Pide un cortado y una botella de agua mineral a la que no pierde de vista en ningún momento porque es la manera de cuidar su principal herramienta de trabajo: la voz. Antonio Romero, un hombre criado en el barrio de Moratalaz, es el narrador de los partidos del Madrid y de la selección en la cadena SER.
Con él la pasión se siente bien tratada. A solas con él, en una cafetería de la calle Príncipe de Vergara, llama la atención la claridad con la que ve la vida y la profesión, la memoria casi fotográfica y la maravillosa intensidad con la que habla de su hijo de ocho años que es el motor de su vida.
El resto lo ponemos en manos de los recuerdos en estas casi tres horas de conversación en la que también se explica que, al final, uno es lo que sueña. «En la COPE me ofrecían mucho dinero, pero preferí cumplir un sueño».
De Moratalaz a Las Tablas.
Sí, por obligación y pasando por Las Rozas. Soy un chico de barrio. Toda la familia de mi madre es de Moratalaz. Son ocho hermanos. Seis siguen viviendo allí y yo me fui por obligación. Cuando me quise independizar era el boom inmobiliario y no tuve posibilidades para quedarme allí.
Por accidente me fui a Las Rozas porque el Madrid entrenaba en la Ciudad del fútbol de allí. Yo era reportero y cubría el día a día del Madrid: entrenos, ruedas de prensa… Me interesaba estar cerca y me fui con todo el dolor de mi corazón. Pero como esto del fútbol y el periodismo es tan cambiante resulta que, a los tres años de vivir en Las Rozas, el Madrid pasó a entrenar en Valdebebas. Y la situación se me complicó mucho: el transporte, el tráfico… Y me compré un descampado en Las Tablas. Recuerdo que era el año 2005. Me la entregaron en 2009 y desde entonces vivo allí.
Entonces el Madrid fijó tu domicilio.
Sí, el Madrid y las posibilidades económicas. Entonces podías ir a los entrenos, podías quedar con los futbolistas, se hacía vida de reporterismo que ahora no existe. Y a mí me interesaba estar donde estaba la noticia y el Madrid era el de los galácticos. Así que veías entrenar a gente muy potente y la veías todos los días.
¿Y haces amistad con ellos?
Hago buena relación con ellos que es distinto. Pero era normal. Compartíamos horas en aviones, ratos en las recepciones de los hoteles…. Eso es algo que la gente de ahora ya no vivirá. El hecho de tomarte un café con Roberto Carlos o compartir mesa en aeropuertos en Liga de Campeones con el presidente del Madrid eso ya no existe, porque ya no viajas con ellos. Pero para ser amigo de un futbolista debes ceder demasiado. Cuando yo me he hecho amigo de ellos es cuando ya se han convertido en ex futbolistas.
¿Y cuál fue tu obra cumbre del reporterismo?
Es una buena pregunta. Mira, yo soy periodista deportivo de vocación. Me da cierto pudor decirlo. Pero sí he estado en momentos cumbre del deporte español y eso son palabras mayores. Siempre guardaré en el recuerdo la zona mixta de la final del Mundial de Sudáfrica en Johanesburgo, la posterior hora de radio. Recuerdo que no vi el gol de Iniesta en directo, porque estaba bajando a zona mixta para coger la mejor posición.
Hablemos entonces de Sudáfrica.
Yo siempre tendré la imagen de Capdevila, que fue el primero que salió con un cubo en la cabeza y nos regó con cerveza… Pero es que luego pasaron por el micrófono de El Larguero el rey, cuando entró al vestuario y pilló a Puyol casi en pelotas; el abrazo que nos dio Iker Casillas rompiendo a llorar, el beso que luego se dio Iker con Sara Carbonero…. Aquella hora de radio fue difícil de superar.
Ahora, cuando hay una gesta deportiva si entrevistas a uno o dos futbolistas, ya te vas con un subidón espectacular. Pero es que entonces no quedó ningún futbolista por entrevistar. Entrevistamos hasta a sus familiares. Pero fue muy duro. Me di cuenta cuando subí al avión y me entró un bajón que casi no me podía ni mover.
Trabajo duro.
Yo alcanzaba muchas, muchas pulsaciones. Es mi carácter. Me acelero muy rápido. De hecho, una de las causas por la que no quería seguir en el inalámbrico es porque me revolucionaba mucho en el buen y mal sentido de la palabra. Hice partidos de Liga de Campeones con mucho estrés. Recuerdo estados de nervios que ahora no tengo. Era muy duro y para un tipo tan apasionado como yo, me suponía un desgaste psíquico muy importante. Llevaba desde los 22 años. Siempre tenía la angustia de no fallar. De la Morena abría el micrófono y era millón y medio de oyentes y yo quería ser el primero en tener al protagonista y tuve victorias y derrotas, claro.
