestro a la hora de provocar contactos y sacar faltas a su favor: «Era un maestro de las fintas. Si caías en una, estabas jodido».

Al final, terminó cambiando su técnica de defensa en los tiros de Kobe, especialmente su fadeaway para no cometer errores absurdos. «Dejé de caer en sus fintas, en sus movimientos de jab-step. Sabía que si hacía su fadeaway, no debía contestarlo con mi mano derecha, sino con la izquierda». Y todo se debió en parte a Posey, de quien aprendió a analizar hasta el más mínimo detalle de sus rivales: «Siempre llevaba un portátil enorme donde veía jugadas individuales de los jugadores que iba a defender. Miraba sus tiros en transición, los rebotes ofensivos, los tiros en movimiento. Lo hacía hasta casi el día del partido».
En las Finales de 2010, Allen y los Celtics se enfrentaron nuevamente a Kobe y los Lakers, en una serie muy disputada que terminó con la victoria de Los Ángeles en el séptimo partido. A pesar de la derrota, Allen destaca que lograron hacer que Bryant tuviera su peor desempeño en cuanto a porcentaje de tiro. «Kobe tuvo su peor porcentaje de tiro en esa serie». Sin embargo, lamenta que una lesión de último momento afectara el desenlace del campeonato. «Si Kendrick Perkins no se hubiera lesionado, habríamos ganado ese campeonato». Para Allen, la ausencia de Perkins en la pintura fue clave para que los Lakers se llevaran el anillo.
La forja de un defensa
Allen fue seleccionado en la primera ronda del Draft de la NBA de 2004 por los Boston Celtics, un equipo que se encontraba en plena reconstrucción. Su llegada a la elite no fue fácil, ya que tuvo que adaptarse rápidamente al nivel físico y táctico del baloncesto profesional. Para empezar, en su etapa universitaria era anotador y en Boston le pusieron a defender.
Encima, se queja en la entrevista, muchos de sus compañeros estaban centrados en sus estadísticas individuales. Por eso, el equipo no tenía un juego colectivo claro y le impedía aún más destacar en un rol defensivo. De ese modo, fue como se dio cuenta de que tenía que aprender a defender individualmente y a enfrentarse a las estrellas cara a cara.
En su tercer año en la NBA, Allen sufrió una grave lesión en la rodilla que marcó un antes y un después en su carrera. Durante un partido contra los Indiana Pacers, intentó hacer un mate después de que sonara la bocina y fue la mayor tontería que se le ocurrió en toda su vida. La bravuconada le costó una rotura del ligamento cruzado anterior, «me sentía muy bien en ese momento, estaba en racha anotando y me vi haciendo algo espectacular». Se perdió una temporada entera y casi su carrera. Al volver, tuvo que redefinir su juego y centrarse aún más en la defensa.

Uno de los jugadores más importantes en la carrera de Allen fue Paul Pierce, compañero de equipo en Boston. El momento clave fue cuando renovó su contrato y, acto seguido, se quejó del nivel de la plantilla: fue a los medios a decir: ‘Necesito ayuda’. Pensé: ‘Mierda, está tratando de sacar a algunos de aquí’», recuerda Allen. Habían perdido rachas de 18 partidos seguidos y se vio en el punto de mira. Esos días, recuerda que Tony Battie llegó a decir: «Tíos, basta ya, esto no es divertido, estoy cansado de esta mierda».
Todo cambió en 2007, cuando Boston consiguió a Kevin Garnett y Ray Allen, que formaron un Big Three con Pierce. La llegada de estos jugadores elevó el nivel de la franquicia inmediatamente. Allen cuenta que, desde la pretemporada, se impuso una nueva mentalidad de trabajo colectivo y sacrificio. En ese momento, su rol de defensor abnegado encajó perfectamente en el nuevo puzle. Paul Pierce le acabó diciendo a Allen que tenía que asumir un rol importante: «Un día se me acercó y me dijo: ‘Voy a dejar de jugar. Ahora tienes tú el control’. Y se fue. Hermano, eso fue todo lo que necesitaba escuchar».
En 2008, los Celtics ganaron el anillo al imponerse a Los Angeles Lakers: «Desde el principio sabíamos que íbamos a ganar. La energía era diferente, todos estaban centrados en el mismo objetivo». Era el primer título desde Larry Bird. Todo se debió a la química del vestuario, una comunión que dejó cientos de historias. Por ejemplo, cuando Al Jefferson le prestó su Hummer, un vehículo modificado con unos altavoces escandalosos en el maletero. Allen había quedado con una chica a la que quiso impresionar poniéndole la música a tope.

