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Noah Lyles: «Nunca olvidaré mi colapso en París, nadie vino a ayudarme y yo estaba luchando por respirar, tuve que levantarme yo solo»

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Noah Lyles (Foto: Cordon Press)
Noah Lyles (Foto: Cordon Press)

En la primera entrevista que ha dado el corredor Noah Lyles, oro en los 100 metros en los Juegos Olímpicos de París, después de coronarse, ha revelado que en esa cita vivió el mejor momento de su vida como deportista, pero también el peor. Estaba enfermo de COVID-19 e insistió en correr su prueba favorita, los 200 metros. No hizo caso de las advertencias médicas y le pudo costar caro.

En The Toure Show ha explicado que, tras cruzar la meta y hacerse con el bronce, se desplomó sobre la pista, momento en el que pudo comprobar la indiferencia de los que deberían haber estado ahí para ayudarle:

«¿Recuerdas que me caí? Yo recuerdo estar en el suelo. Recuerdo estar allí mucho tiempo. Recuerdo mirar directamente a la cara del personal médico, hacerles señas… y que simplemente me miraran. ¿Por qué? ¿Cómo podría el hombre más rápido del mundo estar tirado en el suelo? No puede haber nada malo en él, ¿verdad? Estuve allí… no sé cuánto tiempo, pero fue bastante. Y entonces veo que sale el médico del equipo de EE.UU., gritando: ‘¡Necesita ayuda! ¡Tienen que ayudarlo!’ Y entonces, finalmente, alguien viene. Bueno, en realidad no. Nadie vino a ayudarme a levantarme. Tuve que levantarme yo solo. Y ya entonces vinieron, me dieron una silla de ruedas y me sacaron. Y eso no se me va a olvidar nunca, porque yo estaba luchando por respirar, con el pulso disparado y completamente mareado».

Noah Lyles (Foto: Cordon Press)
Noah Lyles, en su incidente en París (Foto: Cordon Press)

Aunque el culpable fue él por forzar la máquina. El colapso se produjo por la enfermedad, que le había debilitado en extremo, intentó frenar los efectos con Paxlovid, un medicamento permitido, pero en última instancia no lo consiguió:

«El médico del equipo de EE.UU. me dijo que podía conseguirme la medicación, Paxlovid. Me la consiguió y empecé a tomarla de inmediato… por supuesto, no lo elimina todo. Pero también acorta el tiempo que tienes el virus, y eso… estábamos esperando que desapareciera antes de llegar a la final. Desafortunadamente, no fue así».

Frase viral de Noah Lyles

En el Mundial de Bucarest de 2023, cuando se subió al podio como campeón de los 100 metros, le dio por atacar a la NBA. Llevaba tiempo quejándose de que sus equipos se proclamen campeones del mundo cuando ganan algo, aunque solo compitan en Estados Unidos. Lyles dijo ese día «World champions of what?» e hizo un gesto de incredulidad y se volvió viral.

«La NBA lo hace muy bien en vender que el campeonato local es el máximo nivel posible, pero eso no ocurre con el atletismo, que sí es un deporte global», explicó más tarde. Pero ya era tarde. La frase provocó una avalancha de reacciones, muchas de ellas ofendidas, en especial desde el mundo del baloncesto profesional. Estrellas de la NBA contestaron enfadados, y hasta el rapero Drake intervino públicamente diciendo que Lyles «estaba loco».

Ahora Lyles se mofa de las redes sociales y su inmediatez. «Eso lo había dicho muchas veces antes, en muchas entrevistas, pero esta vez tenía la atención de todos porque yo era el hombre más rápido del mundo». Dice también que no quería tener un conflicto, pero sí abrir un debate sobre la desigualdad de los reconocimientos en el deporte.

Noah Lyles (Foto: Cordon Press)
Noah Lyles (Foto: Cordon Press)

Para empezar, porque considera que, aunque pueda parecer lo contrario, las figuras del atletismo en Estados Unidos son una suerte de segundones que no gozan de la misma relevancia que las estrellas de la NBA o la NFL: «En Estados Unidos no se celebra el atletismo como en otros países, y es frustrante, porque somos atletas que competimos todo el año contra el mundo entero, no solo dentro de una liga cerrada».

