
Dick Gould fue entrenador del equipo masculino de tenis de la Universidad de Stanford durante casi cuatro décadas. Bajo su dirección, convirtió a la entidad en una potencia nacional, cayeron 17 campeonatos de la NCAA y formó a figuras del tenis profesional, como John McEnroe, los hermanos Bryan, Roscoe Tanner y Alex Kim.
Durante una entrevista en Bay Area Innovators, Gould ha expresado su profunda admiración por Rafael Nadal, del que ha destacado tanto sus cualidades técnicas como su ética competitiva. «Me encantaba ver a Nadal… el arte en su juego y sus golpes. Era bastante buen jugador de saque y volea hasta que el juego cambió y el equipamiento cambió un poco también, le gustaba sacar y volear, y lo hacía bastante bien».
Además, también: «Rafa no era muy fanático del saque y volea, pero era un competidor increíble, con un corazón enorme. Era como un toro en la cancha, y jugó muchas veces lesionado. Nunca pudo alcanzar completamente su pico por eso».

En cuanto a Novak Djokovic, Gould ha ensalzado su capacidad de adaptación y su fidelidad a sus principios: «Y luego está Djokovic. Lo respeto mucho por mantenerse fiel a sus convicciones, como cuando decidió no vacunarse y eso le costó torneos de Grand Slam que probablemente habría ganado, pero se mantuvo firme en lo que creía». También ha destacado el desarrollo de su juego: «Ha cambiado su juego. Lo ha mejorado, ahora termina más puntos en la red, ha trabajado en su volea. Se cuida muchísimo físicamente».
Sobre Roger Federer, a Gould le gustó el ejemplo que daba su relación con Rafael Nadal. «Federer y Nadal tenían una gran relación. Qué increíble debe ser para un joven crecer viendo a dos de los mejores jugadores de todos los tiempos competir uno contra el otro, con ese nivel de respeto mutuo. Son el ejemplo perfecto de cómo deben comportarse dos grandes competidores». En ese mismo sentido, añadió: «Es solo un deporte al final, no es cuestión de vida o muerte. Y mostrar eso a tus hijos, esa manera de competir, de respetar al rival… eso es algo muy valioso».
Dick Gould, el creador de John McEnroe
John McEnroe solo jugó un año en el equipo de tenis de Stanford, pero dejó una huella profunda en su entrenador y en sus compañeros. Dick Gould, al rememorar aquella etapa, dice que McEnroe era un deportista fiel: «Primero que todo, tienes que quererlo, es realmente… creo que es probablemente una de las personas más leales que he tenido. Estuve presente cuando lo incorporaron al Salón de la Fama del Deporte del Área de la Bahía, algo difícil de lograr siendo tenista, compitiendo con todos los equipos profesionales y atletas universitarios de la región. Y ahí, durante la ceremonia, dijo: ‘Y, por cierto’ —me miró y me señaló— ‘el próximo que debería estar en el Salón de la Fama es él’. Y al año siguiente, me seleccionaron. Eso fue por John, por su apoyo en ese mismo momento, durante el evento».
El entrenador también menciona un gesto de generosidad que vincula a McEnroe con el programa East Palo Alto Tennis and Tutoring, un proyecto educativo y deportivo dirigido a jóvenes en situación de vulnerabilidad. «Cuando nuestros jóvenes del programa necesitaban un orador principal para recaudar fondos, le pedimos a John que viniera. Aceptó de inmediato, dio un discurso increíble y esa noche recaudamos más de 700.000 dólares. No hubo subasta ni nada adicional, solo por la energía que generó estando allí. Y al final, en lugar de aceptar su pago como conferencista, firmó el cheque de vuelta y lo donó por completo al programa. Ese es el tipo de persona que es».

Respecto a su comportamiento durante la etapa universitaria, Gould desmiente la idea del McEnroe problemático que solía verse en el circuito profesional. «Muchas veces la gente tiene una imagen suya por cómo se comporta en la pista, cuando discute con los jueces. Pero fuera de la pista, es totalmente distinto. Hay dos caras. Y debo decir que durante el año que jugó conmigo en Stanford, nunca tuve un problema con él. Ni siquiera cuando había jueces, y cuando no los había, se comportaba de forma impecable».
Finalmente, subraya el compromiso del jugador con sus compañeros y el espíritu colectivo que demostró. «Cuando sus compañeros necesitaban algo, él estaba ahí. Si uno perdía un partido, él era el primero en ir a consolarlo en la pista. Si otro ganaba, él era el primero en felicitarlo. Fue un excelente jugador de equipo durante todo ese año. Siempre puso al grupo por delante».
Su libro The Anatomy of a Champion
Gould también es conocido por su gran obra, The Anatomy of a Champion, que se convirtió en un libro de referencia a la hora de forjar campeones de tenis. Según comenta en este encuentro, la obra surgió a partir de una conversación informal con Jack Gifford, entonces CEO de la empresa tecnológica Maxim y antiguo miembro del patronato del programa East Palo Alto Tennis and Tutoring.
Según relata Gould, fue Gifford quien un día, mientras ambos se cruzaban en los campos de entrenamiento de Stanford, le preguntó directamente: «Dick, ¿cómo es que ganas tanto y durante tanto tiempo?». El entrenador, sorprendido por la pregunta, respondió casi sin pensar: «Bueno, Jack, tengo a los mejores jugadores». Pero su interlocutor no se conformó con esa explicación y replicó: «No, he estado en este mundo mucho tiempo. Muchos equipos tienen grandes jugadores, y aun así no ganan. ¿Cómo lo haces tú?»