¿Y cuál fue la peor derrota?
Soy un firme convencido de que el periodismo es hoy. El ayer no te vale y el mañana ya veremos. He recibido elogios que al día siguiente no recuerda nadie. Pero, mira, recuerdo un día con Ronaldo Nazario cuando firma por el Milan, cuando Capello decide que se vaya del Madrid. En la radio me dicen que vaya a Milan a entrevistarlo. La entrevista estaba atada. Tenía relación con él. Y me fui. Y fueron tres días de hotel, avión de ida y vuelta, las dietas del reportero, quiero decir que la radio hizo un desembolso.
Hice guardias en el hotel de 18 y hasta 24 horas. Pero fue imposible entrevistar a Ronaldo que entonces era un pelotazo. Yo creía que tenía una exclusiva. Pero Ronaldo me toreó tres días.
Ese estrés no está pagado.
Tampoco está pagado que se te acerque Ronaldo y le hagas diez buenas preguntas y le entrevisten los compañeros del estudio. La adrenalina que te da el trabajo bien hecho después de un partido debe ser como un gol por la escuadra. Ese triunfo periodístico, para mí, es el éxtasis.
Estudiaste en el mismo colegio que Butragueño.
Sí, en el Calasancio. Mis padres querían que fuese un chico bien. Recuerdo que tuve el entrenador que había tenido él, el profesor Sacristán, y que el colegio estaba empapelado orgulloso de fotografías de Butragueño.
Pero yo venía del colegio Regimiento y Memorial del Rey que estaba en mi barrio, en Moratalaz. Allí luego llegué a ser entrenador de niños y recuerdo que me equivoqué en todo. Por eso ahora, cuando voy a ver los partidos de mi hijo, identifico rápido quién es el entrenador joven que se está equivocando. Cogí a los niños con siete años y los dejé con trece cuando ya era incompatible con la radio.
Y triunfas en la radio.
Debo tocar madera, porque nunca se sabe lo que pasará mañana y esta es la profesión más bonita del mundo. Pero es difícil. Yo he visto gente con talento quedarse por el camino. Compañeros anónimos de facultad. De hecho, llegué a sentir el síndrome del impostor, a preguntarme qué hago yo aquí. ¿Cómo voy a poder competir yo con ellos?
Me licencié en 1997 en la Complutense y entré de becario en la Cadena SER. En mi caso no tuve que hacer un Máster. En mi época los Masters eran residuales. Pero un día en la universidad vi que se hacia un curso del Ayuntamiento, que incluía nueve meses de prácticas, y aquello me iba a cambiar la vida. Tenía profesores que ejercían la profesión. Fue crucial para aprender.
En la película Primera plana, Walter Mathaudecía al hablar de los periodistas: «No se le puede quitar las manchas a un leopardo».
Yo te diría que llevo una media al año entre 150 y 200 días fuera de casa….. Al principio no había problema. Pero mi perspectiva ha cambiado desde que soy padre. El último día del padre coincidió con un Barcelona-Real Madrid y me costó. Pero mi hijo, de ocho años, ya ha entendido que este es mi trabajo y que su padre es periodista de campo. Mientras me aguanten, voy a seguir así. Pero cuando estoy en casa una temporada, no echo de menos los aeropuertos o los hoteles. Quizá cuando me jubile o me metan en una caja de pino lo echaré de menos. Pero espero que quede mucho para eso.
Y ahora estamos aquí para recordar.
Tuve la fortuna siendo un chaval de caer en la mejor redacción de Deportes con 21 años que, para mí, es la de la SER. De repente, mis ídolos se convirtieron en mis compañeros y en mis jefes.
Te puedo contar que, siendo estudiante, yo iba los jueves con mis colegas de la facultad a la redacción de Gran Vía 32 para ver El Larguero en directo. Hacía la cola hasta que se llenaba el estudio. Unas veces entraba y otras no. Y resulta que a los nueve meses yo estaba trabajando allí y tengo un profesor como Manolo Lama que me enseña todo lo que sé.
¿Y cómo recuerdas el principio?
Con cariño. Mucho cariño. Yo cubría agujeros como becario. Hice más horas que un minero en la redacción. Los fines de semana eran mi oportunidad para hacer antena y contactos, para tener una buena agenda.
Y yo llevaba un año en la redacción cuando ocurre algo en la Vuelta Ciclista a España que entonces era un acontecimiento para la radio. De hecho, se hacía el programa en directo en la ciudad donde llegaba cada etapa.
