
O se iba la plantilla o se iba él y, efectivamente, se fue la plantilla y él siguió. Obradović es, posiblemente, el entrenador con más crédito del mundo, su palmarés le avala. Sin embargo, su Partizan lleva una trayectoria descendente pese a su poder absoluto, aunque aún queda mucha temporada por jugar. Posiblemente por eso, en los últimos meses, el entrenador de Čačak se ha dejado ver por los medios serbios, donde le han realizado entrevistas en profundidad para mayor gloria de sus relaciones públicas, pero al mismo tiempo excelentes clinics sobre baloncesto.
En el podcast X&O’s CHAT, ha recordado cómo fue su aterrizaje en Badalona en 1993 procedente de Belgrado, un auténtico choque cultural: «La primera vez que jugamos un amistoso, por la noche en la cena, los jugadores bebieron cerveza y vino. Yo estaba en shock, pero entendí que era parte de la cultura local, donde cada uno toma una copa de vino o cerveza y nada más. Por supuesto, esto no es algo que suceda en mi cultura, porque aquí [en Serbia] se convertiría en algo diferente».
Una de ellas era la actitud frente a los resultados. En España, era algo muy distinto a lo que había vivido en Yugoslavia todos los años anteriores. Incluso cita una anécdota que nunca ha olvidado porque el que salió transformado de ella fue él: «Jugamos contra el Barcelona, perdimos, yo estaba fuera de mí, fue nuestra primera derrota. Esa noche organizaron una sorpresa para Jordi Villacampa por su cumpleaños. Yo no entendía lo que estaba pasando, pero me explicaron que aquí la vida sigue, que no hay sufrimiento ni alegría extrema».
En España, ante todo, bienestar
La clave fue su capacidad para adaptarse: «Cuando fui al Joventut, cambié de país, cultura y forma de vida. Al principio fue difícil, pero entendí que debía adaptarme rápidamente para tener éxito. En cada equipo, el contexto cultural influye en cómo debes trabajar con los jugadores. Aprender a adaptarme a esas diferencias fue crucial para lograr buenos resultados; adaptarse no solo es una necesidad, es una oportunidad para aprender. Cada lugar al que fui me enseñó algo nuevo sobre baloncesto y sobre la vida».

Su paso por el Real Madrid fue un ejemplo de esa adaptabilidad. Tras el éxito inicial, perdió a su mejor jugador y se tuvo que dedicar a reinventarse: «El jugador más importante de ese equipo, Arvydas Sabonis, se va a la NBA. Todos los demás estaban ahí… excepto Joe Arlaukas. Recuerdo que ese año se decía que jugábamos un baloncesto de control, y cosas por el estilo. Luego traje a Zoran Savić al año siguiente como pívot. Recuerdo que en las primeras ocho jornadas tuvimos un promedio de 106 puntos anotados. Les expliqué que tenía características un poco diferentes como pívot» Sin embargo, las siguientes temporadas no fueron iguales: «Todos se sorprendieron, porque ese equipo había sido campeón de Europa, pero yo dije: ‘Bueno, el jugador más importante de ese equipo, Sabonis, se ha ido a la NBA’».
Antes, en el espacio 360 Stepeni, de la cadena N1, en referencia a una posible privatización de los clubes deportivos en Serbia, que siguen teniendo fuertes lazos con el Estado, ha elogiado el modelo español: «Tomemos el ejemplo de los clubes españoles, probablemente el mejor modelo. Allí, los propietarios de los clubes son los aficionados. Hay elecciones para el presidente, al igual que se elige al presidente de un país. Los candidatos presentan sus programas y están obligados a cumplirlos, porque los aficionados que votaron pueden revocarles la confianza si no lo hacen».
En estos encuentros, también ha explicado cómo ha cambiado el baloncesto desde que él empezó a jugar hasta la actualidad. Algunos de esos cambios son obvios, ahora prima mucho más lo atlético y los jugadores son deportistas de mucha mayor categoría en el aspecto físico. «El baloncesto se ha acelerado y los jugadores, aunque no tienen un periodo de preparación tan largo, son más atléticos, más fuertes y más rápidos», ha dicho. Este detalle contrasta con las preparaciones, que ahora son más cortas por la saturación de partidos.
Análisis de datos y tecnobasket
Aunque el cambio más notable es el tecnológico. El acceso a los datos está haciendo evolucionar el baloncesto, como cualquier otro deporte, a un ritmo endiablado: «Hoy en día, todo está basado en estadísticas y análisis. Tenemos acceso a información detallada sobre cada jugador y cada situación del juego. Antes, la preparación se basaba más en la observación directa y el conocimiento del juego, pero ahora cada aspecto se analiza minuciosamente para maximizar el rendimiento del equipo. Ahora, con la tecnología disponible, puedes obtener información inmediata durante el partido. Esto ayuda a los entrenadores a tomar decisiones más rápidas y basadas en datos».
Sin embargo, nada de esto puede reemplazar el ojímetro, ha explicado. Si bien detalles que aprendió hace cincuenta años asegura que le siguen funcionando, no todo lo que dice la tecnología tiene por qué ser válido, explica: «Las estadísticas son útiles, pero no pueden reemplazar lo que ves con tus propios ojos. La experiencia y la intuición del entrenador son igual de importantes en el baloncesto. Los jugadores también son conscientes de las estadísticas y cómo afectan su rendimiento, pero siempre les digo que no se obsesionen con ellas. El juego sigue siendo algo que se vive en la cancha, no en una hoja de datos».

