El curso pasado, el Barça era un desatino, mientras en el actual no se cansa de golear. Como las «únicas» variaciones entre plantillas han sido el ascenso de Casadó, el fichaje de Olmo y el estado de Pedri, todos convenimos en que Flick es la clave. Pero se confunden las razones.
¿Es la trampa del fuera de juego una táctica milagrosa? No. ¿Ha convertido el entrenador a Raphinha, inoculándole algún remedio psíquico, en el crack que hasta ahora nunca fue? No. ¿Es Koundé un alma lateral, no el defensor central en que él mismo se reconoce? No. ¿Es Flick un gran entrenador? Sí, aunque no por lo que le atribuimos.
El método de Flick no es mejor que el de Ancelotti
«El método Flick» ha sido titular de varios medios prestigiosos, entre ellos Sport. Los textos escritos refieren la preparación física, las normas de conducta, las dobles sesiones de entrenamiento y la táctica como abstracción. Asuntos interesantes y sin embargo alejados del ser del juego del Barça, que no acontece debido a lo accesorio.
Al contrario de lo aceptado, la grandeza de un entrenador no está en su metodología o en su manual táctico. Todos los entrenadores actuales son metódicos y estudiosos, pero no por ello grandes entrenadores. No es mejor tácticamente Flick que, por ejemplo, el desprestigiado Mourinho. Tampoco que Ancelotti, cuyos éxitos son, según una crítica siempre dispuesta a minusvalorarlo, debido a cualquier cosa menos a su libreta.
Hoy, cuando uno se enfrenta al Barça puede dar por hecho algún gol legalmente anulado por fuera de juego. Por eso decimos que la última maravilla táctica es la trampa ejecutada por los de Flick. Se leyó en Mundo Deportivo lo siguiente: «Cubarsí da las claves del éxito de la fórmula del fuera de juego», artículo donde el canterano responde al tendencioso periodista explicando cómo lo trabajan en el entrenamiento.
Sin embargo, la historia indica que este método existe desde hace no menos de tres décadas y ha sido utilizado por innumerables entrenadores desde Sacchi –maestro, por cierto, de Ancelotti-, a menudo con resultados ridículos. Incluso Sacchi con otras plantillas fracasó sin discusión. Y se debió a que desatendían lo esencial: partir de los quiénes.
Un gran entrenador es el que logra detectar las características de su plantilla y a partir de ellas piensa la táctica conveniente para explotarlas. La clave está en la detección, que es una labor de orfebrería y una cuestión de sensibilidad, no en la táctica en sí, ni en el trabajo que lleva detrás. Saber que concretamente a este Barça le conviene jugar al fuera de juego era la complicado, mientras trabajar el fuera de juego no es más que un añadido a la altura de cualquiera. Y puede ser una elección tan buena como equivocada.
Los resultados hablan del mérito de Flick, algo plausible y que lo diferencia de quienes le antecedieron, permitiéndole continuar en el Barça su carrera bajo la justa consideración de entrenador de élite. Mientras este artículo tratará de explicar la realidad del brillante juego de su Barça.
La trampa del fuera de juego desde zagueros pasadores e inteligentes
Durante su estreno en pretemporada, el técnico alemán probó distintas concepciones para la zaga. Forzado por la lesión previa de Araujo y la posterior de Christensen, finalmente se consolidó una línea de cuatro donde Cubarsí e Íñigo Martínez comparten la zona central.
Fue entonces cuando el técnico decidió que al equipo le convenía adelantarla hasta los límites y jugar agresivamente al fuera de juego. Así, mientras en el Clásico de pretemporada -donde Christensen fue titular- el Madrid cayó una sola vez en fuera de juego, en el de Liga lo hizo en doce ocasiones.
Sobre los porqués, como casi siempre en el Barça, todo empieza en el pase.
La virtud pasadora de los centrales permite que el equipo pierda pocos balones en el inicio. Auxiliado por el omnipotente Pedri, consigue salir desde atrás con claridad, entonces la zaga se establece cerca de la divisoria para favorecer la presión del grupo. Encierra al rival desde su ubicación y lo ahoga con sus saltos, al tiempo que asume un alto riesgo a la espalda de sus zagueros. Esto, que en otro equipo podría considerarse temerario, en este Barça responde a la sensatez debido a las capacidades de sus centrales.
Quienes marcan la línea, Cubarsí e Íñigo, han demostrado tener un desarrollado sentido de interpretación táctica. Rara vez fallan al tirar el fuera de juego acompasado y cuando toca: si el potencial asistente está tapado y son sus atacantes de última línea quienes se desmarcan en profundidad. Sobra decir que no es lo mismo jugar con Cubarsí o Eric que hacerlo con Araujo, quien tiende a hundirse con el rival para vencerle en duelo y cuya destreza táctica será siempre más limitada.
En buena medida, es por dicha inteligencia grupal lo asumible de adelantar tanto la línea. Pero hay más consideraciones.
Una trampa para minimizar los defectos de Cubarsí e Íñigo Martínez
En segundo lugar, la maniobra bien ejecutada solventa defectos de los centrales elegidos. Jugar al fuera de juego adelantado reduce el número de duelos en velocidad, donde Cubarsí e Íñigo no son dominantes.
En el partido de Liga ante el Madrid, Mbappé y Vinicius hubieron de decidir entre retrasarse hasta su mitad de campo para recibir sin espacio y con mucho campo que recorrer o, por el contrario, esperar en la divisoria para romper al espacio. Esta alternativa, sin buenos pasadores, igualmente los minimizaba. Para los centrales del Barça, apenas hubo carreras que ganar al delantero más potente o conducciones que aguantar al más habilidoso, sólo goles anulados gracias a sus centímetros de off side.