Y me acuerdo un sábado haciendo producción de El Larguero, un compañero, Javier Lekuona, con el piloto se acercan a Manolo Saiz a hacer la entrevista y se pegan un leñazo con la moto y la Cadena Ser se queda sin inalámbrico para la siguiente etapa que era una contrarreloj en Tarragona. Entonces me llama Lama y me dice: «niño, mañana te vas a Barcelona».
Te llama de golpe.
Imagínate. Yo no había visto a un ciclista en mi vida. A lo sumo, en las chapas. Y de buenas a primeras estoy siguiendo el coche de Vicente Belda. Yo le llamaba el entrenador cuando me daban paso para meterle el micrófono. Era una contrarreloj.
Y, sí, lo recuerdo con cariño, pero entonces sentí pánico. Montas en una moto con un tipo al que no conoces. Hice dos semanas. Hoy es uno de mis mejores recuerdos profesionales. Pero esas dos semanas tenía unas agujetas en el culo de morirme. Bajaba puertos a cien por horas. Conocí a gente humana espectacular, pero cuando me dijo Manolo Lama que me iba a Barcelona no te puedo ni contar lo que sentí. Dicen que no lo hice mal, pero para mí fue horrible. Siempre he sido autocrítico conmigo mismo.
De hecho, lo sigo siendo porque siempre digo que un abogado gana juicios y es un dato objetivo. Un economista hace dinero. Eso también es objetivo. Pero en el caso de los periodistas ¿dónde está esa objetividad?
¿Y entonces cómo sabes si eres bueno o malo narrando partidos? ¿en qué te suban el sueldo?
No, no lo creo. De hecho, hay gente muy buena que no gana mucho dinero porque no es un dato objetivo. Por eso yo nunca me he movido por dinero. He tenido la oportunidad de ganar más pero soy consciente de que podía ganar menos y de que soy un privilegiado.
Siempre he pensado que quien se quiera dedicar a este trabajo por dinero está equivocado. Son pocos los que pueden vivir bien del periodismo y la competencia es brutal. Ahora hay cuarenta facultades y cada vez la gente está más preparada. Es verdad que hay otro tipo de comunicación que te permite ganarte la vida haciendo periodismo que en mi época ni existía.
Estudiaste en la Complutense.
Cuando yo estudiaba, de todos los profesores, sólo tuve uno que se dedicaba al periodismo. Era redactor jefe del Ya. Se llamaba Abel Hernández. Era profesor de redacción periodística. Pero los demás no trabajaban en la profesión.
Recuerdo que me dejé dos asignaturas para el año siguiente. Necesitaba ese tiempo. Estaba haciendo prácticas en la Cadena SER y se lo dije a mí profesora de Historia del periodismo universal. Pues bien, cuando le expuse mi caso, me contestó: «si no puedes venir a clase estás quitando el trabajo a todos los que vienen y se van a presentar al examen». Aquella respuesta se me quedó clavada y por eso te la estoy contando hoy.
¿Y cuál es la conclusión?
La carrera de periodismo es muy aprovechable. Pero el periodismo es un oficio y lo primero es hacer prácticas. Y en eso creo que hemos avanzado mucho porque ahora los profesores son gente que ejercen la profesión y saben cómo respira este mundo. Antes no era así. Muchos profesores no habían pisado una redacción.
¿El periodismo es tan difícil de desarrollar?
Hacerlo bien, sí. Es un lienzo en blanco que debes rellenar todos los días. Pero, sobre todo, en el periodismo es difícil encontrar tu lugar. Te lo diría de otra forma. Para mí lo más difícil es que alguien te guíe por donde tú puedas destacar. Es una competencia brutal cada día. Y tienes que destacar como, por ejemplo, ha hecho siempre Alfredo Relaño con esos artículos de tres párrafos que, incluso, escribe en el móvil. Más que periodismo, es literatura. Y eso es muy difícil.
Y para él será hasta fácil.
Pues por eso mismo Relaño encontró su camino. Y ha sido el mejor en lo suyo. El periodismo no lo hace cualquiera. Es verdad que no somos cirujanos. Pero es una profesión que exige preparación, pasión y una oportunidad para demostrar lo que vales.
Sin contactos ¿no hay nada que hacer?
Los contactos están sobrevalorados y yo soy muy de contactos. Pero depende donde te muevas. Mira, yo he hecho cuatro JJOO, desde Sidney a Londres, y para mí era un parque de atracciones. Me dije qué maravilla. Las facilidades de acceso a los deportistas eran inmensas. Pero en 2016 mi mujer estaba embarazada y ya no fui a Río.