No obstante, en los finales de partido de infarto, en los que precisamente él ha sabido brillar como nadie, sí que admite el uso de los datos: «En los últimos minutos del partido, las estadísticas pueden darte una ventaja crucial. Saber qué esperar del rival y qué cambios hacer puede decidir un campeonato».
En otro encuentro en Euronews Serbia, ha recordado que se han estrechado las distancias entre Europa y Estados Unidos, que hace unas décadas eran siderales: «En los años 80, cuando jugábamos, parecía que el baloncesto en Europa y la NBA eran dos deportes diferentes. Había una gran diferencia en términos de estilo, preparación y nivel de competición. Hoy en día, gracias a la tecnología y al acceso a información, cualquier jugador o entrenador europeo puede estudiar partidos y aprender de los mejores del mundo. Esto ha acortado enormemente la distancia entre Europa y la NBA. La Euroliga es ahora la segunda mejor competición de baloncesto en el mundo, y muchos de los jugadores que triunfan en la NBA se forman en Europa».
Europa lidera la NBA
Para muestra, uno de sus paisanos: Nikola Jokić: «Es un ejemplo perfecto del impacto que los jugadores europeos tienen en la NBA. No solo es el mejor jugador de su generación en nuestra región, sino que ha cambiado la percepción del baloncesto europeo en todo el mundo. Lo que hace a Jokić especial no es su físico, sino su inteligencia como jugador. Piensa más rápido que nadie en la cancha, y su visión del juego es incomparable. Y no solo es un jugador dominante en la NBA, también es un modelo a seguir para las nuevas generaciones de jugadores europeos. Su humildad y dedicación fuera de la cancha son tan impresionantes como su habilidad dentro de ella».
Hasta un punto, opina, en el que la elite de la NBA es europea: «Los tres mejores jugadores de la NBA en este momento, Jokić, Doncic y Antetokounmpo, comenzaron sus carreras en Europa. Esto dice mucho sobre cómo el baloncesto europeo ha alcanzado un nivel de excelencia que compite con el mejor del mundo. La formación en Europa es única. Los jugadores no solo aprenden habilidades técnicas, sino que también desarrollan una comprensión profunda del juego y un enfoque en el trabajo en equipo. El estilo europeo, basado en el movimiento del balón y la inteligencia táctica, ha influido en cómo se juega el baloncesto en la NBA. Los equipos de la NBA ahora integran elementos del juego europeo».

De tal manera que el futuro que le espera al continente no puede ser más prometedor: «Creo que el baloncesto europeo seguirá creciendo y produciendo jugadores que puedan competir y destacar en la NBA. Pero también es importante que mantengamos nuestra identidad y sigamos desarrollando nuestro estilo único. Las generaciones jóvenes tienen más oportunidades que nunca para aprender de los mejores. Si están dedicadas y trabajan duro, el futuro del baloncesto europeo es brillante. Los jugadores europeos han demostrado que pueden liderar en cualquier liga. Esto no solo beneficia a Europa, sino al baloncesto global en su conjunto».
Sobre el público también ha apreciado cambios. Dice que hoy la gente te valora por el resultado del último partido. Algo que «no tiene sentido y no es justo». De todos modos, a él le da igual, vive al margen de toda opinión exterior: «No me afectan las opiniones de otras personas, no leo críticas y que dios me libre también de los elogios, porque eso es aún peor». De hecho, lanza un mensaje a los entendidos: «Algunos de mis amigos ven baloncesto desde hace 50 años y dicen que lo entienden. Les respondo: ‘Yo he estado en miles de vuelos, pero eso no significa que pueda ser piloto’».
Autocrítica y exigencia extrema
Pero este desinterés por las opiniones se ajenas se debe a que la persona que es más dura con él, es él mismo: «Nadie en este mundo puede criticarme tanto como yo mismo lo hago. Analizo todo lo que hago y, por supuesto, cometo errores como cualquier otra persona. Escuchar críticas no está mal, pero siempre se debe confiar en lo que uno ve y siente como entrenador. Aprender de los errores es más valioso que cualquier comentario externo. Después de una derrota, me siento con mi cuerpo técnico y los jugadores para analizar exactamente qué salió mal. No busco culpables, sino soluciones».
Aparte, lo que más le llena como entrenador es saber que les ha «ayudado a crecer», tanto en el baloncesto como en la vida, «a ser mejores en la cancha y, muchas veces, también fuera de ella». Si hay algo que le emociona es haber participado en la carrera de jugadores que han logrado grandes cosas, haber sido parte de ello.

