
Yo he visto cosas que no creeríais.
He visto la etapa tres, segundo sector, de la Vuelta a Murcia. Ciento veinte kilómetros llanos entre polígonos y autovías. Llegada al sprint. Gana un flamenco «van Stándaren».
He visto, también, a Indurain con lorzas cual Olano, he visto a Francis Cabello acojonando pelotones, he visto a Ullrich hinchao como el muñeco michelín (en serio, era cosa de mofarse, lo de Ullrich, yo lo he visto).
He visto tardes de siesta y sol, tardes de siesta y lluvia, tardes de siesta y primorias. He visto, también, etapas que eran joyitas en mitad del desierto (figurado), auténticos diamantes que solo los connaiseurs grandotes paladean tras décadas de correrse.
He visto bicis por Mallorca, por Catalunya, he visto bicis en Murcia, en La Rioja, en Asturias, en Euskadi. Yo vi, con estos ojitos, Galicia en verano, Cantabria, también El Golobar, y Guadarrama, y Andalucía, y Valencia. He visto Cerler con Freire delante, he visto a Miguelón a gatas por carreteras astures de moñiga y musgo. La Setmana, vi, y la Euskal, también la Vueltina, y el puerto de Alisas, a Hampsten por Manzaneda, a Lance contra los ONCE, que aquello fue de impresión. He visto a Marco Pantani peleándose con Alberto Elli en Totana, he visto a Berzin apuñalando a Frattini, he visto a Della Santa, Escartín cerrando a un tal Gentili, Jonker, Boogerd, Zarrabeitia que destaca, destellos aquí y allá.
Todo eso vi, claro, por la tele.
Todo eso. Lo que se perderá como lágrimas en la lluvia.
Yo crecí en un momento idílico para los amantes de las bicis. Había mogollón de pruebas en España, mogollón de vueltas que decían regionales, y todas (o prácticamente todas) las daban por la tele. A veces, incluso, adjuntaban otro resumen de diez minutines a la noche, en la Segunda Cadena (esto antes se decía así), y podías paladear dos veces el asunto. Que lo hacías, porque cuando algo como el ciclismo gusta… en fin, no hay término medio.
Así que llegabas del instituto, o de la Universidad, o de donde fuera, o te cruzabas al bar que hay frente a Derecho, y te pides un cafetuco, y, oye, ¿me pones la carrera?, porque hoy hay carrera. Casi cada día, de marzo a septiembre. Y, zas, encienden la tele, y hay ciclistas, y la imagen gasta colores más recargaos que el maillot del Aki-Gipiemme, y aparece una curiosa mezcla de capos lorcescos, españolitos saludando a familiares y experimentos de primavera curiosísimos. Vamos, que diversión. Vamos, que encantaos.
Todo eso, todo, lo que se ha de perder como lágrimas en la lluvia.
Porque igual los chavales no llegan a imaginar lo que era esto (los chavales están a sus criptos y sus burpees, pero es un purparlé). Cada sobremesa con bicis. Pescadilla que se muerde la cola. Tenemos muchas pruebas (hablo ahora de España, que es lo que ponían, sobre todo), y salen mucho en pantalla, y eso ayuda a que haya tantas pruebas, porque los patrocinadores encantados con los minutos de tele, lo que provoca, a su vez, que surjan muchos equipos, porque hay exposición mediática de primera (aunque salga en la Segunda), y con tantos equipos te garantizas participación de mínimos en casi cualquier sitio (sumen a los extranjeros que vienen por el sol y el buen tiempo, que importa mucho a principios de temporada), y las Vueltas (o carreras de un día) no temen salir con pelotones ridis de cincuenta individuos, y volvemos al primer punto.