Contra las autoridades del atletismo

Lyles también se despacha sobre las injusticias estructurales que detecta en su deporte. A pesar de ser campeón olímpico y mundial, y de tener un contrato con Adidas, denuncia que el atletismo sigue funcionando como un deporte amateur, incluso para sus máximas figuras. «Estamos atrapados», dice sin ambages.

Los atletas dependen de los Juegos Olímpicos para alcanzar relieve. «Si no vas a los Juegos, pierdes patrocinadores, contratos, visibilidad, todo. No importa si eres el más rápido del mundo, si no estás ahí, desapareces», asegura.

Lyles plantea que el atletismo necesita una transformación radical: una liga profesional propia, al estilo de la NBA o la NFL, donde los atletas tengan control sobre su calendario, sus ganancias y su proyección mediática. «Corremos en estadios llenos, en competiciones televisadas por todo el mundo, pero ese dinero no es para nosotros. Nosotros somos contratistas, no profesionales», denuncia.

Por eso, sueña con algo más ambicioso: crear un circuito independiente que otorgue el título de ‘el más rápido del mundo’ fuera del marco olímpico o federativo. Imagina duelos uno contra uno, formatos accesibles al gran público, competiciones con narrativa, espectáculo y marketing. «¿Por qué no puede haber una carrera entre el campeón olímpico y el campeón mundial fuera del calendario oficial? ¿Por qué no puede haber una carrera entre Sha’Carri y Julien Alfred para decidir quién es la verdadera más rápida?», se pregunta.

Además, Lyles subraya que los atletas no deberían tener que mendigar protagonismo, sino poseer sus propias historias y derechos. «Las fotos que venden de nosotros, los videos, las repeticiones en TV… nada de eso lo controlamos. No cobramos por ello. Alguien más se queda con ese dinero», lamenta.

En su visión de un atletismo profesional, los corredores tendrían voz sobre cómo se construye el relato mediático de sus carreras, y no estarían obligados a adaptarse a normas impuestas por comités o federaciones que rara vez conocen las exigencias del alto rendimiento. «Queremos decidir cómo nos mostramos al mundo. Queremos tener el mismo trato que tienen los futbolistas, los tenistas o los jugadores de baloncesto».

Noah Lyles (Foto: Cordon Press)
Noah Lyles (Foto: Cordon Press)

Para Lyles, esta transformación no es solo un deseo individual, sino una misión generacional: «Yo estoy intentando cambiar esto, pero no puedo hacerlo solo». Aunque sabe que es difícil, cree que se pueden dar pasos antes de Los Angeles 2028: «Si conseguimos profesionalizar nuestro deporte antes de entonces, habremos dado un paso histórico. Ya no se tratará solo de ganar medallas, sino de construir algo que perdure, algo que nos pertenezca», concluye.

Contra el racismo

En la entrevista, Lyles también recuerda con emoción el momento en que conoció a Tommy Smith y John Carlos, los atletas que alzaron el puño enguantado en los Juegos Olímpicos de México 1968 como protesta contra el racismo en Estados Unidos. Fue durante una gala de la federación de atletismo de EE.UU., donde Lyles recibía el premio al Atleta del Año. «Me sentí honrado de estar allí con ellos. Pensé: ojalá yo no tenga que hacer lo que ellos hicieron. Y, sin embargo, dos años después, me vi en la misma posición», confiesa. Era el año 2020, el mundo estaba paralizado por la pandemia y sacudido por el asesinato de George Floyd. Las calles estaban llenas de protestas, y él sabía que no podía mirar para otro lado.

Lyles decidió entonces ponerse un guante negro y alzar el puño antes de cada carrera, como homenaje explícito a Smith y Carlos, pero también como gesto de continuidad en una lucha que, medio siglo después, seguía dando episodios lamentables.

Además, comenzó a usar calcetines negros en todas sus competiciones, como símbolo de resistencia. «No voy a decir que estuve a su altura, pero hice lo que pude con lo que tenía. Sentí que era lo correcto», comenta. Fue una decisión de una estrella ante los medios, pero si había un trasfondo en todo aquello era que se sentía identificado con la víctima: «Aunque gane medallas y represente a EE.UU., sigo siendo un hombre negro. Y cualquier día me pueden detener en la calle y ese podría ser mi último día».

