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Luka Doncic: «No voy a batir el récord de LeBron porque no voy a jugar tanto tiempo en la NBA, quiero tener mi granja en Eslovenia»

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Luka Doncic (Foto: Cordon Press)
Luka Doncic (Foto: Cordon Press)

No sin escándalo, Luka Doncic ha sido traspasado a Los Angeles Lakers. Será el nuevo compañero de LeBron en un movimiento que ha revolucionado toda la NBA. Después de casi siete años en Dallas Mavericks, el esloveno se va a marchar de su equipo después de no haberlo solicitado ni esperado. No era su intención irse. Se siente traicionado en los despachos. Parece que ha pesado el tiempo que pasa lesionado al año, consecuencia en buena parte de un calendario saturado, pero el hecho es que hace unos meses ya habló del que será su compañero estrella y de los planes que tiene sobre la longevidad de su carrera.

Fue en el espacio The Young Man and The Three y lo dijo claramente. Se le preguntó si piensa batir el récord de LeBron y sentencia: «No, no voy a jugar tanto tiempo». ¿Y qué hará entonces, algo muy balcánico: «Voy a tener mi propia granja, en Eslovenia».

Luego opinó sobre el jugador. Comparó los estilos de ambos y encuentra similitudes entre LeBron y él: «Cuando estoy atacando, observo al defensor en el lado débil y sé que tiene que moverse en algún momento. Entonces ataco. LeBron hace esto muy bien también».

Sobre el hand-checking, opinó: «Estaba viendo un partido el otro día donde Kevin Durant estaba siendo defendido por Mikal Bridges, legalmente tenía las manos sobre él. Tan pronto como Mikal retiró su mano y Kevin pudo entrar en su movimiento de tiro, simplemente entró en su movimiento de tiro. LeBron hace un gran trabajo con eso también».

Además, Luka mencionaba que anotar en la NBA es más fácil que en Europa debido a las reglas, especialmente por la norma de los tres segundos defensivos en la zona. Así explicó su proceso de lectura en el uno contra uno: «La gente no se da cuenta de lo importante que es eso. Cuando estoy en un uno contra uno, miro al defensor en la pintura. Él tiene que salir en algún momento. Así que cuando está saliendo, intento atacar. Es una gran diferencia».

Luka también reflexionó sobre la calidad ofensiva en la NBA actual: «La cantidad de talento ofensivo en la liga en este momento es una locura. No creo que la gente realmente lo entienda». Él mismo da fe, que metió 73 puntos en un partido como coser y cantar: «Oh, no. No, no, te aseguro que no. Todo el mundo dice que mi juego parece fácil. No es fácil, créeme».

Luka Doncic (Foto: Cordon Press)
Luka Doncic (Foto: Cordon Press)

Otro detalle importante sobre su personalidad fue su capacidad de liderazgo. Donic reconocía que ha evolucionado en su papel de líder dentro del equipo y que ahora se comunica más con sus compañeros en la cancha: «Puedes estar seguro de que soy mucho mejor en eso que hace dos o tres años», admitió.

Con el paso de las temporadas, ha entendido que su rol no solo es anotar y generar juego, sino también motivar y dirigir a sus compañeros. Parte de este crecimiento se debía a la influencia de Jason Kidd, el responsable de ayudarle a mejorar en esta parcela. «J-Kidd me ha ayudado mucho en ese aspecto», explicó.

Para Luka, la experiencia y la madurez eran factores  que habían sido determinantes en su evolución como líder. Aunque al final admitía que aún tenía margen de mejora. «Es un poco de todo: más experiencia, más madurez y el apoyo de J-Kidd. Ahora entiendo mejor lo que el equipo necesita de mí», concluyó.

Luka Doncic, aprendiendo desde niño

El nuevo jugador de Los Angeles Lakers es hijo de Sasa Doncic, una estrella del baloncesto esloveno. Cuando todos los chavales de su edad estaban entregados a los videojuegos, el joven Luka se pasó la infancia de cancha en cancha viendo jugar a su padre. Y en los descansos, aprovechaba para colarse y echarse unos tiros.

Cuentan que  antes de aprender a hablar con fluidez, ya estaba jugando al baloncesto con su padre. Los más aventurados sostienen que a los siete meses de edad ya se acercaba al balón de baloncesto. Puede que tras ver a su padre jugar cuando solo tenía tres meses. Con un año de edad, ya lanzaba a una canasta de juguete que tenía en casa.