Pero de los JJOO siempre me quedaré con la idea de que si el medallista de piragua tuviera esa repercusión social que tiene un futbolista no sería igual. Por eso todo es muy relativo. Pero, eso sí, yo siempre digo que si tienes contactos y das noticias, puedes tener trabajo toda la vida de periodista. Si solo escribes bien no lo sé. Si solo narras bien tampoco lo sé. Pero si tienes contactos y das noticias…
Roberto Gómez, sin ir más lejos.
Gran ejemplo. Le tengo una admiración profunda, es un cariño mutuo. Siendo inalámbrico con García, y le escuchaban dos millones de personas, ese equipo desapareció. Y él se tuvo que buscar la vida. Y supo hacerlo.
Por eso cuando escucho a la gente decir que Roberto se equivoca no me puedo quedar callado. No hay nadie que tenga su agenda y reubicarse y volver otra vez a estar entre los grandes del periodismo como ha hecho él…. Si no le tienes admiración debes tener un respeto porque nadie como él refleja la profesión.
Inmune al paso del tiempo.
Pero hay algo más difícil que eso: desaparecer y volver a aparecer. El atravesó una travesía en el desierto. Pero tuvo la pasión de no decaer o de buscar un acomodo para redactar notas de prensa.
Porque Roberto es periodista de calle. Lo lleva a gala. Y para mí es un ejemplo para todas las generaciones que quieren ganarse la vida en esto. El periodismo no es salir cinco años en la televisión. El periodismo son cuarenta años. Es una profesión de aguantar, de aguantar ganar poco dinero, de aguantar trabajar a deshoras, de aguantar a un jefe al que igual no le caes bien.
Estas historias nos hacen más humildes.
A mí me da vértigo, qué quieres que te diga. Y eso que no he dejado trabajar ni un día desde que salí de la universidad…
¿Cuántos años llevas cotizados a la Seguridad Social?
Si me escucha el director general de la SER igual me echa. Pero mi primer contrato firmado es de 2001…. Así que estuve tres o cuatro años… Pero también te digo que para ser periodista no está mal.
Y eso es bueno que lo sepan los chavales que empiezan.
Bueno, en esto se han dado pasos adelante. Pero yo reconozco que tuve la fortuna de que alguien me dijo «tú te vas a quedar», casi desde que entré en la SER.
Al principio trabajé de forma precaria, sí, pero tenía esa ilusión. También tenía veinte años. Vivía en casa de mis padres. No tenía obligaciones. Me molestaba no ganar dinero, pero desde el primer día me dijeron que me iba a quedar y ahora eso yo no se lo puedo decir a gente joven que hacen cosas espectaculares porque la situación laboral es la que es. Y me molesta.
A mí me dijeron que era cuestión de que hubiese una baja, un agujero y ahora hay gente que trabaja muy bien y a los nueve meses les viene una oferta de otro sitio y le tengo que decir: «si es bueno para ti, vete, aquí no sé si vas a poder ganar ese dinero». Esta es una profesión vocacional pero hay que pagar el alquiler. Y siempre ha sido difícil. Recuerdo en la cafetería de la Complutense escuchar compañeros que iban a preparar la oposición de policía.
No fue tu caso.
Yo estuve a punto de compaginar el periodismo con INEF. Pero entonces me salió el curso del Ayuntamiento. Siempre tuve claro que quería relacionarme con el deporte. De una u otra forma lo hubiese intentado. Pero mira. En el periodismo también hay soluciones. La dificultad nos ha acompañado siempre y la gente sale adelante. El pesimismo no vale para nada.
Ahora con un teléfono los chavales hacen maravillas. Se han abierto opciones laborales como llevar la comunicación de un futbolista o trabajar en agencias de representación que antes no existían.
Llamabas al representante de Raúl y era un agente de viajes. Ahora son empresas, auténticos conglomerados con despachos de muchos metros cuadrados y ahí también hay periodistas, es decir, opciones laborales que hay que pelear y que hace veinte años no existían.
¿En tu casa se respiraba periodismo?
No, qué va. Mi padre, que falleció en 2013, era ingeniero químico. Mi madre trabajaba en una notaría como oficial administrativo. Tengo una hermana que es 14 años más pequeña que yo que es profesora de educación infantil y que vive en Castro Urdiales. Se fue por amor y ahora se ha quedado por trabajo y sin amor. Aprobó las oposiciones en un colegio de Vicálvaro. Luego, pidió el traslado a Cantabria. Se ha comprado una casa allí y vive en la gloria. Yo aprovecho los partidos del norte para ir a verla. Por lo menos ceno un día con ella.
La familia es lo más importante.