Asimismo, tomar altura de manera sistemática aleja del área una zaga que no destaca en la defensa de la misma. El lateral Balde no es un gran bloqueador de centros y tampoco es bueno defendiéndolos. Esto lo comparte con los centrales, quienes, además de no imponerse por estatura –caso de Íñigo- y musculatura –caso del adolescente Cubarsí-, se mueven peor en situaciones donde el tiempo para leer la jugada es mínimo y manda la intuición defensiva.
No es casualidad que, ante el Bayern, cuando los de Kompany lograron encerrarlos, dos centros laterales acabasen en goles de Kane relativamente sencillos –uno de ellos finalmente anulado-, quien en el primero bloqueó corporalmente a Cubarsí y en el segundo se desmarcó de Íñigo sin necesitar apenas espacio.
Una delantera que completa la táctica
Pero para que la trampa del fuera de juego sea eficaz no todo depende de la zaga, sino que las naturalezas del resto han de acompañar. Flick ha tenido la fortuna de contar con una plantilla adecuada para completar el plan y el ojo en proponer cada matiz favorable. Un entrenador se define por su mirada, más que por su pizarra.
Empezando por la delantera, Flick detectó que tanto la voluntad como el físico de Raphinha y Lamine Yamal les permiten repetir esfuerzos sin balón. Con el Barça establecido en la mitad rival, ambos saltan a los primeros pasadores en los inicios, impidiendo que estos jueguen o lancen con claridad. Este impedimento otorga tiempo a los centrocampistas azulgranas para activar la presión y da condiciones a sus zagueros para ganar el duelo aéreo.
Mientras la doble mediapunta presiona alto, el veterano Lewandowski reduce su desgaste al pasar al escalón inferior, como parte del entramado que atiende a los contrarios de la zona media. Si la temporada pasada el polaco parecía en irremediable decadencia, esta vuelve a ser el máximo goleador.
Igualmente, la presión tras pérdida se ve favorecida por estrechar el campo tan arriba. Sin bien Casadó es capaz de saltar a presiones a distancia dado su imponente físico, futbolistas de perfil técnico como Pedri, De Jong u Olmo necesitan más contexto de cercanía para ser eficaces, al igual que el propio Lewandowski. Por lo que el engranaje defensivo del equipo queda, en su totalidad, cerrado.
Raphinha en la izquierda para golear y Koundé por la derecha para complementar
En fase de posesión, conviene destacar que el Barça 24/25 no es un equipo que pretenda someter al rival desde la combinación en posicional, sino que tiene la premisa de acelerar las jugadas. Pura escuela alemana.
Desde Pedri se crea todo. El canario es capaz de controlar cada espacio interior del campo o tiempo del partido, por ello su técnico le permite total libertad de obra. Pero la pareja de mediapuntas vuelve a tener un papel destacado para que los pases de sus centrocampistas sean posibles.
Desde una zona interior de partida, Raphinha y Lamine alternan aperturas con desmarques de ruptura que hunden a unos zagueros desconcertados de tanto ritmo. Así dan opciones de pase, al tiempo que generan los espacios necesarios para habilitar ese tipo de jugadas, asociativas y veloces, sobre todo cuando Lewandowski cae para activar terceros hombres.
A propósito de Raphinha, es uno de los mejores de la temporada y en gran medida se debe al rol asignado por Flick, distinto al que le dio Xavi. El brasileño no es buen regateador, así que ubicándole en la izquierda la tendencia a encarar a su par hacia dentro queda eliminada. Su giro con balón tampoco es notable, por lo que a pie dominante, y cerca del área, se aprovecha más la tendencia de sus buenos desmarques para chutar o asistir sin maniobra de acomodación.
Mientras que, en el otro sector, desde Lamine Yamal sucede lo grandioso. Tener al mejor futbolista del mundo en el sector derecho permite que un central convertido pueda parecer Cafú.
Bisagreando entre el extremo y la mediapunta, Lamine Yamal atrae varios rivales en cada acto y siempre elige la mejor opción. Si bien Flick le dispone a Pedri como alejado para no meterle tráfico en su zona interior, el lateral de su costado puede tener cualquier perfil porque «únicamente» ha de leer bien las situaciones de juego que le favorece Lamine. Como ante todo es un gran futbolista, Koundé ha sabido hacerlo, siendo influyente desde la irrupción sin balón al espacio vaciado.
Dado su rendimiento, hoy se dice que el francés es el mejor lateral derecho del mundo, aunque sirva la siguiente estadística para reflejar la influencia directa de Lamine Yamal: si en la reciente goleada al Estrella Roja, donde jugó el catalán, Koundé se coronó con tres asistencias de gol, en la última derrota ante la Real Sociedad, donde estuvo ausente, Koundé perdió quince balones y fue extrañamente sustituido.
Queda así, gracias a Flick, un Barça de detalle, de zagueros potenciados por la táctica y delanteros por el estilo. Un Barça que multiplica las posibilidades gracias a la expansión sin límites de Pedri, Lamine Yamal y Olmo, futbolistas inmortales que le hacen candidato a todo.
El mejor análisis que he leído hasta ahora del Barça de Flick. Y sí, lo de Lamine, por mucho que se diga, no es normal. Nadie puede saber cómo se desarrollará su carrera, pero ahora mismo es el mejor jugador del mundo, y estoy completamente convencido de que puede crecer mucho en algunos aspectos, como en la elección del remate, por ejemplo. Además, su juego es estético, atractivo, hace que veas los partidos para ver qué se le ocurre, me recuerda a los mejores años de Ronaldinho en el Barcelona, no por el parecido en su juego sino por atraer las miradas de los aficionados. Que dure mucho.
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Es una gozada leer a Javi.