El bebé respiraba baloncesto en casa y lo reproducía inconscientemente. Estuvo todos esos primeros años imitando los movimientos de su padre, las conversaciones a su alrededor iban sobre baloncesto. La madre, Mirjam Poterbin, de profesión modelo y bailarina, recuerda, y no es un chiste, que antes de aprender a decir «mamá», el bebé llamado Luka dijo «balón».

No obstante, no todo fue impregnación. Saša, cuando ya le estaba enseñando formalmente a jugar, si bien disfrutaba desarrollando la creatividad de su hijo, también le inculcó disciplina. No dio puntada sin hilo, aunque Saša pasara por el taxi, era entrenador.

Ya en manos de otros preparadores, Luka, en las categorías formativas, progresaba como un cohete. Su juego exigía a velocidades inauditas medirse cada vez con niños más mayores. Se dice que Saša proyectó en su hijo todo lo que no llegó a ser él, pero no lo hizo desde la frustración, sino desde la inteligencia. Del que ha aprendido de los errores que pudiera haber cometido, porque indudablemente talento tenía.

Su problema fue la  indisciplina y las salidas nocturnas fuera del horario. Nunca pudo librarse de ese «punto negro», pero aprendió. Hoy el baloncesto ha cambiado y llegó a ser consciente rápido de que, en el siglo XXI, para que un niño llegase, el talento había pasado de importar un 50% en los años 80 y 90 a ser solo un 10%. Todo lo demás estaba en la capacidad de sacrificio y las renuncias.

Esas claves pudieron ser cruciales cuando Luka se enfrentaba al peor enemigo posible en una situación como la suya: las expectativas. Primero, por destacar; segundo, por quién era su padre. Era hijo de quien era y eso lo sabían sus compañeros de clase y sus primeros rivales. Estar a la altura era un peso. Y no solo se trataba de la rama sanguínea, era también ahijado de Rašo Nesterović, exjugador de la NBA y campeón con los San Antonio Spurs. Otro esloveno de nacimiento, pero hijo de serbios, algo parecido a la situación Luka.

Luka Doncic (Foto: Cordon Press)
Luka Doncic (Foto: Cordon Press)

Un espejo en el que mirarse, y vaya si lo hizo. No es que Luka estuviera a la altura de lo que se esperaba, es que lo estuvo demasiado. Cuenta su biógrafo que los entrenadores no lo valoraban ni por su altura, normal, ni por su velocidad, sino por lo más difícil: entender el juego. Lo hacía «como un hombre de cuarenta años que venía ya de jugar mil partidos». Era «un cerebro curtido para el baloncesto en un cuerpo infantil».

Aun así, no todos compartían la misma opinión. Edis Mahmutović, que jugó contra él cuando solo era un niño una cancha callejera de Liubliana, dice que nunca olvidará la primera vez que jugó contra él.  «Era más pequeño que ahora, pero tenía los pies grandes (…) era muy inexperto, no era rápido, era corpulento, nunca jamás pensé que ese hizo lo iba a lograr».

Jugaron un primer partido y Luka falló todo lo que tiró. No dejó, como explica Edis, ninguna impresión perdurable. Pero luego echaron un segundo y… «empezó a tirar triples y acertó todos los tiros, todos los putos tiros». Eso no se le olvidó en la vida. Lo que vino después, con su carrera profesional, tampoco. Edis se quedó en semiprofesional.

Curiosamente, al niño tampoco le faltaba mal gusto. Sus jugadores favoritos entonces eran gente como Goran Dragić, compañero de vestuario de su padre y también hijo de un serbio, y sobre todo una estrella como Vasileios Spanoulis. Le consideraba un modelo a seguir. Le flipaba su trayectoria en la EuroLeague. De hecho, más adelante, llegó a usar el número 7 en honor del griego mientras jugó en Europa.

La primera firma de importancia que plasmó en un papel fue en 2007. Se incorporó al KK Olimpija, lo más top de Eslovenia. Iba a tener acceso a uno de los mejores programas de formación juvenil. A cambio, un crío de apenas ocho años iba a sufrir un aislamiento y una dedicación y deberes que no siempre son lo más adecuado ni lo que se desea a esa edad. Para complicar aún más las cosas, sus padres se divorciaron un año después.

