
Antes de la II Guerra Mundial, habría contabilizados unos trescientos mil judíos en Francia. La familia de Alfred Nakache era judía y provenía de Argelia, en su capital, entonces Constantina, había nacido él un 18 de noviembre de 1915. Su familia amaba el deporte, por lo que se convirtió en un gran nadador muy pronto. Su único objetivo en la vida era convertirse en profesor de Educación Física, fue el quinto de su promoción.
En 1935 fue campeón de Francia y participó en los Juegos Olímpicos de 1936, pero dos años después a donde tuvo que ir fue a la guerra. Lo destinaron al 201º batallón de Ain Ornat en Sétif el 8 de septiembre de 1939 y, tras la rápida derrota francesa, fue desmovilizado el 26 de julio de 1940. Su país estaba moralmente devastado, pero también la vida normal debía continuar. Él decidió seguir con sus estudios en la École Nationale d’ Éducation Physique y se puso a trabajar en el Liceo Janson de Sailly.
Desde ahí vivió la involución legal. A finales de agosto del 40, se derogó la ley Marchandeau que prohibía los ataques racistas y antisemitas en la prensa. El 3 de octubre del 41, se promulgó el Estatuto de los Judíos, que limitó su acceso a las profesiones relacionadas con el servicio público y la enseñanza, gremio al que se dio dos meses para que abandonasen sus profesiones. Nakache fue uno de ellos. Tuvo que renunciar a su trabajo, igual que otros 2.911 profesores.
Como tantos otros, huyó de los nazis hacia la Francia no ocupada. Allí las dificultades no eran menores, se les negaba el acceso a la vivienda, pero Nakache tenía contactos por la natación. El Dauphins du Toulouse Olympique Employés Club le acogió con los brazos abiertos. Pudo entrenar y dio clases de Educación Física. Además, de forma clandestina, se relacionó con el Armée Juive (Ejército Judío), que tenía la sede en Toulouse, precisamente. Su cometido era dar formación militar a jóvenes para que en el futuro se incorporaran a unidades de combate.
También difundió propaganda antinazi en lugares públicos. Este grupo de resistencia se llamaba Les Légions Françaises Anti-Axe y le introdujo en él su amigo, el también nadador Roger Foucher-Crèteau.
Deportivamente, en Berlín no había logrado ninguna medalla, pero su trayectoria ascendente le llevó a lograr el récord de Europa de 100 metros braza, en manos de Joachim Balke, un alemán (desparecido en combate en 1944 en un batallón de castigo en Veliky Novgorod), y el récord de Francia en 200 metros en 1941. En 1942, cayó el récord del mundo. Y esa fue su contradicción. Mientras los judíos eran reprimidos, él se convirtió en un héroe. Incluso la prensa bajo control alemán, como L’Auto, celebró sus éxitos.

Cuentan Doriane Gomet y Thierry Terret en To be a Jew and Champion in Vichy’s France: Alfred Nakache que para entender el destino final de este nadador hay que situarse en el contexto de la Revolution Nationale del mariscal Petain. Francia había sido derrotada y el líder de lo poco que quedaba de ella tuvo que poner en marcha una narrativa que explicase su claudicación: todo había sido culpa de los judíos, los protestantes, los masones y los comunistas. El enemigo interno.
La campaña, a su vez, vino seguida de numerosas leyes para detener la «decadencia» y restablecer el orden y la disciplina moral. El deporte, como suele ocurrir en estos casos, fue una de las actividades que más se promovieron. En esta situación, todo parecía indicar que Nakache encajaría perfectamente en el Nuevo Hombre de la Revolution Nationale. Todo encajaba, pero había un problema: también era judío.
En Vichy, un tenista, Jean Borotra, era el encargado del deporte en el contexto de la Revolution Nationale. Nakache, en un principio, se presentó como un símbolo de «salud, coraje y disciplina». Émile-Georges Drigny, presidente de la federación, que debía ser perfectamente consciente de que el deportista era judío y de que la legislación le obligaba a apartarlo, escribió sobre él: «Nuestro campeón Nakache ha demostrado una vez más que su espíritu de lucha, su voluntad de ganar, pueden superar no solo a la juventud, sino también la falta de estilo formal que caracteriza su natación, y logró imponerse con su ardor habitual venciendo a sus rivales más jóvenes y menos experimentados, quienes estaban mucho menos dotados en términos de tenacidad, confianza y resistencia».
Resulta que ambos eran amigos desde los Juegos Olímpicos de 1936. Había celebrado el éxito en los 4×200, donde Francia quedó cuarta, pero por delante de Alemania. Ese fue el matiz, porque poco después los medios abiertamente antisemitas empezaron a escribir contra él. En Le Pilori, se dijo: «¿Y qué decir de este formidable, maravilloso, extraordinario nadador, este hombre sobrenatural, este semidiós de cabello encrespado y fosas nasales anchas, tal como les gusta describirlo en un gran diario parisino? Se trata del judío Artem Nakeche, miembro de la asociación sionista Maccabih, laureado de las Olimpiadas judías».
En el verano del 42, meses después de la Conferencia del Wannsee donde se decidió la Solución Final, en Vichy comenzaron las deportaciones. En un principio, nadie tocó a Nakache. Fue a competir a Lyon en agosto en un momento en el que ya había redadas. Aunque la comunidad judía de Toulouse contaba con la protección del arzobispo de la ciudad, Monseñor Saliège, las primeras deportaciones de «judíos apátridas» habían empezado en junio.