Para Lyles, ser un atleta negro en Estados Unidos es cargar con una dualidad permanente: la adoración pública por su velocidad y su carisma, y al mismo tiempo, el temor íntimo de ser reducido a una estadística por el color de su piel. «Me preguntaron una vez qué se siente al representar a Estados Unidos, y dije que es complicado. Uno se siente orgulloso, pero también dolido. Porque sabes que al volver a casa, tu realidad no cambia», explica.

Cuando dio esas declaraciones en una entrevista con The Today Show, recibió críticas feroces. Lo acusaron de politizar el deporte, de manchar la imagen del país. Pero él no se disculpó. «El deporte ya es político. Siempre lo ha sido. Lo único que hice fue decirlo en voz alta», contesta sin conmoverse.

Noah Lyles (Foto: Cordon Press)
Noah Lyles (Foto: Cordon Press)

En su opinión, el silencio no es una opción para quienes tienen un micrófono delante. «Dios me dio este talento. No solo para correr, sino para hablar cuando otros no pueden. Para poner temas sobre la mesa. No corro solo por mí. Corro por los que no pueden. Por los que fueron silenciados. Por los que nunca tuvieron una plataforma como esta».

La mayor debilidad, la salida

Por último, Lyles admite abiertamente que su mayor debilidad es la salida. Su aceleración en los primeros metros es más lenta que la de sus rivales. En los 60 metros suele ir por detrás en los primeros 10 o 20 pasos, como él mismo explicó: «Después de 10 pasos, estoy detrás de varios… pero luego simplemente los paso».

Su punto fuerte es la velocidad punta que alcanza. Según los datos biomecánicos que maneja junto a su equipo técnico, Lyles llega a moverse a 12.2 a 12.3 metros por segundo, lo que equivale a unos 27 millas por hora (43.5 km/h). Ese dato lo coloca entre los tres seres humanos más rápidos que han existido, solo por debajo de Usain Bolt y, posiblemente, Tyson Gay.

«Mi velocidad máxima es lo que me salva», dice. «Algunos llegan más rápido a su tope, pero su tope no es tan alto como el mío». Esa diferencia de enfoque es clave: no se trata de ser el más explosivo, sino de ser el que más rápido va cuando todos los demás ya están bajando, explica.

Eso no quita que lleve años intentando mejorarlo. «Tengo que trabajar todos los días para que mis pies respondan como deben», reconoce. Estudia biomecánica, analiza ángulos, posiciones del torso, el swing de los brazos y el impacto del pie en el suelo como si fuera un ingeniero del cuerpo humano. Pero nunca pierde de vista la esencia: «Si puedo convertir mis debilidades en fortalezas, entonces ya no tengo puntos débiles. Ese es el objetivo».

Salud mental delicada

En ese apartado de admitir la debilidad, tampoco se deja el coco. Tiene dos terapeutas, una deportiva y otra personal. Para él, la psicología es un ingrediente más para optimizar el rendimiento. «A veces, solo necesito que alguien me diga: ‘Tuviste un mal día, eso es normal. Mañana será otro’», confiesa.

Un ejercicio que realiza es cerrar los ojos e imaginar no solo la carrera, sino cada detalle: el desayuno, el calentamiento, el paseo por el túnel, el sonido del disparo, la curva, la llegada. «Cuando visualizas todo el día, no hay espacio para el pánico. Solo sigues el plan», explica. En París, por ejemplo, actuó así: «Le dije a mi cuerpo: no importa cómo te sientas, vas a correr. Y lo hizo».

Noah Lyles (Foto: Cordon Press)
Noah Lyles (Foto: Cordon Press)

También ha trabajado intensamente para superar bloqueos mentales profundos, como el miedo a lesionarse o la inseguridad tras una mala carrera. «Vi a un compañero con una lesión grave, y su mente no lo dejaba volver a correr con soltura. El cuerpo estaba sano, pero el trauma lo seguía controlando».

Lyles reconoce que estos procesos son tan duros como los entrenamientos físicos, o incluso más. «No puedes forzar a tu mente a sanar; tienes que convencerla. Y eso lleva tiempo, confianza, y mucha conversación contigo mismo». Porque la terapia no es una debilidad, sino una señal del compromiso que tiene con su propia carrera.

 

Un comentario

  1. Muy interesante , gracias por el artículo

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