Quizá estos fueron los años más duros de su vida. Su madre se hizo con la custodia y no fue fácil para ella encontrarse a su hijo llorando a la vuelta de los entrenamientos, frustrado, machacado. Un entrenador le recordó a su biógrafo: «Cuando Luka estaba en la cancha, nadie pensaba que tenía ocho años».

Sus entrenadores de esa etapa, como Jernej Smolnikar, recuerdan que era imposible despegarlo de las canchas. Cuando le daban descanso de un día, el niño lograba convencer a sus padres para volver al pabellón al día siguiente y seguir jugando.

Pronto le subieron de nivel. Luego otra vez, luego otra más. No en varios años, sino en varias semanas. Acabó jugando con niños de once años cuando él tenía ocho. «Llegó al Olimpija y al día siguiente ya estaba entrenando con niños tres o cuatro años mayores», recuerda Grega Brezovec. A lo que añade Smolnikar: «Era el bebé del equipo, pero en la cancha se negaba a que lo trataran de esa manera».

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Luka Doncic (Foto: Cordon Press)

El Luka jugador podía medirse a ellos, el Luka persona quería jugar con niños de su edad. Pero todo aquello fue clave. Su potencial estaba en la cabeza y enfrentándose a rivales de más tamaño y fuerza, e incluso destreza, eso fue lo que más desarrolló. La inteligencia. Además, con esas características destilaba personalidad: «Era un imán para los demás niños, había algo especial en él», dice otro entrenador.

Ese estilo cerebral y técnico que le ha hecho triunfar en la NBA se pulió ahí. Otro entrenador, Lojze Šiško, recuerda: «Todos los movimientos que veo en los resúmenes de la NBA ya los vi en Liubliana». Es más, algunos formadores, como Rado Trifunovič, llegan al extremo de considerar que Luka les enseñó más a ellos que ellos a Luka: «No hay posibilidad alguna de que un entrenador pueda decir que le enseñó a Luka a hacer esto o a hacer esto otro».

El gran cambio llegó en el Real Madrid

Esa inercia nunca cambió. A los 13 años fichó por el Real Madrid, fue el jugador más joven que había incorporado el club hasta ese momento. La había liado muy parda metiendo 54 puntos en un partido sub-13 del Olimpija contra el Lazio de Roma.

Eso estaba lleno de ojeadores y tardaron solo cinco meses en conseguir su firma. A su padre le convenció la calidad de las instalaciones donde se iba a alojar en Madrid, una residencia de estudiantes, que los niños fuesen uniformados y que aquello era «una especie de prisión abierta». Tuvo un buen presentimiento. De nuevo, Saša enmendó los errores de juventud de Saša en su hijo Luka.

Es algo que el padre reconoce abiertamente: «Yo no tuve esa oportunidad, de que alguien con experiencia me dijera qué estaba mal y cómo hacerlo de manera diferente. Una persona inteligente aprende de los errores ajenos; una tonta, de los propios. Eso se lo dije a Luka: ‘Tú aprende de mis errores, no de los tuyos’. Esa fue también una experiencia que viví, y por eso quise encontrar el entorno adecuado para él y asegurarme de que este camino lo llevara a donde debía ir».

Tan joven, tampoco lo tuvo fácil en la capital de España. En esa residencia, llena de jóvenes deportistas, al principio, se comunicaba con gestos y miradas. Las reglas que imponía el Real Madrid eran estrictas. Detalles como nada de gorras puestas en el comedor y puntualidad rigurosa en toda. Una vez Luka se quedó dormido y se comió el banquillo en el siguiente partido. Nunca volvió a pasarle. En el Real Madrid recuerdan que con aquel castigo «le quitaron lo que más amaba».

Tuvo que aprender español mientras jugaba, pero nada más llegar dejó una huella indeleble en Vitoria. Jugó la Minicopa, un torneo para que circulen los talentos jóvenes, y metió 25 puntos en la final contra el Barcelona, además de llevarse el MVP. En el club blanco tomaron nota enseguida de lo que tenían ahí.

Aunque no era de acero. Muchas veces se quebró, quería volver a casa, a la seguridad de esas montañas que arropan una ciudad en la que la palabra compatriota se confunde con vecino y conocidos debido al tamaño del país. Es ahí cuando su madre le machacó con una frase: «No te rindas». Ahora la lleva tatuada «No desistas, no te rindas».

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