Nakache en septiembre se fue de gira por norte de África. En esas fechas ya estaba bajo vigilancia, y la prensa empezó a cebarse con él, pero acabó el año. En febrero de 1943, batió el récord francés de los 400 metros combinados, pero la campaña de acoso en los medios ya era ensordecedora. «Nakache es, en efecto, el menos defendible de los judíos, el más específicamente judío de toda la judería», apareció en Je suis partout, que también cuestionó su nacionalidad, «oficialmente, desde la abolición del decreto Crémieux, Nakache, un judío nacido en Argelia, ya no es francés», y concluía en alto: «Es un individuo vil que debería estar, como mínimo, en un campo de concentración».
En julio de 1943, Nakache se presentó en el Campeonato de los Pirineos, donde consiguió la mejor marca europea del año. Finalmente, en agosto, el nadador anunció que no defendería más al equipo nacional francés, aunque estaba en buena forma.
Uno de sus grandes rivales, Jacques Cartonnet, al que había derrotado continuamente, incluso en su especialidad, mariposa, fue el encargado de encabezas los actos propagandísticos del deporte de la Francia ocupada. En un acto precisamente en Toulouse, se exigió que la actividad física respetase las leyes. Es decir, que no participarán judíos. Los historiadores no saben a ciencia cierta si Nakache abandonó la natación por las presiones de Cartonnet o directamente de la Gestapo, pero aunque desde abril el gobierno de Vichy había firmado acuerdos de colaboración con las SS, le mundo del deporte protestó.
El presidente del club de natación de Toulouse protestó airadamente y 26 de sus nadadores y ocho de otros clubes se negaron a participar en rondas clasificatorias. Otros, en cambio, sí participaron pensando que así protegían a Nakache por las consecuencias que pudiera tener un incidente sonado. En cualquier caso, los que se negaron a competir fueron suspendidos.
La prensa, inmediatamente, celebró las medidas disciplinarias contra los díscolos y silenció el nombre de Nakache y los motivos de su expulsión. Aunque hubo medios en la prensa antisemita que aprovecharon para chulearse cobardemente: «El judío Nakache, brillante representante de Francia en natación, no participó en las eliminatorias francesas. ¿Estaba lesionado? ¿Dónde está la lesión? ¿En su prepucio? ¿Fue un desafortunado accidente con un par de tijeras?».
El 20 de diciembre de 1943, la Gestapo arrestó al campeón y a toda su familia. Todos fueron trasladados al campo de Drancy el 4 de enero de 1944. Nakache recibió el número 10675, su mujer el 10676 y su hija de dos años de edad, el 10677. El día 20, partieron en el convoy nº66 hacia Auschwitz. Nada más llegar a Birkenau, su mujer y su hija fueron directas a la cámara de gas. El nadador no se enteró hasta después de la guerra.

Viajaban en ese mismo convoy el boxeador tunecino Víctor Pérez, un periodista deportivo, Noah Klieger y el escritor Primo Levi. Cuentan las memorias de otros internos que Nakache les infundía moral, que incluso nadaba en los canales contraincendios, aunque su mayor proeza fue sobrevivir a la marcha de la muerte de Auschwitz a Buchenwald en enero de 1945. Cuando el campo fue liberado por el ejército de Estados Unidos, se quedó cuidando a sus compañeros en el hospital. Al regresar por fin a Toulouse, de 85 kilos que pesaba, había adelgazado hasta los 42.
Eso no le impidió seguir nadando. Su último título de 200 metros braza lo obtuvo en 1946. En 1948, estuvo en los Juegos Olímpicos de Londres y llegó hasta semifinales, esta vez en mariposa, que entonces se consideraba variante de braza.
Sobrevivió al horror, pero sus gestas deportivas ni siquiera le abandonaron dentro del campo. Años después, dijo «arrestado e interrogado por la Gestapo, me encontré acusado de propaganda antialemana porque seguía batiendo los récords de los nadadores alemanes». Seguían rabiando. Murió en 1983… Sí, nadando. Entrenaba cada día en el puerto de Cerbère.