Mis padres nunca celebraron que el niño salía en la radio, celebraron que el niño tenía un contrato laboral. Nunca me han hecho ver que hacia algo extraordinario por hablar en la radio.
Ellos están orgullosos de que, sin ningún tipo de padrino y trabajando mucho, me hice un hueco en la Cadena SER. Con 20 o 21 años estaba todo el día en la radio. Era lo que me apasionaba. Tuve la suerte de ver el curso del Ayuntamiento en la cafetería de la universidad Complutense. Pero una vez dentro no creo en las casualidades. Yo no era el hijo del director general.
Eras el inalámbrico de Manolo Lama cuando le ocurrió la historia del mendigo.
Trabajaba con él. Pero no sé si aquel día estaba con él. Sí recuerdo que era un directo que él hacia para los Manolos. Y se equivocó, sí.
Pero de ahí a esa crítica con mala baba, o a enjuiciarlo como persona, me dolió mucho, porque Lama es todo lo contrario a lo que sucedió en ese video. Fue algo que no pensó. Pero hay gente que te critica todos los días para lo bueno y para lo malo. Al minuto estás fiscalizado. Y eso no me parece mal. Pero lo que me molestan son los borrachos de barra de bar que están en las redes sociales.
¿Que ha hecho Manolo Lama por ti?
Fue el que apostó por mí. Cuando se quedó un hueco pensó en mí. Yo no iba a los entrenamientos del Madrid. Mi compañero Jesús Gallego dijo que lo dejaba, que 200 días al año fuera de casa, que no quería seguir así. Yo andaba por ahí y Lama me dijo que lo iba a hacer hasta final de temporada. El primer partido fue en Vitoria en diciembre. Hacia un frío terrible. Nevaba. Desde entonces, llevo 25 años. Y todo empezó gracias a Manolo Lama.
Pero ahora ya no bajas a entrevistar a futbolistas.
Pero a mí me encantaría. Yo me tengo que controlar cuando acabo de narrar. Me gusta bajar abajo. Pero hay un compañero, en este caso Javier Herraez, que lo hace. Ese es su trabajo y es maravilloso. Es el contacto con el césped, con el protagonista. Yo viví esa época.
¿Y cuál fue tu entrevista más brillante?
Yo he hecho muy poca entrevista. Los inalámbricos éramos conseguidores. Tu triunfo era que se pusiese el auricular para que lo entrevistase De la Morena. En ese sentido recuerdo el Mundial de Corea 2002, antes de un partido decisivo de Brasil en el que me colé en la concentración de la selección. Tenía muy buena relación con Roberto Carlos. Me metí en su habitación y conseguimos grabar a Roberto Carlos y a Ronaldo. A lo mejor yo hice una pregunta y media. Pero fui el que logró la entrevista y el que se saltó a la jefatura de prensa de Brasil y eso no es fácil. No era nada fácil.
Eres amigo de Roberto Carlos.
No quedamos pero nos vemos. Coincidimos casi todos los fines de semana. Es una de las mejores personas que me he encontrado en el fútbol. Probó como entrenador. Pero es demasiado bueno para ser entrenador. Es hombre de club. Es uno de los embajadores del Madrid. Lo compatibilizó un tiempo con Real Madrid TV pero ya ha decidido que no es lo suyo.
Pero para la gente de mi generación, dime el mejor lateral izquierdo que se te puede ocurrir. Nunca habrá otro como Roberto Carlos.
Hice para Cuatro un reportaje en la casa de Marcelo juntándole a él y a Roberto Carlos. Recuerdo la cara que ponía Marcelo cuando le vio aparecer. Tenía 18 años. Era el titular indiscutible y no fue eso sino cómo le acogió, como le abrió las puertas de su casa. Luego, Marcelo ha ganado más, pero Roberto Carlos era otro nivel. Futbolísticamente me despertó más cosas.
Gareth Bale.
En alguna zona mixta quizá le hice alguna pregunta. Pero yo creo que no le gustaba el fútbol. Le he visto irse en el minuto 70 del Bernabéu sin estar convocado. Se iba para evitar el tráfico. Eso no se lo he visto hacer a ningún futbolista.
Y mira que Bale es uno de los tipos con las mejores condiciones físicas y atléticas que ha pasado por el Madrid y que el Madrid se puso a su servicio cuando se fue Cristiano. Rafa Benítez fue a decirle «tú vas a ser la bandera de este equipo» y la bandera se partió por la mitad.
Una pena entonces.
Va para gustos. Hay quien dice que ha tenido una carrera espectacular en el Madrid. Para mí, ha sido mediocre a tenor de lo que podía haber sido. El Madrid es el club más importante del mundo. Tiene la máxima exigencia cada día y cada partido. Si me duele un poco, no entreno… Eso no es una carrera. Es verdad que Bale está en fotos históricas, pero para mí eso sigue sin ser una gran carrera.