Viene esto a cuento (aparte de por hacer pelín el abuelo cebolleta, que siempre gusta) por algo que pasó antes de comenzar esta temporada ciclista (las temporadas ciclistas empiezan cada vez antes, casi por Epifanía, porque hay carreras excéntricas en lugares excéntricos, carreras que solo interesan a quienes reparten los puntos UCI y a quienes, como yonquis, tenemos el yutube loco de tanto ver Sestriere 1992), y es la integración del canal europeo que mayor cuota de bicis muestra en otra plataforma mayor, con el consiguiente incremento de precio y, sobre todo, la obligatoriedad de comerte contenidos que ni te van ni te vienen. Todo lo cual en España pasó despercibidillo, pero tuvo cierto eco en Gran Bretaña, con reacciones de algunos ciclistas bien mediáticos, Tom Pidcock verbigracia, quejándose de la situación. Dos apuntes: por «reacciones» lean tuits, que tampoco se organizaron ruedas de prensa; y lo de quejarse iba porque, dicen, el rollo de limitar horas de bicis por la tele (o dificultar el acceso a horas de bici en las teles) dificulta el crecimiento del asunto… crecimiento que en Gran Bretaña es muy reciente, y, por tanto, frágil…
Vale, quedémonos con este último aporte. Signo de los tiempos, si quieren. Lo de que cada vez haya menos «deporte» en la tele. O menos deporte sin pagar, nos entendemos. Aquí pasa algo parecido. Tiene, el ciclismo, unos condicionantes propios para tales asuntos, condicionantes que, quizá, lo alejan del consumidor modernuqui. De primeras, que cualquier etapa dura mucho ratín, es entretenimiento muy poco «inmediato». Más aun, si hablas de grandes rondas pues te puedes tirar dos semanas y media preparando traca final. Setenta horas de competición, por poner ejemplo aleatorio. Y luego… hermosérrimo, pero es que antes fue delicia para auténticos yonquis, menos digestivo que masticar un blíster de los He-Man. Que a mí me encanta (los He-Man también), pero sinceridad ante todo. Difícil de vender a las generaciones nuevas. Ojo, pudieras pensar, no deja de ser una serie, una de esas con mil temporadas y tropecientosmil capítulos, de esas que triunfan tanto. Pero es que no, es que ni de coña, porque las series se sostienen a cliffhangers, y las bicis terminan, muchas veces, con victoria de Manuel Jorge Domínguez al sprint, no sé si me entienden.
El ciclismo es, sí, anacrónico, incluso primitivo. Lleva del punto A al punto B, comunica espacios (ahora que lo cool es centralizar), garantiza (esto es importante… garantiza) muchas horas de «nopasanada» en espera de un posible (y esto es importante… solo posible) fogonazo de algo bello. Y mira que ahora llevamos buena racha, porque entre Tadej, van der Poel, Evenepoel et al. pues están las carreritas mucha más vistosas que cuando corrieron… no sé, Froome y Adam Hansen, por decir dos que están retiraos. Es anacrónico, incluso primitivo, también en su estética, en su imagen… no vende brilli brilli, no atiende por purpurinas. Hay imposibilidad al respecto, ninguna objeción.
Sucede que… acudamos a lo señalado antes. A esa pescadilla que se muerde la cola. Pues bien, ahora tiene el morruco cerrado. Y no sé yo si a base de reels en el insta y poses en redes sociales recuperan las empresas inversiones grandérrimas. Por de pronto los organizadores de pruebas ciclistas matan por unos minutos de tele. Matan quiere decir que pagan, o producen, o ambas cosas. Y es así como se van los presupuestos, porque, como sabe cualquier que hay pululado cerca de tales asuntos, organizando carreras de bicis no te vas a hacer rico, amiguete…
Los tiempos han cambiado, y nada de lo anterior puede volver. Donde hubo una Volta a Galicia ahora tenemos O Gran Camiño (y mola mucho, oigan). Así que tampoco protestemos demasiao. Pero aquello, aquello de nuestra infancia, el ir empalmando tarde tras tarde la Challenge, Andalucía, Murcia, Valencia, Cantabria, Setmana, Aragón, Castilla y León, Asturias, Itzulia, Volta, Euskal, Puertos, Burgos, La Rioja… En fin, aquello era especial.
Y yo lo echo de menos.
Feliz año ciclista, amigos.
Fede Etxabe, ganador de la Bicicleta Eibarresa, Vuelta a Burgos, Vuelta a La Rioja, Vuelta a Castilla-León, Valles Mineros, Vuelta a Asturias, Vuelta a Galicia. A ver quién mejora esto!Para mí, el mejor!
Lo gracioso es que en este tema, como en el resto, nos vendieron que con la la TDT blablabla y blablabla… en los 90 no solo era todo gratis, si no que encima era mejor.
Nunca en este país han vuelto a hacerse cosas de la calidad de un “Chócala” o un “Al filo de lo imposible”, la mediocridad ha triunfado y además es màs cara…