Sin embargo, la impresionó por el golpe que se dieron. Fueron a un centro comercial sin darse cuenta de que ese Hummer no entraba por el túnel del parking. . «Pasé por la entrada y de repente escuché: boom, boom, boom. Pensé: ‘Maldición, ¿nos están disparando?’». Cuando bajó del coche, se dio cuenta de que el techo del Hummer estaba completamente destrozado. «La chica me miró y dijo: ‘¿El coche tenía esta forma?’». Jefferson nunca volvió a prestarle su coche.
También recuerda a Garnett, que llevaba la motivación a un nivel individual: «Se sentaba con una almohadilla térmica en los pies, sin hablar con nadie. Luego, antes del partido, hacía 50 flexiones con pesas. Yo pensaba: ‘Joder, está preparándose de verdad’». Algo parecido a Ray Allen: «Llegaba al estadio tres o cuatro horas antes, se duchaba, se metía en la piscina de agua caliente y luego en la fría. Después se ponía a leer un libro. Yo pensaba: ‘Así es como se prepara un profesional’». O Kendrick Perkins, al que le pusieron un mote: «Le decíamos Swamp Thing (Cosa del Pantano) porque sudaba demasiado».
Tony Allen busca protagonismo
Al final, decidió no renovar por los Celtics porque consideraba que no tenía el papel que merecía. Esa decisión le llevó a los Memphis Grizzlies. Nada más llegar, Zach Randolph le dio la bienvenida: «Cuando lo conocí, me dijo: ‘Hermano, vi lo que hiciste en las Finales. Necesitamos eso. Trae esa mentalidad competitiva aquí. La vamos a liar’».
Por eso no fue de extrañar que no tardara en convertirse en el alma defensiva del equipo e impuso su lema, Grit and Grind, esfuerzo y juego físico. Aunque al principio no recibió muchos minutos, un día el entrenador, Lionel Hollins probó a ponerle a defender a Kevin Durant. Según cuenta ahora Allen, para él fue un trago, porque no había estudiado sus movimientos, a él le tocaba James Harden, pero jugó bien: «Ganamos bien a Oklahoma City y un periodista me preguntó: ‘¿Cómo has jugado tan bien?’ y yo le contesté: ‘es todo corazón, es todo grit and grind’». Esa frase no le abandonó mientras estuvo en Memphis. Toda la afición la asumió como su filosofía.
La atmósfera en el FedExForum cambió completamente, y el equipo dejó de ser una escuadra desnortada para transformarse en uno de los equipos más duros de la NBA: «Cuando jugábamos en casa y teníamos el control del partido, sonaba ‘Whoop That Trick’ en los altavoces. Eso significaba que estábamos dominando, que habíamos impuesto nuestro estilo».

El impacto de Allen en los Grizzlies fue tan grande que la franquicia decidió retirar su camiseta con el número 9, como reconocimiento a su contribución en la transformación del equipo. «Es un sueño hecho realidad. Memphis me mostró amor desde el primer día y estoy agradecido de por vida».
Declive
En los últimos años de su carrera en la NBA, Tony Allen tuvo un breve paso por los New Orleans Pelicans, un equipo que parecía tener potencial para competir en los playoffs. Sin embargo, su experiencia allí no fue la que esperaba. El entrenador Alvin Gentry apenas le dio minutos, y aunque Allen trabajó duro para estar listo el día que le tocara salir, como había hecho en Memphis, no llegó a entrar en las rotaciones. Y de remate se lesionó. «Me decían: ‘Mantente preparado, te vamos a necesitar’. Hermano, nunca me necesitaron», recuerda.