Benzema.
Para mí es todo lo contrario.
Si os veis ahora ¿te conoce?
Sí. Antonio no lo sé. Pero te voy a contar una buena que me ocurrió con Benzema para que veas lo que son las redes sociales y lo que hizo que a partir de ahí tuviésemos más relación. Aunque en esa época ya no era como en la de Roberto Carlos, ya era todo más cerrado..
Pero a lo que iba. Estaba en una tertulia de Gol TV. Era previo un viaje a Semana Santa en la que yo me iba a mi pueblo y me ofrecen a ir a la tertulia. Voy. Era una época en la que Benzema, más que killer, todavía era gato. Pero esta vez había hecho un partido enorme y estamos comentando el vídeo y al cámara se le olvida cerrar el micrófono y yo digo con maldad cero «el hijo punta este juega cuando quiere».
Acaba. Esto era en la Ciudad de la Imagen, y me voy a mi pueblo, dos horas de viaje. Cuando llego dejo el teléfono y me voy a tomar algo. Cuando vuelvo a casa tengo 200 llamadas, me insultaban en las redes, yo no tenía ni idea de lo que había pasado y llamo al jefe de prensa del Madrid y me explica lo que ha pasado y que se han puesto a darle bola en Twitter, que el representante se lo ha dicho a Benzema y que Benzema me quiere matar.
¿Y?
Me dice «le tienes que llamar». Le llamo. Tenía su contacto. Se lo explico y él lo entiende. Pero me insiste que Benzema ha leído eso y que está muy enfadado. Así hasta que acaba un partido y le puedo explicar lo que había pasado. Aceptó la disculpa y, a partir de ahí, tuvimos más relación. Tampoco mucho porque era un tipo tímido. Pero, mira, llamarle hijo puta a Benzema me sirvió para acercarme un poco más a él. Son las cosas de la vida.
¿Tienes contacto con él?
Bueno, contacto. La última vez que lo vi fue en Arabia. Fuimos con el Madrid y él vino al hotel. Estábamos varios periodistas y nos invitó a tomar un café. Ahora que no es jugador del Madrid.
Pero te quiero decir que así como Bale, que ahora es comentarista, nos ve y se va como un gato, Benzema es más afable. Yo he entendido que si tú dices nueve veces lo bueno que es un futbolista y dices una que ha jugado mal, ese futbolista recuerda de ti la vez que dijiste que ha jugado mal, porque el futbolista quiere ganar siempre por goleada. No les vale ni el empate. Por eso la amistad no es posible. Eso sí, cuando se retiran es otra cosa.
Cristiano Ronaldo.
No he tenido opción. Sí con su agente de representación, Jorge Mendes. Alguna vez que ha venido a El Larguero. He tenido trato profesional. No tengo su teléfono. No he tenido una conversación con él fuera de decirle: «te puedo meter cinco minutos». Ya no era inalámbrico. No tenía que preocuparme de estar tan cerca del protagonista. No me veían la cara todos los días. No había apenas posibilidad de romper la barrera. Yo ya no soy uno de los periodistas que pregunta a Ancelotti en las ruedas de prensa.
Raúl González Blanco.
Cuando yo entré de inalámbrico había dos capitanes: Fernando Hierro, que era el capo, y Raúl, el aprendiz del capo. Y recuerdo que Hierro no se hablaba con la SER precisamente por un problema con Manolo Lama.
Y yo cuando voy a hacer el inalámbrico me voy a presentar en la antigua Ciudad Deportiva: «Hola, soy Antonio Romero». Y Fernando, que era fuerte y grande, me dice: «tú sabes que con la SER yo no hablo, no es una cuestión personal, en un corrillo me puedes pregunar», y yo lo agradecí mucho.
Raúl era poco dado a dar entrevistas, pero tenía palabra. Si te decía: «hoy te la doy», te la daba, y eso yo lo he valorado mucho porque decir «llámame» y luego no coger el teléfono… eso es jugar con tu trabajo. Si voy a De la Morena y le digo, «esta noche tenemos a….» y luego no cogía el teléfono, me llevaba un sofoco profesional, primero, y luego una bronca… Y Raúl eso no te lo hacía.
¿Y a día de hoy con Raúl?
Socialmente, Raúl nunca ha sido el tío más simpático del mundo, pero yo he tenido una relación muy correcta. Ahora es entrenador del Castilla. Soy futbolero y voy a ver al Castilla y, al acabar, tenemos conversaciones de fútbol. Luego, también nos gusta jugar al padel. Tenemos un grupo común y a veces coincidimos en las pistas.