Esa insistencia llevó a Gould a reflexionar en profundidad sobre su trayectoria. Años después, ya retirado de las pistas y trabajando para una organización dedicada a la educación sobre conmociones cerebrales en el deporte, decidió intentar responder a esa pregunta de forma más rigurosa. «Pensé que tal vez mis jugadores podrían ayudarme a encontrar una mejor respuesta. Hice una lista de unas veinte preguntas —cosas como si teníamos una cultura definida, si la confianza era importante, cómo eran las relaciones dentro y fuera del equipo— y se las envié por correo electrónico a los 200 jugadores que aún vivían». El resultado lo sorprendió: «166 respondieron. Y no eran respuestas de sí o no. Se tomaron dos o tres horas para escribir ensayos extensos. Pusieron mucho tiempo y pensamiento en ello».
Con ese material en mano, Gould decidió organizar las respuestas en función de los temas recurrentes, agrupándolas por capítulos y dándoles forma de libro. «Imprimí todo. Eran más de 2.000 páginas. Recorté cada respuesta y las clasifiqué según la pregunta correspondiente. Llené toda una pared de mi oficina con columnas de respuestas. Fue entonces cuando pensé: esto podría ser un libro». Lo que en un inicio fue un intento de contestar a una pregunta puntual terminó convirtiéndose en una obra extensa sobre el liderazgo, la formación de valores y la gestión de personas en un entorno competitivo.
Aunque partió de una pregunta deportiva, The Anatomy of a Champion se transformó en algo más amplio. «Lo que me sorprendió fue que no había una sola ‘salsa secreta’. Lo que unos valoraban como lo más importante —el respeto, el compromiso social, la cultura del equipo, el ejemplo del entrenador, el cuidado por las personas— no era necesariamente lo que otros señalaban. Y eso fue muy revelador para mí». El libro, según reconoce el propio Gould, «acabó siendo sobre liderazgo, aunque no fue esa la intención inicial».
Su filosofía de entrenamiento
Para Gould, todo pasa por la humildad y la integridad. «Sé el tipo de persona que otros admiren por tu clase y tus actos, no por tus palabras», solía decir a sus jugadores. Esta idea de comportamiento ejemplar no se limitaba a los discursos o consignas; era una forma concreta de estar en el mundo del deporte. Para Gould, el respeto se ganaba a través de las acciones cotidianas, y ese principio guiaba toda su manera de entrenar.

Uno de los ejes centrales de su liderazgo era el ejemplo. Nunca pedía algo que no estuviera dispuesto a hacer él mismo. «Si yo quería que las canchas estuvieran limpias, recogía la basura con mis propias manos y la tiraba al cubo. Eso tenía mucho más impacto en mis jugadores que darles una orden». Esa coherencia entre lo que decía y lo que hacía le permitió formar equipos donde el respeto mutuo y la disciplina nacían de la observación y la repetición de gestos, más que de imposiciones.
Otro aspecto esencial de su método era la relación con el fracaso. Gould consideraba que la verdadera diferencia entre un buen jugador y un campeón estaba en su actitud ante el riesgo. «Los jugadores exitosos no tienen miedo a fallar, ni a perder, ni a intentar algo audaz bajo presión. Hay algo dentro de ellos que les permite dar el mejor golpe en el momento más difícil». Esta convicción lo llevó a cultivar la valentía deportiva, incluso en situaciones donde la victoria no estaba garantizada.
Por último, su trayectoria como entrenador estuvo marcada por la prioridad de hacer que el aprendizaje fuera una experiencia apasionante. A menudo recordaba su primera clase de tenis como niño, cuando no tenía ningún interés en el deporte. Pero el profesor, entendiendo su reticencia, le explicó cada movimiento relacionándolo con deportes que ya conocía. «Fue entonces cuando entendí que si un maestro logra que lo que enseña te entusiasme, todo cambia. Ese fue el primer gran aprendizaje de mi vida». Desde entonces, aplicó esa lección con cada jugador, sin importar su nivel.