Por ejemplo, de Ekpe Udoh, al que cogió fracasado en la NBA y lo convirtió en el MVP de la Final Four de 2017, dice que en un principio era un jugador que no se empleaba a fondo en los entrenamientos, lo que le causaba problemas con sus compañeros.
En cambio, tenía un talento para entender sus instrucciones y llevarlas a la práctica en la cancha que acabó siendo la pieza clave de su sistema: «Ekpe Udoh era tan perezoso en los entrenamientos que irritaba a todos, pero cuando empezaba el cinco contra cinco y yo daba una instrucción, la ejecutaba de forma impecable. Tuve que hablar con él para que mejorara su actitud en los entrenamientos porque, aunque era brillante en los partidos, necesitaba ajustar su mentalidad diaria».
Una conversación similar tuvo que tener también con Bogdan Bogdanovic, que también estuvo en ese Fenerbahçe campeón: «Cuando llegó, creía que todo giraba en torno a él, pero rápidamente entendió que no era así. Tuvimos muchas conversaciones al principio sobre cuál tendría que ser su rol y cómo debía adaptarse al equipo y una vez que lo hizo se convirtió en uno de los jugadores más importantes, le expliqué desde el principio que, aunque era talentoso, debía aprender a trabajar para el equipo antes de esperar que el equipo trabajara para él». De esta manera, el juego que desplegó en Turquía le sirvió de trampolín para ir a la NBA, recuerda.
Porque es muy difícil tener talento, pero muy fácil desaprovecharlo: «Los grandes jugadores como Udoh y Bogdan no solo tienen talento, sino que también entienden el juego a un nivel superior. Eso hace que trabajar con ellos sea un placer, porque mi trabajo con jugadores como ellos no consiste solo en enseñarles a jugar, también se trata de que piensen el juego de forma diferente».
Una buena persona, un buen jugador
Por este tipo de experiencias, Obradović asegura que cuando elige a los jugadores, la faceta personal para él pesa bastante: «Un jugador puede ser muy bueno técnicamente, pero si no tiene el carácter adecuado o no encaja en el equipo, no será útil. Siempre me fijo en las cualidades deportivas, pero también en las personales. Un buen jugador debe ser un buen profesional. No solo miramos las estadísticas. Queremos saber cómo se comporta fuera de la cancha y cómo encajará en nuestro equipo. Preguntamos a sus antiguos entrenadores, compañeros y personas cercanas para entender quién es realmente ese jugador».
Y si la personalidad es tan crucial, el respeto va detrás. Porque las famosas broncas de Obradović pueden ir en las dos direcciones: «Siempre he sido honesto con mis jugadores. Les digo exactamente lo que pienso y espero lo mismo de ellos. Prefiero que los jugadores me digan lo que realmente sienten, incluso si no están de acuerdo conmigo. La honestidad es la clave. Pero al final estoy orgulloso de decir que muchos de mis exjugadores siguen siendo grandes amigos míos. Eso demuestra que construimos algo más allá del baloncesto».
En este aspecto, los que peor lo llevan son las estrellas. A los jugadores destacados es a los que más exige: «Siempre digo a las estrellas que su comportamiento define el ambiente del equipo. Si trabajan duro, los demás harán lo mismo. Cuando asigno roles, siempre empiezo con las estrellas. Ellos deben mostrar a los demás lo que significa ser parte del equipo». De hecho, ha dado ejemplos. Dejan Bodiroga y Dimitris Diamantidis: «Esos dos entendieron de inmediato lo que significaba liderar el equipo».

Sobre la escuela yugoslava, ha recordado sus principios más elementales, dedicación y disciplina: La concentración es increíblemente importante. Si un jugador no está concentrado, no puede hacer nada en la cancha. En el entrenamiento, trabajamos hasta que todo se convierta en automatismo. Si no puedes hacerlo en el entrenamiento, no podrás hacerlo en el partido. Y si los jugadores pierden la concentración, incluso las mejores tácticas no funcionarán. Personalmente, cuando miro a los jugadores durante un tiempo muerto, sé inmediatamente si están concentrados o no».
Por último, además de a su ídolo, Dragan Kićanović, ha recordado las enseñanzas de Aleksandar Nikolić, uno de los padres del baloncesto yugoslavo. Él le explicó que la labor del entrenador consiste en «corregir errores». Por otro lado, Duda Ivković fue más allá y «dejó una marca enorme» en su vida, porque aparte de enseñarle baloncesto, le mostró cómo enfrentarse a los retos y manejar a las personas: «Ambos, Nikolić e Ivković, me enseñaron que el baloncesto es más que un juego; es una forma de entender la vida, las relaciones y el trabajo en equipo. Me enseñaron a ser honesto conmigo mismo y con los demás, a enfrentar los problemas con franqueza y a nunca dejar de aprender. Siempre estoy agradecido por las lecciones que me dieron. Mucho de lo que soy hoy, como entrenador y como persona, se lo debo a ellos».
Uno de los más grandes.
Así es, por no decir el mejor. Gracias por su comentario.
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