Raúl corrió el maratón y bajó de tres horas.
Es una máquina. Juega al pádel de maravilla. Se conserva perfecto, delgado, muy bien. Pero es que eso del ex futbolista que se abandona yo ya conozco muy pocos y ahora con el pádel menos.
¿Roberto Carlos?
Pero es que yo no he visto a nadie como él. Roberto Carlos no rotaba nunca. No se lesionaba nunca. Jugaba siempre a mil por hora. Un privilegiado físicamente. Ahora es verdad que se ha abandonado.
Pero también te digo que luego le ves en persona y no está tan abandonado como parece. Es como Camacho. Una cosa es lo que ves en la TV con esa cara que tiene y otra cuando lo ves al natural. No tiene nada que ver. Pero es que no es fácil ser ex futbolista.
¿Por qué?
Mira, yo he jugado esta mañana al pádel con Kiko. Está perfecto. Tiene un año más que yo. Se cuida. Sin embargo, tiene calcificaciones en los tobillos que le duelen, porque el fútbol le ha dejado secuelas.
Cuando la gente dice «los futbolistas qué vagos son», se olvida que para llegar a ser futbolista debes ser élite en todos los aspectos. «Todos son buenos» como le digo yo a mi hijo de ocho años cuando me pregunta.
Pero es que viajo a cualquier rincón del mundo y allí siempre ves a un niño con una pelota de fútbol o similar, aunque esta pelota esté hecha de calcetines. El nivel de competencia que tiene el fútbol no lo tiene ningún otro deporte. Para llegar hay que ser muy superior al común de los mortales.
Viajaste por el mundo entero.
Puro privilegio. Me falta aún gran parte de Sudamérica. Pero, ¿sabes?, ya no me gusta tanto viajar por placer. Los primeros ocho o diez días de agosto mis vacaciones son en mi pueblo en Santa Cruz del Valle, en Ávila. Ahí están los veranos de mi infancia, tienen casa mis padres. Es mi rincón en el mundo.
Ahora no me veo viviendo allí. Pero en un futuro sí. Y eso que es duro. Es el campo, los animales, el que tiene un bar la hostelería y así son 365 días al año los siete días a la semana… Hay poca vida en invierno y hay poco que hacer para la gente joven… Pero cuando llegue mi momento, cuando me echen, a ser posible con dignidad, porque la voz es un músculo más y tarde o temprano llegará mi momento.
En las tertulias de La barra Libre siempre defiendes al Madrid ante Jordi Martín y Talavera.
Pero yo soy un periodista antiguo. No me gusta decir de qué equipo soy. Pero me gusta que gane el Madrid. Me viene bien que gane. Además, tengo muchos amigos. Llevo 25 años yendo todos los días al Bernabéu.
Para mí, lo mejor del club son los trabajadores. Pero decir públicamente de que equipo eres no te da nada. Yo lo que trato es de no mentir cuando hablo del Madrid. Es verdad que a veces soy muy pasional. Hay gente que le dice a Florentino que me quite la acreditación. No defiendo al Madrid en cosas que creo que son indefendible, como los vídeos.
¿Alguna vez has cogido el teléfono y era Florentino?
Toda la gente que ha hecho el Madrid ha hablado con el presidente del Madrid, sí. Cuando era inalámbrico sí me ha llamado. Recuerdo una información sobre peñas. El día anterior había una cena de peñas y aparecía el presidente del Madrid. Yo estaba allí y le habían cantado algo. No era nada del otro mundo. Le sentó mal y me dijo que no era verdad, que eran dos los que habían cantado, y llegamos a una entente cordial.
La conclusión que te queda es que Florentino es un tipo que ficha a Beckham pero también está en el reportero, y ese nivel de exigencia lleva al club a soportar unas revoluciones que solo las puede aguantar Florentino.
Alfredo Relaño dice que los compañeros son compañeros y a la vez rivales.
En mi caso, narrando compites contigo mismo. Pero en el inalámbrico sólo había dos orejas y un auricular. Todos estábamos en el sitio de la noticia. Una de las cosas que me hizo pensar, «quiero dejar esto», fue lo mal que lo pasaba por pelearme a muerte con gente a la que yo quería.
Tenía respeto profesional y cariño personal por ellos. Íbamos al mismo hotel. Pero la vena se te hinchaba y se rompía esa camaradería en diez minutos de zona mixta. Ése era el juego y a lo mejor estabas una semana sin hablarte. Fue el motivo fundamental para empezar a dejarlo. Además, tenía ganas de narrar. Era mi sueño.
¿Pero si no se llega a ir Manolo Lama?
Esa historia ha prescrito y se han dicho muchas cosas. La realidad es que yo me iba de la SER con Manolo. Tenía un contrato en blanco.
Hoy, no me gusta hablar del tema casi ni con mi familia. Pero entonces la SER me presentó la oferta para narrar. Me iba ganando más dinero, viviendo mejor, haciendo algo que controlaba, pero yo decidí perseguir un sueño, ni más ni menos. Y Manolo fue el primero que lo supo. Ni por dinero ni por ego. Yo ya no quería más peleas ni zonas mixta.
La zona mixta fue una buena escuela.
Muy buena escuela, sí. Trabajé mucho. Me esforcé mucho y hoy entiendo a los chavales. Entre lo que yo hacía y lo que pretenden ahora, tiene que haber un término medio. Un chaval no puede entrar en la redacción diciendo qué días va a librar, pero tampoco emplearse a destajo los siete días a la semana por 300 euros. Luego, a medida que avanzas, debes pelear por tus condiciones laborales. Pero el arranque en esta profesión siempre será difícil.
¿Y ahora?
Me cuido como un monje. La voz es un músculo más. Yo no había ido en mi vida a un fonatra. Pero ahora he descubierto que es imprescindible porque te ayuda a sufrir lo menos posible. Sobre todo yo, que no soy un superdotado. Así que lo que te digo. Me cuido, no bebo alcohol, bebo mucha agua, no salgo por las noches…
¿Qué será lo próximo?
Vivir, trabajar, disfrutar de mi hijo, tocar madera. Me va bien. Vivo en Las Tablas en un barrio joven que le llaman ahora. Vivo en una urbanización, en una casa de tres habitaciones. Mi hijo tiene el colegio a 300 metros. Si no tengo que ir a la radio apenas salgo de allí. Voy al gimnasio. Tengo dos o tres bares en los que me junto con los amigos. La única pena es que no puedo jugar al fútbol por la rodilla. Tenía poca calidad y mucho tesón. Pero el recuerdo queda.
Todavía recuerdo cuando este tipo hacía inalámbricos y yo escuchaba radio deportiva y era lamentable comprobar cómo se inventaba las cosas. Estaba viendo los partidos, le escuchaba a él decir algo y ver «in situ» que era mentira lo que decía. Ahora de narrador no sé cómo es porque no tengo la menor intención de escucharle, pero imagino que será igual de pésimo. Hoy es un miembro destacado de los periolistos que conforman El Relato y El Tinglado, es decir, del antimadridismo rancio y casposo que ejercen la inmensa mayoría de juntaletras y vocerillos del periodismo deportivo español. En definitiva, un ser absolutamente prescindible, que además presume de contactos, trato, amistad… con los jugadores del Madrid, cuando la realidad es que ninguno de ellos le soporta por lo anti que es. Otra mentira más del chavalete.
En serio dices que este hombre es antimadridista?
A mí su estilo no me gusta nada; más que narrar, apostilla. En sus narraciones mezcla la descripción de las jugadas con la opinión con un tono sentencioso que me espanta. Pero admito que si puedo escucho los duelos entre el Barça y el Madrid para disfrutar de la enorme diferencia entre su forma de entender la narración y la calidad suprema de Flaqui, quien es muy (muchísimo) superior. La memoria de Flaqui para describir una jugada, una oportunidad o un gol es algo digno de ser escuchado. El silencio que se hace cuando llega ese momento es una prueba de lo buenísimo que es, mientras que Romero parece recurrir a un estilo dopado con testosterona de baja calidad.
Cuando pienso en las ventajas de la Superliga, pensar que el «narrador» de turno de Madrid, Barça y Atlético se vayan con sus clubes y nos dejen en paz a los demás, es una de ellas.
No es narrador. De hecho si no ves el partido en TV no te enteras de nada de lo qu3 cuenta. Y eso para un locutor de radio es de juzgado de guardia.
Otra entrevista pelota de Jotdown hacia el periodista deportivo de turno. A ver,que yo entiendo que acceder a determinados personajes hace que no te puedas mostrar muy incisivo con ellos durante la entrevista.Pero es que todas son un homenaje hacia el entrevistado.
En cuanto a Romero pues eso,un personaje rancio dentro de una manera rancia de entender la profesión.Tópicos caducos por doquier y elogios a personajes como Roberto Gómez( buen periodista este tipo!) .
Personaje repulsivo. Mal profesional, mal compañero. Reaccionario, odioso. Manipulador, tergiversador. Uno de los múltiples palanganeros de Sergio Ramos. De fútbol no sabe nada. No respeta a nadie.